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Capitulo 25

—¿Pero qué mierda...? —dijo Chucho con impresión mientras miraba por el espejo retrovisor.

—Me cago en todo, no traes la puta licencia —exclamó Oscar girando para ver la patrulla, que no era una patrulla, sino dos motocicletas con dos policías montados en ellas.

—¿Qué carajo hacemos? —le pregunté con la esperanza de que tuviera algún plan.

—Si aceleramos, eso solo ocasionara que nos veamos sospechosos —señaló Lennon

—A ti te encanta decir lo obvio ¿No? —le recriminó Esaú.

—No podemos detenernos, tenemos un puto barril con un cuerpo dentro —nos recordó Chucho el cual ya se había puesto nervioso.

—¿Qué tal si los sobornamos? —sugerí la primera solución que se me paso por la cabeza.

—¿Sobornar a esas ratas?

—No es tan mala idea, así nadie sale lastimado y continuamos nuestro camino.

En eso, las motocicletas que ya estaban a centímetros de nosotros, tocaron sus cláxones, indicándonos que no orilláramos inmediatamente. El tiempo se nos había terminado, y aún no teníamos ningún plan.

—Bien, detente y estate tranquilo...tengo una idea —le indicó Oscar a Chucho, a lo cual el solo asintió nervioso.

Chucho se hizo a un lado del camino, y en seguida las motocicletas se estacionaron detrás de nosotros. Yo giré hacia atrás y pude observar como dos uniformados se nos acercaban con caras de pocos amigos. Cuando llegaron con nosotros, tocaron la ventana con una de esas porras que tanto les gustaba presumir. Chucho bajó la ventana con nervios y después comenzó a hablar.

—Buenas noches oficial... ¿Qué...qué es lo sucede?

—¿Tiene alguna idea de por qué los detuvimos? —dijo sin rodeos el policía con su compañero detrás respaldándolo.

—No...la verdad es que no. Estaba en el límite de velocidad...y...no vengo ebrio.

—Necesito que descienda del vehículo y nos muestre su licencia, ahora —ordeno sin titubeos.

—Espere, espere amigo —interrumpió Oscar—. Mi amigo no tiene licencia de conducir, porque yo estaba enseñándole a manejar. En la ciudad no se le puede enseñar a nadie, ni mucho menos a una cabeza hueca como él sin provocar algún incidente.

—En ese caso necesito que los dos salgan del vehículo y desciendan, esto es un allanamiento vehicular de rutina.

—Eso es lo más estúpido que he escuchado —exclamó Lennon—. ¿Cómo que de rutina? Necesitan una maldita orden.

—Muy bien cerebrito, tú también baja del vehículo. Todos ustedes bajen ahora mismo, o lo haremos por la fuerza.

Estos policías actuaban de una manera demasiada rara y agresiva. Y esa actitud a ninguno de nosotros nos daba buena espina. Mientras Lennon estaba discutiendo casi con insultos con los dos policías, poniéndose estos cada vez más agresivos, y Esaú tomando su arma con disimulo, yo logré notar algo por la ventana demasiado raro, que me hizo desconfiar totalmente de estos tipejos: ¿Desde cuándo los policías usaban tenis?

Le di un pequeño codazo a Esaú para que me prestara atención, y disimuladamente le mostré mi descubrimiento. Esaú miro a los policías con una expresión de confusión y enojo, pero cuando estábamos a punto de decirle a Oscar, este de la nada decidió bajarse del coche, aparentemente rindiéndose.

—¡Está bien, está bien! No hace falta ponernos tan agresivos —exclamó mientras cerraba la puerta del coche

—Pon las manos donde pueda verlas, y dile a tus amigos que bajen del maldito coche —le contestó golpeado el policía con su porra en la mano.

—Si, si, si... está bien —No entendía que demonios estaba haciendo Oscar. Él se acercó lentamente hacia ellos, hasta que estuve enfrente de los dos. 

Cuando uno de los policías estaba por sacar las esposas para someterlo, Oscar desenfundó de su chaqueta su revólver, y en menos de dos segundos, sin darles tiempo a reaccionar, los dos oficiales tenían una bala en el cuerpo, cayendo en el suelo retorciéndose.

Yo, como todos los que estábamos en el auto, nos quedamos paralizados, mirando lo que Oscar acababa de hacer. Él sólo se acercó a ellos, y a cada uno les implanto una bala en la cabeza, terminado por rematarlos. El primero que bajó del auto fue Chucho y se dirigió hacia Oscar atónito, preguntándole qué carajo acababa de hacer. Después siguió  Lennon, luego Esaú y hasta el último yo.

—Pues, problema resuelto —respondió Oscar hacia nuestras miradas acusadoras

—Acabas de asesinar a dos malditos policías ¿Pero qué mierda tienes en la cabeza? —estalló Chucho encarándolo

—No eran policías —comencé a hablar, intentando calmar a Chucho—. Mira sus zapatos. En mi vida he visto a un policía que se respete utilizando tenis.

Chucho volteó hacia los cadáveres y se percató de que lo que le decía era cierto. También Oscar, extrañamente, ya que yo había deducido que él se adelantó a matar a los dos impostores por haberlo ya descubierto. Pero al parecer no, apenas se iba enterando.

—Entonces... ¿Para qué demonios nos detuvieron? —preguntó confundido Chucho.

—No tengo ni la más mínima idea —le respondí mientras me dirija a las motocicletas para verificar si también estas eran falsas.

—De seguro los muy bastardos ya venían siguiéndonos desde hace tiempo. No es casualidad que hayan querido bajarnos con mucha urgencia del auto —comentó Oscar mientras examinaba los cadáveres.

—¿Y ahora qué hacemos con los cuerpos? No podemos dejarlos aquí tirados en medio de la nada, nos descubrirán —dijo Esaú con un tono preocupante en su habla.

—Tampoco podemos regresar con Demian —aclaró Lennon—. Perderíamos demasiado tiempo, ya llevamos más de la mitad del camino como para regresar.

—No creo que se preocupen tanto por ellos si es que los dejamos aquí tirados, no son policías reales, solo son impostores, seguro la noticia no será tan impactante como seria si fueran reales —Intentó convencernos Oscar, pero creo que a ninguno de nosotros le gusto esa idea.

—No podemos dejarlos aquí y ya. Tarde o temprano terminarían por llegar a nosotros. Tenemos que deshacernos de ellos —insistí.

—¿Qué hacemos con las motos? —volví a dirigirme a ellos mientras, ya con la certeza de que esos dos vehículos tampoco eran auténticos, si no que tenían el escudo y la pintura de la policía estaban hechos con pintura barata.

—Mierda, no lo sé. Esto se está saliendo de las manos —Chucho comenzó a enredar sus dedos en su cabello, quitándose su gorro, preocupado.

—Bien...tengo una idea...pero no les va a gustar —Comenzó a decir Oscar mientras entraba el auto, y observaba el indicador del combustible—. Tal vez, si le sacamos el combustible a las motocicletas, y una parte a nuestro auto, podamos quemarlos todos juntos en una zanja.

—¿Qué? ¿Hablas en serio? —le cuestiono Esaú.

—Bueno, no se me ocurre nada mejor.

—Por mas que estemos en el desierto, una fogata enorme en medio de la noche llamara la atención. Nos van a  descubar antes de que los cuerpo terminen hechos carbón —le explique a Oscar—. Pero podemos enterrar las motos –sugerí – cavamos un buen agujero en medio del desierto y las metemos.

—Me lleva el demonio ¿Sabes lo tardado y lo cansado que es cavar un agujero de la dimensión correcta para meter ahí a dos motocicletas y dos cuerpos? Por eso fue que llame a Demian, para que nos ayudara con el asunto del jodido Lirio, y nos ahorráramos el trabajo de tener que estar cavando agujeros—. Oscar se veía bastante frustrado con la idea de tener que escarbar en la tierra—. Además, creo que ni siquiera tenemos una pala.

—Tengo una en el maletero —le respondió Chucho—. Está debajo de la llanta de emergencia. Venía con el auto incluido. Siempre me dio flojera sacarla de ahí, así que supongo que debiera de seguir en ese lugar.

—Entonces supongo que es nuestra mejor opción –mencionó Lennon—. Debemos de comenzar a trabajar.

—Tengo una mejor idea —exclamó Oscar—. Puedo llevar las motocicletas a un vertedero. Conozco a un tipo que es como Demian, solo que él en vez de deshacerse de cuerpos, se deshace de vehículos. Está algo lejos, a unos cuentos kilómetros, pero es mucho mejor a la idea de tener que enterrarlas.

—Suena bien... Eso nos ahorraría el trabajo de tener que escarbar un agujero gigante —le respondí, para luego decirle los inconvenientes de su plan—. Pero son dos motocicletas, y no creo que quieras hacer un doble viaje.

—Yo puedo ir a dejarlas con él –mención Esaú sorprendentemente—. Tengo más o menos la idea de cómo manejar una moto, y si eso ayuda a que esta noche de mierda al fin termine, haré el sacrificio de pasar al menos una o dos horas de camino con este imbécil —terminó, mientras señalaba a Oscar sin mirarlo.

—Ni te hagas el sufrido Esaú, que el sentimiento es mutuo —le respondió Oscar algo enojado.

—¿Y qué hacemos con los cuerpos? —preguntó Lennon—. ¿Seguimos con el pan de enterrarlos?

Después de esa pregunta, comencé a analizar las cosas lo más rápido que pude. Ahora que ya nos habíamos desecho del problema de las motocicletas, tal vez alguien podría ir a dejar los dos cuerpos con Demian, para así hacer un viaje de regreso y llevarlo al vertedero. Eran unos 20 minutos de viaje si es que no se distraían y no había tráfico, y probablemente cavando algún agujero para meterlos dentro, nos tardaríamos al menos una hora con suerte. Así que, por tiempo, la mejor opción era que uno llevara los cuerpos de los policías impostores de nuevo con Demian...pero había un problema. Con el cuerpo del Lirio dentro del coche, ni de chiste podrían caber los tres. Así que no tuve una mejor idea después de pensar en ello.

—¿Qué tan lejos está el vertedero químico? —pregunté.

Unos minutos después, Lennon había partido con el auto de Chucho para llevar los cuerpos con Demian, y Esaú y Oscar partieron en las motocicletas. Mientras que yo, me quedé con Chucho, decididos a pasar una larga noche empujando el barril hasta el vertedero de desperdicios químicos. Se suponía que Chucho era el que llevaría los cuerpos con Demian, pero el tonto no recordaba con exactitud la ruta que habíamos tomado para llegar con él, algo que Lennon para nuestra fortuna si recordaba. Así que, sin más, Oscar nos indicó la dirección donde estaba el vertedero, el cual, si atravesábamos el desierto, sería una línea recta sin el peligro de encontrarnos con algún civil que estuviera merodeando por la carreta. Y si lo hacíamos sin detenernos, llegaríamos en 20 minutos, o tal vez un poco más, y nos quedaríamos en el vertedero a esperar a Lennon para que nos recogiera.

Y comenzamos nuestra travesía. Chucho tiró el barril de costado, y comenzó a hacerlo girar mientras él se encorvaba para moverlo con las manos, yendo yo detrás de él, vigilando que no hubiera algún curioso en la penumbra. Tenía mi arma guardada en mi chaqueta, y Chucho también traía la suya, la cual antes de que todos nos separáramos, decidió hacer un intercambio con Esaú. 

—Toma, quédate tu con esta, ya no la soporto. Estará mejor en tus manos —fue lo que le dijo.

—¿Por que? Creí que te gustaba —le respondió Esaú.

—No esta echa para mi. Tu tienes mejor puntería y precisión. Este revolver fue echo para ti. Solo tómalo y... hazme ese favor. Si sigo utilizándolo yo, me volare las manos algún día de estos.

Esaú lo acepto, y tomo el revolver, dándole  a el la pistola pequeña.    

Estuvimos en el desierto, bajo la luna y el frio infernal de la noche, empujando el barril alrededor de 15 minutos, cuando apenas las primeras luces de los faroles del vertedero lograban mirarse a la distancia. Eso se significaba que al menos no habíamos tomado a la dirección incorrecta, pero aún nos faltaba un largo camino por recorrer. Fue entonces, tal vez para hacer un poco más tolerable el trayecto, que Chucho comenzó a hablarme.

—Vaya mierda de noche —bufo mientras terminaba de darle el ultimo empujón al barril, para que yo tomara su lugar.

—Ni me lo digas; pero ve el lado positivo, ya falta poco para que termine —intenté subirle un poco los ánimos mientras comenzaba a empujar el barril.

—Todo esto Arthur... todo esto es una puta mierda —comenzó a decirme, con la mirada triste—. Y no tiene pinta de que vaya a acabar. Por dios, ahora mismo estamos empujando a una maldita persona diluida en acido ¿Eso en qué clase de personas nos convierte?

—No lo sé Chucho, tal vez solo en personas que quieren sobrevivir. Oscar es un puto loco, pero pronto terminará esto.

—¿Si? ¿Por qué lo dices? ¿Crees que nos vaya a dejar salirnos de esto así como si nada?

—No...pero creo que, si lo ayudamos a terminar este problema con los Lirios, nos pueda dejar en paz.

—Asesinando más gente.

—Escucha Chucho, a mí tampoco me gusta esto—levante un poco mi tono de voz, incomodo—.  ¿Tú crees que he podido dormir las últimas semanas? Ni siquiera puedo mirar a mi madre a los ojos sin decirle alguna mentira. Pero quiero pensar que todo valdrá la pena al final.

—Yo ya no estoy tan seguro de ello, Arthur. Oscar no para de asesinar personas ¿Cuándo es que llegara a su límite? ¿Cuándo es que esto terminará alcanzándonos a nosotros? ¿Y para qué? ¿Pará un poco de dinero fácil? ¿La vida de estas personas vale solo unos cuantos dólares?

—Estamos en la misma posición Chucho, y no creo que haya otra salida o alguna opción— le respondí un poco molesto—. Así que mejor ayúdame a hacer esto, y deja de pensarlo tanto ¿Quieres?

—Entonces solo te resignaras... Y aceptaras este destino de mierda.

—Mi puto destino fue marcado cuando a mi madre le diagnosticaron tuberculosis —me gire, para verlo al rostro—. No importa cuán honradamente trabaje, en este maldito mundo a las personas nobles jamás se les recompensan. Si no hago nada, y sólo me quedo de brazos cruzados, sería como si yo la asesinara—. Cuando le respondí eso, en un impulso algo tonto, Chucho tardo en responderme un poco, procesando lo que había escuchado.

—Tu mamá... ¿Está enferma de eso? —pareció haberse afligido. Creo que no se lo esperaba.

—Ya venía ella tosiendo desde un par de meses, y no hace mucho la diagnosticaron. ¿Sabes lo costoso que son esas malditas medicinas para esa puta enfermedad? Más de la mitad de lo que gano con Oscar se van para eso, y la otra mitad es para pagar todos los demás gastos.

—Vaya...cielos amigo...lo...lo siento. Lo siento por tu madre

—No, no hace falta que lo hagas. Ella estará bien, pero por eso necesito estar aquí. Además, tú fuiste el que hace menos de un día me decía que no teníamos ninguna alternativa... ¿Por qué ese cambio de perspectiva tan brusco?

Chucho bajó la cabeza, y después suspiró para volver a levantarla, y darme una mirada, que no olvidaría en mucho tiempo.

—Tengo miedo Arthur... —me respondió con inseguridad—. Tengo miedo de que esto termine saliéndose de nuestras manos. No tengo ni la más mínima idea de con qué clase de personas Oscar se esté metiendo, pero no tengo un buen presentimiento. Solo mira como estamos ahora. En medio del desierto, empujando un barril con un chico muerto dentro de él. Esto se está volviendo demasiado para mí.

Si hubiera sido un poco más frio, le hubiera respondido a Chucho que dejara de ser un cobarde y me ayudara a seguir empujando el barril. Pero me sentía exactamente como él. Tenía miedo, y no solo por mí, temía que estuviera poniendo a mi familia en peligro sin darme cuenta. Pero no había tiempo para estar lamentándose.

—Te entiendo Chucho —le contesté mientras asentía y lo tomaba del hombro—. Encontraremos una solución. Pero necesitamos hacerlo con orden, o no llegaremos a ningún lugar.

Chucho pareció comprende lo que quise darle a entender. Sólo dio otro suspiro frustrado, y siguió caminando.

No hablamos nada en lo que quedo del camino. Chucho estaba algo cabizbajo, pero ya no quise molestarlo más. A veces el silencio puede ser la mejor respuesta. Finalmente, agotados, y muertos de frio, llegamos hasta las barreras del vertedero. Nos dirigimos hacia las enromes puertas de metal, y un hombre que se encontraba en una cabina que parecía darles paso a los automóviles, nos recibió. El tipo tenía 50 años o más, y era bastante delgado. Al menos yo lo hubiera confundido con un vagabundo si es que de la cara no estuviera limpio. Básicamente sólo nos preguntó qué era lo que teníamos en el barril, y que hacíamos ahí a altas horas de la noche. Parecía estar bastante confundido ya que también noto que habíamos llegado a pie, y no en auto. Tomé aire y recé por que este tipo fuera el contacto de Demian. Solo le respondí que veníamos de parte de él, y que era un encargo suyo. Y después procedí a darle...tal vez unos 20 o 30 dólares, de los nervios no estuve ni tan seguro de cuanto fue lo que le entregué.

El tipo seguía bastante confundido, pero después de que mencioné a Demian, al menos la mitad de sus preguntas se disiparon. Tomó el dinero, y después solo mencionó que colocáramos el barril a lado de la puerta, y que más tarde él se desharía del barril. Chucho y yo con esfuerzos lo levantamos, y lo colocamos donde nos indicó. Y después de eso, solo nos sentamos a lado de las paredes del vertedero, esperando a que Lennon trajera los demás barriles. El hombre pareció confundido al ver que todavía no nos habíamos ido, así que le explique rápidamente que un amigo nuestro traería más "encargos" en un automóvil, y después de que se los entregaríamos, nos marcharíamos. El hombre pareció satisfecho con la respuesta, y no nos molestó más. Estuvimos ahí sentados alrededor de 15 o 10 minutos más, hasta que finalmente los faroles del coche de Chucho se hicieron presentes. Lennon bajó del automóvil un poco agitado, y pareció estar alegre de vernos. No perdimos más el tiempo, y entre los tres fuimos colocando los otros dos barriles al lado de la puerta como el hombre había indicado. Tuvimos que darle 20 dólares más, ya que, según él, esos eran demasiados barriles para una sola noche. Decidimos no discutir con él y solo se los entregamos. Lo único que queríamos es que esta maldita noche llegara su fin.

Cansados, subimos al automóvil listos para regresar a la civilización. Lennon se ofreció a manejar hasta la ciudad, ya que de los tres, parecía ser él, el que tenía más energía. No hubo ninguna objeción, y dejamos que él condujera. Se suponía que veríamos a Esaú y Oscar en una estación de servicio cerca del bar donde estaba Don Armando, solo para asegurarnos de que todo hubiera salido correctamente. Lennon intentó contarnos cómo fue que le había ido con Demian, y la verdad que parecía ser una historia algo interesante, pero mi cansancio pudo más, y me quede profundamente dormido apenas mi cabeza toco la ventana del vidrio, al igual que Chucho.

Cuando me desperté, ya estábamos en la parada de autoservicio, y levemente pude notar cómo es que el sol estaba asomándose ya por las lejanas montañas. Miré el auto, y no encontré a nadie. Así que miré fuera de la ventana y me encontré a Chucho y Lennon saliendo de la tienda que estaba en la gasolinera. Tenía demasiado sueño, y la mañana estaba helada, pero también me estaba muriendo de hambre como para quedarme otro rato más en el automóvil.


—Veo que al fin despertarse —mencionó Lennon mientras me veía bajando somnoliento del carro. 

—Ten, toma esto, debes tener hambre —me dijo Chucho mientras me daba un sándwich de esos que se vendían en un refrigerador. Lo tomé sin pensarlo, y me lo comí mientras le agradecía a Chucho.

—¿Todavía no han llegado Esaú ni Oscar? —les pregunté mientras terminaba de comerme el sándwich

—No, aún no, pero no deben ya de tardar mucho. Tampoco llevamos mucho tiempo aquí —me respondió Chucho mientras terminaba de sorber la caja de un jugo.

Nos sentamos en una de las bancas que estaban fuera de la tienda, descansando los ojos, y comiendo lo más saludable que encontramos en la tienda de servicio, ya que al menos yo, no tenía ganas de nada que tuviera sal, o mucho dulce. Estuvimos ahí casi durmiéndonos al menos una media hora más, hasta que la voz irritable de Oscar me despertó.

—¡Arriba! Que ya es de día, el sol está saliendo —comenzó a gritarnos con burla Oscar.

Chucho, molesto, le aventó una caja de jugo al rostro. Después se levantó, y le pregunte de el por qué carajo es que se habían tardado tanto, a lo que él solo le dijo que tenían que asegurarse de que las motocicletas fueran totalmente reducidas a no más que escombros. Esaú estaba detrás de él, igual medio dormido, esforzándose por mantenerse en pie. Supongo que su noche no fue menos desagradable que la nuestra.

—Entonces ¿Ya está? ¿Se terminó toda esta mierda? —pregunté con la esperanza de que me respondiera con lo que quería escuchar.

—Si te refieres con el asunto de los Lirios, no lo creo. Esas perras no dejarán de molestarnos hasta que les demos una lección, y tengo un plan —señalo Oscar entusiasmado. 

A diferencia de todos nosotros, la pesada noche no pareció afectarle. Se veía fresco como una lechuga, lo que era espeluznante, más con el hecho de que parecía que ignoraría los consejos de Don Armando y Demian respecto con los Lirios, y sobre no desatar una guerra. O al menos pasaría que eso pasaría, si es que su plan fallaba.

—Tú no tienes llenadora ¿Verdad? —le respondió Esaú molesto mientras se apoyaba en un poste para descansar.

—Relájate ¿Quieres? Ya se más o menos qué es lo que debemos de hacer, pero tomará tiempo, un poco más de lo que me gustaría. Así que les sugeriría que, por el momento, todos seamos discretos, y tomemos precauciones, al menos de aquí en lo que consigo todo para que el plan pueda funcionar —comenzó a explicar Oscar con tanta seguridad. Por lo menos quería dar la impresión de que sabía de lo que estaba hablando.

—¿Y cuál es ese maldito Plan, Oscar? —pregunté lo que todos querían saber— ¿Realmente irás y matarás a su jefe como si nada?

—Si logro hacer que se queden sin líder, su organización entrará en caos, y no tardarán en desintegrarse por sí solos. Pero tampoco iré hasta su guarida y le meteré un plomazo a su líder. Como si las cosas fueran tan fáciles.

—¿Entonces como lo harás? —estaba impacientándome, ya que cuando Oscar me decía que estaba pensando en todo, tenía una muy pobre fe en él ¿Oscar desde cuando ha pensado las cosas?

—Más bien dirás, como es que lo haremos —aclaró—. Y sobre el "cómo" no te preocupes, todo llegará a su tiempo, tengo que pulir algunas cosas, pero créeme que no tardaremos mucho en actuar.

No sé por qué, pero algo no me convencía del todo en las palabras de Oscar. Lo único por lo que actuaba era por venganza y plenamente por ella. El Lirio se veía muy convencido de sus palabras cuando declaró que su gente iría tras nosotros a cazarnos como ovejas. Algo me decía que Oscar haría alguna estupidez, y acabaríamos todos muertos. Pero nadie se atrevió a decirle nada. No sé si por la fe que le tenían sobre su plan, o simplemente estaban demasiado cansados para contradecirlo en algo, y lo único que deseaban era ir a casa para dormir. Esaú se veía que estaba a punto de desmayarse, Chucho estaba tan pálido como una hoja de papel, y los ojos de Lennon comenzaban a remarcase sus ojeras. Ni siquiera me moleste en mirarme en algún espejo, lo más seguro era que estuviera echo un desastre. Pero, de todas maneras, todos le siguieron la corriente a Oscar.

No recuerdo que fue lo que paso después, estaba tan cansado, que mi cerebro dejó de trabajar. Lo poco que tengo en mi memoria, fue que todos subimos en el auto de Chucho, y este fue dejándonos en nuestras casas, uno por uno. Si Oscar dijo alguna idiotez, y Esaú se burló de él, o le dijo algún nuevo insulto, se quedó perdido entre la laguna que estaba hecha mi mente. Solo llegué a casa, y me tiré en mi cama a dormir casi un día completo. Ni siquiera recuerdo el cómo fue que saludé a mi madre. Lo único que deseaba, es que el tiempo se encargar de borrar las imágenes que tenia de aquel pobre chico. Desde cómo su destino fue marcado para terminar desintegrado en un vertedero de desperdicios químicos, hasta en probablemente, el maldito enrollo en que nos estábamos por meter por la culpa de la terquedad e ingenuidad de Oscar.  

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