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63. Voy a morir como una heroína

Cuando no estoy practicando sobre Regalo o ayudándole a Wes a cazar palomas, aprendo cosas nuevas con Alan, que ya me enseñó a bailar y a adiestrar a Regalo para que haga algunas gracias.

—Le ganaste a Gavrel y a Baron durante la última exhibición ecuestre —recuerdo—. Yo te vi. Tu caballo se llama Brisa.

—¿Estabas ahí? —pregunta Alan con una pizca de humor en su voz—. Lamento no haberte visto. A lo mejor nos hubiéramos hecho buenos amigos.

—A lo mejor.

—O a lo mejor nos hubiéramos hecho algo más que amigos.

Él me mira significativamente, está esperando una respuesta.

—A lo mejor.

—Y a lo mejor no estuviéramos aquí metidos —concluye.

Me echo a reír. —A lo mejor.

—O a lo mejor es una suerte que los dos seamos unos insubordinados porque de lo contrarío no nos hubiéramos conocido.

—Me gusta cómo lo dices.

Alan no es el único que a veces se pregunta en dónde estaría si todo hubiera sido diferente. ¿Dónde estaría ahora si no hubiera intentado robar en la tienda de Cobo? ¿Si no hubiera insistido en quedarme en Bitania estaría en Roncesvalles junto a Ana, mamá y Thiago? Thiago. Fue mi culpa que nos quedáramos, pensar y recordar aviva mi culpa.

A veces me siento valiente y dispuesta a morir en la Rota, pero otras veces me siento débil y quiero que todo termine pronto. Así me siento hoy. Débil. Busqué por todos lados una cuerda o algo con qué sujetarme y matarme, sin embargo los soldados han tomado en cuenta eso por otros Filius que también lo intentaron y el lugar ya no es propicio para cometer suicidio. ¡Pero soy creativa! 

Alan sostuvo entre sus manos mis manos durante una hora después de descubrirme arrancar un prendedor a mi viejo vestido y acariciar tentativamente con este mis muñecas.

—No lo hagas, Elena —me pidió, serio—. Ven. Déjame ayudarte a cargar con tu dolor.

Después de decirme eso me abrazó hasta que otra vez me sentí valiente. Valiente para morir.

...

Gracias a Alan, Regalo aprendió a inclinar su cabeza para saludar. Le aplaudo a ambos. En el fondo agradezco no estar sola aquí dentro, porque entre todos nos ayudamos a sobrellevar la incertidumbre y ansiedad al vivir nuestros últimos momentos.

—También sé que eras parte del escuadrón de Baron —digo a Alan, prudente. ¿Querrá hablar de Baron?

—Ese cobarde —gruñe.

—¿Esa opinión tienes de él?

—Maldice su cuna —me explica Alan—. Aborrece a Gavrel, pero todo lo crítica sentado cómodamente en un sofá.

—Tal vez teme arriesgar a su familia —digo, recordando a Wes y a Mina.

—Tal vez.

—¿Tú por qué... —dejo la pregunta en el aire. No quiero presionar a Alan.

—Quise vengar a mi padre —suspira—. ¿Me escuchaste discutir con Xavier el otro día? —pregunta y asiento con la cabeza—. Le pedí recordar a Gavrel la promesa que me hizo en la plaza de la reina.

—¿Gavrel te hizo una promesa?

—Le escupí el rostro el día que la reina nos dictó sentencia —explica. Es cierto, lo recuerdo—. Lo reté a un duelo a muerte y aceptó añade. ¡¿Qué?!—. Íbamos a pelear en la Rota. Pero ahora resuelta que se fue de viaje —Alan golpea la pared con su puño—. Es un cobarde, pero he de encontrármelo en el infierno para entonces batirnos en duelo.

...

Dekan me encamina hasta el final del corredor. Quiere que me quede de pie en medio del Cenicero. Ahí están todos, todos excepto Wes, que está sentado en una esquina. Entre más me acerco mejor escucho todo.

¡LIBEREN A ELENA!

¡LIBEREN A ELENA!

¡LIBEREN A ELENA!

Desde mi celda el ruido se escuchaba como un zumbido, en cambio en el Cenicero las paredes tiemblan ante la fuerza del coro de un centenar de voces.

—¿Quiénes son? —pregunto.

—El pueblo, Elena —responde Alan con una enorme sonrisa—. Es el pueblo.

 A lo lejos percibo que la cara de Wes es de preocupación.  

—Están pidiendo que te liberen —agrega Mael—. Suponemos que la protesta abarca toda la plaza de la reina.

—Eleanor estará encanta —digo, sarcástica.

—Exacto —Wes se pone de pie y camina hacia nosotros—. Esto no te conviene, Elena.

En consecuencia,  Alan también se preocupa. —No lo había visto desde ese punto de vista.

—Claro que no —replica Wes—. Ustedes, rebeldes, tienen una sola perspectiva casi siempre.

—Ouch —resopla Dekan.

—¿Crees que venga por mí y me guillotine frente a la gente? —pregunto, resignada.

—No descartes esa posibilidad —suspira Wes, viendo el enrrejado de el Cenicero—, o que será menos misericordiosa durante Reginam.

¡LIBEREN A ELENA!

¡LIBEREN A ELENA!

¡LIBEREN A ELENA!

Alan luce desencajado ahora. —Si tan sólo pudieras huir o salir con vida de ahí.

Miro de reojo a Wes. —Tal vez.

Tengo un compromiso con mi pueblo, por lo que no debería resignarme. ¿Quiero salir viva de Reginam y seguir luchando? ¿Esa es una posibilidad?

