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Capítulo 12. C.B.

Zúrich, Suiza. Agosto 2014.

El cielo estaba teñido de un plateado tormentoso sobre la ciudad con aires de melancolía y solemnidad. Había algo de la ciudad que me resultaba tranquilizador y místico. Y si hace unos días, me hubiese dicho que estaría contemplando el Río Limago desde un apartamento a orillas de él no lo hubiese creído. Sin embargo, aquí estaba.

Zúrich era precioso y sentía una extraña emoción recorriéndome, algo que no percibía desde hacía mucho tiempo.

— ¿Piensas permanecer todo el día frente a la ventana? —oí tras mi espalda, y me giré para encontrarme con Bautista.

Él tenía una expresión incierta en su rostro, y sus ojos verdes estaban oscurecidos. Su pelo castaño revuelto me decía que acababa de despertar de su siesta, y en su mano había una taza. Y en el tiempo en que lo conocía podía asegurar que no tenía café. Él odiaba el café... cosas raras de la vida.

— Quizás —me encogí de hombros, mirando soñadoramente el paisaje. Lo oí acercarse a mí a paso lento para contemplar la ciudad.

— ¿Nunca has venido aquí? —preguntó, y yo negué.

— Solo conozco Roma y Paris porque he vivido allí, mi padre no quería que saliera al mundo por su paranoia de seguridad y cuando dejó de prestarnos atención tampoco lo hice porque ya no sentía ganas de hacerlo —expliqué.

Sentí sus ojos sobre mí pero no me animaba a mirarlo. No quería encontrar lastima y tampoco quería verme a mí misma como una víctima porque no lo era, simplemente mi vida había resultado así.

— Si quieres, podemos ir a dar un paseo por la ciudad para que la conozcas —dijo con voz ronca, tras aclararse la garganta. Para giré hacia él para asegurarme que no estaba bromeando, y sonreí involuntariamente con entusiasmo—, pero debemos regresar antes de la hora pautaba para la entrega —dijo, señalando la pintura, que reposaba en un marco y tapada cuidadosamente.

— Por supuesto, tus palabras son órdenes —respondí sin dudarlo y él se vio satisfecho con mi respuesta.

El entusiasmo del momento se fue y quedó la incertidumbre que rodeaba al Torreón Escarlata. Desde que obtuvieron la pintura, permanecía observándola fijamente para saber qué era lo que había obsesionado a mi hermano. Un hermano que continuaba en peligro y necesitaba salvar.

— Miras tanto esa pintura que estoy comenzando a sentir celos —susurró Bautista por lo bajo. Lo miré sombríamente y lo obligué a seguir tomando lo que sea que hubiese en esa taza.

— Necesito saber la relación con Matteo, pero no encuentro nada —respondí—. Ni siquiera sé dónde comenzar —me quejé.

— ¿Y qué te parece por el autor? —inquirió, dejando de beber y mirándome con arrogancia. Cierto... los pintores solían dejar su firma allí—. Hay una lupa en mi mochila —comentó observándome mientras me dirigía hacia la pintura.

Busqué rápidamente la lupa y comencé a inspeccionar el Torreón Escarlata con mayor profundidad. Estuve un rato hasta que sentí una presión en mi muñeca que dirigió hacia una de las esquinas del óleo. Le sonreí a Bautista en agradecimiento, y mi cuerpo se tensó cuando percibí algo. Si uno no prestaba atención no podía verlo claramente, pero allí estaba. Era una firma muy pequeña que pasaba desapercibida entre el paisaje. Y se trataba de dos iniciales: C.B.

— CB —dije, y mi expresión se llenó de confusión— ¿CB?

¿Qué clase de nombre era ese?

— Bien hecho, no siempre es fácil de encontrar la firma —afirmó él, oyéndose tan cerca de mi oído que me estremecí. Su seriedad y análisis me inquietaron pero también me resultaba interesante verlo tan concentrado.

Sus ojos se oscurecieron y por un efímero instante se posaron en mis labios, haciendo que mis emociones se descontrolaran. ¿Qué mierda Allegra? Quería comportarme, pero había cosas que no podía manejar. Bautista cerró sus ojos y se movió, torpemente, lejos de mí. Sacudió su pelo mientras buscaba algo alrededor pero terminó mirándome de nuevo.

— Drake —dijo, viéndose extraño—. Él va a encontrar la respuesta —agregó abandonando la sala, dejándome en medio de dudas pero también un tanto divertida.

«¿En serio? ¿Alguien como tú lo pone nervioso?» inquirió mi conciencia completamente shockeada. «Oh, mejor cállate» pensé inmediatamente, sin ánimos de oírla.

Habían pasado un par de horas. Drake continuaba investigando en la computadora. Bautista leía un comic recostado en el sillón. Lina leía un libro mientras comía golosinas. Y yo estaba al borde de la locura. En el último tiempo, la paciencia no era precisamente mi aliada. Me encontraba caminando de un lado a otro de la sala, sin poder controlarme. Los otros ya se habían dado por vencidos en intentar que me calmara, y solo dejaban que diera vueltas hasta que me mareara.

— Este libro es asombroso —exclamó Lina mirando a todos con fascinación—. Él está bueno, y la historia gira en torno de Dante Alighieri, la divina comedia y algunas obras de arte. ¿La Primavera de Botticelli sigue estando en la Galería de Uffizi? Sería interesante robarla —inquirió con curiosidad.

— Lindo desafío, quizás más adelante —comentó Bautista, sin dejar de leer sus comics. Drake sonrió divertido y yo respiré hondo para encontrar paz interior.

— ¿Falta mucho? Estoy muriendo —susurré con la voz ahogada.

— Nos dimos cuenta. ¿Quieres? Un poco de azúcar no hace mal —me dijo Lina, convidándome de sus golosinas. Acepté algunas pero aun así no ayudaba. Quizás si fuesen calmantes harían un mejor efecto.

— ¡Bingo! —gritó Drake con emoción y yo me sobresalté, corriendo hacia donde estaba—. C.B. son las iniciales de Ceasar Battista. ¿Les suena el apellido? —inquirió él.

Un escalofrío tensó mi espalda, y mi alrededor giró vertiginosamente. Battista. Aquel apellido que mi hermano había escrito, ahora tenía explicación.

— Probablemente Valentino Battista sea descendiente de Ceasar Battista —explicó Bautista, dejando de lado el comic—. Y Ceasar Battista, ¿no es el verdadero nombre de Cesarius? —preguntó.

— ¿Quién? —pregunté confundida, necesitando un poco más de información y aire. Obligué a Bautista dejar de ocupar todo el sillón para poder sentarme, sentía mi cuerpo demasiado débil.

— Cesarius fue un pintor dedicado a los retratos y al impresionismo, pero la mayoría de sus obras se creyeron perdidas en un incendio —me explicó Lina. Quedé boquiabierta e inexpresiva, sin saber que decir y solo preguntándome ¿Quién era Valentino Battista y en qué estaba metido Matteo?

*****

Había transcurrido solo unas horas, pero emocionalmente se sentían como diez o veinte días. A pesar de que el escenario del secuestro y la pintura no se veían tan ensombrecidos, no estaba del todo claro. Suponíamos la relación entre Cesarius y Valentino Battista aunque su imagen continuase siendo un interrogante. ¿Quién era? ¿Por qué mi hermano estaba interesado en él? ¿Estaba relacionado con el secuestro? Me negaba a creer que fuese un simple fantasma.

Necesitaba canalizar mi frustración pero no encontraba una forma. Bautista no me dejaba caminar y Lina me prohibió comerme las uñas. Estaba presa de mis emociones. ¿Cómo había pasado de ser una persona controlada y optimista a alguien que vivía aterrada y con dudas? «Era cuestión de tiempo antes de que salieras de tu cascarón protector. No puedes vivir siendo algo que no eres» susurró mi conciencia.

¿Acaso vivir aterrada era ser yo misma?

«Mostrarse con miedo y desconfianza es normal, lo que no es normal es disfrazarlo de optimismo. Ahí está la diferencia» me explicó mi voz interna. No sabía si sus palabras me resultaban tranquilizadoras o no, solo sabía que ser optimista por el simple hecho de serlo ya no se sentía bien.

— Sea quién sea él, debemos seguir con lo pactado: hay que entregar la pintura esta noche —nos advirtió Bautista, y tenía razón. La pintura debía ir a quien la quería, y no creía que pudiese darnos más pistas de las que ya nos dio.

Respiré hondo para calmarme, agarrando la taza de Bautista para beber. Sabía que no había café, y me debatía entre café y coca cola, pero no creí que tuviese fernet dentro. Le dediqué una mirada sarcástica antes de beber y él intentó no sonreír para no romper su seriedad del momento.

— ¿A dónde deben llevarla? —pregunté.

— Hay un punto de encuentro a las afueras del Jardín Botánico —respondió Lina, mientras estiraba su cuerpo perezosamente. Una sonrisa maliciosa curvó sus labios y me miró con entusiasmo—. ¿Quieres ver cómo se lleva a cabo un intercambio? —preguntó, y hubiese respondido afirmativamente si es que Bautista no negaba con ánimo inflexible.

Ofendidas y decepcionadas, Lina y yo comenzamos a quejarnos. Hablábamos sin parar y también sin hacernos entender. Maldiciones en dos idiomas, frases sin sentido se mezclaban y lo único que logramos fue confundirlos. Drake maldijo a Bautista en voz baja por crear caos, y lo solo nos callamos ante el inesperado sonido del timbre.

