Capítulo 14. Valentino Battista
Mi vida se había convertido en una pesadilla de modo tan paulatino que nunca me di cuenta. Estaba vacía por dentro, sin ganas de nada.
Apoyándome contra la pared para sostenerme a mí misma, permanecía viendo aquel rostro. El rostro de un muchacho que había dejado de ser un jovencito hacía tiempo. Sus rasgos eran más marcados, y su apariencia más madura y sombría, pero aun así, podía reconocer ese par de ojos. Podía reconocerlo a pesar de haber creído que lo había olvidado.
Él me miraba silenciosamente. La palidez de sus ojos contrastaba con el tono bronceado de su piel. Su presencia era casi fantasmal, pero él no era un fantasma. Ya no.
— Allegra —susurró sin aliento. El tipo con el que discutía nos miraba desorientado y cauteloso, y yo me negué a creer aquella realidad.
Quería hablar pero las palabras no salían. ¿Cómo haces para encontrar palabras cuando te encuentras con alguien que crees muerto? Ahora comprendía los sentimientos de Bautista ante Francesca.
Tras echar al tipo que nos acompañaba, el fantasma de mi vida se acercó hasta estar frente a mí. Diferentes emociones traspasaron por su rostro, y elevé mi mano para tocarlo.
— ¿Esto es un sueño? —pregunté, con un nudo en mi garganta.
— No —respondió Pietro, en voz queda.
Recorrí con mis dedos su cara hasta que mi mente comenzó a funcionar y la tensión se acumuló en mi mano. Un golpe seco y breve le hizo voltear su cara con rudeza, pero no me importaba que le doliese. Su dolor no se comparaba con el mío. El dolor de saber que perdiste a una madre, a un hermano y a una familia. Su muerte había ocasionado el fin de la familia que conocía, y ahora lo veía frente a mí con más vida que antes.
Intenté seguir golpeando al fantasma de mi hermano, con lágrimas acumuladas en mis ojos, pero él agarró con fuerza mis muñecas.
— Sé que no vas a entenderme... pero debía ser así ―murmuró él, con la tensión en los músculos de su mandíbula. Sus ojos celestes pálidos como los míos se oscurecieron sombríamente.
Me erguí queriéndome mostrar fuerte. Yo lo era, o quería suponer que seguía siendo fuerte. Alguien con convicciones e ideales, que era difícil de derribar y que un "no" no la frenaba. Sin embargo, ya dudaba si aquella persona en realidad había sido yo.
— Lo siento mucho, de verdad —susurró, sin soltar mis manos por temor a que siguiera arremetiendo contra él.
— Deja de disculparte y explícame de una puta vez que mierda sucede. Te creí muerto por cinco años, estoy muriendo poco a poco por el estado de Matteo, y ahora resulta que tú eres quien contrató a mis amigos para robar el Torreón Escarlata. ¿Quién eres Pietro? ¿Quién? ―grité sacada de quicio queriendo zafarme de sus manos. Cuando finalmente lo hice no lo golpeé, sino que lo abracé porque sentía que mi corazón había sufrido demasiado.
Nos abrazamos en silencio por un rato, hasta que nos separamos lentamente. Él me contempló con una triste sonrisa, tocando suavemente mi pelo.
— ¿Por qué has cambiado tu color de pelo? —preguntó, y yo me encogí de hombro, viéndome como una niña secándose las lágrimas. Él meneó la cabeza con pequeña pero suficiente sonrisa, que me dejaba sin saber qué hacer.
Pietro seguía viéndose como antes. Pero había cambiado la ropa deportiva por los trajes y el pelo desordenado por un peinado más elegante y sobrio. Su frescura y calidez estaban ahí pero ocultos bajo una coraza de hermetismo y oscuridad.
— Siento mucho el daño hecho, pero tuve que hacerlo para no terminar lastimado yo mismo —dijo sin quitar sus ojos de mí—. Las presiones de la familia sobre mí eran completamente irracionales, y solo era un chico de veinte años —agregó.
Asentí ante sus palabras e inmediatamente se me vino a la mente Matteo quejándose de las costumbres familiares, volviéndose un paria. Y pensé en Gianfranco, a quien intentaban convertir en lo que Pietro fue, el perfecto integrante de una familia mafiosa, o algo que se asimilada mucho a una.
— Lo que no medí fueron las consecuencias de mis actos, pero quiero que sepas que siempre seguí los pasos de todos —dijo con seguridad, queriendo que le creyera. Y quería creerle.
— ¿Y Matteo? ¿Qué sabes de él? —pregunté con curiosidad, porque aquella pintura era lo único que pude conseguir y ella me había llevado hacia mi hermano perdido.
— Supongo que lo mismo que tú. Dejó de asistir a la universidad para investigar una pintura, que resultó ser el Torreón Escarlata; eso lo supe luego de su secuestro —me explicó.
— ¿Por qué estaba investigando la pintura esa? ¿Sabes porque lo secuestraron? —volví a preguntar confundida, y él suspiró.
— El secuestro debe estar relacionado con los Materazzi y sus turbios trabajos. La pintura es otra historia —dijo. Quedé con la mirada en la nada misma. Mi pobre hermano menor, había corrido la mala suerte de terminar metido bajo el fuego de dos situaciones distintas, y yo había estado investigando una ruta diferente.
— ¿Por qué robaste la pintura? —inquirí y él negó con aire desdeñoso.
— No la robé, Allegra, la recuperé —me dijo con énfasis—. Esa pintura es legado de la familia Battista. ¿Sabes quién era Battista? —preguntó, y negué rápidamente—. Nuestra madre: Candelaria Rafaella Monti Battista —dijo, y abrí mi boca sorprendida, en busca de aire para procesar todo lo que estaba oyendo.
Oh demonios, esto no va a ser fácil de procesar.
Pietro asintió meditabundo sobre mi reacción y posó sus ojos sobre la pintura que estaba en un cuadro colgado sobre una pared. Esa pintura y yo poseíamos un lazo, e iba más allá de la atracción que sentía hacia ella. Era hermoso y tormentoso saber que esa obra maestra pertenecía a una parte de mí, pero al mismo tiempo había ocasionado tantos problemas.
Sacudí mi cabeza, inaudita, y miré a mi hermano, teniendo más noción de los últimos sucesos.
— Aún debes explicarme por qué me trajeron aquí durmiéndome —comenté. Él torció el gesto con desagrado, y lo vi tensarse levemente.
— Eran personas que contraté, ellos habían visto fotos tuyas que me pertenecían y pensaron que trayéndote, yo les pagaría más —dijo. Levanté una ceja, preguntándome qué había sido de la vida de mi hermano en estos cinco años.
— ¿Y qué hiciste? —indagué.
— Les pagué, era lo mínimo que podía hacer por tu bienestar —sonrió con pena, pasando su mano por su pelo con frustración.
Mi corazón latió un poco más entusiasmado que antes, y le di un fuerte abrazo.
Pietro era de carne y hueso, nada de un fantasma, se veía irreal y parte de una broma cósmica en la que pronto me dirían que era una ilusión. Pero aun así, sonreí. Tras el dolor de una resquebrajada familia, lo único que había obtenido fueron mis hermanos y mi primo. Pero al menos podía asegurar que ellos estarían conmigo en las buenas y las malas.
— Debemos encontrar a Matteo —susurré de pronto. Pietro me miró de soslayo, con nuestras manos enlazadas.
— Lo sé, pero no sé por dónde comenzar —confesó tras un profundo suspiro.
Cerré mis ojos y lo único que pensé fueron en tres personas que conocí de la forma más extraña del mundo, pero sin embargo, habían logrado regalarme un poco de su amistad habiéndome incluido en sus planes. Una luz en mi mente se iluminó y sonreí.
— Creo que yo sí —susurré.
******
Golpeé la puerta del apartamento con torpeza. Aguardando bajo un silencio incómodo. De soslayo, veía a mi hermano apoyado contra la pared, moviendo sus manos con nerviosismo y la mirada perdida.
Sonreí para mí misma, al verlo así. Él había vivido cinco años lejos de nosotros, aún no sabía cómo, y estaba nervioso por hacer frente a un par de estafadores. Entre los cuales había un par de familiares.
La puerta se abrió repentinamente. Bautista se veía pálido y perturbado. Hubo alivio en su expresión al verme y una suave sonrisa curvó sus labios antes de abrazarme. Su cercanía y la fuerza con la que me sostenía me tomaron por sorpresa, pero no tardé en ceder. ¿Aquel era el mismo Bautista medido y hermético que yo conocía?
— ¿Por qué estás abrazando a mi hermana? —inquirió Pietro tan desconcertado como yo. Intenté mirarlo venenosamente, porque no era momento para eso, mucho menos cuando Bautista parecía tener un sentimiento similar al que yo sentía por él.
«Ah... ¿Y cuál es el sentimiento ese?» inquirió mi conciencia. Eh...importa en este momento.
— ¿Él es Borys? —volvió a preguntar mi hermano, mientras Bautista se alejaba, observándolo con el rostro enrojecido de la vergüenza.
¿Borys? Tardé unos minutos en procesar que se refería a mi ex novio. Al parecer Pietro tenía razón al decir que estaba al tanto de nuestras vidas, pero no comprendía por qué lo confundía con Bautista.
— Beauvais, no Borys, y rompí con él —le aclaré—. Él es Bautista —respondí molesta, suspirando con frustración ¿Era necesario recordármelo en ese momento?
— ¿Matteo? —preguntó un Bautista, dándonos paso hacia el interior y observando a mi hermano con sorpresa.
— Él es Pietro, mi hermano supuestamente muerto —expliqué, empujando a mi hermano hacia el interior. Él avanzó entre quejas, mirándome con impaciencia y lo obligué a callarse—. Por cierto, también se hace llamar Valentino Battista y es quien los contrató para robar la pintura —agregué, encontrándome con el resto.
