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37. Sasha por fin descubre a Gio y de paso me lleva al infierno con él

No he podido averiguar más sobre los soldados capturados, la H no mencionó si apoyan al Partido Rebelde o si trabajan solos. ¿Esos soldados están con nosotros? ¿Dirán algo sobre las Serpientes durante los interrogatorios? Esto se suma a todo lo que le tengo que preguntar a Garay.

Por otro lado, Farrah solicitó mi presencia en la Sala de los laureles. No puedo dejar de pensar en si me llamará para reclamarme que me esté acostando con su prometido. Es imposible que lo sepa, ¿no? ¿Es imposible? Tiene que ser por el vestido, me digo. Pero, ¿por qué en la Sala de los laureles y no en la biblioteca? Allá está el vestido.

La Sala de los laureles está un piso abajo de los aposentos de la familia real. Sé que Eleanor la utiliza para recibir amistades, lo que me confunde todavía más. ¿Qué quiere Farrah?

La entrada es una puerta doble corrediza. No obstante, quizá me esté preocupando porque adentro escucho risas. ¿Qué rayos? Cojo un poco de aire y entro.

 Gio está con Farrah... y los dos están riendo. Es extraño porque sé que no se soportan.

—¡Ahí estás! —me saluda Gio, alegre—. Farrah pensó que te perderías buscando esta sala, pero yo juré que te las arreglarías.

—En realidad casi termino en la habitación de Eleanor —gruño, reclamando de forma irónica que no me enviara ayuda.

Oh, Madre Luna. Acabo de tutear a la reina frente a Farrah. En cualquier caso, a ella no parece importarle. Tanto ella como Gio se echan a reír.

—Es graciosa —dice, mirándome con ternura.

—Te lo dije —señala Gio, con actitud cómplice—. Ve a platicar con ella cuando quieras. Narra increíbles anécdotas sobre sus viajes fuera de Bitania y romances con otros plebeyos.

¿Qué?

Farrah se estremece ridículamente. —Awww. Ojalá yo pudiera hablar de otros amores —cuchichea—. No he tenido otro novio además de Gavrel. Mi madre siempre fue sumamente protectora.

¿Fue?

—No te creo —chilla Gio, con sarcasmo implícito.

Farrah ríe y se vuelve hacia mí. —Ahora que está aquí mi padre lo tendré más fácil. Quizá vaya a verte, Elena.

Siento un nudo en el estómago. ¿Y si nos encuentra a Gavrel y a mí...

—¿El conde está aquí? —pregunta Gio, haciéndome una seña para que tome asiento.

—Vino anoche —comenta Farrah—. Pero claro, los Abularach no lo recibieron con el protocolo que corresponde.

—Una cena en su honor por lo menos —A Gio también le gusta echarle leña al fuego—. O mejor aún, una fiesta.

—Mi madre lo propuso, pero ya saben cómo es la reina —Farrah nos dirige una mirada significativa—. ¿Hay alguna sirvienta afuera, Elena? —pregunta y asiento—. Iré a pedirle que traiga té y galletas.

Cuando Farrah pasa junto a mí la miro con extrañeza.

—¿Qué le pasó? —pregunto a Gio cuando está afuera.

—Ni idea —Gio baja mucho su tono de voz—. Creo que le hace bien que esté cerca su padre porque incluso fue al Burdel de las telas a hacer las pases conmigo.

Eso explica muchas cosas. —No te creo.

—Sí —Gio mira la puerta—. Ahora mírala, se comporta como la dueña y señora del castillo —crítica.

—Lo es, ¿no?

Gio resopla. —Todavía no, querida. Todavía no. Por eso será mejor que no la mire o escuche la reina.

Codeo a Gio. —Así que ya es tú amiga.

No sé porque eso me molesta.

—Es la próxima reina consorte de Bitania —explica él, apoyándome sus manos sobre su regazo—. Tengo que tener buena relación con ella. Además, no es tan insoportable cuando está lejos de su madre.

Cierto.

En qué lío me has metido, Gio. "Ve a platicar con ella cuando quieras, Farrah". Quiero golpearlo, pero no sabría por qué lo hago. —¿Cuánto tiempo más debo estar aquí? —pregunto.

—¿Un año?

—No estoy de broma.

¡Prefiero la Rota!

—Acepta que nos convendría a ambos.

Más a él. 

Ya no quiero hacer lo que hago con Gavrel. No si Farrah se va a comportar como si fuera amiga mía.

—La boda es en un mes —digo, quejándome—. Disfruta hasta entonces, ¿quieres? 

Gio se alarma un poco. —¿Qué te pasa? ¿Todo va bien?

No, carajo. No sé qué me pasa.

Evado la pregunta. —Sí. ¿Le estás enviando a Sigrid mi pago?

—Incluyendo las propinas, linda. No te preocupes por eso.

Gio besa mi mano. Está preocupado por mi repentino cambio de humor y yo también. ¿Qué me pasa? Me siento incómoda. 

La puerta corrediza se abre de golpe. —¡Ya llegue! 

Farrah vuelve acompañada de Mina. Gio corre a recibir a la duquesa. —¡Galletita!

—Tenemos que reunirnos más seguido, zorro —le abraza ella—. Llevaré a Farrah a Amarantus con nosotros. Tiene que verlo con música y público.

—¿A Amarantus? —pregunta ingenua la otra.

—El lugar al que fuimos el otro día, muñeca. Un ágora de sabiduría y buenas costumbres —ríe Mina.

¿Mina la llevó a Amarantus? 

—Sí —Farrah parece recordar—. Hice amigas ahí.

¿Amigas?

Mina y Gio se miran el uno al otro y ríen a costa suya, aunque Farrah no comprende por qué. Ingenua.

—También la llevé a visitar al marqués de Roderdan. Ahí hizo amistad con Viana de Lares —Mina codea a Gio—. Por último fue a ver un ensayo de Xavier.

—Xavier, yiuuu —chilla Gio con asco.

Mina entorna un poco sus ojos. —Xavier fue novio de Gio —aclara a Farrah.

Oye, yo tampoco sabía lo de Xavier.

Siento algo quemar mi estómago cuando observo a Gio y a Mina reír con Farrah. Algo que también sentí al escuchar a Gio hablar bien de Farrah. Es incómodo. Es... Siento ganas de patear a alguien. ¡A Gavrel!¡Sí!¡Y siento una terrible necesidad de maldecirle!

—Elena, ¿no saludas a tu suegra? —me alcahuetea la duquesa una vez se sienta a mi lado.

¿Suegra?

—¿Suegra? —pregunta curiosa Farrah.

No seas entrometida.

—Estás atrasada de noticias, querida. Ven —pide Gio—. Sentemos todos.

Los cuatro nos acomodamos en los sofás de la Sala de Laureles. Aquí va el chismorreo de nuevo.

—A Baron le gusta Elena —informa con orgullo Mina.

Pero yo ahora lo odio a él. Además le robé.

—Sí, eso ya lo sabía, pero no sabía que avanzaron —suelta Farrah con una risita. Está sorprendida. ¿Avanzamos? A continuación me mira con un aire maternal. No, no hagas eso. No me hagas sentir peor de lo que ya me siento—. Qué bien. Felicidades —dice, elogiándome—. Ya te lo dije antes, Elena, eres hermosa. Es una pena por Vadir, pero de no estar él puedes tener a tus pies al hombre que quieras.

Si supieras

Me remuevo en mi asiento.

—¿Estás bien, Elena? —me pregunta Gio, notando mi incomodidad.

La duquesa y Farrah también están se muestran preocupadas.

—Estoy bien —miento. Debo disimular—. Quizá sea el encierro.

—Con justa razón —está de acuerdo Farrah—. Tómate el resto del día, por favor. Le diré a Isobel o a cualquiera que pregunte que yo te autoricé irte por ahí un rato.

¿Puede hacer eso?¿Qué comió esta mujer que cambió?

—Podemos organizarle otra cita con Baron —opina Mina, y los tres saltan emocionados. ¿Por qué insiste en enredarme con su hijo?—. Ya salieron una vez. Quizá haga falta otra vez.

¿Para qué me vuelva a dejar sola? No, muchas gracias.

—Una cita doble. Elena con Baron y yo con Sasha —dice Gio, a manera de broma, pero percibo que en realidad si le ilusiona la idea.

Mina y Farrah le celebran... 

Así que Farrah también sabe de los sentimientos de Gio por Sasha. Niego con la cabeza sintiendo quemar mi estómago. No me robes a mis amigos...

—Me encanta juntar parejas —dice—. En Beavan fui casamentera de tres de mis mejores amigas.

Lástima que no seas tan buena con tu propia pareja.

A continuación, Gio se pone de pie con un aire teatral. Él siempre pone el dedo en el renglón cuando el tema gira hacia Sasha.

—Imaginen cómo sería —dice, sonriente—. No sé, tal vez una cena... Aquí Baron —explica, como si estuviera sucediendo ahora mismo y mueve sus manos de lado a lado—. Frente a él Elena, por supuesto.

En eso, la puerta corrediza de la sala se abre y escucho tres voces diferentes. No obstante, Gio no se percata de ello. 

Ay no.