Nos miramos en silencio, teniendo noción de no esperar visitas. En estado de alerta, Bautista caminó hasta la puerta, miró a través de la mirilla pero lo que encontró, lo lleno de confusión y también curiosidad. Abrió la puerta con desconfianza, y yo palidecí al ver aquellos ojos que me atravesaron como rayos laser. Amenaza, diversión y probablemente una promesa de sangre, se ocultaban tras ellos. Yo sabía que tendría que pagar lo que hice, pero no creí que fuese tan pronto...

— Ciao prima, ¿Me has extrañado? —me saludó Tiziano, sin dejar de mirarme.

Conteniendo la respiración, enloquecí internamente. No sabía si sentía miedo o sorpresa por verlo allí, y él sonrió. Me sonrió con esa sonrisa medio ángel y demonio. Una sonrisa que no sabes si será su salvación o tu condena. ¿Dramática yo? Probablemente, pero si hablábamos de drama, no había nadie más dramático que Tiziano Materazzi.

— ¿Qué mierda haces aquí? —pregunté, en italiano. Bautista, Lina y Drake me miraban en busca de alguna explicación pero ni siquiera yo sabía qué ocurría.

La risa de Tiziano resonó en el ambiente tenebrosamente, y se adentró en la sala como si fuese habitual para él entrar en un extraño sitio donde no había ningún conocido. Se veía igual que siempre: casual pero manteniendo la elegancia. Su pelo estaba un poco más corto y al parecer había decidido deshacerse de su barba. Se detuvo para mirar a Bautista de arriba hacia abajo, con mirada incierta.

— ¿Yo te conozco? Porque me parece haberte visto en algún lado —preguntó Tiziano, acercándose cuidadosamente. A Tiziano le encantaba no respetar los espacios personales de las personas. Bautista negó y se alejó lo más que pudo.

— ¿Quién eres? —le preguntó, al salir de su asombro. Tiziano rió mientras me apuntaba.

— Primo de ella, y esposo de ella —respondió moviéndose para dar paso a Francesca. Alta y curvilínea, sus ojos azules como el hielo era lo primero que uno no podía dejar de ver. Tenía el pelo más largo, oscuro y brillante. Su presencia allí, era un soplo de aire fresco en comparación de mi primo.

— ¿Cómo me encontraron? —pregunté, acercándome a ellos. Francesca sonrió dándole un vistazo a mi primo, y él puso los ojos en blanco.

— No eres la única con amigos que saben de tecnología —comentó él ácidamente, mirando a un Drake que palideció.

¿Quién es Lara? Me pregunté al mismo tiempo que Francesca se acercaba a un Bautista que se apoyaba en la pared para mantenerse erguido. Ella se acercó lentamente a él y le sonrió con tristeza.

Tanto tiempo sin vernos, Bautista Lombardi —murmuró en español, tocando su rostro con familiaridad. Pude ver lágrimas cayendo de sus ojos, y sentí que me estaba perdiendo de algo importante.

— Pero... —dijo dubitativo, parpadeando como si quisiese salir de una ensoñación—, estas muerta. Yo, yo fui a tu funeral con los demás. Con Noel, Mauricio y Valeria —dijo en español. Podía entender claramente lo que decía pero no comprendía la razón de sus palabras.

Busqué alguna explicación en mi primo pero él me rodeó con sus brazos, acercándome a él y dándole espacio a ambos para que conversaran. Sabía que debía dejarlo hablar pero me costaba ver a Francesca y Bautista de aquel modo, tan dolidos y quebrados.

Necesitaba que fuese así, lo siento mucho —dijo Francesca, sin dejar de disculparse. A pesar de todo, admiraba que tuviese la fortaleza de ver a alguien a los ojos y no evitar su mirada.

Te lloramos mucho... aún lo hacemos —la voz de Bautista se quebró, y Francesca lo abrazó con fuerza. Él dudó por un momento, reacio a ceder pero terminó rodeándola con sus brazos hasta que el llanto de ella cedió.

Llena de preguntas, dejé atrás a Francesca y Bautista. Un aura de solemnidad rodeaba a mi primo, volviéndolo sombrío. Lo miré una vez más en busca de alguna respuesta pero él me sonrió brevemente, besando la cima de mi cabeza y prometiéndome que luego tendría todo lo que quería.

— Así que ustedes son la Triada Transnacional —exclamó Tiziano mirando a Lina y Drake, una vez estuvimos a su lado. Ambos intercambiaron miradas curiosas, y yo me encogí de hombro ante sus expresiones. Yo estaba tan perdida como ellos.

— ¿Y ustedes qué hacen acá? —preguntó Lina.

— Hemos venido a ayudarlos —sentenció mi primo con una sonrisa maliciosa, como si supiese exactamente qué era lo que estaba por venir.

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