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Capitulo 28

Estaba realmente agotado, había comenzado a quedarme dormido en esa sala de espera. No sabía ni cuánto tiempo llevábamos ya ahí, pero de lo que si estaba seguro es que mi madre no iba a estar nada contenta cuando llegara a casa. Ya era demasiado tarde; miré el reloj que estaba colgado en la pared y este marcaba la 1:30 de la mañana. Se supone que debía estar en casa a las diez...

Lennon y Esaú estaban sentados a lado mío igual de cansados. Al final, Chucho no había salido tan lastimado del disparo que recibió en el brazo; fue más un rose que otra cosa, aunque a Oscar no le había ido tan bien. 

En un principio, Oscar no quería ir a un hospital, por todas las preguntas que pudieran hacernos los doctores, así que se me ocurrió montar una mentira en la que les dijéramos que habíamos sufrido un intento de asalto. El tipo se había puesto nervioso, abrió fuego, y yo al intentar arrebatarle el arma, terminé lleno de golpes. En un principio sonaba algo estúpido, pero cuando llegamos de emergencia, los doctores parecieron tragarse el cuento.

Cuando se llevaron a Chucho y Oscar a la sala de emergencia para que los curaran, estuvimos sentados ahí como una o dos horas, hasta que una amable enfermera apareció entre los pasillos, se ofreció a curarme todas las heridas y moretones que tenía en el cuerpo. Al principio quise negarme, pero luego de ver mi rostro en el reflejo de los cristales de la sala, supe que si necesitaba atención. Así que, sin muchas opciones, fui con la enfermera a que me curara.

—Intenta no moverte mucho chico, ya casi terminamos —me dijo la enfermera suavemente mientras terminaba de curarme el rostro y mis nudillos—. ¿Cómo me dijiste que te llamabas?

—Arthur...me llamo Arthur —le dije con dificultad intentando no hacer muecas por el dolor.

—Bueno Arthur, créeme que de todos los pacientes que alguna vez atendí, tú debes ser por mucho el más valiente que me ha tocado. Tu madre debe de estar muy orgullosa.

—Si... —le contesté desanimado. Aún tenía que pensar que carajos le iba a decir. Pero de lo que estaba seguro es que no iba a estar nada contenta.

—¿Qué tienes? Hiciste algo muy valiente. Salvaste a tus amigos. Cualquiera estando en tu lugar se hubiera paralizado el miedo. A mí me han asaltado dos veces, y créeme que después me cuesta mucho trabajo dormir.

—Pfff, supongo que fue la adrenalina —le dije mientras reía—. De todas maneras, el muy desgraciado logró escapar.

—Pues si la paliza que le diste fue tal y como la contaron tus amigos, no creo que el tipo vuelva a tener muchas ganas de volver a robarle a alguien.

—Eso quiero creer, ya hay demasiadas ratas en esta ciudad.

—Bueno...pues ya está —me dijo mientras terminaba de ponerme la última vendita—. En unas semanas volverás a estar como nuevo, solo que intenta no hacer mucho esfuerzo con las manos, o los puntos se volverán abrir.

—Entiendo... —le dije mientras articulaba mis lastimados nudillos—. Una pregunta antes de irme ¿No sabe cómo están mis amigos?

—Pues, uno de ellos no fue tan grave como habíamos pensado, solo fue un rose profundo, en una o dos horas podrán llevárselo a casa, si no mal recuerdo, creo que es el que se llama Jesús.

—¿Y el otro...? —pregunte.

—El otro si lo atravesó la bala, pero fue un tiro limpio, entro y salió, por lo que, con un yeso y unas vendas, en unas semanas podrá moverlo como si nada. Pero debe de tomárselo con calma, como el otro chico.

—Bueno...ya era hora de un poco de buenas noticias.

—No tienes nada de qué preocuparte, tus amigos estarán bien.

Cuando salí del consultorio, Esaú y Lennon estaban en la sala de espera, sentados en las sillas medio dormidos.

—¿Cómo te fue Rocky? —se burló Esaú mientras se tallaba un ojo despertándose.

—Pudo haberme ido peor —le respondí mientras me sentaba a lado suyo.

—¿La enfermera no te dijo nada de cómo estaban Chucho y Oscar?

—Pues... me dijo que vivirán. A Chucho no le paso casi nada, según ellos fue un rose de la bala, pero a Oscar si lo atravesó, aunque dicen que no es nada grave, que con vendas podrá recuperarse.

—Pues ojalá que se curen pronto, que no fue gratis tener que cargarlos hasta el automóvil —manifestó Esaú.

—Se suponía que solo íbamos a entrar e irnos de ese estúpido almacén, no tenía planeado terminar la noche de este modo —se quejó Lennon.

—Créeme, nadie tenía planeado terminar de esta manera...aún tengo que buscar alguna excusa para mi madre —me comencé a lamentar. Si de por si mi madre ya empezaba a sospechar que estuviera saliendo recurrentemente todas las noches, llegar con un montón de moretones no me ayudaba nada.

—Dile lo mismo que le dijimos a los doctores —me aconsejo Esaú—. Nos asaltaron, y ya está. Para mi es bastante creíble.

—Solo intenta no lucirte tanto como lo hiciste con las enfermeras —me dijo Lennon—. Esa chica que te curo no dejaba de hacerte ojitos tiernos.

—¿De qué mierda hablas Lennon? —alegué—. Solo está haciendo su trabajo.

—Si, si, como digas, la versión que contaste de cómo nos defiendas y te enfrentaste a alguien armado tú solo no tiene nada que ver...

—Pues hasta eso, tampoco mentí, si no hubiera ido tras él, el muy bastardo se hubiera escapado. 

Aún recordaba como cuando lo arrastramos hasta donde estaba Oscar, este empezó a gritarnos por que seguía vivo. E histérico, antes de que la perdida de sangre lo terminará de debilitar, le disparo en el cráneo, terminando con el asunto.

Estuvimos un par de horas más en el hospital sentados sin hacer nada. Esaú sacó lo que parecía una pequeña navaja con la que empezó a jugar maniobrándola entre sus dedos para entretenerse, mientras Lennon lo miraba atentamente con la esperanza de que se cortara en algún momento. Yo empezaba a inquietarme; si no le llamaba a mi madre o iba a casa, comenzaría a preocuparse con razones, y ella no estaba en posiciones para pasar un coraje por mi culpa. Otra vez mi pierna había comenzado a moverse impulsivamente; mi cabeza estaba pensando en demasiadas cosas al mismo tiempo, y eso nunca me llevaba a buenos resultados.

En eso, Chucho apareció en el consultorio con medio hombro vendado, pero oculto por su camiseta. Parecía estar bastante agotado, pero feliz de poder respirar otro día.

—Joder Chucho, te ves...realmente jodido —bromeó Esaú al verlo.

—Cállate —le contestó riendo —Los doctores dicen que tuve suerte, 30 centímetros más a la derecha, y ahora estaría en la morgue.

—Es una pena que el puñetas de Oscar no tuvo esa suerte —se lamentó Esaú.

—Oigan, ¿Y cómo está eso de que Arthur es nuestro héroe? —preguntó Chucho—. Las enfermeras no paran de hablar de eso.

—¿Qué? No dije ninguna mentira —me excusé levantando los hombros.

—Sigo pensando que exageraste todo —comentó Lennon.

Estuvimos platicando con Chucho un rato más, todos estábamos felices de que estuviera bien, aunque todavía teníamos que esperar a que Oscar saliera. No sé por qué, pero comencé a sentirme culpable de querer en el fondo que él muriera. Que algo saliera mal, que los doctores cometieran un error, y nos dejara en paz de una vez por todas. Si él se moría, toda esta mierda se iba con él, o eso quería pensar. Después de lo que paso hoy, supe que fue un error meterme en todo esto.

Pero bueno, nunca se tiene lo que uno quiere. Una hora después, un enfermero llevaba a Oscar en una silla de ruedas hacia nosotros.

—Su brazo tiene que estar en reposo por al menos dos semanas, la bala no hizo daños, pero si se mueve mucho o hace un gran esfuerzo, puede volver a abrirse su herida —comenzó a explicarnos el enfermero—. ¿Están seguros que no quieren que llamemos a sus padres...?

—Joder, que no, ¿Qué pasa contigo? Creí haberte dicho que no, que podíamos nosotros solos, sólo toma, y ya déjanos en paz, mierda —le contestó enojado Oscar, mientras le entregaba un fajo de billetes pagando lo del hospital.

El enfermo intentó decirle a Oscar que a él no tenía que pagarle, pero el simplemente lo ignoró y salió con la silla de ruedas fuera del hospital y nosotros sin muchas opciones lo seguimos. Oscar se puso de pie y dejó la silla de ruedas arrumbada en el pasillo.

Cuando subimos al auto, hubo un silencio abrumador. Ninguno sabía qué decir, ni siquiera Oscar se atrevió a decir alguna de sus típicas estupideces.

—Vámonos de aquí ¿Quieren? —dijo algo desanimado.

Lennon decidió manejar ya que Chucho estaba demasiado cansado como para tomar el volante. Las calles estaban desérticas y la temperatura había comenzado a descender. Tenía bastantes preguntas que hacerle a Oscar respecto a toda la conversación que habíamos escuchado de los Lirios, pero se veía que no estaba de humor como para hablar.

—¿Qué te pasa? Conociéndote, en este punto ya habrías dicho alguna estupidez —dijo Chucho rompiendo el hielo a Oscar.

—Cierra la boca, no es momento de estupideces —le respondió a secas—. Estamos más jodidos de lo que pensé. Los putos Lirios irán con todo contra los Connor.

—A todo esto ¿Quiénes son los malditos Connor? —pregunté al fin.

—Son los malditos para los que trabajamos, Arthur —me contesto frustrado.

—¿Qué? —le respondí más confundido.

—Los Connor Arthur, así se apellida Don Armando y su familia de mierda, ellos son los Connor.

—Ouh

—Sí, estamos jodidos, los putos Lirios no se detendrán hasta no verlos caer, y te aseguro que si ellos caen, nosotros también lo haremos.

—Puta madre Oscar ¿En qué mierda nos acabas de meter? —le respondió Esaú molesto.

—Yo no los metí en nada, no tengo la culpa de que de que esos locos se le haya subido el poder a la cabeza.

—Está bien...no pasa nada. Es problema de ellos, nosotros no tenemos porqué involucrarnos —comenzó a decir algo nervioso Chucho.

—¿Qué estás diciendo? Claro que es nuestro puto problema, no solo irán tras ellos, también tras todos nosotros. Pero tengo un plan —alardeó Oscar con seguridad.

—¿Un plan? ¿En serio? —le cuestionó Esaú.

—Claro que lo tengo. Sólo necesito un poco más de tiempo e información para pulir algunos detalles, pero por ahora, sólo tengo que esperar a que esta mierda sane —dijo mientras señalaba el cabestrillo de su brazo.

—Eso de que tienes un plan no me convence —habló Lennon mientras seguía conduciendo.

—¿Tú también me vas a cuestionar? Si no mal recuerdo ¿Cuántas veces les he salvado el culo a ustedes, montón de idiotas?

—Son problemas en los que tú nos has metido imbécil —replicó Esaú

Eso enfureció a Oscar, lo que hizo que se girara sobre su asiento para ver a Esaú con los ojos en llamas.

—¿Por qué no cierras el hocico, Esaú? ¿Cuándo fue la última vez que hiciste algo útil? Sólo te la pasas quejando y llorando por todo lo que hago.

