6-Tirano magico.
El frío y la falta de magia de sanación, hacía que sus lastimaduras sanaran muy lento. Para Arabella fue una semana larga. En la cama de una extraña que con anterioridad iba tras su cabeza, siempre estaba presente aquel sentimiento de desconfianza a pesar que le dieron la palabra de que nada malo le iba a pasar.
Como no podía hacer mas que reposar, se puso a idear un plan para dar final al tirano que azotaba una pequeña aldea. Quien la contrato le dijo todo lo que sabia, que para Arabella no era mucha información. Planificó, de alguna forma, una estrategia con lo poco que tenia.
En la mañana de la misión fueron los cuatros a las fueras del lugar donde habitaba aquel ser de identidad indefinida.
El sol no calentaba lo suficiente aun, la frescura matutina provocaba leves temblores en los presentes.
—Muy bien ¿Necesito saber algo mas antes de ir tras él?— preguntó.
—Si, él no sale durante el día del castillo, por las noches ronda atacando a todo aquél que se le oponga.— respondió mirando al frente.
Entonces Arabella empezó a hilar, a conectar todo lo que sabía de aquel ser.
—Ay no, por todos los brujos.— exclamó.—Es obvio porque no sale de día ¡Es un maldito troll!— grito enfurecida.—¿Por qué no me lo dijiste antes? Nunca me enfrente a uno.
Los tres acompañantes se quedaron viendo a la bruja meditar sobre la situación, esperando que la decisión correcta sea irse para volver con mas hombres que la ayuden.
—Entraré sola, y usare un conjuro solar, es un troll después de todo.— hablo con cierta liviandad.
—¿Te sabes algun hechizo así?— preguntó con preocupación Zoe.
—Obvio que si ¿Quién te crees que soy?— respondió con otra pregunta, un tanto ofendida.
La castaña se levantó y la miro muy fijo a los ojos, leyendo la verdad es sus palabras.
—Mientes, no te sabes ninguno.— revelo luego de aquella lectura.
Arabella abrió los ojos ante las palabras de la castaña. Su boca se abría y cerraba sin emitir palabra alguna, hasta que una sonrisa nerviosa se asomo, y su rostro se fue tiñendo de rojo de a poco. Lento empezó a caminar en reversa, en dirección a la aldea.
—¡Eres mala mentirosa!— le gritaba Zoe mientras Arabella se iba alejando.—¡Te van a matar por eso!
Cuando volteó para ver por donde iba, empezó a tomar mas velocidad en su caminar. Galaga la detuvo, jalando de su brazo, y acercándola a él, para juntos esconderse detrás de un robusto árbol.
—¿Qué te dije de tomarme así?— reprocho, y le dio un empujón.—¿Qué, que, que pasa?
—¿No crees que llamas mucho la atención?— pregunto en modo de susurro el castaño.
—Si, Gal tiene razón.— se les acerco Zoe a hurtadillas.—Rubia, vestido rosa; me imagino que lo que se esconde haya dentro, debe saber de alguna bruja con tus características.
Arabella los vio un tanto confundida.
—¿Qué? No ¿Saben que? Tienen razón.— dijo un tanto pensativa.—Ah ya se.— chasqueo los dedos.
Tomo el volado de su vestido, lo agito hasta que este paso a ser ropa de la servidumbre. Tiro su cabello hacia atrás, y a medida que sus manos pasaban por la cabeza, su cabellera se oscurecía hasta ser por completo castaña, con uno que otro destello color plata.
—Y para finalizar.— empezó a parpadear hasta que sus cálidos ojos marrones se pusieron verdes, tan destellantes como las hojas de los arboles en plena primavera.—¿Qué tal? Mi nombre es Catalina, como Circe siempre quiso llamarse.
Zoe y Galaga quedaron boquiabiertos ante la metamorfosis de la bruja. Tanto así que el castaño empezó aplaudir sorprendido.
—Esto es solo para entrar, el encanto no creo que dure mas de dos horas. lo localizo, lo mato, y libero a la gente del tirano.— enumero los pasos.—Si, si, pan comido.—
El juglar la abrazo con fuerza, y a pesar de no ser creyente, rezo para que todo salga bien. En cuanto la soltó, Arabella hizo aparecer una canasta en su manos, y marcho rumbo a su destino.
Al llegar un hombre entrado en edad le abrió la puerta por cortesía. Ella le sonrió agradecida, pero aquella sonrisa sincera se desvaneció al entrar. Aquel lugar le daba una mala vibra. Era oscuro y húmedo, solo que a la servidumbre parecía no ver lo que ella veía, todos ellos actuaban normal, asustados, pero normal.
—Oí que ayer se comió a un hombre y a su familia.— contaba una joven atemorizada.—Solo por no pagar los impuestos a términos.
