Capitulo 35
— ¿No estaba? — la voz de Chucho estaba tan confundida como la mía.
— Te digo... no...no estaba ahí. Fui esta mañana, con la esperanza de poder verla, pero el personal me dijo que no había ninguna persona llamada Astrid.
— ¿En serio? ¿Estás seguro de que fuiste al lugar correcto? –Esaú le dio una mordida a su hamburguesa, mientras me seguía mirando atento.
— Es el único centro de rehabilitación que hay en esta maldita ciudad. No sé qué mierda sucedió. Sólo llegué, pregunté por ella, y me dijeron que no tenía a ninguna persona registrada con ese nombre. No lo entiendo; si ayer me despedí de ella y le dije que iría a visitarla. Yo vi cómo es que se fue a la parada de autobús con sus maletas.
— Tal vez se registró con otro nombre –Chucho le recibió la hamburguesa al sujeto que las estaba preparando, mirando lo que tenía dentro para que no hubiera equivocaciones.
— Eso mismo pensé, pero me dijeron que la noche de ayer no recibieron a ninguna persona. Es...demasiado extraño.
Era viernes, eso de las 12 del día. Estábamos a unos cuantos metros fuera de la entrada de la escuela, almorzando unas hamburguesas que Esaú no había parado de recomendarnos. Pero no tenía apetito; apenas había llegado a la escuela para intentar despejar mi mente un rato de todo el estrés que llevaba cargando desde la mañana.
Unas horas atrás, en cuanto salió el sol, al no poder más con mi ansiedad de ir a visitar a Astrid, y verla de nuevo, lo que me respondieron los empleados del lugar, me cayó como un balde de agua fría. Muy fría. Astrid supuestamente, nunca llego al centro de rehabilitación.
En teoría, el ciclo escolar había terminado. Hoy era el último día de clases, pero realmente ya no quedaba ninguna, todos los estudiantes solo vinieron a despedirse de sus amigos, u otros como nosotros, a solo matar el tiempo. Algunos voluntarios a preparar el baile de mierda que hacían todos los años, ayudando con la decoración y eso. Ya ni si quiera tenía ganas de ir a esa cosa...
— Escucha Arthur. No quiero ser el negativo aquí, ni echarte la sal –Lennon no había dicho una palabra, enfocándose únicamente en su hamburguesa, hasta ahora –Pero ¿Dices que ella era una adicta, ¿no?
— No exactamente... Ya lo estaba dejando –o eso me había dicho.
— Bueno, pero tuvo una recaída ¿Cierto? No pensaste que...tal vez, ¿No era la mejor combinación?
— ¿Qué es lo que quieres decir? –le respondí escéptico.
— Piénsalo ¿Por qué hasta ahora decidió buscar ayuda? Dices que ya llevaba bastante tiempo metida en esas cosas. ¿No te parece extraño que ahora causalmente decidiera buscar ayuda?
— Antes ella no tenía dinero. Además, fui yo el que le dio la idea.
— No lo sé Arthur. Si me preguntas a mí que es lo que haría un adicto con un montón de dinero sin supervisión alguna, las respuestas son muy limitadas.
— ¿Cuánto fue que le diste? –me preguntó Esaú.
— Yo... — suspiré molesto –Le di 200 dólares.
— ¿200 dólares? Viejo, le diste la oportunidad perfecta —me contesto Lennon, al escuchar la cifra.
— ¿Qué? ¡No! Ella no es así. No me haría eso
— 200 dólares puede que sea una pasta, pero no es lo suficiente como para escaparse y comenzar una nueva vida –me apoyó Chucho.
— Te sorprendería lo que la gente puede hacer con 200 dólares –le respondió Esaú.
— ¿Tú también? –le dije molesto.
— ¿Qué? Yo no dije nada, solo que, no es tan alocada la idea de Lennon.
— Esaú, tú la conociste ¿De verdad crees que ella fuera capaz de eso? —le dije, esperanzado con que me diera la razón.
— Mira Arthur...hay gente muy ojete allá afuera. No digo que haya hecho eso...pero es una posibilidad.
— Una adicta, con mucho dinero, sin nadie que estuviera al pendiente de ella...más que una posibilidad, parece un hecho —volvió a decir Lennon
— No, ella no es así, ella es...diferente. No me engañaría de esa manera.
— Arthur, solo es cuestión de ver el escenario. Tal vez en ese momento no pensaba en engañarte, sin embargo, cuando la dejaste sola, solo vio la oportunidad, y la usó.
— No...no es posible, no es cierto –me comenzaba a cerrar en negación. Yo sabía que lo que decía Lennon era una mentira, una muy cruel mentira. Era imposible que ella me hubiera utilizado de ese modo.
En eso, escuche el estruendoso sonido exagerado de una motocicleta pasando a toda velocidad. Era claro que el tipo solo quería presumir. Solo me quedaba esperar a que el sujeto pasara de largo y el silencio volviera, pero el tarado se detuvo justo enfrente de la escuela, haciendo un par de giros, llamando la atención de las personas. Cuando el fanfarrón al fin se cansó, estacionó el vehículo a un lado de la entrada y se quitó el casco. Casi no me sorprendí cuando vi que se trataba de Oscar.
— ¿El cabron se compró una motocicleta? -Chucho casi se atragantaba comiendo.
