115. La negociación. PARTE 2
La negociación. PARTE II
ALAN
Volvemos a la celda durante lo que suponemos es el final del día, pues Najla dice prepararse para tomar una siesta y al termino de eso ella y yo vernos.
Al llegar a mi sitio de dormir me siento en mi lugar con mi atención puesta en el piso. Y luego de la conversación de hoy pienso en mi trayectoria como soldado, en el cómo, me encontrara donde me encontrara hoy, la revolución me hubiera alcanzado sin importar las decisiones que tomé y, como todos, en mi posición tarde o temprano habría tenido que elegir un lado. Sin embargo, ahora pienso que quizá no los hay. No hay lados, o este soy simplemente yo hablando desde la decepción.
—Este mapa... —escucho que le pregunta Viktor a Gavrel, el segundo ya preparado para escribir la carta prometida a Najla mientras Viktor sujeta en su mano el mapa hacia Teruel que nos trajo hacia acá.
—Es un mensaje de mi padre —dice Gavrel—. Él tenía la esperanza de que, al decirte Elena dónde lo encontró, sospecharías que fue puesto allí a propósito y lo contactarías buscándome a mí. Dijo que desde siempre has sabido que soy su hijo.
—Pero me lo entregó Garay, no Elena —contesta Viktor—. Y Garay no quiso decirme quién se lo dio o dónde lo encontró.
—Pensábamos que hablabas con Elena.
Viktor se encoge de hombros.
—Creo que solo recibió una carta mía luego de despedirnos, pero yo ninguna de ella.
Gavrel, sentado apoyando la espalda en la pared, con las rodillas dobladas y papel sobre su regazo, carraspea y endereza de mejor manera los hombros.
—Pu-puedo pedirle a mi padre que mande por ella.
«¿Cómo?»
—¿Traer a Elena aquí? —A pesar de la incredulidad, como era de esperarse los ojos de Viktor brillan.
—Sí. —Gavrel relame sus labios, claramente está nervioso, pero no suele comprometerse a algo que no puede hacer, lo sé como ex miembro de la Guardia real—. Si ya se encuentra con Giordano Bassop, no será difícil dar con ella una vez regresen a Bitania.
Pese a todo Viktor duda.
—¿Y la tarea que le encomendaste?
—Estoy seguro de que la tendrá hecha para entonces.
Enseguida Viktor esboza una mueca de reproche:
—¿Porque te va a obedecer sin cuestionar o porque la tarea tiene que ver con ayudar a nuestra gente?
Gavrel echa la cabeza hacia atrás pegando todavía más la espalda a la pared.
—Lo segundo Viktor, lo segundo —contesta en tanto yo ensancho una sonrisa en mi boca.
Me gusta ver a Gavrel acorralado por Viktor.
—¿Entonces sí le hizo caso a Adre?
Viktor espera encontrar consuelo en la respuesta de Gavrel.
—¿Insinúas que conozco a tu hija mejor que tú? —devuelve Gavrel y ahora Viktor parece querer golpearle.
Gavrel se apresura a volver a cuadrar los hombros.
—Me refiero a que tú, como su padre, estás más familiarizado con el carácter volátil de Elena.
«Volátil».
Viktor se cruza de brazos.
—No, yo no estoy familiarizado con el carácter volátil de Elena —masculla remarcando la palabra «volátil» para hacer notar que le enfada. A los dos nos enfada—, la Elena que yo dejé en Bitania es sincera, obediente y colaboradora.
Dejando en el aire lo que quiere responder a eso, Gavrel aprieta los labios y contiene el aliento.
—Bueno... —Tose procurando disimular una risa.
Viktor, en caso contrario, aún lo observa fiscalizador.
»De hecho estoy seguro de que no le quiso hacer caso a Adre —resuelve por fin, manteniendo un semblante serio—. Pero querrá volver a Bitania para buscarte o para ver ella misma cómo están las cosas, y estoy seguro de que eso es lo que utilizará Adre para convencerla de pasar por el Olivo y encontrarse allí con Giordano.
Y Gavrel dijo estar seguro de que Giordano Bassop convencerá a Elena de apoyar su plan.
—¿Confías en el tal Giordano? —inquiere Viktor con preocupación.
Gavrel lo mira con decisión.
—Elena confía en él, que es lo importante, y personalmente fui testigo de lo buenos amigos que son —zanja—. Y yo también confío él. Hablamos un par de veces después de que mi madre lo exilió y es sincero con sus afectos.
Y para Viktor, por cómo relaja su postura, el ser exiliado por Eleanor también parece ser suficiente prueba de confianza.
—Bien. Entonces dile a tu padre que mande por Elena —El tono de Viktor cambia de enfado a esperanzador. Él ansía ver a su hija.
—Igualmente pediré que te traigan flores de la tumba de Thiago —agrega Gavrel.
Viktor respinga.
—¿Y-y dónde está la tumba de Thiago? —Sus palabras salen entrecortadas.
—En el camposanto del Monasterio —Gavrel alza la cara con respeto—. Mi tía Mina y yo lo llevamos allí. Es un lugar muy bello. Ni siquiera parece camposanto porque hay flores por doquier.
Cabizbajo, Viktor asiente pareciendo querer imaginar el lugar.
—Gracias —susurra, carraspeando; para luego enderezar la espalda y así llamarse a sí mismo al orden.
Viktor es un líder rebelde, pero antes de eso es hombre y padre.
—A la luz de que ahora nos consideren abiertamente huéspedes, aprovecharé que dejaron sin llave la puerta y buscaré a alguno de los muchachos para que me dé una cerveza. ¿Les traigo una? —pregunta pareciendo buscar un pretexto para ir a caminar por allí.
Quiere estar solo.
Los dos asentimos.
—Asegúrate de que vuelva a ver pronto a Elena —le pide a Gavrel justo antes de salir por la puerta.
Gavrel, del mismo modo, deja entrever en su semblante la esperanza de volver a ver a Elena al sujetar con anhelo el papel sobre su regazo.
—Supongo que a mi tía no la llevaste a ningún jardín —digo con resentimiento, pues fue lo primero que pensé al oírle mencionar el camposanto del Monasterio.
—No —confirma, y al menos me ve a la cara—, a tu tía la quemaron hasta las cenizas en la Plaza de la reina junto con los televisores. Sus cenizas... se las llevó el viento.
—Y ahora están esparcidas por toda Bitania —concluyo, sentándome de mejor manera en mi lugar—. De modo que, solo queda esperar que pronto caminen sobre estas verdaderos revolucionarios.
—«Verdaderos revolucionarios» —repite Gavrel—. ¿Tan pronto te decepcionaste de tus ideales?
—Del Partido —aclaro, molesto.
—Aunque lo tuyo parece más resentimiento.
—Tu madre mandó a colgar a mi padre por deudor.
»Un hombre que se endeudó gracias al sistema que después lo castigó... y dejó a una familia desamparada. Mi familia. De no ser por la ayuda de mi tía Hedda, mi madre hubiera terminado en la Isla de las viudas y yo con ella.
»Así que sí, príncipe —mascullo—; y espero que a partir de ahora, cuando me veas, seas consciente del resentimiento que te tengo.
—No solo el tuyo —Gavrel suelta una risa seca—, el de muchos... llevan años llamándolo «Movimiento rebelde».
»Tu tía fue una mujer valiente —agrega, sorprendiéndome—. Y antepongo «mujer» a «valiente» porque hasta yo sé que no es lo mismo ser valiente que una mujer valiente... Ella se atrevió a hablar.
—Persiguió a tu familia —le recuerdo.
—Eso no impide que reconozca que fue valiente. Nos dio muchos dolores de cabeza y propició la revolución. Hizo más detrás de un micrófono que Alastor Scarano fingiendo durante mucho tiempo ser la cabeza del Partido.
—Gracias —le digo antes de que devuelva su atención a la carta—. Es importante para mí que tú lo digas.
—Por otro lado, atisbo que olvidaste que tenemos pendiente un duelo —carraspea Gavrel un instante después, sonriendo—. Que asumo tiene que ver con tu resentimiento —vuelve a mirarme—. Me retaste el día que te capturaron para llevarte al Cenicero.
«Cuando le escupí a la cara», recuerdo, orgulloso de mi mismo.
—Íbamos a pelear en la Rota —agrega.
—Pero me dijeron que saliste de viaje —le hago ver—, cuando en realidad solo buscabas despistar a todos para poder rescatar a Elena.
—Así es. —Ahora es él quien se muestra orgulloso de sí mismo.
—A pesar de que minutos antes me besó a mí —agrego.
—Sí, hay que resolver cuando antes ese duelo —masculla, volviendo a su carta.
—Yo también quiero ver a Elena —insisto solo para molestarlo más.
—¿Seguro? No sea que se ponga celosa Najla.
«Ouch».
—No. Estará lo suficiente distraída siendo anfitriona de un rey, su corte y... mencionaste un león.
—Sí. Glotoncito —confirma Gavrel.
Arrugo mi frente.
—¿Y crees que sea buena idea tener un león vivo aquí? —digo, nervioso.
Porque a mí no me lo parece.
—Eso depende —dice Gavrel, manteniendo los ojos en la carta.
—¿Depende? —dudo—. ¿Depende de qué?
—De que tan lejos te mantengas de Elena —sonríe él malicioso y de nuevo lo ignoro.
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Ahora ya sabemos dónde será el reencuentro c: Dos reencuentros c: TRES REENCUENTROS c: O quizá más c:
En el siguiente capítulo vuelve Sasha. YA SOLO LE QUEDAN DOS CAPÍTULOS A VULGATIAM.
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