«ENTRE CELOS Y SECRETOS» (Pt. 5)
V
—¿Cuál es tu plan de acción, «Horace House»? —preguntó Erick con aire sarcástico.
—Voy a entrar —respondió decidido, lo que hizo bufar un poco a su hermano.
—De acuerdo, voy a dar un paseo por los alrededores. Si surge alguna dificultad, negaré que los conozco —comentó sin perder ese aire socarrón, y acto seguido se dio la media vuelta y se retiró a paso tranquilo ante la atónita mirada de los niños.
—¿Cómo piensas hacerlo? —averiguó Alejandra.
—Por la puerta trasera —indicó, entonces se internó por un pasillo que se encontraba al costado del establecimiento.
—¡Ten mucho cuidado! —dijo Alejandra, y el pequeño se volvió y asintió.
Conforme avanzaba por el pasillo, se percató de que este se volvía poco a poco más oscuro debido a que los demás edificios, que eran más altos, lo cubrían por los costados y la parte trasera. El sitio comenzaba a volverse lúgubre y oscuro, por lo que el temor comenzó a invadirlo poco a poco. Entonces, para darse un poco de valor, Elliot comenzó a recitar el verso de una canción local que decía:
«Audaz es Lobo
y astuto es Gato Negro;
para resolver crímenes
ellos son los primeros».
Luego de recorrer el pasillo, llegó a la parte trasera de la taberna donde, como él lo supuso, se encontraba una puerta.
Se acercó a paso lento y sigiloso, con suma cautela para evitar ser descubierto. En ese momento, notó que el picaporte se movía, lo que indicaba que alguien estaba por salir, así que se ocultó detrás de una caja cercana.
La puerta se abrió y del edificio salió un hombre joven de cabello oscuro ataviado con una camisa blanca, un chaleco oscuro con rayas doradas, pantalones negros y una corbata de lazo al cuello.
El sujeto sostuvo la puerta abierta por un momento, por lo que esta le bloqueaba el campo visual de su izquierda, justo en dirección donde Elliot se encontraba oculto. Se apoyó con su mano en la puerta y entonces exhaló fatigado para después soltar la puerta y dirigirse a paso lento y cansado hacia una caja de madera que se encontraba al fondo del terreno que le pertenecía a la taberna.
Elliot aprovechó que el joven le había dado la espalda mientras se dirigía hacia la caja, entonces salió de su escondite y se dirigió con presteza hacia la puerta, misma que comenzó a cerrarse con lentitud, para ingresar al establecimiento. Entonces la puerta se cerró detrás de él, lo que impidió al joven, quien ahora reposaba en la caja mientras tomaba un refrigerio, detectar su presencia.
—Audaz como «Lobo» —dijo para sí mismo.
En el momento que se encontró dentro, Elliot se ocultó y se dedicó a vigilar por si llegaba alguien.
—Astuto como «Gato Negro» —susurró mientras miraba a sus alrededores y, al percatarse de que no hubiera nadie, comenzó a husmear en el recinto en el que se encontraba.
El pequeño cuarto era una bodega donde conservaban botellas de vino y otros licores, barriles con cerveza, sacos con maníes, nueces y otras semillas y frutos secos. Allí encontró también una alacena con alimento para los empleados y lo que era parecido a un armario.
Elliot se acercó a este último y logró escuchar ruidos provenientes de su interior, lo que capturó su atención. Abrió la puerta y encontró una escalera, misma por la que descendió.
Conforme avanzaba, notó que el sonido y las voces se hacían más fuertes, y entre los sonidos escuchó la estentórea risa de una persona que logró identificar casi de inmediato.
Cuando terminó de descender las escaleras, se encontró con lo que parecía ser un casino. Por todas partes había mesas con personas que jugaban juegos de cartas, a los dados, la ruleta, y alguna que otra máquina traga-monedas. Había también un bar, y quienes atendían a los jugadores llevaban un atuendo similar al del joven que había salido del edificio. No podía faltar la presencia femenina en el sitio, por lo que, además de algunas mujeres que apostaban en las mesas y máquinas, se encontraban damas de compañía ataviadas en elegantes vestidos. Entonces, en un sillón cercano a donde él se encontraba, miró a «Snake», quien sostenía en sus manos un vaso de cristal con una bebida y disfrutaba de un alegre momento en compañía de su cuervo «Alan», mismo que estaba posado sobre su hombro, otros jugadores y algunas de las damas de compañía, y en otra de las mesas, donde varias personas se encontraban reunidas y jugaban partidas de póquer, miró a William concentrado en su juego. A su lado tenía un muy pequeño montículo de monedas y billetes, con toda probabilidad sus ganancias de ese momento.
Fue entonces cuando el niño cayó en la cuenta de en lo que William Hart se encontraba metido. La taberna era en realidad una fachada para una casa de apuestas, y el dinero que le entregó a «Snake» no era un préstamo, sino con toda posibilidad el pago de una deuda de juego que contrajo en ese mismo sitio.
De pronto, el cuervo se volvió en la dirección en la que se encontraba Elliot, y lanzó un graznido que «Snake» escuchó con atención.
—¿De verdad? —le preguntó al ave, y el ave graznó de nuevo, por lo que dirigió su mirada hacia el sitio que el cuervo indicaba—. ¡Es verdad, es Elliot Castlegar! ¿Cómo entraste aquí? —preguntó «Snake», lo que llamó la atención de varios de los presentes, quienes se volvieron en la dirección donde se encontraba el niño.
Al verse descubierto, Elliot pasó a subir las escaleras seguido de cerca por algunos de los trabajadores del lugar, y una vez que se encontró en la bodega, se retiró presuroso de la taberna.
En cuanto cruzó la puerta trasera que conducía al exterior, se encontró al empleado que se encontraba sentado en la caja, quien también lo miró sorprendido.
—¡Oye! ¿Cómo entraste allí? —averiguó desconcertado el empleado, y Elliot continuó su camino con gran velocidad hacia el corredor que conducía al exterior. Fue entonces cuando emergieron de la taberna algunos de los empleados que perseguían al niño, y al no encontrarlo, decidieron volver a su trabajo.
Elliot corrió hasta encontrarse de nuevo con sus amigos, quienes se sorprendieron debido a lo presuroso y agitado que se veía.
—¿Qué ocurre? —preguntó Alejandra.
—¡No hay tiempo de explicaciones! ¡Vámonos ahora! —ordenó el niño alarmado sin parar de correr, por lo que Benjamin y Alejandra lo siguieron presurosos y, una vez que se distanciaron lo suficiente, se detuvieron para recuperar el aliento.
—¿Te descubrieron? —averiguó Alejandra.
—Sí —respondió.
—«¿ENCONTRASTE A MI HERMANO?» —escribió Benjamin en su cuaderno.
—Así es, y tengo algo qué decirte que de seguro no te agradará —señaló, y entonces pasó a contarle las cosas que miró en la parte inferior de la taberna.
—«NO PUEDE SER. WILLIAM ME DIJO QUE HABÍA PEDIDO UN PRÉSTAMO A UNA PERSONA PARA SUFRAGAR SUS GASTOS EN LA UNIVERSIDAD, Y EL DINERO QUE LE ENTREGÓ AL SEÑOR COTTON ERA EL PAGO DE DICHA DEUDA» —escribió el niño.
—William solo te dijo una parte de los hechos, mas no te explicó dónde o cómo contrajo esa deuda —aclaró Elliot—. Tal vez ni siquiera trabaje en el lugar que les ha dicho a ti y a tu familia, y todo este tiempo solo se haya dedicado al juego y las apuestas —agregó.
Con sus ojos caídos y el labio fruncido, el rostro de Benjamin era toda una oda a la decepción y la tristeza, por lo que Elliot y Alejandra hicieron el esfuerzo de consolarlo, gesto que el niño agradeció.
En breve apareció Erick, quien no se había alejado demasiado, sino que ingresó a un establecimiento cercano para tomar una taza de café, y al verlos huir decidió seguirlos.
Luego de averiguar lo que había sucedido y lo que descubrieron en el lugar, Erick colocó su mano sobre el hombro del pequeño Benjamin y le dio algunas palmadas.
—Lo lamento —expresó, y acto seguido buscó en el bolsillo de su chaqueta, del que extrajo una bolsa de papel, y de esta tomó una enorme galleta que le entregó al niño—. Toma, es para ti —señaló—. Los dolores con pan son menores —agregó—. Cómela, y seguro te sentirás mejor.
—«GRACIAS» —dijo el niño con señas, a lo que Erick asintió, y acto seguido pasó a comer la galleta con calma conforme se dirigían al sitio en el que acordaron encontrarse con el señor Castlegar, Amanda y Eleanor para ser trasladados a sus respectivos hogares. Y si bien esa tarde fue un tanto decepcionante y agridulce para los niños, para Eleanor y Amanda fue fantástica pues la última pudo cantar de nuevo con el dúo de músicos mientras que la primera, además de eliminar sus dudas sobre los sentimientos de su amiga por Jack, le obsequió el vestido a Lily, mismo que ella amó en gran medida y le agradeció sobremanera por su gesto.
Esa misma noche, después de disfrutar de una cena reconfortante con su familia, Benjamin aprovechó para conversar con sus padres sobre lo que había descubierto respecto a su hermano.
La reacción de sus padres y su hermana no se hizo esperar. Amanda se veía mortificada y llena de decepción, su madre estaba al borde de un colapso y su padre, con su puño cerrado, hacía todo lo posible por aplacar su ira.
Por desgracia, William no se encontraba en casa, y con toda probabilidad no llegaría en las siguientes horas, así que acordaron conversar con él en cuanto regresara.
Esa misma noche, en el hogar de los Castlegar, Elliot daba vueltas sobre su cama debido a que la situación de Benjamin y de su hermano William le robaba el sueño; el segundo por el secreto que ocultaba de su familia, y el primero por el efecto devastador que dicho secreto le ocasionaba al niño, en especial por el gran respeto y admiración con el que hablaba sobre él, y de seguro ahora se sentía decepcionado de conocer la verdad.
Mientras tanto, en una habitación cercana, una joven hacía bocetos y anotaciones en una pieza de papel. Se le veía sonriente y llena de entusiasmo, y al terminar exhaló con aire romántico.
—Saldrá perfecto —expresó, luego llevó la pieza de papel a su pecho, la abrazó, le dio un beso, y respiró profundo para después soltar un largo suspiro.
Buen día, excelente tarde o agradable noche tengan ustedes, mis amados Travenders y gente bonita que visita esta historia.
¿Qué tal se encuentran este fin de semana? Espero que todo bien.
Por mi parte, todo iba de manera correcta, pero las cosas se pusieron mal este fin de semana. Solo espero salir de esta situación pronto y mejorar, con el favor de Jehová.
Por mientras, cuéntenme, ¿qué les pareció esta parte?
¿Cuál es el plan que Eleanor tiene ahora?
Leeré sus comentarios con suma atención y los agradeceré en gran medida.
Sin más que decir, me despido de ustedes.
Que tengan paz, y un excelente día.
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