10- Prt II, no estas bien.
¿Cuantos años vive un hombre que fue curado por la magia? ¿Cuanto tiempo vivir así de atormentado?
Galaga nunca supo que responder sobre cuando sería el día que pierda por completo la cabeza. Al superar la barrera de los cien años, una parte suya quiso acabar consigo mismo porque sabia que eso no era lo normal, y atentaban contra la naturaleza humana; sin embargo su parte carente de lógica humana le agradaba la idea de vivir mas de lo escrito para cualquier ser humano, por el solo hecho de que no lo hacia solo.
Pero ¿Quién es Galaga? Pregunta que Arabella se hacia y que él no le respondía.
Todos saben como se conocieron, pero ¿Qué paso antes? ¿Por qué sus caminos se unieron? ¿De dónde venía y hacía que lado marchaba?
Nació en el mismo territorio. Lo que los diferenciaba, a de más de la edad, era que Arabella nació en un hogar humilde, mientras que Galaga nació en una cuna de paja y oro, unos años antes.
Mientras que Arabella iba perdiendo lo poco bueno que tenia, a Galaga le pasaba todo lo contrario.
A los quince años, fue educado para ser un gran trovador y relator de las hazañas de su reinado. Sin embargo no todo era gracia para él. A pesar de los lujos que lo rodeaba, le hacia falta libertad, lo único que le prohibieron desde que nació.
—Es hora de que madures, ya no eres un niño. Esto es tu obligación.— le dijo su padre, un tanto amenazante.—Tienes veinticinco años, ni siquiera piensas en desposar a una doncella ¿Qué ocurre contigo?
La discusión de siempre, y no había quien lo defienda. Puesto que su madre murió luego de su nacimiento.
Sin saber que decir, solo agachó la cabeza, y de retiró a su habitación.
¿Qué ocurría con él? Algo que el mismo Galaga se cuestionaba ¿Por qué ansiaba tanto la libertad?
—¿Se puede desear algo que nunca se tuvo?— escribió en una libreta, antes de ser consciente de la respuesta.
Las campanas anunciaba la media noche, y con el último golpe, Galaga escapó de la vida dorada que le toco.
Nunca escribió la respuesta, solo atrevió a vivirla.
•
Camino en la oscuridad de la noche tratando de fijar un rumbo, para escribir nuevas proezas, zambullirse en lo que la vida fuera de los muros podía ofrecer.
Le gustaba la soledad, caminar día y noche sin que nadie le estorbe. No le negaba la compañía a otros viajeros, todos tenían algo bueno que contar.
Llego a Camelot durante la revuelta, por lo tanto no se quedó mucho ahí, solo un par de noches, encerrado en un cuarto, ideando nuevas rutas.
Que caóticas que fueron esas noches.
Podía sentir como gigantes corrían por ahí, o la oscuridad crecer del otro lado de la puerta. Nunca escribió terror, pero aquel reinado se lo permitió.
Cuando sintió que nada mas que historias de miedo sacaría de ahí se marchó.
En su mente estaba impregnada la idea de escribir sobre un héroe como el caballero Lancelot. Quien era muy conocido por lo valiente. Por desgracia no tuvo la dicha de entablar un mínimo de conversación.
Nuevamente se encaminó a algún tipo de destino, bajo el abrumador sol. Esperando su tan deseaba héroe.
—No creo que sea bueno para mi seguir bajo estos fastidioso rayos.— dijo, cubriendo su cara del sol, buscando por donde podia ir.—Creo que el camino del bosque va a estar bien, quizás me encuentre con alguna hada, o un vil ladrón para mí suerte.
Cruzo los pastizales, dando saltos para evitar ser mordido por algún bicho raro, hasta llegar al espeso bosque que lo cubrió del sol.
Iba tranquilo tocando las cuerdas de su laúd, hasta que una visión rosada se cruzo a lo lejos. Intrigado la siguió en silencio. Al llegar a ella y ver sus prendas dispersas en el suelo, un calor escaló por su cuerpo que se expresó a través de los nervios.
—No, no, no.— repetía nervioso.
A causa de su torpeza el laúd resbaló de sus mano, haciendo que las cuerdas sonaran por el impacto. Cuando quiso huir de allí, ya era tarde, la voz de una mujer lo obligó a detenerse en seco. Estaba mudó, puesto que era conocido por decir tonterías frente a las damas, mas si estaban desprovistas de ropa.
—No vi nada, lo juro doncella.— alcanzó a decir tratando de ocultar su nerviosismo.
—¿Te crees que soy tonta?— cuestionó la voz a su espalda, sonaba dulce a la vez que amenazante.—Voltea.— ordenó.
Entonces conoció por las malas a quien sería su nueva compañera de rutas, Arabella de Pericles. Una bruja no solo dotada de magia rara sino de una gran belleza, que siempre, desde que fueron amigos, uso a su favor.
Arabella fue todo un hallazgo.
Primero porque era la primera vez, en sus veinticinco años, que presenciaba la magia. Había oído hablar sobre un tal Merlín, un poderoso y viejo hechicero, pero nunca se imaginó que una bruja podía lucir así, o no actuar como decían los relatos de miedo. Era una joven como cualquier otra, solo que esta tenia sus encantos.
Esos encantos que él negaba hasta el cansancio.
•
El castaño de brillantes ojos avellana nunca supo en que parte de su camino se enamoró sin desearlo, cuando esos encantos tuvieron efecto en él.
En un principio todo era un juego. Sabia como Arabella se ponía con sus frases de doble intenciones, o como con solo guiarle un ojo podía ponerla nerviosa con facilidad. Le gustaba aprovecharse y jugar con la inocencia que aun cargaba, aun que para ese entonces poco de inocencia le quedaba.
Solo un juego.
Cuando atravesaron el bosque y ella lo salvo, o cuando se decidió a borrar su mente para resguardar los sentimientos de otra persona, supo que Arabella no era una bruja cualquiera, sino una que daría hasta su estabilidad con tal de salvar a alguien de lo que sea.
¿Sera que ahí fue que noto que sus juegos coquetos dejaron de serlo? Si.
De cualquier manera, aun que él fuera muy directo en el tema sobre sus sentimientos, llegó a pensar que nunca tendría oportunidad de nada con Arabella. Su corazón le pertenecía a alguien mas, y él no podía competir contra eso. Solo le quedo agachar la cabeza y ser su eterno amigo.
—¿Se puede desear algo que nunca se tuvo?— escribía noche tras noche.
Sin embargo los sentimientos no correspondidos no era lo único que lo torturaba. Las constantes pesadillas del doloroso pasado, la idea recurrente de que le fallo a quienes confiaban en él. No poder dormir, no poder morir como el resto.
Era un hombre atormentado, que bebía para olvidar que lo era.
•
Luego que Hisirdoux se marchará del lado de Arabella y que ella haya buscado hacer nuevos caminos sola, él también lo intento.
No quería quedarse atrás, ni mucho menos quieto. Si lo hacia pensaba, y si lo hacia demasiado bebía. Una costumbre que quería quitarse de encima pero le era difícil si no estaba movimiento.
En ese mismo camino se volvió a topar con quien una vez le supo robar el aliento. No era Arabella, sino Desdemona Pavlov.
La hechicera se sentía atraída por él desde la vez que se lo cruzó en el palacio francés, pero la atracción no le bastaba para dejarlo estar a su lado.
—Tu y yo no deberías estar juntos, es inaudito, eres solo un frágil humano.— le dijo la hechicera buscando romper su corazón, o el vinculo extraño que los unía.
—Oh, por Dagda, ¿Cuál es tu problema? Si tu me buscas.— dijo con cierto enojo en su voz, mientras cerraba su camisa.—No se que tanto quieres de mí.
Desdemona se había puesto roja, sin saber si era por vergüenza o por rabia, pero estaba segura que le disgustaba sus palabras.
—Solo si aceptarás ese ritual para que seas mago.— trato de convencerlo, acercándose a él por la espalda.
Poso sus manos filosas sobre su espalda y lento como un escalofrío fue subiendo hasta sus hombros.
—Es cuestión de completar la otra mitad Galaga.— susurro en su oído.
—No.— respondió girando sobre si para verla a la cara, y tomarla por las muñecas delgadas.—Deja mí humanidad tranquila, te lo ruego.
—¿Cuál humanidad, cariño?— preguntó con cierta malicia en su voz mientras se acercaba a sus tensos labios.—Si ya no te queda nada.— susurro.
Galaga trago saliva, llevándose hasta el fondo de su ser las palabras de la hechicera, quien lo deseaba pero mas lo deseaba siendo mágico.
—Eres fría y cruel.— respondió dando un paso atrás.—No entiendo como no lo ven.
—Tienes razón, pero también soy poderosa. Algo que tu no, y es por eso que no podemos estar juntos.— sentenció con frialdad en cada una de sus palabras.—Es una lástima porque me divertía contigo.— dijo dándole la espalda.
El problema no era un corazón roto, el problema era que algo de razón tenia ¿Qué humanidad le quedaba? Casi nada, e hizo mucho para hacer que esta se desvaneciera. Haber abandonado a una pobre bruja con una hija suya, fue parte de eso.
No solo sintió vergüenza sino que buscó ayuda de alguien que le borrara el recuerdo. Tanto tenia por borrar que solo eligió aquel que lo deshumanizaba mas que cualquier otro.
—Te podría haber borrado lo que sientes por ella, pero prefieres aliviar tu alma quitándote un hijo de encima. — dijo la hechicera antes de hacer el conjuró.
—Borrar a Arabella de mí mente es borrar una parte de mí vida. Olvidarme que tengo una hija es arreglar un error.— dijo con cierta frialdad en su voz.—Que ella haya tenido la audacia de hacerlo no significa que yo también, Margaret.
—No, esto es un error.— insistió la castaña.—Igual hablaba de Desdemona.— susurro para evitar ser escuchada.
Galaga cerro los ojos, frunciendo con fuerza el ceño, mientras sentía como unas frías manos arreglaban su mente. Lento se iba olvidando de las caras, de las sensaciones, de lo que hizo. Dejo de ser un dolor en el centro de su pecho para ser una leve jaqueca cuando algo le hacia recordar a ellas.
Una pieza dentro suyo había cambiando, y él lo notó. La energía y galantería con la que se lo caracterizó por muchos años, sus ganas de cantar todo lo observaba, ser siempre quien daba el primer paso, se estaba diluyendo. Estaba perdiendo su brillo.
Lo noto y no le gusto.
•
Cruzo el mar buscando una solución, y la halló en un monasterio en Holanda. Sitio que le ayudo a hacer una rutina, a ver el mundo con otros ojos y reencontrarse con él mismo.
Con la mente sin nada ni nadie que le hiciera doler era alguien nuevo.
Habían pasado al menos treinta años desde que hizo eso que juro no hacer tras ver lo que le había sucedido a Arabella. Treinta años en donde era un hombre nuevo.
Allí también se encontró con Tomas e Hisirdoux, ambos venían de Praga. Hacia un año y meses que caminaban a la par en busca de nuevos conocimientos y aventuras.
—Me voy a España, a los aquelarres y este de acá no quiere venir conmigo.— señalo a Hisirdoux que hablaba con un monje de ahí.—Cobarde.
—¿Qué le ocurre?— pregunto con curiosidad.
—Nada, solo que esta cansado, y yo quiero aires nuevos.— respondió con cierta soltura.
Galaga lo veía con cierta curiosidad, no había estado antes en España, y por alguna razón sintió la necesidad de ir, tan solo a echar un vistazo. Sin embargo no sabia como ofrecerse para ser su nuevo compañero.
Paso un par de noche con los dos magos. Hisirdoux se ablandó bastante con él, creyéndose su nuevo papel.
—¿Sabes? Me alegro que no seas el mismo idiota de años atrás.— comentó una noche Hisirdoux, mientras tomaban aire fresco lejos del monasterio.
—No digas mas que me harás desmayar.— respondió el castaño, dando una media sonrisa.
—Lo digo de verdad. No cualquiera con tu historia se atrevería a meterse en un lugar así, tan lejos de todo lo una vez conoció.— dijo con un tono mas serio, como queriendo decir otro tema bajo sus palabras.
—¿Por qué siento que me quieres decir algo mas?— pregunto con cierta intriga.
Caminó hasta quedar frente a él, obligando a Hisirdoux a frenarse.
El pelinegro lo vio con mirada oscurecida, poco amistosa. Hisirdoux no era conocido por dejarse llevar por las emociones, mas bien esa parte la tenia bajo control. Sin embargo, cuando se trataba de una persona que quería, que ambos tenían en común, la cual era de quebrarse muy seguido por sus emociones, la cuestión era distinta.
—Cambiaste, bien por ti, pero si me entero de algo que no me guste, sin tan solo das un paso en falso.— dijo amenazante, acercándose hasta su oído.—No saldrás bien librado.
Galaga dio un paso atrás, un tanto intimidado por la actitud defensiva de Hisirdoux. Solo se limito a sonreír, puesto que las palabras se le quedaron trabadas en su garganta. Entendía bien a lo que se refería Hisirdoux. Lo dejo pasar porque él hubiera dicho lo mismo con tal de proteger a Arabella a pesar que esta no necesitaba que nadie hablara por ella.
—No te preocupes, nunca doy pasos en falsos.— se atrevió a decir cuando el nudo en su garganta se libero.—Ahora quiero que seamos amigos, por el bien de los dos ¿Te parece?— dijo extendiendo una mano, esperando ser estrechada.
—Por el bien de los dos.— repitió Hisirdoux tomando su mano.
Al día siguiente, se animo a pedirle a Tomas un lugar a su lado de camino a España. Hisirdoux lo había envalentonado, algo difícil de creer hasta par el mismo Galaga.
—Claro que si mi amigo.— dijo Tomas con euforia.—Pense que no me lo ibas a pedir.
—¿Ya sabias lo que iba a pedir?
—Siempre amigo, es mi don.— respondió dándole otro golpe.
•
Para 1545 habían llegado a España, cansado y agobiados del viaje. Descansaron un par de días, donde no salieron de sus camas, no recordaba cuándo fue la última vez que durmieron sobre algo suave. A la semana siguiente de haber llegado, fueron al festival de aquelarres.
Y entre tanta gente, tanta magia, a lo lejos, una visión rosada se cruzo en su camino, acelerando por completo el pulso, otra vez.
—Arabella.— llamo, esperando a que la bruja lo notara.
★★★
Muy buenos días, tarde o noche, cuando leas esto ¿Cómo les va? Espero que mejor que Galaga.
Voy hacer maratón de capítulos, subo uno hoy y otro mañana. Si la maratón mas corta 😂
Peggy de fanfictioner67 hizo una pequeña aparición hoy. Se tendría que haber puesto una tienda para borrar la mente, y se llenaba de plata la Margarita. Gracias y perdón por no consultar si la podía usar.
Yo: no voy hacer que Douxie sea celoso.
También yo: si, que sea celoso a pesar de no ver Arabella nunca.
Como es el dicho nadie se salva de los celos y de algo mas 😂
Bueno, basta de cháchara y hasta mañana, besitos besitos, chau chau.
*Dagda es una deidad celta.
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