—¿Dime tu quien los paga a termino? Con la pobreza del lugar, se va a comer a la aldea entera.— decía indignada una mujer mas grande.
Arabella se acerco a ellas, y con algo de magia las hizo hablar de aquel ser. No podía creer mucho de lo que oía, menos podía creer que un troll pudiera hacer algo así.
—Siempre los hay buenos y malos.— se decía seguido la bruja.—Así como los humanos.
Tomo un par de bandejas de plata, y con una excusa salió a caminar por los pasillo del pequeño castillo. Parecía embrujado, solo que no era así, ella lo hubiera notado.
Una presencia diferente a todas las demás llamo su atención. Se asomo al cuarto del cual provenía aquella rara esencia.
Una mezclaba de sangre humana y troll, mas algo de magia.
Para su desilusión solo vio a una joven, quien no parecía estar muy contenta en aquel lugar.
—¿Qué quieres?— pregunto enojada ante la presencia de la bruja disfrazada.—No te vi antes por aquí ¿Eres nueva?
Arabella trago saliva, estaba a medio pelo de que supieran de ella.
—Soy la hija mayor del cochero.— inventó.—Catalina.
La mujer de piel pálida como porcelana, y brillantes ojos verde, se acerco a ella. La vio muy de cerca, de arriba a abajo. Podía notar como su piel empezaba a sudar.
Arabella estaba segura que su encanto de rompería ante los nervios.
—No seas chismosa niña.— dijo antes de cerrar la puerta en su cara.
Con suma rapidez, Arabella volteó para irse de ahí.
—Estas cometiendo un grave error bruja. Él no es tan inteligente como yo pero si mas fuerte.— dijo y cerro la puerta.
En ese momento se dio cuenta de había cometido una grave equivocación al meterse sola, sin ayuda de nadie. Después de todo, todos tenia razón. Ella era chiquita para enfrentarse a un gran troll. Sin embargo no se dejo intimidar por su gran temor, tomo un poco mas de aire, y fue en busca de aquel tirano mágico.
Llego a una gran puerta, toda lastimada por el tiempo y por la poca sutileza de unas manos rudas. Arabella se digno a llamar, con suaves golpes en la arruinada y gruesa madera.
—¡¿Quién demonios es?!— se oyó del otro lado.
—Traigo ropa sucia, su favorita.— respondió con dulzura.
Al cabo de unos minutos, muy largos como agónicos, el monstruo de piedra le dio permiso para que ella entrara. Con pasos alegres, y sin quitar la sonrisa del rostro, paso, e hizo una reverencia.
—¿Quién eres? ¿Dónde esta la ropa?— pregunto un tanto desilusionado al notar que no traía nada en manos.—Un momento, no te conozco. Dime quien eres.
Arabella camino por el salón, observada por la mirada oscura e irascible del troll. Lento una luz rosada subía por sus pies, poco a poco la magia que la cubría se iba desvaneciendo.
—Soy tu peor pesadilla.— le respondió con elegancia.—Arabella de Pericles, me presento.
Era evidente que estaba asustada por la imponente forma del aquella monstruosidad de piedra. Sin embargo debía fingir valentía para que no la comieran de un bocado.
El troll simplemente rió. Le parecía descabellado que una persona así de pequeña acabara con él. Otros mas grandes que la bruja lo habían intentando en vano.
—Han mandado a otra, mas pequeña que las anteriores, me quedare con hambre esta vez.— dijo el troll, acercándose tan rápido como su pesado cuerpo se lo permitía.—Cuando me entere quien manda tantas brujas para acabar conmigo lo comeré igual que a ti.
Algo mas que no le habían dicho, y que le hacia enojar.
Dejando de lado el malestar que le causaba que no le dieran toda información, corrió de las brutas garras del troll. Pero no fue tan rápida como creyó. La tomo del vestido, que por muy mala suerte no se rasgo. La levanto por arriba de sus cabeza, con ganas de partirla al medio como a un palillo; Arabella un poco mas rápida, uso sus manos para quemarle su rocosa piel. Ante el dolor este la lanzó al frente contra la gruesa pared.
—Ay, por todos los brujos.— se quejo sobándose la espalda baja.—Creo que esto sera complicado.— dijo tras notar como un hilo rojo baja por su labios.
Se puso de pie, ayudándose con el muro, el cual lo sintió caliente, lo que le daba a entender de que el sol estaba en su punto mas alto. Era eso lo que necesitaba, la luz solar. Debía tirar abajo aquella gruesa pared. Lo que parecía una ardua hazaña.
—Maldita seas White, podrías haber venido conmigo hoy.— se quejo.
Aun mas enojado, el troll volvió a ir contra ella, decidido a comérsela sin importar que tantos trucos usara sobre él.
