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38. Protejan a la reina de los traidores

La manivela de la puerta gira tan rápido que apenas consigo no caerme del taburete por tan infortunito sorpresa.

En un parpadeo tengo a Marta de pie frente a mí y está llorando.

—¡La Guardia real capturó a Dekan y a Mael, Elena! —gime y corre hacia la ventana—. ¡Los capturó!

La noticia tiene el efecto deseado en mí. También corro hasta la ventana para ver qué pasa y, preocupada, indago la plaza de la reina buscando caras conocidas entre los que se están reuniendo frente al graderío del castillo gris. Cuatro hombres, vestidos como soldados, están de rodillas entre la multitud y al menos cincuenta soldados les custodian. Entre ellos está Baron.

—¿Quién es Dekan? —pregunto, prudente.

Marta aparta lágrimas de sus ojos. —Él más bajito, de cabello marrón y nariz aguileña.

Intento diferenciarlo de los otros.

—¿Tú conoces a alguno? —solloza.

—No, pero en el pasado Reginam murió un amigo mio —digo, para que sepa que en parte comprendo cómo se siente. ¿Cómo se siente Marta?En realidad no lo sé ¿Cómo se sentirá ver al amor de tu vida estar a punto de ser sentenciado a morir?—. Lo siento —digo.

—¡Ay, Elena! —Ella me abraza. Toda ella es un embrollo de mocos y lágrimas.

Esclavos y soldados instalan una tarima sobre la que colocan estandartes de la familia real. Observo la puerta principal del castillo. En cualquier momento saldrá Eleanor a dictar sentencia.

Desde el balcón de la biblioteca puedo ver la cara de cada uno de los prisioneros. Son traidores, sí, pero allí, de rodillas, intentan conservar un poco de dignidad e ignoran las burlas de la multitud y de los soldados. Todos permanecen serios y orgullosos, sobre todo Dekan, sin embargo, uno está riendo. ¿Por qué está riendo? Este soldado tiene una maraña de cabellos rubios y rizados que se le vienen a la cara cuando sacude su cabello. ¿Enloqueció?

—¿Quién es el que ríe? —pregunto.

—Alan —explica Marta con pesadumbre—. Él es así. Querrá demostrar a todos que no es un cobarde.

—Pero hay maneras.

—Tienes que conocerlo para entenderlo —Ella deja caer sus hombros—. ¿Cómo ves a Dekan?

—Es valiente.

—Lo sé...

Vemos a Malule subir dignamente a la tarima y a continuación coger un micrófono.

—Permanecer de pie y quitarse el sombrero para recibir a su Majestad, la reina de Bitania y señora de la gran Mancomunidad, Eleanor Abularach; y a su hijo, el pequeño sol y príncipe heredero al trono de Bitania, Gavrel Abularach.

Un soldado de la Guardia hace sonar una trompeta y Eleanor y Gavrel son recibidos con ceremonial. No puedo evitar entornar un poco los ojos.

Gavrel viste su uniforme completo de la Guardia y a Eleanor la acompañan sus bestiales mascotas. Ambos lucen imponentes.

El público hace una reverencia y calla mientras ve a Eleanor acercarse al micrófono:

—Mi pueblo amado, me duele ver que los prisioneros son soldados que un día juraron lealtad a la familia real —dice Eleanor, teatralmente decepcionada—. Los cuatro son hombres jóvenes, lo que hace pensar que su rebeldia es motivada por la ambición y no por un ideal —Alan intenta cuestionar a Eleanor, pero de inmediato es callado por un soldado de la Guardia—. No voy a tolerar la insurrección. No voy a tolerar que insitadores pongan en riesgo la soberanía de Bitania —El público noble en la plaza aplaude a la reina. No obstante, la mayoría son campesinos y sólo se limitan a escuchar—. Por eso ordeno que estos soldados reciban un castigo ejemplar ahora mismo los cuatro sean expulsados de la Guardia.

Aplausos.

Gavrel hace su camino hacia donde están los soldados y uno por uno les arranca las insignias del uniforme. Sin embargo, cuando está frente a Alan este le escupe el rostro.
Un jadeo general se escucha.

Honorato se aproxima a Alan dispuesto a golpearle por lo que acaba de hacer a Gavrel, pero Gavrel lo detiene. En lugar de eso, dice algo a Alan, pero desde aquí no puedo escuchar qué. Alan ríe e intercambia algunas palabras con Gavrel.

—Alan detesta al príncipe Gavrel —dice Marta—. Uno de los motivos es la eterna competencia entre ambos. Recién le ganó el primer lugar en una exhibición de caballos.

Claro, la exhibición. No pude poner atención a Alan por tratar de recuperar a Regalo y porque se fue rápido.

Sólo basta que alguien empiece para que el resto le siga, porque a continuación la multitud empieza a dar aplausos. Pero no cualquier aplauso. Dos palmadas pequeñas seguida de una clara y contundente. We will Rock You. Es la sentencia a muerte.

Observo el rostro de Eleanor. Sus ojos brillan e intenta suprimir una sonrisa mientras su pueblo pide "justicia".

La gran mayoría canta en coro:

¡We will, we will ROCK YOU!

¡We will, we will ROCK YOU!

Marta se echa a llorar más fuerte. Yo cojo su mano.

—Por último —dice Eleanor, levantando su mano para hacer callar a todos—: A petición de mi pueblo, estos ex soldados de la Guardia... serán enviados a la Rota para el siguiente Reginam.

Marta se desmaya a mis pies.

—¡Marta! ¡MARTA! —intento reanimarla.

Escucho que la multitud celebra eufórica y siguen aplaudiendo y zapateando We will Rock you. Eleanor no los decepciona, extiende su brazo hacia ellos con su mano empuñada para después apuntar hacia abajo su dedo meñique. Eso es todo, el público la aclama entusiasta. La sentencia fue dictada: Dekan, Alan, Claudio y Mael morirán entre las fauces y garras de las fieras salvajes durante el siguiente Reginam.
Gavrel no dice nada, está allí sólo para respaldar a su madre. Eso me enfurece.

—¡Protejan a la reina de los traidores! —grita eufórico Malule en el micrófono, como el maldito zorro que es y ordena que los soldados sean llevados a las mazmorras del castillo.

...

Cuando Marta despertó le pedí acompañarme a mi habitación. No quiero que nadie note en qué estado se encuentra.

—Marta... —digo, dando palmadas a su espalda. Ella está recostada sobre mi cama.

—Es tan injusto.

—¿Qué es injusto, Marta?

—Lo siento... Esto me pone mal. Tan mal —solloza—. No te lo había dicho antes porque...

—No tengas miedo de hablar mal de la reina conmigo —declaro, arriesgándome a que se de cuenta que soy Serpiente.

Marta se incorpora y me abraza. Hemos compartido tanto que siento que debo ser honesta con ella.
—Marta... —cojo un poco de aire— soy miembro del partido rebelde —Ella se tensa al escucharme—. Soy Serpiente.

—¡Elena, no, tú no! —llora—. Ya he perdido a Dekan.

Me duele que no tenga esperanza. —Pero yo estoy aquí, contigo.

Ella suspira e intenta sentarse recta. —Los rebeldes están ganando terreno. Todos en el castillo lo dicen —Bien por nosotros—. Tengo miedo de perder a más gente que quiero.

—¿Dekan era Serpiente, Marta?

—No, los rebeldes no suelen admitir soldados de la Guardia real.

Es cierto, no confiamos en ellos. Ni siquiera para ser espías.

Lo que quiero preguntar es una estupidez, pero necesito que Marta me lo diga.

—Marta, ¿tú apoyas a las Serpientes?

—No lo sé —Ella mira sus manos—. Apoyo a Dekan.

Me acerco un poco más a ella. —Marta, vivimos en injusticia. En el Callado hay niños enfermos y gente que no tiene ni para comer.

—Lo sé, pero...

—¿Pero?

—Elena, la princesa Isobel es buena, ¿por qué querría que le hicieran daño?

Cierro los ojos.

Eso es lo que necesitaba saber para convencerme de que Marta no es tan mala persona como lo soy yo. Ella tiene escrúpulos, tiene consciencia...
No puedo pedirle que me ayude a traicionar a los Abularach. Les es leal a su manera, a pesar de que para ellos es sólo una sirvienta y a pesar de que la reina acabase de sentenciar a muerte a Dekan.

—No digas nada sobre quién soy... Por favor —pido.

—Jamás lo haría...

Después de decir eso ella llora sobre mi regazo hasta quedarse dormida.

Es tarde y no puedo dormir. Pienso en Marta, en Dekan, en de Malule y también pienso en Gavrel. ¿Cómo fue qué termine aquí, en esta situación, por robar hilos y agujas?

Gavrel no fue a verme a la biblioteca hoy. Marta dijo que, si así lo quiero, incluso puedo salir del castillo y nadie notaría mi ausencia, porqué los días como hoy, que capturan traidores, todos están tensos y pendientes de lo que estos dirán durante su interrogatorio. Pero no pude irme o puedo siquiera estar tranquila. Sé que a esos hombres les están torturando en este momento y eso me perturba. Posiblemente es Gavrel quien los está torturando. Pienso en el soldado de cabellera rubia rizada, el que se rió de Eleanor en su propia cara e escupió a Gavrel, se llama Alan. Me pregunto si Gavrel, Baron o Malule están golpeándole para que les dé información de los rebeldes. Me pregunto si hablará.

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Un capítulo interesante, ¿no? 😵

Y seguimos sin saber de Hedda.

¿Qué creen que pase ahora? 😥

Por último les agradezco unirse a mi grupo de Facebook: Tatiana M. Alonzo - Libros


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