— ¿Ustedes son la triada? —preguntó Pietro desorientado, mirando a Bautista, Drake y Lina.
La súbita palidez de Bautista no fue nada en comparación con Francesca y Tiziano al ver a Pietro. El vaso en la mano de Tiziano se estrelló en el piso en el mismo tiempo que Francesca gritó espantada. Drake y Lina intercambiaron miradas, intentando comprender la situación.
— Tanto tiempo, primo —dijo Pietro al estar frente a un enmudecido Tiziano. Su expresión no dejaba de mostrar su sorpresa e incredulidad, y a pesar de que me hubiese gustado grabarlo, comprendía el sentimiento que lo recorría.
Mi hermano se veía tímido a la espera de la reacción de mi primo, y cuando él lo abrazó, se mostró aliviado y reconfortado. Sonreí con alegría, y me volteé hacia Bautista. Él me contemplaba analíticamente, preocupado.
— ¿Estás bien? Cuando desapareciste, creímos lo peor —dijo. — Todo resultó ser una confusión —dije para tranquilizarlo, bostezando ante el cansancio. Lina y Drake se acercaron a mí, y no dudé en abrazarlos—. Nunca creí decir esto, pero los extrañé —exclamé.
— Extrañamente, nosotros también —murmuró Lina con una arrogante sonrisa.
Bautista, Drake, Lina y yo estábamos reunidos en una especie de círculo, mientras mi primo y mi hermano hablaban. Al principio dudé si debía confiarles mis pensamientos a ellos, pero me dije a mí misma que sin ellos, nunca hubiese encontrado a mi hermano. Así que les debía al menos un poco de confianza.
— Siento tener que pedirles otro favor —murmuré, a punto de comerme las uñas de mis dedos. Pero Bautista fue más rápido y sostuvo mis manos para apartarme esa costumbre, y dándome una mirada que me insistía en que debía hablar—. ¿Me ayudarían a encontrar a mi hermano? —pregunté.
Ellos se miraron. Hubo una especie de comunicación silenciosa. La diplomacia inercedía entre la lógica y la acción. Y cuando creí que jamás tendría una respuesta, Bautista sonrió y Lina me guiñó un ojo.
— Por supuesto que te ayudaremos —sentenció Drake.
Tras un tiempo de conversaciones para ponernos al día e intentar calmar los ánimos, mi primo me llamó con una media sonrisa maliciosa. Estábamos rodeados de comida y bebida, en un ambiente casi festivo y tan relajado como hacía tiempo que no vivía.
— Prima, hace un tiempo, mi amada esposa robó una pieza de Cesarius. Por lo tanto, si la quieres tener de vuelta, ya sabes a quien contratar —comentó divertido.
— ¿A nosotros? —preguntó Bautista de buen humor, con la mirada brillando y sagaz. Tiziano rió sin humor, y lo amenazó con falsa rudeza.
— Tú cállate. Primero te robas a mi esposa, al parecer te has robado a mi prima, ¿Ahora quieres mi trabajo? —dijo, con tono caprichoso, haciendo que tanto Bautista como yo nos ahogáramos con la comida. Intenté callarlo, pero mi primo no era alguien que cedía fácilmente.
¿Era necesario que tanto mi hermano como mi primo me hicieran pasar vergüenza?
— Ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón —murmuró Bautista por lo bajo, bebiendo agua. Aunque podría no haberlo oído, Tiziano lo hizo. Entornó sus ojos, acercándose a mí para estar más cerca de Bautista.
— Tendrás cien patadas mías si no te comportas —gruñó, y enrojecí aún más. Busqué a Francesca por un poco de ayuda, y mientras hablaba con mi hermano, apartó a mi primo con un solo movimiento.
Ni siquiera levanté la mirada mientras me disculpaba con Bautista por el horrible comportamiento de los hombres Materazzi.
— En mi familia suelen sentirse orgullosos por la educación que recibimos cada uno, pero no creo que todos hayamos captado lo realmente importante —me quejé. La risa suave de Bautista me obligó a mirarlo, pero no había reproche ni molestia. Solo tranquilidad y una sensación de alegría.
Solo eso me bastó para sentirme nuevamente reconfortada. Una de sus serenas miradas eran suficientes para darme confianza. Había algo en él, desde el inicio, que me inspirada seguridad.
— No hay nada que disculparse —dijo enlazando mi mano con la de él. El contacto con él produjo cosquillas en mi cuerpo. Un repentino entusiasmo de apoderó de mí, y sonreí involuntariamente—. Solo hay que enfocarse en encontrar a tu hermano —me aseguró, sosteniendo mi mano con fuerza. Transmitiéndome su tranquilidad y confianza. Haciéndome sentir acompañada e imparable.
—Sí, juntos vamos a lograrlo —dije, más decidida que nunca.
NdA: Esta versión no está exenta de faltas de ortografía, si es que hay, por favor haganmelo saber, a veces se me dificulta ver algunos errores. Muchas gracias.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro