Capítulo 16. La Caída.
Verdad. ¿Qué es en realidad la verdad? Acaso hay algo que sea más verdad que otra verdad. Mi verdad puede ser mentira en comparación a la verdad de otra persona, pero si yo vi un punto que la otra persona no vio, ¿sigue siendo mi verdad mentira? Verdad y mentira, dualidad en eterna comparación y la cual nunca tendrá respuesta. Y si hay respuesta, ¿qué me asegura que es verdad y no una verdad oculta en una mentira? Hmm... creo que me siento muy filosofa.
—Entonces, ¿Cómo fue que llegamos a esto? —pregunté con interés mientras me encontraba en el asiento de atrás de mi propio coche, siendo llevada hacia la casa donde hasta hacia unos momentos era mi escondite.
Nadie me respondió. Interesante. Suspiré, me acomodé contra el asiento para intentar estar cómoda pero es imposible cuando tienes esposas. ¿Cuál era la necesidad de esposarme cuando ya estaba completamente en ruinas?
—Y... ¿Cuánto te pagó? —volví a preguntar, sabiendo que la paciencia de todos se estaba acabando. El gigante sentado a mi lado me dedicó una mirada oscura y amenazante que solo me hizo sonreír. Dante miró al piloto con astucia y me sonrío.
—Nada —respondió Alexis.
— ¿Nada? —Pregunté con ironía— Me parece bien, no vales nada en este negocio —murmuré mirando el tránsito de Buenos Aires.
— Alexis es mi ahijado, y los asuntos de familia son lo suficientemente importante como para saber que no es necesario que haya dinero en medio, pero esta vez le voy a dar un gran premio por infiltrarse en tu equipo —comentó Dante mirándome con excitación—. Por cierto, ¿Dónde se encuentra tu equipo? —rió con sarcasmo.
Puse los ojos en blanco ante sus palabras con respecto a los valores familiares, e intente mover mis manos entre las esposas... sin éxito. Definitivamente a Dante se le daba mal lo de villano de película.
—No lo sé, pregúntale al traidor —respondí malhumoradamente. Odiaba estar atada, inmovilizada o lo que fuera.
Dante, sin poder borrar esa estúpida sonrisa, miró a Alexis. Él manejaba hacia la casa, pero mientras una parte de su atención estaba en el transito, otra estaba en aquella conversación.
—Dos de ellos eran quienes buscarían información en tu casa mientras ella ocupaba tu tiempo en la empresa —respondió mirándome a través del espejo retrovisor. Condescendientemente y sin sentirme amenazada por su oscura mirada, mantuve mis ojos sobre los de él—. Tiziano está en la casa a la espera de la información vía informática —agregó.
Ahí está, el plan se fue a la basura, donde más de una persona dentro de ese coche también debería ir. Tenía ganas de mostrarle mi dedo medio o de sacarle la lengua, pero quedaría demasiado infantil. Así que se podría decir que me resigné.
Tic, tac.
Tic, tac.
Tic, tac
El tiempo pasó, el silencio llegó en el momento que me cansé de hacer preguntas molestas y de quejarme de todo como una niña. Lo malo fue que debía soportar las sonrisas y miradas de Dante, que me provocaban nauseas. Y la única razón por la que no vomité fue porque me encantaba el cuero de ese auto, y también mi ropa.
El auto se detuvo y vi la casa que teníamos en los suburbios. Mediana, color blanco y de tejado rojizo. El sol estaba cayendo, el aire era fresco y seco, y todo era tan otoñal y muerto. Dante y Alexis se bajaron primero. Los vi intercambiar palabras. Dante parecía un nene que estaba a punto de meterse en un pelotero, mientras Alexis se mantenía hermético como siempre. Permanecí mirándolos analítica mientras el gorila que es el seguridad personal de Dante se unía a ellos. ¿Qué mundo pequeño, no crees?
Parece una locura que Dante, el hombre solitario con una de las familias más disfuncionales del mundo sea el tío de Alexis, el pobre chico huérfano que se crió en orfanatos y tuvo que recurrir a la vida criminal para vivir. Bueno, la verdad es que ya no sé muy bien que creer.
Aprovechando la distracción de ellos, me moví para sacar de mi pantalón un pequeño aparato que Jesse había creado que me ayudaría a abrir las esposas. Era una tarea casi imposible intentar abrir esas porquerías y verse quieto. Una correntada de adrenalina me recorrió cuando los ojos de Alex se dirigieron a mí, estudiándome. Quieta, quieta. Aún así, seguí moviendo mis dedos hasta que oí el par de clic. ¡Eureka! Houdini en comparación mía no era nadie. Él pestañeó y pasó su mano por su pelo volviendo a centrarse en su tío.
Respiré hondo sabiendo que había estado cerca de ser descubierta. Me acomodé contra el asiento nuevamente para quedar tal como antes, y le eche un vistazo a la casa que parecía demasiado tranquila. El guardia se metió en mi campo de visión y casi me asusto con su fealdad, pero extrañamente, Alexis se interpuso siendo él quien me ayudó a salir del auto.
—Está abierto —dijo él a su tío, mientras me obligaba a caminar, y el otro gorila se encargaba de cuidar la entrada.
Dante abrió la puerta y dio un rápido vistazo, viéndose desencantado del lugar que había decidido usar de escondite. Miraba todo con el juicio en su mirada, adentrándose en la casa y deteniéndose a mitad de la sala. Yo cerré mis ojos, sabiendo lo que esperaba.
—Quieto —oí decir a Dante.
Caminé un poco más hasta llegar a su lado. Los ojos de Tiziano se expandieron de la sorpresa, pero mayormente por la presencia de Alexis en el bando contrario. Los músculos de su mandíbula se pronunciaron y sus manos se cerraron en puños.
—Nos encontramos después de tanto tiempo Materazzi —canturreó Dante mirándolo a él y a mí, juguetonamente.
El ambiente se había llenado de tensión y precaución. Alexis, Dante, Tiziano y yo. Solo los cuatro, observándonos como si fuésemos pistoleros del medio oeste. Sintiendo mi cuerpo hormiguear ante la premonición de los acontecimientos, me giré hacia la mesa donde estaba la computadora, donde la información debía de llegar. Dante, con una pequeña sonrisa, le apuntó mientras me miraba.
— ¿Allí tiene que ir la información que necesitaban para que yo quedara en ruinas? —preguntó con oscura diversión, pero sabía bien que yo no respondería a eso y tampoco Tiziano.
La ira y la impotencia hervían en mi sangre ante su comportamiento, y Tiziano se sentía igual, era claro al verlo. Dante se volvió hacia su ahijado y éste asintió. Tiziano se adelantó unos pasos, controlándose y viéndose firme, con la idea de interponerse.
—Yo que tu no haría eso —susurró mostrándole el arma que estaba oculta tras su saco.
No me extrañaba nada de él, ni siquiera que fuera capaz de matar. Dante no era humano, él era un monstruo de sangre fría que no le importaba nada ni nadie... bueno, quizás solo le importaba la estúpida diadema.
— ¿Dónde está la diadema? —preguntó. ¿Ven lo que me refería? Tiziano y yo intercambiamos miradas, y simultáneamente pusimos los ojos en blanco. Era tan predecible.
Dante volvió a mostrar el arma, como si eso nos importara algo y se acercó a la computadora. La brillantez en su mirada y la sonrisa inescrupulosa que se le formó me dijo que estaba siendo testigo del pasaje de la información. Sus lánguidos dedos presionaron el teclado y eso fue todo. La información era cancelada y el plan aún mas cuesta abajo.
—La diadema —exigió mirando a Tiziano.
—No pienso darte esa mierda hasta que ella esté a salvo —le dijo mirándome a mí.
Un cosquilleo me recorrió. Su mirada era tan trasparente que me atravesaba el alma. Él se preocupaba por mi tanto como yo por él. Pero eso a Dante no le agradó. Saco su arma y le apuntó directamente a la cabeza. Sentí el planeta dejar de girar y mis sentidos se precipitaron.
— ¡No! —grité queriendo ir hacia él, pero las manos de Alexis presionaron mis hombros y me retuvo cerca de él.
Dante se regodeó de aquella reacción, porque lo que más disfrutaría no era de matar a Tiziano sino de verme sufrir. Él quería para mí el mismo infierno que deseaba para él. Su risa resonó en el palpable silencio de la sala.
—La diadema —repitió. Tiziano se cruzó de brazos, manteniendo su idea de no negociar con él sin verme protegida, pero yo no quería protección sino que quería su seguridad. Dante se giró hacia mí, y sonrió perversamente.
Mis ojos se abrieron y retuve el aire, negándome a la idea de verlo morir. No podía permitir que Tiziano muriera.
—Dale la diadema —dije luchando contra Alexis y contra las lágrimas que se hacían paso entre mis ojos. Tiziano me miró con determinación. Estaba negado, pero sabía que por mi lo haría— Por favor —susurré.
Sus brazos cayeron a un lado, y sus ojos se volvieron una tormenta de emociones. Luchaba internamente con sus pensamientos y sus emociones, lo entendía a la perfección pero lo necesitaba con vida.
—Está en aquel mueble —respondió tacañamente.
Dante mantuvo su sonrisa, y sin dejar de apuntarle, miró a Alex en busca de la confirmación y caminó hasta el viejo mueble donde se encontraba aquella pieza de tanto valor para él. Abrió el cajón y supe que estaba junto a su gran amor platónico cuando sus ojos flamearon de victoria y expresión fue casi orgásmica. Repulsión y enojo pichaban en mi espalda, colándose venenosamente en mi cuerpo.
La tensión no me abandonaba y no lo haría hasta verlo lejos. Ya no había más que hacer. El plan para destruirlo había fracasado y ahora que se había encontrado con su preciada diadema no había más nada por hacer para que fuera su final. Una vez me había preguntado si podía ser que las cosas salieron bien, y en ese momento podía afirmar que no.
El desprecio hacia Dante me obligó a girarme hacia otro lado. Alexis seguía firme en su tarea de retenerme y me hacía sentir estúpida la forma en que fuimos engañados. Mis ojos fueron directo a Tiziano, el amor de mi vida, y la persona que me hizo más feliz. Le sonreí con tristeza ante la idea de cómo las cosas se dieron vuelta. No íbamos a presenciar su caída, sino la nuestra. Sus tormentosos ojos brillaron tenuemente, y una pequeña sonrisa amarga curvó sus labios. Al parecer nuestra historia no sería nunca común y corriente.
De repente, lo vi y supe lo que sucedería. No sé cómo, ni el tiempo que transcurrió. Solo sé que Dante apuntó de nuevo hacia Tiziano con más seguridad y convicción que antes, y yo corrí hacia él para abrazarlo. Ese instante se detuvo, y vi mi vida pasar ante mis ojos. El terror me corrió con frialdad entre mis venas, volviendo mi sistema totalmente nublado. Un fuerte sentido de enojo me abrazó, mientras la tristeza sacudía mi cuerpo. Sin nada más que hacer, sentí el impacto y me vi caer. Caer y caer. Era como si no hubiese un fondo, solo caía en un abismo infinito de soledad y oscuridad, dejándome ver todo con más nitidez que la usual.
Mi conciencia se aclaró parcialmente para dejarme comprender lo que sucedía, pero pese a eso, no me arrepentía de nada. Había vivido a mi manera, y al parecer, de esa forma también moriría. Mis ojos se nublaron. Fui languideciendo y resignándome a todo. Ya no había más nada que hacer.
— No, no, no —dijo Tiziano aferrándome a él mientras sentía mi cuerpo estar cada vez más flojo— No me dejes, no de nuevo —insistió y yo sonreí con tristeza mientras las lagrimas caían sobre mis mejillas.
Pese a que no podía ver a Dante y a Alexis, podía oír sus voces totalmente desenfrenadas; ellos discutían. Percibía sus movimientos y sonreí con oscura ironía al imaginarme a Dante huyendo de lo que él menos deseaba, porque al fin y al cabo, él me había amado.
—Shhh —silencié a Tiziano con las pocas fuerzas que me quedaban. Mi caída se iluminó con su presencia, y mi corazón se rompió en miles de pedazos al ver su expresión— Todo va a estar bien —le aseguré queriendo sonar lo mas franca posible.
Sus ojos eran una tormenta parda que entristecía mi alma; odiaba verlo lastimado, y sobre todo, que fuera por mi culpa. Levanté mi mano y tracé el contorno de su cara, observándolo para que todo perdurara en mi memoria. Era tan hermoso y tan bueno, que no creía posible ser merecedora de alguien así. Él podía no ser perfecto en muchos aspectos, pero lo era para mí.
—Se fuerte, no te vayas, solo espera —rogó nuevamente.
Yo asentí con la esperanza perdida, y pensando en Aimée y Jesse. Sentía pena por ellos, no merecían sufrir por alguien como yo. Lo más trágico de todo, fue entender en ese preciso instante que a veces aquellos que menos esperas, son quienes más impacto tienen en tu vida, y cuando mas luchas por algo, dejas de ver lo que te rodea. Toda mi vida busque una familia con la que sentirme querida y aceptada, y ese momento, ellos estaban frente a mí y yo sin poder realmente disfrutarlos.
—Perdón—susurre lloriqueando. Tiziano negó, aferrándome a su abrazo y besándome.Nuestras lagrimas que filtraban frías y saladas, pero no importaba. Me separéde él y sonreí peinando su pelo hacia atrás— Nos vemos en otra vida —suspiré.
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