—Me quejo porque eres una mierda como líder. Nosotros simplemente seguimos tus ordenes. No es mi culpa si tus ordenes son tan absurdas y estúpidas como todo lo que has intentado hacer desde que te conocimos. Eh arriesgado ya demasiadas veces mi vida solo por salvar tu gordo pellejo.

—¿Y si tan idiota crees que soy por qué no lo haces tú, pedazo de mierda?

—Si lo hiciera yo, ni siquiera estaríamos en este lío. De echo, querido "líder", tu no sabes lo que haces la mitad del tiempo; tu dependes de mi y de los demás para cumplir tus ridículos delirios de grandeza y fantasía. Siempre eres el psicópata que dispara antes de preguntar.

- ¿Quieres ver lo que puede hacer este psicópata? Maldito hijo de puta, ya estoy harto de ti... Yo no los necesito a ustedes ¡Puedo hacer esta mierda por mi propia cuenta! —comenzó a gritar, histérico—. ¡Para el puto auto Lennon!

—¿Se quieren calmar los dos, putos locos? —exclamó Chucho intentando hacer que Oscar se volviera a sentar, pero solo ocasionó que este lo empujara.

En cuanto Chucho se apartó, Oscar se abalanzó contra Esaú sin importarle que Lennon siguiera conduciendo, lo que ocasionó que este comenzara a desviarse del camino y a dar giros bruscos.

—¡Te voy arrancar la puta cabeza! —gritó Oscar mientras intentaba golpear a Esaú, pero este bloqueaba todos los ataques con su antebrazo.

—Ya siéntate maldito animal... —murmuró Esaú intentando quitárselo de encima.

Lennon finalmente logró frenar el auto. Cuando lo hizo, Oscar se bajó inmediatamente del vehículo y fue hacia la puerta de Esaú.

—¡Bájate estúpido pedazo de mierda! ¡Vamos a arreglar esto ahora! —le exigió Oscar mientras pateaba la puerta del auto.

—A esto me refiero maldito loco, explotas demasiado rápido —comenzó a hablar Esaú intentando guardar la calma, mientras bajaba del auto.

—Desde que nos conocimos sólo te la pasas escupiendo mierda contra mí, y ya me harté de tolerar tus estupideces —le respondió con rabia Oscar.

—Nosotros somos los que tenemos que aguantar cada idiotez de ti, puto loco.

Oscar ya no le respondió, solo se lanzó contra el directo a los golpes, pero Esaú lo esquivo ágilmente, tomándolo de la nuca, y azotándolo contra la ventana de la puerta del auto.

—Me lleva la chingada, váyanse a pelear a otro maldito lado —exclamó Chucho enojado mientras bajaba del auto también.

Aunque Oscar no había roto la ventana, el golpe que recibió fue bastante duro, lo que hizo que le costara un poco poder ponerse de pie.

—No quieres hacer esto Oscar, te puedo partir a la mitad si se me da la gana —le advirtió Esaú con seguridad.

—¿Qué? ¿Crees que solo porque tengo el brazo jodido no puedo darte una paliza? No te creas la gran cosa solo por saberte un par de trucos Esaú —le respondió con soberbia.

—Ya cálmense los dos de una puta vez, acabamos de arreglar el maldito auto —se puso Chucho entre los dos. Yo también quise intervenir, pero en el fondo quiera ver cómo le reventaban la cara a Oscar, así que solo me límite a mirar.

Oscar no hizo caso, y en un movimiento imprevisto por Esaú, logro darle un puñetazo en el rostro que hizo que retrocediera. Esaú se agarró el mentón por el golpe, sobándoselo, y después tomo una posición de defensa; esta ocasión no se andaría con rodeos. Oscar, confiado, volvió a intentar atacarlo, pero esta vez Esaú le bloqueo con el antebrazo, para con el otro soltarle un codazo en el rostro que dejo a Oscar en el suelo. Tercamente, se puso de pie lo más rápido que pudo, pero Esaú no lo dejo ni reaccionar; le soltó una brutal patada en el estómago que le sacó por completo el aire a Oscar, y cuando este se agachó por el dolor, Esaú le soltó otra patada en el costado de su cabeza, que lo volvió a tirar al suelo.

—¿Ya tuviste suficiente? —le preguntó Esaú con firmeza.

Oscar tardo un poco en responder. Claramente había sido humillado delante de todos. Se intentó poner de pie con dificultad recuperando el aire que había perdido. Fue en ese momento en el que note que intento sacar algo de su bolsillo, pero cuando se percató de que no tenía lo que quería sacar, se terminó de poner de pie, y empezó a reírse.

—Está bien... está bien... tengo que admitir que yo tuve la culpa —comenzó a decir Oscar mientras recuperaba el aliento.—. Pegas bastante duro...

Esaú ya no le respondió. Se estaba controlando bastante bien para no romperle los dientes ahí mismo a Oscar. Supongo que pensó que no era una muy buena idea comenzar una pelea a esa hora y en ese momento, pero no voy a negar que fue una de las cosas más satisfactorias de las ultimas semanas el ver como Esaú le hacia tragar tierra a Oscar.

—Si ya se calmaron par de lunáticos, será mejor que nos larguemos de aquí de una maldita vez, ya es tarde y la verdad estoy exhausto —comentó Lennon mientras tomaba el volante del auto.

El resto del camino no hubo ni una sola palabra. Al primero que dejamos en su casa fue a Oscar. Sólo salió del auto aún adolorido por la paliza de Esaú, se despidió de nosotros y se fue al sótano del jardín de su casa.

—¿Creen que esté bien? —preguntó Chucho algo preocupado.

—Que se joda, él se lo buscó —le respondió Esaú tajantemente.

—Ni se preocupen, ya verán como mañana volverá a decir sus típicas idioteces —les contesté mientras seguía mirando por la ventana.

Al siguiente que dejamos en su hogar fue a Esaú, quien solo se despidió y dijo que nos vería después. Cuando abrió la puerta de su casa, pude notar en un vistazo rápido una persona en silla de ruedas que lo recibía. No sé porqué hasta ahora no había notado que Esaú nunca había hablado de su familia, supongo que era algún tema que no le gustaba tocar, o yo que sé. Al menos hoy pude tener un breve vistazo.

Lennon fue el siguiente que dejamos en su casa. Llegamos al barrio donde vivía, y simplemente se bajó del auto y camino hasta su casa. Cuando entro a esta, pude escuchar como su madre comenzaba a gritarle de el por qué hasta esas horas se aparecía. Fue algo bastante gracioso, pero Chucho no quiso quedarse más tiempo por miedo a que pudiéramos meternos en problemas también nosotros.

Después de unos minutos de camino, Chucho se estacionó justo enfrente del sucio edifico donde vivía, esperando a que tomara el valor de salir, y enfrentar a mi madre.

—¿Ya sabes que es lo que le vas a decir? —me preguntó  mientras se recargaba en el volante.

—Supongo que la mierda esa de que nos asaltaron. Aunque si descubre que estoy mintiendo, no me va a ir muy bien...

—¿Tiene mal genio o qué? —bromeó.

—No, rara vez se enoja conmigo. La última vez que la recuerdo ver furiosa fue cuando me suspendieron de la preparatoria por haberme peleado el año pasado con un imbécil. Supongo que más que estar enojada, tenía miedo de que me expulsaran de la escuela.

—Si...oye —cambió de tema Chucho—. Tú... ¿Tú crees que Esaú haya hecho bien?

—¿De qué? ¿Patearle el culo a Oscar? Es lo mejor que he visto en mucho tiempo —le respondí sonriente.

—Sí, pero...no sé. Me preocupa la reacción que tomó Oscar. Fue algo...extraña.

—En eso tienes razón, conociéndole, me sorprende que se haya dado por vencido así de fácil... aunque bueno, cualquiera en su lugar se hubiera rendido frente a Esaú —intenté explicar.

