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Momento de Inflexión

La noche había caído, envolviendo la pequeña cabaña en la tranquilidad del bosque, lejos de las miradas curiosas. La luna, con su brillo plateado, se filtraba a través de las ventanas, iluminando el interior con una luz suave que daba a todo un aire de misterio.

Esta cabaña, apartada y acogedora, brilla intermitentemente entre tonos rojizos, dorados y blanquecinos, lo que indica que está sellada por la magia de las chicas: un hechizo de protección que no solo bloquea el sonido y la vista, sino que también emite un aura visible, como si la cabaña respirara con vida propia, asegurando un refugio seguro y la intimidad que tanto habían extrañado estando lejos de su hogar.

En su interior, el ambiente es cálido, con un fuego crepitante en la chimenea que lanza sombras danzantes por las paredes. El lugar huele a madera quemada y a las galletas que habían compartido, un aroma reconfortante que contrasta con la tensión y el juego de emociones que se desarrollan entre Óscar y sus amigas. El espacio, aunque pequeño, se siente como un refugio, un lugar donde pueden descansar de la magia para hablar de manera personal entre ellos; al momento, todo se encuentra en perfecta armonía.

No obstante, cierta prenda de ropa reanimada, con un leve crujido de tela, se dirige al grupo de chicos. La Pijama se ajusta, sus mangas se mueven como si tratara de ahuyentar sus nervios, preparándose para describir el escenario que dará lugar a revelaciones y, posiblemente, aclararár algunos malentendidos sobre su pequeñín. En el aire, hay una sensación de expectación, como si cada palabra que se dijera pudiera cambiar el curso de sus vidas.

—Creo que tenías 6 años; era la primera vez que visitábamos la mansión donde vive tu abuela. ¡Obviamente, los empleados y criados del lugar ocultaron sus formas mágicas! Con tal de apegarse a lo solicitado por tu madre...

La prenda de ropa reanimada calla a la vez que mira a su "pequeñín". El chico ya es un adolescente, pero nada cambiará el afecto que tiene desde que fue reanimada por la magia del recién nacido.

Desde entonces, ha seguido la tradición de apoyar y proteger a su pequeño, como lo hacen los demás de su tipo.

Es extraño, pero una manera extremadamente segura de tener a un familiar que nunca traicionaría y que velará para siempre por los intereses de los Gusanos Resplandecientes.

La magia de los recién nacidos siempre es incontrolable y explota en el mundo. Una forma drástica que descubrieron para ocultar esto fue envolver al recién nacido en prendas de ropa; la más común de usar son los camisones en el caso de las niñas o las partes superiores de los pijamas en el caso de los niños.

De esa manera, el aumento de magia se puede ocultar, protegiendo a la familia y, sobre todo, al recién nacido.

El efecto secundario es que la prenda de ropa gana conciencia, convirtiéndose en un ser casi viviente y diestro.

No se ha podido determinar bien qué causa o contribuye a que la actitud de estos sea tan devota hacia sus creadores.

Lo que sí se ha comprobado es que, a pesar de ser en apariencia una prenda de ropa, los encuentros entre criaturas mágicas y estos familiares siempre acaban de manera letal para los primeros por subestimar las habilidades y poderes otorgados por la magia de los Gusanos Resplandecientes.

—¡Si sabes que estás pensando en voz alta! Pedazo de algo mal cosido —es lo dicho por Abby, quien al momento se encuentra sentada junto a Óscar. La chica tiene ambos brazos cruzados en señal de inconformidad por la presencia de la Pijama azul.

—Vamos, Pandita, ¡relájate, si! Y admite que también tienes curiosidad de saber cómo Óscar adquirió dichas recetas mágicas. — dice Honey, con una expresión pícara en su rostro. Más que nada, la Lepórida está feliz de poder interrumpir el momento privado entre el joven paquidermo y la Ailuropoda.

—Honey, no provoques a Abby; en cuanto a ti, Pandita, ¡deja de generar esas matrices mágicas para aplicar almidón! —es el grito casi urgente de Jessy al tratar de evitar que lo que debería ser un momento revelador e importante sobre la infancia de Óscar se vuelva una batalla de bromas...

¡Está bien! La minina admite que no quería dejarle más oportunidades a Abby, dado que desde el incidente de la nueva emboscada, ha estado muy cariñosa con el chico.

Y en cuanto al cuarto en discordia...