—¡Te arrancaré la cabeza!— gritó.
Aquel monstruo le dio una dura pelea a la joven bruja, que estaba a punto de perder su vida de la forma mas dolorosa posible.
—Tu débil magia no derrumbara estos muros ni aun que se los pidas.— se burlo de Arabella.
Esta golpeaba el muro con sus manos iluminadas, que de a poco iban perdiendo su magia.
—Rindete, y seré algo piadoso.
Lo peor para la cansada bruja, es que tenia razón. Su magia estaba débil, al igual que su cuerpo, su espíritu.
Su persona fue doblegaba, a pesar de los vanos intentos de seguir en pie.
Tomo aire, y simplemente se rindió. Se dejo tomar por aquella bestia de piedra y esperar el peor final.
—Eres como una de las primeras.— dijo desagradable, oliendo la fragancia de Arabella.—Bruja de vasija.— apretó con mas fuerza, haciendo que aguantara un grito de dolor.—Ya extrañaba el dulce sabor de su sangre.
Solo esas palabras bastaron no solo para que reaccionara, sino para que se enojara.
Aprovecho el descuido del troll, y sus ganas de hablar. Lo tomo de las muñecas, con su manos iluminadas por su magia rosa.
—Esto es por mis hermanas, maldita piedra asquerosa.— dijo iracunda.
Su mirada se tornó rojiza por el enojo. Tomo con más fuerza la muñeca con ambas manos, y sus manos comenzaron a brillar mas de lo que lo harían con normalidad. De su garganta broto un grito de guerra, llamando la atención de la servidumbre que por miedo no entraban al gran salón.
Su magia brotaba con violencia envolviendo el grueso brazo del troll, quien empezó a gritar del dolor. Aquella esencia mágica, trepo hasta llegar a su hombro, y nuevamente volvió a las manos de Arabella.
Le estaba absorbiendo su esencia mágica. No le importaba las futuras consecuencias, debía acabar con él. Un método prohibido, pero sin eso, su único destino era la muerte.
Adolorido la soltó, e intento huir por la puerta magullada, pero Arabella la bloqueo para que nadie pudiera entrar o salir.
Con la misma gracia de siempre, camino hasta el muro. Aun seguía caliente, todavía era de día.
—¿Quién eres bruja?— insistió en saber quién era.
—Arabella de Pericles.— respondió mirando el muro.
El troll aprovecho la distracción de la rubia que no quitaba la mirada de la piedra, y corrió hacia ella con la esperanza de arrancarle la cabeza.
—Hija de Morgana.— continuó para asi voltear a verlo.
Tras aquellas palabras, con el solo toque de sus manos mando una onda mágica contra el muro que se rompió de forma instantánea. Haciendo que el sol entrara al oscuro salón, llenando con su cálida luz todo el cuarto.
—Tu peor pesadilla.— volvió a repetir
Vio con desprecio la estatua que yacía a sus pies, y con un solo toque está se desmoronó.
Su cabello que se encontraba flotando por la estática mágica volvió a la normalidad, igual que sus ojos y su conciencia, que en cuanto la recobro, sus rodillas se aflojaron y termino en el suelo por el cansancio.
A los minutos, llamados por la explosión, llegaron Galaga seguido de Zoe y quien la contrato.
Se encontraron con una escena patética. Arabella en el suelo, rodeada de la servidumbre quienes le daban de beber litros de agua, que caí desbordada de la boca, y la misma usaban para limpiar las manchas de sangre. El sol y las partículas de polvillo le daban cierta estética a la escena que inspiro a Galaga.
—Es como un ángel salvador, es raro pero debo escribir esto.— dijo Galaga, llevándose un codazo de Zoe como reacción al comentario fuera del lugar.
El hombre que la contrato se acerco a ella, la ayudo a levantarse, y la abrazo con mucha fuerza.
—No tan fuerte que me duele.— dijo esta entre una risilla.—Creo que tengo alguna costilla rota.
—Muchas gracias, debo pagarte por este sacrificio.— dijo a modo de suplica casi al borde del llanto.
—No, esta bien, insisto, contra los tiranos mágicos el servicio es gratis.— dijo tomándolo con suavidad por el rostro.—Solo quiero un baño, y que me curen el cuerpo.
Tras sus últimas palabras, la bruja se desmayo con una sonrisa de satisfacción en su rostro.
★★★
Muy buenas ¿Cómo les va? Esperó que bien.
Si googleas "persona que no vela por su bienestar e integridad fisica." les va a salir una imagen de Arabella.
No soy buena con las escenas de acción pero deben estar, así que hago mi mejor esfuerzo.
Hasta la próxima. Besitos, besitos, chau, chau.
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