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96. Un peto que tiene grabada una rosa en el centro


AYER PUBLIQUÉ DOS CAPÍTULOS Y ESTE ES EL TERCERO DEL DÍA  c: Lleven el correlativo para no perderse ninguno porque a veces Wattpad no notifica.

Con fines didácticos aclaro, en caso haya duda, que esto es un peto:


Capítulo dedicado a mi querida Suhail Martínez. ¡Feliz cumpleaños! :')

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Un peto que tiene grabada una rosa en el centro

GAVREL

El silencio es una ventaja de la noche, atril de quien sabe esperar; ayuda al amante que se escabulle dentro de la alcoba de su amada, al ladrón que entra a la casa a robar y al depredador que vigila su caza.

Un boscaje nocturno alberga misterios; como bien puedo estar solo, al mismo tiempo puede estarme vigilando una banda de pillos esperando el momento oportuno para robarme. Pero me encuentro en silencio. De esa manera yo también soy peligro.

Furtivamente cambio de un árbol a otro y desde las ramas veo el tiempo pasar. Por eso es más amable la luna, juega a mi favor como amante, ladrón y depredador. No estoy aquí si no me miran.

Mi atuendo, por completo negro, incluida una formidable capa herencia de mi padre, me facilita escabullirme, oculta mi identidad y me protege del frío; aunque duermo echando de menos el calor de Elena.

El sonido de una carreta me despierta y me incorporo rápido; me coloco en cuclillas, acomodo sobre mi cabeza la capucha de la capa, y, sin bajar del árbol, me abro paso entre el follaje para observar la vereda. Aunque dudo que se trate de Viktor, él es prudente; no se pondría en riesgo, se movería con precaución.

Se trata de un carromato tirado por dos caballos. Nada fuera de lo habitual, por días he visto atravesar la vereda a cientos de ellos, a jinetes a caballo o alguno que otro desdichado que avanza a pie. Sin embargo, en esta ocasión sobresale el hecho de que ladrones que rondan la zona esperan este carromato para robarle. Millas atrás debieron advertir que el cochero viaja solo o que sus acompañantes no representan un peligro. Del mismo modo eso tampoco es nuevo, es una escena que, lamentablemente, he visto repetidas veces.

Así es el bosque. Esta es la recompensa del ladrón que esperó en silencio.

Y doy la espalda a la escena, dispuesto a volver a mi lugar, acostumbrado a escuchar lamentos de hombres y mujeres que ruegan no ser despojados de sus escasas pertenencias «¡Por favor, no; es todo lo que tengo!», pero esta vez escucho con alarma el llanto de un bebé.

—¡Aquí está la mujer! —La hacen bajar del carromato mientras los gritos de esta claman piedad, y, en consecuencia, el llanto del bebé se vuelve un estruendo.

En tanto uno de los ladrones sujeta un cuchillo contra la garganta del cochero, el otro empuja a la mujer que, horrorizada, continúa abrazando con fuerza a su criatura.

—¡No, por favor no!

Son los mismos gritos que escucho en mis pesadillas.

Bajo del árbol y, de nuevo en cuclillas, utilizando como escudo la maleza, atravieso sigilosamente el tramo que me separa del carromato. De esa forma, cuando uno de los ladrones obliga al cochero a ver cómo el otro le falta el respeto a su mujer, saco de mi bota un cuchillo, me pongo de pie y camino con decisión hasta el sujeto que tiene cautivo al cochero; lo tomo por la espalda a la vez que cubro su boca para que no grite y le dejo un tajo en la yugular.

Cae de rodillas sujetando su garganta.

El otro reacciona haciendo a un lado a la mujer, y, sin apartar los ojos de mí, se apresura a sacar de su cinturón una almarada. Detengo su primer ataque con mi cuchillo, él se echa hacia atrás y esta vez intenta incrustar la hoja de su arma en mi pecho. No lo detengo y, con asombro, la horrible sonrisa de dientes podridos se desdibuja de su rostro al percatarse de que su almarada golpeó una superficie metálica. Aprovecho su desconcierto para con un solo guantazo meter mi cuchillo en su estómago.

—Dudo que seas alguien digno de extrañar —digo, dejándole caer.

Enseguida me vuelvo hacia el cochero y su mujer, él la abraza, ambos miran con miedo al hombre vestido por completo de negro. Se preguntarán si igualmente quiere robarles.

—¿Tienes una cuerda? —pregunto al cochero que se apresura a esbozar un gesto afirmativo y la busca dentro de su carromato. Al encontrarla me la entrega y me ve dividirla en dos con mi cuchillo para de nuevo anudarlas—. Hay que poner de orden aquí —digo.

Entre los dos colgamos de un árbol a los dos tipos, colocando sobre su pecho un letrero en el que se lee «Ladrón».

Eso servirá como advertencia.

Después él, viendo de reojo a su mujer, señala con miedo mi pecho. Se preguntarán cómo es posible que la almarada no me lastimase. En respuesta entreabro mi capa y mi camisa para que miren el legendario peto que tiene grabada una rosa en el centro.

—Más temprano pasó por aquí un tropel con seis carromatos —digo, complacido de que se sintieran a salvo al ver el peto—. Los observé y son personas de fiar. Los llevaré allá. No se alejen de ellos —ordeno y el cochero, en agradecimiento, pareciendo más calmado, me lanza una moneda de plata—. Estoy bien —digo, devolviéndosela.

Ella, de igual forma, respira aliviada.

—El Príncipe Negro —dice él cuando echa a andar de nuevo su carromato. Está sonriendo.

Para que se sienta seguro me instalo a su lado.

—Sí. Mi padre me platicó sobre él —confirmo, pendiente de los alrededores, vigilando en caso de alguien nos siga.

Me siga.

—A todos —dice él con nostalgia. La leyenda del mismo modo es parte de su niñez—. Y hoy más que nunca se le necesita —Lo miro con duda—. Mi esposa y yo vivíamos en Bitania —explica—, en una zona al otro lado del lago Leuven. Soy hombre de campo y soldados del nuevo rey visitaron mi casa para tomar varios de mis bueyes alegando crisis.

—¿Crisis?

—Sí. ¿No han llegado hasta aquí las noticias? —Él esboza una mueca—. Rebeldes tomaron Bitania; sus anteriores gobernantes, los Abularach, huyeron... llevándose todo, amigo. Todo.

—Malditos.

—Sí. Y mientras eso no se resuelva, al resto nos arrebatarán lo que tenemos.

—¿Tú... a dónde vas?

—Teruel —dice, animado. De nuevo sintiéndose a salvo—. Escuché que hay abundancia. Pero no sé qué será de nosotros si no me dejan entrar. A dónde llevaré a mi esposa. A mi hijo.

Pasa del alivio al miedo en un segundo.

—Te dejarán —le aseguro.

—Gracias por los buenos deseos. —Su calma regresa.

No me reconocen. Y aunque no vivir en la urbe de Bitania pudiera ser la razón, lo cierto es que la mayoría de plebeyos nunca han estado frente a alguien de la familia real. No frecuentamos los mismos lugares que ellos, y de ninguna manera frecuentan los mismos lugares que nosotros.

—¿Y los tuyos? —pregunta, lamentando con un resoplido que las llantas de su carromato deban pasar sobre empedrado. Antes de la revuelta esta vereda no era tan transitada.

—Tomamos caminos diferentes.

—Suele pasar —dice a modo de consuelo—. Aunque ahora que recuerdo no me has dicho cuál es tu nombre —señala, ofreciéndome un cigarrillo que acepto.

«Mi nombre».

—Dime G.

...


Alcanzamos al tropel de seis carromatos después de medianoche. Los reúno y señalo en un mapa cuál es el camino más seguro para llegar a Teruel. Luego, entre todos, para darme las gracias y recibir como se debe a un nuevo compañero, me invitan a tomar el desayuno con ellos antes de continuar el recorrido.

Me preguntan a cuántos ladrones he matado. Conjeturan que «G» significa guerra. No obstante, a pesar de lo que suponen, no soy un mercenario o avanzo a pie. «Espero a una persona» les hago saber, además de que, encargué mi caballo al dueño de una taberna que me queda de paso. Escasamente me creen. Prefieren tener algo que contar a los suyos y reavivar la leyenda del príncipe del pueblo.

Para aligerar el frío toman asiento alrededor de una fogata, preparan café y comentan cómo están las cosas en Bitania. Nada de lo que escucho me sorprende, incluidos los insultos que tienen para nosotros.

Se sienten perdidos. No confían en ningún rey o Partido. Solo depositan su confianza en su madre luna, en la noche, en el silencio, en el tiempo...

—¿Creen que esto nos sirva para entrar en calor? —pregunta un hombre a todos pidiendo a uno de sus hijos alcanzarle una guitarra. Los presentes asienten, palmean sus manos y proponen qué tocar.

La madre que ayudé horas antes se sienta junto a mí en tanto le quita a su bebé la pulserita de plata que adorna su pequeña mano, y, para mi sorpresa, me la ofrece.

—No. —me niego—. No.

—Por favor —insiste—. Él está aquí gracias a ti.

Como no baja la guardia termino por aceptar.

—¿Tú tienes hijos? —pregunta de pronto, cambiando de posición a su criatura para adormecerla. Miro al pequeño mientras este busca con su boquita el pecho de su mamá.

—No —contesto al cabo de unos segundos, recordando que me hizo una pregunta.

—Pero si una pareja —sonríe.

—No estamos juntos.

—Pero hay alguien y eso está bien. No es bueno que un hombre esté solo.

—En este caso es posible que sí —digo colocando la pulserita entre mis dedos. Una «B» cuelga del seguro.

«Una B»

—¿Es por «Bebé»? —pregunto con dolor, mirando de ella a la pulsera, pero no le da tiempo de contestar, el hombre con la guitarra otra vez pide la atención de todos. Se pusieron de acuerdo en qué va a tocar.

O puede que sea el símbolo del infinito, o un 8.

«B», sigo pensando.

El sol y la luna no se encuentran. El sol y la luna no se encuentran, él es rey mientras ella vive en las tinieblas. Mece la cuna. Mece la cuna, despierta de madrugada y trabaja bajo el calor del sol, hijo de la luna —Los aplausos hacen eco mientras yo, desde mi lugar, continuo preguntándome qué tan cruel puede llegar a ser el destino.

Por eso la noche es para que descanses.
Por eso la noche es para que descanses. Tienes un padre tirano y una madre amable. Mece la cuna. Mece la cuna, despierta de madrugada y trabaja bajo el calor del sol..., hijo de la luna.

¡Él la mira de lejos! Sabe que le dolerá despertar. No la ama. No la ama... No ven de igual forma a sus hijos. Él es un amo. Ella vive de duelo. Uno frente al otro bailan pero no sobre el mismo cielo...

No sobre el mismo cielo. 



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Wow. ¿Impresiones?

¿Lo que cuelga de la pulserita si será una B? T-T

Este es, más o menos, el atuendo que está usando Gavrel. Aunque él va todo de negro c: 


De nuevo gracias por votar y por seguirme en instagram como TatianaMAlonzo

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