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Prólogo

La noche caía sobre Berlín con una mezcla de euforia y nostalgia. La selección española había conquistado la Eurocopa 2024, y la ciudad vibraba con celebraciones y fuegos artificiales. En medio de la algarabía, en el interior de la Selva Negra, reinaba un ambiente más íntimo y reflexivo.

Yo, con una mezcla de cansancio y satisfacción, caminaba por los pasillos del hotel. Había sido una cobertura intensa y emocionante, y la victoria final había puesto el broche de oro a nuestro trabajo. Sin embargo, había una conversación pendiente que no podía posponer más.

Encontré a Marcos en uno de los jardines interiores, lejos del bullicio de las celebraciones. Estaba sentado en un banco, mirando al cielo iluminado por los fuegos artificiales, con una expresión pensativa. Me acerqué despacio, sabiendo que esa conversación sería difícil.

--Marcos. --dije suavemente, deteniéndome a su lado.

Él giró la cabeza, y al verme, esbozó una sonrisa melancólica. --Adriana, estaba esperando verte.

Me senté a su lado, el silencio entre nosotros cargado de todas las palabras no dichas. Finalmente, rompí el silencio.

--Ha sido una Eurocopa increíble -- comencé, sin saber muy bien por dónde empezar.

--Sí, lo ha sido. --asintió Marcos. --Pero no estoy pensando en el fútbol ahora mismo.

Suspiré, mirando mis manos entrelazadas en mi regazo. --Yo tampoco.

Marcos se inclinó hacia mí, mis ojos buscando los míos. --Adri, estos días contigo... Me he dado cuenta de lo mucho que significas para mí.

Levanté la vista, encontrando la sinceridad en sus ojos. --Marcos, yo también siento lo mismo. Pero sabes tan bien como yo que esto no puede funcionar.

Él frunció el ceño, luchando contra sus propios sentimientos. --¿Por qué no? Hemos pasado por tanto juntos, y siento que podríamos intentarlo."

Negué con la cabeza, una lágrima solitaria deslizándose por mi mejilla. --Nos hemos hecho daño antes. Somos demasiado diferentes. Y nuestros trabajos, nuestras vidas... Sería una lucha constante.

Marcos levantó una mano para secar la lágrima que caía, su toque suave y lleno de ternura. --Pero te quiero, Adriana. Y no quiero perderte.

--Y yo a ti. -- admití finalmente algo que tanto me había costado, mi voz estaba quebrándose. --Pero a veces, querer a alguien no es suficiente. Merecemos algo más que una batalla continua.

El silencio se asentó de nuevo entre nosotros, roto solo por el estallido ocasional de los fuegos artificiales en la distancia. Finalmente, Marcos asintió, aceptando lo inevitable.

--Si esto es lo que piensas que es mejor, entonces lo aceptaré. --dijo con voz ronca.

Me incliné hacia él, mis labios encontrando los de Marcos en un beso que era a la vez dulce y desgarrador. Un adiós silencioso cargado de todo lo que nunca podríamos decirnos.

Nos separamos lentamente, ambos sabiendo que ese sería el último contacto. Luego me levanté, sintiendo que una parte de mi corazón quedaba atrás.

--Adiós, Marcos. --susurré, mis ojos llenos de una tristeza infinita.

--Adiós, Adriana. --respondió él, su voz un eco de su propio dolor.

Me di la vuelta y comencé a caminar hacia el hotel, sintiendo el peso de la despedida en cada paso. Sabía que había tomado la decisión correcta, pero eso no hacía que doliera menos.

Mientras me alejaba, Marcos se quedó mirando el cielo nocturno, el brillo de los fuegos artificiales reflejándose en sus ojos. La Eurocopa había terminado con una victoria para España, pero en su corazón, sentía la pérdida de algo mucho más personal.

Y así, en medio de la euforia de una nación, dos corazones se despedían, sabiendo que, aunque separados, siempre llevarían una parte del otro consigo.


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