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«CICLO» (Pt. 1)



I



La mañana del día lunes, el primer día del primer mes del año 1872, era especial para una gran mayoría de las familias y habitantes del país debido a que ese día marcaba el inicio de ciclo escolar en gran parte de los niveles educativos.

Por todo Couland, cientos de miles de niños, jóvenes y adultos se preparaban para el inicio de un nuevo ciclo en sus vidas. Para algunos sería el primer día de su entera formación académica, para otros solo el comienzo de un escalón más en su educación, y para otros más era el inicio del final de alguna de sus etapas educativas.

Ese día era recibido con diversidad de emociones por parte de todos. Para muchos, ese día era fuente de gran gozo y expectación por conocer lo que les aguardaba, otros, en especial los más pequeños, y alguno que otro joven caprichoso, veían la llegada de ese día con tristeza o rabia, otros sentían calma y paz y otros más lo recibían llenos de resignación y con suspiros.

Y las reacciones de los Castlegar a esa importante fecha fueron curiosas e interesantes.

En el caso de Eleanor, se sentía tranquila, como si fuera un día como cualquier otro. Esa mañana fue la primera en despertar, pues lo hizo quince minutos antes de que el reloj marcara las seis de la mañana; esto con la intención de tener más tiempo para asearse y prepararse de manera adecuada para, de esta manera, poder ayudar en las actividades domésticas que le resultara posible efectuar. Fue muy sigilosa al hacerlo, a tal grado que Lily ni siquiera se percató que su compañera de habitación había despertado, por lo que se sorprendió al verla cuando abrió sus ojos al escuchar las campanadas del reloj.

El siguiente de los hermanos Castlegar en despertar fue el pequeño Elliot quien, en el preciso momento en que sonaron las seis campanadas en el reloj de la familia Castlegar, abrió sus ojos y se levantó de su cama de un salto con una enorme sonrisa trazada sobre sus labios, lo que evidenciaba su entusiasmo.

—¡Hoy es el gran día! —exclamó con sus brazos extendidos hacia arriba—. ¡Un nuevo año inicia, y al mismo tiempo comienza una nueva vida! ¡Es un día de cambios, de trascendencias, el paso de la infancia a la adolescencia! ¡Escuela de Educación Media Número 8, Couland, y mundo entero, prepárense para recibir a Elliot Castlegar! —agregó gozoso con su puño derecho en alto, y acto seguido procedió a dirigirse al baño para asearse.

Erick fue quien más tarde se despertó de ellos, pues lo hizo cuando habían transcurrido diez minutos después de las seis de la mañana. Al abrir sus ojos, se sentó sobre su cama con absoluta calma, luego exhaló lleno de frustración y comenzó a frotar su pierna. Tomó de un cajón un frasco con medicamento que luego pasó a ingerir; luego tomó uno de sus bastones, uno de madera pintado en color negro, y se puso de pie para después vestirse.

Unos minutos más tarde los tres salieron de sus respectivas habitaciones ataviados en elegantes prendas escolares. El de Erick consistía en una chaqueta de color negro, pantalones de color gris, chaleco gris por la parte frontal y negro en la parte trasera y camisa de color blanco de mangas largas con el cuello elevado. Lo completaba una corbata de color negro con un patrón de líneas blancas y grises en diagonal y un pequeño prendedor con la insignia de la escuela. Entonces pasó a dirigirse hacia el comedor para tomar el desayuno.

Al llegar se encontró con sus padres y la menor de los Lancaster, quienes se encargaban de preparar tanto el desayuno como la mesa para disfrutar sus alimentos.

—Te ves espléndido, hijo —lo halagó el señor Castlegar al verlo llegar—; ¿no es así, querida?

—Todo un apuesto caballero en su elegante armadura —dijo la señora Castlegar al tiempo que lo tomaba de los hombros.

Erick se limitó a sonreír de forma leve, con un gesto que expresaba poco convencimiento y cierta decepción.

—Lamento que no sea el de «Isaac Blyght»; entiendo lo mucho que deseabas formar parte de esa institución —expresó comprensiva la señora Castlegar, a lo que el chico respondió con un suspiro mustio y bajó su mirada hacia su pierna izquierda con sutileza.

