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68. La canallada

Repito a quienes no leen las notas de autor :'( : Vulgatiam, a partir de ahora, comienza con el capítulo 67 porque Reginam termina en el 66. Tengo mis razones para hacerlo c:

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La canallada

GAVREL

I want to break free! I want to break free!

Sasha baja las escaleras cantando y haciendo movimientos largos con sus brazos. Despreocupado, como si estuviese en una grata fiesta y no una guerra, se detiene a bailar en cada escalón. A simple vista pareciera estar borracho, pero no, él es así siempre. Volteo hacia arriba mis ojos durante unos segundos y termino de bajar solo.

El ambiente de este piso es tan lóbrego como el resto del castillo. Por el maestre Adnan sé que, en general, comenzaron a llamarle «castillo gris» por su estructura; pero desde que dieron inicio las revueltas hay más razones, muchas más, y el silencio fúnebre que apenas consigue apaciguar Sasha es una.

I've fallen in love! I've fallen in love for the first time!

—La vas a despertar —le advierto, apresurando mi paso.

—¿A quién?

—¿Es legítima esa pregunta?

—Está acostumbrada a mis escándalos —ríe mi hermano, alcanzándome a mitad del pasillo. Últimamente paso más tiempo con él que con cualquier otro. Es un aliado para mí.

—¿Cuándo la visitaste por última vez? —pregunto ahora.

—¿A quién? —También es preciso mencionar que cuando se propone sacarme de quicio lo consigue rápido.

—Tú sabes de quién hablamos ahora.

No quiero decir nombres.

—Farrah, claro —Preocupado de que alguien nos escuche, mis pasos son largos en tanto él camina como si un titiritero sujetara con hilos sus manos—. Anoche fue la peor sesión de sexo de toda mi existencia.

—¿Tardaron?

—Me estás ofendiendo, Gavrel, y eso no te lo voy a tolerar.

—Pongo en duda la resistencia de ella, no la tuya.

—Se durmió y adivina qué me susurró antes.

No quiero detalles pero le debo a Sasha escucharlo.

—¿Qué?

—«Te amo». ¿Podrías sostener mi cabello mientras vomito?

Sacudo con negativa mi cabeza y trato de decidir entre el Salón de los Laureles y la biblioteca para seguir hablando.

—¿No te ha preguntado qué van a hacer?

—Decírtelo. Considera que lo tomarás bien.

—¿Tú qué sugeriste?

—Lo típico; que te hagamos padrino de nuestro primer hijo.

—Bien.

—¡Bien, nada! —Sasha me detiene para que lo mire de frente, la seriedad no va con él pero sabe hacerse escuchar—. Tengo un límite para este tipo de situaciones, Gavrel.

—Me lo debes —le recuerdo, empujándole para continuar caminando.

—Mi afrenta contra ti está a medias. Nunca te has quejado de depositar tu ambrosía en todas las cavidades de Elena Novak.

—Precisamente por eso no estás muerto.

Elijo el Salón de los Laureles y abro con cautela la puerta. Es tarde pero alguien pudo querer venir a pasar el rato.

Y no me equivoqué.

«Isobel leyendo».

Aunque intento retroceder, mi hermana, sin apartar la vista del libro en sus manos, respira de forma sonora a modo de impedir que nos marchemos. Volteo a ver a Sasha y con una mueca le indico que debemos enfrentarle. Isobel sabe todo, nos escuchó hace dos noches, y desde entonces huimos de ella.

—Es una canallada lo que le están haciendo a Farrah —condena en cuanto tomamos asiento.

—Metete en tus propios asuntos —le sonríe Sasha, limpiando polvo imaginario de su solapa.

—Ella no tiene la culpa de que tú no te quieras casar —me señala. Mira de mí a Sasha—. Se aprovechan de que es ingenua y asume que Sasha la ama.

—«Ingenua» no es la palabra que yo utilizaría, Isobel —ríe Sasha.

Desde mi posición doy una ojeada al lugar buscando algo para beber. Por esa razón elegí el Salón de los laureles.

—Míralo de este modo —dice Sasha a Isobel, chasqueando los dedos en mi dirección para que también le sirva algo—, de no ser por nosotros hubiera llegado virgen a los treinta; así que, en teoría, le estamos haciendo un favor. Yo soy el sacrificado.

—¿Sacrificado? —Isobel suelta una risa gélida—. Tú te acuestas con cualquier cosa que se mueva.

Sasha se inclina hacia atrás con un gesto de indignación.

—Eso no es cierto. Los hombres de la tercera edad me dan asco, a ellos solo les permito...

—No puedo romper mi compromiso con Farrah —interrumpo a Sasha. No quiero saber qué hace cuando no lo veo—. Necesitamos al ejército de Beavan, Isobel. Farrah hablará con su tío para informarle que prefiere a Sasha. Estará feliz al creer que se casa por amor y Sasha se librará de que madre lo despose con alguien más y envíe lejos, tal como lo prometió. Es un plan que nos beneficia a todos.

—No a Farrah.

Sasha intenta objetar algo más pero Isobel no pestañea.

—Porque fue tu idea —le hace ver—. Eso lo tengo claro. —luego me mira a mí—. Y por supuesto, tú, obediente, siempre haces lo que Sasha dice. Aun cuando, evaluando los acontecimientos de las últimas semanas, ¿a dónde te ha llevado eso, Gavrel?

Miro a Sasha que previsor me recuerda:

—No olvidemos porqué no estoy muerto.

Paso una mano sobre mi cara y me incorporo para servirme una copa.

—Por otra parte, Isobel; aunque fue mi idea —Sasha se aplaude por ello—. Gavrel afinó los detalles. Porque ahí donde lo ves, callado y que en apariencia no rompe un plato —alzo mis cejas sin despegar la vista de mi objetivo: alcohol—, tu hermanito es bastante retorcido.

Miro a Isobel.

—Con Sasha disfrutará una temporada de mentiras bonitas —defiendo—, conmigo solo le esperaba infelicidad.

A mi hermana le asusta que no muestre ni un adarme de culpa. Pero no pienso en Farrah. No me importa Farrah. Tengo otros problemas.

—¿Y Gio? —exige esta vez, viendo a Sasha.

Mi hermano resopla.

—Lo dices como si yo tuviera planeado ser fiel.

—¿Él... lo sabe?

—No te preocupes por Gio.

—¡No me importan las excusas que tengan para dar! —insiste Isobel—. Esto que hacen sigue siendo una canallada. Una asquerosa callada. Madre no te permitirá desposarte con Elena pese a todo, Gavrel. Espero tengas claro eso.

Niego con la cabeza en lo que termino de servir mi copa y Sasha, menos discreto que yo, se carcajea.

—¿Qué? —pregunta Isobel, su indignación es cada vez más notoria—. ¿También jugaron con Elena?

—Fue al revés —informa Sasha e Isobel me mira exigiendo que le explique.

—Es miembro del Partido Rebelde.

—No.

—Sí.

Le toma unos segundos asimilarlo.

—¿Y cómo te enteraste? ¿Te-te informaste bien?

—Las serpientes también tienen traidores.

—¿Qué tipo de rebelde es?

—Uno al que temer y como facilité su trabajo puede entregarnos. Va a entregarnos.

—¿Facilitaste su trabajo? —Isobel no comprende y no la culpo.

—Mapas, atajos...

—¿Con qué propósito si sabes que va a entregarnos?

—Elena es nuestra única alternativa para salir bien de esto, Isobel.

Mi hermana hace el libro a un lado y se encorva con temor.

—Hablas como si Bitania fuera a caer.

—Bitania no... Nosotros.

—¡Gavrel!

No le digo más para no echar a perder su sueño, suficiente con el de quienes ya lo saben.

—Elena una rebelde —musita, negando con la cabeza, todavía sin poder creerlo.

—Sospeché al enterarme de quién es su padre y con el pasar de las semanas me dispuse a investigar qué tan involucrada está en el movimiento. Es mujer, no pensé que el Partido la tomara en serio o, si quiera, le permitiera hacer algo más que remendar uniformes. Hablamos un par de veces; está cegada por un ideal, aborrece Reginam y a nosotros como privilegiados. Como cualquier otro plebeyo. Mi sorpresa fue verla enfrentar a madre. Eso fue, de muchas maneras, revelador. Dejó caer la máscara. Es de cuidado. Duardo Garay la iba a ayudar a escapar de la Rota. Elena Novak es letal... peligrosa... venenosa.

Sasha extiende su mano en mi dirección.

—No llores, Gavrel.

Cállate.

—Lo que le hizo a Gavrel no fue violación, por si te lo preguntas —le dice a Isobel.

—Sasha...

—No sé quién es su padre —dice Isobel.

—Viktor Novak. Fue instructor en la Guardia. Y alguien dentro de la Guardia debe estarlo protegiendo para que aún no haya sido entregado. Alguien... de alto rango.

—Sigo sin comprender entonces por qué ayudaste a Elena.

Bebo de golpe todo el contenido de mi copa antes de contestar.