— Parece que los días en los que íbamos todos apretados en tu auto se han terminado –le contestó Lennon.
— Bueno ¿Y cuándo nos piensa pagar? –Esaú ni siquiera se molestó en mirarlo, solo siguió en su comida.
— Eso averiguaré... — me levanté de la mesa y fui hasta la entrada de la escuela, donde él seguía alardeándose con sus amigos.
Cuando llegué, le intenté llamar, pero solo seguía presumiendo su motocicleta, hasta que directamente lo tomé del hombro y lo giré con brusquedad.
— Hey.
— Ah, eres tú –me dijo casi con desprecio— . Hola Arthur ¿Te gusta? La compré esta mañana. Estaba en oferta. Necesitaré algo ahora que ya no tendré que subirme nunca más al auto mugroso de Chucho.
— Si, está bien, aunque he visto mejores –le contesté mientras miraba el vehículo solo de reojo –Veo que seguirás tu promesa de dejarnos en paz.
— Si tú sigues la tuya, claro... –me dijo con una sonrisa arrogante.
— Como sea... ¿Cuándo piensas pagarnos?
— ¿Pagarles? ¿Sobre qué o qué? –noté como contuvo una risa, lo que solo me molestó más.
— Lo que hicimos ayer no fue caridad Oscar. Nos debes un pago.
— Ahh te refieres a eso –noté como sus amigos se estaban marchando, lo que solo hizo que me empezará a mirar de reojo, contestándome solo por contestar—. No lo sé, tal vez el lunes.
— ¿El lunes? Pero necesito el dinero ya. No es cuando tú quieras.
— Lo sé Arthur. Como siempre sigues igual de necesitado. Espera el lunes, sé paciente —me tocó el hombro, mientras pasaba de largo de mi y entraba a la escuela, alcanzando a su grupo de idiotas.
Apreté los dientes y los puños impotente; y sin nada que me detuviera, me deje controlar por la ira, y pateé la motocicleta de Oscar, la cual cayó al suelo y se le rompió uno de los espejos retrovisores. Gruñí molesto, y me largué del lugar antes de que alguien se diera cuenta. Ni siquiera me molesté en volver a levantarla.
No pasó nada el resto del día. Cuando nos aburrimos, a eso ya de las 6 de la tarde, decidimos que lo mejor era volver a casa.
— ¿Iras al baile? –me preguntó Chucho cuando me bajaba de su auto, ya siendo el ultimo al que dejaba en su hogar.
— No lo sé...no estoy de humor Chucho. Hoy...fue un día de mierda.
— ¿Por lo de Astrid? Venga, anímate, tal vez se perdió por ahí, ya regresará ¿Confías en ella no?
— Eso quiero hacer. Pero después de lo que me dijo Lennon...no estoy muy seguro.
— Pfff ¿Le harás caso a lo que él dice? Te recuerdo que odia Volver al Futuro. ¿Qué clase de psicópata odia esa película? –inevitablemente, me hizo soltar una pequeña risa— . Vamos, te distraerás un poco. Logré convencer a Esaú de que nos acompañara ¿Sabes lo difícil que es eso?
— Está bien... -suspiré, sonriente— . Si encuentro algo que ponerme, los acompañare.
— Eso es todo. Ponte algo elegante. Te recogeré a las 9.
Después de que Chucho se despidiera, me dejó parado enfrente de las escaleras para subir al edificio, desanimado, y sólo con ganas de quedarme en mi cama.
Cuando llegué a la entrada del departamento, intenté abrir la puerta, pero la puñetera chapa se había vuelto a trabar, no dejándome girar la llave. Un poco ya desesperado, comencé a forzarla con más fuerza, pero no hubo ningún resultado. Suspiré frustrado, mientras enredaba mis dedos en mi cabello y volvía a intentar a abrir la estúpida chapa hasta que por fin cedió.
Lancé mis cosas a un costado de la puerta y la cerré. Colgué la chaqueta en el perchero al lado de la puerta y me senté en el sillón mientras tomaba aire y meditaba un poco, para ver si así me lograba relajarme por lo menos un poco.
Decidí que iría a ese baile de mierda. No me apetecía mucho quedarme en medio de la oscuridad, pudriéndome en mi soledad; además de que, sentía curiosidad, ya que había faltado al del año pasado, y aunque fuera la cosa más ridícula del mundo, al menos me divertiría un poco con mis amigos.
Revisando las cosas que tenía en mi armario, me percaté de que no tenía nada que se viera medianamente decente para ir a una fiesta. Solo playeras y pantalones viejos. No era un fan de la moda, pero era un hecho de que ya me faltaba un poco de ropa nueva.
Lo más digno que encontré, fue un traje algo viejo que utilicé el primer año que nos mudamos acá, para tomarme las fotos de la credencial. Ni siquiera me acordaba que lo tenía, sólo lo había utilizado para esa ocasión. Según mi madre, le había pertenecido antes a mi padre; no solía hablar mucho sobre él, ni siquiera tenía una foto para mínimo saber que aspecto tenía. Lo más cercano que tenía, era ese traje, que solo usé una vez. Supongo que tendría que usarlo una segunda.
En mi mismo armario, pegado a una de las puertas, tenía un espejo sucio de cuerpo completo, por lo que pude observar que tal me quedaba. Moviéndome un poco, en diferentes ángulos, noté que el traje ya no se me veía tan grande como hace 2 años. Había crecido algunos centímetros más, llenando ya la talla del traje bien.
Sin darme cuenta, me había quedado mirando mi reflejo por varios minutos, lo que hizo que se me ocurriera una idea, y me divirtiera un poco.
— ¿Qué? ¿Estás hablándome? –me señalé a mí mismo, sin dejar de verme al espejo— . ¿Estás hablando conmigo? –me giré, mirando a mi alrededor— . ¿A quién más hablarías? No veo a nadie más aquí. Soy la única persona en este lugar –me volví a girar - ¿Con quién crees que estás hablando pedazo de mierda? ¿Eh? ¿Te crees mucho solo por ese traje?
Me comencé a reír, siguiendo actuando como un idiota, recordando esa película rara, sobre un taxista. En eso, miré el mango del revolver que había guardado asomándose por la repisa de arriba del armario. Y se me ocurrió seguir con la escena de aquella película.
— ¿Ah sí? ¿Te crees muy malo? De acuerdo, de acuerdo... -tomé el revólver, y lo apunté con una mano hacia el espejo, con una sonrisa amenazadora— . Más rápido que tú, maldita basura –después, dejé de apuntar el revólver y lo metí en el bolsillo del traje para desenfundarlo lo más rápido que pude y volver a apuntar –Ni lo intentes viejo; soy más rápido que tú— . Dejé de apuntar y comencé a reírme. Me empezaba a gustar ese traje.
Ese revolver se me había olvidado devolvérselo a Oscar. La noche anterior, cuando explotamos al líder de los Lirios a la reverenda mierda, Oscar nos hizo devolverle todas las armas que teníamos, ya que él se encargaría de ocultarlas para que la policía no fuera a investigarnos. Una excusa bastante estúpida solo para que se las devolviéramos, ya que como se suponía que era nuestro último trabajo, tal vez quería recuperarlas. Todas, excepto el revólver que me había dado en nuestro primer trabajo. Ese lo tenía oculto en el colchón de mi cama, antes de que lo partiera en dos para sacarle todo el dinero. Ahora lo había dejado en el armario, pensando aún en qué es lo que haría con él.
— Cielos, sí que parezco todo un Scarface — volví a apuntar el arma hacia el espejo, y estando completamente seguro de que la cosa estaba descargada, se me ocurrió jalar el gatillo, simulando que disparaba.
Resulta que la mierda si estaba cargada. El espejo se reventó en un millar de pedazos y yo salté hacia atrás de la sorpresa, soltando casi el arma.
— Mierda, mierda... ¿Cómo puedo ser tan idiota? –quité los restos del espejo del armario, y vi que la bala había atravesado la madera. Tendría que arreglarlo antes de que mi madre regresara al departamento. Fue cuando me percate de lo silencioso que estaba el lugar sin ella...
Decidí guardar el arma de nuevo en el armario y cerrar la puerta, no antes de haber barrido y tirado todos los pedazos de cristal, incluyendo lo que había quedado de ese espejo. Intentando no hace alguna otra estupidez, me metí a bañar, me peiné, me lavé los dientes y terminé por acomodarme el traje, la corbata y la camisa.
Chucho apareció delante de las escaleras del edificio a eso de las 9 de la noche, tocando el claxon; ya con todos los demás dentro del auto.
— Maldita sea Esaú, de haber sabido que solo te pondrías una chaqueta, tampoco me hubiera molestado en buscar un traje, y hubiéramos ido los dos como vagabundos — le dije mientras entraba al asiento del copiloto. Él sólo me levanto el dedo de en medio, serio.
— Venga ya, términos con esta noche de una vez –gruñó desde atrás, con Chucho contestándole riendo, poniendo el auto en marcha.
— ¿Y tú por qué tan azul? –le pregunté a Lennon, el cual su traje tenía ese llamativo color.
— ¿Qué tiene? Se ve bien –me respondió modesto, acomodándose el moño que tenía en vez de la corbata.
— Si tú lo dices...
— ¿Ya viste que también trae una rosa en una caja? –comenzó a burlarse Chucho, lo que hizo que me girara, y confirmara lo que me dijo, con una pequeña rosa que no tenía un tallo, metida en una caja de plástico o de cristal.
— ¿Una rosa? ¿A quién se la vas a dar?
— ¿Qué? A nadie. No importa...
— Lennon consiguió invitar a una chica el último momento –le delató Chucho –Hubieras visto su cara, nunca lo vi tartamudear de esa manera.
— ¡No es cierto! Sólo estaba un poco nervioso ¿Quieres que cuente tu anécdota de cómo le escribiste un poema a una chica y ella te denunció por acoso? –le amenazó, a lo que yo solo me comencé a reír.
— ¿Qué hiciste qué?
— Nada, esta idiota. E...eso no fue lo que paso... — me contestó avergonzado, volviendo aponer sus ojos en el camino.
— ¿Seguro que no paso así? –siguió burlándose Lennon.
— Vamos, yo quiero saber esa historia –comenzó a insistir Esaú, también riéndose.
— Juro que si se las cuentas, tendrán que buscarse quien los lleve de regreso –nos amenazó Chucho, con su cara poniéndosele roja.
— Verán, todo comenzó el año pasado, en la clase de física...
— ¡Cállate! –gritó Chucho con la voz saliéndole chillona.
Después de 20 minutos, llegamos a la escuela. Había varios autos aparcados fuera en el estacionamiento del colegio, como dentro de las instalaciones, con los estudiantes saliendo vestidos con sus trajes o vestidos elegantes, acompañados de sus parejas, o grupos de amigos como nosotros que sólo iban a divertirse. Chucho dejó el auto en uno de los lugares libres del estacionamiento que falta poco para estar a su máxima capacidad.
— Parece que este año si ha venido gente –mencionó Lennon, mirando tímido por la ventana.
— Te odio Chucho –le dijo Esaú, que claramente no quería estar ahí, pero él sólo ignoró el comentario.
Habían organizado el baile en el gimnasio, que era el segundo lugar más grande después del auditorio. Habían puesto algunas mesas para que los estudiantes se sentaran, aunque casi todos optaban por sentarse en las tribunas; mientras que la gran mayoría se encontraba en medio del gimnasio, bailando con sus amigos o acompañantes, con la canción "Evil Woman" sonando de fondo.
Chucho parecía entusiasmado, mientras que Esaú solo hacia muecas de desagrado, intentando buscar un lugar donde sentarse y pasar el resto de la noche ahí. Lennon por su parte, se quedó parado en la entrada del gimnasio, a la espera de su pareja. Al final nos sentamos en una de las mesas, supongo que a esperar a que la cosa estuviera algo más animada, mientras Lennon seguía parado, esperando. Aunque se veía chistoso estando allí de pie, con su traje sosteniendo la rosa que había comprado, no pude evitar sentir un poco de compasión por él.
— 10 dólares a que lo dejan plantado –me dijo Esaú, mostrándome el billete.
— No seas ojete –le dije riendo— . No lo van a dejar plantado.
— Trato hecho –le respondió Chucho, estrechándole la mano.
El lugar comenzó a llenarse de más gente conforme iba pasando el tiempo, por lo que Chucho se dirigió a la mesa de bocadillos antes de que se agotaran. Yo seguía ahí sentado, moviendo mis dedos en mi pierna ansioso, a la espera de que sucediera algo interesante.
Cómo me hubiera gustado traer a Astrid, tal vez a ella le hubiera gustado acompañarme; pero luego caí en la cuenta de que, si ella no hubiera desaparecido, de todas formas, estaría en ese centro de rehabilitación, así que daba igual. Pero, aún así, no dejaba de pensar en que me hubiera engañado de ese modo... sólo me hacía sentir como un pobre estúpido enamorado.
—Cielos, no van creer esto, los del ultimo año colaron alcohol a la fiesta y ahora casi todo el mundo está borracho —nos dijo Chucho cuando regresaba de la mesa.
—No me sorprende, el año pasado hicieron lo mismo y todo el mundo se empezó a poner violento y a vomitar. Por eso no me gusta venir —le reprochó Esaú.
—¿Y no trajiste nada? —le pregunté a Chucho
—Como yo voy a ser el que va a conducir, y no quiero terminar en medio del río, no me meteré ninguna mierda, y si yo no me puedo divertir, ustedes tampoco -me respondió, sentándose en la mesa.
— Pfff, aburrido
— Oye Arthur —cambió de tema— . Ve con Lennon ¿Quieres? Ya me está dando algo de pena verlo ahí solo –Chucho se giró y le dio un vaso de ponche a Esaú, el cual solo lo dejó en la mesa y no le hizo más caso.
— ¿Y qué quieres que le diga? Que esté ahí yo no lo hará menos vergonzoso
— No sé, dile que regrese a la mesa y que aquí espere a su pareja. Parado ahí sólo se ve como un idiota.
— Está bien, está bien, ahora vengo –le dije con pesadez, levantándome de la mesa yendo hacia donde estaba Lennon.
Me abrí paso entre las personas que se encontraban bailando, ahora con la canción "Don't Bring Me Down" de fondo. Se veía que quien fuera que estuviera encargado de ambientar el lugar, era fan de "Electric Light Orchestra".
— Hey Lennon ¿Qué me cuentas? — fue lo que se me ocurrió decirle cuando llegué a su lado. Tuve que hablarme lo más fuerte que pude, ya que la música estaba demasiado alta, que apenas escuchaba lo que decía.
— Hola Arthur –me dijo algo desanimado. Miré la rosa que llevaba cargando y no pude evitar sentirme mal por él.
— ¿Y tu pareja dónde está?
— Se retrasó, es todo –me lo dijo casi en mi oído. Cuando le contesté con una mirada desconfiada, Lennon solo agachó la mirada, y miró molesto la rosa que llevaba— . A quien mierda engaño, la maldita no vendrá –respondió, frustrado.
— Oye, iré a servirme un poco de ponche ¿No quieres un poco? –intenté cambiar el tema, para no seguir haciéndole sentir mal.
— No gracias, estoy bien. Esa mierda sabe a orines de gato.
— De acuerdo. Chucho y Esaú están sentados por allá –le señalé con el dedo la dirección— . Te guardaron una silla.
— Bien...gracias Arthur.
Cuando me separé de él, me fui hasta una de las esquinas donde estaban las mesas de los bocadillos, donde vi el gran tazón de ponche. Mientras tomaba un vaso y lo revolvía un poco con la cuchara, miré a la dirección donde se había ido Lennon, y pude observar como tiraba a uno de los botes de basura la rosa que había llevado para después sentarse con Chucho y Esaú en medio de risas.
Cuando tomé el primer sorbo de ponche, alguien me sorprendió por detrás, tapándome los ojos.
— ¿Adivina quién soy? –me dijo una voz femenina.
¿Astrid? No. Demasiado iluso.
— Penny –respondí alegre, aunque un poco decepcionado por dentro.
— ¡Adivinaste! –me contestó con una sonrisa, quitándome sus manos de mis ojos.
— Penny... ¡Si viniste! –igual venia ella elegante. Llevaba puesto un vestido blanco con los bordes de color negro, terminando en falda. Algo bastante sencillo, pero igual bonito.
— ¡Si! Yo....cambié de opinión. Estuve pensando en lo que me dijiste el otro día, y tienes razón. Puede que me la pase bien –se notaba bastante emocionada, lo que me hizo que se me subieran los ánimos como espuma.
— Eso es fantástico, estoy muy feliz de que si hayas venido; tú.....¿Quieres un poco de ponche? –le enseñé mi vaso, al mismo tiempo que tomaba otro y lo servía, entregándoselo.
— Gracias Arthur –me mostró su sonrisa tierna, esa misma que había hecho que me enamorara de ella el primer día.
Pero después, todo se vino en picada...
— Hola amor –Oscar apareció de la nada, vestido de traje con su estúpida sonrisa soberbia, abrazando a Penny y besándola.
— Hola... -le contestó ella con una risa nerviosa, correspondiéndole el beso. Y yo ahí parado, sintiéndome el idiota más grande del mundo.
— ¿Qué tal Arthur? –solo me miró unos segundos, para después volver los ojos con su novia. Nunca vi una sonrisa tan falsa en mi vida—. Preciosa ¿Nos das un minuto a solas? Quisiera discutir algo con él ¿Si? Solo será un minuto.
— Si está bien.
— ¿Si? Será rápido, te lo prometo, ven, te traeré otro vaso de ponche –noté como le quitó el vaso que le había dado, quedándoselo, lo que ocasionó que sólo comenzara a enfadarme.
— Adiós Arthur –se fue sonriéndome, despidiéndose con la mano, dejándome a solas con éste imbécil.
Oscar, aún con su estúpida sonrisa en sus labios, espero hasta que Penny estuviera a una buena distancia y no pudiera escucharnos, para girarse hacia mí, cambiando por completo su expresión amable, a una furiosa.
— ¿Acaso estas intentado pasarte de listo conmigo, maldito pedazo de mierda?
— Oye, Oscar...
— No, nada de Oscar, pequeño cabron hijo de puta. Ya sé que tú fuiste el marica que pateó mi moto y rompió su espejo ¿Qué mierda te pasa?
— Tal vez si no te comportaras como una perra... –lo murmuré, sin darme cuenta que, en vez de pensarlo, lo dije.
— ¿Qué? –noté que se enojó más— . Repite lo que dijiste.
— No, nada, nada...
— ¿Te crees muy listo? ¿No? Maldito tarado. Y no es sólo el espejo de la moto. Creí haberte dicho que ya no te le acercaras a ella; pero parece que no entiendes –bajé la mirada, sin saber muy bien qué decirle. Pensé en romperle la nariz de un golpe, pero armar una pelea así en la escuela, frente a todos, solo haría que me expulsaran—. ¿Cierto o no?
— No puedes prohibirle estar con otras personas –me armé de valor para hablar—. No tengo nada más con ella que una amistad.
— ¿En serio? ¿Solo amistad?
— ¡Si! Enfermo de mierda.
— Eres pésimo para mentir; desde el primer día lo supe. Tú no engañas a nadie Arthur; aún sientes cosas por ella. ¿Y sabes algo? Al final no importa, sigue hablando con ella, habrá algo que nunca podrás cambiar: Ella es la que vino al baile conmigo, y no contigo. Yo soy el que la besa, y tú sólo eres el patético que se queda mirando; y sin importar todo lo que hagas, ella siempre me elegirá por encima de ti ¿Qué opinas de eso, idiota? –percibió que me hizo enojar, por que volvió a dibujar su sonrisa, esa puta sonrisa de mierda...
Y para colocar la cereza sobre el pastel, sin quitar su sonrisa, Oscar tomó mi mano donde tenía el vaso de ponche, y lo giró ocasionando que el líquido cayera en mis pies, burlándose. Y no pude soportar más.
— Hijo de perra... — lo empujé, intentando golpearlo en el rostro, pero logró esquivarme haciendo mi brazo a un lado, para después enterrarme su puño en el estómago, dejándome sin aire y apretando los dientes con tanta fuerza que pensé que se me romperían.
— Ni lo intentes viejo, soy mas rápido que tú — me susurró en el oído.
En eso, llegó Chucho quien me separó de Oscar. Yo caí al suelo, desesperado por intentar respirar, escuchando a mi alrededor los murmullos de mis compañeros que habían llegado de chismosos, con Oscar arreglándose su traje. Esaú y Lennon me levantaron con dificultad para que me sentara en una silla y terminara de recuperarme.
— ¿¡Qué hiciste!? -Penny llegó empujando y gritándole a Oscar.
