Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 6

El día comenzó mejor de lo que había imaginado. Adriana y yo habíamos dejado atrás las tensiones y malentendidos, enterrando el hacha de guerra que había pendido sobre nuestras cabezas durante demasiado tiempo. Me sentía aliviado, incluso feliz, pero también había una tristeza que no podía ignorar. Lo que sentía por ella era más intenso de lo que había querido admitir, y la realidad de que nuestro futuro juntos era incierto me carcomía por dentro.

Era día libre, y todos habíamos decidido relajarnos en la piscina del hotel. El ambiente era distendido, las risas resonaban por todas partes, y por un momento, parecía que todos los problemas se habían desvanecido. Me apoyé en una hamaca, observando cómo Sara y Eric se sumergían en una conversación animada, las sonrisas y miradas cómplices que intercambiaban dejando claro que había algo más que simple camaradería entre ellos.

Sentí una punzada de envidia. No por Sara o Eric, sino por la libertad con la que mostraban sus sentimientos. No había miedos, ni dudas, ni complicaciones. Se gustaban y no tenían problema en dejarlo ver. Yo, en cambio, estaba atrapado en una tormenta interna. Con Adriana, todo era más complejo, más intenso, y eso me aterrorizaba.

Miré hacia donde estaba ella, sentada en el borde de la piscina, los pies chapoteando en el agua mientras conversaba con Dani Olmo. No pude evitar sentir una ira sorda crecer en mi interior. Cada risa que compartían, cada mirada que intercambiaban, me hacía querer gritar. Sabía que era irracional, pero no podía evitarlo. La cercanía de Dani con Adriana despertaba algo oscuro en mí, una mezcla de celos y frustración porque, al final, no podía hacer nada al respecto.

Intenté concentrarme en otra cosa, cualquier cosa, pero mis ojos seguían volviendo a Adriana y Dani, como si estuvieran imantados. En medio de mi rabia contenida, sentí una sombra caer sobre mí. Levanté la vista y me encontré con Nico Williams, quien me miraba con una sonrisa traviesa.

--Te he visto mirándola.-- dijo Nico, sin rodeos.

--¿A quién?-- pregunté, a sabiendas de que no tenía sentido negarlo.

--A Adriana.-- respondió, con una ceja levantada. --Te gusta.

--No es nada de eso.-- negué rápidamente, aunque la mentira no era ni siquiera convincente para mí mismo.

Nico soltó una carcajada. --Claro, claro. Mira, si no te interesa, voy a entrarle yo. Seguro que me la llevo.

Sentí que la sangre me hervía. --Ni lo sueñes. --le espeté, casi en un gruñido. --Si te acercas a ella, te reviento la cabeza.

Nico me miró sorprendido, pero en lugar de amedrentarse, su sonrisa se amplió. --Entonces, ¿Qué estás esperando? Si realmente te gusta, ve y dile lo que sientes.

Bajé la mirada, sintiendo el peso de mis propias contradicciones. --Ya lo sabe, Nico. Pero no es tan sencillo. Tengo miedo de arruinarlo todo, y al final... solo puedo conformarme con ser su amigo.

Nico me observó en silencio por un momento, antes de darme una palmada en el hombro. --No deberías conformarte con eso, tío. Pero bueno, es tu vida. Solo te digo que no te arrepientas luego de no haberlo intentado de verdad.

Se fue, dejándome solo con mis pensamientos. Me quedé ahí, en la hamaca, mirando al cielo, tratando de encontrar algo de claridad en medio del caos que sentía. Pero la claridad nunca llegó. Solo quedaba la certeza de que estaba atrapado en una situación que no sabía cómo manejar.

El día avanzó y, al caer la tarde, me dirigí de nuevo al hotel. Mis pensamientos seguían dando vueltas cuando, al doblar una esquina del pasillo, me encontré con Adriana. Caminaba despacio, y su rostro mostraba una mueca de dolor. Me acerqué rápidamente.

--Adri, ¿estás bien?-- pregunté, con preocupación.

Ella me miró, haciendo una mueca. --Creo que me he hecho algo en el gemelo. Sentí un pinchazo mientras subía las escaleras.

Mi instinto de protección se activó de inmediato. --Ven, déjame ayudarte. Sé cómo puedo aliviarlo.

Al principio, ella pareció dudar. --No creo que sea buena idea, Marcos...

--Confía en mí. --insistí, tomando suavemente su brazo para ayudarla a caminar. --Vamos a mi habitación. Te prometo que sé lo que hago.

Después de un momento de vacilación, Adriana asintió, y juntos caminamos hasta mi habitación. Una vez dentro, la ayudé a sentarse en la cama. La habitación estaba en penumbra, y la atmósfera era extrañamente íntima. Sentí mi corazón latir con fuerza mientras la observaba quitarse los zapatos, revelando la pantorrilla adolorida.

Me arrodillé frente a ella, tomando su pierna con cuidado. --Dime si te duele demasiado.-- le dije mientras comenzaba a masajear el músculo tenso.

Adriana cerró los ojos, dejando escapar un suspiro al sentir mis manos sobre su piel. --Eso... eso se siente bien.-- murmuró, su voz baja y suave.

La cercanía entre nosotros era casi abrumadora. Mientras mis manos trabajaban para aliviar su dolor, podía sentir la tensión en el aire, una tensión que no era solo física. El deseo latente, la atracción que había tratado de reprimir, se hacía más fuerte con cada segundo que pasaba.

--Nunca imaginé que fueras tan bueno en esto.-- bromeó, tratando de aligerar el ambiente, pero su voz traicionaba la misma mezcla de nerviosismo y anhelo que sentía yo. --Se te da mejor que el fútbol.

--No soy solo un futbolista.-- respondí con una sonrisa ladeada, pero mi voz era más grave de lo que pretendía. Nuestros ojos se encontraron, y en ese momento, supe que no había marcha atrás.

Sin pensar, me incliné hacia adelante, y ella no se alejó. Nuestros labios se encontraron en un beso que fue a la vez suave y desesperado. Todo lo que habíamos reprimido, todo lo que habíamos tratado de ignorar, estalló en ese instante.

Nos dejamos llevar, las barreras cayendo una a una. Su cuerpo se acomodó al mío como si siempre hubiera estado destinado a ser así. El beso se profundizó, y pronto, la habitación se llenó de susurros y jadeos.

Esa noche, nos entregamos el uno al otro sin reservas. No había espacio para dudas ni miedos. Solo existíamos nosotros, perdidos en el deseo que finalmente habíamos dejado salir.

Cuando todo terminó, nos quedamos en silencio, nuestras respiraciones entrelazadas, nuestros cuerpos aún unidos. Sabía que habíamos cruzado una línea, una de la que no habría vuelta atrás.

Pero mientras yacía a su lado, con su cabeza apoyada en mi pecho, la tristeza volvió a instalarse en mi corazón. Porque aunque había deseado este momento más que nada, sabía que la realidad nos alcanzaría pronto. Y que lo que sentía por Adriana era mucho más que simple deseo.

Era amor. Y eso, me asustaba más que cualquier otra cosa en el mundo.

________________________________ 

HOLAAAAAAAAAAAAAAAA. 

Tenemos a Marquitos en la prelista de convocados para la selección, ojalá vaya. 

Nos leemos pronto. 

ig: ememarrr 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro