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14- Una última tarea.

Luego de lo sucedido con Circe y su pequeña hija, Arabella se distancio del grupo; su excusa era la de siempre, no causar mas molestia.

No tenia un rumbo fijo, solo estaba decidida a andar, quizás ir a tierras que nunca antes piso, no trabajar como ladrona mágica por un tiempo, solo con pequeñas excepciones. Quería dedicarse a asuntos mágicos con un trato mas personal donde nadie saliera dañado a causa suya, para eso debía ir a un sitio pequeño, como cuando vivió en San Esteban.

Con ayuda de algunos extraños llego a los puertos de Plymouth, allí se subió a escondidas a un barco sin ver cual era su rumbo. Tras un largo viaje, lleno de paradas, mareos, sostener una mentira muy larga sobre quien era y que hacia allí arriba, el barco arribo en tierras portuguesas. Paso unos días ahí, hasta el malestar del largo viaje que vivió con anterioridad, y otra vez se embarco sin un rumbo definido.

Luego de unos largos días leyendo las manos de los tripulantes que estaban feliz con su presencia, llego a un conjunto de islas, un sitio aislado, pequeño.

-Esto es Madeira.- la ubico una señora anciana de dulce mirada.- Dime niña ¿Tienes donde quedarte?

Arabella pensó detenidamente la respuesta. Después de todo tenía sus razones para no confiar en los desconocidos.

-No señora, soy nueva, y yo, ni sabia que iba a terminar acá.- respondió viendo a todos lados.

-Dile quien eres, quizás la matas de un infarto.- susurro White sobre hombro, riendo, llevándose un manotazo como respuesta.

-Oh, estas huyendo entonces.- dijo sonriente la señora.-Me llamo Helder, y tengo una habitación libre para mujeres de tu clase.

"Mujeres de tu clase." pensó Arabella ¿Qué clase de mujer era ella? De las que se meten en problemas, y huyen. De las que abren su corazón y son cruelmente traicionadas. Mas bien sintió la crueldad de la traición cuando la magia de quien una vez se hizo llamar su amiga bañaba la daga que la lastimo

¿Qué clase de mujer era ella? Dudaba ser fuerte y decidida como su madre. Pensaba que era de aquellas que el aburrimiento las guiaba a hacer locuras que con el tiempo le afectaría mas de lo que pensaba.

-Señorita ¿Quiere usted quedarse con esta pobre anciana?- volvió a preguntar sacándola de su soliloquio interno.

-Claro, me encantaría un lugar para reposar mientras pienso que hacer.- respondió con cautela.

-Si, hasta que usted decida que hacer.- repitió Helder, tomando de la mano a Arabella para guiarla a su casa.

Con la anciana se quedo mas tiempo de lo pensado. Helder era muy agradable, era una sabia abuela, que tenia a sus nietos dispersos por toda la isla. Arabella nunca termino de descifrar su edad, y temía que la mujer supiera de su verdad.

Cuando le hablo sobre las mujeres que eran como ella, huyendo sin un rumbo, no entendía a que se refería hasta que una noche leyó sobre el exilio de cientos de brujas. Muchas terminaban en islas pequeñas otras se instalaban en grandes ciudades.

-Helder, agradable anciana, debemos hablar.- la increpó una tarde.

En cuanto la mujer le estaba por decir algo, alguien llamo a la puerta. Ambas se vieron, no esperaban a nadie, lo que un poco las inquieto.

-Tu tranquila, yo me encargo.- dijo sin pensarlo Arabella.

Camino hasta la entrada, sintiendo un hilo mágico. Era un tanto extraño. Pues lo intentaba ocultar. Lento abrió la fina puerta de roble tallado, asomando su mirada café, para su sorpresa, del otro lado estaba alguien que una vez supo ver.

No sabia ni su nombre, solo que era una gruñona.

-Un momento ¿Tú?- pregunto abriendo la puerta por completo.-Eres la doncella de aquella vez.

-Apartate, bruja tonta.- dijo haciendo la a un lado.

La pelinegro, de destellantes ojos verdes, entro y caminó hasta donde estaba Helder viendo todo.

-Te dije que no dejarás entrar a las de esta clase ¿Éstas loca anciana?— le cuestionó.

Arabella hizo un gesto de ofendida, abriendo los ojos tanto como su lastimada piel se lo permití, y tomándose el pecho de manera dramática.

-Disculpa ¿Las de mí clase? ¿Qué hay de ti cambiante?- escupió acercándose a la otra mujer.—Crees que no me di cuenta.

