Capítulo 5
El viaje de vuelta a Madrid estaba silencioso, solo interrumpido por el murmullo de los compañeros de prensa y el ocasional ronquido de algún jugador dormido. Miré por la ventanilla del bus, viendo cómo las luces de la ciudad se acercaban lentamente, mientras mis pensamientos daban vueltas sin cesar.
El partido en Badajoz había sido un éxito en el campo, pero fuera de él, mi mente estaba en un caos. La conversación con Marcos seguía resonando en mi cabeza. Su insistencia, su confesión de que lo que pasó entre nosotros había sido real para él, me había dejado confundida y más vulnerable de lo que quería admitir.
Sara estaba sentada a mi lado, hojeando una revista sin prestar demasiada atención. Sabía que estaba preocupada por mí, y que esperaba a que yo tomara la iniciativa para hablar. Suspiré, cerrando los ojos por un momento, intentando calmar la tormenta de emociones que luchaba por salir.
--¿Qué pasa por esa cabeza tuya, Adri?-- La voz de Sara rompió el silencio, suave pero firme.
Abrí los ojos y me volví hacia ella. No podía seguir guardándome todo esto, no después de lo que había ocurrido en Badajoz. --Sara... Estoy tan confundida. Marcos me habló después del partido y... No sé qué pensar.
--¿Te refieres a cuando se te acercó después de que Eric viniera a hablar conmigo?-- preguntó, dejando la revista a un lado.
Asentí. --Sí. Me dijo que lo que pasó entre nosotros no fue un error para él. Que todavía siente lo mismo.
Sara frunció el ceño, claramente intrigada. --Y tú, ¿cómo te sientes con todo esto?"
Ese era el problema. No sabía cómo me sentía. Había intentado mantenerme distante, convencerme de que lo que pasó entre Marcos y yo había sido un error, un impulso del momento. Pero cada vez que lo veía, cada vez que nuestras miradas se cruzaban, sentía una oleada de emociones que me resultaba imposible ignorar.
--No lo sé, Sara. Me siento atrapada entre lo que creo que debería hacer y lo que realmente quiero.-- admití, sintiendo que las palabras salían a borbotones. --Una parte de mí piensa que lo mejor es mantenerme al margen, seguir adelante con mi carrera y dejar todo esto atrás. Pero otra parte... otra parte no quiere perderlo.
Sara me miró con comprensión, pero también con la sinceridad que siempre había valorado en ella. --Adri, nadie puede decirte qué hacer. Pero debes preguntarte si puedes vivir con la decisión que tomes. Si lo que pasó entre tú y Marcos no fue solo un error para él, tal vez deberías considerar que para ti tampoco lo fue.
Sus palabras se asentaron en mi mente mientras el avión aterrizaba suavemente en la pista. Tenía razón, y lo sabía. Pero eso no hacía que la decisión fuera más fácil.
La siguiente mañana en Madrid fue un torbellino de actividad. Entre entrevistas, reuniones y planes de cobertura, el tiempo se deslizaba rápidamente, dándome poco espacio para reflexionar sobre lo que realmente me importaba. Pero esa noche, mientras empacaba mis cosas para el siguiente destino de la selección, la realidad se asentó.
El calendario de la Eurocopa estaba lleno, y la cobertura de la selección iba a ser extenuante, dejando poco margen para distracciones personales. Pero sabía que no podía huir de mis sentimientos indefinidamente. Había una conversación que aún no había tenido, y era con el único responsable de mi confusión: Marcos.
Tomé el teléfono y, después de unos momentos de duda, escribí un mensaje.
¿Podemos hablar? Necesito aclarar algunas cosas.
El mensaje voló a través del éter, y casi de inmediato recibí una respuesta.
Claro. ¿Dónde y cuándo?
Dudé antes de responder. Ahora mismo era lo que quería decir, pero había algo en la inmediatez que me asustaba. Opté por algo más neutral.
Mañana después del entrenamiento, en el hotel.
El acuerdo estaba hecho, y con él vino una sensación de alivio, aunque también un nudo en el estómago. No sabía qué iba a decir, pero sabía que tenía que enfrentarlo. Era la única manera de encontrar la paz que tanto anhelaba.
Al día siguiente, el entrenamiento terminó y me dirigí directamente al hotel. Estaba nerviosa, pero decidida. Cuando llegué al vestíbulo, vi a Marcos sentado en uno de los sillones, esperándome. Sus ojos se encontraron con los míos, y vi un destello de incertidumbre en ellos que reflejaba mi propio estado de ánimo.
Nos saludamos en silencio, y juntos caminamos hacia un rincón tranquilo del vestíbulo. Cuando nos sentamos, sentí cómo el peso de nuestras palabras no dichas llenaba el espacio entre nosotros.
--Gracias por venir.-- comencé, tratando de mantener la voz firme.
--Siempre.-- respondió él, sus ojos fijos en los míos.
Tomé una respiración profunda. --Marcos, he estado pensando mucho en lo que dijiste. Sobre lo que pasó entre nosotros y cómo lo ves tú. Y me di cuenta de que... no puedo seguir evitando lo que siento.
Él esperó en silencio, dándome el espacio para continuar.
--Lo que pasó entre nosotros no fue un error.-- admití finalmente, sintiendo que un peso se levantaba de mis hombros. --Pero tampoco creo podamos hacer que funcione. Somos tan diferentes, y nuestras vidas están tan entrelazadas con nuestras carreras... Además, lo que hiciste después de aquella noche casi acaba con mi carrera y con todo lo que he deseado desde que tengo uso de razón.
Marcos me miró con intensidad. --Adri, sé que no será fácil. Pero estoy dispuesto a intentarlo, si tú también lo estás.
Mi corazón latía con fuerza en mi pecho. Esta era la decisión que había temido, la encrucijada que había tratado de evitar. Pero ahora, enfrentándola, sabía que la respuesta solo podía venir de un lado, lo que siento no puede acabar con mi carrera.
--Yo no quiero intentarlo. Mi carrera es demasiado importante para mí y la tuya lo es para tí, esto nunca podría salir bien. --dije finalmente, la resolución asentándose en mi interior. --Estar aquí, con todos vosotros, cubrir la Eurocopa es todo lo que he deseado desde que decidí estudiar periodismo. Y yo no quiero ser la novia de... Quiero ser Adriana López.
Marcos sonrió, una expresión de dolor y comprensión llenando su rostro. --Si eso es todo lo que te hace feliz, Adri, Lo voy a asumir de la mejor manera posible. No quiero que me veas como el idiota que estaba resentido y casi te arruina la carrera, quiero que me tengas confianza, quiero ser alguien a quién puedas acudir cuando te sientas mal. Quizás no pueda estar contigo, pero pueda hacerte feliz de todas maneras. --extendió su mano. --Empezamos de nuevo. Hola soy Marcos Llorente, tengo veintinueve años soy futbolista del Atlético de Madrid y la selección española.
Le sonreí tomando su mano extendida.
--Hola, soy Adriana López, tengo veinticinco años y soy periodista deportiva. Encantada.
Nos quedamos ahí, en silencio, sintiendo el comienzo de algo nuevo y desconocido. No sabíamos qué nos depararía el futuro, pero en ese momento, estábamos firmando un tratado de paz, que nos permitiese disfrutar con total plenitud del mes que se nos venía.
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ig: ememarrr
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