Capítulo 15. Colisión
Roma, Italia. Agosto 2014.
Un nuevo capítulo comenzaba en mi vida. El aire se sentía diferente; renovado, optimista y confiado. «Es hora de recurrir a un psiquiatra» sentenció mi inconsciente, y la callé rápidamente. Parpadeé, saliendo de mi obnubilación, y me encontré con la mirada de Lina. Ella ladeó su cabeza, viéndose como un cachorro confundido, elevó sus cejas con burla.
— ¿En qué estabas pensando? —me preguntó— Quiero creer que en mí —murmuró, sonriendo. Ruborizándome, negué intentando no ver a Bautista. Él se encontraba frente a mí, mirándome con intensidad.
Nos encontrábamos en la casa que Tiziano y Francesca poseían en Roma. Una casa de estilo bohemio y rustico, en una de las áreas más tranquilas de la ciudad. En pocas horas, la casa había sido invadida por nosotros. La usual tranquilidad de ese sitio, se había transformado en un murmullo generalizado. La mesa de la sala estaba llena de papeles, mapas y cosas. Drake con sus computadores y aparatos, ocuparon un buen espacio en la habitación.
Bautista apuntó el mapa desplegado en la mesa, y yo me acerqué para descubrir que se trataba de la zona lindera a donde estaba la casa de mi padre.
— ¿Dónde dijiste que tu hermano fue secuestrado? —inquirió Lina, mientras le daba información acerca de la zona en la que estaba mi casa.
— No lo dije, porque no lo sé —respondí con desilusión. Al oír la pregunta, mi primo se acercó a nosotros.
En todos mis años de vida, no recordaba verlo de aquel modo; vivaz y entretenido, como si la estafa y el peligro le dieran una vida que ninguna otra cosa podía. Excepto Francesca, ella siempre sacaba lo mejor de él.
— Fue en medio de la noche, cuando volvía de la universidad —explicó Tiziano. Sus ojos pardos se posaron en mí. Mi incertidumbre debió verse en mi rostro porque él sonrió culpable—. Gianfranco —dijo, y no fue necesario agregar más nada.
Tiziano comenzó a decir todo lo que sabía mientras Bautista anotaba lo importante y Drake buscaba todo lo necesario en su computadora.
En ese momento recibí un mensaje de Pietro. Él se encontraba en alguna parte de Roma, intentando resolver sus propios asuntos. Aún no podía asimilar que estuviese vivo pero lo estaba, y no eran locuras mías. Ahora lo único que me faltaba era encontrar a mi otro hermano, junto a un grupo de estafadores. Había tanto ego en esa habitación que apenas se podía respirar aire puro.
Francesca chasqueó sus dedos para devolverme a la realidad. Me encontré con sus intensos ojos azules, que eran tan expresivos que uno podía llegar a adivinar sus pensamientos. En ese instante, ella me observaba con curiosidad y preocupación.
— ¿Sigues segura de esto? —me preguntó, pero ya no había dudas en mí. Estaba lista para lo que sea que viniera. A pesar de todo lo sucedido, aún no me había rendido, y no pensaba hacerlo a futuro—. Cuando abra esa puerta, no habrá marcha atrás —comentó, señalando la puerta de su casa.
Asentí aunque comencé a preguntarme a qué se debía eso. Todas las respuestas de mis preguntas no formuladas se respondieron cuando tres personas ingresaron a la casa. Francesca los saludó con familiaridad, y sus ojos nos miraron con extrañeza, analizándonos.
El sonido de unos tacones resonó, creando una ligera tensión. Todas las miradas se dirigieron a la chica que ingresaba; se veía pequeña en comparación de los dos chicos que la acompañaban pero su actitud era intimidante y luminosa. Captó toda la atención en solo segundos, y al darse cuenta de eso, sonrió maliciosamente y su mirada se tornó filosa y sagaz.
— Buenas tardes, soy Aimée Le Blanc —dijo, con voz melódica; un pesado acento francés se coló entre sus palabras—. ¿Me han extrañado? —inquirió en tono juguetón, mirando a Tiziano y Francesca.
Uno de los dos chicos, el delgado y desgarbado rubio de su lado, la miró con recelo. Él se veía como esas estrellas de rock, bohemias, llenas de tatuajes y con aros. Había algo rebelde y desenfadado en su actitud. Él respiró hondo, pasando las manos por su cabello largo y con un ligero movimiento de cabeza nos saludó.
Se notaba en el rostro del segundo chico que era el más joven, aunque su cuerpo y altura lo hacían ver mayor. Pelo negro, ojos oscuros y piel morena; él era el más hermético de los tres y me di cuenta con solo verlo.
— Yo no la extrañé para nada —susurró por lo bajo el rubio, y la chica pelirroja lo envenenó con sus ojos verdes mientras él caminaba hacia mi primo para abrazarlo. Ella lo maldijo sin disimulo.
— No han dejado de pelearse ni un minuto —murmuró el chico moreno, con cansancio y frustración, dejando sus pertenencias a un lado.
— ¿Otra vez se pelearon? —inquirió Francesca, decepcionada, mirando a la chica pelirroja y al rubio. Ella puso los ojos en blanco y él resopló molesto.
— Él intentó engañarme —exclamó ella, con aire inocente. El chico abrió sus ojos, con espanto, apuntándola con exaltación.
— Ella también intentó engañarme —se defendió, elevando su voz a un grito histérico. El chico moreno nos miró con pena y vergüenza, bajó su mirada y negó para sí mismo.
— Sé que no es necesario, pero solo voy a decir que ambos intentaron engañarse con la misma persona —susurró. Tiziano se echó a reír a carcajadas, golpeando con su mano la mesa, mientras Francesca ocultaba su sonrisa bajo sus manos. La pareja, o ex pareja, miró al chico con indignación y cierta promesa de venganza.
El resto estábamos en silencio observando lo que se veía como la escena de alguna comedia de enredo. Estábamos tan confundidos que no sabíamos si reír o temer ante nuestros nuevos compañeros de trabajo.
— ¿No sería mejor hablar de lo que nos concierne? —aclaró Aimée, tras aclararse la voz. Francesca sonrió, controlando su sonrisa y nos señaló.
— Ella es Allegra, la prima de Tiziano. Ellos son Lina, Bautista y Drake —nos presentó mi prima con diplomacia. Lina levantó su mano como si estuviese en la escuela, acomodándose para estar más altiva.
— Me gusta más ser presentados como la tríada transnacional —dijo, y Bautista no fue tan rápido como para callarla con solo una mirada. Drake cerró los ojos, imaginándose que luego habría algún tipo de intercambio verbal en el que tendría que mediar.
El orgullo de los estafadores estaba ahí, queriendo mostrarse.
Aimée sonrió, de un modo seductor pero al mismo tiempo peligroso. Miró a ambos chicos pero al contemplar al chico moreno, la promesa de venganza parecía a punto de llevarse a cabo. Los ojos negros de él se agrandaron, gritándole silenciosamente algo que ella pensaba omitir.
— Es un placer conocerlos —canturreó ella—. Ellos son Jesse Whitman y Alex Casanova... aunque puede que los conozcan como El corredor fantasma y La sombra —agregó, con una sonrisa placentera.
Hubo silencio. Pero aún ante el silencio, pude oír los pensamientos de todos con solo una mirada. Aimée se cruzó de brazos con desdén. Francesca y Tiziano se miraron con precaución, mientras Jesse y Alex sentían las miradas iracundas de la tríada.
Inmediatamente recordé el robo frustrado de ellos por parte de La sombra, y lo único que pude hacer fue detener a Bautista. Estaba a punto de ir hacia Alex cuando lo sostuve por la cintura. Me costó hacer frente al peso de su cuerpo, sobre todo cuando estaba tan enojado.
— Bautista, no lo hagas —le insistí; sus ojos eyectados de sangre se dirigían mortalmente hacia Alex.
Pero aunque, de algún modo, podía controlar a Bautista, no pude controlar a Lina. Ella fue directamente hacia él, y con un diestro movimiento, golpeó su cara con fuerza. Estaba a punto de golpearlo nuevamente, pero Drake la levantó por la cintura, alejándola de Alex. Movía sus pies y brazos para zafarse pero la fuerza de Drake era mayor.
Tiziano se ubicó entre Alex y el resto, haciéndole de barrera. Adquiriendo un papel autoritario, señaló a Bautista y Lina para calmarse. Regañó a Aimée y obligó a Jesse a ayudar a Alex.
— Si quieren matarse, háganlo cuando esto haya acabado —dijo Francesca con frialdad, recorriendo el rostro de cada uno. La ferocidad del tono de su voz, disentía de su apariencia calma.
El modo de intervención de Francesca me dejó pasmada. No sabía si era la mejor idea, pero estaba segura que había peores ideas.
— ¿Alex? ¿Quieres decir algo? —inquirió ella. Él levantó sus ojos hacia el resto, encogiéndose de hombros.
— No creo que vengan tarjetas o haya frases hechas para ladrones disculpándose con otros ladrones por robarles —comentó con voz suave, y Francesca puso los ojos en blanco.
— Si la hubiese, diría algo como: Quise robarme tu cariño, pero solo logré quedarme con tu trabajo —opinó Tiziano espontáneamente. Tuve deseos de golpearlo, pero los gestos de pocos amigos de los demás lograron dar un efecto casi similar—. Son demasiados susceptibles —murmuró levantando sus manos en estado de rendición y se fue a sentar en un sillón.
¿Mira quién se queja?
Los tacones de Aimée volvieron a resonar en su camino por la habitación hasta llegar al sillón, sentándose pesadamente junto a mi primo. A ellos, se unió Jesse, quien movió su pelo para desordenarlo.
— Siempre me divierte ver como Alex es detestado —murmuró Aimée, y ella sonrió al ver como Alex la fulminaba con la mirada—, pero sabes que todos te terminamos queriendo —agregó, alzando su voz con actitud inocente.
Yo alejé a Bautista hasta llevarlo a la cocina. Él estaba demasiado silencioso y eso me hacía dudar.
— Bautista, ya está, no vale la pena —insistí, deseando poder convencerlo de algún modo. Aún lo sostenía por la cintura, evaluando su rostro; una mezcla de melancolía, decepción y enojo se entremezclaban mientras tenía los ojos cerrados.
Él posó su frente contra la mía, haciendo que me tensara ante aquel inesperado movimiento. Contuve el aire, observándolo cuidadosamente. Estaba tan cerca que podía sentir su respiración.
— Habíamos creído haber perdido buena plata pero lo que nos pagaron por la pintura, remedió la situación —dijo, en tono tenue. Abrió sus ojos, mirándome fijamente; el verde de sus ojos lucía transparente y calmo como el agua. Parpadeé sin estar segura sobre qué hacer hasta que él me sonrió y me tranquilicé—. Además, sin La sombra, no hubiésemos dado contigo —murmuró; su voz profunda hizo cosquillas en mi cuerpo, y la cercanía no ayudaba para mostrarme indiferente a él.
Sonreí con mi rostro ruborizándose. La temperatura comenzó a elevarse y la habitación se volvió pequeña. Sonreí con el rostro ruborizado y no fui capaz de hablar hasta que él se alejó de mí. Pero aun cuando dejó de tener su frente sobre la mía, nuestra cercanía, ponía a prueba el control sobre mis emociones.
Oímos desde la cocina un par de aplausos efusivos, y la voz de Francesca se elevó sobre el murmullo general. Bautista y yo permanecimos en silencio, pero sin alejarnos del otro.
— Voy a proponer lo siguiente: comida, alcohol e intentar limar asperezas, para proceder con la primera parte del plan —dijo.
Bautista y yo nos miramos. Mi expresión se llenó de duda mientras que él lucía curioso. Movió sus cejas con diversión y sonreí involuntariamente. «Tu comportamiento me da asco» murmuró mi conciencia, y le mostré mi dedo medio mentalmente. Me gustaba sentir las emociones que Bautista despertaba. Me hacía sentir linda y confiada, entusiasmándome a seguir y no detenerme. Era vivaz y decidida, así que no tenía planeado dejar algo que me hacía bien.
— No es mala idea —canturreó él, y estuve de acuerdo. Si queríamos seguir, había que dejar todas las barreras atrás y actuar como equipo.
Porque en la operación salvataggio, era todo o nada.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro