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«CAMINO»


Conforme se acercaba a casa, Erick alcanzó a divisar a Eleanor, quien se dirigía de regreso con una cesta cargada de panes de la panadería del señor Baker, por lo que se movió con la velocidad que se lo permitieron sus piernas y rodeó el muro de la propiedad con la intención de dirigirse a la entrada trasera, la que conducía al camino que llevaba a su cabaña en el estanque.

Una vez llegó allí, abrió la puerta con una de las llaves que llevaba consigo y atravesó el pequeño patio trasero hasta llegar a la puerta trasera.

Mientras tanto, Eleanor, quien recién había llegado a la cocina, encontró a su hermano menor atareado en la labor de limpieza de algunas ollas y vasijas, los implementos que usaría para preparar el almuerzo de esa tarde.

—¿Has visto a Erick? No lo veo desde el desayuno —averiguó la muchacha.

Esa interrogante provocó que los oscuros ojos del menor de los Lancaster se abrieran enormes, y su rostro se mostraba serio.

—Lo vi ingresar a su cuarto esta mañana. Dijo que no sentía demasiados ánimos de salir —mintió el niño instantes después.

De repente, se escuchó el sonido de la puerta trasera al abrirse, lo que capturó la atención de ambos hermanos, y acto seguido se dirigieron allá a revisar qué era lo que sucedía.

—¡Erick! —exclamaron sorprendidos los hermanos, y el aludido solo abrió sus ojos del sobresalto.

—Pensábamos que te encontrabas en tu habitación —explicó Eleanor y de inmediato se volvió hacia Elliot, quien se quedó en silencio, y este solo se limitó a levantar sus cejas y fruncir los labios.

—Pensé que todavía estaba allí. Seguro salió sin que nos diéramos cuenta —volvió a mentir.

—¿De dónde vienes? —averiguó Eleanor al verlo ataviado con su abrigo y con su maletín colgado de un hombro.

—Solo salí por un momento —excusó.

—¿Tú solo? —preguntó alarmada la joven Castlegar.

—Necesitaba un poco de tiempo a solas y al aire libre para reflexionar —contestó.

—Lo sé, lo entiendo; es solo que...

—¿Qué cosa? ¿Te preocupa que haya salido sin su compañía? Eleanor, sabes que no soy un bebé indefenso, y entiendo que nuestros padres te dieron encargo de que cuidaras de mí; sin embargo, no requiero que me brindes tu atención a cada momento. ¿Sabes? Hay algo que he querido decirte desde hace tiempo, y creo que este es el momento adecuado para hacerlo —señaló. Acto seguido, dejó caer su bastón, lo que tomó por sorpresa a sus hermanos, y se acercó hacia una asombrada Eleanor, a quien tomó de los hombros—: no puedes, ni deberías, vivir tu vida al pendiente de lo que me sucede. Y no digo todo esto porque no aprecie tus esfuerzos o haga menos tus sacrificios. Todo lo contrario, los valoro y los atesoro en gran medida, y tú sabes que no miento cuando lo digo; es solo que, dentro de poco los tres daremos inicio a una nueva etapa de nuestras vidas, una muy importante en nuestra formación, no solo académica, sino personal, y considero que no sería sano ni sensato el no aprovecharla o vivirla por permanecer a cada momento como una sombra que avanza detrás de mis pasos. No puedes hacerlo, no serás en verdad feliz si solo vives para cuidar de mí, y yo tampoco seré feliz si dejas pasar tus mejores años debido a ello. Ya has dejado mucho atrás, tus sueños, lo que más amabas, ¡incluso perdiste el contacto con las personas que formaban parte de tu círculo de amistades! —reclamó con energía y tono molesto—. Te exhorto a que comiences a pensar más en lo que será de tu vida, en lo que quieres en verdad para ti, aprovecharla y vivirla, y permitir a otros ser libres para vivir las suyas.

Eleanor miró a su hermano con gesto serio, mismo que pasó a disipar al meditar en sus palabras.

—Tienes razón —expresó con su mirada baja—. Sé que desde lo ocurrido ese día he brindado mi apoyo a nuestros padres cuando ellos no pueden hacerse cargo de la situación, pero al hacerlo me he olvidado de vivir mi propia vida. Lamento si me he vuelto demasiado protectora, no fue mi intención asfixiarte.

—No tienes por qué disculparte; entiendo que es la forma en que demuestras tu amor a los demás, es solo que también debes aprender a establecer límites y no olvidarte de ti, de lo que quieres en verdad. No te preocupes más de lo necesario por mí; soy fuerte, estaré bien —expresó, y en sus labios se dibujó una tenue sonrisa.

Erick entonces soltó a su hermana. Elliot, por su parte, le entregó el bastón a su hermano, y este a su vez lo tomó.

—Solo quiero que tengas una vida feliz —agregó, y entonces se dio la media vuelta para retirarse.

—¿Qué te hace pensar que no lo soy? —respondió Eleanor—. ¿Y si lo que me hace feliz es verte feliz? ¿Y si lo que quiero es ayudarte a que tengas felicidad de nuevo?

Erick se volvió sobre sus talones y, con convicción, respondió:

—Solo yo puedo ser responsable de mi felicidad, es algo que debo buscar por mi cuenta. Pero si en verdad quieres ayudarme a ser feliz, entonces vuelve a ser la Eleanor que echo de menos desde ese día.

Eleanor exhaló un poco para después sonreír con dulzura y asentir, y Erick pasó a retirarse a su cuarto.

—Y yo quiero que seas el Erick que echo de menos desde el accidente.

Erick hizo una pausa en su camino, cuando se encontraba cerca de las escaleras que conducían a su habitación, luego miró hacia abajo con ojos sombríos y respondió amargo y mustio:

—Ese Erick dejó de existir aquella tarde.

—No deberías perder la esperanza. Todavía puedes recuperarte, volver a tus mejores días.

—No sucederá —declaró el muchacho para sentarse en la escalera, en palabras tan melancólicas que dejaron helados a sus hermanos—. Sé que suena funesto, y dirán que tengo una actitud derrotista, pero es la realidad. Los médicos y la señorita Fawkner me lo hicieron saber hace varias semanas, cuando recibí los resultados de mi última revisión —explicó—. Incluso con las cirugías de reconstrucción a las que me sometí, o la terapia que recibí de la señorita Fawkner, no habrá una recuperación completa. Nuestros padres no querían que ustedes se enteraran para que no se preocuparan más de lo necesario, pero considero que es momento que lo sepan.

En el momento que dijo esto, una memoria llegó a la mente de Eleanor. Fue un suceso ocurrido días antes de que los Lancaster llegaran a Kaptstadt, una mañana en la que sus padres se dirigieron al cuarto de su hermano con un gran sobre de color blanco, mismo que dejaron allí y después salieron sin decir nada. Ella no averiguó lo que esto significaba, pues otros asuntos ocuparon su atención, pero al escuchar la respuesta de su hermano, dedujo que se trataba del resultado de su revisión, lo que le hizo tomar aire con dificultad debido al pesar que sintió y se cubrió el rostro con sus manos.

Ante las palabras de su hermano, Eleanor y Elliot se miraron el uno al otro con gesto decaído, el corazón aplastado y los ánimos hasta el suelo, y Eleanor pasó a sentarse en el escalón, a su lado.

—Por eso te pido que continúes con tu vida, y en verdad me dolería el corazón y me haría preferir la muerte el ver que no la aprovechaste, que dejaste pasar todo lo que siempre habías anhelado vivir, sentir, descubrir y alcanzar, solo por permanecer detrás de mí —habló con amargura el joven.

—Lo entiendo, Erick; y así será —respondió Eleanor, cuya voz sonaba ahogada debido a la pena que le invadía.

—Lo mismo va para ti, grandullón —dijo a Elliot—. Pelea por tu sueño; sé que lograrás alcanzarlo.

—Lo haré, hermano —dijo resuelto el niño, lo que le hizo sonreír al mayor de los Castlegar.

—Y ahora que entiendo que mi vida no será la misma que antes, ni podré hacer lo que amaba o alcanzar los objetivos por los que luchaba, también debo buscar un nuevo camino y aprender a vivir con lo que he recibido —indicó con su mano sobre su muslo izquierdo—. Es una batalla que debo pelear por mi cuenta.

—La ganarás, hermano; estoy segura de ello —expresó Eleanor—. Y si no lo logras, si desfalleces en el camino o pierdes la fuerza, nosotros estaremos allí para darte apoyo, como siempre lo hemos hecho.

El trío de hermanos pasó a verse entre ellos con ojos húmedos y compartieron en ese momento un cálido y amoroso abrazo. Eleanor y Elliot no lograron contenerse, y de sus ojos brotaron hilos de lágrimas. Erick, por su parte, hizo todo por permanecer estoico, aunque su rostro era una pintura llena de emociones encontradas, pues le invadía un poco el pesar, mismo que se reflejaba en su mirada, pero tenía una sonrisa optimista y llena de esperanza.