— ¡Yo no hice nada! Él fue el que empezó.
— ¡Vi todo, no me mientas! –le empezó a pegar en el pecho.
Con mis pulmones recuperando el aire perdido, Chucho y Esaú diciéndome algo por un lado, Lennon por el otro, y los murmullos de toda la bola de metiches que se empezaban a escuchar más fuerte que la misma música, no pude seguirle la pista a todo lo que Penny le dijo a Oscar. Pero lo que si pude ver con toda claridad, fue como Oscar, probablemente ya harto de todo ese alboroto, le dio una fuerte bofetada a Penny para que se callara.
Y tal y como si fuera una olla exprés, cansado de aguantar todas las mierdas de ese inútil, exploté. Eso no lo iba a tolerar.
Me levanté de la mesa, tomé uno de los vasos que estaban en la mesa del ponche, y con Oscar aún de espaldas, se lo reventé en su cabeza con todas las fuerzas que pude, enterrándome algunos cachos de vidrio en mi propia mano. Escuché gritos de asombro, e incluso las voces adultas de algunos profesores, pero no me importo en lo más mínimo. Lo giré aprovechado que seguía aturdido y comencé a golpearlo en el rostro hasta derribarlo, cayendo encima de él, tomándolo del cuello y terminando de romperle la nariz.
Hubiera seguido golpeándolo de no ser porque uno de los profesores me tomó con fuerza, y me quitó de encima suyo. Cuando pensé que la pelea ya había terminado, Oscar se levantó rabioso, beneficiándose de que el profesor me tenía sujeto de los brazos y me dio un golpe tan fuerte en el rostro, que caímos el profesor y yo juntos en la mesa donde estaba el ponche, salpicando a todo el que estuviera cerca.
Oscar me levantó tomándome de los hombros de mi traje, e intentó golpearme en la cabeza, pero Esaú llegó y le metió una fuerte patada en las costillas y otra en sus piernas para que perdiera el equilibrio, soltándome en el acto. Pero antes de que Esaú hiciera cualquier otra cosa, un par de chicos (pobremente amigos de Oscar) se abalanzaron contra él, hasta estamparlo en la pared junto con Chucho y más personas que se metieron en su camino.
Y de la nada, todo se volvió un puto caos. Con casi medio mundo ya borracho, hubo empujones, golpes que no acertaban al blanco y le daban a alguien más; provocando que todo el mundo estallara en una violencia desenfrenada; de todos contra todos, con o sin bandos. Tomaron vasos, sillas, cubiertos, todo lo que sirviera para poder lastimar al otro. Lo peor es que ni siquiera estaban en sus 5 sentidos, en la mayoría, el alcohol ya se les había subido al cerebro. Esaú tenía sometido alguien en el suelo, pateándolo en las costillas, mientras Chucho forcejeaba con alguien encima de una mesa, al mismo tiempo que Lennon lanzaba vasos al azar hacia las personas.
Supongo que los más inteligentes (o los que estaban sobrios) fueron los que optaron por irse del lugar antes de que esa ola de violencia llegara hasta ellos, aunque de igual manera, al menos el cincuenta por ciento de todas las personas que se encontraban en el gimnasio, habían empezado a participar en la violenta riña.
Cuando terminé de incorporarme, con todo el mundo volándose los dientes a mi alrededor, Oscar me recibió con un intento de golpe en la nariz, el cual logré esquivar, dándole a alguien más que estaba detrás de mí. Aprovechando la confusión, corrí hacia Oscar y lo tomé por el estómago, cayendo los dos al suelo. Pero antes de que pudiera comenzar a molerlo a golpes, él me lanzó un escupitajo con sangre directo en mi ojo, a lo que yo me aparté de él y comencé tallármelo por el ardor, algo que él por supuesto que aprovechó, y me golpeó en la oreja, para luego tomarme de la playera y volver a golpearme, pero ahora debajo del labio, abriéndomelo. Intentó golpearme de nuevo, pero lo pateé en el estómago apartándolo de mí. Al ser el primero que se puso de pie, tuve la ventaja, y sin perder ni un segundo, lo tomé del cabello y azoté su rostro contra una de las mesas, haciéndolo caer al suelo, al borde de que quedara inconsciente.
Estuve por patearlo, cuando un chico me interceptó y me tiró al suelo. Sin saber ni siquiera de quien se trataba, tomé lo que parecía ser otro vaso que estaba tirado en el suelo, y lo estampé contra su cabeza, quitándomelo de encima. Poniéndome de pie, no pude divisar a Oscar por ningún lado, todos estaban demasiado ocupados golpeándose entre sí, que me era muy difícil lograr identificar a alguien.
A lo lejos, pude ver a Lennon forcejando con un chico, hasta que uno le llegó por detrás y le estrelló una silla en su cabeza, dejándolo fuera de combate. Intenté ir a ayudarlo, pero el maldito de Oscar apareció detrás mío, colocando su brazo entero alrededor de mi cuello, no dejándome respirar. Intenté zafarme como pude, colocando mis manos encima de su brazo con la esperanza de quitarlo, pero no funcionaba. Intente darle codazos y patadas detrás suyo, pero no quería ceder; si no hacía algo pronto, terminaría por asfixiarme. Y al final, en mi desesperación, logré pescar con mis dientes, entre su brazo cubierto por su traje, carne. Mordí lo más fuerte que pude, hasta que Oscar gritó de dolor y terminó por soltarme.
Aún con el sabor de su sangre en mi lengua, lo tomé de la camisa, y con toda la resistencia que me quedaba, lo lancé hacia una de las mesas llenas de comida y vasos, cayendo encima de ellos, para que después rodara por el suelo, donde las personas descuidadas que seguían en medio de sus peleas, lo pisaban y pateaban sin querer.
Exhausto, empecé a tomar aire apoyándome sobre mis rodillas, tallándome el ojo que seguía ardiéndome y molestándome. Alcé la vista intentando buscar a mis amigos, pero no tuve éxito. Tampoco encontré a Penny por ningún lado, con algo de suerte, habría escapado del lugar con sus amigas antes de que todo se fuera a la mierda El lugar se había vuelo una zona de guerra.
Fue en ese instante en el que se comenzaron a escuchar varias sirenas de patrullas, lo que hizo que todo el mundo se pusiera alerta y comenzaran a huir del lugar. Probablemente, los profesores al ver que ni de chiste podrían contener esa situación, se les hizo la mejor opción meter a la policía.
Tomé fuerzas de donde pude, y comencé a dirigirme hacia una de las tantas puertas que tenía el gimnasio. Estaba demasiado herido, que incluso comencé a toser algo de sangre, pero no me importó. Tenía que salir de ahí a como fuera lugar.
En mi camino me topé con Esaú, el cual se encontraba pateando y pisándole el estómago a un chico, mientras Chucho intentaba apartarlo de él, con Lennon sosteniéndose de su cuello. Quiero pensar que él fue quien lo ayudó cuando lo golpearon en la cabeza.
— ¡Esaú, mierda, ya déjalo! –cuando miré bien a Chucho, observé que sangraba de su cabeza, y que una de sus cejas la tenía abierta, mientras Lennon se sostenía como podía de Chucho, estando al borde de caer incontinente, con sus lentes rotos y varios moretones en su cara, y su traje destrozado como el de todos.
Esaú finalmente se cansó y terminó por escupirle al chico, el cual sollozaba en el suelo. Cuando se percataron de que estaba enfrente suyo, no evitaron esbozar una sonrisa.
— ¿Estás bien Arthur? Te perdí en medio de todo el caos, este lugar se volvió el puto inferno.
— Estoy bien, estoy bien, sólo me duele un poco el estómago... salgamos de aquí
— ¿Dónde está el pendejo de Oscar? –Esaú todavía seguía con la rabia a flor de piel—. Voy a sacarle los dientes al hijo de puta.
— Déjalo, no vale la pena, probablemente esté en el suelo llorando. Vámonos de aquí antes de que la puta policía venga.
Ayudé a Chucho a cargar a Lennon, y salimos del gimnasio como pudimos. Las primeras patrullas ya habían llegado y comenzaron a arrestar gente, como también un par de ambulancias que se dedicaban a atender a los heridos. El maldito que estaba encargado de la música le estaba dando todo igual, ya que en ningún momento había optado por suspender la música, y ahora sonaba "White Room" a todo volumen, como si el hecho de que la escuela hubiera entrado en caos, a el divirtiera.
Cuando llegamos hasta donde estaba el auto de Chucho, lo que vimos sólo terminó de empeorar la noche.
— ¡Ese pedazo de mierda! ¿Por qué conmigo? –gritó Chucho con odio.
Una de las llantas del auto se encontraba ponchada; el parabrisas se encontraba hecho trizas, tanto con las ventanas traseras, y las laterales; y con uno de los lados del coche con una enrome línea que había rayado, que comenzaba de un extremo, hasta el otro, y con una grafiti enrome que decía con letras rojas "Montón de Maricas" .
— ¿Por qué cuernos no sonó la alarma? –pregunto Esaú impactado.
Chucho fue hacia el capo del motor, noto que estaba roto, y cuando lo abrió, supo la respuesta.
— El cabron corto la alarma. Maldita sea ¡En que puto momento lo hizo!
— Debió de ser antes de entrar a la fiesta –propuse— . Penny entro antes que él.
— Mierda... –se comenzó a lamentar.
— ¿Cómo carajo vamos a irnos? La puta policía ya está aquí.
— No nos va a dar tiempo de cambiar el neumático.... –Chucho se recargó en el capo, pensando que hacer, mientras más sirenas de las patrullas se escuchaban llegar.
— ¡Chucho!
— ¡Ya voy! Carajo...ahhh... de acuerdo — cerró el capo del golpe y abrió las puertas del auto—. Súbanse rápido.
— ¿Qué? –no entendía lo que quería hacer.
— Súbanse al puto auto. –nos volvió a decir más firme.
— Esa mierda se va a ponchar, nos vamos a... —Chucho me interrumpió.
— No lo hará...con un poco de suerte. Avanzaremos unos metros y fuera del peligro la cambiaremos. Tengo un repuesto en la cajuela.
— Pero...
— Escuchen, es eso, o que la puta policía nos meta presos. Y yo le dije a mi hermana que regresaría a casa temprano ¿Bien? ¡Ahora suban al maldito auto, y vámonos!
