86. La nueva Bitania
Capítulo dedicado a patito4818 que hace un par de días fue su cumpleaños. ¡Gracias por tu apoyo y cariño!
Importante: Este capítulo es el más nuevo de todo el libro. Apenas decidí añadirlo hace 15 días (y por eso tardé en actualizar) Lo estuve preparando. Ya verán. Resulta necesario y sé que lo van a «disfrutar». De manera que los animo a dejar sus impresiones en comentarios.
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La nueva Bitania
MACABEOS
La iglesia de Bitania es un desastre, siempre lo ha sido y su venida abajo no debería sorprender a nadie, pero ahora su hecatombe es literal. Está llena de sirvientes y campesinos peleando unos con otros para ver qué se pueden llevar.
Ya saquearon el Castillo gris y ahora, ni siquiera, respetan la casa del Padre sol.
«No es su padre», recuerdo.
Debería estar en el Cenicero, ahí fui enviado, pero durante el saqueo al castillo campesinos me liberaron a mí y a otros prisioneros. Ahora Mael, seguramente enviado a controlar la situación, me mira sin comprender por qué no he huido o qué motivo me trajo a este lugar de la Gran isla en particular. Pero lo deja pasar, puede que por tener otras prioridades no me capture, pero de todos modos sabe que haré lo que me convenga. Para ellos solo en eso he demostrado ser bueno.
Figuras de cerámica sin cabeza, bancas siendo llevadas en hombros para ser utilizadas como leña, vino sagrado bebido a mansalva y paredes pintarrajeadas con el escrito «Abusador de nuestros hijos».
Tu pueblo no olvida.
Techumbre artesonada cae del techo de forma repentina aplastando al campesino que tiró de esta para hacerse de la figura bañada en oro que la sostenía. Su mujer, probablemente ahora viuda, corre hacia él rogando que alguien la ayude a auxiliarlo, pero ningún otro saqueador interrumpe lo que hace. No hay tiempo. Mientras tanto, una veintena de ratas salta del techo, para al instante ser perseguidas por niños. Muchas igualmente yacen aplastadas.
—¡Vi óleos valiosos en el balcón! —grita a su vez un sirviente presto a subir cuanto antes las escaleras.
Ni Mael ni yo podemos creerlo.
Al salir confirmo que el barullo en la Plaza de la reina no es distinto. Como solo queda poco para llevar, campesinos salen del castillo cargando cortinas, papel tapiz y hasta la tapa de un retrete.
Anochece y la gente que se aglomera en la Gran isla comenta que los gritos en la rota ya cesaron.
Se ha hecho justicia.
Dos aplausos cortos y uno recio se empiezan a escuchar en coro. We Will Rock You. Es hora de celebrar.
Masacraron a toda la corte de la reina y, como por costumbre siempre lo hizo Eleanor, igualmente coronan el evento con fiesta.
—El nuevo rey habla de organizar un banquete esta misma noche —comenta a su hija una mujer que acaba de cazar a una de las ratas.
—¿Con los cadáveres que quedaron? —pregunto y la mujer se carcajea al asumir que bromeo.
—¿Usted quién es? —Mira mi ropa con recelo, no parezco uno de los suyos, es claro para ella y otros que pertenezco a los privilegiados.
—Nadie —respondo y por el momento parece suficiente—. No soy nadie.
Prendiendo antorchas para poderse ver mejor la cara de felicidad los unos a los otros, campesinos visten con ropa de realeza a siete maniquíes que colocan en fila en medio de la plaza.
Una anciana intenta coger para ella el vestido que representa a la princesa Isobel pero no se lo permiten.
Los aplausos al ritmo de We Will Rock You se incrementan a medida que más gente se reúne en la plaza.
—¡Viva la nueva Bitania! —gritan, turnándose para escupir a los maniquíes.
—¡Por la nueva Bitania! —repite una voz grave que la mayoría comienza a reconocer gracias a los mensajes que continua compartiendo el Heraldo.
Entre aclamaciones con vitores Alastor Scarano se abre paso entre la multitud. Lo acompañan Duardo Garay, miembros del Partido y ex soldados de la Guardia que traen como prisionero a Sombrero grande.
—¡Pronto serán los verdaderos! —anuncia, señalando a los maniquíes.
—¡Viva el nuevo rey! —lo celebran.
—No, yo no soy rey —recalca con exagerada modestia—. Traigan seis vacas, pan y veinte barriles de vino de los sótanos del castillo; vamos a celebrar —ordena a continuación, recibiendo más vitoreos por ello.
«Atención pueblo de Bitania, mi nombre es Alastor Scarano y a partir de hoy tomaré las riendas del que será el nuevo gobierno de Bitania, un gobierno del pueblo —El discurso compartido por el Heraldo por igual se hace escuchar a través de los altoparlantes—. Los miembros de la familia Abularach ahora son fugitivos, oficialmente delincuentes. Todos sabemos por qué tipo de crímenes debemos hacerles pagar...
—¡Viva el nuevo rey! —vuelve a celebrar la multitud y Alastor repite a los suyos la orden de ir por la comida y el vino para la fiesta.
Es en ese momento cuando la mirada perruna de cejas gruesas de Alastor repara en mi. En un primer instante parece preguntarse por qué no estoy encerrado, aunque pronto deja de importar.
«Viva el nuevo rey». Inclino hacia adelante mi cabeza como señal de reverencia y, tras mostrarse satisfecho en respeto, vuelve la vista hacia otro lado. Por ahora estoy a salvo.
—¿La cabeza de qué animal les quedaría bien? —pregunta entre risas Alastor al ver los maniquíes.
—A Jorge un cerdo —contesta sin titubeos un ex soldado de la Guardia y enseguida sus compañeros hacen arcadas.
—Lo mismo Baron —dice otro y al igual es celebrado.
—Sino pregúnteles a las prostitutas de Amarantus —opina en voz baja Sombrero grande atrayendo la atención de quienes le rodean, incluidos Garay y Alastor.
El hombre, reconocido por ser el bufón de la corte, ha sido traído hasta acá descalzo y desnudo. Pero vivo. Y a estas alturas, con su protectora prófuga, eso es para estar agradecido.
—No ha muerto porque creen que podría tener información —escucho decir a un miembro del Partido lo suficiente alto para que Sombrero grande al igual esté al tanto y semejante señalamiento le estremezca.
Atrás quedaron los días de gloria y privilegios como miembro de la corte, aún puede ser útil, pero al igual que yo es un prisionero.
—«Sino pregúnteles a las prostitutas de Amarantus» —repite Alastor riendo y Sombrero grande, pese a estar encadenado, respira tranquilo al percatarse de que su comentario fue recibido con agrado.
—Y creo que todos estamos de acuerdo en que el maniquí de la duquesa de Jacco solo le hace la mitad de justicia —agrega Sombrero sin cohibirse tanto, provocando al instante más risas, incluidas por segunda vez las de Alastor—. Por lo que indudablemente su cabeza también debe ser la de un cerdo.
Alastor aplaude y como una de las primeras ordenanzas de su mandato hace soltar a Sombrero grande.
—El Padre sol nos ampare —musita a mi lado una sirvienta del castillo que, como yo, sabe qué tipo de alacrán acaba de dejar Alastor Scarano en su camisa; pero tampoco parece tener la intención de alertarlo.
Ni yo.
Garay parece ser el único que no está de acuerdo, pero del mismo modo no dice nada a su padre, a nadie. Tuvo una tarde «ocupada» y no parece tener ánimos de nada más.
«¿Qué le pesa tanto en los hombros, Alteza?»
Un gabán es entregado a Sombrero grande para cubrirse y enseguida continúa el espectáculo.
—¿Pero por qué tan callados, majestades? —pregunta a los maniquíes consiguiendo más risas y aplausos—. ¿Ya no les gusta oír We Will Rock You? Lo comprendemos. ¿Verdad que sí? —invita a contestar a la multitud y la mayoría asiente—. Lo comprendemos... Especialmente el primer nivel de la Rota —agrega enseguida y su público estalla en carcajadas.
»¡Pero ya oyeron al señor gobernador, traed tres cabezas de cerdo y una de oveja para la princesa Isobel ¡Beeee!
Alastor se dobla con una carcajada.
»Y Sasha —se instala de brazos cruzados frente al maniquí que representa al príncipe—. ¿La cabeza de qué animal le pondremos a Sasha? ¿Alguna idea, señor gobernador? —se vuelve hacia Alastor y este, sin dejar de reír, niega con la cabeza—. Porque yo sí... ¡Juar, juar, juar! —La imitación de Sombrero grande de una hiena vuelve a provocar carcajadas.
»Pero no dejemos atrás al príncipe heredero o rey sin corona —Es el turno de Gavrel—. ¿Qué animal le podemos poner a él? Las opciones son muchas. Para empezar, ¿qué clase de imbécil pierde un trono a días de haberlo reclamado? ¡Hiaaaa, hiaaaa, hiaaaa! —Alastor, miembros del Partido, ex soldados de la Guardia y público en general lloran de la risa con la imitación del asno.
Porque eso es Gavrel Abularach para ellos: un asno.
—¡También es cobarde! —dice Alastor.
—Pero la cabeza de un ratón ni siquiera se va a ver —opina Sombrero grande con una cara larga—. Pero si el asno no los convence le podemos poner la de un toro macho castrado.
Aplausos y más risotadas no se hacen esperar.
—Aunque no me pregunten cómo suena eso —agrega Sombrero—. ¿O usted qué opina, príncipe Gavrel? —le pregunta al maniquí—. ¿Ya nos deleitará con sus palabras o le cohíbe que haya tanta campesina hermosa aquí?
Sombrero baila al ritmo de los vítores, panderetas, tambores y demás sonidos de celebración.
—¿Entonces se queda el asno?
«¡Hiaaaa, hiaaaa, hiaaaa!»
El público está de acuerdo.
—Para Eleanor traigan la cabeza de una de sus leonas decapitadas —ordena Alastor con ininterrumpido buen humor y dos miembros del Partido se abren paso hacia el Castillo gris—. Hay que despedir con honores a la reina —añade caminando hacia el maniquí de esta, para enseguida tomarlo del cabello y llevar la cabeza hacia la bragadura de su entrepierna.
Pese a lo repugnante que resulta la escena, entretenimiento de bárbaros, se debe aplaudir para ser participes de la victoria del nuevo régimen.
Sin perder el tiempo, Alastor repite el numerito con los maniquíes de Jorge, Gavrel y Sasha; pero como el «caballero» que es hace el honor de preguntar a Garay si quiere hacer lo propio con el de Isobel; sin embargo, por parte de su hijo solo recibe indiferencia.
Por lo demás, en cuestión de horas todo está listo: el pan, el vino, la carne asada, los maniquíes con cabezas de animales...
—¡Vulgatiam!
La gente baila alrededor de ellos escupiéndoles, abofeteándoles, insultándoles...
—¡VULGATIAM!
Más ratas vuelan por los cielos y me sirven vino pero cuando no me ven lo tiro y la carne la escupo de vuelta a mi mano para después esconderla en mi bolsillo. Porque la rapsodia de los Abularach no ha terminado.
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Como mencioné al inicio: trabajé en este capítulo los últimos 15 días. ¿Se sintió corto? Ching! Pues no fue tanto escribirlo, sino la pensada y organizada de ideas, pues debe añadirse al ritmo original de la lectura; pero espero que lo hayan disfrutado ♥. Porque -en lo personal- desde que vino a mi mente me encantó.
Como lectora que también soy, sé que cuesta esperar; sin embargo, les prometo que siempre va a valer la pena. A partir del siguiente capítulo son los mismos que ya muchos han leído, pero mejorados, asi que ya no habrá que esperar tanto. Este -repito- recién lo pensé, escribí y añadí.
¡Mil gracias por su apoyo y MIL GRACIAS POR VOTAR!
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