Capitulo 5
Estuve corriendo alrededor de 5 minutos. Las calles se habían llenado de patrullas de un momento para el otro, y parecía imposible escapar hacia algún lugar. Al parecer aún seguían batallando con la pandilla del chico con el que habíamos negociado, ya que aún se alcanzaba a escuchar los disparos. Me resbalé en el concreto como 3 veces al intentar cambiar de dirección bruscamente cuando veía una patrullas aparecer de la nada. Nunca había sentido tanto miedo en mi vida. Sabía que si uno de los policías lograba detenerme, estaba acabado ¿Estaría dispuesto a dispararle a uno de ellos si me lograba atrapar? No lo sabía, y no quería conocer la respuesta, porque mi subconsciente bien que la sabia. Por eso mismo es que el arma aún la tenía lista para que disparara, solo tenía que sacarla del bolsillo y jalar el gatillo.
Más disparos, más gritos, más sonidos provenientes de las patrullas, todo era un maldito caos, y yo estaba en medio de todo eso. Intentaba despistarlos intentando tomar el metro, y llegar a mi casa para encerrarme y rezar porque ninguno de los policías me hubiera seguido. Pero cuando giré hacia una de las calles para correr por el túnel subterráneo, alguien me jaló de la chaqueta por atrás, e hizo que casi cayera al suelo. Por instinto, cuando me giré no me importó quien estuviera del otro lado, y solté un puñetazo para después sacar mi arma. El golpe hizo que el tipo que me agarró cayera al suelo adolorido, mientras yo le apuntaba con el arma.
—¿¡Qué carajo te pasa imbécil!? —era Oscar. Había encontrado al maldito de Oscar.
—Santo cielo, casi haces que te meta un tiro. Pero no importa, igual te lo mereces infeliz ¿Por qué carajo me abandonaste en la maldita línea de fuego?
—¡Te quedaste como una estúpida piedra! Intenté hacer que reaccionaras, pero parecías un pollo asustado, y ¡Por esperarte ve lo que me pasó! —en eso, me enseñó su hombro que estaba cubierto por su chaqueta, donde un hilo de sangre se habría paso entre la chaqueta. Y el origen de ese hilo venía de un agujero cubierto de sangre que había atravesado la prenda. Le habían disparado un poco más abajo del hombro
—Oh mierda...
- ¡Tienes suerte de que la maldita haya entrado y salido, porque si no estaría en un grave aprieto! —gritó, mientras se ponía de pie.
—Tenemos que ir a un hospital Oscar...
—No, no, no ,no. No iremos a ningún lugar a menos que quieras unas esposas en tus muñecas.
—Entonces... ¿Qué hacemos?
—¿Cómo que que hacemos? ¡Salir de aquí idiota! El lugar está lleno de policías.
—Bueno, yo planeaba largarme por el metro...
—¿El metro?... No lo sé, no creo que sea seguro.
—Bueno, no creo que tengamos muchas opciones. No podemos pedir ningún taxi, ni creo que pase ningún autobús ahora. Y si nos vamos a pie tu estarás muerto.
En serio que me estaba sorprendiendo mucho lo que estaba diciendo ¿Yo preocupándome por Oscar? Vaya que eso no lo esperaba.
—Está bien, nos iremos por el metro, pero si resulta que hay policías ahí, estamos completamente jodidos.
—Pues si nos seguimos quedando aquí conversando, ten por seguro que nos atraparán, así que hay que irnos moviendo.
Tomé la pesada maleta llena de dinero, y ayude a que Oscar comenzara a caminar. Era obvio que el tipo sólo se estaba haciendo el duro, pero se estaba retorciendo del dolor por dentro. Bajamos las escaleras lo más rápido que pudimos, al mismo tiempo que las sirenas se escuchaban cada vez más cerca de nosotros. Era una locura, pero para nuestra suerte, la estación del metro se encontraba totalmente vacía. Incluso llegaba a verse un poco tétrica de lo sola que estaba. Supongo que era por las altas horas de la noche, o por cualquier otra razón. No importaba, los dos nos pusimos en el borde de las vías del metro, y esperamos a que pasara para que pudiéramos subirnos.
Sentí que fue una maldita eternidad. Cada segundo que pasaba, yo ya esperaba a un oficial detrás de nosotros para arrestarnos. La espera era una tortura, aparte de que Oscar se estaba desangrando a tal grado de que hasta yo me estaba manchando con su sangre. Cuando por fin se apareció el metro, nos subimos a toda prisa, y ayudé a que Oscar se sentara en uno de los asientos vacíos del vagón, para que pudiera descansar un poco. El vagón iba completamente vacío, como todos los demás, lo que nos ahorró una molestia.
Oscar soltó una maldición, y una vez sentado, procedió a arrancarse un cacho de su camisa desde abajo para después amarrársela en la parta baja del hombro y utilizarlo como un vendaje muy improvisado. Tal vez el esperaba que eso detuviera la hemorragia, pero sinceramente yo pensé que estaba viendo sus últimos segundos de vida.
—¿Por qué mierda me miras así Arthur? No voy a morirme, no hoy al menos... —me dijo con una mirada tan relajada, quitándole importancia.
—¿Qué rayos paso haya atrás Oscar? Me habías dicho que jamás habías tenido problemas con la policía.
—Demonios Arthur, ni yo sé que paso ahí, lo más probable es que alguno de esos perros envidiosos nos hayan traicionado.
—¿Quiénes? —pregunte confundido.
—Alguno de los imbéciles con los que hicimos este negocio fue a cantar con la policía. Alguien nos vendió a esos cerdos.
—¿Alguien nos traicionó?
—¿Eres sordo? ¡Sí! No me sorprende mucho. Últimamente los soplones se han hecho muy comunes en esos tiempos. Los policías saben bien como tentarlos y a convencerlos de que nos den la espalda. Malditos ingratos hijos de puta. Es por eso que se deben de eliminar como a las malditas cucarachas. Quien no es fiel, y es un perro traidor, no merece más que le corten la lengua.
"Que les corten la lengua". No podía imaginarme esa escena. Tal vez era porque mi mente estaba reprimiendo a mi imaginación. Sin duda sería una escena muy horrible de ver, y más de imaginar.
—Entonces... ¿Qué piensas hacer?
—Pues primero lo primero. ¿No? Tengo que llegar a mi casa y curarme esta mierda. Ya después arreglaré cuentas con esos imbéciles, aunque no te preocupes mucho por eso. Ellos se veían tan sorprendidos como nosotros, seguramente ya empezaron investigar quien fue la maldita rata que los traicionó. Hablando de eso, ¿Aún tienes la mercancía?
—No, el idiota con la que te la pasaste discutiendo como niño pequeño con quién daba primero su parte, cuando yo intenté huir, me derribó de un golpe y me la quitó —cuando terminé de hablar, las carcajadas de Oscar se hicieron sonar.
—Con razón tienes un moretón en tu rostro —siguió riéndose el imbécil
—Bueno, creo que debería darte uno a ti también puñetas, después de todo por tu culpa.
—Ni se te ocurra, yo ya recibí lo que tenía que recibir, ¿Qué no ves? —me dijo señalando su herida, sonriendo
Cuando nuestra parada llegó, ayudé a Oscar a levantarse, tomé la maleta y salimos hacia las calles. Había unos vagabundos que estaban acostados en las banquetas, pero no creo que nos hayan prestado demasiada atención, estaban demasiado borrachos o dormidos como para vernos siquiera. Nunca había ido a la casa de Oscar, ni tenía intenciones de alguna vez ir, pero supongo que la situación lo estaba meritando. No entendía del todo por qué estaba siendo tan amable con él. Después de todo los seguía odiando por haberme robado a Penny; o tal vez estaba madurando al fin, y entendía que él no tuvo la culpa del todo, y Penny simplemente lo eligió, y no tenía derecho de odiarla a ella o a él. Tal vez era solo eso, aunque me seguía tentando la idea de dejarlo tirado en la calle para que se desangrara y yo me largara con todo el dinero.
Al fin después de unos 10 minutos de estar cambiando, llegamos a la casa de Oscar. No se veía que era un edifico departamental como el mío, si no que al casa era propia, aunque tampoco era una mansión. Estaba hecha de madera, con techo triangular, y tenía un jardín que para ser honestos, estaba muy mal cuidado. Tenía un pórtico que se estaba pudriendo, y las ventanas estaban sucias. Había un auto aparcado en el garaje de este, pero está muy sucio y descuidado. Supongo que aunque Oscar vivía un poco mejor que yo, ni él ni sus padres se habían molestado en ponerle un poco de mantenimiento.
Cuando me dirigí hacia el pórtico para entrar por la puerta principal, Oscar me gritó que me detuviera y que lo siguiera. A lado de su casa tenía la una pequeña casita de madera que daba a la entrada de lo que parecía un sótano algo escondido. Si Oscar no me hubiera dicho, realmente lo hubiera pasado por alto. El sótano tampoco estaba tan bajo tierra, tal vez solo 1 o 2 metros, lo que hacía que no me sintiera tan asfixiado y sin ventilación.
El pequeño sótano parecía ser casi una habitación. Tenía un sillón, una mesa de madera (que estaba llena de chucherías, como restos de comida, piezas mecánicas, etc) grande en el centro, un pequeño televisor posado en un banco, un mueble de madera con cajones, entre otras cosas que yo clasificaría como basura.
Oscar encendió el foco que alumbraba la habitación jalando un hilo, y después se sentó en el sillón donde sacó de los cajones del mueble un par de vendas y desinfectante. Se lo echó en su herida, mientras hacía el esfuerzo por no gritar, y después inhalo por la nariz no sé qué clase de basura, para después recargarse en el sillón y relajarse.
—¿Este es tu cuarto...? —pregunté, mirando alrededor de la habitación
—Algo así por si quieres verlo, aquí guardo la mercancía y el dinero. Mis padres casi nunca han entrado aquí, y la policía dudo que pueda encontrar el lugar. Gracias a este cuarto, hay días en los que siquiera tengo que verles el rostro a mis padres.
—Bueno, pues se ve practico...
—Si... —hizo una pausa, como si quisiera decirme algo, pero le cotaba hacerlo—. Oye Arthur...gracias...por ayudarme a llegar hasta acá -me dijo en tono suave, casi como si estuviera borracho. Supongo que fuera lo que haya inhalado lo había ayudado a que se calmara.
—Sí, no hay de que... —le respondí, con indiferencia.
—La maleta pásamela, te dije que te pagaría y eso pienso hacer, aunque no ayudaste casi en nada. Te pediré favores después, más ahora que estoy así —terminó señalando su herida.
Bueno, en eso tenía razón, prácticamente no había hecho nada, y aun así me iba a pagar.
—Creo que suena justo —dije entregándole la maleta
Oscar sacó dos fajos gruesos de billetes y me los entregó.
—Toma, son $700 dólares, te dije $500, pero bueno, saliste vivo de tu primera balacera, y me ayudaste. Pero tampoco te acostumbres a que te pague tanto ¿bien? Ya me lo iras pagando con varios favores.
Los ojos sentí que me brillaron a tener tal cantidad de dinero en mis manos. Ni en 5 meses hubiera ganado en el restaurante tanto dinero, y lo había logrado conseguir en una sola noche. Por un segundo, olvidé por completo de que estuve al borde de la muerte.
—Joder Oscar, pues gracias, en serio.
—Si claro, no te preocupes. Solamente procura no gastártelo todo como un idiota, o si no los policías van a sospechar que hay algo raro. También el arma que te di, guárdala muy bien, que nadie al encuentre ¿Entendiste?
—Si, si, si, gracias Oscar
—Si está bien, nada más necesito que vengas aquí, no voy a ir a la escuela, pues ya sabes por qué —dijo, volviendo a mirar su herida —Necesito que me ayudes mañana con una cosa ¿De acuerdo?
—Si claro, aquí estaré.
—Bien, pues adiós, vete con cuidado. No dejes que la policía te vea, pero si te encuentras con ellos, intenta actuar de lo más natural posible.
—Bien, bien, entiendo
Salí del sótano, y me dirigí hacia mi casa. Estaba feliz, con esto me bastaría para llevar a mi madre a un lugar decente para que al revisaran. Me fui por el metro de nuevo, y llegué a las solitarias calles que conocía de mi vecindario. Por suerte no tuve ningún contratiempo para llegar a mi casa. Tal vez ayudó el hecho de que evité a toda costa pasar por donde había ocurrido la balacera.
