34. El novio rebelde de Marta
—Mamá me prohibió salir con él al empezar a sospechar que se trataba de un rebelde —llora Marta, sobre mi regazo—. Pero yo lo amo, Elena. Lo amo
Marta me explicó que Dekan se despidió de ella hoy por la mañana y le pidió perdonarlo si algo salía mal. Y salió mal. Él no quiso decirle qué planeaba hacer. Sin embargo, cuando ella vio arder la Rota, lo supo.
El nombre de Dekan, y el de otros tres soldados, se escuchan por todo el castillo. Los acusan de traición. Dos de ellos fueron capturados, pero dos continuan huyendo. Entre los dos que huyen se encuentra Dekan.
—No quiero que lo atrapen, Elena —solloza mi amiga—. Ya tienen a Alan y a Claudio... Lo último que supe es que el príncipe Gavrel y el rey Jorge los interrogarán.
—¿Alan? ¿Claudio? —pregunto, procurando recordar dónde carajos...
—Alan Catone. Uno de los mejores amigos de Dekan —Sé que escuché ése nombre antes. ¿Dónde?—. Lo atraparon a él y a Claudio... Mael y Dekan son fugitivos.
—¡Ellos son parte del escuadrón de Baron! —recuerdo, por fin. A todos los escuché mencionar en las Caballerías.
—Sí. Pero estoy segura de que Baron no sabía nada. Los chicos no le son leales. Pero seguro el príncipe Gavrel lo interrogará también.
Seguro que sí.
—¿Qué pasará ahora, Marta? —temo preguntar.
Es inevitable no esperar lo peor.
Marta intenta limpiar sus lágrimas pero estas siguen cayendo. —La reina quiere hacer un juicio público en la plaza.
Ahora la pregunta incómoda... —¿Los enviará a Reginam?
Marta asiente. Se ve agotada. —¿Qué haré si Dekan muere, Elena? ¿Qué?
—No lo atrapan todavía. Tranquila —intento consolarla.
No soy buena consolando, pero me esfuerzo con Marta. Ella lo merece.
—Todo me sale mal últimamente —llora.
—¿Todo?
—Mi abuela está enferma... Me preguntó por ti, sabes —Me sonríe, aunque es una sonrisa triste—. Le he hablado tanto de ti que quiere conocerte.
—Me encantaría.
Verme dispuesta a conocer a su abuela le anima un poco. —¿En serio?
—Sí, tú dime cuándo.
—Mañana, ¿tal vez?
Pienso en mi lista de quehacer para mañana: Trabajar en el vestido de Farrah, Follar con Gavrel...
El vestido... Gavrel... El vestido... Gavrel...
Sí, creo que puedo hacer tiempo para la abuela de Marta.
—Me encantaría —repito.
—Hoy mamá no querrá verme —sigue llorando ella, volviendo al tema anterior. ¿Por qué tenían que atrapar a los soldados?—. Me dirá Te lo dije, Marta.
Me encojo de hombros. —Es lo que hacen las mamás.
—Tengo miedo, Elena —llora—. Mucho miedo.
...
Escucho que alguien toca mi puerta.
Es tarde. Más de media noche, quizá. ¿Quién es? Imaginando que se trata de Marta, salgo de mi cama y me apresuro a abrir, pensando que quizá ya sabe algo de Dekan.
Pronto me doy cuenta de que estoy equivocada.
Es Gavrel.
Mi primera reacción es sorpresa, sin embargo me apresuro a dejarlo entrar. Es un príncipe... Yo una sirvienta.
¿Cómo supo dónde está mi habitación? Aunque él sabe todo aquí, supongo. Es su maldito castillo. Su maldito reino... Y yo su maldita sirvienta.
Cálmate, Elena, eres su mujer ahora.
Se ve diferente. Trae puesto un peto que tiene grabado un sol encima y demás vestimenta de batalla. Trae de todo menos algo que proteja su cabeza.
Su cabello, contrario a como es su costumbre, está desordenado. Todo él luce exhausto.
No fue una noche fácil para Gavrel, cuatro soldados de la Guardia real, Guardia que él tiene a cargo, lo traicionaron.
Sin saber qué hacer, porque no es como si fuera a saltar a sus brazos, camino de espaldas y me siento en la cama. Él coge una bocanada de aire y se queda de pie junto a la puerta... viéndose incómodo.
No lo estoy obligando a quedarse.
Silencio.
—Buenas noches, Alteza —saludo, esperando a que él también diga algo.
Pero sólo mira la pared a un costado suyo, pensativo... dudoso... Como si yo no mereciera su atención.
A veces no lo entiendo.
Y aunque duda. —Buenas noches —responde por fin, aunque continua actuando como si le incomodara tenerme cerca.
Repito que no lo entiendo.
Puedo ver que se siente tenso. Tal vez estaba en las mazmorras del castillo, interrogando a los soldados capturados, o viene de perseguir a los dos que huyen. ¿Los atraparon? ¿Pregunto por Dekan? No, mejor no... No parece oportuno.
¡Pero te acuestas con él por información!
Aún así, nada sale de mi boca. No puedo simplemente decir "Alteza, infórmeme". Esto, claramente, no va a ser fácil.
¿En qué te has metido, Elena?
Él tampoco dice algo. ¿Qué quiere? Se comporta como si yo debiera de saberlo y...
Ah.
Claro.
¡CLARO!
No seas obtusa, Elena Novak. ¿Qué más a querer de tí? ¿Qué más?
Asumiendo el papel que elegí interpretar, me pongo de pie y le doy la espalda. Empiezo a desabotonar mi ropa de dormir y, sutilmente, la dejo caer un poco para descubrir mis hombros.
Es lo único que se me ocurre hacer para atraerle a mi trampa. No soy experta. Espero que hacer esto sea suficiente.
Es suficiente.
Lo sé porque lo escucho respirar sonoramente y, acto seguido, el sonido de sus pasos me advierte que se acerca.
Siento un hormigueo en mi espalda.
Gavrel me toma por la cintura y, lentamente, me hace volverme hacia a él. Huele a ceniza. Huele a sangre seca y ceniza. Este hombre viene de una guerra.
Mira mis ojos y después mi mano, y la toma a manera de que nuestros dedos se entrelazen. Contengo mi aliento. ¿Qué quiere? ¿Qué pretende? Esto no va a funcionar si se pone en plan... En plan romántico.
El castillo está en silencio. Lo único que alcanzo a escuchar es la respiración de Gavrel acelerándose cada vez más... Lo suficiente como para que me sea imposible no mirarle.
No es justo, es él quien trae puesta la vestimenta de batalla. Yo estoy vulnerable.
Observa mis ojos, mi boca, nuestras manos... No obstante, advirtiendo que algo va mal, que está haciendo mal, me dirige una sonrisa media y se acerca más... un poco más... Lo suficiente para juntar nuestras bocas.
Acaricia mis labios con los suyos y me besa. Aunque sin tanto apuro como las últimas veces. Esta vez lo hace lento... se toma su tiempo. Maldición. ¿Qué gana confundiéndome?
Me remuevo incomoda y él afloja un poco su agarre. Pero solo un segundo, ya que, ansioso, vuelve a tomar con más fuerza mi cintura y su beso se vuelve más acaparador. Así, con decisión, nos hace caer sobre la cama y ahora su boca busca mis hombros y mi cuello.
Me siento tensa...vulnerable... frágil. Pensé que esto sería más fácil, pero no. No lo es.
Mis labios tiemblan, delatando lo incomoda que me siento y Gavrel vuelve a suavizar su agarre. Ahora me mira como si esperara que decida detenerme o le explique qué está pasando.
Pero yo soy valiente. Procurando disimular mejor mi incomodidad, le ayudo a sacarse el peto que protege su pecho y después él me desnuda.
Esto es lo que pide. Esto es lo que le doy a cambio de un soldado de madera e información para las Serpientes.
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¿Impresiones? 😊
Esto no pinta bien para Elena.
¡Gracias por dejar su voto!
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