Sin más opciones aparentes, Esaú me ayudó a subir a Lennon al auto e intentamos quitar lo mejor que pudimos todos los cristales de los asientos por las ventanas rotas. Me corté un poco los dedos, pero mi mente estaba tan ocupada en subir al auto rápido, que apenas y lo sentí. Fue cuando me percaté también que la palma de mi mano no había parado de sangrar desde el vaso que le había estrellado a Oscar. Ya habría tiempo después para curarme.
Cerramos las puertas con tal fuerza que los pedazos de cristal que seguían colgando por las ventanas terminaron por desprenderse. Chucho arrancó el auto, y pude notar como la llanta que estaba ponchada, empezaba a rechinar contra el pavimento. Mirando hacia atrás, note como todo el lugar se había llenado de patrullas; aún me costaba creer todo el desastre que armamos Oscar y yo en tan solo cuestión de segundos.
Cruzamos las vallas que delimitaban el estacionamiento del colegio y desparecimos del lugar, yendo hacia una zona que estaba llena de árboles para que no intentaran seguirnos. Aunque dudo que al menos nos hubieran prestado algo de atención; no quería ni ver mañana por las noticias todo el alboroto que se armaría.
Pero la cosa todavía no terminaba.
Avanzando un par de kilómetros, escuchamos como el caucho por fin comenzaba a reventar, haciendo que el auto derrapara por momentos.
— Chucho, ya párate, es un milagro que esta mierda no se haya reventado aún. No abusemos de la suerte –Esaú iba en la parte trasera con Lennon, el cual comenzaba recuperar la conciencia.
— Bien, espera un segundo –Chucho se orilló a un lado del camino y frenó el auto. Antes de bajarnos, algunas gotas de lluvia comenzaron a caer sobre nuestras cabezas, lo que nos irrito a todos—. Mierda...
— Genial, lo que faltaba –comenté con sarcasmo.
— Apúrense y mejor ayúdenme con esto –nos dijo Esaú que ya se encontraba en la cajuela, sacando las herramientas para cambiar la llanta.
Coloqué el gato hidráulico debajo del auto, levantándolo, mientras Chucho destapaba la funda de la cajuela, donde debajo se encontraba el repuesto del neumático.
— ¿Cómo es que esa mierda puede caber ahí? –alcancé a escuchar a Esaú impresionado.
— Es una cajuela grande...vamos ayúdame, la lluvia no se va a detener.
Pero, cuando Chucho y Esaú traían el neumático rodando hasta donde lo íbamos a colocar, vimos a la distancia como una luz se acercaba, lo que nos alertó a todos.
— ¿La policía? –preguntó Chucho alarmado.
— No... es solo un farol, no es un auto –Era una motocicleta.
El vehículo paso a toda velocidad a solo centímetros de nosotros, y de no haber sido porque agaché la cabeza un poco, estaría muerto. El espejo retrovisor de lado del piloto salió volando, destrozado; y la moto derrapo de una forma brusca, hasta quedar a unos metros de los faroles del auto, iluminándolo en su totalidad. Era ese pendejo de nuevo.
— ¿Oscar? Maldito chupa bolas ¿¡Qué no te cansas!? — Chucho estaba más que furioso.
Le dejó todo el peso de la llanta a Esaú, yéndole a plantar cara. Supongo que el hecho de que Oscar le haya dejado el auto hecho una mierda, era razón suficiente para ya estar harto de ese psicópata.
— Hijo de...hijo de puta, casi me mata — me levanté, mirando el espejo, que había salido volando a metros de nosotros.
Pero no nos atacó. Solo se nos quedó mirando, como un idiota, con una palanca en su mano, apoyándola en la moto. No llevaba su casco puesto, lo que dejaba ver todos los moretones y cortes que le había dejado, como también su traje todo descuartizado y sucio de lodo y sangre. Estaba incluso más jodido que nosotros. No parecía tener ningún arma, porque si ese fuera el caso, ya nos hubiera disparado.
— Oscar, te juro que, si no te desapareces en 10 segundos, te voy a bajar de tu puñetera moto y voy a utilizarla para arrollar tu maldita cabeza —Esaú también estaba harto de él. Todos lo estábamos.
Pero solo siguió ahí parado, sin hacer nada, solo dándonos su mirada asesina; como si fuera un perro rabioso esperando el momento justo para atacar.
— ¿Cuál es la prisa? — se dignó en hablar
— Somos tres contra uno –me levanté, listo para cualquier cosa—. No vas a ganarnos. Terminamos ¿De acuerdo? Solo lárgate.
— Si... -comenzó a reírse —...ustedes ya terminaron — Oscar nos miró una última vez con todo el odio y desprecio que una persona podía sentir hacia otras. Escupió al suelo, y guardó la palanca en una de las bolsas que tenía en los laterales—. Ya terminaron...
Arrancó la moto, y siguió hacia delante, desapareciendo entre la oscuridad y las gotas de lluvia a los pocos segundos. Dejándome con un mal presentimiento en mi pecho.
Giré hacia atrás y miré a mis amigos, que estaban igual de anonadados que yo. Ninguno supo que decir. Era claro que fue demasiado sencillo, algo no andaba bien. Oscar seguro que no se quedaría solo de brazos cruzados.
Pero en ese momento, solo nos preocupamos en cambiar la llanta y salir de ese maldito lugar de una vez.
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