Serás mía
* ATENCIÓN: Este relato toca temas como secuestro, violencia dentro de la pareja, obsesión, acoso, infidelidad, sme de Munchausen, manipulación dentro de la pareja, celos extremos dentro de la pareja, entre otros tipicos problemas que los Dark Romance tratan sin ningun tipo de advertencia (procedía a enojarse). Tengan en cuenta que esto es un relato de TERROR, no vengo a romantizar nada.
Todo lo contrario, vengo a destruirlo y mostrar como sería en verdad.
Como hay gente que no separa cuento de autor, debo aclarar que yo no pienso como el señor de este cuento y tampoco esto de acuerdo con lo que hace, tampoco comparto su forma de pensar.
Gracias *aplausos*.
Esa mañana llegué a la estación de Morón, compré un sándwich en un puesto junto al andén y me senté a esperar en la plaza. Eran las seis de la mañana, en algún momento deberías aparecer. Siempre fuiste de las que llegan a tiempo, muy responsable y pulcra en todo lo que hacías. Eso te volvía más fácil de rastrear.
Como había predicho, llegaste temprano, justo para tomar el colectivo de las 6:15 a.m. Te observé, cansada, pero tan hermosa como siempre. Decidí dejarte ir, yo viajaría en el siguiente. Te sentaste junto a la ventana y leíste unos papeles hasta quedarte dormida, era normal, podías ser una genio, pero tu cuerpo seguía siendo el de una simple humana.
Verte descansar me hizo replantearme mis ideas. En ese momento, tomé una decisión: serías mía y no iba a esperar a que todo el plan se llevara a cabo. Necesitaba verte así, debía observarte por más tiempo, en tu cama, con esa belleza tan particular que trae la paz.
El colectivo se fue y, tan pronto como lo perdí de vista, me fui a formar la fila para el siguiente. Al poco tiempo llegué a la facultad, no era difícil saber dónde estarías: la biblioteca no abriría hasta las ocho de la mañana, los pasillos eran fríos y la humedad exasperante. Lo más probable era que estuvieras en el comedor, abrigada gracias a la calefacción e intentando repasar un poco antes de comenzar la clase.
En ese momento, decidí comportarme como un estudiante cualquiera y desayunar (aunque ya no era necesario), mientras te vigilaba en secreto. Vos no te percataste de mi presencia, de hecho, estabas tan concentrada que te asustaste cuando viste la hora. Faltaban quince minutos para la clase y, aunque el aula no estaba lejos, quizá sería difícil encontrar un lugar libre.
Bajaste corriendo por las escaleras del comedor, mientras yo te observaba a través del gran ventanal de la universidad. Esperé unos minutos, hasta que se hiciera la hora y los pasillos quedaran desiertos. Quería darte una horrible mala impresión, necesitaba jugar un poco con tu perspectiva, hacer que me veas como el típico alumno irresponsable de primer año que pasó el ingreso por pura suerte.
Deseaba que me vieras como un pedazo de escoria al lado tuyo, necesitaba que fuera así, era obligatorio para llevar a cabo mi plan.
—¡Buenas noches! —me anuncié, interrumpiendo la clase en el proceso.
El profesor volteó hacia mí con una mueca poseída por el disgusto, sin embargo, tan pronto como me vio, esbozó una sonrisa y regresó en dirección al pizarrón.
—Llega tarde, busque un asiento y preste atención a la clase.
Posé mis ojos sobre ti por un breve instante y, tan pronto como vi el asco en tu mirada, pude sentirme vivo una vez más. Todo iba bien encaminado, el plan era perfecto.
—Otra cosa...no vuelva a interrumpir mi clase. ¿Cuál es su apellido?
—García—respondí.
—García, la próxima vez, usted terminará con un acta por mala conducta. Ahora, tome asiento.
Sus amenazas no me importaban, él no tenía idea de lo que hacía. Por suerte para el profesor, no soy un hombre vengativo, de lo contrario, quizá su bella hija lo habría pagado muy caro. No obstante, por el momento estaba conforme, ¿te acordás de ese instante? ¿Recordás lo que sentiste? Yo sí puedo recordar lo que vi en tus ojos: asco, justo lo que deseaba y necesitaba.
Dejé que los días pasaran, pero siempre repetía esa rutina: observarte en la plaza, llegar tarde, almorzar al mismo tiempo que vos, seguirte al resto de clases. La única diferencia era que, ahora, yo decidía donde sentarme. Podía sentir tu incomodidad, tenías al inadaptado de turno a tus espaldas, pero debías aceptarlo si querías vivir en el mundo civilizado.
Una tarde te seguí, como siempre, de regreso a tu casa. Sin embargo, algo impredecible ocurrió: un hombre intentó asaltarte. Por más que me resultó irresistible tu mueca de horror, me vi en la obligación de hacer algo, quizá, podría acelerar las cosas así. Ese hombre te había arrinconado en un callejón, ¿lo recuerdas? Las calles de san justo son peligrosas a esas horas, debiste conseguir un acompañante. ¿O siempre supiste que yo estaba ahí?
Él jugó contigo, quizá sintió lo mismo que yo: tu inocencia. Eras distinta, algo en ti no era como en el resto de las mujeres.
Vos eras una mezcla de orgullo y timidez, tu ego era colosal, pero, a cambio, eso te permitía sobrevivir en la sociedad, de lo contrario, serías incapaz de dirigirle la palabra a cualquier persona. Prejuzgabas mucho, se veía en tu mirada, pero, en el fondo, también resultabas incapaz de hacer algo al respecto.
En ese momento, tu gran falencia salió a flote: eras frágil, débil, podías aparentar mucho, pero, a la hora de la verdad, te comportabas como un gato asustado ante el gran mar.
—¡Suéltala! —le grité.
Ese hombre no dudó en apuntarme con su arma, me sorprendió, ¿acaso sacas lo peor de las personas con tu extraña forma de seducir? De algún modo, hiciste emerger su faceta más desquiciada, ese tipo no dudaría en dispararme, sin embargo, no contaba con que yo era mucho peor que él.
Entrené durante años para ser fuerte, de cuerpo y mente, quizá por eso logré salir vivo esa noche. Una toma muy afortunada me permitió desarmarlo, romperle el brazo y tirarlo al suelo. Pude mantenerlo ahí hasta que la policía llegara, pero necesitaba sacarme a ese incordio de encima. Tan pronto le quité una rodilla de la espalda, él se estremeció y, tras zafarse de mi agarre, echó a correr con destino desconocido. Al mismo tiempo, fingí chocarme contigo y, en el proceso, pateé el arma hacia una boca de tormenta. Ya no había riesgo, tampoco evidencia.
—¿Estas bien? —pregunté.
Quizá, en ese momento dejaste de verme como un ser asqueroso, o tal vez no, era difícil saberlo con precisión. Después de todo, eras una persona muy orgullosa. Sin embargo, en ese momento estabas poseída por el miedo. Mi compañía era justo lo que necesitabas y deseabas en ese instante.
Ambos estuvimos de acuerdo cuando decidimos no llamar a la policía, después de todo, incluso nos podían demandar por romperle el brazo a ese delincuente. No obstante, no puedo evitar admitir que adoré sentir ese segundo, sus huesos se quebraron y, con ellos, se fueron sus ganas de robar. ¿Acaso no funciona bien como castigo? Es hasta poético.
Ese momento fue muy importante, pues se trató del comienzo de nuestra pequeña relación. Al otro día, decidí que era hora de comenzar el plan y, fingiendo honestidad, te pedí ayuda para poder estudiar con mayor efectividad.
Sin quererlo, te convertiste en mi profesora personal, ya sea porque te sentías en deuda o porque ya comenzabas a verte atrapada entre mis redes, es difícil saberlo con certeza. Aun así, era obvio que tarde o temprano caerías ante mí. Soy todo lo que las personas desean: alto, musculoso, bello y universitario, es decir, con futuro. Sabes, aunque cueste admitirlo, ser apuesto es una gran ventaja en este mundo, las oportunidades salen de todas partes, principalmente porque les agradas a las personas.
Ya tenía mi amistad contigo, fue muy fácil, sin embargo, tu molesto círculo era un obstáculo que debía sortear. Las chicas como vos atraen a los hombres, no a cualquier tipo, a unos muy específicos. Aparentas ser modesta, bella, pero no lo sabes, porque no te importa cómo te ves, aunque detrás de esas características siempre hay una historia. También dabas la impresión de ser distinta e inalcanzable, pues no sales con otras personas muy seguido.
Sí, eso solo atrae a tres tipos de hombre: los que sueñan con ese estereotipo, los que buscan un desafío para añadir a su lista y, por último, los que fantasean con verte cambiar.
Ellos no lo sabían, pero escondías muy buenas razones para actuar de aquella forma. Provenías de una familia religiosa muy conservadora, incluso tenías cargos en tu iglesia, donde te conocían por tu especial devoción. A causa de tu apariencia recatada y timidez, te ganaste las burlas de muchos niños que no sabían cómo reaccionar ante lo que era diferente, lo cual te persiguió por el resto de tu vida. Al final, lo único que te quedaba era alejarte de las personas y centrarte en tu objetivo: estudiar y salir adelante. Sin embargo, no le contabas eso a nadie, pues, a pesar de que no repudiabas tu pasado, te avergonzaba pensar en que otros pudieran saberlo.
Todas esas características te convertían en la mujer perfecta, perfecta para ser destrozada.
Pureza, esa palabra te caracterizaba. Eras la clásica hija que toda religiosa fanática desea, incluso mejor, pero te mostrabas como una persona más frente al mundo. Sí, mi objetivo siempre fue simple: tomarte, hacerte mía, corromper tu luz y verla extinguirse hasta, finalmente, convertirla en una sombra adicta a mí.
Destrozar tu luz fue divertido, podía optar por la forma más placentera: la seducción, aquella palabra prohibida para ti. Sentirte deseada era algo nuevo para vos, ¿verdad? Durante todo tu secundario te trataron como una más, incluso como la fea, la recatada que no muestra nada, la mosquita muerta. Alguien como vos no esperaría jamás ser querida, mucho menos ser vista como alguien bella, sexy.
Desperté algo en ti, esa llama que tanto te esforzaste por mantener apagada con toneladas de luz y religión. Pero ahora, no había nadie que nos detenga. Los meses pasaron y nuestra amistad creció hasta volverse algo más, sin embargo, esos pretendientes a los que vos llamabas "amigos" no estaban muy de acuerdo con nuestra relación. Ellos amaban tu luz, la querían para ellos.
Esos hombres no solo no soportaban ver que ya no les podrías pertenecer, no podían tolerar ver tu luz siendo pisoteada.
Espantarlos fue simple: muestras públicas de amor. Era un premio doble, por un lado, te humillabas ante los demás con inesperadas situaciones de pasión, por el otro, esos acechadores veían su orgullo lastimado y, en su mayoría, decidieron abandonarte al ver que ya no estabas a su alcance. Salvo uno, pero ya me ocuparé de él. Ese... Sebastián, no se rinde, ¿no es así?
Creo que él era el único que en verdad no deseaba acecharte, es una lástima que te hayas vuelto tan reacia ante su presencia.
Además...lo noté, ¿disfrutabas de esas pequeñas muestras, no es así? No, mejor dicho, vos disfrutabas de que te vieran.
Así fue como te alejé de todos, amigas, amigos, incluso de tu familia. Era tan predecible, ellos te trataron como una prostituta al ver que tenías un novio que no era de su congregación. Sin embargo... déjame decirte que no se equivocaron mucho, ¿has visto lo que eres ahora?
Nunca entenderé la obsesión de los religiosos por la virginidad, pero verte perderla...fue lo más bello que vi en mi vida. Toda tu luz murió en ese simple instante, la persona que alguna vez fuiste quedó atrás, enterrada viva en una tumba que no podrá abrirse nunca más. ¿Sabés qué es lo mejor? Vos estabas segura de que me amabas, que todo era en nombre del verdadero y puro amor, ese que va más allá de la comprensión de la gente normal.
Sí, ahora lo sabes, conoces mis verdaderas intenciones. Sin embargo, déjame decirte que todo fue real. Siempre te quise, para mí, solo para mí.
A esas alturas, yo ya no necesitaba hacer nada para destruir tu vieja personalidad, vos misma estabas acabando con todo lo que fuiste.
¿Yo tengo la culpa de que tus amigos sean todos unos pretenciosos? ¿Yo tengo la culpa de que tus amigas hayan encontrado tan rápido un reemplazo para alguien ausente? ¿Yo tengo la culpa de que hayas descuidado tus estudios? ¿Yo tengo la culpa de que la religión repudie todo lo que has hecho?
Únicamente necesité fingir un poco y, solo con eso, vos misma marchaste hacia tu propio final. Sin embargo, nunca imaginé que mi hermoso monstruo se pudiera volver en mi contra.
No anticipé que tu mente se rompería tanto como para pretender serme infiel, ¿en qué pensabas? Yo hice todo esto solo para estar contigo, no pienso perderte ante nadie, ¿lo has entendido? ¡¿Sabés cuánto tiempo he invertido en ti para que vos me hagas esto?!
Sí, eres una maldita perra, pero eres mi perra, no la de otro.
Te atrapé y vos fuiste tan estúpida como para venir aquí, a intentar hablar conmigo. Tuviste una oportunidad, pero decidiste escribir tu propio final.
Te diré una cosa, no tienes a nadie, no tienes nada.
Yo soy todo lo que te queda, tus padres te repudian, la iglesia y Dios te han abandonado, no, mejor dicho, vos los abandonaste. Tus amigos eran una mentira, el único que siempre estuvo ahí, fui yo.
¿Acaso no te he convertido en una versión mejor de lo que eras? ¿No fuiste más feliz a mi lado? ¿O acaso extrañas la vieja represión? ¿Deseas volver a ser una santurrona? Es una lástima...dios no perdona a las chicas como vos. ¿Sabés por qué? Porque lo disfrutaste. Sí, gozaste cada segundo rompiendo cada regla. ¿Estoy mintiendo? Yo no lo creo.
Aunque esa vieja luz se haya extinguido, ahora eres libre, libre y mejor de lo que eras bajo toda la influencia de esa gente.
Al menos a mí me gustas más ahora.
Pero... ¿Creíste que este era el final? ¿Pensabas que no tengo formas de castigarte por lo que has hecho? Estás rota, es cierto, pero... ¿Quién dice que aún no puedo quebrarte más?
Antes preguntaste si te amo... ¿No es obvia la respuesta? Por supuesto que sí. Y, como te amo, te obligaré a amarme tanto como yo lo hago.
Quebrantaré todo lo que aún queda de ti, hasta que puedas lo entender y me ames con locura.
Seguiré hasta verte arrodillada y que sinceras disculpas broten de tu boca. Al final, yo soy todo lo que tenés, no existe nadie más en este mundo que pueda amarte tal y como sos ahora mismo.
Vos fuiste, eres y serás mía.
—¡Policía federal, abra la puerta ahora mismo!
—¡Arón García, abra la puerta!
Por siempre.
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Feliz San Valentín, este relato forma parte de un mini especial que he publicado junto con otro relato menos dark pero igualmente triste.
Supongo que con este relato queda claro que el Dark Romance no es un genero "incontrolable", literalmente vos haces sentir al lector lo que quieres, no subestimen el poder del narrador, la perspectiva y, sobre todo, al escritor. Todo cuenta, el final, la perspectiva, los sentimientos de la persona, lo implicito y lo explícito.
Si son perspicaces, habrán notado que el relato cuenta lo que el loco le dice a su pareja, que claramente está encerrada en su casa. Ella le pide explicaciones, le pregunta si lo ama, son cosas implicitas, ella quiere irse.
Yo sentí asco escribiendo esto, de hecho me da miedo que ese hombre haya salido de mi mente xd, pero he leido cosas peores, sinceramente, así que no pasa nada.
No hay glosario aquí, lo hice lo más neutro posible para no distraer la lectura. Claramente respete los acentos de acá, simplemente omití las palabras raras.
Con este relato, lo unico que buscaba era dar vida al prota de Dark Romance promedio o de novela juvenil con relaciones tóxicas y mostrar, más o menos, como sería en la realidad, quitando al hermoso final feliz de por medio.
En mi mundo, los hombres como él están en la carcel.
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