—Sabía que debí preparar más galletas para esta noche; de alguna manera, siempre terminamos los cuatro conviviendo. — Los presentes callan y le dan su atención completa al muchacho—. ¡QUÉ! Abby prácticamente se comió dos docenas de galletas de mantequilla, y los bizcochos que acabo de traer no van a ser suficientes.

Ante dichas palabras, Abby se sonroja al quedar en evidencia, mientras que Honey simplemente hace levitar uno de los mencionados bizcochos hasta dejarlo caer en uno de los platos para bocadillos que tiene en su mano izquierda.

La Lepórida no lo expresa, pero por dentro se regocija por el momento embarazoso de su gruñona amiga. Ahora, si tan solo pudiera acercarse un poco más a su despistado amigo...

—Ahem, si las señoritas ya pararon de parlotear, voy a continuar donde me quedé, ¡si no les molesta, claro está! —responde la Pijama azul con tono sarcástico, mientras el rostro en su pecho entrecierra los ojos y cruza sus mangas en una pose que irradia impaciencia.

Los chicos se recomponen y toman asiento. Abby se aprieta contra el lado izquierdo de Óscar, y Honey a su derecha, ambas pegándose lo más posible al chico para compartir su calor. En cuanto a Jessy...

—Bien, disculpen que estoy tomando asiento.

—¡Jessy, espera, estoy...

La Felina Pelicastaña se desliza con gracia sobre el regazo de Óscar, apoyando su espalda contra el pecho del chico, quien en un instante se vuelve apenas visible bajo el manto de sus amigas.

—¡Pijama, auxilio! —grita Óscar, con una expresión de pánico y un tono que intenta ser serio pero que termina sonando más como una súplica cómica, ignorado por la prenda de ropa reanimada.

La Pijama azul sonríe de forma pícara, sus mangas se agitan con diversión. "Se preguntará cuándo hablarán seriamente estos cuatro sobre sus sentimientos y de la extraña pero funcional relación que llevan", piensa mientras observa la escena.

—Lo siento, Osc, quizás cuando termine de relatar te ayude; por lo mientras, aguanta y no hagas sentir incómoda a Jessy, ¡sí! —dice la Pijama, su voz impregnada de una diversión maliciosa.

—Cof, cof, ignorando las súplicas del pequeñín, lo importante a entender de lo que expliqué es que no soy la única prenda de ropa reanimada en la familia. Al menos, por parte de la abuela y la madre de Óscar hay otras dos, que son camisones para dormir.

Ante dichas palabras, el ambiente juguetón se apaga; una sensación de escalofrío recorre las espaldas del trío de chicas mientras un mismo pensamiento lúgubre emerge:

'¡Hay dos más como él!'

—Saltando al punto importante, el pequeñín conoció el camisón de la abuela a la tierna edad de seis años, esto mediante encuentros nocturnos planeados por esa prenda de ropa.

—Espera, ¿no se suponía que no deberían aparecer frente a Óscar bajo las órdenes de su madre? —cuestiona Abby, frotando su rostro contra el hombro del chico, buscando consuelo en su presencia.

—Tskss, si hay algo que deben tomar en cuenta es que, entre más antiguos somos, mayor es nuestra experiencia y planeación. Además, como ya saben, Óscar puede ver la verdadera forma de las criaturas mágicas —explica la Pijama, con una mezcla de orgullo y diversión en su tono.

—Aun así, debieron haber respetado la solicitud de la madre de Óscar, ¡no! —reitera Honey, abrazando el brazo derecho de Óscar con una intensidad que parece querer reclamar su espacio.

—Sííí... sobre eso, al camisón de la abuela no le importan las órdenes fantasiosas de una de sus hijas.

—Tenemos que tomar un tiempo para ver cómo funcionan las jerarquías de los familiares. Comprendo que tú veas a Óscar como un hermano menor, pero que el camisón de la abuela le vea a Sue como una hija... pensé que sería una sobrina. —Esta vez, Jessy interrumpe, acomodándose con un movimiento casi felino, presionando su espalda contra el pecho de Óscar, disfrutando de la cercanía.

Y en cuanto al elefante, Óscar no puede articular palabra alguna, atrapado en un torbellino de vergüenza y comodidad; el aroma a jazmín del cabello de Jessy le embota los sentidos, dejándolo en un estado de pasividad casi absoluta.

—¡Volviendo a la historia! —grita la Pijama antes de comenzar a narrar lo sucedido en esas noches.

