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Capítulo 13. Fantasmas del pasado

La noche estaba cayendo en un día eterno. Tiziano y yo, nos encontrábamos alejados del resto para tener un poco de privacidad. Me recorría la incomodidad al estar junto a mi primo, ya que no era yo misma últimamente. Esa persona que estaba junto a él, era una sombra de la Allegra que él vio durante nuestro último encuentro.

Tiziano recorrió el dormitorio con análisis y luego se recostó en mi cama. Yo permanecí de pie y con los brazos cruzados, creando alguna especie de muralla que me impidiera ceder si acaso él pretendía convencerme para volver. Él se veía tan animado, a pesar de todo, sarcástico y meditabundo al mismo tiempo. Me invadían los celos de verlo tan entero anímicamente.

— Gianfranco no quiso cooperar y no me dejó más alternativa que acorralarlo hasta decirme todo —comenzó a explicar sus métodos para obtener información, mientras me miraba el pelo.

Mis cejas se elevaron y moví mi cabeza con incredulidad. ¿Cómo hizo para acorralar a mi hermano? Él no era mucho más alto que Gian y tampoco tenía su físico o la energía de un adolescente...

— Eres un abusivo —me quejé. Sus ojos pardos adquirieron un brillo maligno a medida su sonrisa se ensanchaba.

— Me han llamado cosas peores —comentó, y yo sonreí sin humor manteniendo la mirada en la suya. Ambos queríamos ganar aquel juego de dominancia, porque si había algo que los Materazzis odiaban era perder— Así que lograron obtener el Torreón Escarlata —canturreó luego.

— ¿Qué sabes sobre eso? —pregunté con actitud estoica, sin querer darme por vencida.

— Lo suficiente —respondió enigmáticamente, haciéndome enojar. Entorné mis ojos sobre él con amenaza pero lo único que produjo fue diversión.

— ¿Cómo conoces a la triada? ¿Y por qué no estás gritándome por estar rodeada de ladrones? —volví a preguntar. Tiziano sonrió de un modo que me advertía que algo había detrás. En sus ojos había provocación, pero al mismo tiempo, una seriedad suficiente para mantenerme alerta.

— Sé más cosas de las que crees —dijo—. Y nuestra familia no es precisamente normal e inocente —agregó. Toda diversión o malicia desapareció. Aquel Tiziano que hablaba era al que más temía, porque cada palabra era pura honestidad.

— ¿Ahora me vas a decir que pertenecemos a la mafia? —pregunté divertida, pero él no sonrió, y yo palidecí.

— Técnicamente no, pero sabes que el abuelo tiene muchas influencias y contactos —respondió con tranquilidad.

La sangre de mi cuerpo se heló, y no había comentario que me hiciese a ser la de antes. Quería creer que era una broma pero sabía que no lo era ¿En qué momento fue que mi vida dejó de ser lo que creí? ¿Cómo es posible que haya vivido todos estos años ciega acerca de eso? ¿Por qué?

Tiziano se acercó a mí lentamente. Sus brazos me rodearon con fuerza en un cálido abrazo que ya hacía tiempo que no recibía, y el cual me resultaba extraño. El juego psicológico de miradas dejó de tener sentido como el resto de mi vida, y en cuanto sentí la protección de mi primo, no pude contenerme más.

Las lágrimas cayeron con facilidad mientras veía mi vida pasar frente a mis ojos, adquiriendo un nuevo significado. La angustia se sentía como un gran peso en mi cuerpo, y comenzaba a querer irse. Eran tantos golpes. Uno tras otro, sin pausa y sin poder levantarme. Mi vida se había convertido en una montaña rusa, con subidas y bajadas, donde lo único que producía era una terrible necesidad de querer salir de eso.

Quería ser fuerte. Quería luchar. Quería deshacerme del miedo y el dolor. Pero simplemente no podía, y estaba cansada. Y tenía pocas energías para seguir.

— ¿Por qué me lo dices ahora? ¿Por qué me lo ocultaron tantos años? —pregunté entre lágrimas, sintiendo el suave golpeteo de Tiziano en mi espalda.

— Era para protegerte. Si fuese por mí, nunca te lo habría dicho pero no quedó más alternativa dada las circunstancias —me respondió. Continué llorando hasta que una pequeña duda comenzó a merodear por mi mente.

— La muerte de mi mamá y Pietro, ¿están relacionadas con los negocios familiares? ¿Lo de Matteo también? —pregunté.

— No lo sé, estoy tan metido en eso como tú —respondió, y estuve aliviada de saber eso—. Todo lo que sé no es por la mafia sino por mi otro trabajo... —dijo, alejándose apenas para mirarme a la cara. Él secó mis lágrimas e intentó peinar mi pelo—. Soy falsificador y estafador... aunque actualmente estoy retirado —comentó.

Contemplándolo inexpresiva, parpadeé y volví a abrazarlo.

— No sé porque, pero ya ni eso me asombra —comenté, y lo oí sonreír.

Un golpeteo en la puerta nos interrumpió pero no nos movimos de nuestras posiciones. Yo elevé mi voz para que entrara Francesca y ella se notaba feliz al vernos abrazados.

— ¿Tú también estás metida en esto? —pregunté, y su sonrisa se volvió traviesa. No supe que decir, porque no es como que uno esté preparado para que tus familiares te digan que son ladrones de guante blanco.

— Mi verdadero nombre es Lara Estrada y nací en Argentina, como lo sabes, lo que no sabes que fui una estafadora durante muchos años y así conocí a tu primo —me explicó.

— ¿Entonces no se conocieron en la Fontana di Trevi? —pregunté elevando mi voz, no tanto porque me mintieran sino porque amaba ese irreal y romántico encuentro.

— Sí pero no —respondió Tiziano—. Ambos queríamos robar un auto y bla bla bla —dijo moviendo su mano como si hablara. Francesca, o Lara, lo miró con advertencia y él le sonrió culpable.

— En mi juventud en Argentina conocí a Bautista. Éramos grandes amigos junto a su hermano Noel. Tuve una vida un tanto caótica y al final, no me quedó otra alternativa que fingir mi muerte como Lara Estrada —explicó. Asentí, diciéndome a mí misma que más adelante me adentraría en ese tema pero que por ese momento era suficiente.

— Entonces, ¿cómo te llamo? —pregunté dudosa. Ella sonrió extendiendo sus brazos para que también la abrazara, y abandoné a mi primo por ella.

— Soy Francesca —respondió, mirando a Tiziano primo con una ternura y sentimiento que me hizo sentir envidia.

Sintiéndome feliz de estar rodeada por ellos, quienes eran mi familia más cercana, respiré hondo sabiendo que tenía mucho por procesar, y temiendo que quedara mucho más también.

****

Las luces iluminaban las calles de Zurich. El viento se oía como un escalofriante susurro, que nos advertía tener cuidado. La noche había llegado y eso significaba que la entrega debía llevarse a cabo. Cuando Bautista se acercó a mí, unas horas antes, más recompuesto y con la mirada oscurecida, supe que el tiempo se había agotado. Desde ese momento, el ambiente era otro; más tenso, silencioso y alerta.

Bautista y Lina estaban en el sitio de la entrega esperando alguna señal del contacto. Drake había permanecido en el apartamento, observando todo desde la lejanía, precavido ante algún movimiento extraño. Mientras tanto, yo me encontraba en el asiento trasero de un auto acompañada de Tiziano y Francesca. Se suponía que éramos un grupo de ayuda ante alguna urgencia, pero no estaba segura cuanto podíamos ayudar si es que algo se presentaba.

La espera se estaba volviendo tediosa, y me sentía demasiado sensible a todo tipo de emociones, tras lo ocurrido. No podía dejar de observar los alrededores en busca de alguna señal que me indicara que todo estaba por terminar. Pero no veía nada y lo único que oía era a Tiziano y Francesca discutir sobre unos amigos llamados Aimée y Jesse.

— Quizás si Alex intercede, podría solucionar algo —comentó mi primo, mirando a Francesca de reojo. Ella negó y movió sus manos, desestimando sus palabras.

— Alex está ocupado con sus asuntos como para estar metiéndose entre ellos —respondió Francesca, produciendo risas burlonas de parte de mi primo.

— Oh, cierto que La sombra tiene mejores cosas que hacer —se quejó sarcásticamente.

¿La sombra? ¿Por qué me sonaba conocido ese nombre?

Buscaba en mi mente el origen de ese nombre, pero un movimiento a orillas del parque llamó mi atención. Volteándome, distinguí dos hombres caminar hacia donde Bautista y Lina estaban estacionados. Mi espalda se tensó, y mientras buscaba algo más, divisé un auto estacionado a varios metros nuestro.

«Espero que no estés pensando en hacer ninguna locura» murmuró mi conciencia, lenta y cuidadosamente, con un filo de advertencia. Negué rotundamente, porque no pensaba hacer nada indebido. Solo pensaba observar el intercambio para luego separarme de ellos e ir en busca de mi hermano.

Aunque había algo más que no podía explicar con palabras, y que me incomodaba. Como un presentimiento de que algo faltaba en el rompecabezas de mi mente.

Por el secuestro me había reencontrado con la triada y descubrí el Torreón Escarlata. Esa pintura era lo único que había logrado encontrar que estuviese relacionado con mi hermano. Si era o no una pista de su secuestro, no tenía idea, pero debía haber algo más.

«Oh no... no, no, no» comenzó a decir mi voz interior. «No hay nada más que puedas hacer. Hiciste un buen trabajo pero ya está» agregó, y meneé mi cabeza al pensar en mi hermano. Sin dudarlo, abrí la puerta del auto silenciosamente y salí corriendo al sector donde ese auto se encontraba estacionado. «Allegra, acabo de decirte un halago, ¿eso no es suficiente para hacerte volver?» gritó mi conciencia exasperada.

Y no, eso no era suficiente. Estaba ambiciosa de más información, y ya era tarde para detenerme.

Crucé la calle queriendo llegar al auto pero una fuerza superior me arrastró hacia atrás, tapándome la boca. Mis gritos se ahogaron bajo una mano enguantada, y no podía librarme de aquella fuerza que me sostenía. De algún modo, comencé a caer en la inconciencia. «Tú sí que sabes meterte en problemas» oí en mi mente una voz que dejó de sonar como mi madrastra y obtuvo aquel tono melódico y tenue de Bautista, que fue el nombre que grité antes de caer.

Mi cuerpo se sentía pesado, y mi cabeza dolía punzantemente al despertar. La somnolencia se transformó en pánico y adrenalina cuando recordé en qué situación estaba: nuevamente secuestrada. «Demonios» pensé, levantándome de un salto inestable, recorriendo la austera habitación con miedo.

Busqué algún escape pero debía descartar las ventanas porque tenían rejas. Me maldije cientos de veces mientras me dirigía hacia la puerta, encontrándola milagrosamente abierta. La suerte últimamente no estaba de mi lado, sobre todo con las decisiones apresuradas y descerebradas que tomaba.

Porque sí, sabía que no era buena en mis decisiones pero no podía cambiar.

Encerrada por mis propias decisiones, tras no oír a mi conciencia, recorría la casa lentamente. El silencio me generaba desconfianza, y no dejaba de preguntarme qué sitio era ese. Ese lugar se veía elegante y lujoso, nada parecido a un sitio donde mantendrían recluida a una persona.

De pronto, unas voces se hicieron más claras y me obligué a agazaparme contra la pared. Un par de hombres discutían en un idioma que parecía ser alemán. Pensé en irme en dirección contraria, pero que dijeran mi nombre llamó mi atención. Además, con las terribles decisiones que tomé antes, ¿qué más podía pasar?

Me acerqué hasta ser capaz de observar el interior. Capté la imagen de un hombre de traje oscuro, y lo vi golpear con furia el escritorio, y ante el silencio que se generó, tuve miedo de ser descubierta.

— Esto se ha ido del alcance de mis manos —dijo aquel hombre de traje. Sentí un escalofrío al oírlo hablar en italiano. Una lluvia de imágenes se agolpó en mi cerebro, haciéndome colapsar mentalmente y ni siquiera dudé cuando abrí la puerta con brusquedad.

Allí estaba quien contacto a la triada por la pintura. Un presentimiento en mi cabeza me decía que ese hombre era Valentino Battista, y el rompecabezas adquiría otro sentido. Sus ojos se posaron en mí con serenidad, y lo único que pude hacer, fue gritar horrorizada.

NdA: Esta versión no está exenta de faltas de ortografía, si es que hay, por favor haganmelo saber, a veces se me dificulta ver algunos errores. Muchas gracias.

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