La siguiente en llegar fue Eleanor. Su uniforme no era muy diferente en colores del que usaba Erick. Consistía en una blusa de color blanco que cubría hasta el cuello, una falda larga en color gris, un chaleco en color gris y una chaqueta de vestir para mujer en color negro con una franja en color blanco junto a la solapa, misma que recorría desde el cuello hasta la parte inferior, una franja de color blanco en cada manga, y el prendedor con la insignia de la escuela, además de llevar el cabello atado con un lazo de color morado.

—Y aquí viene nuestra princesa, radiante en su uniforme —expresó el señor Castlegar, quien pasó a dar un abrazo a su hija.

—Gracias, padre —respondió la muchacha—. Es hermoso, y me queda perfecto, aunque ahora siento que me queda un poco más ajustado que en el momento que lo compramos —comentó mientras pasaba su mano por su cintura.

—Y dejará de quedarte si no dejas de comer tantas galletas —susurró Erick a sus espaldas, a lo que Eleanor reaccionó con sus ojos abiertos en gran medida y su rostro se volvió serio y preocupado. Entonces recordó que durante el mes pasado tuvo una ligera falta de moderación en su consumo de bizcochos y postres, por lo que resultaba lógico su ligero incremento en talla, peso y circunferencia en su cintura.

—A mí me parece que te ves muy bien. Seguro se debe a los cambios que ocurren en tu cuerpo. No te preocupes por eso, serás la jovencita más linda de todo el instituto —señaló su madre, quien la abrazó cariñosa y besó su mejilla.

Por último, apareció el pequeño Elliot, vestido en un traje compuesto por una chaqueta de color azul marino, pantalones grises con un patrón de costura cuadriculado, una camisa blanca, chaleco gris con franjas azules muy delgadas y una corbata de moño de color rojo. Se le miraba intranquilo, como si algo no le gustara.

—¿Sucede algo malo, pequeño? —averiguó su padre.

—Es que... El uniforme es lindo; me gusta, y me queda bien —señaló al tiempo que revisaba sus mangas y su chaqueta—, pero... cuando me vi al espejo, sentí que me veía como una persona pequeña.

—Porque eres pequeño todavía, hijo —aclaró, y Elliot solo lo miró con aire de fastidio—; más adelante crecerás y deberás usar los de tu hermano —afirmó su padre con optimismo.

—Lo sé, lo entiendo; es solo que, a mi edad, él ya era mucho más alto que yo, y muchos de mis compañeros y compañeras de clase crecieron bastante antes de graduarnos de la educación básica. ¿Y si no sucede? ¿Y si me quedo así? ¿No se burlarán de mí por ser tan pequeño? —preguntó todavía más intranquilo y nervioso.

—No sucederá, te lo aseguro —confirmó el señor Castlegar—. Solo espera, y dale tiempo al tiempo.

—Está bien —masculló el niño.

—Bueno, vayamos a desayunar, que debemos comenzar este día con energía —instó el señor Castlegar, y los presentes accedieron.

Culminado el desayuno, y una vez que limpiaron la mesa y la cocina, los muchachos pasaron a sus cuartos por los útiles y materiales que necesitarían para ese día de escuela y por sus abrigos, mientras que el señor y la señora Castlegar fueron a su habitación para recoger sus portafolios y documentos que requerirían en su trabajo. Lily, quien se quedaría por unos minutos más antes de retirarse a su lugar de empleo, aprovechó para ayudar en la limpieza y otras actividades que resultaran necesarias dentro de la residencia Castlegar. Hecho esto, la familia entera subió al autwagen familiar y fueron llevados a sus respectivos destinos.

Como lo había mencionado el menor de los Castlegar, un día trascendental en sus vidas estaba por comenzar, y, sin duda, nada los prepararía para el gran número de sorpresas que les aguardaban.


Buen día, excelente tarde, o agradable noche tenga ustedes, mis amados Travenders.

¿Cómo se encuentran? Espero que bien.

Yo un poco nervioso por algo importante que voy a tener mañana, y espero todo salga de maravilla.

Hoy, por otro lado, comparto con ustedes una parte más de esta historia. 

Me gustaría que ustedes compartan sus opiniones. Recuerden que son ustedes, mis apreciables lectores, los que hacen crecer las historias con sus palabras.

Mientras tanto, los invito que aguarden para leer la siguiente parte.

Que tengan paz, y un excelente día.

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