Capitulo 7
Era la mañana del día siguiente. Estaba sentado en la cafetería pasando los apuntes que Chucho amablemente me había prestado. Él y Lennon estaban discutiendo con otro chico que no había visto antes, en la misma mesa. Teníamos un par de clases libres, y había decidió estar ese tiempo con ellos. Se veían como personas agradables, y creo que yo también les caía bien, ya que no les importo que los acompañara.
Estaban con otro chico que tenía un nombre realmente gracioso, "Esaú" que al parecer Lennon lo había conocido ayer, cuando yo no vine, y se parecían llevar bien. Tenía un aspecto bastante peculiar. Tenía su cabello lacio, de color negro, tan largo como el de una chica, le llegaba por la mitad de la espalda, aunque su rostro era bastante varonil, con la barbilla ancha, y su nariz algo puntiaguda. Tenía los ojos de color negro, y vestía algo raro. Tenía pantalones bastante holgados, de un color tal vez beige, y una chaqueta negra, de parecer echa de cuero. Era claramente la típica imagen de algún aficionado al metal, aunque no tenía casi nada de barba, se veía que se afeitaba a menudo. Y al parecer estaba en lo correcto, parecían tener una discusión sobre quien era mejor, "Led Zeppelin" o "Metállica". Más concretamente Lennon con Esaú, ya que Chucho no les estaba prestando mucha atención
Ni siquiera estaba prestando mucha atención por lo que se estaban peleando, estaba esforzándome por no quedarme dormido encima de la mesa de la cafetería. No había dormido muy bien anoche, y eso realmente me estaba afectando, por suerte al parecer hoy saldríamos más temprano de lo habitual, ya que un profesor había decidió no venir. En eso, yo estaba metido en mis pensamientos, creyendo que me quedaría dormido, cuando Chucho me sacudió. Voltee a verlo medio somnoliento, mientras él me miraba con su típica sonrisa.
- Diablos Arthur, te ves destruido -bromeó
- No, no, estoy bien, es solo que anoche no pude dormir-dije tallándome los ojos.
- ¿Pues qué hiciste ayer? ¿Por qué no viniste? - me preguntó divertido.
- No es nada, se me hizo tarde, y decidí no venir. Además mi madre se sentía un poco mal, y aproveché para llevarla al doctor.
- ¿Y qué era lo que tenía? -cuando me dijo esa pregunta, comencé a pensar si era correcto empezar a contarle mis problemas. Pero decidí que por el momento no, aún no habíamos creado un enlace de confianza tan fuerte. Apenas nos íbamos conociendo.
- Nada grave, solo fue algo de tos que no se trató a tiempo.
- Vaya, pues espero que se recupere. Igual no te perdiste de mucho ayer, solo unos cuantos profesores más se presentaron y ya, pero era más de lo mismo.
Mientras yo y Chucho seguíamos platicando, la discusión de Lennon con Esaú empezaba a aumentar de tono. Ninguno de los dos aún llegaba a ponerse de acuerdo con que banda era la mejor, hasta que ambos nos voltearon a ver, y nos preguntaron cuál era la nuestra. Chucho respondió que ninguna de esas estaba a la altura de "Queen", lo que hizo que ahora los tres se atacaran uno contra el otro sobre quién era el que tenía la mejor canción, álbum o críticas. Yo solo agaché la cabeza, y esperé que ninguno de los tres me preguntara por mis gustos. No creo que les gustaría escucharlos, ya que eran bastantes viejos, por la época de los 60, o 70. En fin, toda la mañana se la pasaron discutiendo a gritos sobre quién tenía razón. Sentí un poco de pena a veces al estar al lado suyo, ya que los demás estudiantes se nos quedaban viendo un poco raro, pero tenía que aceptar que sí que me sacaban varias risas.
Resulta que entre plática y plática, descubrí que Esaú ya estaba repitiendo el curso, y que era un año mayor que nosotros. Y al parecer, el día no se hizo tan tedioso ni aburrido con ellos a mi lado. Se la pasaban bromeando y riéndose de cualquier idiotez, lo que hacían más tolerables las clases.
Cuando al fin se terminaron las clases, pasé al baño un momento, y cuando salí, por segunda ves los perdí de vista. Supongo que se habían ido rápido a la estacionen autobús y no me esperaron. En fin, ya los viera mañana. Salí de la escuela y me dirigí hacia la parada de autobús. Hoy no me apetecía quedarme encerrado en la biblioteca dibujando. Incluso estaba planteándome seriamente si en ir a la terapia con el psicólogo en unos días, o no. Sería un total pérdida de tiempo. En fin, caminé por la acera unos minutos, hundido en mis pensamientos, cuando escuché detrás de mí una bocina que me hizo saltar del susto. Cuando voltee, vi un automóvil de color amarillo pálido de 4 puertas .
Al volante se encontraba Chucho sonriendo como siempre, y atrás de él estaba Esaú y Lennon.
—¿Dónde rayos te metiste Arthur? Ya no te encontramos, te nos desapareciste —bromeó Chucho.
—¿Ese auto es tuyo? —dije, algo sorprendido, mirándolo.
—Sí, es mío, no es la gran cosa, pero es mil veces preferible esto que el transporte público —me apené un poco cuando dijo eso, ya que yo toda mi maldita vida había utilizado el autobús—. En fin, me alegra haberte encontrado ¿No quieres que te dé un aventón?
—No, no, no, no —comencé a decir apenado—. No vivo tan lejos, puedo ir yo solo. Además no quiero dar molestias.
—No es ninguna molestia, en serio, súbete.
—No, no, estoy bien, en serio, gracias.
—Vamos Arthur, deja de estar de orgulloso y sube al maldito coche de una vez, estoy llegando tarde a mi casa —dijo Lennon desde el asiento trasero.
Chucho levantó los hombros, y después me abrió la puerta del copiloto que era el único asiento que se encontraba libre. Bien, ahora sí que ser un completo imbécil y grosero si me negaba. Decidí subirme, y cerrar la puerta. Al menos me estaba ahorrando el dinero del pasaje del autobús.
Chucho sonrió satisfecho, y arrancó el automóvil. Me dijo que primero dejaríamos a Lennon en su casa, y después a Esaú, para finalmente pasar a la mía. Se me hizo razonable, ya que la mía era la que estaba más lejos.
Sí que había una gran diferencia entre viajar en un automóvil aparte, que al transporte público. Me sentía más cómodo, con más espacio, y la ansiedad de que en cualquier momento algún infeliz metiera sus manos en mis bolsillos, y se robara todo el dinero que tenía sin que me diera cuenta, había desaparecido. Claro que podría tener la misma sensación de seguridad si es que decidía viajar en taxi, pero eran ridículamente caros, así que no era un opción. En fin, iba de lo más tranquilo mirando por la ventana sin preocupaciones.
Chucho había puesto una estación de radio en el estéreo del auto, donde pasaban las canciones de Queen. Íbamos escuchando "Crazy Little Thing Called Love" tranquilamente cuando la voz de Lennon se hizo escuchar desde el asiento trasero.
—Quita esa porquería Chucho, quítala y pon algo que sí sea música —dijo claramente bromeando; ya que por lo que había logrado ver, Chucho se enojaba fácilmente cuando le decían algo sobre su banda favorita.
—Tu que vas a saber de música niño idiota. Como si supieras lo que es bueno. Cállate —comenzó a decir Chucho con tono enojado, pero claramente con una sonrisa en su rostro.
—Quita tus porquerías por favor, me dañan los oídos —siguió bromeando Lennon.
—No, y te callas o ahora mismo freno el auto y te vas cambiando como perro callejero a tu casa. La primera regla de mí auto es "Quien esté al volante, escoge la maldita estación de música", así que cierra el hocico.
—Mendigo auto feo, huele a orines aquí.
—Entonces bájate, anormal. Tú fuiste el que se coló, no recuerdo haberte invitado a ti a que te subieras.
—Ni licencia de conducir tienes, si te detiene una patrulla, es tu fin y el de tu auto viejo.
—¿Qué? —dije sorprendido al escuchar eso.
—No le hagas caso, su madre lo tiró de chiquito de cabeza —me volteó a mirar Chucho sonriente —además ya es hora de que se largue, ya apestó todo mi coche el animal este.
—Tú eres el que cree Queen es una buena banda, así que cállate.
Chucho se estacionó en un vecindario un poco modesto, donde Lennon bajó del auto. Supongo que ya habíamos llegado donde él vivía, aunque no vi exactamente donde era que estaba su casa. Lennon se despidió de nosotros con el puño, y dijo que nos veía mañana. Acto seguido simplemente se fue, y Chucho arrancó el automóvil.
—¿Es en serio que no tienes una licencia de conducir? —pregunté, un poco atónito.
—Bueno, es un poco obvio ¿No lo crees? Tenemos casi la misma edad. Pero tampoco es para tanto, nunca he tenido problemas con la policía.
—Deberías conseguir una, porque si es bastante peligroso andar por las calles con un auto sin una licencia de conducir.
—Intentaré que me la den el año siguiente, porque pues ahora como somos menores de edad, está un poco complicado.
—No te preocupes, tanto, tengo un tío que jamás ha tenido licencia de conducir, y el sigue como si nada por la vida —se hizo escuchar la voz de Esaú desde atrás.
Me había olvidado por completo que él estaba hay.
—¿En serio? Eso me parece imposible, nadie puede pasar tanto tiempo sin una licencia de conducir sin ser descubierto.
—De verdad, lleva casi 15 años conduciendo sin tener licencia, y jamás ha tenido problemas.
—No te creo, es tener demasiada buena suerte.
—¿Tú cuánto tiempo llevas sin una licencia conduciendo? —pregunté yo hacia Chucho.
—No sé...tal vez como 3 meses. Compré el auto en verano, gasté todos mis ahorros en él. Y supongo que a mis padres no les importó mucho, ya que, ellos fueron los que me enseñaron a conducir antes.
—Pues, necesitas conseguirla. No es por echarte la sal, pero si es peligroso que andes por ahí sin una.
—Bueno, tampoco es que esté por todos lados con el auto, viajando por toda la ciudad. solamente lo utilizo para ir a la escuela y regresar, y dejar a esta bola de holgazanes hasta sus casas.
—Hablando de irme a dejar a mi casa, cambio de planes, me harías un gran favor si es que me llevas al gimnasio de la plaza —dijo Esaú recargándose hacia adelante para que Chucho lo pudiera escuchar
—¿Es el gimnasio donde entrenas no? —dijo Chucho
—Si, al parecer el entrenador movió los horarios, y ahora después de la escuela tengo que ir al gimnasio para entrenar. Creo que me vendrá bien, así tengo el resto de la tarde libre.
—¿Entrenas? ¿Qué es lo que entrenas Esaú? —pregunté curioso.
—Oh nada especial, son artes marciales básicas. Es como una combinación de varias disciplinas como karate y box, lucha grecorromana, y otras que la verdad no recuerdo. Se llama "Muay Thai"
—Vaya, sí que eres todo un karateka ¿Y cuánto tiempo llevas entrenando?
—Como 6 o 7 años, empezó desde chico —con razón este tipo vestía de ese modo, y se veía musculoso, Aunque en altura, le seguía ganando yo y Chucho—. De hecho, cuando terminé la prepa, quiero dejar toda esa mierda de los estudios, y empezar a competir profesionalmente, siento que ya estoy preparado.
—Se ve que ya tienes tu futuro planeado —dije en modo de admiración.
—Más o menos, aunque el único problema que tendría sería el dinero. Para inscribirme necesito una buena cantidad de dinero, aunque he estado investigando si es que me pueden dar una clase de beca o algo así para poder competir.
—Ya verás que si hermano, tú ten ánimos, eres realmente bueno —dijo Chucho positivamente.
—Eso espero Chucho, eso espero...
Después de eso se hizo un silencio algo incómodo por unos segundos, aunque la música llenaba ese espacio, hasta que Esaú volvió a hablar.
—¿Y tú por donde es que vives Arthur?
—¿Yo? Está un poco lejos dela escuela, más o menos afueras del centro de la ciudad.
—Oh ya ¿Es dónde están los departamentos viejos no?
—¿Viejos?
—Si, donde vive la gente pobre. Esos edificios son tan viejos como mi abuelo, pero aún se niegan a demolerlos. Supongo porque aún hay gente que paga por vivir hay.
—Esa zona es una mierda —intervino Chucho—. Está llena de pandillas y ladrones, es muy peligroso.
Fantástico, ahora resultaba que mi madre escogió la peor zona para poder vivir.
—Pues...por ahí vivo, ya sé que es una zona de mierda, pero no queda de otra...—dije seriamente, en voz baja, agachado un poco la cabeza.
—Oh joder, perdón Arthur, no fue nuestra intención... —Chucho intento disculparse, pero yo lo interrumpí.
—Olvídalo, no importa. Tampoco esta tan mal, de lo alto que están los edificios, desde mi ventana puedo ver toda la ciudad —dije, intentado mantenerme positivo; cuando claramente por dentro me llevaba el carajo.
—Bueno, eso es algo bueno, pero igual, lo sentimos —siguió disculpándose Chucho.
En fin, por fin llegamos al gimnasio de Esaú, donde se bajó con él y sus cosas, y se despidió de nosotros. Ese chico realmente me daba curiosidad, no quería imaginar tener que pelear con el algún día, realmente se veía hábil en lo que practicaba. Al final me quede solo con Chucho. Fui indicándole más o menos por donde es que tenía que ir para que me dejara hasta mi casa. Al final llegamos, y me baje del auto esta vez asegurándome de que no se me volviera a olvidar la mochila.
—Pues, supongo que nos vemos mañana, hasta luego Arthur —me dijo mientras se estiraba para cerrar la puerta del copiloto.
—Si, te veo mañana Chucho, gracias por traerme —le dije con una sonrisa. El arranco el automóvil y se perdido entre las calles.
Yo suspiré decepcionado, y miré el edifico donde vivía. Realmente sí que era jodidamente viejo. En cualquier momento podría venirse a bajo, y nosotros ni en cuenta. Subí pesadamente las escaleras, y de nuevo empezó a escuchar las discusiones de los vecinos. Pobre Astrid, no me quería imaginar tener que soportar eso todos los días. Ni siquiera recordaba yo si es que alguna vez tuve una discusión con mi madre. Tal vez si una cuando era pequeño, y hacía mis estupideces en el campo, pero no a tal grado como para que ella me gritara, y yo también.
En fin, cuando entré a a casa mi madre estaba mirando la televisión, como todos los días. Ella se sorprendió bastante al verme, supongo que no esperaba que yo llegara temprano.
—¡Hijo! Creí que te quedarías en la escuela hasta tarde.
—Bueno, simplemente no me apeteció mucho quedarme en la escuela hoy, tenía ganas de estar contigo, igual para acompañarte para que te hicieran tus pruebas médicas.
—Oh, no te preocupes por eso, ya fui sola yo esta mañana.
—¿Qué? Mamá, ¿Por qué no me esperaste?
—Puedo ir yo sola, además no es la gran cosa, solo son unos kilómetros.
—Y ¿Qué hay de mis pruebas?
- No te preocupes por ti; me dijeron que mi tuberculosis es renal, así que no es infecciosa. Tú está libre de todo riesgo.
—¿Renal...es que significa?
—Bueno, al parecer la enfermedad afecta brevemente los pulmones, y después los riñones.
—¿Eh...esa se puede tratar...verdad? —dije un poco nerviosos esperando que así fuera.
—Claro que sí se puede tratar, tengo que tomar por unos meses un par de medicinas con nombres raros que no recuerdo, pero los anoté en una hoja de papel. No son nada baratos Arthur, la verdad no sé si valga la pena poder pagarlos.
—No digas esas cosas mamá, claro que las pagaremos, buscaré un trabajo mejor, ya verás —supongo que con lo que me pagaba Oscar, no sería un gran problema pagar las medicinas, aunque a mi madre le resultaría muy extraño que con un salario de un simple lava platos, pudiera pagar todo eso. Tendría que invitarme algo después, para que se viera más creíble de donde era que sacaba dinero—. Pásame el papel donde anotaste las medicinas, ya veré yo cuales puedo comprar... Por cierto mamá, ¿Cómo pagaste las pruebas del hospital?
—Bueno, pues pedí un préstamo, nada especial, ya lo iré pagando con los días...
—Mamá ¿Qué hiciste qué? —dije algo alterado.
—Un préstamo...
—¡Mamá! ¿Por qué hiciste eso? Ya tenemos suficientes deudas como para agregar más a la lista.
—Hijo, no había otra forma de pagarlo, era eso o no hacerme las pruebas.
—Si había otra forma... —dije entre dientes, recordando el dinero que Oscar me daba.
—¿Cuál? No tenemos dinero de ninguna parte hijo, y ni creas que tomaremos el de la universidad.
—Si mamá, ya lo sé, pero... —gruñí frustrado—. Olvídalo, ya lo pagaremos, pero esas cosas no son mas que estafas para exprimirte todo. Si no lo pagamos rápido, la deuda crecerá y crecerá hasta que no sea imposible pagarla. Son solo unos malditos chupa sangre esos bancos.
—Lo sé hijo, pero así son las cosas, nos tocó vivir esto.
No pude evitar poner chueca mi boca. No era justo, pero tenía razón. Nos había tocado esto. Estuve unas horas más con mi mamá. Comíamos en la pequeña mesita de madera de la cocina, un plato de lentejas que mi propia madre había hecho. Estaba bastante rico, pero creo que lo hubiera disfrutado un poco más si los vecinos de arriba no estuvieran gritando. Mi madre y yo solo nos mirábamos apenados, y volteamos a ver hacia el techo. Era claro que la discusión era entre Astrid y su padre, pero no alcanzaba a escuchar de qué trataba, solo gritos, murmullos, maldiciones, pero no el por qué.
—Han estado de ese modo desde la mañana —me dijo mi madre mientras se metía la cuchara con al lentejas a la boca.
—¿En serio? ¿Desde la mañana?
—Casi siempre se la pasan gritando, mayormente en las mañanas. Pobre chiquilla, tener que soportar eso no ha de ser nada bonito.
—Sí, no me lo imagino —dije agachando la cabeza mientras comía las lentejas. Lo que daría por poder ayudar a Astrid, para que no tuviera que estar así todos los días ¿Pero cómo?
—¿Tú la llegaste a conocer Arthur? Supe que iba en tu escuela.
—Aahmm... no, solo la veía de reojo, pero nunca llegue a saludarla —bueno, eso era mentira, ya la había conocido la noche anterior, pero no quería que mi madre se enterara de mis escapadas nocturnas, así que no le dije nada.
—Deberías conocerla, e intentar que sea tu amiga —me dijo mientras seguía comiendo las lentejas.
—¿Sí?
—Si, un amigo nunca viene mal, tal vez así no se sienta sola, y hasta puedas ayudarla en algo.
—Tal vez...ya veré si la veo un día de esos y la saludo.
—Deberías, yo lo intenté con la vecina de al lado, pero no era muy simpática que se diga; más con todos sus gatos.
—Son unos malditos, cada vez que me ven me viene a rasguñar, si pudiera los patearía, para ver si es que me dejan en paz.
—Pues no creo que sea buena idea hijo, no quiero ni imaginar el drama que haría la vecina si es que le pateas a uno de sus gatos —rio mi madre.
—Pues ella debería de controlarlos, son unos malcriados, casi siempre quieren que les de comida, o que no pase por su territorio.
—Si bueno, solo intenta evitarlos, y así tal vez nos ahorremos unos cuantos problemas con la vecina.
—Eso espero —la conversación fue interrumpida por algo pesado que cayó del departamento te arriba, después gritos de furia, y más insultos.
—Pobre chica, lo que habrá tenido que haber hecho para merecer padres así.
—Pues como tú dices ma, así es la vida -dije mientras daba la última cucharada a las lentejas—. Lo que nos toco vivir a cada uno.
Unas horas después, fui a mi habitación, e intente hace toda la tarea que pude. Quería irme temprano de la casa para comprar las medicinas de mi madre, e ir a entregarle el dinero que le quité al tipo de la tienda de la noche anterior, a Oscar. No se lo había entregado al momento porque sinceramente y era muy tarde, y no me apetecía nada viajar hasta su casa en la oscuridad. Cuando finamente estuve listo para marcharme, me surgió la duda si es que era necesario llevarme la pistola. No iba a hacer nada peligroso, pero me daba la sensación de querer tenerla, como si fuera algún tipo de armadura que me pudiera proteger de todo peligro, aunque no tuviera ni la más remota ida de cómo usarla. En fin, decidí llevármela a dejarla a solas con mi mama, y correr el riesgo de que la encontrara.
Ella se había quedado dormida en el televisor de nuevo, así que decidí dejarle una nota para que no se preocupara. Y después salí por al puerta y la cerré detrás de mí.
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