—Aquí yo y frente a mí Sasha —continúa y mi boca cae abierta. En la puerta están de pie Gavrel, Isobel y... Sasha. Sasha arquea una ceja en dirección a Gio al escucharle mencionar su nombre, sin embargo Gio le está dando la espalda, no sabe que él está ahí escuchándole, por lo que sigue con su dramatización—, y yo diciéndole a él: Alteza, usted puede hacer con mi culo lo que quiera. Estodo suyo.

Madre pura. Alguien mátennos a todos. Ya estoy viendo la cabeza de Gio rodar en la Rota.

Los seis nos quedamos de piedra. Gio advierte que algo va mal y, siguiendo nuestras miradas de alarma, se vuelve hacia la puerta. Eso es todo. Desde donde estoy puedo ver la cara de Gio cambiar de blanco pálido a rojo, verde y morado... al darse cuenta de que Sasha, su Sasha, lo estaba escuchando.

—Buenas días, tía —saluda Gavrel viéndose un poco teso y hace su camino hasta Mina¿Está intentando cambiar de tema?—. Gio. Farrah. Elena —saluda de igual forma—. Qué grata sorpresa.

En algo ayuda porque todos, excepto Sasha y Gio, salimos del trance. ¡Ayuda, Madre!

El rostro de Sasha es de confusión, pero Gio está temblando. ¿Qué tal mal debe sentirse? Me pongo de pie para ayudarle a hacer frente a lo que venga. Somos amigos, ¿no? Lo primero que hago es dirigirle una mirada de auxilio a Isobel. Ella traga saliva y asiente.

—Sasha, vámonos —pide a su hermano y lo coge del brazo para guiarlo lejos.

—¿Por qué? —pregunta Sasha, sin apartar la mirada de lo que queda de Gio. En sus ojos hay ¿curiosidad?

—Estamos interrumpiendo, ¿ves? Después volvemos. Vamos.

A pesar de lo seguro que siempre aparenta ser Sasha, esta vez se muestra un poco aturdido y permite que Isobel lo lleve fuera. —¿Quién es él? —le pregunta, confuso, antes de que ella cierre la puerta.

Por mi parte, tomo de un brazo Gio para que se apoye en mí y, despacio, lo llevo conmigo de vuelta al sofá. Está como amodorrado, completamente en shock. 

Mina también se apiada de él y entre las dos lo acomodamos.

—¿Qué acaba de pasar, Elena? —chilla, asustado, cuando recupera su voz.

—No hablemos de eso ahora. Descansa —le pido. 

No podemos hablar frente a Gavrel, que nos está mirando inquieto. Él tampoco sale de la conmoción. ¿Tendré que rogarle que no envíe a Gio a Reginam?

Gio cierra los ojos y cubre su rostro. Ni si quiera me atrevo a imaginar cómo se siente.

Cuando llega la sirvienta, y con ella el té y las galletas, sirvo un poco a Gio. Él bebe un sorbo de té y yo otro. Más tarde lo convenceré de que nos empinamos una botella de vino.

—Insisto en que me sorprende verte aquí, tía —insiste Gavrel—. ¿Cómo sigue todo después del robo?

Ay no, que no hablen del robo.

—Yo perdí poco, a quien en realidad saquearon fue a Baron... pero ya no importa —Que Mina le reste importancia me tranquiliza—. Por cierto, Gio y yo venimos a visitar a tu prometida para que no se sienta sola y extrañe Beavan.

—Han sido muy amables conmigo —dice Farrah a Gavrel. Él le sonríe de vuelta. 

Están hablando sobre la boda y yo, obviamente, no debo ser parte de esta conversación. Es más, ni siquiera me preocupo en poner atención. Mis ojos están sobre Gio... Ahora que esta situación es incómoda para ambos. Quiero que nos alejemos para poder llorar.

—Platicábamos con tu tía que nos gustaría organizar una cena de bienvenida para mi padre.

—Me parece buena idea —opina Gavrel.

—Gracias, querido —suspira Farrah de forma romántica. 

¿Querido?

¿Algo más? —pregunta él. Presiento que quiere marcharse. 

—Bueno... —el tono de Farrah se atenúa peligrosamente—, también comentamos que deseamos ayudar a tu primo Baron y a Elena a conocerse mejor.

—¿Qué?

El "¿Qué?" de Gavrel hace tensar mis hombros. 

—Se gustan, Gavrel. Ellos se gustan —aclara de forma tonta Farrah. El fuego se expande de mi estomago a mi espalda y el resto de mi cuerpo—. Y queremos unirlos. Siento que...

—¡Vamos a jugar a casamenteras! —celebra Mina, interrumpiendo a Farrah.

Ahora las dos ríen como un par de niñas traviesas. Yo sigo sin apartar los ojos de Gio.

Silencio. Gavrel tropieza un poco al hablar. —¿Baron? —pregunta. 

—Baron, Gavrel —asiente Farrah—. A él le interesa nuestra modista. No veo nada de malo. Tú tía lo aprueba.

—No.

El "No" de Gavrel me hace querer echar a Gio del sofá para recostarme yo.

—¿Cómo dices? —Mina alza su voz—. No te considero un prejuicioso, Gavrel Abularach —le regaña—. Cielo santo. Baron no sería ni el primer ni el último noble interesado en una plebeya.

Ella ya nos imagina casados, con hijos y todo.

—No es eso, tía —la voz de Gavrel se atenúa—. ¿Quién...? —Se escucha agitado—. ¿Quién se encargará de terminar del vestido?

Un jadeo proviene de Farrah. —A nadie menos que a ti le interesa una mierda ese vestido, Gavrel Abularach —dice con voz minúscula, pero amenazante.

Sacó las garras.

A Gavrel también debe haberle sorprendido escuchar a Farrah maldecir. 

—No es así, yo... —intenta justificarse. No metas más la pata—. Es sólo que no veo el por qué de la prisa de tenerlo listo tan pronto... Pero si estoy consciente de la importancia que tiene.

No me atrevo a verlos. 

—Créeme que me da gusto escuchar eso... Por primera vez.

—Farrah...

—Tenemos tiempo, Gavrel. Además, será sólo una cita —replica Mina.

Cambien de tema ahora. Ya. 

—Tía, también está el inconveniente de que Baron tiene a su cargo la búsqueda de los soldados fugitivos —repara Gavrel, arriesgándonos más a ambos—. Todos eran parte de su escuadrón. Tiene que hacerse cargo y no... No está bien que se distraiga en otra cosa.

¿Cosa?

—Pero no tardará tanto, ¿o sí? Baron es listo.

Cállate, Mina...

—Es posible que él y otros soldados de la Guardia tengan que salir de Bitania para seguir el rastro de los fugitivos.

—Pero volverán, querido —Farrah ríe por lo bajo—. Volverán.  

¿Por qué ríe? Aunque su risa es una risa seca. Una risa que duele.

Me atrevo a echar un vistazo en dirección a Farrah y Gavrel, sin embargo me arrepiento de inmediato. La mirada de Gavrel está sobre mí y la de Farrah, triste y contrariada, está sobre él. Lo sabe. Ella lo sabe.

—¿Por lo menos le preguntaron a Elena si ella quiere citarse con él? —insiste Gavrel.

¡Maldita sea, sólo diles que te parece buena idea!

—No creo que Elena se niegue —objeta Mina—. ¿O si, linda? Mira que mi Baron es apuesto, atento y de buena cuna.

—Deja que responda ella, tía —dice Gavrel, amenazante.

Los ojos de águila de Farrah, ahora llorosos, esta vez se vuelven a mí. Ella mira de mí a Gavrel y viceversa. Lo sabe. Ella lo sabe.

Mi voz sale con dificultad. —Me encantaría —digo.

Mina salta de su asiento.—¡No se diga más! Cuando Gio recupere la cordura organizaremos todo.

...

No pedí permiso a Isobel o alguien más para salir y no me arrepiento. Necesitaba huir del castillo al menos por esta noche. Mina y yo sacamos del castillo a Gio por la puerta trasera, nos acomodamos junto con él en un carruaje y lo trajimos de vuelta al Burdel de las telas. 

Ahora los tres estamos encerrados en la habitación de él... bebiendo licor.

—¡Puta vida! —lloriquea y yo con él.

—Llevas medio día de infierno —le advierte Mina, empinándose ella sola una botella—. Espera a tener mi edad. Tendrás el corazón lo suficientemente destrozado como para ni siquiera importarte dónde te quedas tirado.

Me duele escucharla decir eso, pero no quiero ir ahí ahora. Los tres estamos ebrios. No puede haber más pesar sobre nosotros. Ni siquiera estamos sentados en alguna silla. Los tres estamos acurrucados boca arriba sobre el alfombrado de la habitación de Gio, sintiendo pena uno por el otro.

¡Puta vida!

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Un capítulo interesante, ¿no? xD

¿Qué creen que hará Sasha?

¿Tomará represalias Farrah?

Esto sigue dirigiéndose hacia un punto sin retorno. Además, ¿no les parece raro que no sepamos de Hedda?

Les comparto un meme que compartieron en mi grupo de Facebook: Tatiana M. Alonzo - Libros

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