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Capitulo 23

El pie estaba destrozado, algunos de los dedos no parecían más que cucarachas aplastadas. El pobre chico parecía que había perdido el conocimiento a causa del dolor ya que había dejado de gritar, encontrándose solo con la cabeza agachada, respirando lentamente.

—Bueno, parece que terminamos por hoy —Oscar dejó el martillo lleno de sangre aún con pedazos de carne incrustados, en la mesa y después se dirigió hacia nosotros—. Tengo que ir rápido por algo, esperen aquí y cuiden que este tipo no intente escaparse.

—Créeme, no tiene ni ganas de moverse —le respondió Esaú.

Oscar salió de la habitación y nos quedamos los 4 ahí encerrados con el pobre muchacho. Cuando Chucho giró la mirada hacia él, no pudo evitar las náuseas y acabo vomitando de nuevo en el suelo.

—Esto de aquí está mal, muy muy mal

—¿En serio? No me digas —le respondo a Lennon sarcásticamente—. Acabamos de ver cómo le reventaban los dedos a alguien vivo frente a nosotros.

—Y como le sacaban un diente... —continuó Esaú mientras miraba a la nada—. No volveré a ir al dentista con los mismos ojos.

—¿Y qué se supone que haremos con él? —dije mientras miraba al desdichado chico.

—No lo sé, te diría que lo dejáramos que se vaya caminando por la puerta, pero viendo como esta su pie...dudo que pueda.

—Quizá tengamos que cortárselo también —dijo Esaú, con amargura.

—Oscar es un puto enfermo... —dijo Chucho débilmente mientras se apretaba el estómago, intentando no vomitar más.

—Creo que eso está más que claro ¿Pero a dónde demonios habrá ido? —preguntó Lennon.

—No lo sé, probablemente por algún objeto que solamente su mente sádica sabría utilizar

Me sentía muy mal por el chico. A pesar de que tenía muy en claro que el infeliz intentó matarnos, verlo ahí derrotado, con la cabeza agachada, sin un diente y con su pie hecho pedazos, me daba lastima. Me daban ganas de solo quitarlo de esa silla y llevarlo a algún hospital para que pudiera regresar con la chica de la foto. Pero era claro que no la volvería a ver nunca. En eso, Oscar entró estrepitosamente a la recámara, llevaba varias cosas, una bolsa enorme de basura negra, un trapeador y lo que más llamaba la atención: Una cámara fotográfica.

—¿Y eso para qué carajo es? —pregunte lo que  todos ya estaban pensando.

- Pues, estos tipos son muy organizados. Siempre que interrogamos a alguien, nos piden que antes de deshacernos de él le tomemos una fotografía. No me preguntes por qué o para qué, yo no tuve la idea, pero llevan haciendo esto prácticamente desde que empezaron. Ahora necesito que le levanten la cabeza y me ponga su mejor sonrisa.

¿Una fotografía? ¿Para qué mierda querían una fotografía? De por si ya era muy tétrico que estos tipos torturaran personas bajo un club como para que ahora les tomaran fotos a las víctimas. No le veía el más mínimo sentido, pero no iba a ser yo el que les refutara algo. Así que, aunque de mala gana, fui yo el único voluntario que fue a levantar la cabeza para que en la fotografía se le pudiera ver el rostro al chico. Intenté no jalarlo del cabello, pero ya a este punto poco o nada importaba que intentara no hacerle más daño.

—No vaya a salir yo en la fotografía imbécil —le advertí a Oscar, con miedo a que se me pudiera incriminar de algo.

—No te preocupes, solo sales de la cintura para abajo, el que quiero que salga es este bastardo —me respondió al mismo tiempo que preparaba la cámara para tomar la fotografía.

El chico miro por unos segundos hacia la cámara, tal vez resignado, el flash salió disparado cegándome por dos segundos.

—Ya está...ahora solo le tengo que darle el rollo a estos tipos y ellos se encargan de la foto.

—¿De verdad no sabes para qué quieren esa foto? —insistí.

—Tengo una idea. Hace un tiempo vi que tenían como una clase de expediente de todas las personas a las que interrogaban o mataban. Está muy bien resguardado, no cualquiera tiene acceso a el. Supongo que lo hacen para estar organizados o uno de ellos tiene un fetiche; yo que sé, la verdad no me importa, para mi es divertido tomarles una foto a estos bastardos.

En seguida, Oscar guardó la cámara y después desenfundó su arma, que probablemente la recogió cuando se fue de la habitación—. Y hablando de eso, tengo que admitir que fue divertido, pero creo que tu momento al fin ha llegado —apuntó el arma directo a la cabeza del chico.

—Les dije todo lo que querían...por favor... no...no quiero...

—Lo siento amigo. Así son las cosas —Oscar le dio una sonrisa burlona y le quitó el seguro a la pistola.

—¿En serio lo vas a matar? —le cuestionó enojado Chucho

—¿Qué sugieres? ¿Qué lo dejemos ir?

—No...pero no es justo que aún después de que respondió todas nuestras preguntas termine de esta manera.

—La vida no es justa Chucho, que se te grabe bien eso en la cabeza. Así son las cosas.

Creí que Chucho lograría convencer a Oscar de alguna manera para que el chico lograra sobrevivir, o algo, pero antes de que Chucho pudiera volver a responderle, Oscar jaló el gatillo y la cabeza del muchacho se inclinó hacia atrás con un agujero en ella. Chucho quedó paralizado, yo logré desviar la mirada antes del acto. Oscar, como siempre, mostró esa mirada sin sentimientos.

—Vamos, tenemos que limpiar este desastre —Oscar volvió a enfundar su arma y después fue al escritorio para tomar unas tijeras. Cortó la cinta que tenía al chico sujeto en la silla, y una vez estuvo libre, este cayó al suelo.

—¿Ahora qué? —preguntó Lennon, algo afligido por la escena.

—Bueno, para que no se manche el auto de toda esta porquería, hay que meter el cadáver en la bolsa. Después limpiamos el suelo.

—¿A dónde quieres llevar al chico? —dijo Chucho con un tono de voz tenso.

—Lo llevaremos con un chico que se encarga de este tipo de cosas. Lo acabo de llamar, nos está esperando. No recuerdo bien su nombre, pero sé dónde trabaja. Está afiliado con esta organización, así que es de confianza. Bueno, me han contado que es agradable.

—¿Y qué se supone que hace con los cadáveres o qué? —preguntó Esaú curioso.

—No lo sé, nunca he ido con él, supongo que estaremos por averiguarlo, pero es una garantía de que los desaparece del mapa, como si a la persona se la hubiera tragado la tierra.

—Mientras no los haga en hot dogs o algo así...creo que estaremos bien —bromee un poco para calmar la tensión, pero parece que al único que le hizo gracia fue a Oscar. Los demás seguían demasiado tensos.

Oscar, Esaú y yo nos encargamos de meter al chico en la bolsa. Intentaba engañar a mi mente con el pensamiento de lo que estaba agarrando no era más que un pedazo de carne, y no el cadáver de una persona de la que fui cómplice de su asesinato. Me sentía bastante mal, no podía dejar de imaginarme en los zapatos de él. Asustado y sin esperanza, hace unos días creyéndome el rey del mundo, y ahora siendo metido en una bolsa de basura, como literal basura, derrotado y humillado, rebajándome a no ser más que un objeto, algo inerte. Chucho y Lennon tampoco se la estaban pasando nada bien limpiando los pedazos de carne y toda la sangre derramada del suelo. Pude notar como Chucho que parecía ser el de estómago más débil, no dejaba de arquearse y esforzarse por no volver a llenar el suelo de vomito. El trapeador que antes era blanco ahora era de un color rojo muy oscuro, casi rayando en el tono negro; la sangre del suelo empezaba a secarse.

Después de como un cuarto de hora, Oscar sujeto el cadáver a la bolsa con un par de cuerdas para que este no se saliera o moviera demasiado, el suelo había quedado casi limpio, solo omitiendo un par de manchas que ya se habían quedado grabadas en el concreto.

—¿Qué hacemos con esto? —pregunté mientras miraba con tristeza la cartera con la fotografía del chico donde salía con la chica.

—Los cigarrillos yo me los quedo —anunció Oscar mientras se estiraba a la mesa y los tomaba —Y también esto —dijo para después tomar el diente del chico que aún seguía tirado en el suelo.

—¿Para qué diablos quieres eso? —le pregunté.

—Un recuerdo nada mas —me respondió sin importancia mientras guardaba el diente en su bolsillo. Quería decirle que era un maldito enfermo macabro, pero por alguna razón decidí quedarme callado.

Tomé la cartera del chico y decidí guardarla; ya me desharía de ella más tarde. Salimos de la habitación, conmigo y Esaú cargando el cadáver. Oscar fue a devolver las cosas que había tomado prestadas, y una vez todos estuviéramos listos, caminamos por los pasillos en dirección al automóvil. Mientras íbamos cargando el cuerpo, nos cruzamos con varias personas que solo nos veían con curiosidad para después continuar su camino. Era más que seguro que este tipo de cosas, para ellos era lo más mundano. Una de las personas que iban pasando, fue la misma chica que habíamos visto momentos antes, en la oficina de Don Armando; solo que ahora su ropa negra que antes estaba pulcra, se encontraba cubierta de sangre, al igual que su rostro y algunas partes de su cabello oscuro. Caminaba como si estuviera paseándose, fumando un cigarrillo, hasta que, al vernos, se detuvo por unos segundos enfrente de nosotros, probablemente por la curiosidad. Después nos miro a cada uno con una especie de ternura macabra. Su presencia empezaba a ponerme nervioso, y por reflejo no pude evitar bajar la mirada. La chica sonrío mientras escupía el humo del tabaco, coloco su mano debajo del cadáver, para después quitarla, ahora cubierta de sangre.

—Está goteando su bolsa, apuesto que olvidaron limpiar el cuerpo antes de meterlo. Clásico error de novatos —nos dijo con un tono burlón, para después continuar con su camino como si nada.

Yo no había notado que la bolsa estaba goteando, ya que el color negro de esta camuflaba a la sangre, pero cuando miré hacia atrás, me percaté de que si había un par de gotas esparcidas por el suelo. Oscar pareció ignorar lo que dijo la chica, sin tomarle la más mínima importancia, y sólo nos pido que continuáramos avanzando. Tuve que tragarme las preguntas y solo ignorar lo que había pasado, al igual que los demás. Cuando llegamos al automóvil, Chucho abrió la cajuela y con ayuda de todos logramos acomodarlo.

—Si lo que dijo la chica es cierto, la cajuela quedará toda manchada —señaló Chucho.

—Ya lo limpiaremos, no creo que se manche más allá de un par de gotas, y si no se puede limpiar colocaremos un tapete y ya. Deja de preocuparte; es mejor que empecemos a apurarnos porque el lugar donde hay que llevarlo no está nada cerca, y todavía tenemos que volver aquí.

—¿Qué tan lejos está el lugar?

—¿Por qué lo preguntas? Da igual, tendremos que ir de todas maneras.

—No sé si la gasolina dure para un viaje tan largo, por eso quiero saber.

—Pues si no salimos de una vez, llegaremos para la media noche, y regresemos aquí por la madrugada.

—¿Estas bromeando verdad? –dije pasmado.

—¿Qué?

—No puedo desaparecerme así como si nada. Tengo que regresar a casa o mi madre se empezará a preocuparse.

—Lo mismo que Arthur, creerán que me fui de parranda o algo así, y no me iré nada bien cuando regrese —me apoyo Lennon.

—¿Qué no podemos hacerlo mañana en la mañana? —sugirió Chucho

—¿Faltaremos de nuevo a clases? Ya llevamos demasiadas faltas —argumentó Lennon.

—Tenemos un puto cadáver en la cajuela, no creo que la prioridad de ahora sea ir a la jodida escuela —refutó Esaú

—De todas maneras, no podemos hacerlo mañana. Tiene que ser hoy a fuerzas —dijo Oscar.

—¿Que? ¿Por qué?

- No sé, piénsalo. Ese cuerpo no tardara a empezar a oler como el diablo. En la mañana segura alguien lo notará, y si no es así, quitar el olor del auto será muy difícil. Tenemos que deshacernos de el antes de que comience a pudrirse.

—Tienes un buen punto —dije inconforme—. Esta bien, le llamaré a mi madre y le diré que me quedaré a dormir en casa de un amigo por un trabajo escolar. Espero que se lo crea.

—¿Es necesario que vayamos todos...? —preguntó Lennon, a lo que todos le respondimos con una mirada asesina, por lo que supo la respuesta en seguida— Esta bien, veré que puedo hacer.

—Mi hermana sería la única que se preocuparía por mí, pero ya pensaré en algo cuando la vea en la mañana —explicó Chucho.

—¿Y tú Esaú? —dijo Oscar esperando una respuesta.

—No se... haré lo que pueda. Pero tú también eres un imbécil por decírnoslo apenas —le refutó.

—¿Pues qué creías que le íbamos a hacer al cuerpo? ¿Qué solo lo tiraríamos a un bote de basura y ya estaba?

—Ni siquiera sabía que lo ibas a matar, psicópata de mierda.

—¡Cállense de una maldita vez los dos! —exclamó Chucho mientras se colocaba en medio—. Si seguimos peleando, se nos terminará el tiempo. Tenemos que buscar un teléfono público para que cada uno le marque a sus familias, y partir lo más rápido que podamos.

—¿No quieren comprar comida o algo? Yo no sé ustedes, pero a mí ya me empezó a dar hambre —expresó Oscar mientras se frotaba el estómago.

—¿Cómo carajo tienes apetito después de toda la mierda que hiciste allá dentro? —le dije con una expresión de asco.

—No sé, tengo hambre ¿Nadie más tiene?

—No

—Yo tampoco

—Enfermo de mierda... -escuché que alguien susurró.

—Bueno, no es mi culpa que ustedes sean una bola de llorones. Buscaré un poco de comida, volvamos todos aquí en 15 minutos, y larguémonos.

Cuando salimos desde el estacionamiento subterráneo hasta la superficie, Oscar se separó de nosotros, probablemente a buscar algo de comida en el bar. Los demás caminamos por las iluminadas calles buscando un teléfono público que no estuviera rodeado de gente para tener, aunque fuera un poco de privacidad. La calle pese a que el sol ya se había ocultado por completo, había un montón de gente, sobre todos jóvenes que estaban de fiesta, visitando los clubes y los bares. Incluso parecía que la calle estaba más transitada de noche que de día. Caminos un buen rato intentando no llamar la atención hasta que llegamos a una cabina al lado de un puesto de hamburguesas clandestinas, donde había un puñado de personas que estaban haciendo fila para comprarlas.

Lennon fue el primero en hacer su llamada mientras los demás lo esperábamos sentados en la banqueta. Parecía que tuvo un par de problemas con el que estaba del otro lado de la línea, pero al final salió de la cabina y dijo que todo estaba resuelto. Luego fue Esaú, que se tardó como 3 minutos, y al último Chucho. Él fue el que se tardó más, ya que no dejaba de hablar y hablar y excusarse.

—Si, si, si, sé cómo regresarme, el auto está conmigo...No, no está lejos de la casa, tú conoces el lugar. Que si, regreso antes de la mañana, solo es un trabajo, terminaré rápido... ya no te preocupes ¿Está bien?

Su hermana pese a que era menor que el, parecía comportarse como su mamá. Se preocupaba mucho por él, pero al final tampoco tuvo tantos problemas y logró salirse con la suya.

—Creo que solo faltas tú Arthur —me dijo mientras se sentaba con los demás.

Fui a la cabina y metí algunos centavos. Estuvo esperando en la línea por algunos segundos, hasta que mi madre contesto.

¿Hola?

—Hey, hola mamá.

¿Arthur? ¿Qué pasa hijo? ¿Por qué no has llegado a casa? Ya es demasiado tarde.

—El trabajo se me juntó y apenas logré salir, pero quería avisarte que hoy no llegaré a casa a dormir.

¿Qué? ¿Pero por qué?

—Me quedaré en casa de un amigo. Tenemos que hacer un proyecto que se entrega mañana, y la verdad a los dos se nos ha olvidado.

—¿En serio? ¿Y por dónde vive el muchacho? —Esa pregunta no me la esperé, mi cerebro se quedó en blanco.

—Él...vive...vive cerca de la escuela, por donde está el centro comercial ese que abrieron, no sé si hayas ido por ahí.

El que abrieron hace unos meses, ¿no?

—Si, exacto, más o menos por ese lugar. Perdón si ya no te avise antes, pero apenas me acordé.

Está bien hijo. Solo ve con cuidado.

—Regresare en la madrugada a la casa, antes del amanecer, te lo prometo.

Está bien, te esperare aquí mañana, de todas maneras, pensaba en dormirme temprano hoy.

—De acuerdo, te veré en la mañana, hasta luego. Por favor cuídate, si te sientes mal no dudes en ir al doctor.

Adiós hijo, ten cuidado.

Colgué el teléfono y le dije a mis amigos que ya nos podíamos ir, que ya no tenía problemas. Todos se levantaron de la banqueta y volvimos a la parte trasera del club. El guardia pareció reconocernos, ya que nos dejó entrar sin ningún problema. Cuando llegamos hasta el auto, Oscar nos estaba esperando ahí comiéndose lo que parecía una hamburguesa.

—¿A dónde demonios fueron? Se tardaron siglos, ya hasta me voy a terminar mi comida —nos dijo, mientras masticaba.

—Ya estamos aquí ¿No? Terminemos con esto de una vez —dijo Chucho mientras se subía al auto. Oscar alzó las ceja y los hombros, y subió al auto, en el asiento del copiloto.

Una vez todos estuvimos en el auto, Chucho lo puso en marcha, y salimos del estacionamiento.

—¿Dónde queda exactamente ese lugar, Oscar? —le dijo.

—Esta apartado de la ciudad, más o menos por donde comienza la zona desértica. Atravesamos todo eso, y llegaremos a un pequeño almacén que se parece a un taller.

—Esos son al menos cien kilómetros —señaló Lennon.

—Bueno, si tomamos la carretea, y Chucho avanza sin distraerse, y con suerte no hay tráfico, estaremos hay en una hora u hora y media.

—Entonces será mejor que nos apuremos.

—Chucho, solo no vayas tan rápido ¿De acuerdo? Lo último que queremos es que la policía nos detenga por alguna idiotez —le señalé.

—Aparte de que no tienes licencia... —le recordó Lennon.

—¿Espera? ¿Cómo que no tienes licencia? —le dijo Oscar mirándolo sorprendido y enojado a la vez—. Detén el puto auto, que esto si es importante—. Chucho le hizo caso, y detuvo el auto en seco, para después girarse hacia él.

—No...no la tengo, solo tengo 16, obviamente no la tengo, creo que ya te lo había dicho —se defendió de Oscar

—¿Entonces de donde mierda sacaste un automóvil si licencia de conducir?

—Lo compré con alguien que ya conocía. Me hizo el favor de vendérmelo, y ya.

—¿Y por qué mierda no has pensado en sacar una? ¿Cómo demonios vas por la vida manejando un auto como si nada, cuando no tienes una puñetera licencia?

—¿Y de dónde demonios quieres tu que saque una licencia?

—Mira... —Oscar se tomó la parte de la nariz que estaba entre los ojos con los dedos, e intento tranquilizarse— Esta bien, no importa, mañana arreglaremos eso. Solo trae o tómate una foto en la que te veas un poco mayor, y ya nos encargaremos de hacerte una ¿Esta bien? Maldita sea Chucho, pudiste haberme dicho eso antes, hemos estado manejando por toda la ciudad.

—Ya te lo había dicho tarado, y me dijiste que no había problema.

—Vete al diablo, no me dijiste una mierda, todo este tiempo creí que tenías una licencia.

—Por lógica no puedo tenerla, tengo la misma edad que todos aquí.

—¡Por puta lógica deberías tener una licencia, si tienes un maldito auto! Además, les gano por un año.

—Yo igual, tarado... —le contesto Esaú. 

—Bueno ya, no importa, ¿Entonces qué carajo hacemos?

—Pues yo tendré que conducir imbécil, creo que soy el único que trae una licencia —le respondió Oscar con un tono lleno de fastidio.

—¿Y cómo rayos es que conseguiste tu una? —le preguntó Esaú.

—Ya basta de preguntas, hay que largarnos de aquí —nos calló a todos Oscar, mientras cambiaba de lugar con Chucho.

Oscar aceleró el auto, mientras pasaba a lado de un bote de basura, y tiraba la envoltura y los restos de su hamburguesa. Y comenzó nuestro pequeño viaje de madrugada por la carretera.

 Al principio todo fue muy callado. Esaú y Lennon ya iban cabeceando, mientras yo tenía mi cabeza recargada en la ventana fría, mirando las calles y las personas pasar tranquilamente. Aún no caía en cuenta que teníamos atrás a un chico muerto, y que yo fui cómplice de ver como lo torturaban como un animal. Ni siquiera un animal merecía pasar por semejantes cosas. Pero luego recordé todas las cosas que dijo Oscar, y comencé a pensarlo de una manera más fría. Si yo hubiera estado en el lugar de ese chico, y el en el mío, probablemente la hubiera pasado peor. Sólo comenzó a actuar de manera sumisa cuando prácticamente lo quemamos con agua hirviendo, porque de haberle perdonado la vida, seguramente hubiera buscado venganza, y todos estaríamos muertos en un par de días. No justifico lo que hizo Oscar, pero no teníamos otra opción. Y así fue como logré engañar mi mente y dejar de sentirme tan culpable.

—¿Y bien Oscar? ¿Vas contarnos una historia? Me estoy quedando dormido —comentó Esaú mientras cabeceaba.

—¿Una historia? ¿Quién crees que soy, tu madre? Si quieres ahorita me paro y te doy tu beso de las buenas noches.

—No se refería a eso imbécil, todos nos estamos quedando dormidos, y hablar no te haría mal. No quiero ni imaginar toda la mierda que guardas en tu cabeza —le respondí a Oscar, con la esperanza de persuadirlo

—¿Quieres que te cuente cómo es que tuve una infancia de mierda, y bla bla bla? No estamos en alcohólicos anónimos Arthur, o esos grupos de maricones donde hablan de sus sentimientos

—No lo sé viejo, me estoy quedando dormido, este viaje es aburrido.

—Pues no tiene que ser divertido, estamos trabajando Arthur, no en una pijamada donde todos vamos a contar nuestros sentimientos y traumas.

—Si no van a contar nada, cierren el puto hocico y dejen dormir —exclamó Lennon aún con los ojos cerrados.

—Ohh yo tengo una historia. Es sobre un chico llamado... Oskar, y cómo es la psicopatía aguafiestas más imbécil de todo el mundo —comenzó a bromear Esaú, pero con un tono serio.

—Sigue así de chistoso Esaú, y te prometo que arrollaré tu cabeza con las llantas. Mejor duérmete otro rato.

—Vamos, no seas amargado, te gustará la historia –dijo mientras le tocaba el hombro, regresando a su asiento—. Como les iba diciendo, Oskar era el típico niño incomprendido que tuvo una infancia muy difícil —seguía contándola con tono burlón, aunque su expresión mostraba lo contrario—. Su padre probablemente lo abandonó, y su madre se hizo alcohólica o drogadicta, una de esas mierdas. Se pasaba todo el día en las calles, y no sabía controlar sus sentimientos impulsivos. ¡Oh, pobre Oskar! Cómo su madre era una buena para nada, y no le daba nada de comer, Oskar se encaminó en malos pasos, y comenzó a dedicarse a matar gente por diversión, creyendo que era cool y el rey del mundo.

—¿A quién me sonará esa historia? —Chucho miró divertido a Oscar, mientras él y Esaú soltaban a reír.

—Hasta que un día, el muy imbécil hizo enojar a la gente equivocada. Lo llenaron de agujeros y plomo, y termino bajo el mar, pudriéndose mientras los peces se lo comían. Fin. 

—Si, si, si, muy divertidos, malditos hijos de puta, pero la historia no va así. A Oskar su padre no lo abandonó, y su madre no se hizo alcohólica. Lo que en realidad pasó fue que, su padre un día asesinó a golpes a su madre, y él lo asesinó en venganza. Eso fue lo que pasó.

Las risas se transformaron en un silencio desolador. Uno muy incómodo y estresante para ser sincero. Nadie supo que responder a lo que había dicho Oscar. En cambio, él, seguía con los ojos en el camino, como si nada, como si lo que había dicho fuera lo más mundano del planeta.

—¿En serio? Estás mintiendo —respondió Esaú, rompiendo con el silencio.

—¿Qué?

—Sobre eso. Sobre lo que dijiste

—Es cierto, no tengo nada por que mentir.

—Creí que me habías dicho no estaban en casa simplemente —le dije a Oscar, con la esperanza de lo que hubiera dicho realmente fuera una mentira.

—No era necesario que supieras la verdad; pero como no paraban de estar jodiendo, se los dije.

—¿Y desde cuando tiempo estas así? ¿Y por qué la policía no te ha atrapado?

—Más o menos dos años, no recuerdo bien, fue en mi último año en la secundaria. Y claro que la policía me atrapó, pero Don Armando me ayudo a salir de eso, y ahora tengo esa especie de deuda con él.

—¿En serio? Y desde cuando lo conoces a él —seguí preguntándole. No me importaba que sonara como un entrometido, era mi oportunidad para saber qué tipo de persona era Oscar realmente.

—Ya te haba dicho, como dos años. Ya trabajaba con el cuándo ocurrió eso, y gracias a él fue que pude librarme de esa. Estuve un par de meses hasta el cuello de problemas, encerrado en una jaula, pero Don Armando les pagó a los policías una cantidad generosa de dinero y me sacó de ese agujero. Tengo que admitir que, si no hubiera sido por él, estaría ahora mismo en la cárcel.

—¿Entonces vives solo? ¿La casa donde vives está vacía siempre?

— Ahí suelo meter toda la basuras o cosas que no necesito. Es como un garaje enorme para mí. No me gusta estar mucho tiempo en ese lugar, porque el bastardo de mi padre metió el cadáver de mi madre bajo las vigas de madera en la casa. Y no es muy agradable dormir en el mismo lugar donde tu madre fue asesinada y enterrada.

—Mierda... —balbuceó Chucho

- No me he mudado de casa, porque la verdad la zona por donde vivo me gusta mucho, y además es demasiado complejo eso de estar cambiándose de casa, y mejor me ahorre los problemas. Don Armando logro falsificar mis documentos personales, y ahora soy mayor de edad, así que puedo valerme por mi mismo. Seguí estudiando por órdenes de Alberto, para que mi situación no fuera tan sospechosa, y aquí estoy. Con los cuatro imbéciles y metiches más grandes que he conocido.

—Muy halagador, gracias Oscar... Espera, al menos ¿Oscar es tu verdadero nombre? —Oscar me respondió con una simple sonrisa burlona, levantando los hombros. Ya no sabía ni que pensar—. Y... ¿Penny sabe sobre esto...? —le pregunté. 

Mirando por el espejo retrovisor, claramente vi como eso le incómodo a Oscar.

—¿Y tu que tienes con Penny ehh? Últimamente los eh visto muy juntos, y según yo ustedes estaban peleados.

—Es mi amiga y ya esta. Nos reconciliamos. Siempre hemos sido muy buenos amigos, y ella me preocupa.

—¿Crees que no está a salvo conmigo?

—No dije eso... Pero puede ser.

—Pues no digas idioteces, claro que conmigo está más que bien. Y obviamente no sabe nada de esto.

—¿Piensas decírselo algún día?

—No tiene por qué saberlo. Y tu no le dirás una mierda, no me importa que tan amigos sean, no te conviene estar de puto chismoso.

—No diré nada, relájate, solo decía...

—Pues mas te vale. No necesitamos más problemas de los que ya tenemos.

El resto del camino nadie más hablo. Me dormí por un rato hasta que Oscar freno estrepitosamente. Abrí los ojos molesto, y me incorpore a la realidad.

—Despierten señoritas, ya llegamos.             

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