[Hace seis años]

En lo que parece ser un comedor de gran tamaño, adornado con retratos de ancestros mágicos y candelabros que emiten una luz suave y dorada, se puede observar a un pequeño niño elefante vistiendo un mameluco azul. Está frotándose la cara como si tratara de ahuyentar la pereza ante el esfuerzo de mantenerse despierto por pasar de su hora de dormir.

—Lamento haberte hecho esperar, mi lindo niño; tuve algunos problemas para traer el tentempié de esta noche. —Es lo que se escucha en la habitación, con una voz que suena como el crujido de hojas secas mezclado con calidez.

El joven elefantito gira su cabeza hacia su izquierda y ahí ve un camisón para dormir de tamaño adulto. Su color morado contrasta con los leves tonos azules del decorado de las mangas y el cuello, creando un patrón que parece cambiar con el movimiento. En el área del pecho, los indicios de un rostro se pueden ver: ojos de color negro como botones que parpadean con vida propia, una nariz rosa aplanada como la de una serpiente y una boca sin dientes que se mueve como la de un ser vivo. Un detalle peculiar es que el ser carga con una de sus mangas un pesado plato, el cual está tapado con una tapa de metal para preservar el calor del platillo.

Dicha presencia provocaría terror y desconcierto en cualquier ser vivo normal... pero para Óscar, es solo otra maravilla de su mundo mágico.

Pero como estamos hablando de Osc...

—¡Bhuelita! —es el ligero grito, dicho con emoción, del pequeñín. Al ver la prenda de ropa reanimada, procede a caminar a paso veloz para abrazarla, sintiendo la textura suave de la tela que, de alguna manera, parece devolverle el abrazo con una calidez casi humana.

El ser regresa el abrazo con la manga que tiene libre, asegurando que el plato que lleva en su manga derecha no se caiga, demostrando que, pese a ser un ser de tela, puede soportar con facilidad un peso mucho mayor de lo que aparenta.

La prenda de ropa reanimada termina el abrazo y con sumo cuidado aparta al pequeñín. Posteriormente, la manga derecha que sostiene el platillo se extiende con gracia antinatural, alargándose hasta depositar el platillo en la mesa del comedor, con un leve destello de magia que ilumina brevemente la habitación. Acto seguido, y con una delicadeza casi maternal, carga a Óscar hasta sentarlo en la silla que está enfrente del plato.

—¡Espero que tengas hambre, mi niño!, porque el plato de esta noche son unas ricas galletas de mantequilla con chispas de chocolate —explica el camisón, y al remover la tapa de metal, un aroma dulce y tentador inunda el espacio.

Rápidamente, el comedor se impregna de un olor que parece prometer un abrazo de calidez. Óscar agradece con voz animada a la prenda de ropa reanimada y toma una galleta que, para su tamaño de entonces, es más grande que su mano.

Con emoción y una alegría renovada, devora el manjar; el crujido de la galleta resuena en el comedor mientras su boca y estómago se llenan de un calor acogedor.

La prenda de ropa se ríe, sus ojos de botón parpadean con diversión ante el espectáculo. Su risa es suave, como el susurro de la tela, y su corazón de magia se enternece, lleno de alivio al saber que su hija pudo cumplir uno de sus sueños más queridos: tener su propia familia.

—Bhuelita, quisiera poder cocinar como tú y mi mami; quisiera ayudarles en la cocina —dice Óscar entre bocados.

Las palabras del pequeñín sacan al camisón de su estupor. Considera la petición del bebé elefante y, aunque sabe que es un deseo del momento, lleno de todo el anhelo infantil...

¡Oh, a los mil diablos! Ella verá que su lindo niño aprenda de una forma u otra sin que sufra algún percance... piensa el camisón, decidida a enseñarle los secretos de la cocina mágica, asegurándose de que cada lección esté envuelta en seguridad y amor.

—Fue a partir de esa noche que el camisón de la abuela tomó esta idea con ella y discutió con su hija para ver que así Óscar aprendiera a cocinar con las bases necesarias —explica la prenda de ropa reanimada, comenzando a frotar ambas mangas en un gesto nervioso que las chicas reconocen como un tic de preocupación.

—Y tú, ¿dónde estabas en todo esto? —cuestiona Jessy, quien no puede evitar moverse de manera juguetona sobre el regazo de Óscar, disfrutando de la cercanía mientras busca respuestas.

—¡Qué pregunta haces! Obviamente vigilando a una distancia prudente. —La Pijama parece hincharse de orgullo, aunque su "cara" en el pecho muestra un leve fruncido de ceño—. Cuando estás frente a un familiar mayor, no cuestionas lo que te ordena, a menos que de forma maliciosa estén buscando dañar a tu dueño.

Mientras habla, la tela de la Pijama parece vibrar levemente con magia, como si recordara aquellos días de vigilancia. La atmósfera en la habitación se llena de una mezcla de curiosidad y asombro por parte de las chicas, mientras Óscar, con una ligera sonrisa, parece disfrutar tanto de la historia como de la cálida presencia de Jessy, aunque un rubor leve en sus mejillas sugiere cierto apuro.

—Ahem, Jessy, podrías levantarte, ¡por favor! —es la pequeña súplica del joven paquidermo. Su rostro está rojo como un tomate, y su voz tiembla ligeramente, revelando su incomodidad.

Más sin embargo: —¡Oh, Óscar!, quisiera, pero estoy tan cómoda que podría dormirme. ¿Qué opinan ustedes, chicas? —La voz de Jessy se torna coqueto mientras gira su torso para empezar a trazar círculos con su dedo índice sobre el pecho del chico, provocando una oleada de sensaciones en él.

Abby y Honey intercambian miradas; la primera con un brillo de diversión en los ojos, mientras Honey disimula una sonrisa, disfrutando del momento pero también sintiendo un pequeño pique de celos.

La Pijama sonríe de manera perversa; en sus adentros, ruega porque las acciones de Jessy por fin aclaren a su pequeñín los sentimientos que las chicas sienten por él. "Tal vez ahora entienda", piensa la Pijama, observando cómo Óscar intenta mantener la compostura, su respiración se acelera y un sudor frío comienza a formarse en su frente.

El ambiente en la habitación es una mezcla de confort y tensión, con la luz de la luna colándose por las ventanas, creando un escenario casi íntimo para esta pequeña escena de confusión y afecto.

—¡Jessy, en serio tengo que levantarme! —responde con urgencia el joven paquidermo. Sus ojos se cierran mientras su respiración se vuelve agitada, revelando su apuro.

—¿Qué pasa, fantito? ¿Algo que estés ocultando? ¿No hay nada que quieras compartir, mmmh? —La minina detiene el movimiento de su dedo índice y, con un gesto audaz, toma el mentón de Óscar para hacer que la mire.

Tanto Abby como Honey se sonrojan por la atrevida acción de su amiga; sin embargo, la Lepórida frunce levemente el ceño, quizás sintiendo una mezcla de celos y preocupación.

—Yo... esto... —balbucea Óscar con timidez, su cuerpo temblando ligeramente ante la atención y los mimos que está recibiendo.

—¡Sí, no seas tímido! Tan solo dilo —comenta Jessy, su rostro iluminado con una sonrisa pizpireta, sus mejillas enrojeciendo al mismo tiempo que las del chico.

—Debo ir al baño, ¡en serio, chicas!, no creo poder aguantar más...

Un silencio sumamente incómodo se instala en la habitación...

Las chicas se apartan rápidamente para darle espacio a Óscar. Con un suspiro de alivio y urgencia, el elefante se levanta del sofá y corre hacia el baño, dejando tras de sí un eco de sus pasos apresurados.

Nadie habla al momento, cada una procesando la situación de manera diferente. Abby mira hacia la puerta cerrada del baño con una mezcla de diversión y compasión, mientras Honey disimula una sonrisa detrás de su mano.

—¡JA, JA, JA! Ay, pequeñín, le había dicho que era mala idea beber tanto chocolate caliente —ríe la Pijama, disfrutando de la situación, sus mangas moviéndose como si aplaudiera el momento cómico.

El ambiente en la cabaña se siente ahora más ligero, aunque el eco de la risa de la Pijama resuena, lamentable quien o reacciona bien es Jessy, una abrumadora sensación de vergüenza recae sobre su hombros.

—¡Túúú! Mejor deja de reír y explica mejor la situación, como es qué esas recetas terminaron en manos de Óscar—es lo que comenta la minina, su tono de voz es algo incandescente.

—Muy bien mientras que Jessy lo pregunta por desviar el tema, no puedo negar que tengo curiosidad, ¿por que le dieron esas recetas al enan?—pregunta Abby, la chica al momento tiene una sonrisa burlona por la situación que pasaron al momento, la chica al principio se desánimo al escuchar tal comentario del chico pero ko puede evitar reírse de la misma situación ante lo acontecido.

—Aaah, en fin no voy a negar que estoy curiosa, que tuvo que hacer Óscar para que le dieran algo que contiene tan gran poder. —es el comentario de Honey, la chica se cruza de brazos a la vez que en su rostro una sonrisa algo pedante se ve.

La Lepórida no puede evitar sentirse mal ante la alegría que le dio por oír como El. Elefante se le escapaba una vez más a Jessy.

Ella no niega el amor que le. Tiene a sus amigas y al paquidermo... pero una sensación de desconcierto se hace presente en su pecho cuándo ve a las otras dos tratando de formalizar o llegar a más..

El ambiente en la cabaña se siente ahora más ligero, aunque el eco de la risa de la Pijama resuena. Lamentablemente, quien no reacciona bien es Jessy, sobre la cual recae una abrumadora sensación de vergüenza.

—¡Túúú! Mejor deja de reír y explica mejor la situación. ¿Cómo es que esas recetas terminaron en manos de Óscar? —es lo que comenta la minina, su tono de voz algo incandescente.

—Muy bien, mientras que Jessy lo pregunta para desviar el tema, no puedo negar que tengo curiosidad. ¿Por qué le dieron esas recetas al enano? —pregunta Abby, con una sonrisa burlona por la situación que pasaron al momento. La chica se desanimó al principio al escuchar el comentario del chico, pero no puede evitar reírse de la misma situación ante lo acontecido.

—Aaah, en fin, no voy a negar que estoy curiosa. ¿Qué tuvo que hacer Óscar para que le dieran algo que contiene tan gran poder? —es el comentario de Honey, quien se cruza de brazos mientras una sonrisa algo pedante se dibuja en su rostro.

La Lepórida no puede evitar sentirse mal ante la alegría que le dio por oír cómo el elefante se le escapaba una vez más a Jessy.

Ella no niega el amor que le tiene a sus amigas y al paquidermo... pero una sensación de desconcierto se hace presente en su pecho cuando ve a las otras dos tratando de formalizar o llegar a más...

—Tsks-tsks, verán...

—¡Sí! —responden las tres al unísono, centrando su vista en la prenda de ropa reanimada.

—Aaah, el camisón de la abuela se las dio, o mejor dicho las escondió en la mansión; tan solo dejó la condición de que debía encontrarlas todas antes del año.

—¡Me estás diciendo! Que las recetas curativas de la comida que nos curó el daño en nuestras almas le fueron dadas al enano en un juego de búsqueda en la mansión. —interrumpe la Ailuropoda, su tono de voz ganando volumen al dar su opinión sobre lo que escucha.

—Pijama, ¿cómo pueden darle algo tan codiciado a Óscar? ¿Es que no se preocuparon por su seguridad si se llegaba a filtrar tal información? —reclama Honey. La chica le da una mirada certera a la prenda de ropa reanimada mientras una expresión de decepción comienza a hacerse presente en el rostro de la Lepórida.

—Antes de que sigas, Jessy, todo fue decisión del camisón de la Abuela. Se transcribieron las recetas en simples hojas de papel, escritas con lápiz de grafito común; nada de esencia mágica tocó el recetario, eso con la finalidad de que se vea lo más simple posible.

—Entre más común sea, es más fácil pasarlo desapercibido. —interrumpe nuevamente Jessy, comprendiendo el punto dado por la Pijama.

—Sí, lamento que el resto de la historia no haya sido una epopeya de esfuerzo y determinación, aún así, Óscar nunca abusó de dicho conocimiento. —responde la prenda de ropa reanimada, inflándose y alzando de manera orgullosa al explicar las acciones de quien ve como un hermano menor.

—Si no mal recuerdo, Éclair me dijo que tú entregaste el recetario a la abuela. ¿Cuál fue la razón para hacer esto?

Un nuevo silencio se hace presente, tan denso que parece llenar la cabaña con una anticipación palpable. La prenda de ropa reanimada fuerza una sonrisa nerviosa en su rostro mientras sus mangas se mueven inquietas, pensando velozmente en cómo salir de dicha situación.

'¡Vaya que has crecido, hermanito! Jamás creí que esto lo hayas planeado con anticipación', piensa la Pijama, sorprendida por cómo se ha desarrollado la conversación hasta este punto, las mangas de la prenda de ropa reanimada se sacuden levemente en lo que piensa una forma de evitar responder.

Ploc

El sonido de la puerta del baño rompe la atmósfera tensa de la habitación, y el eco de los leves pasos del elefante resuena, atrayendo la atención de todos.

—Al parecer llegué en la parte más importante de la conversación. —dice Óscar con un tono seco, su mirada firme mientras se aproxima, causando que las chicas sientan un nudo de malestar en sus estómagos. Sus expresiones muestran sorpresa ante sus palabras. —¡Chicas!, Pijama solo estaba ayudándome, realmente las recetas son solo de postres normales... lo importante eran los ingredientes con los que se hacen...

Las palabras de Óscar causa un silencio abrumador, no obstante las chicas comienza a atar cabos de lo sucedió en ese día.

—¡Tú entregaste! Ese recetario para que no leyéramos qué ingredientes se usan; eso fue para proteger a Óscar, porque una vez que supiéramos... —es lo que grita Honey con enfado. La Lepórida deja de hablar, no creyendo que tan lejos llegó su amigo...

—Óscar, ¿te refieres a que tú eras...? —la pregunta de Abby se corta, el horror de la comprensión evidente en su voz mientras una expresión de terror e incredulidad se extiende por su rostro.

Pero la que es casi menos vocal sobre el asunto...

—Tskss, Óscar, ¡habíamos quedado en que no habría más secretos entre nosotros! —es lo que reclama Jessy, sujetando al elefante del cuello de su suéter azul. Una expresión de furia se puede notar a la vez que sus ojos comienzan a humedecerse.

'Ellas ahora lo saben' , piensa Óscar, sintiendo una mezcla de alivio y pavor por cómo esto cambiaría su relación.

—Y así es, traté de decírselos esto luego de que Honey se recuperó... pero luego tuvimos que lidiar con ese fiasco debido a la mala seguridad de la isla, por eso tuve que planear esta noche para abordar el tema —responde Óscar, mirando directamente a los ojos castaños de Jessy, consciente de que su esencia había sido el ingrediente clave.

—¡Enano! ¿Por que fuiste tan lejos?

Tal pregunta rompe el semblante serio del chico, este procede a suspirar y exhalar de manera profunda, una vez que logra mantener sus emociones a raya le responde a la Ailuropoda: —Teníamos nueve años, cuando me entere gracias a Pijama de lo sucedido ese día, tenía miedo de que mis amigas más queridas fueran a morir, ¡Si lo que hice fue tonto! Pero no me arrepiento de ello, trato de apegarme a lo que hemos establecido para nuestra relación, aun así siguen surgiendo problemas que amenazan todo. — El chico termina de hablar y procede a jadear levemente, en ningún momento busco verse vulnerable ante la situación que están viviendo.

Sobretodo porque la razón principal de sus problemas es el simple hecho de que están asociadas con el y su familia... si tan solo...

PAFF. —Ni siquiera pienses en eso y no lo digas—responde Abby a la vez que procede a abrazarle con fuerza, en su rostro una expresión de enojó leve se ve... Lo normal en su caso.

—¡Bobo!, como gustas hacernos pasar corajes—responde esta vez Honey a la vez que le abraza su espalda de forma posesiva, una sonrisa sincera adornan su rostro pese a la leves lágrimas que recorren sus mejillas.

Mientras que la Minina procede a soltarle para lanzarse contra el pecho del Elefante, descansando su cabeza levemente sobre éste.

—¡Cierto! Siempre causandonos sustos innecesarios—comenta Jessy, la cual inconscientemente seca las lágrimas de sus ojo encontrá del pecho de Óscar.

El silencio que siguió fue elocuente; no necesitaban palabras para comprender el sacrificio de Óscar, y cómo su esencia mágica había sido la clave para su salvación. Era un peso que ahora compartían, una verdad que les uniría aún más.

La prenda de ropa reanimada comienza a retirarse de la habitación sin hacer ruido, temerosa de romper tan bello momento. Después de todo, ellos necesitan tiempo para enmendar y sanar con cariño el vínculo que les une.

Nota del Autor:  Es un milagro que este actualizando alguna historia de este AU, Dios como pasa el tiempo.

Posiblemente actualice de nuevo este capítulo para agregar la ilustración faltante. Bien ahora a terminar de editar los capítulos de Reinicio y luego el de Vida.

Por lo que gracias por leer y que pasen muy buenas tardes.

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