Por la noche trato de dormir pero me es casi imposible. Es la noche antes de ser traslada a la Rota y me siento ansiosa. Escucho un golpeteo afuera de mi celda y me incorporo. ¿Será la Rata?

—Soy yo —dice Alan y sonrío.

—¿No deberías estar dormido?

Él camina hasta donde estoy. —¿No deberías estar dormida tu también?

—Tal vez —suspiro, nostálgica—. ¿Por qué viniste?

—Pensé que querrías un poco de compañía.

Y pensó bien. Le agradezco ser atento conmigo y nos sentamos uno al lado del otro sobre mi catre.

—La verdad es que quería preguntarte algo —confiesa, sin mirarme.

—¿Qué?

—¿Tienes miedo?

Oh, Divina Madre Luna. —No sé si es miedo o impaciencia —admito—. Sólo quiero que esto termine ya.

—Algo así nos sentimos Mael y yo.

—No lo dudo.

No por ser hombres tienen que ser valientes todo el tiempo.

—Nos obligarán a pelear. Él es mi amigo de toda la vida y... alguno de los dos deberá morir primero.

Te odio, Eleanor.

—¿Han pensado en la posibilidad de no darles un espectáculo?

—Sí, nos prometimos que será rápido —Alan mira sus manos. —Elena, déjame preguntarte algo más.

—Adelante.

A continuación, él coloca su mano sobre la mía. Ay no.

—Si hubiéramos estado en otro momento, en otra situación... Es decir, si nos hubiéramos conocido en otro lugar, en otra vida, tú... ¿me aceptarías?

De inmediato pienso en Gavrel y en lo confundida que me siento respecto a él... que ya no importa porque a él no le importo yo. Quizá nunca le importé. Aún así, no quiero mentirle a Alan. ¿Si hubiéramos... Eso no es posible. No tenemos nada más que esto, pese a que a veces nos desvelemos debatiendo el hubiera. Pero no quiero romper su corazón, no más corazones rotos. ¿Qué más da decirle que sí si de todas formas es sólo una ilusión? Además, no viviremos más de dos noches más.

—¿Qué tipo de propuesta me estás haciendo, Alan Catone? —le sonrío y sujeto con más fuerza su mano.

Él rasca su cabeza. —¿En otra vida te casarías conmigo, Elena Novak?

—¿Qué? —sonrío nerviosa y sin ocultar que me siento halagada. Nunca antes me habían propuesto matrimonio.

—Si no hubiera una revolución a la vuelta de la esquina, y si fuéramos libres, ¿crees que tú y yo podríamos...

—Sabes, esto es lo que sucede cuando ves a tu alrededor y sólo me tienes a mí como opción.

Él mira mi mano. —Para nada. No importa dónde, tú siempre serías mi primera opción, Elena.

—¿A partir de cuándo? ¿La semana pasada?

Los dos reímos y es ridículo cuando somos dos rebeldes condenados a muerte.

—No arruines la atmosfera romántica —bufa Alan, mirando con ironía el lugar en el que estamos metidos.

Si supiera que solían ilusionarme en iglesias y monasterios.

El nudo en el estomago que me ha estrujado durante el día se hace notar más. Voy a morir. ¿Por qué no permitirme ser feliz ahora? No tendré la oportunidad de vivir un momento como este una vez más. Ya no más. No habrá más Elena Novak.

Alan está diciéndome las cosas que tal vez quise escuchar decir a Gavrel y, aunque imaginar eso me hace suspirar un poco, no borro la sonrisa de mi rostro.

—Entonces...

—Gracias, Alan —digo, finalmente.

—¿Por qué?

—Por sostenerme cuando me he sentido débil y por darme algo a lo cual aferrarme. Realmente contaba con poco hasta que tú llegaste.

—Entonces... soñemos juntos —dice, más animado—. ¿En dónde te gustaría que viviéramos?

Sí, soñemos. —En donde sea —digo, como si fuéramos dos amantes planeando casarse—, pero cerca del bosque.

—Me parece. ¿Cuántos hijos tendríamos?

Hago una mueca de diversión. —Dos.

—Yo quiero seis.

—¿Seis? —Estoy boquiabierta—. ¿Estás loco?

—Piénsalo —Alan levanta su barbilla—. En nuestra casa siempre habrían risas, lloriqueos...

—¿Te gusta todo eso?

—Amaría vernos metidos en un lío así. ¿Cómo los llamaríamos?

—¿A nuestros hijos? —pregunto y él asiente. Lo pienso un poco—. A uno Viktor, como mi padre.

A Alan le gusta. —A otro Tabo, como el mío.

—Me gustaTabo —digo complacida e imagino a Alan enseñando a Viktor y a Tabo a montar a Regalo. Es divertido esto—. Me apuesto a que Tabo sería más travieso que Viktor.

—Estaba pensando lo mismo.

Alan limpia un par de lágrimas de mis mejillas y me pide permiso para darme un beso y lo acepto. El último beso. Este es mi último beso.

Decidimos pasar la noche juntos, aunque no pasa nada más entre nosotros además del beso. Él no pide más y le agradezco eso. Contrario a Gavrel, Alan se conforma con un beso.

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Sigue la Rota :O 

Y les agradezco muchísimo estar comentando y votando todos los capítulos :') Esa es la manera en la que ustedes me apoyan. ¿Han escuchado la palabra Feedback? Es lo que yo recojo, me fortalece y motiva por parte de ustedes. El percibir (sobre todo con sus comentarios) cómo reciben mi novela.

Así que muchísimas gracias.

Tati ♥

Les dejo con este dibujo que Ayelén Caprini ( Ayyewiii)  publicó en el grupo de Facebook. Está cuchi :3

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