82. La rapsodia de los Abularach
Hay una canción. La puse tanto en inglés como en español para que no haya confusión :)
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La rapsodia de los Abularach
MORIA
—¿Afilaron sus espadas, caballeros? —pregunta con humor Viktor a todos los que aún terminan de prepararse para que seamos de los primeros en llegar a la Rota. El campesino que nos alojó durante la noche nos llevará escondidos dentro de una carreta repleta de heno seco.
—No nos llames «caballeros» —Le contesta Garay—. Somos soldados.
—Que no deben olvidar que primero son caballeros —defiende Viktor.
—¿Tomaremos el poder sin derramar ni una sola gota de sangre? —Garay parece dudar del juicio de Viktor.
—Hablo de no comportarnos como barbaros.
La discusión es interrumpida por El Heraldo. Desde ayer los altavoces han repetido un mensaje de Eleanor haciendo un llamado al orden e invitando a todos a asistir más tarde a la Rota. Se escucha nerviosa, no parece ella sin el arrojo que acostumbra, por lo que nos preguntamos si Gavrel la obligó a hablar.
«Te aplaudo que la intentes poner en su lugar, querido».
Despertamos antes de que el gallo cantara, o quizá dormimos con un ojo abierto. Yo, en particular, por ser la puta de la zona. La esposa del campesino preparó café, comida y agua tibia para que nos lavemos. Después los chicos hicieron rondas por el lugar y en punto de las diez nos disponemos a partir hacia nuestro destino. Lo digo en voz alta para animarnos.
—¿Nuestro destino? —inquiere Garay con tono irónico—. No, querida Moria. Nuestro destino era vivir como plebeyos. Lo que estamos haciendo hoy es cambiar de posición el tablero de juego.
—Destruir el tablero —Le corrige Mael—. Cambiarlo de posición es hacer lo mismo que ellos. No tomaremos el poder, lo compartiremos.
—Él sabe de lo que habla —felicita Viktor a Mael.
A Garay no parece molestarle. Ríe. Espero a que diga lo que está pensando, pero para detrimento de mi curiosidad elige ser prudente.
Lo acordado es entrar a la Rota, mezclarnos entre nobles, soldados y plebeyos, y esperar a que Gavrel nos dé la pauta para actuar. No tiene soldados. Durante la noche más beligerantes abandonaron el regimiento. Los Abularach solo cuentan con Elena para tratar de acobardarnos. La usarán a ella o al Príncipe Negro como último recurso. Eso es lo que concluyó Viktor.
Mientras los hombres prepararan sus armas, termino de acomodar mi vestido y salgo de la covacha. No se los digo, pero sin tener que levantar una espada acabé con más enemigos que ellos. Conseguí vengarme de quienes mataron a mi prometido, los mismos que me orillaron a vivir vendiéndome. ¿Ahora... qué?
¿Qué me espera cuando termine la guerra? Todavía requerirán de prostitutas, supongo; aunque, ¿cuál es el propósito de estar para ellos si ya no hay información que entregar a un alto mando? Soy importante porque hasta ahora les he sido útil. ¿Después? El viento que mueve las plantaciones de maíz a mi alrededor susurra que no.
Volveré a la insignificancia.
—¿En qué piensas? —Me pregunta Alan instalándose junto a mí.
—Sexo ¿En qué más puede pensar una prostituta?
Le divierte mi avinagrada honestidad y lo demuestra.
—¿Dinero? —propone intentando ver más allá de las plantaciones que nos rodean.
—«Dinero» —repito—. Sí, ¿por qué no? También estoy pensando en dinero.
—Aunque no me dirijo a la prostituta —explica—. Eres un soldado más, Moria. Quiero saber qué opinas de lo que está sucediendo.
No recuerdo que Alan Catone visitara Amarantus, no es un soldado rimero, de manera que no espero comprenda que condiciono mi opinión.
—Pues Viktor no me dio una espada.
—¿Sabes usar una?
—No, pero puedo aprender. A Elena le enseñó, ¿no? Aunque no le sirvió de mucho.
Una vez más a Alan parece divertirle mi señalamiento. No es lo que dije, sino cómo lo dije.
—Ha sido un todos contra ella —la defiende.
—Oh, tú también —Hago girar mis ojos—. ¿Qué les da?
—El Partido le debe mucho.
—A la H también y nadie la venera tanto —El rostro de Alan se endurece ante la mención de su tía. «¡Su tía!» Por un instante lo olvidé—. Perdón —me disculpo.
—No dijiste nada malo. —Alan se apresura a volver a sonreír—, pero si me estoy cuestionando si lo que sientes por Elena son celos.
—Claro, me encantaría ser el cebo. —Me burlo, aunque miro tras de mí. No quiero que Viktor me pille hablando mal de su niñita—. Dicen que la situación actual de Elena es privilegiada.
Alan lo toma casi todo con humor, sin embargo es claro que le afecta. «Otro a los pies de Elena». Pero nadie como Gavrel. Mi príncipe, mi caballero... Aun así, la libró del destino que merecía. Por eso, aunque me parta el corazón, me quiero obligar a ya no pensar en él.
—Moria, sirve de algo y ayúdame con esto —pide Garay tras de mí, haciéndome girar para arreglar el cuello de su camisa.
Mientras observo a Alan. «¿Ves?», le pregunto con un gesto. «No me ven como algo más que una sirvienta con lindas piernas»
Luego de acomodarnos uno junto al otro en la carreta, el campesino deja caer el heno seco. No podemos hacer algo más que platicar.
—Micah está a cargo de un grupo de hombres repartidos a lo largo de la Gran isla —informa Viktor en lo que la carreta está lista para marchar—. El grupo de Alastor bajó del campamento durante la madrugada, ellos se quedarán en el Callado mientras les informamos cómo va todo. Deben instalarse en el Callado.
»Sabemos que los Abularach no cuentan con ejército, por lo que no debe ser difícil tomar el Castillo Gris; sin embargo, en caso de que intenten algo, no daremos marcha atrás. Con Alastor ahí, el Callado es nuestro ahora.
—Y lo que produce —agrega Garay.
—¿Crees que intenten algo? —pregunta Mael.
—¿Aparte de negociar? No. —Cuando la carreta empieza a avanzar la voz de Viktor se escucha entrecortada—. Hemos vigilado el territorio. Ningún ejército entró. La toma de Bitania será medianamente pacífica. Me-Me... negaré a aceptar dar marcha atrás a cambio de que liberen a Elena y todo habrá terminado. Morirán.
Silencio.
«Me negaré a aceptar dar marcha atrás a cambio de que liberen a Elena» Palabras que no me canso de escuchar.
—Cabe la posibilidad de que podamos rescatarla —dijo Alastor durante nuestra última reunión de concejo—. Aceptemos «negociar» con ellos.
La forma en la que dijo «negociar» decidió todo. Al aceptar reunirnos dejaron creer a Gavrel que la cabeza de Elena vale, pero no cederemos. Elena será rescatada solo sí se presenta la posibilidad. La revolución no es negociable.
¿Qué sentirá mi príncipe en este momento? ¿Creerá que los miembros del Partido son los suficientemente tontos como para acceder a retirarse si aparece frente a ellos sujetando una espada al ras del cuello de Novak?
Aunque cabe la posibilidad de que ponga negociar a Wenceslao. ¿Sabe él cómo convencer a Viktor? ¿A Garay? ¿Al mismo Alastor? Es uno de los fundadores del Partido.
Siento tanta ansiedad que me entran ganas de hacer pis.
El ruido es más palpable a medida que nos aproximamos a la Plaza de la Moneda. El ruido armonioso de tambores, trompetas y platillos hacen música por encima de las risas de niños, griterío de vendedores ambulantes y comentarios en contra de los Abularach. Nuestro cochero, deteniendo constantemente el andar de la carreta en tanto suelta maldiciones a payasos en zancos, intenta abrirse paso entre la multitud.
—¡¿La caravana?! —pregunta Viktor al cochero.
—¡Sí! —contesta este, cansado—. ¡Los Filius están desfilando!
—¡Pero la caravana suele ser un día antes de Reginam! —exclama Alan.
Al hablar todos gritamos un poco para que nuestra voz se escuche pese al ruido.
—¡No hables de eso como si fuera tradición! —lo regaña Garay, molesto.
—¿Cómo se atreven a mostrar Filius hoy? —exclama Mael, molesto.
—El mensaje es «Todavía mandamos aquí» —opina Garay.
¿Esperábamos que los Abularach se acobardaran? ¿Tanto creen que vale la caprichosa de Elena?
—No quieren mostrarse atemorizados —Está de acuerdo Viktor—. Es eso o son estúpidos; porque hoy, mis estimados, se llevará a cabo el último Reginam... Y las víctimas no seremos nosotros.
Me produce cierto pesar. Me gusta cantar We will rock you. Por otro lado, ¿el último Reginam? Maldita sea.
Esto. Realmente. Está. Pasando.
—Al parecer, están trasladando hacia la Rota a todas las bestias: leonas, lobos, osos, serpientes, hienas, el caracal —dice el cochero—. Son más de los que acostumbran a mostrar.
—Declaración de superioridad —insiste Garay—. Vanidosos. Insensatos. Derrochadores. No van a cambiar.
—Eso parece.
—Ahora escuchen —dice Viktor lo suficiente alto para que el cochero igualmente tome nota—: La carreta aparcará lejos de la vista de todos. Luego cada uno irá a donde le corresponde: Moria, la antesala de la Rota; Alan al segundo nivel del graderío; Mael el tercero. Controlen el parámetro.
»Garay y yo estaremos cerca del palco. Mi hipótesis es que Gavrel, acompañado por Wenceslao, saldrá de una trampilla con Elena a recaudo de ambos. Posiblemente dará un mensaje... Me citará... Nos amenazará. No... No tengo idea. Tampoco tiene muchos soldados a su disposición —remarca—. Los mejores aún deben estar custodiando el Castillo Gris y a ellos.
»Garay y yo evaluaremos la situación; entonces, de ser posible, subiremos al palco y tomaremos como rehén a Isobel y propondremos un intercambio...
—Que le serviría de poco porque lo tendríamos emboscado —añade Garay.
—Y los soldados de la Guardia no atacarán si tenemos en nuestro poder a Isobel.
—¿Y si no acepta entregar a Elena a cambio de liberar a Isobel? —pregunta Mael.
—Es posible que para resguardarla ni siquiera la hayan hecho asistir a la Rota. Lo que intentaremos, mis estimados, es hacerle ver que estamos al tanto de que ya no tiene ejército; y que si rogar marcharse a otro reino es su último recurso, no lo dejaremos. Morirá... Morirán todos.
—Isobel estará protegida. No le veo futuro a ese plan.
—Podríamos hacerle creer que sí los dejaremos marchar y de ese modo recuperar a Elena —propone Alan.
—Eso no es caballeros.
—¡Ellos tampoco han jugado limpio, Viktor! —alega Garay con tanta enjundia que hace sacudir el heno.
Lo pateo para que conserve la compostura.
—No podré hacer eso si el que negocia es Wenceslao —justifica Viktor.
—¿Porque fue tu amigo?
—Es un buen hombre aunque esté en el bando equivocado.
—Hablamos de Elena. Olvida tu código de honor de soldado élite y compórtate como un revolucionario.
—No espero que...
—¿Y si lo que quieren es retarte a un duelo? —interrumpe Alan—. Proponer que si ganan podrán marcharse.
—No —insiste en recalcar Viktor—. La revolución no es negociable.
¿Qué tanto conoce Wenceslao a Viktor? ¿Le tiene tanto respeto como Viktor a él? ¿Lo traicionará?
—Puede proponerte que Gavrel despose a Elena —opino. Es una posibilidad que no hemos conversado abiertamente—. Ahora es rey. Tendrías poder por ser ella tu hija.
Eso es algo que escuché decir a Alastor.
Nadie dice nada durante largos segundos. Elena reina de Bitania. Despojar del poder a Eleanor, tener de consejero al Príncipe Negro y coronar a uno de nosotros sería un excelente trato a mi pesar.
—No. —Es lo único que contesta Viktor—. Cuando empiece el espectáculo parte de los hombres que acompañan Alastor vendrán a la Rota a respaldarnos —continúa—. Tienen la orden de no dejar salir ningún carruaje de la familia real. Los emboscaremos una vez se den cuenta de que no vamos a negociar y de inmediato daremos el aviso a Micah para que tome el castillo. Eso... Eso es todo. Al menos en teoría.
—Nada podría salir mal, ¿cierto?
A pesar de la «seguridad» hay nerviosismo. ¿Por qué? Alan me preguntó qué opino. Bien, opino que Gavrel no es imbécil y esto está resultando demasiado... pacifico.
—Para nosotros no —insiste Viktor haciendo una pausa. ¿En qué momento reaccionará? Puede que al ver a Elena—. Los Abularach, repito: No. Tienen. Ejército. El público de la Rota tampoco opondrá resistencia al decirles que están rodeados. Los... Los tenemos.
—¿Después qué? —Garay insiste en que decidamos cuándo matar a todos.
—La primera en morir debe ser Eleanor. Si está en el Castillo Gris haremos que la trasladen a la Rota y... Ahí decidiremos. El mismo público puede elegir cómo al ritmo de We will rock you. Tal como le gusta a ella.
—Me gusta —El sadismo en la voz de Garay me asusta. Pese a que niegue ser un Abularach, su constante necesidad de sangre le hace honor a su verdadero apellido.
Entre el heno seco también escondimos máscaras y pelucas. Con eso nos infiltraremos sin resaltar. ¡Es Reginam! A nadie le extrañará ver enmascarados.
Al llegar bajamos de la carreta con precaución y cada uno camina hacia donde le corresponde. En mi caso la antesala de la Rota.
Me abro paso entre la gente que avanza hacia las entradas. Todo luce normal: globos, juguetes, algodones de azúcar e infinidad de máscaras que representan a las fieras. La caravana es recibida con aplausos: jaulas con bestias dentro, soldados, payasos en zancos, músicos... y los Filius. Ellos son cinco y uno tras otro ingresan por la puerta trasera de la Rota. Por ahí también debo entrar yo para llegar a la antesala.
Los nobles que vienen de público lucen ajenos a lo que pasa. O quizá lo son. ¿No les asusta que al salir del poder los Abularach ellos igualmente perderán sus privilegios?
—El príncipe Gavrel dice que todo está bien, que no nos preocupemos —cuenta una vieja a otra respondiendo mi duda—. El ejército de Cadamosti está por unirse a nosotros para calmar la muchedumbre.
¿El ejército de Cadamosti? Jorge es hijo del rey de Cadamosti. Tiene sentido que les ayuden, sin embargo Viktor asegura que ningún ejército ha entrado o entrará a Bitania.
En la entrada principal de la Rota Sombrero Grande recibe a la gente como es su costumbre:
—¡Damas y caballeros! ¡Niños y niñas! ¡Nobles y plebeyos! —La música de un acordeón le acompaña—. ¡Bienvenidos a la Rota! ¡Esto es Reginam, el circo de la muerte! ¡Usted, sí, USTED, busque dónde sentarse y aplauda que si saldrá vivo de aquí!
Él tampoco parece preocupado. ¿Nadie está al tanto de que las cosas están por cambiar?
Tanto nobles como plebeyos hacen cola para ingresar al nivel de la Rota que les corresponde. Platican, se gastan bromas y hasta demuestran las ganas de querer corear ya We will rock you. Me parece sardónico debido a la coyuntura. En todo caso, son interrumpidos cuando Sombrero Grande anuncia que la familia real está por llegar. Sigo con la mirada la dirección de su dedo.
Son tres carruajes custodiados por soldados a caballo, Eleanor ocupa el primero, aunque no parece de humor; apenas abre la cortinilla que recubre su ventana para saludarnos con un gesto indiferente a todos.
—¡Protejan a la reina de los traidores! —grita la multitud. O por lo menos los nobles. Siempre han sido los más leales.
Los carruajes aparcan frente a una entrada preparada para ellos. Veo bajar a Eleanor, el rey Jorge, Gavrel, Sasha e Isobel. Los cinco rodeados por soldados; pero, como era de esperarse, ninguno da la cara aún.
—Vinieron —susurro para mí—. Todos se atrevieron a venir.
¿Tan confiados se sienten o acaso se resignaron? Solo faltan Wenceslao, Baron, la duquesa de Jacco, Farrah y la condesa de Vavan, a quien sin lugar a dudas Gavrel entregaría sin pedir nada a cambio.
Lo que más comenta la gente es que Gavrel haya bajado del segundo carruaje.
—Seguramente hoy le «entregan» de forma oficial el poder —Ese «entregan» es dicho con presunción—. No querrán parecer barbaros. La reina sonreirá para guardar las apariencias.
—¿Cómo pudo Gavrel hacer algo así?
—Dicen que tanta protesta enfermó a su Majestad.
Cuán apartados de la verdad están. Les hicieron llegar la información que conviene a los Abularach.
Al entrar ellos al anfiteatro la multitud se dispersa y en fila continúan empujándose para ingresar lo antes posible al graderío. Como puta educada que soy yo avanzo hacia donde me toca.
En la antesala a la Arena de la Rota hay desorden. Esclavos son mandados a colocar a cada bestia a la trampilla que le corresponde. Xavier —encargado de organizar el espectáculo— está ocupado dando instrucciones a los Filius que morirán hoy.
—Como lo ensayamos —dice, exasperado—. Me cortarán la cabeza de repetirse el desastre. Maldita Elena Novak.
«Sí».
—¿Señor, dónde coloco esto? —Le pregunta alguien.
—¿Por qué hay pocos soldados? —Se queja el otro—. ¡Tú! —Me señala—, encárgate de ayudar a los Filius a vestirse. No veo a Lila. ¿DÓNDE ESTÁ LILA? —Xavier camina de un lado a otro histérico.
Es la primera vez que vengo. Parte de la antesala es un corredor acondicionado como sala de espera; un túnel tipo pasadizo que rodea al anfiteatro. Aquí esperó Elena su muerte. Aquí. En un tramo hay celdas, en otros camerinos, y, de cara a la Arena, se encuentran las portezuelas por las que ingresan las bestias y los Filius al espectáculo. Y todo, tal como nos recuerda Xavier entre gritos, está cargo de él y los soldados. Pero los pocos que están acompañándole no tienen idea de qué hacer.
—¡Esto saldrá fatal! —lloriquea, sujetando su cabeza—. Después del primer número todo se irá a pique... ¡Necesito más soldados aquí! —Se pone de pie y hace chasquear sus dedos—. ¿Dónde están los escenógrafos? ¿A nadie le importa que muera hoy?
Minutos después todos callamos al escuchar el sonido de trompetas.
—¡BIEEEEENVENIDOS! —saluda Sombrero Grande con voz grave—. ¡Damas y caballeros! ¡Niños y niñas! ¡Nobles y plebeyos! ¡Sean todos bienvenidos a un nuevo Reginam! ¡Y por lo que sabemos uno muuuy especial!
Vaya si no.
El público vitorea y pese a las quejas de Xavier me aproximo a una trampilla para ver desde ahí el espectáculo. No soy su sirvienta.
—Han sido semanas difíciles —agrega Sombrero Grande fingiendo estar preocupado. Porque no lo está, lo conozco—. No obstante, el príncipe Gavrel prometió que todo acabará hoy. No mañana. Hoy.
Los nobles aplauden en tanto el público del tercer nivel —los plebeyos— se miran preguntándose si eso será cierto. La mayoría vive en el Callado y a estas alturas ya deben haber visto a las Serpientes avanzar. En cualquier caso, estamos por ver quién tiene la razón.
—Lo que me recuerda que primero debemos presentar a la familia real —avisa Sombrero Grande señalando el palco que sobresale entre el graderío.
«Llegó la hora».
Con un gesto hace que las trompetas suenen de vuelta y Eleanor, sujetando frente a su cara un ridículo abanico, es la primera en aparecer tras la cortinilla.
Después de lo sucedido con la H, las únicas pantallas gigantes que aceptó Eleanor dejar fueron las colocadas en cada extremo del anfiteatro. Primero mostraron a Sombrero Grande, ahora a Eleanor que al instante es seguida por Gavrel, Jorge, Sasha e Isobel. Ellos igualmente sujetan abanicos. ¿Intentan imponer una moda? No importa, sus caras dejan de aparecer en pantalla cuando los bajan, para ahora mostrar a personas entre el público.
No entiendo.
—Majestad —Hank se quita el sombrero y se inclina como muestra de respeto a Eleanor. El público del primer nivel de la Rota hace lo mismo—. Una vez más háganos el honor de dar por inaugurada esta festividad.
Eleanor, a pesar de tener un altavoz frente a ella, no habla. Saluda al público moviendo con exageración su mano izquierda mientras que con la otra continua agitando frente a su cara el abanico. Lleva puesto el mismo tipo de vestido emperifollado, la corona con forma de cascabel, las joyas... Pero algo luce extraño. En las muecas que muestra la multitud advierto que se están preguntando lo mismo. ¿Por qué Eleanor luce tan caricaturesca y... tan gorda?
Parece haber subido mucho de peso desde la última vez que la vimos en público. Lo mismo Isobel. Gavrel, por otro lado, se ve enano... y Jorge... No, Jorge luce igual de repugnante.
—¿No va a saludar, majestad? —Le pregunta Sombrero Grande con una sonrisita cómplice. Él está al tanto de todo.
Eleanor asiente entre risitas que no son propias de ella y, sin apartar el abanico de su cara, se acerca al extremo del palco. La multitud la observa expectante. ¿Qué va a...?
—Is this the real life?/¿Es esto la vida real? —empieza a cantar. ¿A CANTAR?—. Is this just fantasy?/¿Es esto solo una fantasía? Caught in a landslide/Atrapado en un alud. No escape from reality/No hay escape de la realidad... Open your eyes/Abre tus ojos —continúa. Al mismo tiempo una trampilla situada en medio de la Arena es abierta y de esta se eleva un piano de cola color blanco... que empieza a sonar—. Look up to the skies and see/Mira hacia el cielo y ve —Termina Eleanor haciendo lo mismo que está cantando: Mira el cielo. Inmediatamente se eleva hacia este. ¿SE ELEVA?
Está sujeta a una cuerda que cae de un mástil. No lo habíamos visto por estar boquiabiertos poniéndole atención a ella. Y no es la única que se eleva. Le siguen Sasha, Gavrel, Isobel y Jorge. Todos «caen» lentamente sobre la Arena de la Rota mientras las mismas notas de piano se repiten.
Sasha toma asiento frente al piano.
—I'm just a poor boy/solo soy un pobre chico —canta, mirándonos—. I need no sympathy/No necesito compasión. Because I'm easy come, easy go/Porque tan fácil como vengo, me voy...
¡ME VOY!
Con la mirada empiezo a buscar a Viktor entre el público. Encuentro primero a Garay. Está apartando a la gente a empujones para llegar lo más rápido posible al palco. Los soldados que custodian ni siquiera tratan de impedir que se acerque. Esto. No. Pinta. Bien.
Garay trepa el barandal del palco y, molesto, abre la cortinilla por la que siempre salen los Abularach después de ser presentados por Sombrero Grande; niega con la cabeza y regresa al palco para llamar desde ahí a Viktor que, también molesto, empieza a abrirse paso.
—Mama, just killed a man/ —sigue cantando Sasha en lo que el resto de su familia le hace coreografía alrededor del piano. El número no puede ser más ridículo—. Put a gun against his head/Puse una pistola contra su cabeza. Pulled my trigger, now he's dead/Apreté el gatillo, ahora está muerto...
Superada por lo que sea que estoy viendo, comienzo a correr hacia mi derecha para andar la mitad de la antesala y de esa manera llegar hasta Garay y Viktor. Nadie me lo impide. No hay soldados. Salvo la parte de la antesala ocupada por Xavier, el resto parece abandonado. ¿En pleno Reginam? No. No. No. Todo el lugar debería estar custodiado por soldados...
... de estar aquí la familia real.
—Mama, ooh!/Mamá, uuh, didn't mean to make you cry/no quiero hacerte llorar... If I'm not back again this time tomorrow/Si no estoy de vuelta mañana a estas horas, Carry on, carry on as if nothing really matters/Sigue adelante, sigue adelante, como si nada importara...
Al encontrar a Garay y a Viktor niego con la cabeza para que sepan que en el tramo que recorrí tampoco hay nada.
—¡CARAJO! —maldice Garay entrando en pánico.
—¿Dónde está el encargado de esto? —Me pregunta Viktor empezando a andar hacia el lado que ya recorrí yo.
—¡Su nombre es Xavier —digo, yendo tras él—, lleva años a cargo de los espectáculos!
Y más le vale saber algo.
—Goodbye, everybody/Adiós a todos —escuchamos—. I've got to go/Tengo que irme. Got to leave you all behind and face the truth/Dejarlos a todos atrás y afrontar la verdad. Mama, ooh (Anyway the wind blows)/Mamá, uuh (De cualquier manera el viento sopla) I DON'T WANNA DIE/NO QUIERO MORIR. I sometimes wish I'd never been born at all/Algunas veces deseo no haber nacido.
¿No quiero morir?
—¿DÓNDE ESTÁN? —exige saber Viktor a Xavier cuando llegamos a él. El caricaturesco organizador palidece al ver el enojo del hombre que con facilidad lo sujeta contra la pared.
—¿La-La familia real? —tartamudea y Viktor asiente con impaciencia—. ¡No sé... yo-yo nada más soy el encargado de montar el espectáculo!
—¡MALDITO, GAVREL! —grita Garay, furioso; para a continuación correr hasta los Filius dispuestos a ser diversión hoy y liberarlos. Ningún soldado que le ve se opone.
Esto. Está. Planeado. Viktor, dándose cuenta de ello, gira sobre sus pies decidiendo qué hacer. Alan y Mael pronto nos alcanzan. Tampoco vieron nada en el graderío.
—Nothing really matters/Nada en realidad importa —escuchamos que termina de cantar el supuesto Sasha—. Anyone can see/Cualquiera lo puede ver... Nothing really matters. Nothing really matters to me/ Nada en realidad me importa. Nada en realidad me importa a mí. Anyway the wind blows/De cualquiera manera el viento sopla...
Una ovación aclama el número. Los Abularach se superaron al parodiarse a sí mismos. Poco nos importa. Viktor está exasperado y cuando les ve entrar a la antesala coge del cuello a «Eleanor» para igualmente empujarle contra la pared. En el acto pierde la peluca. Es solo un payaso.
¡UN PAYASO!
—¿DÓNDE ESTÁ LA VERDADERA ELEANOR? —Lo amenaza Viktor y el payaso dice no tener idea.
Garay y yo despojamos de sus pelucas y abanicos a los demás. Más payasos.
Nos engañaron.
—¿DÓNDE ESTÁS LOS ABULARACH? —continúa gritándoles Viktor.
—Querían hacer una entrada triunfal para opacar lo sucedido la última vez —intenta explicar Xavier con tal de que Viktor deje de acorrarlar a sus artistas—. Quedamos en que los payasos llegarían primero y ellos les sustituirían en el palco una vez terminasen de cantar —El hombre está temblando del miedo. No le contaron el resto del plan.
—¡El Castillo Gris! —decide Garay empujando el hombro de Viktor y este asiente.
—Vamos.
Nos ordenan a Mael y a mí quedarnos en la Rota y el resto corre hacia la entrada para buscar caballos e ir al castillo.
Mis manos tiemblan.
«¿Dónde estás, Gavrel?»
ALAN
Más hombres se nos unen cuando nos disponemos a cruzar el puente de piedra. Horas atrás hicimos todo cuando pudimos para infiltrarnos sin levantar sospechas, escondiéndonos. Ahora parece no importar. Recorremos el trayecto de la Rota hasta la Gran isla sin que nadie trate de detenernos. Nadie. Soldados de la Guardia inclusive dejan caer sus armas a nuestro paso.
Previmos que soldados traicionarían a los Abularach, pero que todo resulte tan sencillo es sospechoso.
¿Dónde está Elena? ¿Se atrincheraron en el Castillo Gris para «negociar» allí y no en la Rota?
Tampoco hay soldados custodiando la Plaza de la reina. La multitud que diario protesta entran y salen libremente del castillo cargando cosas de valor: óleos, cristalería, ropa ostentosa, alfombras...
¡Los están saqueando!
—¡MICAH, DETÉN A ESAS PERSONAS! —ordena Viktor a su hijo al verlo tan desconcertado como nosotros.
Se supone que debía esconderse para vigilar el castillo, pero avisa que no fue necesario. Trato de «entender» a qué se refiere.
Entramos al castillo.
Viktor coge del brazo a una sirvienta de pie en el vestíbulo principal y la obliga a guiarnos hasta los dormitorios. Garay y otros rebeldes corren hacia el Salón del trono.
En el área de los dormitorios abrimos y cerramos puertas revisando cada habitación.
—Esta es de la princesa Isobel —explica la sirvienta mostrándose aterrorizada. ¿Quiénes le asustan más; la familia real, los saqueadores o los rebeldes?
En lo que atañe a Isobel; no se encuentra en su habitación.
Al salir tropezamos con dos mujeres que cargan con joyas.
—¡DEJEN ESO AHÍ Y LÁRGUENSE! —Les ordena Viktor y obedecen—. ¿QUÉ ÓRDENES LES DIERON? —exige saber a la sirvienta.
—Ninguna —explica ella, llorando—. Su majestad se encuentra en Reginam.
—¡NO HAY NADIE EN REGINAM! —Le contesta Viktor abriendo con una patada la puerta de la siguiente habitación. La sirvienta indica que esta pertenece a Sasha. Él tampoco está dentro.
Lo mismo pasa al buscar a Jorge. Y en la habitación de Gavrel, además de cenizas desperdigadas sobre la alfombra, tampoco encontramos nada extraño. ¡SON ELLOS LOS QUE FALTAN!
Por último, entramos a la habitación de Eleanor, esta se halla repleta de saqueadores. Los echamos y con asco observamos dos cabezas de leonas pudriéndose al pie de la cama de la reina. Pero la familia real no está.
No está.
¿Qué queda por hacer?
Viktor libera a la sirvienta y regresamos al primer piso. Garay nos espera al final de la escalera principal. Al vernos niega con la cabeza. Tampoco están en el Salón del trono o algún otro lugar del primer piso o área de regimiento.
Hay silencio.
Hay tensión.
El enojo va en aumento.
—El plan de Gavrel nunca fue negociar —admite Viktor—. Ellos... Maldición... Huyeron.
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La canción la coloqué en ambos idiomas para que todos comprendieran ♥ Sin embargo, su idioma original es inglés; y claro, le pertenece a Queen :) A veces imagino a Crónicas como un musical de Queen xD
Pregunta: ¿En qué afecta a las Serpientes no haber capturado a los Abularach pese a tomar el reino?
¿Qué se viene? xD
¿No aman esta canción? MUCHÍSIMO OJO A TODA LA LETRA. TODA ↓
https://youtu.be/sBspSJWRT2E
Grupo de Facebook: Crónicas del circo de la muerte: Reginam
GRACIAS POR HABER EXISTIDO FREDDIE MERCURY Y GRACIAS A USTEDES POR VOTAR ♥
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