De pronto, el característico sonido de un silbato interrumpió el emotivo momento que compartían entre los hermanos, lo que les hizo levantar la cabeza de inmediato.

—¡Servicio Postal de Kaptstadt! —clamó la persona que se encontraba a la puerta después de sonar su silbato.

Eleanor y Elliot se levantaron y ayudaron a su hermano a ponerse de pie; acto seguido, fue la joven quien se dirigió a la puerta para atender el llamado.

—Buen día, Tim —saludó la muchacha.

—Buen día, señorita. Traigo correspondencia para Erick Castlegar —anunció, y entregó un sobre a la joven.

—Gracias —dijo, y le entregó una moneda de un décimo de mongeld.

El cartero sujetó la visera de su gorra con los dedos índice y pulgar y luego se retiró.

—¡Llegó una carta para ti, Erick! —anunció efusiva la doncella, y pasó a entregarla de inmediato.

Erick la tomó y leyó el remitente en el sobre. De inmediato, sus orbes ámbar oscuro se iluminaron de dicha, tanto como la sonrisa que resplandecía en su rostro, una como pocas los hermanos Castlegar habían tenido la oportunidad de ver en mucho tiempo.

—Deben ser buenas noticias —comentó Elliot.

—Es una carta de Ken —respondió Erick, y pasó a abrirla ansioso.

—¿El hijo del doctor Lang? ¡Qué maravilla! ¿Qué es lo que dice?

—Me envía sus saludos desde la universidad de Trandel —respondió sonriente—. Iré a mi habitación para leerla con más calma.

—Adelante.

Erick asintió y se dirigió a su cuarto, tal como lo había dicho.

—¿No hay nada para mí todavía? —inquirió el menor de los hermanos Castlegar.

—Lo siento, no hay correspondencia —contestó Eleanor.

—Oh, vaya —se lamentó el niño—. Hace tiempo que «Alondra» no responde a mis cartas.

—¿«Alondra»?

—Mi amiga por carta, la joven que también es admiradora de «Gato Negro» y «Lobo», y quien ilustra las viñetas cómicas. Dijo que saldría de la ciudad junto a su prima y unos amigos, y que se mantendría en comunicación conmigo, pero no ha hablado desde hace tiempo. Lo último de lo que hablamos fue de nuestras teorías acerca de sus identidades secretas, pero no ha respondido.

—Tal vez tiene otras cosas qué hacer. No te apresures, seguro volverán a ponerse en contacto pronto —señaló.

—Claro —respondió, aunque no sonaba convencido.

—Bueno, iré a la cocina; tengo mucho qué preparar.

—Y yo a limpiar los pisos para después ayudarte —señaló el niño.

Eleanor asintió, y de esta forma ambos hermanos volvieron a sus labores.

Mientras tanto, Erick se encontraba en su cuarto, acostado en su cama mientras sostenía la carta por encima de su cabeza. En su rostro continuaba dibujada esa sonrisa animosa, y en ocasiones reía por lo que leía en ella.

Una vez que terminó de leer, dobló la carta y la acercó hacia su pecho, luego se sentó y la guardó con cuidado en uno de sus cajones. Entonces miró una de las fotografías sobre su buró, una en la que ambos jóvenes sostenían una copa de oro además de un par de medallas en sus manos. Erick sonrió nostálgico y no logró evitar que una pequeña lágrima de felicidad se fugara de su ojo derecho.

Bajó su mirada al cajón para cerrarlo, y notó que allí dentro se encontraba un lazo de color verde brillante, el mismo que encontró en el suelo la noche anterior. Lo tomó en su mano y le sonrió con ternura; acto seguido, tomó una pieza de papel y una pluma. Entonces se sentó en su escritorio y, con el lazo todavía en su mano, comenzó a escribir una respuesta a su amigo.


¡Buen día, excelente tarde o agradable noche tengan ustedes, mis estimados y sirmpre atesorados Travenders!

Espero que se la hayan pasado de maravilla esta semana. 

¿Qué les pareció esta entrega?

¿Interesante?

¿Emotiva?

¿Y qué opinan del nuevo personaje al que se hace alusión? ¿Tienen deseos de conocerlo?

Entonces no se pierdan las siguientes entregas de esta historia.

Por mi parte, es todo. Lean mucho, escriban, comenten, y pasen un bonito fin de semana.

¡Que tengan paz, y un excelente día!


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