Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

40. La merienda

Gio y yo fuimos citados a las tres de la tarde en el Salón del té. El conde de Vavan está de visita y la condesa solicitó una exposición de las mejores telas con las que Gio trabaja, porque quiere que entre todos escojan la decoración del Salón de banquetes para el día de la boda. Nadie menos que yo quiere estar ahí, pero estoy obligada a hacerlo.

Gavrel no ha vuelto a la biblioteca o a mi habitación desde que Farrah "sabe". ¿O será que no ha vuelto porque la cuestión de los soldados capturados lo tiene ocupado? No sé cómo sentirme respecto a eso. Tendré que abortar la misión de sacarle información sobre los interrogatorios. Es lo mejor, tengo miedo de encontrarme con Farrah desde que tomó una actitud más condescendiente con su situación.

Poco antes de las tres de la tarde una sirvienta viene por mí. Ella me guía por los corredores. 

—¿El Salón del té está aquí? —pregunto, con desconfianza.

Yo sabía que el Salón del té está en otra dirección, pero la sirvienta y yo estamos caminado por el corredor de los aposentos de la familia real.

—No vamos al salón del té —titubea ella, preocupada. Y me preocupa también.

—¿A dónde vamos?

—Sólo sígame, señorita.

Esto no luce bien. 

Pasamos frente a la habitación de Isobel y nos detenemos una puerta antes de la habitación de Gavrel. ¿Quién duerme aquí? Cuando la sirvienta abre la puerta escucho una risa que de inmediato reconozco. Sasha. Pero no está solo, el rey Jorge y la Rata están con él. No, otra vez no. Miro Sasha el al rey Jorge, sintiendo miedo.

La sonrisa de Sasha desaparece cuando me ve. —Olvídalo. Déjala ir —dice. 

Él, la rata y el rey Jorge estaban jugando póquer.

Yo intento volverme para huir, pero la Rata se apresura a bloquearme el paso. Intento gritar, pero no sale nada de mi boca. Estoy entrando en pánico.

—¡Déjala ir, dije! —insiste Sasha, mirando molesto a la Rata.

—Nada de eso, voy a terminar lo que empecé —espeta Jorge, poniéndose de pie.

—No —susurro, temblando. La Rata me dedica una sonrisa malévola.

Estoy perdida.

O eso creo hasta que Sasha levanta sus brazos como si se rindiera. —Bien, quédatela —dice a Jorge—, y juega con ella, pero asume tú solo las consecuencias. Yo. Me. Voy —Y aunque camina hacia la puerta, se vuelve cuando el rey Jorge exige una explicación—. Oh, yo no puedo decírtelo y créeme, tú no quieres saberlo.

Jorge se cruza de brazos. —No te creo nada.

Sasha le dedica una mirada angelical. —¿Cuándo te he mentido, papi? —Jorge arquea una ceja y Sasha pone los ojos en blanco—. Bien. No importa. Sabes que tendrás que creerme. Zandro, suelta a la chica.

Zandro duda y se vuelve al rey. —¿Señor?

—No la sueltes hasta que este idiota diga por qué —sentencia Jorge.

Le dedico una mirada de urgencia a Sasha. Ayúdame. Sin embargo, él está observando con un aire coqueto sus uñas. 

—Bien. Hablaré —dice—. Se está acostando con Gavrel, ¿de acuerdo? Él ya le quiso cortar la polla a Baron por intentar visitarla. Así que si tú amas tu polla... —Zandro no lo piensa más y me suelta al escuchar la mención de Gavrel—. ¿Ves, padre?—ríe Sasha—. Zandro si sabe con quién se mete.

Escéptico, el rey Jorge hace su camino hasta mi. Y aunque me observa con la misma lujuria de siempre, no me toca. 

—Entonces, esta es la carnada —dice.

¿Carnada?  

—Sí. Gavrel cayó en la trampa.

La compresión ilumina los ojos de Jorge. —Ese pendejo la quería para él.

—Sí, papi.

Jorge se muestra molesto. —Pero yo no le tengo miedo —masculla, intentando tocarme.

¡No!

—¿Ah no? —Sasha se apresura a rodearme a manera de quedar en el campo de visión de Jorge. Tiemblo al sentir tan cerca a ambos—. Anda, fóllala entonces.

¿Qué?

Sasha se cruza de brazos mientras Jorge medita la propuesta. ¡No, maldición!

Jorge da un paso hacia adelante y yo, en respuesta, doy uno hacia atrás. En cualquier caso, cuando está a punto de atacar, cede.

—Está bien —levanta los brazos hacia arriba, rindiéndose—. La dejaré ir, pero sólo porque no estoy de humor para pelear con Gavrel.

—Sí, padre, lo que tu digas —se burla el otro.

El rey le dedica una mirada asesina a Sasha, regresa a la mesa de póquer y coge de esta una botella para servirse un poco de vino. Yo aún contengo mi respiración. 

—Así que... —Hace una mueca— siempre si le funciona la polla a tu hermano.

—No sé. Preguntemos —Sasha me mira burlón—. ¿Elena?

Bajo la mirada sintiendo vergüenza. 

Sasha se echa a reír y ordena a Zandro abrir la puerta. Huyo... Atravieso el corredor lo más rápido que puedo, bajo muchas escaleras y me escondo en mi habitación.

¡Lo iba a hacer!  Jorge iba a intentar abusar de mí. 

Me acomodo en mi cama e intento no llorar. ¿Debería contarle a Isobel? ¿A Gio? ¿A Gavrel?

Pero al final no lo hizo. Sasha me salvó. Lo que me hace pensar que quizá no sea tan malo... o es sólo que también le tiene miedo a Gavrel.

Elena, te están esperando —tocan a mi puerta. Es Helen. Debo ir al Salón del té.

...

La entrada al Salón del té está escondida -aunque esto no es un secreto- detrás de una cortina del Salón de banquetes. Un salón dentro de otro. ¿Por qué un castillo necesita tantos salones? Aunque este, en especial, tiene una exhibición de piezas de cerámica.

Hay una mesa colocada en un balcón con vista a la plaza de la reina. Todos, a excepción de Farrah, están sentados y listos para tomar la merienda. Incluso el obispo está aquí. 

Sasha codea a Gavrel, que me dirige una mirada que no comprendo, pero lo evado. No me voy a hacer la lista con él frente a su madre y el cerdo de su padre.

La silla del conde de Vavan fue colocada junto a la de su esposa. Yo me coloco detrás de ella para esperar a que llegue Gio y empezar.  

Helen, que entró conmigo, se apresura a ayudar a otras dos sirvientas a servir unos biscochos. Marta no las acompaña. ¿Dónde está Marta?

—¿Dónde está Farrah? —pregunta Eleanor, interrumpiendo mis pensamientos y captando la atención de todos. Su pregunta es una advertencia.

—Se siente indispuesta —la disculpa la condesa.

¿Por mi culpa?  

La reina suelta una risa seca. —¿Otra vez?

La actitud de Eleanor hacia la condesa es endeble, como si le aburriese tocar el mismo tema.

—Eleanor, querida, la salud de Farrah no tolera los cambios de clima —dice la condesa, con una sonrisa burda y busca con la mirada a su marido para que le secunde, sin embargo él está demasiado ocupado con un pastelillo—. Quizá si Gavrel la fuese a visitar...

Deja al aire sus palabras para que Gavrel diga algo, pero él la ignora deliberadamente.

 A Eleanor no parece molestarle la actitud de Gavrel.

—¿A usted no le sienta mal el cambio de clima, conde?—pregunta Isobel al viejo para restar tensión al ambiente.

Él tiene la boca llena, por lo que se limita a negar con la cabeza sin apartar la vista de su pastelillo. Esto parece avergonzar a la condesa.

Cambio el peso de mi cuerpo de un pie al otro cuando Eleanor nota mi presencia y dirige una mirada significativa a la condesa. Quiere una explicación.

La condesa de Vavan se espabila. —Le pedí a Eli acompañarnos para mostrarles las telas que eligió Farrah para el forillo del Salón de banquetes —Nadie luce tan emocionado como ella. ¿Dónde está Gio? ¿No iba a venir?—. Ya saben, para el día de la boda —aclara, mimosa, como si eso animara a los demás... 

Pero no. Cosa que Sasha deja en claro al bostezar.

La condesa me entrega el muestrario de telas y expongo cada una con la mesura que Gio me enseñó. La atención está vuelta a mí. Gavrel, en particular, me mira con una sonrisa hábil. Sasha, que está sentado junto a él, lo vuelve a codear. Me incomodan y les doy el placer de disimularlo pésimamente.

Vuelvo mi atención a Isobel, ella también está mirándome, pero con la gentileza de siempre.

—Odra, querida, —dice Eleanor, interrumpiéndome. La impaciencia está implícita en sus palabras—, lo que tú elijas estará bien para nosotros.

—Lo sé, pero Farrah quiere que todos —La condesa mira explícitamente a Gavrel—participen en los preparativos de la boda.

—Yo puedo escoger qué vino serviremos y cómo lo serviremos —propone Sasha—...si todos están de acuerdo 

Eleanor es tajante. —No.

Isobel es la única realmente interesada en las telas, y como las está viendo una por una, aún no puedo retirarme. Los demás continúan con la merienda.

—Querido, los anfitriones son generosos —dice la condesa de Vavan al conde—. Me la he pasado de maravilla entre tanta excentricidad —ríe tontamente. De inmediato busco la mirada de Eleanor, que, como advertí, coge el comentario de la condesa como un insulto. Pero no dice nada, todavía—. Si bien, los espectáculos que ofrece Bitania son un tanto dramáticos, también te acostumbrarás.

Dramáticos.

Al instante, Jorge mira a su mujer e Isobel y el obispo se tensan. Gavrel se remueve en su asiento y la boca de Sasha se abre en una perfecta O. Eleanor Abularach no está contenta. Nadie. Nadie. Nadie. Nadie, absolutamente nadie, puede poner en entredicho sus métodos de castigo.

El obispo palidece cuando Eleanor mira tentativamente de la condesa a las leonas que la custodian. La condesa, por otro lado, está tan distraída explicando al conde qué es Reginam, que no advierte que su enorme culo peligra.

—¿Dramáticos? —repite Eleanor en voz baja. Se siente insultada. 

Acto seguido, Sasha, con una mirada pícara, empieza tararear We will, we will rock you como lo hace el público de la Rota cuando quiere que el espectáculo comience. Gavrel e Isobel sonríen a manera de "aclarar" que su hermano sólo bromea. Pero eso no tranquiliza al obispo.

—Disculpe a mi madre, señor obispo, está de mal humor —disculpa Gavrel a la reina, aunque intentando que sólo el obispo lo escuche.

Pero no sólo él escuchó...

—De hecho, está de mal humor desde hace cuarenta y dos años —añade Sasha.

Eleanor le mira altanera. —En realidad estoy de mal humor desde hace veinte. ¿Esa edad tienes, no amor? —declara.

—Ouch —se queja Sasha, pero está sonriendo.

—Es tu hijo, Eleanor —interviene la condesa, en plan de madre abnegada, mirando de Eleanor a Sasha.

—Por eso lo digo.

La condesa coge su taza de té y bebe un sorbo. —Oh. Pues para mí Farrah es una bendición

—Para alguien tiene que serlo —espeta Eleanor, pero no ha terminado—: Por cierto, estaba pensando que los viñedos de Bitania son meritorios de tu encanto —dice encanto de manera burda—. No te atrevas a pasar un día más sin visitarlos. Estoy segura de que Sasha estará encantado de llevarles a ti, al conde y a Farrah —Observo a Sasha. Si está sorprendido por lo que propone Eleanor, no lo demuestra—. Los viñedos están incluso más lejos que el Callado, pueden ocupar nuestra casa de campo allí, no sé... ¿una semana? Piénsalo, le sentaría bien a la inestable salud de Farrah.

La condesa hace una mueca de duda. —¿También nos acompañará Gavrel? —pregunta, mirando con devoción al otro.

—Lo lamento, mi señora —dice él—, mis obligaciones me lo impiden. Pero le aseguro que la compañía de Sasha es más entretenida que la mía.

—Ya lo creo —añade Eleanor y busca la mirada de Sasha para retarse mutuamente.

Interpreto la expresión de triunfo que tiene Sasha en el rostro como una advertencia a su madre. Eleanor no se inmuta.

La condesa parece desganada y feliz al mismo tiempo. —Lo único que me preocupa es que no podré atender personalmente los preparativos de la boda.

—Aquí está Isobel —dice Eleanor, fingiendo entusiasmo. No cabe duda de que quiere lejos a la condesa. 

—Yo también estaré pendiente —dice Gavrel y me da una mirada fugaz que no deja entrever nada—. Escogeré personalmente con Elena las telas para el Salón de banquetes.

Madre pura.

La condesa está que aplaude. —No se diga más. ¿Cuándo nos vamos, Sasha?

—Hoy mismo, señora —dice el otro, poniéndose de pie—. Que la diversión empiece cuanto antes. ¿A que sí, Eleanor?

—Un movimiento en falso y te juro que esta vez si te corto la polla —decreta la reina.

El conde y el obispo se atragantan.

—¿Qué dices, Eleanor? —pregunta la condesa, asustada. Esta mujer es lenta. 

—Nada, querida. Le decía a Sasha que deseo de todo corazón que se diviertan.

...

Jamás podré borrar de mi mente la risible imagen de Gio entrando dando saltitos a la biblioteca, sosteniendo un perro caniche en cada mano. 

—¡Elena, la vida es tan maravillosa! —gira sobre sus pies, alzando con coquetería a los caniches—¡El aire allá afuera está tan fresco y tu aquí encerrada y amargada!

—¿Tengo que recordarte que es por tu culpa? —gruño.

No obstante, Gio sonríe de oreja a oreja. Está feliz,  puedo notarlo fácilmente, pero no comprendo a qué se debe. El otro día lo dejé en cama, llorando como un bebé y deseando estar muerto. ¿Qué infiernos?

—¿Me perdí de algo? —pregunto, curiosa.

—Elena —suelta, emocionado por la felicidad y casi al borde de las lágrimas—. Sucedió un milagro. ¿Te acuerdas que el otro día Sasha me escuchó decir que mi culo es suyo y que pude hacer lo que quiera con él?

Cómo olvidarlo. Hago a un lado el vestido de novia y doy toda mi atención a Gio. 

—Sí recuerdo.

—Llegó al Burdel de las telas —confiesa con actitud cómplice y celebro con él, aunque aún no comprendo qué sucede—. Casi me desmayó, pero él me tomó entre sus brazos y me besó.

Abro mucho mi boca. —¿En serio?

—Déjame adornar un poco la historia, ¿quieres?

Me suelto a reír. —Bien. Cuéntame.

—Me miró a los ojos y me dijo: Gio, amado mío, repite otra vez lo que dijiste en el castillo... 

—Eso rimó —digo, acomodándome mejor.  

—Lo sé, lo sé... —Gio está saltando—.  Y yo le dije: Por supuesto, Alteza, es para mí un honor... Y lo dije otra vez: Alteza, dije que mi culo es suyo y que usted puede hacer lo que quiera con él.

—WOW.  

—¡Ay, Elena...!

Gio está volando sobre una nube y baila una canción que solo él escucha mientras los caniches le lamen el rostro. ¡Puaj!

—¿Y qué pasó después? —pregunto, curiosa.

Mi amigo se sienta a mi lado. —Dijo que aceptaba el reto —sonríe, destacando sus hoyuelos— y me preguntó dónde estaba mi habitación.

Llevo mis manos hasta mi boca. —¡GIORDANO!

—¿Sabes dónde puedo conseguir tapones para los oídos, Elena? —ríe—Olya y Nastia no han vuelto a ser las mismas desde hace dos días. Nos hubieras visto —me codea—. ¡Wow! Él vestido de Caballero y yo de damisela.

—Madre en el cielo, ¡¿dramatizan?!

Estoy que me caigo de mi asiento.

—Con voces y todo —suspira Gio, mirando con somnolencia el techo. Está emocionado—. Es tan mágico.

—Gio... —busco las palabras apropiadas y coloco mi mano sobre la suya—, ¿qué te puedo decir? Me siento feliz por ti.

—Te presento al Conde de Abastoa —dice y me deja acariciar a los perros—. ¿Ya lo conocías?

—El otro día tuve el placer —mascullo, recordando.

—Y él es Eleodoro, rey del Inodoro. ¿No es Sasha original?

—Y sutil, sí... Pero supongo que te hace feliz.

—¡Más que nadie, Elena! —confirma y coge mi brazo para hablarme al oído—.   Me entregó a los bebés porque fue a su habitación a preparar una maleta.

—No me digas que...

Oh, Madre Luna.

—¡Nos vamos de luna de miel a un viñedo!


-------------

Repito que amo este capítulo jajajajaja ¿A ustedes qué les pareció? Entre más comenten me animan a publicar más.

También gracias por sus votos ♥

Me despido preguntando qué creen que pasará ahora :)

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro