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«CONFESIONES» (Pt. 4)



IV



Una vez que terminaron el almuerzo, Eleanor y Jack se dirigieron a la residencia Castlegar para solicitar al señor Castlegar que los transportara al parque como habían acordado, y una vez que abordaron el autwagen familiar, partieron presurosos al mencionado sitio. Mientras tanto, el resto de los Castlegar se preparaban para visitar el lugar debido a la invitación que Eleanor había efectuado a su madre.

Ubicado muy hacia el sur de la ciudad, el gran parque «Starerne» estaba rodeado por una cerca de metal pintada en color negro reforzada con pilares cada cierta distancia junto a la que crecían arbustos y árboles de no demasiada altura. El parque tenía numerosas entradas por todo el perímetro, y poseía una entrada principal mucho más grande que las demás. El parque lo conformaban numerosas zonas de áreas verdes, algunas de ellas dedicadas para recreación y la práctica de deportes. Una determinada sección del parque albergaba una pista de hielo para patinar, otra de ellas contaba con una pista de carreras para autwagen en miniatura, y una tercera incluía un famoso zoológico y juegos mecánicos. El parque era atravesado de norte a sur, de la misma manera que sucedía con el resto de la ciudad, por las aguas del río «Flodelver», las cuales desembocaban en el célebre lago «Starerne», mismo que le otorgaba el nombre al parque. Su parte más meridional colindaba con la parte norte del lago; y tenía un acceso al público para que visitaran sus aguas y llevaran a cabo diversas actividades en ellas, desde navegar en bote hasta nadar y pescar.

El señor Castlegar estacionó el vehículo en la entrada principal para permitir a los jóvenes que descendieran del autwagen; acto seguido, llevó el vehículo a un sitio cercano a la entrada su hija y Jack ingresaban.

La entrada principal se componía de tres puertas, una grande que se abría de par en par y dos pequeñas a cada lado, con un par de pilares a ambos extremos sobre los que se veían dos leones rampantes. Sobre la puerta principal se encontraba un escudo perteneciente a la ciudad de Kaptstadt, y bajo este una inscripción que mencionaba el nombre del parque y la fecha de su fundación. En la entrada había numerosos vendedores que ofrecían productos de todo tipo, desde dulces y golosinas, pequeños juguetes para los niños, hasta periódicos y otras fuentes de información impresa. Allí también se encontraban reunidos un gran número de personas que se dirigían a su acostumbrado paseo dominical. Padres que paseaban junto a sus pequeños, hombres y mujeres que paseaban a sus mascotas y jóvenes parejas enamoradas que caminaban tomadas de la mano y compartían mutuas miradas llenas de ese hermoso sentimiento conocido como amor.

Caminaron a través de la primera área verde por un amplio sendero de adoquines blancos con piedras a los costados. El suave viento del tercer mes soplaba entre las ramas de los árboles que allí se encontraban y las hacían entonar, en compañía del canto de las aves, una serena melodía que podría dulcificar y relajar hasta el más agrio y agitado de los corazones.

A su alrededor podía verse a personas que realizaban gran cantidad de actividades. Algunos se encontraban sentados sobre el césped y tomaban un refrigerio mientras descansaban bajo la sombra de los árboles; los pequeños jugaban con pelotas y cometas, representaban escenas con su imaginación, perseguían mariposas y aves o jugaban con sus propias mascotas. También podían verse a jóvenes que practicaban deportes y juegos en equipo. En el gran número de bancas que se encontraban en derredor, algunos paseantes leían libros, otros escribían, alimentaban palomas o tan sólo descansaban y posaban la mirada en algún punto mientras sus mentes divagaban o meditaban en asuntos de interés personal. Ese sitio también era especial para la reunión de un gran número de artistas, entre ellos dibujantes y pintores, actores callejeros que ensayaban y representaban obras, e incluso músicos que deleitaban a los paseantes con sus instrumentos e interpretaciones melódicas. No faltaban las parejas que aprovechaban la sombra del follaje y la suavidad de la hierba verde y fresca para recostarse o sentarse juntos para conversar o compartir cálidas y fervorosas muestras de cariño.

—He de admitir que este sitio es fabuloso, más bello incluso que varios de los parajes que he encontrado en mi viaje —expresó Jack.

—¿Jamás habías venido? —curioseó la muchacha.

—No he tenido la oportunidad de hacerlo; y tengo entendido que el ingreso no es gratuito; sin embargo, le parecerá curioso que, el día que nos asaltaron, Lily y yo teníamos planeado venir, así que fue una verdadera lástima que los planes se frustraran —informó.

—Pues ahora la tendrás, y disfrutarás de lo que este lugar ofrece —comentó Eleanor.

—Es una pena que Lily no haya venido, se lo perderá —expresó un poco mohíno.

—Tranquilo; ya tendrá su momento. Ahora, ¿qué te parece si continuamos? Hay una sorpresa que nos aguarda. Créeme, lo amarás.

—De acuerdo.

Luego de esa breve charla, y para aprovechar que todavía tenían una hora y media antes de que comenzara el evento musical, los jóvenes pasaron a visitar algunas de las diferentes áreas y secciones del parque.

Transcurrido ese tiempo, cuando faltaban unos quince minutos antes de las tres de la tarde, Eleanor condujo a Jack hacia el lago «Starerne». Una vez que atravesaron el famoso túnel que formaban las ramas de árboles entrelazados, llegaron al claro cercano al lago. Allí se había instalado el equivalente a un pequeño auditorio, con su templete y filas de asientos.

Al salir del túnel los esperaba una persona ataviada en ropas formales.

—Sus boletos, por favor —solicitó el sujeto.

—Aquí tiene —indicó Eleanor, quien pasó a cederle un par de pases que había adquirido con antelación.

—Adelante, pasen —indicó, y de inmediato otra persona que llevaba prendas similares los condujo a una fila de asientos que se encontraba disponible, mismos que Jack y Eleanor tomaron.

—¿Qué es lo que se presentará? —averiguó Jack.

—Es un festival de conciertos. Se presentarán músicos tanto profesionales como estudiantes de conservatorios y academias de música de todo Couland. Interpretarán la mejor música de compositores como Beethoven, Bach, Mozart, entre otros, e incluso temas musicales originales —respondió la muchacha.

—Se oye como algo fascinante. Ya quiero ver con qué nos deleita el gran talento nacional —comentó el joven.

No tardó demasiado en aparecer una mujer en el escenario, misma que pasó a pronunciar algunas palabras para después dar comienzo al festival musical.

Tal como lo mencionó Eleanor, se presentaron estudiantes de las prestigiosas academias musicales del país, así como alguno que otro compositor e intérprete conocido y estudiantes de institutos privados de la ciudad.

—Esa joven es una maravillosa violinista. Seguro que a Lily le encantaría formar un dueto con ella algún día —comentó Jack mientras presenciaba uno de los actos musicales.

—Es una estudiante del Instituto Tecnológico de Educación Media-Superior «Isaac Blyght». La excelencia en la educación es parte de sus principios, y eso incluye el ámbito artístico —argumentó Eleanor.

La joven entonces concluyó su acto, y la presentadora apareció en el escenario.

—Despidamos con un fuerte aplauso a la señorita Raudebaugh —solicitó, y todos los presentes pasaron a aplaudir de pie por casi un minuto—. El artista que viene a cerrar este festival no requiere presentación. Un joven que lleva la tradición musical en sus venas, y un orgullo nacional que ha traspasado las fronteras de nuestra nación. Damas y caballeros, es un privilegio tener en el escenario a... ¡Ibrahim Sawyer!

La sola mención de ese nombre provocó una reacción en ambos jóvenes. En el caso de Jack fue completa sorpresa, mientras que en el de Eleanor fue admiración.

En ese momento hizo su aparición en el escenario un hombre de poco más de veinte años, muy alto y de físico estilizado. Su cabello era rubio oscuro, casi castaño, y lo usaba un poco largo. Sus ojos eran grises y su rostro tenía facciones finas. Llevaba puesto un traje completo compuesto de un largo abrigo de cola, una chaqueta de vestir y pantalones de un color azul oscuro, chaleco de color gris con rayas negras, camisa de color blanco y una corbata de rayas grises y azules, además de zapatos tipo botín.

Al llegar, hizo una sentida reverencia hacia la presentadora y luego se volvió al público, a quienes les hizo otra reverencia. La presentadora respondió a su reverencia y pasó a retirarse mientras Ibrahim Sawyer tomaba asiento en el piano que se encontraba en el escenario. Acto seguido, hizo una seña a la orquesta que lo acompañaba, y comenzó a tocar y cantar uno de sus temas originales.

—¡No tienes idea de cuánto amo la música de Ibrahim Sawyer! Desde hace tiempo es uno de mis artistas favoritos, y su música es, de forma simple y llana, maravillosa —opinó Eleanor.

—Lo sé porque tuve el privilegio de conocerlo en persona hace poco más de un año —respondió Jack.

—¿En verdad?

—De hecho, él fue uno de los estudiantes de mi tutor de música en Hojemseite —aclaró—. Recuerdo que fue a visitarlo a su casa. Conversamos juntos y me dio consejos para mejorar mi técnica, tanto en canto como en interpretación musical.

—No puedo creerlo... ¡Es fantástico! ¿Sabes? Deberíamos pasar a saludarlo después del festival. ¿Qué te parece?

—Me agrada la idea —expresó, y dicho esto, se dedicaron a disfrutar de la participación del célebre artista.

Una vez que terminó su acto, Jack y Eleanor le fieron una ovación de pie y, después de que la presentadora le agradeciera por aceptar formar parte del festival, los jóvenes se dirigieron al escenario para intentar saludarlo. Por desgracia, debido a ciertas restricciones de seguridad, no tuvieron la oportunidad de hacerlo. Eleanor, por supuesto, se sentía un tanto frustrada y decepcionada, pero Jack lo comprendía debido al estatus de celebridad del joven, por lo que tuvieron que retirarse del lugar.

Conforme se retiraban, Jack se sorprendió debido a la presencia que encontró en el sitio.

—¿Lily? ¡No tenía idea que vendrías! —exclamó el joven.

—Vine en compañía de los Castlegar, quienes me invitaron —señaló ella, y entonces Jack notó la presencia de dicha familia en las cercanías.

—Interesante. ¿Solo has venido al festival musical?

—De hecho, los Castlegar y yo paseamos un poco por el parque antes de llegar.

—Perfecto. ¿Qué es lo que harán ahora?

—Creo que los Castlegar cenarán en el restaurante de la familia Hart, y me pidieron que los acompañe.

—Excelente. Por cierto, ¿qué es lo que sigue en el plan para esta tarde especial? —inquirió Jack a Eleanor.

—Te sorprenderá saberlo, pero es justo lo que continúa en nuestro itinerario.

—¿Una cena en el restaurante de los Hart?

—¡En efecto! Y no tienes idea de la sorpresa que te espera para el postre —expresó la muchacha, en palabras que hicieron que Jack pasara con algo de pesadez y dificultad un poco de saliva por su garganta.

—De... acuerdo —dijo él un tanto dubitativo—; es... hora de cenar —agregó, y Lily solo se limitó a colocar su mano sobre el hombro del joven. Acto seguido, los Castlegar y los Lancaster pasaron a dejar el parque «Starerne» para dirigirse de inmediato al autwagen familiar y de allí salir con rumbo al mencionado restaurante.



Buen día, excelente tarde o agradable noche tengan ustedes, mis amados Travenders y gente bonita que nos visita.

¿Cómo se la han pasado estos días? ¿Todavía no están de vacaciones en la escuela o el trabajo?

Yo por acá tuve una semana regular, no mala, pero tampoco tan excelente. Sin embargo, las cosas han marchado un poco mejor, gracias a Jehová.

¿Qué opinan de esta parte? 

¿Qué creen que se viene en la siguiente parte?

¿Cómo acabará esta cita entre Eleanor y Jack?

Quiero leerlos, compañeros. Espero sus comentarios.

Sin más que agregar, me despido de ustedes.

Que tengan paz, y un excelente día.


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