
Capítulo 33
—Mierda —suspiré lleno de frustración
—Si...lo siento Arthur —me dijo Lennon en un intento por consolarme—. Dijo que perdiste el año por las faltas.
—Venga...si sólo llegué tarde dos veces. Estúpido maestro.
—Bueno...si faltaste como 5 veces, aunque no te culpo. Después de toda la mierda por la que hemos estado pasando.
—A mí el muy cabron me pasó con 6. Ya ni me quejé, no quería que me reprobara —me comentó Chucho mientras le daba una mordida a su sándwich.
—Tal vez si hubieras llegado más temprano, habrías podido hablar con el profesor, y puede que te diera chance —me intento aconsejar Lennon.
—Nah, es un hijo de puta. Cursé con él el año pasado y el ojete me reprobó por un escrito que tenía un par de faltas de ortografía. No te preocupes Arthur, el examen para pasar esa mierda está fácil —me dijo Esaú despreocupado
—Si es tan fácil ¿Entonces qué haces aquí? —le refutó Lennon.
—Tuve algunos problemas con el director —solo se limitó a decir.
Bufé molesto y arrojé mi mochila a un lado para poder sentarme con ellos. Si iba a este paso, no sé cuántas materias tampoco lograría salvar. Dormirme hasta las altas horas de la madrugada no estaba siendo nada bueno para mi salud y tampoco para la jodida escuela. Tenía clases a las 7, pero con trabajos lograba levantarme a las 8 o 9. Antes tenía los problemas de insomnio, pero ahora que se fueron, hay noches que por la culpa de Oscar llegaba a las 3 o 4 de la madrugada. Y mis ojeras comenzaban a ser testigo de eso.
—Que se joda el profesor —exclamé—. Ni aunque le dijera que mi madre se está muriendo, el cabron me daría una oportunidad. Que se joda, ya haré el examen después —en el fondo sabía que estaba mintiendo. Si iba a ir hablar con él después de clases.
—Venga, no te preocupes Arthur, no eres el único que reprobó alguna materia. Esaú creo que otra vez debe el maldito año —me intentó animar Chucho.
—Lo paso todo en los exámenes. Los profesores son una puta mierda, no volveré a perder mi tiempo con ellos.
—Yo digo que vayas e intentes razonar con él. Que le expliques tu situación —me intentó convencer Lennon
—No lo sé. No tengo ánimos como para estar peleándome con ese imbécil. Apenas y me puedo mantener de pie.
—¿Es por lo de tu madre? —me preguntó Chucho con tono preocupado.
—Si... —le dije sin animo alguno, agachando la mirada—. Los doctores dicen que está estable, pero que sigue sin mejorar, y la infección empieza a expandirse a los pulmones. Puede que esté en el hospital un par de semanas más; pero lo que empieza a preocuparme es el dinero —Mi madre ya llevaba alrededor de una semana y media, y pagar su derecho a esa cama unas semanas más no iba a ser nada barato, y básicamente, todo lo que tenía ya se me estaba terminando.
—Sabes que puedes contar conmigo Arthur. Aunque no tenga mucho, no dudes en que no te ayudaré en todo lo que puedo —me dijo Chucho con una sonrisa que me demostraba su sinceridad. Lennon y Esaú asintieron, haciéndome saber que también contaba con su apoyo.
—Gracias chicos, en verdad que lo aprecio —por un momento, me empezó a sentir menos solo, a como usualmente me sentía—. Yo...me alegra haberlos conocido.
—Pfff, no es nada Arthur. Sé que tú harías lo mismo por mí —Chucho sonrió.
—Venga, si siguen poniéndose así de sentimentales, voy a comenzar a vomitar mierda dulce —cortó el momento Esaú, mientras todo soltábamos una risa.
En eso, al fondo en una pared, vi como un par de chicas colgaban algunos carteles publicitarios, anunciando algo que no alcanzaba a ver, pero noté que iban poniéndolos en todas las paredes, para que fuera más visible.
—¿Qué carajo están colgando? —les pregunté confundido.
—¿Qué? ¿Eso? Es el baile de mierda que quieren hacer —me respondió Esaú casi con desprecio—. Una especie de fiesta ojete en la que se celebra que vamos a estar un año más aquí en esta escuela de porquería, o para los afortunados que al fin la abandonaran.
—Es el baile que hace todos los años ¿No? —preguntó Chucho—. Nunca fui a esas cosas.
—Ni yo, dicen que son aburridos —siguió Lennon.
—Aunque...no estaría mal ir... —murmuró Chucho casi con pena.
—¿Quieres ir? La verdad es que no te pierdes de nada interesante —le advirtió Esaú.
—Si te soy sincero, necesito distraerme con lo que sea. No recuerdo cuando fue la última vez que me divertí con algo. Sólo me la paso estresado con que algún imbécil no me vaya a volar la quijada de un disparo.
—Si...la verdad es que, a mí también me vendría bien distraerme con algo —apoyé a Chucho.
—Bueno, pues si todos van, puede que yo también lo haga —nos siguió Lennon.
Después, todos nos quedamos mirando a Esaú, el cual solo se limitó a cruzar los brazos, y poner una cara tan seria y fría, que parecía que nunca hubiera sonreído en toda su vida.
—¿Tienes algo mejor que hacer? —le pregunté, a lo que Esaú tardó en responderme, y al final, solo suspiró y negó con la cabeza—. Entonces puedes venir.
—Pfff, bien —bufó—. Pero cuando vean que es un evento de mierda, voy a reírme en sus caras.
Seguimos conversando un rato más, hasta que terminé de desayunar el sándwich improvisado que me había hecho yo mismo, y me levanté al bote más cercano para tirar la basura. Cuando iba de camino, no sé ni en que mierda estaba pensando, pero no me fijé que una chica estaba atravesando justo delante de mí, lo que hizo que los dos perdiéramos el equilibrio y cayéramos al suelo. Mientras me levantaba maldiciendo entre gruñidos, me percaté que la chica que había tirado era Penny.
—Casi me rompo los dientes —me dijo entre carcajadas, mientras la intentaba ayudar a levantarse.
—Perdón Penny, yo...no logré verte a tiempo, estaba pensando en otras cosas y...perdón.
—No te preocupes Arthur —me dijo entre risas—. Yo tampoco me fijé muy bien por dónde iba. Veo que sigues usando la chaqueta que te regalé.
—¿Esta? Pues... me abriga bastante bien, es mejor que la que tenía antes —le dije algo nervioso. No por ella, sino por el puto psicópata de su novio a que fuera a aparecer.
—¿Y cómo has estado? Ya lleva tiempo que no te veo por acá ¿Todo está bien? —me preguntó con dulzura, mientras yo miraba de reojo que el idiota de Oscar no estuviera cerca.
—Si...estoy bien. He tenido algunos problemas con...con mi madre. Está algo enferma, y tengo que cuidarla, pero, estoy bien, estoy bien.
—Me alegra —me sonrió—. Espero que tu madre se recupere.
—Si...ella, es fuerte, sé que lo hará—. Hubo un silencio incómodo como por 10 segundos en el que no quedamos parados uno frente al otro como tarados, hasta que Penny señalo detrás de mí.
—¿Y...iras a eso? —cuando me giré, vi que señalaba el cartel donde se anunciaba el baile de fin de año.
—Puede que sí. Tal vez vaya con mis amigos —le respondí un poco incómodo—. ¿Tu iras?
—No, no creo ir. Oscar me ha insistido mucho en que lo acompañe, pero, por todo esto de las evaluaciones y los exámenes, me he estado cansando demasiado. Además de que últimamente se está comportando como todo un idiota, y no tengo muchas ganas de estar con él por ahora.
—¿Oscar? ¿Cuándo no se ha comportado como un idiota? —bromeé. Penny soltó una risa
—Si, lo sé, pero últimamente se ha estado pasando de laraya. Se está comportando muy...posesivo ¿Sabes? Como si yo fuera de su propiedad o algo así. Parece que no me tiene confianza, y que cree que lo voy a engañar con el primer sujeto que se me pase por delante, y para ser honesta, me estoy cansando un poco de él.
—Ouh —aunque por fuera me mostraba escéptico, por dentro estaba gritando de la alegría. Al fin se estaba dando cuenta de la clase de idiota que era Oscar, pero tampoco quería que ella viera lo feliz que estaba por eso—. Deberías ir —le dije al final—. Ya sabes, al baile. Puede que te la pases bien...
—Puede que si vaya... tal vez acompañe a mis amigas, u Oscar haga algo como de costumbre que termine por subirme los ánimos. No lo sé, lo voy a pensar. Pero si dices que vas a estar ahí, puede que también yo vaya —me dijo, sonriéndome amistosamente.
—Ahí estaré Penny —le devolví la sonrisa.
Cuando se fue, pude respirar tranquilo sobre que el idiota de Oscar no hubiera aparecido. Mientras más rápido terminara mis asuntos con él, sería mejor para ambos.
Supuestamente, estaba preparando todo para volar el auto de líder de los Lirios. Espiaba cuidadosamente a donde iba regularmente el hombre, con quien, y a que auto en específico usaba. Incluso la bomba ya la tenía lista, nos la había mostrado hace un par de días, y la verdad que no tenía pinta de ser una bomba, aunque era lo suficientemente pequeña como para implantarla en el auto.
Después empezó a ensayar como es que implantaríamos la bomba. Sin ni siquiera preguntar mi opinión, el imbécil me designó a mí para implantar la bomba en el auto, según el porque mis manos eran "hábiles" y que él no podría hacerlo ya que seguía recuperándose del disparo en el brazo. Aunque ya no usaba el cabestrillo, aún tenía dificultades para moverlo bien del todo. No me molesté en discutirlo mucho, aparte de que, no era tan difícil como yo había pensado. Sólo era cuestión conectar un par de cables en la parte de abajo del auto, para una vez el hombre subiera a este, Oscar la detonara vía control remoto. Así de sencillo, o bueno, eso es lo que parecía.
Estuvimos ensayando un par de veces en un almacén viejo, con un auto que ni siquiera tenía motor, pero de todas formas nos servía como simulación. Oscar se compró un cronometro analógico, de esos que se usaban para entrenar a los atletas, para así contarme cuanto tiempo me tardaba en poner la bomba. Mínimo tenían que ser menos de 15 segundos, para que nadie me viera, o Anthony decidiera regresar a su auto antes de lo previsto. Al principio me tardaba bastante, y tenía que soportar los regaños de Oscar, pero poco a poco, fui agarrándole el truco, hasta llegar a los 13 segundos, lo que dejó satisfecho a Oscar.
Ahora se suponía que teníamos que esperar a que él nos llamara en el momento justo. Se suponía que tenía algunos informantes que le decían dónde estaría ubicado Anthony para poder así matarlo. No sé cómo ni de dónde mierda sacó esos informantes. O los estaba amenazando a muerte con incendiar a toda su familia, o los soborno con una cantidad muy jugosa de dinero. No tenía idea, pero si de algo estaba seguro, es que tampoco quería saberlo.
Solo que en cualquier momento podría llamarnos para darnos la ubicación de Anthony, e ir a asesinarlo.
Cuando terminaron las clases, esperé un momento a que los salones se vaciaran, hasta toparme con el desgraciado del profesor de literatura que estaba recogiendo sus cosas. Medité mucho sobre lo que estaba a punto de hacer. Era una jugada demasiado arriesgada, pero era eso, o perder el jodido año. Era la única materia que me faltaba por pasar, las demás lo logré a base de puntos extras o justificantes que me dieron chance de pasarla con la mínima calificación, pero a este idiota no le importaba ninguna excusa, así que tenía que cambiar mi jugada, por algo más agresivo.
—¿Arthur? Veo que si llegaste a la escuela, pensé que había faltado, como de costumbre —me respondió el hombre de una manera fría, mientras metía sus cosas en su mochila.
—Si, he tenidos problemas para poder llegar temprano a clases. Mi madre ha estado enferma, y he estado velando por cuidarla —le expliqué mientras me acercaba a él.
—Oh, es una lástima eso, ojalá su madre se recupere.
—Gracias... —sonreí de manera forzada, con la esperanza de que me dijera algo más, pero el desgraciado terminó de guardar sus cosas.
—Bueno, supongo que lo veré en los exámenes extraordinarios, que tenga un buen día —me dijo a secas, abandonando su escritorio.
—¡Espere! Quería...decirle algo más —le respondí algo nervioso, lo que hizo que captara su atención.
—Bueno, dímelo ahora.
—Tal vez quiera...sentarse —le dije, mientras tomaba una de las sillas de la clase, y la colocaba frente a su escritorio para que pudiera sentarme.
El profesor me miro de una manera desconfiada, pero finalmente accedió y se volvió a sentar en su escritorio, dejando de lado su mochila. Yo me dirigí a hacia la puerta, y me fijé de manera sutil que nadie estuviera merodeando por los pasillos, para finalmente cerrar a puerta.
—Para tener algo de privacidad —me excusé.
—Bueno, ¿Qué es lo que quieres? Si vienes a suplicarme, estás perdiendo tu tiempo —me advirtió, de manera burlona.
—Vengo a negociar —le respondí con seriedad, al mismo tiempo que sacaba un fajo de billetes y los colocaba en la mesa, sentándome en la silla.
—¿Qué es esto niño? —miro el dinero casi riéndose.
—Son 25 dólares. Son para que me ayude.
—¿Acaso me estás sobornando? Por si no te has enterado, eso está penado en el reglamento escolar, y podrían hasta expulsarte.
—Lo sé, pero, de todas maneras, quiero intentarlo —le dije, agachando la mirada.
—Pues fallaste —me respondió apunto de levantarse.
Torcí los ojos, y saqué un segundo fajo de billetes colocándolos a lado del primero, con otros 25 dólares.
—50 en total. Me parece justo por una calificación aprobatoria.
—Pffff —comenzó a reírse, mientras tomaba un fajo y lo miraba con diversión —Sí que debes de estar muy desesperado Arthur para tomar esta clase de medidas rastreras ¿Por qué clase de persona me tomas? ¿eh? —su sonrisa desapareció, a una llena de seriedad.
—Como la clase de persona que sé que es usted.
—Sera mejor que te largues de mi vista antes de que vaya con el director y le comenté la estupidez que intentaste cometer —me dijo mientras aventaba el fajo hacia mí, levantándose de su escritorio.
—De verdad que me está haciendo esto más difícil profesor —le dije con una mueca de frustración.
Saqué mi revolver del bolsillo de mi chaqueta y le apunte directo al rostro.
—Vuelva a sentarse ¿Quiere? —la cara que puso el profesor, solo me dio más valor. Ya lo tenía.
—¿De...de donde carajo sacaste eso Arthur? ¿Cómo entraste con esa cosa? —me dijo con una voz nerviosa.
—La seguridad es una mierda en esta escuela. Siéntese —le repetí, mientas apuntaba el cañón hacías el escritorio. Noté cómo el profesor trago saliva, y obedeció lo que le pedí.
—Arthur...por favor déjate de idioteces y baja esa cosa —noté cómo le temblaba la voz.
—Usted ya habló, ahora me toca hablar a mí —le contesté de manera fría, mientras apoyaba la muñeca con la que tenía el arma en el escritorio, apuntando hacia su pecho.
—Arthur...
—Como yo lo veo, profesor, usted tiene ahora dos opciones —le comencé a decir de una manera tranquila, para que no notara que yo igual estaba nervioso—. La primera, la cual es la más sencilla para usted, y para mí también, es que deje de lado su orgullo de mierda, tome el dinero que le ofrecí y me ponga un puto 8 en las calificaciones. Un 7 si quiere, no me importa, solo quiero pasar. Todos ganan, usted un poco de dinero, y yo paso el jodido año. O, por otro lado, está la segunda opción: Puede aferrarse a su orgullo, reprobarme, y yo volarle la tapa de los sesos. Usted decide.
—Tu...no te...tú no te atreverías a dispararme. Todo el mundo te escucharía, y te irías a la cárcel como el maldito criminal que eres.
—Si...puede que tenga razón. Todo el mundo me escucharía, y yo iría a la cárcel. Pero no me importa —le repliqué con una sonrisa—. El asunto aquí es, si yo le tengo más miedo a ir a la cárcel, o usted a que una aparte de sus ojos termine pegados en esa pared.
—Eres un maldito loco ¿Me asesinarías a sangre fría por una estúpida calificación? ¿Todo por...no querer estudiar?
—Créame, he matado por menos —seguí sonriéndole despreocupadamente. Estaba mintiendo tan bien, que hasta yo comenzaba a creérmelo.
—Estás trastornado...
—Eso ya lo sé, por eso comprenderá que...no me molestaría en absoluto en jalar el gatillo.
—Siempre supe que era un maldito criminal, tener que rebajarte a esto, a amenazar a una persona inocente...
—Usted no es una blanca paloma profesor —le dije en tono burlón—. No crea que no noto cómo mira a mis compañeras. Puede que yo sea un delincuente sin escrúpulos, pero al menos no soy un depravado.
—¿Cómo te atreves a...?
—Cómo se atreve usted a negarlo –le interrumpí –Creo que ya tiene más denuncias de acoso sexual que yo por amenazar a alguien; pero siempre su maldito pellejo se salvaba por ser amigo del director ¿No es verdad? —El profesor bajó la mirada furioso. Sabía que no tenía escapatoria, sabía que era capaz de jalar el gatillo—. He asesinado a personas menos desagradables que usted. La verdad que estoy casi tentado a dejar que me repruebe, solo para que pueda terminar con una mierda más de esta sociedad —jalé el martillo del arma hacia atrás y noté como el profesor comenzada a sudar frio—. ¿Y bien? ¿Qué es lo que va a decidir?
El profesor no se atrevió a mirarme a los ojos. Estaba acorralado. Si no era estúpido, solo podía escoger una opción. Tomó el dinero frustrado y lo metió a su mochila, mientras sacaba su lista de las calificaciones y buscó mi nombre.
—Te pondré 8... —me dijo con timidez, pero a la vez furioso.
—Me parece bien —le sonríe, mientras volvía a guardar el arma en mi bolsillo—. ¿Ya ve como las cosas pueden ser tan sencillas?
—Ya, solo...vete
Me levanté de la silla y tomé mi mochila dirigiéndome a la salida del salón, pero antes de abrir la puerta, sin girarme, le dije una última cosa al profesor.
—Sera mejor que cumpla su palabra, porque si el día de las boletas, llego a ver que estoy reprobado, no dude que iré hasta la puerta de su hogar, y le destrozaré la cabeza enfrente de toda su familia ¿Entendió? Lo mismo si es que le cuenta a alguien lo que acaba de suceder en este salón de clases. Aunque yo vaya a la cárcel, no dude que alguien vendrá a cobrar su deuda.
—No te preocupes, te pondré tu estúpido 8 —me respondió con desprecio.
—Confío en que lo hará —cuando abrí a la puerta y estaba por salirme del salón, me giré para verlo los ojos—. Una última cosa más. Vuelvo a enterarme de que llega a acosar a otra de mis compañeras, aunque sea solo una mirada morbosa, e iré a prenderle fuego a su casa ¿Estamos de acuerdo?
—Si...
—Que tenga un buen día profesor –le termine de decir mientras salía del salón y cerraba la puerta.
Cuando caminé por los pasillos, comencé a sonreír victorioso. Aún no podía creer lo bien que me había salido esa mentira, sentía como mis manos estaban temblando, pero todo resulto mejor de lo que pensé. Con suerte, el profesor no haría nada estúpido y yo lograría al fin pasar de jodido año. Estaba realmente feliz, aunque en el fondo preocupado; pero por la cara que había puesto ese desgraciado, estaba seguro de que se había cagado en sus pantalones. No había nada de que preocuparme.
Ya solo me quedaba una cosa por hacer en el día, para que pudiera dormir tranquilo esta noche...
Eran ya eso como las 7 de la tarde. El sol comenzaba a ocultarse, y yo estaba llegando al edifico donde vivía. Abrí la puerta de mi casa y dejé mi mochila en el sillón. Se sentía raro, entrar a ese departamento y que no hubiera nadie que me recibiera. Todavía me costaba acostumbrarme, pero con un poco de suerte, las cosas volverían a la normalidad en un par de semanas.
Entré a mi habitación, y del cajón de mi ropa, saqué lo último que me quedaba de mi dinero. 150 dólares.
Salí del departamento, y subí las escaleras hasta subir un piso, y llegué hasta la puerta del departamento de Astrid. Tomé un poco de aire y toqué la puerta. Unos segundos después, Astrid la abrió, con una maleta en su mano.
—¿Estas listas? —le sonreí
—Si...bueno, espero estarlo —me solo una pequeña risa—. Supongo que solo estoy...un poco nerviosa.
Era el día en que Astrid iría al centro de rehabilitación. Después de haberlo discutido un par de días, y que ella lo consultara con la almohada, ya que lo que ella deseaba en ese momento es que yo no gastara mi dinero en ella; al final la logré convencer de que fuera a ese lugar.
Y yo le había prometido que la acompañaría hasta allá. Aunque Astrid pospuso el día lo más que pudo, para poder contarle a sus hermanos el porqué se marcharía, o al menos inventarles una mentira creíble; como también ella prepararse psicológicamente, ya que serían más de tres meses que estaría en ese lugar; el día al fin había llegado. Hoy era el ultimo día para alguna inscripción o anexo, ya que como era aun grupo privado, tenían un límite de fechas y de cupo. Era mi única oportunidad de poder salvarle la vida.
—Es normal, yo en tu lugar también lo estaría. Pero ve el lado positivo, esto te ayudara —la intenté calmar un poco para que no estuviera tan nerviosa
—Lo sé, creo que las cosas al fin pueden mejorar. Todavía no puedo creer lo que estás haciendo por mí, no sé cómo puedo agradecerte... Te prometo que en cuanto pueda, te pagaré todo.
—Deja eso Astrid. Tú no me debes nada —«te estoy salvando la vida» pensé». Todos merecen una segunda oportunidad ¿No crees?
»Es que... me cuesta creer que exista alguien como tú. Aún con todo lo que pasaste, con tu madre en el hospital... ¿Ayudarme de esa manera?
Sólo me encogí los hombros con una sonrisa.
—Yo hablaba en serio cuando dije que me importabas »Noté como las mejillas de Astrid se enrojecían.
—Eres la mejor persona que he conocido en mi vida Arthur, gracias.
Ni siquiera me percaté lo mucho que se me había acercado. Y sin haberlo visto venir, mis labios ya estaban pegados a los suyos. Y fue la mejor sensación que sentí en toda mi bastarda vida.
—De verdad que te voy a extrañar Arthur —me dijo cuándo se separó de mi—. Cuando salga de ahí, te juro que estaremos juntos.
—También te lo prometo Astrid —la tomé de sus manos, las cuales noté que estaban un poco sudadas—. Yo también te voy a extrañar...
Joder, aún me quemaba ese puto sentimiento de culpa. Todavía no pensaba en qué iba a hacer con su familia. Con sus hermanos. ¿Cómo demonios iba reaccionar Astrid si después de unos meses de rehabilitación, cuando regresara encontrara toda su familia muerta?
—Mierda... casi lo olvido, espérame unos minutos Arthur, ahora vuelvo, tengo algo para ti —me dijo mientras me cerraba la puerta antes de que le pudiera responder, dejándome su maleta fuera. Di un fuerte resoplido y me recargué en el barandal para esperarla pacientemente.
El silencio se perpetuó en el ambiente. No escuché ni un auto, o algún pájaro, ni siquiera la brisa del viento, como si el mundo se hubiera apagado de la nada. Fue cuando comencé a escuchar un sonido que provenía en el piso de abajo, donde se encontraba mi departamento. El sonido parecía ser el de un teléfono que estaba sonando, y aparte de la anciana que vivía con sus gatos, yo era el único que viva en ese piso.
Bajé las escaleras pasa descubrir el origen del sonido, y para mi sorpresa, si era el teléfono de mi casa. Saqué las llaves, e intenté abrirla lo más rápido que pude antes de que dejara de sonar, pero la estúpida chapa volvió a trabarse. Después de forcejear un rato y maldecir, la puerta se abrió, y tomé el teléfono antes de que colgaran.
—¿Arthur? Puta madre Arthur, hasta que me contestas.
—¿Oscar? —le respondí confundido— ¿Para qué me llamas?
—Necesito que vayas ahora mismo al puente de la carretera que está cerca de tu edificio, ahí te recogerá Chucho con los demás ¡Pero necesito que estés ahí ya!
—¿Qué? No, estoy en medio de algo.
—¡Deja lo que estés haciendo ahora y ve al maldito puente! ¡Esto es urgente!
—¿Qué? ¿Para qué mierda es? —comenzaba a molestarme.
—Es Anthony. Ya sé dónde carajo va a estar el maldito. Es nuestra oportunidad de volarlo en pedazos, y te necesito para que pongas la jodida bomba.
—¿Ahora mismo? Carajo Oscar, ¡Estoy ocupado!
—Masturbarte y comer papas no cuenta como estar ocupado ¡Esto es importante mierda, ve al estúpido puente!
—¡No estoy haciendo eso imbécil! Estoy...haciendo otra cosa.
—¿Si? ¿Cómo qué?
—Yo... —miré por la ventana y vi la maleta de Astrid aún afuera de la puerta. No podía decirle eso, tenía que pensar en algo mas—. Estaba en el hospital, con mi madre —le respondí al final—. Vine por unas cosas a la casa.
—¡Pues sal de ahí tarado! Tu madre no irá a ningún lado, pero el bastardo de Anthony sí, es nuestra puta oportunidad, me dijeron que no tiene casi ningún escolta. Esta solo. ¿Sabes la suerte que tenemos?
—Mierda... —quité el teléfono de mi oreja un momento, y volví a ver hacia la casa de Astrid, pensando en lo que iba a hacer.
—Arthur, te juro que si no te apareces en el maldito puente cuando Chucho este ahí...
—Ya cállate maldito —cerré los ojos y tomé aire —Ahí estaré—. Antes de que me pudiera decir algo más, colgué el teléfono. Ya no quería escucharlo.
Salí del departamento, y con pesadez, me dirigí de nuevo a la puerta donde estaba Astrid, la cual ya estaba saliendo también de su casa.
—Arthur ¿A dónde fuiste? —me dijo sonriendo, mirándome subir las escaleras.
—Yo...
—No importa —no me dejo terminar —Mira, te quería dar esto—. Me extendió su mano, y en ella había una pulsera de hilo de color lila, cosida con bordes de diferentes tonos. No pude evitar dibujar una sonrisa cuando la miré—. Mi hermano me hizo el favor de hacerla. Aprendió a realizarlas para así poder venderlas en el mercado cuando tenga la cantidad suficiente.
Astrid me la ató a la muñeca, y yo sólo me quedé admirándola. Ya había visto a algunas chicas usarlas, y también a varios niños; algo que se me hacia demasiado infantil, pero para ser sincero, no me importaba. Si era un regalo de Astrid, no me la quitaría nunca.
—Es...muy bonita Astrid. Gracias —le respondí, mientras me la terminaba de acomodar.
—Es para que no te vayas a olvidar de mi mientras no esté contigo.
—Eso jamás podría pasar —sonreí.
—Yo también usaré una, solo que esta es de un color más fuerte —me dijo mientras me la mostraba, que en vez de ser lila, era morada, igual cosida con diferentes tonos alrededor—Esta es para que cada vez que la mire, me recuerde a ti.
Sentí como el corazón se me encogía. Era demasiado tierno, que me costaba creer que la misma chica que me sorprendió fumando en la azotea, que parecía no mostrar debilidad alguna, me estuviera regalando una pulsera ahora. Un pequeño acto que me recordó porque me importaba tanto esta chica, y el no querer que le sucediera algo malo...
—Esto es muy lindo Astrid, de verdad gracias...pero... —me costaba articular las palabras que estaba por decirle.
—¿Qué? —me preguntó curiosa.
—Astrid, yo... Tengo que... —como odié a Oscar con todo mi ser en ese momento—. Perdóname...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro