53. Pierdo lo que más me importa
Ya anocheció cuando llegó a casa y Thiago no está en la cama. Dejo en la mesa nuestra cena y corro a buscarlo a casa de Sigrid. ¿Se sintió mejor y se levantó?
Sigrid abre rápido su puerta cuando me escucha llegar.
—¡Elena, te he estado buscando... Thiago empeoró!
Siento que no encuentro mi voz. ¿Qué? Me apresuro a entrar a la casa y no tardo en divisar a mi hermanito, está temblando sobre una cama.
Toco su frente, su cuello y su pecho. —¡Está ardiendo en fiebre! —lloro. Thiago es un leño quemándose en el fuego.
—Fernán fue a buscarte a la plaza, al almacén de Gio... Incluso fue a la carnicería de Nathan a buscar a Kire, pero no te encontró —Sigrid está llorando—. Ahora está buscando un curandero.
Porque no podemos pagarle a un médico. Me echo a llorar. Por lo mismo he estado yendo a buscar a Gio, necesito pagarle a un médico.
Siento que pierdo la razón. —¡¿Por qué no se llevó a Thiago con él?!
—Él no puede cabalgar y sostener a mi pequeño al mismo tiempo.
Me siento culpable, inútil... ¿Dónde estuve yo estás semanas que Thiago me necesitaba? ¡En el castillo revolcándome con Gavrel! Y esta tarde me escondí para llorarle. Siento asco de mi misma.
—¿Hace cuánto tiempo se fue Fernán? —pregunto, mientras envuelvo en una manta a Thiago.
—Una hora
—¡¿Por qué esperó tanto tiempo para ir por un curandero?! —grito, impotente, cargando a Thiago desde la cama a la puerta.
—¿Qué vas a hacer?
—Le suplicaré al padre de Vadir que nos preste su carreta. Iré a buscar a algún médico a la Gran isla. Si le publico tal vez atienda a Thiago.
Si hubiera encontrado a Gio en su almacén Thiago ya hubiera visitado a un médico. Odio un poco a Gio ahora.
Sigrid intenta detenerme. —Elena...
—¡Yo no voy a sentarme aquí a esperar! —le grito, culpándola. ¿Por qué si ella cuidó de Thiago mientras yo andaba de cabra?
¡Estoy tan enfadada conmigo misma!
Necesito hacer algo ya. Le entrego a Thiago en la puerta y corro hasta la casa de Vadir. Vadir se fue de el Callado un mes antes que mi familia, pero su padre tiene amistad con mi padre. El señor Tello acepta prestarme su carreta e incluso se ofrece a llevarnos.
Sigrid envuelve a Thiago en más cobijas en lo que yo extiendo una lona sobre la carreta sin techo y después la sujeto a Regalo.
Una vez estoy sentada donde corresponde con mi hermano en mis brazos, el señor Tello echa a andar a Regalo. No me despido de Sigrid, no puedo apartar la mirada de Thiago. Tiene que recuperarse. Se le ve tan pequeño e indefenso en mis brazos. ¿Cuándo fue la última vez que lo vi completamente sano? No estuve aquí para él. Hoy que pude haber estado aquí no lo hice por estar llorando por Gavrel. Lo culpo a él y a su familia de todo. Muchas personas en Bitania mueren de hambre y a los Abularach no les importa. Thiago siempre fue un niño débil, lo sé, no obstante ¿es mi culpa no alimentarlo bien? La Madre Luna sabe que lo intenté, pero no fue suficiente. En Bitania para los campesinos no hay suficiente. Porque mientras Thiago está enfermo por no tener agua limpia para beber, en el castillo gris están desperdiciando la comida ahora mismo. Es el cumpleaños de Sasha, mientras aquí morimos allá festejan.
Empieza a llover.
¡No!
¡NO!
¡La carreta no tiene techo!
—¡Voy a ir más aprisa! —me advierte el señor Tello.
La lluvia empezó a cuenta gotas pero va en aumento y el cielo se viene abajo. Trato de proteger a Thiago con mi cuerpo, pero él cada vez tiembla menos. No, Madre. No puedo estarlo perdiendo. Lo aprieto contra mi pecho en un intento de también abrigarlo con mis manos, sin embargo él sigue sin responder. La carreta se mece violenta debido a lo rápido que está obligando el señor Tello a correr a Regalo. No está esquivando las piedras o los charcos de lodo. Esto es un caos.
—Va-Vas a estar bien, Thiago —intento animarlo, pese a que mi voz tiembla a causa delmiedo y el frío. Tenemos que encontrar un médico lo antes posible.
Siento la respiración de Thiago en mi cuello quemándome, pero no sé cómo ayudarle.
Madre, ayúdame.
—Sé fuerte —le suplico—. Ya falta poco —miento. Ni siquiera hemos salido de el Callado.
Levanto la mirada buscando qué hacer y no veo más que la oscuridad de la noche. La lluvia sigue cayendo a mares y con ella mis lágrimas. Thiago está empapado, mantenerlo seco era lo único que podía hacer por él y no estamos ahogando. No puedo permitir que se moje más. Lo abrazo más fuerte y trato de protegerlo con mi propia existencia. ¡Anda, soporta esto un poco más!
Poco a poco dejo de sentir su respiración.
¡No!
¡No, Madre, él no!
Busco su cara y la sostengo entre mis manos. Sus labios están entre abiertos y sus ojos ya no intentan apretar sus pestañas. ¡No!
—¡Yo no valgo nada, tómame a mí! —le grito a la Luna—. ¡Thiago no, por favor, Madre!
Al llegar a la Gran isla guío al señor Tello hasta la casa de un médico.
—¡Señor Tello es aquí! —grito, para que se detenga. Él se apresura a tocar la puerta y explicar todo al médico—. ¡El niño está aquí! —grito, rogando al médico que nos atienda.
El médico sube a regañadientes a la carreta y revisa a Thiago. El señor Tello se quita su capa y la sostiene sobre nosotros en un intento de protegernos de la vehemencia de la lluvia.
—Lo siento —dice él médico, en pocos segundos—. El niño no respira.
No.
—¡No! —grito e intento arrebatarle a Thiago de las manos. ¡Él está dormido no muerto!—. ¡Tiene que ayudarlo!
El médico sujeta mi mano. Apenas puedo ver su rostro entre la oscuridad de la noche y el aguacero.
—Lo lamento —dice—, pero el pequeño está muerto.
Miro a Thiago. ¡No! ¡Anda, mírame y abrazame con tus bracitos pequeños!
¡NO!
Él se quita el sombrero como señal de duelo y me ofrece apoyo. Siento que me desvanezco y lágrimas que queman empiezan a brotar de mis ojos mientras trato de digerir la noticia con mi estomago aún vacío. No he comido y quizá Thiago tampoco lo hizo, porque nosotros no tenemos comida o agua para desperdiciar... y sé a quién culpar.
Entrego a Thiago al señor Tello y en dos zancadas bajo de la carreta, y sin dar explicaciones desato a Regalo. Sin la carreta llegaré más rápido.
Anudo una de las cobijas a modo de que me ayude a sostener mejor a Thiago y monto a Regalo sosteniéndonos a ambos.
—¿A dónde vas, Elena? —pregunta el señor Tello, horrorizado, y sin atisbar lo que estoy a punto de hacer.
—Deja al pequeño con nosotros —pide el médico, preocupado de verme totalmente fuera de mis cabales.
—No voy a regresar —le advierto al señor Tello buscando con la mirada el camino para llegar al Castillo gris y echo a andar mi suerte.
----------------
Oh, Dios mío. ¿Impresiones?
Faltan dos capítulos. Sólo les diré: Prepárense para lo que viene.
Y gracias por votar y comentar c:
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro