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73. Helado derretido


Hoy tres capítulos 2/3.

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Helado derretido

MACABEOS

No es la primera vez que los hijos del sol se reúnen, sin embargo, dado el contexto de la situación, verlos juntos hoy genera expectativa. Hoy amaneció más temprano.

Dentro del castillo no se habla de otra cosa; los Abularach, el linaje del león en su máximo esplendor, sentados sobre el candelero.

El lugar de encuentro es el Salón del té, una pieza oculta junto al Salón de banquetes. Se trata de un punto ciego, solo lo encuentras si sabes llegar a él y tienes acceso más allá del vestíbulo. Y no parecería importante recordar esto, sería una reflexión más hecha a distancia en el servil cobijo del anonimato; pero hace media hora una sirvienta tocó la puerta de mi habitación para avisar que fui citado aquí por el príncipe Sasha y, al no encontrarme, se vio obligada a ir a la cúpula del Heraldo a buscarme y he ahí mi preocupación.

Veo salir y entrar del Salón del té a más sirvientas sin saber qué esperar. La duquesa de Jacco, la princesa Isobel y Baron pasan de mí sin dar demasiada importancia a mi presencia. El rey Jorge, con su desdén acostumbrado, también me ve con interés unos segundos pero, al igual que el resto de su familia, rápido pondera que es más importante llegar a tiempo. Nadie quiere entrar al salón después de Eleanor.

Ya solo me falta verme cara a cara con Eleanor, el príncipe Gavrel y el príncipe Sasha, aunque por mi bien preferiría evitar a los dos primeros. Mi situación no ha sido sencilla desde lo acontecido durante la fiesta de cumpleaños de Sasha. Es una hazaña seguir vivo pese a que a través de los años he demostrado que eso es lo que mejor sé hacer: esconderme, callar, disimular... traicionarme a mí mismo y a los demás.

—¿Po-podrías informar al príncipe Sasha que ya estoy aquí? —pido a la sirvienta de nombre Helen, señalando las cortinas tras las que se oculta la entrada del Salón del té.

—El príncipe no está aquí —contesta esta con timidez Helen y veo con apuro el final del pasillo que separa al Salón del té del vestíbulo. De ninguna manera tengo tiempo para reaccionar.

—Macabeos —saluda el príncipe Sasha desde el final del pasillo cubierto con fino alfombrado carmesí. Sacude con gracia su cabello al caminar. Siempre me ha recordado a un caballo en exhibición. En una mano sujeta un helado  de fresa y en la otra un cable. Tampoco tengo tiempo para pensar y lo necesito.

—Alteza —Inclino mi cabeza con respeto en tanto Sasha mantiene la de él altiva como buen miembro de la realeza. La vuelvo a levantar—. Usted... solicitó mi presencia.

—Sí, Macabeos —Parece aburrido—. Quería darte esto —Me entrega el cable y al verlo de cerca advierto que se trata de una cámara desinstalada.

Haciéndose realidad el peor de mis temores, de nueva cuenta no tengo idea de cómo reaccionar. Sostengo entre mis manos el artefacto sin decir palabra. Con miedo miro de este a Sasha. Me ha... tomado por sorpresa.

—Te siento tenso, Macabeos.

Él conserva la actitud de suficiencia con la naturalidad que caracteriza a su cuna.

—Es de las que estaba en el salón de banquetes con libre movimiento al Salón del té —explica sin parpadear.

«Libre movimiento».

Al instalarlas yo mismo se lo mostré. Desde un inicio Sasha estuvo interesado en aprender cómo funcionan los artefactos escondidos en el búnker del Heraldo. A la misma Hedda le sorprendió que se mantuviera cerca de nosotros durante la instalación de todo. Una imagen de él limando sus uñas mientras colocábamos las cámaras del Salón de banquetes viene a mi mente.

—Sssí —Finalmente tomo aire. Debo estar sudando como cerdo cerca del asador—. Yo mismo le expliqué a su majestad que pese a aún estar instaladas, la mayoría de cámaras de vídeo, tal como acordamos, solo funcionan como protección del castillo. Usted mismo puede consultarle.

—¿Y sabe que una de ellas, por el modo en el que está colocada, tiene libre movimiento del salón de banquetes al del té?

Cambio mi peso de una pierna a la otra.

—Alteza...

Me tiene que dejar hablar aunque en este momento las palabras no salgan.

—Tranquilo, Macabeos —sonríe Sasha dando un lametón al helado con chispas de colores en su mano—. Solo intento explicar que hoy más temprano me pareció ver esto averiado —señala la cámara—, ya que tú mismo me informaste que cuando las cámaras están encendidas titilan —Él acaricia con duda su barbilla—; y me sorprendió porque no es un horario adecuado para que lo hagan y una justo en el salón en el que se reunirá mi familia.

—Sssí.

—Menos mal que me encontraba aburrido y, a petición de Gavrel, decidí venir a supervisar que todo estuviese listo.

Lo vi desde la cúpula del Heraldo y por eso me sorprendió escuchar decir a Helen que ya no se encontraba aquí.

Sasha da otro lametón a su helado de fresa. Yo mismo instalé la máquina que le permite tenerlo.

—Cuando Eleanor te autorizó instalar las cámaras te pedí mostrarme cómo funcionan —me recuerda.

—Sí, Alteza.

—¿Qué hubiera pasado de no venir yo más temprano Macabeos? ¿Te imaginas si me hubiera dado cuenta, al estar ya reunidos nosotros como familia, que la cámara apunta hacia Eleanor o hacia el mismo Gavrel? —Sasha lleva una mano a su pecho—. Macabeos —deja entrever de forma teatral su preocupación—, serías el siguiente número de la Rota.

—Alteza... —Nervioso, paso mi lengua por encima de mis labios.

Sasha rasca su cabeza con indiferencia.

—No obstante, como a Gavrel le gusta castigar las afrentas él mismo, pronta sería la hora en la que tus vísceras estuviesen desperdigadas por el pasillo.

—Sí.

—Y más tarde tendríamos a Eleanor dando persecución al resto de tu familia.

Lo miro alarmado.

—No —Sasha deja caer sus brazos—. Con lo que odio las masacres y muestras de odio en ayunas.

—Sí. Gracias, Alteza.

Sasha da otro lametón a su helado antes de girarse hacia el final del pasillo.

—Ah, Gavrel —saluda a su hermano, quien apoya cómodamente un hombro sobre el marco de la puerta que nos separa del vestíbulo—. Le contaba a Macabeos que mi máquina para hacer helado aún funciona perfectamente.

—Me alegra saberlo —contesta Gavrel, viéndome serio y Sasha, como si intentara disimular, a la vez me guiña un ojo.

Juegan conmigo.

—Pero ahora debemos entrar a la reunión de mami —Sasha señala con un gesto de su mano la puerta tras las cortinas—. ¿Qué te parece si continuamos esta charla más tarde, Macabeos?

—Será un honor, Alteza.

Cuando me giro para avanzar hacia el final del alfombrado, la mirada felina de Gavrel no se aparta de mí. Procurando si quiera respirar, paso de él en absoluto silencio y manteniendo la cabeza baja.

—Con permiso, Majestad.

—«Majestad» —repite con humor Sasha, una vez paso de la puerta—. Míralo. Entendió el mensaje, Gavrel.

—¿Las sirvientas que escogió nana ya están en el salón? escucho preguntar al príncipe heredero.

—Sí. Una es Rama y las otras dos sus nietas —contesta Sasha pareciendo de nuevo aburrido—. No te preocupes por ellas.

—¿Y ya toda la familia está dentro?

—Solo faltamos nosotros y mami. Ella nos hará esperar. Cuánto a que termino mi helado antes de que venga.

—Entremos si ya solo faltamos nosotros.

—Y Duardo, no lo olvides, no podemos comenzar sin él.

—Sasha...

—Es parte de la familia, Gavrel. Ya hasta lo incluí en mi lista de regalos de Pascua.

Termino de cruzar a toda prisa el vestíbulo, tropezando en la puerta de entrada al castillo con dos guardias y con Petí Lonú, el mensajero del modisto exiliado. Me disculpo con los tres y, aún dando largas zancadas, salgo a la Plaza de la reina.

Mi corazón es un tambor de mazhar.

Fue irresponsable de mi parte pasar por alto que Sasha está al tanto de cómo funcionan las cámaras. Cómo me atreví a pensar que no me mantendrían vigilado. No dan un paso en falso desde lo de Hedda y la campesina.

Al cruzar la Plaza de la reina saco un pañuelo de mi bolsillo para limpiar sudor de mi rostro. Pese a que aún es temprano ya hay campesinos pidiendo la cabeza de Eleanor. Si soy inteligente, si el mensaje de los dos leones quedó claro, mi siguiente movimiento será deshacerme de las instalaciones de la H. Debo salir de la Gran Isla, atravesar el puente de piedra e ir a la Plaza de la Moneda a buscar la juguetería de mi hermano. Y al llegar incendiar todo. Si es posible hasta a mi hermano. Cualquiera es un potencial traidor ahora.

Con todo y eso, mientras avanzo me pregunto si cambiaría mi suerte haberle dicho a Gavrel que el motivo por el que me hallaba en la cúpula del Heraldo tan temprano es que durante la madrugada oí leer a Malule una interesante carta para Eleanor de parte de la apoderada de la isla de las viudas. 


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Para quienes releen ahora que vuelvo a subir la novela, este capìtulo es nuevo. Aun así, POR FAVOR, les sigo encargando no dejar spoilers NI CON ADVERTENCIA. Comenten sin dejar spoilers. No me obliguen a silenciar (botón como opción en Wattpad) a quien lo haga.  

Aun así, para quienes gustan reflexionar conmigo, este nuevo capìtulo nos dice mucho.

Grupo de facebook: Crónicas del circo de la muerte: Reginam.

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