En fin, cuando llegué a mi casa, me percaté de que había perdió todos mis materiales de la escuela. Mi mochila había desaparecido quien sabe dónde; maldita sea, supongo que mañana le pediré todos los apuntes a alguien y compraré nuevos cuadernos.
Mi madre al parecer estaba en la cocina, cuando me vio fue hacia mí y me dio un beso en la mejilla. Al parecer no me había demorado tanto, porque no me preguntó dónde había estado, simplemente me dijo que cómo es que me había ido en el restaurante. Necesito conseguirme un reloj de mano urgentemente para poder medirme el tiempo.
—Bueno mamá...respecto al trabajo del restaurante...pues decidí renunciar —le dije, mientras me rascaba la nuca un poco nervioso.
—¿Qué? ¿Por qué hiciste eso hijo? —dijo mi madre alarmada.
—El idiota del gerente no me quería pagar la quincena, pero no te preocupes, conseguí un trabajo mucho mejor.
—¿En serio? ¿De qué?
- Aahhh... —Diablos, tuve que pensar en que responder demasiado rápido—. Otro trabajo en otro restaurante, solo que pagan mejor en este. De hecho hasta me pagaron hoy, así que mañana iremos a una visita con el médico —dije, con una sonrisa.
—¿Sí? ¿Y que pasa con la escuela? ¿No irás mañana o qué?
- Mmm... No, mañana casi ningún maestro va a asistir, así que no le veo el caso de ir —le respondí, intentando parecer seguro de mi mismo
Mi madre se quedó pensativa. Por un segundo creí que iba a descubrir que era una mentira, pero al final solo sonrió y me felicitó. Pude respirar tranquilo. Después de eso me fui lo más rápido a mi habitación, y cerré la puerta para que mi madre no pudiera entrar; aunque tampoco creía que viniera a mi habitación, estaba demasiado ocupada con su té en la cocina. La oscuridad en serio que también me hizo un favor. Como mi madre solía tenerla en oscuras casi siempre, supongo que no notó el moretón que me había hecho, aunque claramente lo haría a la mañana siguiente, aunque ya tendría tiempo para inventarme una mentira decente. Tampoco había notado que no traía mochila, otro punto a mi favor, aunque eso me hacía cuestionar realmente cuanta atención me ponía mi madre.
En fin, cuando estuve a solas en mi habitación, decidí esconder el arma que me dio Oscar debajo de mi cama muy en el fondo para que mi madre no pudiera verla a simple vista. Además estaba seguro de que no sería capaz de agacharse solo para ver que había debajo de mi cama.
Pues supongo que eso era todo lo que tenía que ocultar. Con el dinero no me esforcé mucho, solo lo puse debajo de mi almohada, y esperaba que no le pasara nada malo hasta la mañana siguiente.
Regrese a la cocina con mi madre, y después de mucho tiempo, al fin recordé cenar con ella.
Pasaron varias horas después de eso. Se suponía que yo ya debía estar en mi cama durmiendo, pero no pude conciliar para nada el sueño. Me encontraba en la azotea del edificio, mirando la ciudad desde lo alto, mientras fumaba el último cigarrillo que me quedaba. Sé que pude haber hecho esto desde mi ventana, pero la verdad necesitaba el aire fresco. Tenía que pensar con claridad. Por fin me había caído el veinte sobre que estuve a punto de morir.
Miraba la ciudad con curiosidad. Tenía que hacer que mis ideas se pusieran de acuerdo con si tenía que continuar con esto o no. Si seguía en esto, obviamente tendría todo el dinero que quisiera, podría comprarme mejor ropa, comida decente, las medicinas a mi madre, joder, incluso hasta podría cambiarnos de casa. Pero también sabía que si seguía con esto, todos los días tendría el riesgo de no volver a casa, o peor aún ¿Cuánto tiempo pasaría hasta que yo tuviera que asesinar a alguien para que yo pudiera seguir viviendo? Definitivamente no quiera eso en mi conciencia.
—Linda noche ¿No? —una voz femenina me tomo por sorpresa.
Tanto, que al escucharla hablar, cuando estaba inhalando el cigarrillo, de la sorpresa absorbí de más, y me lo tragué. Tosí como loco intentado hacer que el cigarro saliera de mi garganta que me la estaba quemando, mientras la chica se había soltado a reír. Cuando al fin logré sacarlo, tosí aún más, intentando expulsar el amargo sabor que me había quedado.
—No tenía idea de que fumaras —me volvió a decir la chica, sonriendo.
—Joder...me asustaste —dije mirándola de reojo, mientras me seguía agarrando la garganta.
—Si se nota, así has de tener la conciencia —volvió a decir, riendo—. Creo que no nos hemos presentado formalmente, soy tu vecina del piso de arriba, me llamo...
—Astrid —la interrumpí, antes de que terminara —. Sé cual es tu nombre, ya lo había oído antes, en la escuela. Te vi un par de veces ahí, pero luego ya no te vi más
Ella había estado cursando la preparatoria cuando yo apenas había entrado. Se suponía que este año estaría cursando su último año, pero no había visto señales de ella. Además el año pasado también desapareció cuando íbamos a mitad de curso, así que supuse que había dejado de estudiar. Además, su nombre no lo había escuchado por la escuela, si no por las discusiones que ella tenía con sus padres. Como las paredes de los departamentos eran de papel, pues se lograba oír absolutamente todo.
—Si...deje de ir a la escuela. Tuve varios problemas, y decidí mandarla al carajo. Pero bueno ese no es el tema —siguió riendo.
Nunca la había visto tan cerca de mí, estaba solo a unos metros, igual recargada en el borde de la azotea, fumando un cigarrillo. Tenía las puntas bajas de su cabello teñidas de morado, y el resto de color negro, que supongo que era su color natural. Probablemente te estés imaginado que el morado se veía poco natural, pero realmente se veía bien. Bastante bien.
—Bueno, yo soy Arthur, un gusto, oficialmente —brome.
—Te había visto un par de veces cuando llegabas a tu casa y cuando te ibas, pero como ibas tan apresurado de un lado a otro, nunca tuve oportunidad de saludarte.
—Sí, no te preocupes, últimamente he estado bastante ocupado, y supongo que por esas preocupaciones no pude dormir hoy.
—Te entiendo... tampoco estos han sido mis mejores días. Mis padres están como fieras sobre mí, y me están haciendo pasar un verdadero infierno. En especial mi jodido padre. A veces solo me gustaría convertirme en pájaro, y salir volando lo más lejos de aquí.
—Esa es una buena idea, pero si yo tuviera la oportunidad de salir volando de aquí, no creo que lo haría, no sería capaz de dejar a mi madre —ninguno de los dos nos estábamos mirando a los ojos mientras hablábamos, solo nos limitábamos a mirar hacia la ciudad, pero cuando dije eso, noté como ella me volteaba a ver, extrañada.
—Se nota que te llevas bien con tu mamá.
—Ella ha hecho bastantes cosas por mí, y realmente la aprecio. Me gustaría ayudarla más de lo que he hecho —dije, melancólico.
—A mí me gustaría tener una relación así. La mía sólo se basa en gritos, odio, decepciones, insultos... A veces los odio tanto, que no logro verlos como mis padres. Parecen mas un montón de imbéciles con los que me toco compartir techo.
—Bueno, los amigos se escogen, pero la familia es la que nos toca. Algunos tiene surte y otros no, y eso es una mierda. Hay personas que no merecen ser padres.
—Ni me lo digas...es una puta mierda —dijo para al final tirar el cigarrillo hacia las calles.
—Pero ve el lado positivo, te hace ser más independiente, al final debes de aprender a serlo. Todos estamos solos, y mientras mas rápido nos demos cuenta, seremos mas fuerte. Si naces con esa maldición, terminas teniendo algo de ventaja sobre los demás —Astrid me miró asombrada, creo que le gustó mi comentario.
—Vaya Arthur, no sabía que eras tan interesante —dijo bromeando. Yo le contesté con una risa.
Después de eso, ninguno dijo otra palabra. Sólo nos quedamos mirando la brillante luna, con la endemoniada ciudad que yacía debajo de ella. Si esto me tocó vivir, si resultaba que este era mi destino, no huiría de él, y lo encararía. Haría todo lo posible por ayudar a mi madre, y darnos una vida mejor. Por darme una vida mejor a mí, aunque en eso significara ponerla en riesgo.
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