—Elena le hará llegar a su padre información que nos ayudará a nosotros. Ella también es un facilitador. La vamos a utilizar. La mayoría de rebeldes siguen a Viktor Novak no a Alastor Scarano. Si Viktor accede a pactar con nosotros a cambio de entregarle a Elena, cesarán las revueltas.

—¿Qué tipo de pacto?

—Debemos esperar, Isobel —Una vez llena de nuevo mi copa regreso a mi lugar—. Primero debo conseguir que madre me escuche. De lo contrario, las cosas... seguirán su propio curso.

—«Su propio curso». ¿Traicionarías a madre? —pregunta Isobel, cauta.

—Le daré opciones —digo.

—¿Espada o cepo? —contesta Sasha.

—Espinas o espada.

Isobel desvía la mirada hacia un punto lejano pensativa. El libro que lee es sobre el Príncipe Negro.

—Para Eleanor gobernar es sentarse en un trono y pretender ver desde ahí todo —digo—. Por eso le aterra lo que sucede afuera; lo que se dice, pacta o negocia lejos de sus narices. Pero eso la distrae de lo que sucede en su propio escenario. La gente habla más bajo cuando estas cerca.

—¿Le entendiste? Porque yo no —dice Sasha a Isobel—. Y me lo repitió tres veces.

—¿Estamos en riesgo? —me pregunta Isobel. Le está costando respirar—. Escuché que ella quiere reunirnos. Es consciente de que el movimiento se sale de su control. Es tu oportunidad.

—Sí.

Devuelvo mi atención a Sasha, esta vez luce serio; a diferencia de Isobel tiene claro qué tan en riesgo estamos.

Y mi soliloquio no lo entendió luego de tres veces, lo entendió a la primera.

Debo convencer a mi madre de utilizar a Elena como cebo para pactar con Viktor y luego encontrar otra manera de que se cumpla la profecía.

—Elena —dice Isobel.

—¿Qué con ella?

—¿La amas? —pregunta, atenuando sus palabras—. Pese a todo, la salvaste vestido con una armadura de caballero.

Vuelvo a dar otro trago largo a mi copa.

—Ay, Isobel —ríe Sasha—. Eres más romántica que estratega.

—Es que...

—Mientras tú suspirabas al ver tal acto de amor —Sasha hace comillas con sus dedos al decir «amor»—, nosotros solo nos preguntábamos qué tanto indignará a Alastor Scarano saber que un miembro de la familia real portó públicamente la armadura de un héroe del pueblo.

—Eso es... —Isobel aprieta sus labios con fuerza.

Estrategia —le repite Sasha.

—Una canallada. Otra canallada —me dice Isobel—. Pensé que te importaba. Aunque, desde luego, entonces no sabía...

«Que Elena es venenosa».

—Para mí Elena Novak es como una rosa con espinas que estrujo con fuerza en mi mano —digo.

Duele.

Y me hace sangrar.

—Nunca te tuve miedo antes —dice mi hermana—. Pero ahora no te reconozco.

—Tampoco debes temerme ahora. Tú no.

—Algo te duele.

—No preguntes por mis penas, Isobel —le aconsejo—. Tú ya tienes muchas.

—Lo que necesitas es una buena puta —opina Sasha, incorporándose; y enseguida camina a mí alrededor como si buscara la manera de acercarse sin que le muerda—. Porque aunque lo dudes —mientras habla lo miro con enfado—, no solo Elena Novak tiene vagina, Gavrel. Hay más. Y cuando las descubras, volverás a escuchar que los pajaritos cantan por la mañana.

—Sasha...

—Podemos ir a Amarantus si quieres.

—No necesito una puta.

—¿Dos? —Él me mira exagerando su asombro—. Puedo hacer que se coloquen frente a ti en escalera.

—Eres un asqueroso —se queja Isobel, evitando verlo.

Sasha hace chasquear su lengua.

—Y por lo visto el único que representa con orgullo el espíritu de esta familia.

—No todos nos consideramos parte de una tropel de degenerados.

—A ver. Levante la mano quien no se haya acostado con alguien de su familia —indica Sasha y los dos la levantamos.

—¡Gavrel! —me amonesta Isobel, indignada.

—Sabes perfectamente que Sasha no se callará aunque intervenga y es mejor que lo superes —digo, pero para su tranquilidad si le dirijo una mirada de advertencia a Sasha.

—No pasa nada —dice este—, nadie la está juzgando mientras ella no juzgue a los demás.

—¡Ni siquiera es un hecho confirmado que realmente sea nuestro...! —Isobel tropieza con sus palabras—. Nuestro...

—Primo —termina Sasha por ella—. Dilo. Nuestro primo.

—Lo es —confirmo para su horror.

—Ahora a esperar que no haya consecuencias —opina Sasha.

Miro a Isobel. Me haré cargo si ella aún no lo hizo.

—Nana me preparó un té de clavo por si acaso —dice con la cabeza baja.

—Y estás consciente de que fue lo mejor —señalo.

Isobel asiente.

—¿Por qué no intentas negociar un acuerdo con los rebeldes a través de él? —pregunta Sasha. La nota en su voz es de diversión. La atención de Isobel salta de él a mí.

—Duardo Garay no es la persona adecuada para eso. Tiene que ser Viktor Novak.

Una vez más silencio y lo agradezco, las palabras sobran cuando el sentir no se puede explicar. Incertidumbre. Enojo. Miedo. No es fácil lo que viene. Le pedí a mi padre aconsejarme y está de acuerdo con todo. Su temor, al igual que el mío, es no poder convencer a mi madre.

—¿Y cuándo harás saber a todos lo tuyo con Farrah? —pregunta Isobel a Sasha.

Espiro con pesadez al escuchar que de nuevo el tema es «Farrah».

—Es cierto, Gavrel —respinga Sasha, mirándome con un interés ridículo—, tenemos que continuar ensayando.

—No —zanjo.

—Gavrel, ya habíamos hablado de esto.

—Que no.

—Quedamos en que practicaríamos.

—¿Practicarían qué? —pregunta Isobel viendo a Sasha situarse en medio del salón.

«No puede ser».

Él mueve su cuello, sus manos y recita dos veces la solfa... preparándose.

—¡Gavrel, lo lamento —empieza, llevando una mano a su frente al mismo tiempo que esboza muecas de dolor; después ensaliva sus dedos para colocar esa humedad sobre sus mejillas—, el amor pudo más que el deber moral! —acaba, resollando de forma dramática—. Ahora di tu parte —me alienta, erguiéndose de nuevo.

—No.

—Gavrel, tiene que sonar real.

—Madre no les creerá —interviene Isobel, molesta.

—Por supuesto que no —ríe Sasha—, la que nos tiene que creer es Farrah. Ahora sí, Gavrel, di lo tuyo —Entorno mis ojos, negándome—. Sabes que no te dejaré en paz hasta que lo hagas.

«Oh, cielos».

—Me han traicionado ambos —digo, sin ganas.

—¡Y por eso, hermano, merezco el peor de los castigos! —llora Sasha, arrodillándose, y estirando un brazo hacia el cielo.

—Bien. A la Rota —digo e Isobel empieza a zapatear y palmear We will rock you.

—Tampoco te pases, Gavrel —objeta Sasha con una sonrisita forzada, pero Isobel continua palmeando.

...

Me sitúo frente a mi cama con Sasha a mi lado, los dos de brazos cruzados vemos con interrogante lo que está sobre mi colchón. Farrah desnuda.

Farrah desnuda y ebria.

—Dijiste que te ama —me quejo.

—Lo dijo, claro. Pero eso no significa que te haya olvidado del todo. Lo que confirma mi teoría de que no existe tal cosa como el amor.

—Nunca pierdes, ¿cierto? —critico, pensando qué hacer con Farrah.

—Estoy lista, Gavrel —ríe ella, hipando. Su rostro se ve tan rojo como su cabello.

—Pensé que habíamos quedado en respetar nuestro espacio personal.

—Soy tu prometida —contesta y abre por completo sus piernas para mostrarnos lo que tiene para ofrecer. Abro y cierro mi boca, carraspeando.

—No está tan mal, ¿cierto? —elogia Sasha y tengo que mostrarme de acuerdo—. Aunque tengo una duda, ¿me está siendo infiel a mí? ¿A ti? ¿A ambos?

—¿Quién la embriagó? —Es lo único que pregunto.

—Sé que la respuesta más obvia es yo, pero esta vez soy inocente. Te juro que soy inocente. Cuando estoy con ella el que necesita estar ebrio soy yo.

—Sasha olvidó una botella en mi habitación —dice Farrah, sonriendo.

—Uh, ya sé qué —Mi hermano se gira hacia mí—. Olvídalo, va a estar un buen rato así. Por lo menos un día completo.

—Y en mi cama —me quejo.

Sasha señala con un gesto indiferente a Farrah.

—Ya quedamos en que tan mal, tan mal, no está.

—Mi problema no es ella, casi nunca ha sido ella. Lo que me produce animadversión es lo que representa.

—¿Seguro? —inquiere Sasha—. Gira un poco, linda —le ordena a Farrah y esta obedece rápido—, boca abajo. Eso es. Ahora levanta un poco tus nalguitas y coloca tus piernas en V. Así... Eso es... Muy bien.

Cuando mi hermano me mira aparta la sonrisa de su rostro al percatarse de que lo miro a él en lugar de a Farrah. Y con enfado.

—¿Qué?

—Isobel tiene razón, lo que estamos haciendo es una canallada.

Cansado, rodeo la cama y me siento a un lado de Farrah.

—Gira otra vez —le ordeno y obedece. Lo que no me esperaba es que luzca triste.

—Ni siquiera lo intentas —musita, al estar otra vez boca arriba. Está... sollozando—. Puedo... Puedo ser lo que necesitas si me dejas.

—Amas a Sasha —le recuerdo, tomando un costado de la sábana bajo sus pies para volver a taparle—. A mí no. Lo tuyo conmigo es por obligación.

—Pero... Pero ella no te ama —continua, haciendo que Sasha abra sus ojos con sorpresa y yo me tense—. No te respeta. Te odia.

—Que lo nuestro no haya funcionado no tiene que ver con ella —digo, molesto, para hacerla callar; y le pido a Sasha que llame a un par de sirvientas.

Ella no te quiere —continúa Farrah, hipando—. No le importas.

—¿Habrá escuchado alguna de nuestras conversaciones? —pregunta Sasha al volver.

—Seguro que sí.

Pido a las sirvientas que carguen con Farrah y la lleven de vuelta a su habitación.

—¿Entonces...? —Sasha, mientras tanto, quiere saber qué haremos ahora.

—No me gusta ir a Amarantus —digo, yendo hacia mi ventana. Desde ahí observo el Monasterio—. ¿Puedes hacer que algunas de ellas vengan?

—¿Algunas? —Sasha no esconde su emoción—, ¿Cuántas, hermanito, y cómo las prefieres? ¿Rubias? ¿Morenas? ¿Virgenes? ¿Las quieres con premio? Te recomiendo a las...

—Como prefieras —digo, mirándole otra vez— y llévalas al Salón de la Guardia para que distraigan a Jorge, Malule, todos excepto mi gente de confianza y Baron. Con ellos nos vamos a reunir en las mazmorras —Sasha me mira con duda—. Necesitamos afinar el plan B si lo de Viktor Novak no funciona. Debemos prepararnos.

—Esperemos no llegar a tanto.

Sin más para decir o parafernalia vana, Sasha se despide. Me agrada cuando comprende que necesito espacio, que ansío soledad...

«Ella te odia».

Me odia y no me va a perdonar.

Aunque me amara, aunque me respetara; aunque le importara, jamás me perdonará utilizarla para salvar a quienes tanto desprecia. Incluyéndome.

No estamos destinados. Lo nuestro fue solo... oportunidad.

Pienso en eso en tanto echo seguro a mi puerta y hago mi camino hasta el lienzo que escondí bajo mi cama. Lo saco y aparto la sábana blanca que lo resguarda.

Es una pintura de ella. Elena.

¿Por qué tenía que ser ella?

¿Por qué tenía que ser yo?

¿Por qué tan pocas palabras y, en su lugar, tanto deseo?

Nos comunicábamos sin hablar. Todo lo que había para decir lo recitaba el zumbido de dos corazones latiendo con desesperación al mismo tiempo... necesitándose. O eso creí yo. Eso quise pensar yo.

Pero no me amó. Nunca me amó. Solo me envolvió con esa piel de serpiente que se sentía mansa al tocarla. Porque solo al tocarla se siente mansa... Pero es un engaño de Eva que con su hechizo atrae al más feroz de los felinos. Pero eso somos al final: el león que le teme a la serpiente pero que se dejó morder por ella, creyendo que la podía venerar sin salir dañado; llamándose a si mismo astuto pero pecando de estúpido; convencido de que podía despertar un interés genuino en esta.

Miro el lienzo; quisiera romperlo, quemarlo o desangrarme sobre él. Y a ella quisiera verla muerta; matarla o que me matara. Desearía que no existiéramos. Tal vez así dejaría de añorar... la. Tal vez así dejaría de pensar que esto es solo un número más del circo que ella montó.


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A quienes releen: ¿Verdad que si vale la pena ver el contenido nuevo? c: Con Crónicas del circo de la muerte hay dos experiencias distintas: cuando se lee y cuando se relee. Igual, repito, aguas con los spoilers. Respetemos la primera experiencia de los lectores nuevos.

Por si se lo están preguntando esto y lo de Elena pasó antes del prólogo c:

¿Demasiada canallada?

Seguimos pronto y no olviden que los espero en el grupo de Facebook Crónicas del circo de la muerte: Reginam.

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