—No lo sé Arthur...algo no me cuadra —Chucho agachó la mirada—. Después de lo que les hizo a esos chicos, me sorprende que haya actuado de esa manera con Esaú

—Bueno, si te soy sincero, se lo merecían...

—¿Qué? —me respondió Chucho con tono molesto y confundido

—No estoy justificando a Oscar; pero ese bastardo, el chico que perseguimos, te disparó, te intentó matar, y cuando yo estuve allá arriba con él, supe que no se iba a detener hasta asesinarme. Y créeme cuando te digo que, si el infeliz hubiera podido matarme, no se habría tocado el corazón.

Chucho sólo dio un fuerte suspiro. Él sabía que tenía razón, sólo que no quería decirlo.

—¿Entonces por qué no lo mataste tú? —me preguntó.

—Yo...yo... —intenté buscar las palabras adecuadas, pero, simplemente no me salían. 

No quiera decirle que, en realidad, si el arma no se hubiera quedado sin balas, hubiera jalado el gatillo. Sabía que solo me estaba mintiendo a mí mismo, pero de igual manera, el hecho de aún no haberme manchado las manos con sangre, significaba un gran alivio para mí.

—¿Y bien? —me presionó.

—Yo...no lo sé Chucho, tal vez solo no quería hacerlo y ya, pero no me molesta que Oscar lo hubiera hecho.

—Eso es porque en realidad no quieres matar a nadie. Ningún ser humano le gusta la idea de matar a otro; aunque una vez que cruzas esa línea, podrías terminar como...como Oscar. Sólo asesinas por el simple hecho de que puedes hacerlo. Por saber que tienes ese poder.

—Que mate a alguien por defensa propia no significa que me voy a volver un puto psicópata como Oscar —intenté alegarle—. La idea de matar a alguien no me molesta, pero sólo si es necesario. Si esos Lirios siguen siendo tan hijo de putas con nosotros, ya no me voy a detener.

—Tú no quieres matar a nadie Arthur. Yo tampoco. Ni Lennon y probablemente Esaú tampoco, aunque ya lo haya hecho... Es solo que, me preocupa demasiado la idea de que Oscar pueda arrastrarnos a ese límite. El cabron nos está metiendo a una maldita guerra de mafias; y ya tengo demasiadas cosas en mi conciencia como para aun seguirle agregando más piedras.

—¿Entonces qué sugieres?

—No sugiero nada Arthur, solo...quiero quitarme ya a Oscar de encima. No...no quiero morir —me contestó desanimado

—Yo tampoco quiero morir, pero no podemos hacer nada. Nosotros solos nos metimos a este fango de mierda.

—Pffff, ya lo sé Arthur, es solo que...tengo la sensación de que las cosas se van a poner mucho peor.

— ¿Cuándo las cosas no se han puesto peor? —le contesté con realismo—. Solo no te preocupes tanto, si el gran plan del que habla tanto Oscar resulta funcionar, ya verás cómo esto solo será un vago recuerdo en el futuro.

—Eso espero Arthur...

Acto seguido, me bajé del automóvil, y me despedí de Chucho, quien arrancó y se perdió entre la oscuridad de las calles.     

Miré hacia las largas escaleras que tenía que subir, y suspiré pesadamente, cansado. Mientras las subía, ensayaba una y otra vez lo que le diría a mi madre al entrar por la puerta. Pero mientras más pensaba en que podría decirle, más estúpido sonaba en mi cabeza. Cuando llegué a la puerta de mi casa, tenía la mente en blanco. Pude asomarme unos centímetros por la ventana semi-cerrada por la cortina, y logré ver a mi madre que estaba sentada en el sillón, esperándome. Me sentí como el peor hijo que alguien podría tener, no tenía el valor de entrar por esa puerta. Sólo me quedé parado frente a ella como un total idiota.

Al final mi madre se percató de que estaba afuera, y me abrió la puerta. Cuando la vi, supe que estaba furiosa, pero la expresión de su rostro cambio radicalmente cuando me miro con mi aspecto actual.

—Hola mamá...  

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