La desconocida la ignoró, para dejar al descubierto su verdadera identidad. Tras la pálida piel humana se ocultaba una troll alta y delgada, de gruesas caderas y fino rostro, con una larga cabellera tan oscura como el carbón.

-Zelda, no seas mala.- trató de apaciguar Helder.-Es de las buenas, lo se.- sonrió.-Ahora tomemos té, que Arabella me quería contar algo.

A pesar que no le veía sentido a la charla contó sobre quien era, sin decir lo que a muchos les disgustaba.

Por ese día, con Nomura decidieron que por el bien de ambas, debían dejar de lado sus diferencias.

-Zelda Nomura.- dijo antes de que metieran en diferentes cuartos.

La bruja vio la mano extendida frente a ella, era color fucsia como el resto de su cuerpo.

-Arabella de Pericles.- dijo estrechando la mano en símbolo de paz entre ambas.

Luego de aquel día una extraña amistad nació. La rivalidad aún persistía pero eran amigas. Se cubrían las espaldas, y trabajaban en una pequeña tienda mágica donde vendían pociones, hechizos. Ademas de alojar, junto con Helder, a otras tantas brujas, y uno que otro brujo.

Estuvieron así por cinco años.

Una mañana, Nomura y Arabella notaron que Helder, quien no se encontraba tan bien de salud, aún no había salido de la cama. Luego de un debate sobre la privacidad de la anciana, decidieron entrar a su cuarto.

-No lo puedo creer.- dijo Arabella tras ver a la vieja mujer, quien se encontraba en la mas profunda calma.-Ella, ella...- trago saliva

. Un nudo se le formó en la garganta impidiéndole terminar la oración.

-Falleció.- finalizó Nomura con frialdad en su voz.-Espero vieja amiga que encuentres la paz que te mereces.- rezo caminando hacia el frío cuerpo de la anciana.

Helder ya tenía asumido que no viviría tanto como aquellas dos, y estaba en paz con ese pensamiento. Sin embargo una nota que encontró Arabella decía todo lo contrario a lo que se creía.

"Acepto el suave toque de mi compañera pálida, lo que no acepto es irme con las manos vacías. Se que al leer esto creerá que estoy loca ¿Cuál espíritu se lleva un objeto al otro lado? Si, es una cosa, algo solido, pero que lleva consigo todo mi amor, mi mas anhelado recuerdo. Un viejo relicario de que supe dar cuando era una pobre mujer joven, de bronce sin un gran valor monetario, pero que llevaba consigo un grabado de mis dos hijo, Manuela y Timoteo.

Así que les pido, dulce Arabella y mi querida Zelda, que si encuentran esta nota, por favor vayan por ese viejo collar, para que yo pueda descansar en paz.

Tomen esto como una última tarea de la casa.

Las llevo por siempre en mi corazón, Helder."

-Cuando Helder hablaba de los hijos pensé que era algo simbólico.- dijo Arabella tras leer la nota.

Nomura le dio un manotazo en la nuca llevándose una mirada de disgusto.

-No seas tonta ¿Quieres? Si, consideraba a todos quienes pisaban acá hijos, pero tuvo dos biológicos.- le corrigió, recordando a los dos niños.-Era medios molestos, pero se hicieron querer.

-¿Qué les paso?- pregunto con cierta curiosidad.

-La gripe, eso les paso.- respondió sin dar mucho detalles.-La verdadera cuestión es ¿A quién le dio el relicario? Algún idiota prestamista.- pensó en voz alta, caminando fuera del cuarto.

Se reunieron en el comedor. Nomura saco un mapa de la isla con la ubicación de personas importantes que vivían en la zona.

-Empecemos por acá, alguien debe saber algo.- dijo Nomura indicando un punto en el mapa.

Aun era de mañana, ambas andaba con sus respectivas prendas de dormir y los estómagos vacíos, sin embargo no tenía mucho tiempo. Desayunaron frutas que tenía por ahí, y se vistieron para andar de travesía.

-Debo usar pantalos mas seguido.- decía Arabella viéndose en el gran espejo que había en la casa.-Mejor no, este trasero enamoraría a muchos marineros y doncellas.- río.-¿Tu que creés Nomura? Mi trasero.

La pelinegro la vio de arriba a abajo, entrecerrando la mirada verde, tratando de formular alguna respuesta.

-Mejor mueve tu trasero, nos vamos.- respondió abriendo la puerta.

La rubia fue tras ella riendo.

Fueron hasta el puerto, a una pequeña casilla que se encontraba vacía. Nomura se asomó por la ventanilla, metiendo casi la mitad de su cuerpo dentro, llegando a levantar los pies del suelo.

-Vamos Zel, no hay nada, ni nadie.- dijo Arabella un tanto aburrida, apoyándose sobre la vieja casilla.

Mientras la otra seguía inspeccionado, la rubia veía todo el panorama, algunos pequeños barcos atracados, recién llegando, bajando la pesca del día, hombres y mujeres yendo y viniendo.

Unos tipo, que mas que hombres parecían piratas, pasaron caminado frente a ella, mirando de manera lasciva a las dos.

-Nomura, mejor te apuras, o juro que le voy a quitar los ojos a alguien.- dijo dando un codazo a la madera.-¡¿Qué ven idiotas?! ¡¿Buscan pelea o que?!

Al fin Nomura salio de ahí, y en cuanto se dio la vuelta, feliz por haber encontrado unos papeles, aquellos dos hombres sospechosos ya estaba muy cerca de ambas.

-¿Es en serió, Arabella?- preguntó viéndola, rabiar con los piratas.-Oigan, no queremos problemas, que nadie salga lastimado.

Uno de los hombres, mucho mas alto que ambas, la tomó del mentón, esbozando una fea sonrisa.

-¿Quién va a salir lastimado, muñeca?- preguntó.

-Tu estúpido.- dijo Arabella mentidole un puñetazo en la mejilla.

Numura lo tomo de los hombros, antes de que pudiera tocar el suelo, y le pateó su entrepiernas.

-No me llames muñeca, idiota.- le dijo al tipo que se encontraba en el suelo.-Tu detenté.- señaló al otro que intentaba huir.-Si no quieres terminar como este, sera mejor que me des información.

Aquel hombre atemorizado canto todo lo que sabia. Puesto que las dos mujeres que lo tenia acorralado contra un muro les infundaba temor. Y razón no le faltaba, a ambas le brillaban los ojos como dos lobos feroces a punto de abalanzarse sobre una pobre cena.

-No se mas nada, por favor no me lastimen.- suplicó.

Las dos se vieron, y sonrieron, para luego dejarlo ir.

-Gracias por todo.- saludo Arabella como si no hubiese pasado nada.

 El hombre hizo un par de metros, alejándose seguro que nada le iba a ocurrir, pero Arabella lo hizo dormir con un simple hechizo, haciendo que caiga de bruces al suelo.

-Estas loca bruja.- dijo con cierta gracia en su voz. 

-Recuerda, sin cabos sueltos. Estos hechizos te hacen olvidar de todo, creo no lo recuerdo bien.- bromeo, riendo del chiste. 

 Siguieron su camino, hasta un local a la vista de todos, la gente entraba y salia de ahi sin mas, como si nada. No se observaba como si fuera un sitio de mala muerte. Era mas un lugar de envios o repartos, con dos tipos extraños en la entrada.

Arabella y Nomura pasaron entre ambos, llevandose miradas de sospecha por parte de aquellos. Se acercaron al parador, donde un hombre delgado, de sonrisa nerviosa, las atendio. Por lo visto la voz sobre que dos mujeres locas andaban buscando algo se corrio muy rapido. 

-Buscamos una tal Callista.- pronuncio Nomura, apoyándose sobre el mostrador.  

 Los dos tipo, se pusieron uno al lado de la otra, mirándolas con una rara sonrisa pasiva agresiva. 

-¿Quién la busca, preciosura?- preguntó uno del lado de Arabella, colocando una mano en la espalda.

La rubia, un tanto exasperada por la actitud de los últimos, agachó la cabeza, largando una gran cantidad de aire, tensionado su mandíbula.

Volvió su rostro, cuya mirada se torno rojiza, al tipo que no le quitaba la mano de encima, le dio una sonrisa cálida. Lo tomo del hombre y sin esperar mas le quito el aire de un rodillazo en el estómago.

-Mira idiota maleducado, sera mejor que cantes.- exclamó enfurecida.

Nomura volvió a ver al tipo que estaba que estaba atónito tembloroso del mostrador.

-Vuelvo a preguntar ¿Dónde esta Callista?— insistió inclinando su torso hacia adelante.—No puedo controlar a mí chica por mucho tiempo.

Los dos hombres estaban a punto de abrir la boca cuando por la entrada, dando un fuerte portazo, entró una mujer que se llevo la atención de las otras dos que estaban en busca de información.

-¿Quién demonios me busca?- preguntó esta caminado hacia las dos.-Callista para servirles.

Arabella y Nomura se abrieron camino, para dejar que la otra mujer, mas alta que las dos, se apoyara sobre el mostrador. Callista las vio, y les dio una sonrisa de intriga.

-Son las damas que andan golpeando a mis hombres por el muelle ¿No?

Callista era alta y delgada. D piel blanca pero con un suave tono bronceado indicando que pasaba mucho tiempo bajo el sol. Su cabello rojo como el fuego iba atado en una alta coleta que estiraba las finas facciones de su rostro dejando al descubierto una mirada violeta un tanto encantadora y fantasiosa que iba a juego con sus orejas puntiagudas.

Era una especie de elfa.

La bruja no dijo ni hola que la tomo con fuerza del brazo, sacándola casi a rastras de ahí. Callista hizo una seña de que estaba bien para que no la siguieran. Por detrás iba Nomura tomándose el puente de la nariz por el fastidio que crecía en ella.

Callista no paraba de hablar, decía de todo menos lo que las dos amigas buscaban. Se hartaron de preguntar sobre el collar, sin embargo ella se hacia la desentendida.

-Es obvio que esta no sabe nada.- declaró Arabella.-Es solo una pobre niña tonta que sigue las órdenes de un idiota mas grande.

La pelirroja, harta del interrogatorio que le hacían las otras dos, se zafó del agarre de Arabella, y de un salto se paro frente a ella con cierta elegancia digna de admirar.

Las miro con cierta furia, y desenvainó su fina espada, sin saber quienes eran las dos mujeres que tenia frente a ella se tiro para atacarlas.

  Nomura y Arabella no usaron ni su fuerza ni su magia, se defendían con el cuerpo o con lo que naturaleza les proveía. Como la tierra que la bruja le lanzo en la cara para enceguecerla, y asi usar esa ventaja para formar su arco con flechas.

-Ya basta, Callista, y dinos quien tiene el maldito relicario, o juro que te mato.- amenazó tensando el arma.

Los ojos de Arabella se había encendido, Nomura lo noto, y supo que su amenaza era cierta. Toco su hombro, queriendo apaciguar a la rubia pero no resultó en nada.

-Helder no le gustaría que nadie mate en su nombre.- dijo, llevándose la mirada intranquila de Arabella, quien de inmediato esfumó el arco.-Por favor.

Callista al escuchar el nombre de la anciana abrió los ojos de par en par, escondido entre su pecho, saco lo que las otras dos buscaban. Su miraba de color fantasioso se lleno de agua.

-Se lo quería devolver pero, pero me tienen vigilada.- confesó.-Se lo robe al tipo que maneja todo, porque conocí a Helder y supe que era de ella.

Arabella tomo el collar, su mirada volvió a la normalidad. Al fin tenían lo que buscaban, mas una pobre niña en frente que se ahogaba en su culpa. Sin decirle mas nada ambas se dispusieron para ir a darle la reliquia a la pobre anciana.

Sin embargo, algo en Callista le hacia recordar a la bruja a algo de ella misma.

-Vete de aquí, abandona la isla.- le dijo viéndola a los ojos.-Ser ladrona no va contigo, ni la villana en el cuento de nadie.- sonrió con calidez y nostalgia.

Fue lo último que le dijo y se marcharon de ahí.

Caminaron hasta la casa, con el sol poniéndose a sus espaldas.

Después del día que vivieron, esa tarde era mas tranquila de lo usual. Un fresco viento salado, con el característico olor al mar, soplaba sobre sus caras agotadas de tanto andar. Solo querían llegar, dejar el collar, y por fin enterrar a la mujer que las cobijo por un largo tiempo.

Luego del ritual que hizo Arabella, enterraron a Helder, bajo su árbol favorito, ambas sonrieron al notar que su espíritu estaba en paz, junto a sus hijos.

-Tu no eres la villana de ningún cuento.- le dijo Nomura a Arabella mas tarde en un taberna.-Pero estarás muy ebria para recordar eso ¿No?

-Si, pero, pero tus palabras, estas palabras.- decía arrastrando las palabras.-Quedaran en mi corazón por siempre Zelda Nomura.

-Salud, por ti y por Helder.

-¡Salud!- grito alzando el porrón de cerveza.

★★★

¡Buen sábado! ¿Cómo les va?

Este capítulo es algo relleno, me di cuenta ahora, igual es disfrutable.

Si, con Nomura fueron amiguis, ahora no se como sería la relación. No se si la mejor, ya van a ver.

Como sea, nos vemos el martes. Besitos, besitos, chau, chau.

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