45. El taller del maestre Adnan
Temprano, cuando me disponía a ir a la biblioteca, Gavrel salió a mi encuentro y me pidió seguirle por los corredores. Y hoy estoy por segunda vez en su habitación.
Rudo ladra cuando me ve, pero Gavrel lo rodea y me anima a acariciarle la cabeza y orejas.
—Es más amigable de lo que parece —dice.
El perro termina lamiendo mi mano y mi cara. Es tierno.
La primera vez que estuve aquí todo estaba oscuro y sentía mucho miedo. Hoy también siento miedo, pero Gavrel sabe cómo distraerme al pedirme ver o tocar cuánto quiera.
Y es que su habitación es una exposición de arte. Hay óleos, cerámica, objetos mecánicos...
—Los hace Adnan, uno de los carpinteros de la corte—dice, mostrándome las figurillas situadas una al lado de la otra sobre una estantería. Todas se mueven mecánicamente. Les miro embelesada—. Aunque, a decir verdad, él no es un simple carpintero para nosotros, o al menos no lo es para mí —se corrige—. Adnan ama lo que hace y estar con él y su esposa me resulta... estimulante.
Estimulante. Me gusta esa palabra.
Gavrel tiene juguetes mecánicos de todo tipo: animales, personas, relojes... y la mayoría es del tamaño de la palma de una mano.
De aquí tomó el obsequio que me dio para Thiago.
—¿Usted ha hecho alguno? —quiero saber.
—Llámame Gavrel —me recuerda—. Y sí, vuestro príncipe puede vanagloriarse de ser hábil con las manos —añade, guiñándome un ojo.
Sonrío abochornada. Sí, me consta que es hábil con las manos.
—¿Quieres conocerlo? —me pregunta, un tanto tímido, como si estuviera intentando revelarme un secreto.
—¿Al Maestre Adnan?
—Sí.
¿Qué puedo perder?
—Me encantaría.
Al aceptar conocer a Adnan salimos de su habitación. Lo que me sorprende porque asumí que querría pasar más tiempo ahí, sin embargo hoy parece querer hacer algo diferente.
Me guía por el corredor hasta llegar a un óleo del rey Fabio. No entiendo por qué hasta que Gavrel abre este como si fuese una puerta. Un pasadizo secreto. Mentalmente lo anoto en mi lista de información para hacerle llegar a mi padre.
—Este es mi pasadizo favorito —dice, como si tratase de contarme una anécdota graciosa—. Lo descubrí un día que Sasha, Isobel y yo jugábamos a las escondidas. También hay uno en la cocina, otro en el Salón del trono y otro más en la biblioteca —revela.
¿El salón del trono?
¿La biblioteca?
—¿Dónde exactamente están, Alteza? —pregunto.
¿Me lo dirá?
—Te los mostraré otro día —asegura—. Pero este... —Entramos y caminamos por el angosto corredor del pasadizo hasta llegar a una trampilla— este me gusta más porque aquí —Señala la trampilla— debajo, hay escaleras.
—Lo mismo que el aljibe —recuerdo.
Gavrel asiente. —Sí, pero estás son en forma de caracol.
La trampilla abre tirando hacia arriba. Dentro, empezamos a bajar escaleras en espiral.
—Coloca tu mano sobre mi hombro y pisa con cuidado —me previene, guiando mis pasos.
Bajamos muchos escalones.
Frente al descansillo del último escalón, esta una puerta que Gavrel toca tres veces, aunque la empuja antes de que le abran.
Mis ojos se abren mucho al ver diversidad de colores.
—¡Adnan, es Gavrel! —canta feliz una mujer anciana que corre hacia nosotros.
—De nada me sirve que esté aquí si no se va a quedar —exclama la voz dolida de un anciano.
—¡Oye, trajo a Farrah! —avisa ella, abrazándome.
¿Farrah?
—¿Quién? —pregunta él anciano, escondido en algún sitio porque todavía no le veo.
—Gavrel. Él la trajo —responde ella.
—¡No, qué a quién dices que trajo!
¿Quiénes son estás personas?
—A Farrah, sordo.
Gavrel ríe.
—Lina, ella es Elena —dice, presentándonos. Al parecer no le molesta que crean que soy Farrah—. Elena, ella es Lina, la esposa del Maestre Adnan.
Lina me dirige una mirada maternal.
—¿De quién están hablando? —pregunta confundido el anciano, que creo es Adnan.
—¡Que ella no es Farrah, su nombre es Elena! —le hace saber Lina, sin dejar de mirarme.
—¿Quién?
El señor si está un poco sordo.
—Oh, lo lamento —se disculpa Lina conmigo—. Aunque, ahora que recuerdo, escuché que Farrah es pelirroja —añade, dirigiéndose a Gavrel, que, como siempre, ignora cualquier cosa que tenga que ver con Farrah.
—¡Oh, mi espalda! —se queja el anciano saliendo por fin de su escondite debajo de la mesa, pero se endereza en seguida.
—Elena, él es el viejo Adnan —me dice Gavrel.
—Viejos los cerros y todavía reverdecen —se queja el otro.
—Adnan —Gavrel le sonríe—, te presento a Elena Novak.
—¿Y quién es Elena Novak? —pregunta él, mirándome confuso—. Bueno, no importa. Bienvenida a mi taller, Elena Novak.
Adnan tendrá por lo menos ochenta años, porque luce muuuuy anciano. Viste una túnica verde esmeralda y un sombrero roto que le deja entrever un poco su calva.
Lo más destacable del taller es una mesa enorme en el centro, no grande, enorme. El resto de lugar son filas de estanterías llenas de todo tipo de artilugios de diferentes tamaños que, al igual que los que vi en la habitación de Gavrel, se mueven mecánicamente en movimientos simples pero repetitivos. Thiago lloraría de la alegría al ver este lugar.
En la mesa del maestre también hay bosquejos de artilugios que, imagino, tiene planificado crear.
Es un inventor.
Recorro con mis ojos y manos cada una de las estanterías viendo de cerca cada uno de los objetos. Al mismo tiempo escucho las voces de Gavrel, Adnan y Lina como un zumbido en mi oído. Ellos están entretenidos con alguna otra cosa.
—¿Una copa? —escucho que alza la voz Gavrel.
Me vuelvo para ver de qué habla y le veo señalar una enorme copa de vidrio, pero no cualquier copa, dentro cabría perfectamente una persona. ¿Qué rayos?
—Sasha pidió diez para la decoración de su fiesta de cumpleaños —explica Lina—. Ya las tenemos todas, pero dejamos está aquí para exhibición.
Gavrel parpadea un par de veces, luciendo incómodo . —No voy a preguntar para qué las quiere.
—Nosotros tampoco lo hicimos —ríe Lina.
De regreso en la mesa, encuentro más artilugios sobre esta. Sin embargo, uno en especial llama mi atención. Un colibrí. Un colibrí tan pequeño que cabe perfectamente en mi mano. No puede ser. Miro de reojo a Gavrel, que me lanza una mirada significativa, consiguiendo así que me sonroje.
—Puedes llevártelo si quieres —me anima.
No voy a ir por ese lado...
—Preferiría llevarme otra cosa —digo, sincera.
Él parece ligeramente decepcionado. —Está bien, escoge algo más de las estanterías —dice.
Me hace sentir culpable, pero lo miro agradecida y, sin esperar más, regreso a una de las estanterías a buscar lo que quiero.
—¿Qué escogiste? —me pregunta Lina cuando estoy de regreso en la mesa.
—Este caballito —sonrío, mostrándoselo.
—En serio me has sorprendido —dice Adnan, mirando curioso al caballito.
—Es para mi hermano —aclaro.
—Thiago —dice Gavrel, ocupado con una tarea que le asignó Adnan.
Me hace sonreír que Gavrel recuerde el nombre de mi hermanito. Lina lo nota y mira curiosa de él a mí, consiguiendo que me ruborice otra vez.
—¡Pero tus ojos brillaron al ver el colibrí! —se queja Adnan, dolido.
Gavrel suspira. —Si le vuelvo a pedir que escoja algún otro objeto, buscará algo más para su hermano —explica a Adnan y a Lina—. Así que, Elena —Me mira solemne, como si intentara darme una orden—, también coge el colibrí para ti.
Me lo quedo encantada.
Lina y Adnan me dan la tarea de zurcir la ropa del violinista al que Gavrel le está pintando el rostro. Esto es como un taller de juguetes. A Adnan le sienta bien que ayudemos porque no para de hablar y con ánimo me cuenta que los príncipes le visitan desde muy niños, aunque a Sasha le ha echado por distraerse y romper algún objeto.
—Toda la familia de Adnan tiene alguna tarea en el taller —añade Gavrel—. Su nieta, por ejemplo, ayuda a Lila con el vestuario y demás cosas que utilizan los Filius en Reginam —explica, lo que me entristece un poco.
La desilusión me invade al saber que muchas de estas cosas se usan en los espectáculos que se montan en la Rota.
Pasamos el día en el taller del Maestre Adnan ayudando. Gavrel me explica que este es uno de los lugares que visita cuando nadie puede encontrarlo. En todo momento él se esfuerza en querer que yo le conozca más.
¿Por qué?
Al caer la noche nos despedimos de Lina y Adnan y subimos de vuelta las escaleras con forma de espiral. No obstante, al llegar al corredor principal de los aposentos de la familia real, nos asustamos al ver la silueta de Eleanor en la pared frente nosotros.
—¡Soy la reina y señora de este castillo! —canturrea una voz que... Un momento, no es la de Eleanor. ¿Qué rayos? Gavrel tiene la misma cara de confusión que tengo yo—. Apresúrate, leoncillo, que estoy por darte tu merecido.
Cuando la extraña silueta termina de doblar la esquina del corredor y la sombra se materializa en una persona, nuestro asombro es mayor.
Sasha palidece un poco al vernos. Madre pura, está disfrazado de los pies a la cabeza... de Eleanor. Incluso está maquillado.
Detrás de él tropieza Gio, que está vestido con un felpudo con forma de león. Pero, ¿qué rayos se la pasan haciendo estos dos?
Sasha mira de Gavrel a mí dos veces, sintiéndose incómodo, y después señala a Gavrel.
—No me juzgues y no te juzgaré —le advierte con dedo acusador y, a continuación, aunque intenta caminar lo más digno posible, Gio le pellizca una nalga y lo hace reír, haciendo que siga su camino dando saltitos pequeños.
Los vemos entrar a la habitación de Sasha y escuchamos un rugido y risitas antes de que cierren la puerta tras ellos.
Estoy boquiabierta.
—Creo que... —Gavrel traga un poco de saliva—. Creo que necesito una copa —dice, un tanto perturbado, y continuamos nuestro hacia la biblioteca.
Yo también necesito una copa.
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Jajajaja xD ¡A que no se esperaban eso último! Es uno de mis momentos favoritos.
Sin embargo, ¿Qué creen que opine Eleanor? :O
Pronto lo sabremos.
Todo está muy tranquilo, ¿no? *arquea una ceja* Estamos a un paso de más drama.
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