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Navidades pasadas.

Desde que cumplió doce años, en lo único que podía pensar, cuando no tenía nada mejor que hacer, era que sus padres le arruinaron la realidad. Lo que ella creía una fantasía, la cual ir por detrás día a día, fue parte de su día a día.

Así sucedió cuando descubrió que era capaz de hacer magia. Que aquello que sentía cosquillear bajo su piel cuando reía muy fuerte, o lo que la hacía muy lenta por estar triste, no solo se relacionaba al pobre control de sus emociones. Y esas luces púrpuras que alguna vez creyó soñar, tampoco fueron un sueño.

No le encontraba sentido a las historias que Arabella e Hisirdoux le contaban, porque ahora que sabía que eran ciertas, no podía imaginarlas de otra forma. Y que sus mascotas, o familiares, hablarán, no le era tan fantástico.

Sin embargo, no siempre era así. Algunos relatos le sacaban sonrisas, y existían fechas en específico, en las que deseaba poder pasar el rato oyendo a sus padres recordar viejos tiempos.

Así es que después de los doce años, su hija, la niña que conocían de memoria hasta con los ojos cerrados, se convirtió en todo un misterio.

—Ahg, esto es —murmuro.

La lapicera le estallo en la mano cuando la frustración por una mala ecuación la invadió.

—Odio esto —dijo, y busco un pañuelo—. Soy adolescente, se supone que mis emociones no se controlan tan fácil.

—Entonces trabaja en eso —le dijo White a su lado.

—Ahora solo quiero ser una adolescente como cualquier otro, y terminar esta tonta tarea y ...

Pronto las hojas de cálculo, y sus cuadernos se vieron envueltos con una luz púrpura muy clara, y volaban a su alrededor.

—Bien, no seguiré con esto —dijo, y agitó sus manos.

Todo lo que flotaba, cayó a su alrededor, quedando aún más desordenado.

—¿No vas a acomodar? —pregunto la gata.

—Mas tarde —dijo, y dio una sonrisa.

—Eres mas parecida a tu papá de lo que crees —comento.

—¿Hablas por el desorden?

—Si, por todo diría yo —dijo viendo con disgusto—. Ya está, vamos a merendar, muero de hambre.

—Si, esto de no controlar nada me abre el apetito —dijo, y se puso de pie.

—Y las matemáticas también —añadió la gata.

Bajaron juntas a la cocina, y se encontraron con Arabella e Hisirdoux, hablando muy tranquilos. Se quedó un rato viéndolos. A veces, cuando trataba de entender ciertos sentimientos, o emociones, podía hallar en ellos la respuesta que buscaba.

Sus papás hacían ver todo tan fácil. Como sonreír en un día gris, o respirar con tranquilidad cuando algo se salía de control. Muchas veces lograba ver a Arabella exasperada, y que llegara Hisirdoux, hacia que todo se sintiera tan liviano.

Ambar creía que esa era la magia que tenía su papá. Hacer que el ambiente sea un poco más tranquilo. Y que sus mamá era capaz de hacer todo lo contrario.

Sintió escalofríos al pensar que tendría que buscar pareja para hallar un momento de paz con la magia.

—Es porque ellos se complementan —murmuro White—. Él es la calma en su locura, y ella el caos en su tranquilidad.

Justo como si le hubiese leído los pensamientos.

—Aunque no siempre fue así —añadió.

—¿No?

—Uuff, antes podía ser una locura —dijo graciosa—, como cuando te quedas por mucho tiempo solo con uno. Por un rato está bien, pero a veces por separados pueden ser ...

—Si, algo caóticos —dijo Ambar.

—Y cuando no llegaban a un acuerdo, era más que caótico —dijo—, por suerte siempre hubo alguien que los neutralizara.

Ambar la vio con cierta sospecha.

—Y a veces no ayudaban mucho —añadió.

Ahora quería saber más. Agradecía que la curiosidad no se haya muerto por completo cuando supo la verdad de todo. Aún buscaba hadas en el bosque de la casa en Francia, y quería saber un poco mas sobre sus papás y la magia de ellos. Y así, de alguna forma, entender la suya.

Entro en la cocina, interrumpiendo la conversación, y disipando esa atmósfera etérea que se formaba cuando ellos andaban muy melosos. Con dieciséis años apenas cumplidos, les oyó ciento de frases que no quería volver a oír en su vida.

—Quiero un cuento —exigió.

Arabella arqueo un ceja, y la vio con sospecha.

—Entonces ve con tu hermana —dijo, y puso las manos sobre la mesada—. Salvó que quieras una historia.

—Historia, cuento, relato, lo que sea —dijo Ambar—. Aprovechen que quiero escuchar algo.

—¿Tienes fiebre? —pregunto Hisirdoux.

Paso una mano la frente de su hija, y luego le dio un beso, haciendo que Ambar chillara. Hisirdoux rio por eso.

—Ya déjala —le regaño con dulzura—. Bien te contaremos algo.

—Genial, pero tengo una idea —exclamo alegré la adolescente.

Salió corriendo a su habitación, dejando en el recorrido una estela púrpura.

—¿Zoe tendrá paciencia para enseñarle magia? —pregunto Arabella.

—¿Alguna vez tuvo paciencia enseñándote? —pregunto Hisirdoux.

—¿Y a ti?

Hicieron una pausa, y negaron al mismo tiempo.

—Baltimore —hablaron al unísono.

Ambos rieron por eso, y a punto de darse un beso, llegó Ambar para interrumpir la escena.

—Ya déjense de eso —dijo con disgusto.

—Jamás —exclamo Hisirdoux.

Acto seguido, beso a Arabella, sacándole un risa, y más besos.

—Ya entendí —exclamo avergonzada—. Tomen esto.

Les pasó unos papeles bien doblados. Cada uno saco uno, y al abrirlos, leyendo números.

—¿Qué es esto hija? —pregunto Arabella, a ella le tocó el 24.

—Es para hacer una fecha —dijo con entusiasmo—, este 12, es diciembre.

—¿Esto es una historia de navidad? —pregunto Hisirdoux. A él le tocó el año 1358

—¿Tú que recuerdas, amor? —pregunto Arabella.

Se hizo un silencio. No le quería decir a su hija, que gran parte de sus novecientos años fueron borrados a propósito. Estaba segura que no necesitaba que supiera de esos detalles sobre el pasado.

—Bien, creo que te puedo contar una historia de navidad, cerca de esa fecha —dijo.

De repente, un recuerdo la invadió.

—Solo que involucra a alguien más —dijo y vio a Hisirdoux.

—Uhhh

—¿Qué sucede? —pregunto Ámbar —. ¿De quién hablan?

—Del ex de mamá —se apresuró a decir Hisirdoux.

Ambar la vio con sorpresa, no iba a negar que se le hacía algo difícil hacerse a la imagen de sus padres con otras personas que no fueran ellos dos. Pues, hasta estando separados imaginaba que se tenían muy presentes.

—Quiero saber de eso —dijo con cierto entusiasmo la adolescente.

—Fuimos a visitarlo —dijo Arabella, con cierta nostalgia en la voz.

—¿Si? No lo recuerdo.

—Porque fue cuando eras una niña pequeña, y en el cementerio —respondió la rubia—. Falleció, hace mucho mucho tiempo. Pero está historia lo incluye a él, así que no debemos pensar en eso.

Y mientras hacia memoria, bajo la expectante mirada colorida de su hija, Hisirdoux seguía jugando con los papeles que está trajo.

—¿Por qué no hablamos de esta fecha? —pregunto, conteniendo la risa.

Arabella lo vio, y abrió la boca espantada por el recuerdo.

—Eres chistoso —dijo, y le dio un golpe al costado.

—Es un buen recuerdo de nuestra luna de miel —dijo, y se acerco a darle un beso en la mejilla.

—Otro día, ahora vamos con esto antes que me olvide —dijo, y tiro el cabello hacia atrás—. Esto paso en Londres, cerca de esa fecha.

1237, Londres.

Arabella amaneció sin prisa. Cómo hacia días no tenía noticia de nadie, no pensó en hacer nada en especial. Se quedó un rato mas, entre las sábanas, viendo por la ventana. Podía notar el cielo celeste bien claro, y algo de nieve en algunas ramas que se asomaban.

—Quizás haga un sopa de verduras, y este todo el día aquí —dijo.

Era una idea más para ella, pero a la gata no parecía gustarle. Salto sobre la bruja, y la vio fijo.

—Quiero atún —exigió White.

—Ve por él —dijo la rubia.

—Lo quiero cocido, con limón, mucho aceite —dijo, y apoyo con fuerza una pata en el pecho.

Lo sabía, porque así le hacía bien a su pelaje suave, y cálido. Era algo por el bienestar de ambas, porque si lo tenía tan lindo, las noches frías no eran tan crueles.

—Tu ganas, malcriada —dijo dándole una sonrisa.

Se sentó, y estiró en el lugar, como toda las mañanas. Paso las manos por el cabello, y cubrió los ojos para dar un bufido.

—Al menos no está tan frío —pensó al salir. Un leve temblor por el suelo helado escalo de sus pies hasta las puntas del cabello. Y corrió en busca de sus zapatos, y un abrigo.

Esperaba una mañana tranquila, no estuvo haciendo mucho en los últimos meses como para que justo en ese momento, algo malo sucediera. Iba y venía, haciendo algunos trabajos sencillos, sin ánimos de molestar a nadie.

—¿Molestabas a la gente mamá? —pregunto Ambar con entusiasmo.

Hisirdoux vio con atención a la rubia, quien trataba de formular una respuesta que no despertara más dudas.

—Mamá molestaba mucho —dijo en su lugar el pelinegro.

Arabella le dio un codazo, e Hisirdoux rio por eso.

—Tu papá no se quedaba atrás —dijo, y sonrió con suavidad—, y es a lo que vamos.

Tras un desayuno, bastante liviano, se fue al arroyo que pasaba por ahí cerca. Estaba segura que no iba a encontrar atún, y lo más probable que salmón tampoco.

—Quizás te debas conformar con trucha —advirtió la rubia—, o mojarra.

—Lo que sea, con tal de que sea pescado —exclamo White, y salió corriendo al arroyo.

Como una gran osa albina, salto al agua, y comenzó a dar manotazos, salpicando. Arabella se sentó alejada de la orilla, esperando a que la familiar llegara con una gran pesca.

Saco un pequeño libro, y repasó algunos hechizos. No quería pensar en la fecha, pues hacia un año estaba con Circe y Baltimore, un poco más festiva que en ese momento. A ellos si les gustaba más hacer comidas, siempre seguros de que alguien más se acercaría por algo caliente.

White se acerco con un gran botín, y Arabella sonrió.

—Ya tenemos la cena para noche vieja —dijo Arabella.

Volvieron a la casa, y en el camino fueron recogiendo algunas raíces y yuyos para darle un mejor sabor y aroma a las truchas.

Y las sorpresas parecían no detenerse tras la pesca de la osa.

—Estaban los dos, discutiendo como siempre —conto Arabella.

—No es cierto —se defendió Hisirdoux.

—Si, por algo discutían, y nunca me dijeron, porque estoy segura que no era nada grave —insistió Arabella.

Ambar los vio expectante, quería un poco más de información, pero sus papás parecían guardar silencio. Hasta que White salto al frente, quedando entre los tres.

—Se cayeron al rio —conto—, Archie lo puede confirmar.

—Es cierto —dijo el felino negro—. Galaga le había quitado la guitarra a Douxie, y al querer recuperarla, cayeron por el forcejeó.

La sonrisa de la rubia al verlos se desvaneció, cuando los tuvo cerca. Mojados y tiritando, discutiendo sobre quién tenía la culpa de algo.

Callaron, y la vieron detrás de ellos. Sonrieron en simultáneo al tenerla allí, con una gran osa blanca, las botas gruesas y el abrigo que cubría por completo su figura.

Hisirdoux se apuro en acercarse, y bajo el cuello del abrigo para poder encontrarse con la sonrisa de la rubia, y sus mejillas ruborizadas.

—Sorpresa —murmuro.

—Cabe aclarar que fue mi idea —dijo Galaga y se acerco ellos.

Le dio un leve empujón para hacerlo a un lado, y fue rápido en abrazarla. Había pasado mucho tiempo de la última vez que lo vio a él, y aunque quería regañarlo por haber desaparecido, solo pudo corresponde ese abrazo, húmedo y cálido a la vez.

—Te extrañe —murmuro Arabella, y lo abrazo con más fuerza.

La distancia que Galaga había puesto era algo que no podía manejar todo el tiempo. Le hacía doler, y el parecía fingir que no era tan importante.

Ante la idea, de que le restaba importancia a sus sentimientos, se aparto, y les dio una sonrisa ambos.

—¿Quieren cenar con nosotras? White tuvo una buena pesca —pregunto con entusiasmo.

No sé los diría, pues no querían que la vieran tan sentimental, pero no quería pasar esa noche tan sola. Antes que ellos se acercaran, nadie mas lo hacia, al menos por un tiempo, eran los únicos en pasar por aquel sendero.

—Fue un desastre —dijo Arabella, y se tomó el puente de la nariz.

—El peor de todo —dijo Hisirdoux—. Y en parte fue mi culpa.

Tomo la mano de su esposa, y le dio un beso, para recibir una sonrisa llena de pena.

—Claro que lo fue —dijo Arabella, dando una sonrisa torcida.

—Ay, no seas tan mala —murmuro Hisirdoux—, solo porque él no está acá, no significa que tampoco tenga la culpa.

Aquello, no era algo que Ambar viera tan seguido. Lo cual le generó cierta culpa, antes de sentir curiosidad, ellos no lucían así de tristes.

—Lo siento —murmuro.

—¿Qué? —preguntaron al unísono Arabella e Hisirdoux.

—Es que —inflo las mejillas, y lanzó el aire cargado de pena—. Tengo esto con mi magia, y los veo a ustedes, hacen que todo sea tan fácil.

Arabella se acerco a ella, y la tomo de los hombros para hacer que Ambar la vea. Existían días en donde no podía creer el gran parecido que se tenían, y no porque la adolescente era su calco, sino por todo lo que no llegaba a decir, y los conflictos que podía tener.

Temía que eso fuera un problema, Ambar llegaba a ser poco comunicativas con lo que le pasaba, pese a lo expresivo. Ni ella ni Hisirdoux, lograban descifrar que males le aquejaban, aparte de los dramas por saber la verdad detrás de la magia.

—Esta bien —dijo Arabella—, es bueno hacer memoria.

—Es cierto —dijo Hisirdoux—, porque no olvidamos cosas como no organizar reuniones a último tiempo.

—O, a decir lo que nos pasa —añadió la rubia, viendo a su esposo.

—Si, eso también.

Ambar rio por eso, y pidió que continuaran con la historia. Aun quería saber lo que pasaba cuando ellos no se ponían de acuerdo. En alguna ocasión los vio no estar en la misma sintonía, justo como en ese momento, estaba segura que podía pasar algo mas loco que una mala oración.

 •

Al principio, todo marcho bien. Ninguno de los hombres entorpecían nada por su ganas de querer llamar la atención de la bruja. Y ella parecía disfrutar la compañía de aquellos dos. 

 Cuando se pusieron de acuerdo para decorar una esquina de la cabaña, Arabella se aparto para verlos. Le gustaba verlos llevarse bien, aunque cada tanto se decían comentarios fuera de lugar. 

—Siempre se siente como un sueño —dijo. 

—Y siempre hacen algo para que se transforme en pesadilla —dijo la gata. 

—No quiero estar de acuerdo, pero presiento que hay algo de verdad en eso —dijo Archie. 

—No, no creo que hoy hagan una tontería —dijo algo insegura la rubia. 

 Esperaba que no tuvieran razón, pero los familiares pocas veces le daban un mal diagnostico de la situación. Fue cuestión de que las horas pasaran para que algo estropeara la linda noche que Arabella estaba viviendo. 

 Parecía ser que en lo único que se ponían de acuerdo, era para no estarlo. Querían hacer lo mismo, al mismo tiempo, solo para demostrar lo servicial que podían ser, y lo que comenzó con algo sencillo como llevar la cena a la mesa, desato una estúpida discusión por quien era el mas hábil.

—Que tengas magia no te hace mejor —dijo Galaga fastidiado.

Hisirdoux dió una risa, que no hizo más que enfurecer al castaño.

—No uso magia, y lo hago mejor —dijo desafiante—. No sé si lo notaste.

Antes de que Galaga respondiera, Arabella dió un golpe en la mesa, que desato una ola de magia rosa. 

—Ya cállense —exclamo Arabella. 

 Sus ojos lagrimeaban, y el estomago le dolía. 

—Lo lograron —dijo, y se puso de pie—. Quédense, y sigan arruinando la estúpida noche. Me cansaron. 

 Sin dejarlos retractarse, se marcho de la cabaña, bajo la suave nevada, y el frio de pleno invierno. 

 Aunque podía sentir como sus orejas se iban congelando, no era un frio tan cortante como en otras ocasiones. Camino, hasta llegar al arroyo, y se sentó donde estuvo en la mañana. Frotando los brazos, y sintiendo como las lagrimas marcaban con su calidez el rostro helado. 

—Arabella —llamo Galaga. 

 Ella no volteo, y él se sentó a su lado. 

—Lo admito, nos comportamos como unos idiotas —dijo, y paso un brazo por sus hombros. 

 Arabella se agito, para sacarlo de encima y se encogió mas en su lugar. 

—No me molesta eso, porque se que son así. Les faltan mas años para cambiarlo —dijo ella, y lo vio con reproche—. Me molesta que no notaron lo mucho que los extraño. Ni eso los detiene.  

 Cansada del frio, se puso de pie, y volvió a la casa. Ignoro a Hisirdoux que la esperaba en la entrada, y siguió hasta meterse en la cama, con ambos familiares, y cubierta hasta la cabeza. 

La adolescente estaba viendo algo que hacía la bruja mayor, con las manos sobre una hoja de papel grueso.

—Papá —llamo Ambar—, ¿Cómo era ese tal Galaga? ¿Mas lindo que tu?

 Hisirdoux rio por la pregunta de su hija, y paso una mano por su cabellera rubia para despeinarla, y arrancarle un quejido. 

—Nadie es mas guapo que tu papá, o mas hermosa que tu mamá —dijo, y le sonrió—. Respondiendo a lo otro, era un dolor de cabeza. 

—Doux —dijo Arabella. 

—Lo era, pero también un buen hombre —añadió, sin dejar de ver a su esposa que sonreía—. No hacía magia, aun así sabía como defenderse. Siempre pensé que hubiese sido un gran mago, pero abrazaba mucho su humanidad. 

 Ambar dio un soplido, y se apoyo en el hombro de Hisirdoux, con cierta pena. 

—Me hubiese gustado conocerlo —murmuro. 

—Y lo podrás hacer —exclamo Arabella con entusiasmo. 

Sus manos dieron un fuerte resplandor, que los obligo a los otros dos a cubrirse los ojos. Cuando la luz rosa ceso, ella les mostro su nuevo truco. 

—Vean, esto lo saque de un libro de Baba —conto y les paso una impresión—. Es algo cansador, y lleva mucha energía hacerlo, pero creo que lo vale. 

Ambar tomo la fotografía que hizo Arabella, y la vio con asombro. No tanto por el contenido de la foto, sino por la forma en que lo hizo. Aquello si la sorprendió, más que cualquier otro truco.

Sin embargo, el truco quedó en segundo plano cuando vió la impresión. Eran ellos dos, y alguien más. Los tres sonrientes, sentados en la mesa. Pese a lo borrosa, se notaba que era de día. 

—¿Termino todo bien? —pregunto.

Estaba confundida, con los dichos de White, y la historia de sus padres. No parecían enojados, ni sacados por el mal uso de la magia.

—Si, al otro día —hablo Arabella y tomo la fotografía—, ellos me dieron la celebración que quería.

—Con este tonto —dijo Hisirdoux, viendo la foto con nostalgia—, aprendimos a dejar las diferencias de lado.

Arabella exhaló por el agitado truco de magia, y se sentó de golpe en la silla más cercana. Aún así no dejaba de sonreír con nostalgia viendo la foto.

—Pense que me olvide de ese día —dijo, y seco unas lágrimas que se agolpaban en sus ojos—. Diosas, a veces la magia me ha llevado a hacer cosas …

Se freno y vio a la adolescente esperando lo estaba por decir.

—Hija, se que es duro, está realidad —dijo, y tomo su mano—, no sé si algún día abraces la magia como lo hacemos con tu papá. Lo hagas o no, no será un problema.

Ambar sonrió. No estaba para nada satisfecha. Aún así, no les diría lo mal que se sentía no estar en esa misma sintonía que ellos.

—Esta bien ma —dijo, y se puso de pie—. Es magia, no será un problema. Ahora debo ir hacer mi tarea de matemáticas, con verdaderos problemas.

Se fue, y el ambiente se sintió liviano una vez más. Hasta más claro, que cuando Ambar estaba allí.

—Ella cree que no lo noté —dijo Arabella.

No iba a negarle a Hisirdoux, que le preocupaba como las emociones podían ser parte de la expresión mágica de Ambar, y como está no quería hacer nada para manejarlas.

—Ambar puede ser …

—Tan parecía a ti —dijo Hisirdoux—. No te preocupes, ella va a poder entender la magia, o aceptarla. Nosotros estamos aquí.

Arabella torció la boca, no estaba tan segura de eso.

—Bien, está vez serás el papá que tiene la razón —dijo y le puso de pie—, y ella será la pequeña bruja que no quiere serlo.



★★★

Felices fiestas mis soles, ¿Cómo la pasaron ayer? ¿Cómo amanecieron hoy? Yo bien, pese a todo lo que comí, y tome. Solo lo hago una vez al año 😂 no me llevo con las bebidas 👀

Volviendo a esta historia. Lo poco que leyeron de Ambar, acá lo reafirmo. A ella no le gusta la magia, o no le interesa.

Tambien hace esto con las emociones y la magia. Genera energía, y depende si está feliz, triste, o lo que toque, es la reacción. Si, la niña necesita practica.

Dios, debo continuar con esa historia para darle la práctica a la fuerza jajajaja lo siento 😭

Creo que la historia no le sirvió de nada, porque fue una historia más. O dejo de prestarle atención.

También, según yo, el conflicto que tiene es que no puede querer la magia como lo hacen sus papis.

Hacia un tiempo en que quería hacer algo sobre los otros tres nombrados, así que estoy también fue una excusa. Fueron tiempo, en dónde los tres estaban fuera de lugar entre ellos y sus sentimientos. Más que nadie Galaga que andaba súper perdido en la vida 😭

Sin más que decir, ✨ besitos besitos, chau chau ✨

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