Capitulo 22
(ADVERTENCIA, si eres sensible, mejor sáltate este capitulo :3)
—¿Se está despertando...?
—No sé, más le vale que sí.
—Se ve terrible, parece que está muerto el pobre.
—¿Era necesario que le cortaran el brazo?
—No valía la pena que lo siguiera teniendo, ya no era más que carne muerta.
—Esperen, creo que está abriendo los ojos.
El chico levantó el rostro lentamente y comenzó a mirar a su alrededor con miedo y confusión. Después intentó levantarse, pero la cinta que lo tenía pegado a la silla no se lo permitió. Y después miro su brazo izquierdo...o lo que le quedaba.
—¿Pero...pero qué? ¿Do... dónde mierda está mi brazo? ¿¡Dónde está mi puto brazo!? —comenzó a gritar desesperado intentando zafarse de la cinta. Pese al pánico que el chico presentaba, Oscar se rio burlonamente.
—Ni te molestes, quedó tan destrozado que ya no era más que un pedazo de carne. Ahora, lo que necesito es que te calmes un poco para poder conversar ¿Si?
—¡Vete a la mierda! Ustedes son las malditas zorras que me encerraron y me drogaron en esa asquerosa habitación ¡Déjenme ir!
—¿Es una broma verdad? Aparte de que hace un día intentaste matarnos y acabas de insultar el lugar donde vivo, ¿Quieres que te dejemos ir?
—Váyanse al carajo, mis amigos me van a encontrar y van a hacerlos pagar como las malditas ratas que son ¡Ustedes no saben una mierda de mí! Van a matarlos a cada uno de ustedes y a sus familias también.
Aunque el chico intentaba hacerse el duro, pero que por dentro ya estaba orinándose en los pantalones, las amenazas que soltó hacia nosotros si me pusieron un poco nervioso. No quería poner a mi madre en peligro, era lo último que quería hacer, ni a Astrid o a Penny o cualquier otro que me importara. No quería que nadie inocente saliera herido, y peor si era mi culpa. Pero Oscar pareció mantener la calma y sólo comenzó a reírse.
—Bien, repasemos lo que sabemos de ti —Oscar se dirigió a la mesa donde estaban todas las pertenencias que el chico tenía cuando lo capturamos—. En tus bolsillos encontramos que tenías...una cajetilla con la mitad de los cigarros, tres balas para un revolver viejo...unas cuantas monedas, y lo más interesante, una billetera—. Oscar se giró con la billetera en la mano y se la mostró al chico, el cual, al mirarla, su expresión cambio a una de preocupación.
—¡No toques mis cosas! Juro que cada uno de ustedes se van a arrepentir.
—Oye, cálmate ¿Quieres? Veamos que es lo que tiene la cartera —Oscar la abrió y comenzó a revisarla, mientras el chico lo miraba impotente—. Tenemos 5 dólares, lo que parece un cupón de una hamburguesa...y una licencia de conducir —exclamo colocando la ficha enfrente de la lámpara, para que pudiera verla mejor—. ¿Francisco? ¿tu nombre es Francisco? —soltó una risa y después siguió leyendo—. 18 años... Y naciste el 8 de marzo de 1972...Vaya ¿Pero qué idiota carga con su licencia de conducir? A menos que sea una falsa ¿Es falsa, Francisco?
—No te voy a responder una mierda ¡Deja mis cosas en paz!
—Pero mira que tenemos aquí —Oscar saco lo que parecía una pequeña fotografía de la billetera, la cual comenzó a observar con una sonrisa malvada—. Linda chica con la que sales aquí ¿Quién es?
—¡Eso no te importa!
—Claro que me importa, vamos, dime ¿Quién es? ¿Tu novia, hermana? Tal vez le hagamos una visita, le mandaremos saludos de tu parte.
—¡Juro que si le tocas un solo cabello, te encontraré y te arrancaré los ojos! ¿Me escuchaste maldito hijo de perra?
—De aquí en adelante, yo voy a preguntar y tú vas a responder. Sera más sencillo para ti si cooperas, y menos divertido para mí, pero te daré una oportunidad.
—Puedes meterte tus preguntas por el culo ¡Suéltame de una puta vez! ¡Suéltame!
—¿Podrías dejar de gritar? –dijo Oscar mientras hacia un gesto lleno de irritación—. Nadie te va a escuchar, y aparte es molesto —en eso tenía razón.
Dudaba que alguien del exterior pudiera escucharlo. Seguíamos aún en los túneles subterráneos, estando en una habitación oscura apartada de todo sonido, con no más que una lámpara que la iluminaba un poco, la silla donde estaba atado el chico, una puerta de acero para que por si el chico intentaba escaparse, y una mesa con una caja de herramientas, con otro tipo de cosas como pañuelos, una cubeta de acero y un bote de gasolina. En la mesa había un lavabo, con una tubería y llave para poder sacar agua, y lo que parecía una pequeña estufa, casi como una mini cocina. No quería ni imaginarme para que quería todo eso Oscar
—¡Suéltame hijo de perra! ¡Suéltame! ¡¡Suéltame!! —Claramente, después de escuchar al irritable chico, la paciencia de Oscar se terminó.
—Está bien, tú te lo buscaste, te dije que te callaras —Oscar le soltó un fuerte puñetazo al chico, que, de no haber sido por su cuello, le hubiera girado la cabeza. El pobre dejo de gritar en seco, y después, aturdido por el brutal golpe, intentó poner a Oscar en su campo visual—. ¿Ya te vas a callar?
—Bésame el culo... —acto seguido le lanzó un escupitajo a Oscar.
—Como quieras maldita perra. No tengo ningún problema con hacer esto más difícil, será más divertido para mi...
Este se apartó de él, y después con la manga de su chamarra se limpió la porquería, le lanzo una mirada de odio. Se dirigió hacia donde estaba Esaú, el cual miraba todo escépticamente. Ya llevaba al menos tres cigarrillos fumándoselos, y no le veía alguna intención de parar. Y no lo culpaba, yo también en este momento estaría fumando, de no sé por qué no quería llegar a mi casa apestando a tabaco y mi madre comenzara a hacer preguntas. Chucho se encontraba sentado en una silla, con la pierna temblándole de los nervios, mientras Lennon estaba sentado al lado de él, en el suelo. Yo me encontraba recargado en una pared, justo delante de la puerta metálica, intentando controlar mis nervios, jugando con uno de los cierres de la chaqueta.
—Esaú, dame uno de tus cigarros ¿Quieres? —Esaú no protesto, saco uno de su cajetilla, y con su encendedor, se lo prendió a Oscar. Este lo absorbió, y una vez la punta del cigarro estuviera al rojo vivo, se acercó al chico—. Primera pregunta ¿Quién mierda te dijo cómo y dónde robarnos? —Acto seguido, le incrustó con fuerza la columna del cigarro en su mejilla izquierda. El chico soltó un grito desesperado, retorciéndose en la silla; pero, de todos modos, Oscar no cedió, y lo siguió quemando por unos segundos más. La presión que puso fue tal, que el cigarrillo termino por desacerarse en el rostro del chico. Oscar finalmente lo soltó, y comenzó a sacudirse su mano, que se había llenado de tabaco— ¿Y bien? —le dijo fríamente.
Ahora el pobre tiene una bolita roja en su rostro, la cual se veía bastante mal. Pero, aun así, el chico siguió sin decir nada. Oscar perdió la paciencia, le soltó una violenta patada en la pierna, ocasionando que este volviera a gritar, y después se giró hacia la mesa de herramientas.
—Háganme el favor de ponerlo boca arriba ¿Si?
Nos miramos entre nosotros, y luego al chico el cual sus ojos estaban en llamas del resentimiento que nos tenía. Sabíamos que no teníamos opción, era mejor hacer lo que nos pedía Oscar y esperar que lo que fuera que tuviera planeado hacer no fuera tan macabro. Esaú y yo tomamos la silla, y la tiramos bruscamente hacia atrás, dejando al chico boca arriba, que no dejaba de retorcerse. Después Oscar se acercó con un trapo húmedo, y se lo lanzo al rostro del chico, el cual comenzó a mover bruscamente la cabeza para quitárselo, pero la humedad ya se había pegado a su piel y era imposible.
—Muy bien maldita perra, comenzare suave, pero no prometo no emocionarme después —le dijo mientras traía una enrome cubeta de agua—. El secreto de esto es que aguantes la respiración lo más que puedas.
Después de que el chico escuchara eso, soltó un lamento y se retorció con más fuerza, pero Oscar ya había comenzado a derramarle el agua en la cara. Pero no lo hizo de golpe, si no lentamente, haciendo que un grueso chorro le cayera en toda la cara al chico, sin que este pudiera hacer nada más que retorcerse, dejando que el agua le entrara por la nariz y la boca sin que él pudiera hacer nada. Por un momento creí que Oscar terminaría ahogando al chico, pero al final el agua se terminó.
Oscar nos pidió que le quitáramos el trapo de la cara y que le lo volviéramos a levantar. Cuando lo hicimos, el chico tenía los ojos llorosos y comenzó a toser como loco, pareciendo que se había atragantado.
—¿Quién mierda te dijo cómo y dónde robarnos? —volvió Oscar a repetir la misma pregunta, pero el chico siguió tosiendo. Oscar se desesperó, y le soltó un puñetazo en el estómago, sacándole toda el agua que se había tragado—. Estas agotando mi paciencia, ¿Vas a responderme?
—No...no se... era un muchacho... el jefe de mi división... —respondió débilmente.
—Dame un puto nombre, o al menos una descripción de cómo es —otra vez el chico se quedó callado con la cabeza hacia abajo. Oscar se puso en cuclillas para estar al mismo nivel que el chico, y furioso jaló su cabello hacia atrás, para que lo mirara; esperando que el chico le diera su respuesta, pero no recibió nada. Soltó el mechón de cabello bruscamente hacia abajo, y se volvió a poner de pie —Chucho, caliéntame un poco de agua en esa estufa. Quiero que este hirviendo. Si no quiere hablar, entonces quero ver que tan fuerte es que grita esta perra.
—¡Que no sé nada joder! No sé cuál sea su puto nombre, solo sé que él era el que le daba órdenes a mi equipo. Le daba a todos ordenes e instrucciones. El único que sabia como se llamaba, lo asesinaron ustedes, malditos...
—No me creo tu cuento de que no sabes cuál es su nombre. Será mejor que empieces a ser sincero, porque las mentiras de nada te van servir aquí. Y si hay algo que detesto más que un Lirio, es a un puto Lirio mentiroso.
—¡De verdad que no sé! No llevaba mucho tiempo trabajando con ellos, tal vez un par de semanas. De verdad que no sé cuál es su jodido nombre.
Me sorprendió lo rápido que al chico se le bajaron los aires de ser desafiante e indomable, a ahora estar lloriqueando, suplicando que le creyéramos. Aunque resultaba un poco patético, cualquiera en su posición sabría que seguir desafinado a tus captores era la peor idea de todas y que ahora no quedaba más que pedir misericordia, y con suerte, con mucha surte, poder salir de ese lugar en una pieza. Pero Oscar no tenía ni una pizca de misericordia o piedad. Una vez el agua que puso Chucho en la estufa estuviera burbujeando, tomo la cubeta y unas tijeras.
—Si no sabes el nombre, entonces quiero una maldita descripción
Acto seguido, con las tijeras, Oscar le cortó un pedazo del pantalón al chico, dejándole una parte de su pierna derecha descubierta. Después, le vertió el agua hirviendo en la piel desnuda. Los gritos que el chico soltó ocasionar que desviara la mirada por un segundo, e incluso hasta los cerrara. Cuando voltee a mirar, la carne de la pierna estaba roja y quemada. El pobre muchacho ya había comenzado llorar de dolor.
—Vaya marica, y eso que ni siquiera he comenzado —Oscar rio, y después coloco la cubeta en la mesa, para regresar con el chico que no dejaba de ver la quemadura de su pierna—. Tuviste suerte de que no hubiera aceite, porque si no el dolor sería aún más, pero tengo formas más creativas de cómo hacerte gritar más fuerte. Así que regresando al tema ¿Cuál es la puta descripción de esa perra?
—¡No...no lo sé amigó! —comenzó a tartamudear nervioso el pobre chico—. Supongo que...que...era viejo, como de 30 o 40 años...
—Aja, ¿Qué más? ¿Era gordo, alto, flaco, con cabello, calvo?
—Era...era bajito...y algo gordo, no demasiado...ahhh...
—¡Habla maldita sea!
—¡No lo sé joder! Solo lo vi una vez, no recuerdo muy bien.
—Entonces tendremos que refrescarte esa memoria de mierda que tienes–Oscar se apartó de él, y regreso a la mesa –Tú dime cómo quieres que te haga recordar ¿Te entierro agujas en las uñas? ¿Te machaco o mutilo un dedo? ¿O te sacamos un ojo con esta cuchara que no sé qué demonios hace aquí? –se dio la media vuelta con la cuchara en la mano, mientras la miraba con curiosidad.
—No es necesario que seas tan...sádico, Oscar —interrumpió Esaú, que como todos, probablemente no quería presenciar nada de lo que había dicho Oscar— ¿No tienes una bolsa de plástico o algo así?
—¿Que? ¿Lo quieres asfixiar? ¿En serio? —le respondió Oscar en tono burlón
—Bueno no sé, no soy un puto psicópata como tú, no se me ocurre nada.
—Vaya maricon que resultaste ser. Sinceramente esperaba más de ti.
—¿¡Pues yo que sé!? Si lo que quieres es hacerlo sufrir, sácale los dientes u otra cosa peor que se le ocurra a esa cabeza de mierda que tienes —Oscar estuvo a punto de responderle un insulto a Esaú, pero después se quedó pensando en lo que dijo, y volvió a girarse a la mesa.
—Eso de sacarle los dientes no suena tan mal... de echo es la primera buena idea que tienes —acto seguido, sacó de la caja de herramientas unas pinzas mecánicas y se giró hacia nosotros —Sosténganlo, va a ser más difícil si se está moviendo.
Tragué saliva. Mis nervios estaban ya a su límite. No quiera ver cómo es que le sacaban los dientes a un pobre chico, no podría dormir en las noches después de ver eso. Siempre me considere de estómago fuerte, pero es que tampoco me había puesto a prueba de esta manera. Imaginárselo era una cosa, pero estar a punto de presenciarlo era una totalmente diferente. Pero no tenía otra opción, había que hacerse, o yo sería el que terminaría sin dientes. Así que entre yo y Chucho lo sostuvimos de los hombros y la cabeza para que dejara de retorcerse. La fuerza de Esaú o Lennon nos hubiera ayudado, pero al parecer Esaú no quería tener que ver nada con hacer sufrir al chico, y a Lennon parecía que le estaban dando nauseas.
—Antes de empezar —comenzó a decir Oscar mientras se acercaba con pinzas en mano—. Una vez escuche que la cordura de una persona se encontraba en los dientes. Hoy descubriremos que tan cierto es eso.
El chico, por obvias razones, cerró la boca lo más que pudo. Oscar ni siquiera se molestó en pedirle que la abriera. Le soltó un violento golpe en la boca al chico, haciendo que este se aturdiera, y la abriera un poco. Oscar aprovechó, y sin ninguna delicadeza le metió las pinzas, en busca de poder coger uno de los dientes de arriba. El pobre intento resistirse, moviéndose de un lado a otro, con la esperanza de poder sacar las pinzas de la boca, pero esto solo ocasionó que Oscar se pusiera más violento. Con su otra mano tomo del cabello al chico, y comenzó a ejercer presión hasta que el pobre no pudiera aguantar las ganas de gritar. Cuando lo hizo, Oscar tomó la ventaja y pudo tomar con las pinzas uno de los dientes incisivos de arriba.
—Carajo, si esto es lo que se siente ser dentista, ya sé que me dedicare cuando me retire —se burló Oscar, mientras el pobre chico no dejaba de quejarse.
Después, no pude evitar desviar la mirada cuando Oscar empezó a mover las pinzas bruscamente. Por un momento logré sentir esas monstruosas pinzas en mis mismos dientes, y como es que me los aflojaban sin ningún tipo de blandura. Cuando el diente finalmente decidió desprenderse de la carne, el chico solo un gritó infernal, al mismo tiempo que Oscar lo levantaba de forma victoriosa. La boca del chico se llenó de sangre, la cual empezó a desbordar de sus labios, y gotear en el suelo. Cuando solté al chico, parecía que este se había desmayado, ya que los ojos los tenía entre cerrados, y había dejado de gritar.
Voltee a mirar a Lennon; parecía que está apunto de vomitar, pero las arcadas empezaron a sonar justo atrás de mí, y fue Chucho el que ya no pudo aguantar.
—Pero que chillones son —empezó a reírse Oscar mientras dejaba el diente lleno de sangre en la mesa—. Ni siquiera es lo peor que se le puede hacer a alguien, pero bueno, ya irán acostumbrándose a este tipo de cosas, ahora alguien hágame el favor de despertar a nuestro invitado.
Yo que aún seguía en mis cávales, llené la cubeta con agua fría, y después se la avente de golpe al chico. El pobre abrió los ojos, y empezó a toser sangre mientras varias lagrimas del caían al suelo.
—¡Putos locos! Van a matarme —dijo entre sollozos, hablando de una forma rara por el diente que ahora le faltaba.
—Bueno ¿Ya te acordaste? ¿Cómo es su jefe?
—Te...tenía una barba, y...era pelirrojo, su cabello era rojo, igual que su barba.
—De acuerdo ¿Qué más? ¿Cómo era su barba? Larga, recortada... ¿Usaba lentes o algo así?
—Era de candado... y no usaba lentes, pero si un sombrero
—¿Un sombrero? ¿Qué clase de sombrero? ¿Una gorra o algo así?
—No...era como los de la antigüedad...creo que se les dice bombín...
—¿Un sombrero de bombín? ¿En serio? ¿Pues este tipo se cree que estamos en 1800 o qué? —comenzó a burlarse Oscar— ¿Ya ves como sí sirvió para refrescarte la memoria? —se siguió burlando mientras tomaba el diente del chico y se lo arrojaba al rostro—. Ahora viene lo más importante ¿Dónde lo podemos encontrar?
—No...no lo sé. No siempre está en un mismo lugar, suele estar en movimiento.
—En ese caso ¿Cuál es el lugar donde lo viste y te dio las instrucciones?
—No recuerdo...la dirección es borrosa...no lo sé, se los juro que no recuerdo.
—Vaya, es una pena, tan bien que íbamos, pero creo que puedo volver a hacer que la dirección vuelva a tu mente —acto seguido, Oscar tomo un enrome martillo que estaba ya bastante oxidado, y comenzó a jugar con él entre sus manos.
—¡No lo se joder! ¡Por favor no! ¡Déjenme en paz psicópatas de mierda! —el pobre chico había comenzado a entrar en pánico, pero por más que se retorciera en la silla, todos sabemos que no iba a lograr liberarse.
—Bueno chicos, ayúdenme a quitarle uno de sus zapatos, quiero jugar un juego con Francisco.
Al parecer nadie quería seguir siendo cómplice de la tortura a aquel pobre chico, porque nadie se movió de donde estaba. Este pareció enfadar a mucho a Oscar.
—¿Pero que ya no se acuerdan que este hijo de puta hace solo un día intento asesinarlos? Si ustedes hubieran sido los prisioneros de esta rata, les aseguro que no hubiera tenido ni la más mínima pizca de piedad, y hasta los habrá torturado hasta asesinarlos de dolor. Pero si creo que son los maricas que ahora mismo me están demostrando ser, lárguense de aquí y váyanse a llorar con sus madres, ya veremos quién las protege después de que este hijo de perra y su gente vayan tras ustedes y los asesinen. Si no quieren que paso eso, dejen de comportarse como un montón de niñas y ayúdenme de una vez.
—¡Espera, ya... ya recordé! —exclamó el pobre chico desde atrás.
—Bien, ultima oportunidad antes de que te destroce los dedos.
—No recuerdo cual era la dirección, pero era un almacén que el jefe compro, está en la costa de la ciudad.
—¿En la costa? ¿Dónde empieza la playa?
—Si...era ahí.
—Pero en ese lugar existen millones de almacenes —intervino Lennon—. Seria como buscar una ajuga en un pajar.
—Ya lo escuchaste, se más específico.
—No...no se...tenía un nombre el lugar, pero no recuerdo.
—Ya verás cómo después de esto si te acuerdas —le dijo Oscar mientras le tomaba el hombro con una sonrisa sarcástica—. Ahora si sujétenlo bien, que esto le va a doler mucho.
Entre yo, Chucho y Esaú lo tomamos de los hombros y cuello para que dejara de retorcerse, mientras el pobre chico no paraba de gritar y suplicarnos. Oscar le quito uno de sus zapatos, y después el calcetín de su pie derecho. Lo sujeto fuertemente contra el suelo para que dejara de moverse, y como si estuviera a punto de clavar un clavo, posiciono el martillo en el dedo pequeño.
—Este dedo compró un huevo —Oscar levanto el martillo, y sin siquiera haber pestañado, los azoto contra el dedo. La uña pareció que había explotado, y pude escuchar claramente el hueso del dedo se había quebrado en un montón de partes. El chico soltó un grito ensordecedor, y comenzó a retorcerse intentando escapar. Tuvimos que aplicar mucha fuerza para que no lo lograra. El charco de sangre comenzaba a agrandarse, y el pie estaba bañado en el líquido rojo. Me costó mantener la mirada, pero no sabía que el horror para esa pobre alama apenas había comenzado.
—Este lo cocinó —el dedo que le seguía al pequeño fue machacado por la fuerza del martillo. Los gritos que soltaba el chico parecían los de un animal. Era dolor en un sonido, sin rastros humanos —¿Ya te acordaste hijo de perra? —exclamo Oscar quien ya tenía varias gotas de sangre salpicadas en el rostro, con esa sonrisa de maniaco que me ponía los pelos de punta. El chico no expreso ninguna palabra que se le lograra entender, solo gritos de agonía.
—¿No? De acuerdo. Este le echó la sal—. Otra explosión de sangre, y el crujir de los huesos. Para este punto yo apenas y podía sostener al chico, tragándome mis nauseas. Chucho no se veía nada bien, pero Esaú parecía soporta la escena al igual que Lennon, aunque el ultimo no podía evitar desviar la mirada. Los gritos de ese pobre chico ya no podía seguir escuchándolos, eran desgarradores—. Pero que puto maricon eres, agradece mejor que no había pisas de presión por que la cosa hubiera sido mil veces peor, ahora ¿Ya recordaste?—. El chico intento dejar de gritar para poder responderle a Oscar, pero del esfuerzo que hizo termino por morderse su propia lengua, y solo pronunciar un par de palabras.
—¡Está en el muelle del sur...cerca de los barcos pesqueros...es el único puto almacén! —el pobre chico escupió esas palabras entre llanto y gritos, parecería que estaba a punto de desmayarse, pero increíblemente aun el pobre seguía más que consiente, mirando como más de la mitad de sus dedos se habían convertido en carne explotada en el suelo.
—¿Ves? No fue tan difícil, te hubieras ahorrado tantas molestias, pero tu insististe en hacerlo divertido. Ahora necesito que te tranquilices ¿Esos almacenes que son? ¿Solo están ahí, o guardan algún tipo de material? ¿Armas, drogas? —el pobre chico se quedó callado, mientras bajaba la mirada y sollozaba en silencio desesperado. Oscar perdió la paciencia y volvió a levantar el martillo.
—¡No, no, espera! Si guardan cosas...si las guardan, pero no sé qué sean, cuando fui solo había un montón de cajas...
—Muy bien, hasta que sirves de algo, ahora, creo que ya estamos por terminar. Este hombre, tu jefe, ¿Observaste el auto en el que estaba? ¿A donde se subió o llegó?
—¿Para qué quieres saber eso? —le pregunte, mientras aun sostenía al chico de los hombros.
—¿Cómo que para qué? Si logramos saber en qué auto se sube, solo le ponemos un regalito debajo del asiento y... — Con sus manos simulo la explosión de una bomba, mientras hacia el sonido con su boca—. Y bien querido amigo —volvió a dirigirse al chico—. ¿En qué automóvil iba esa perra?
El chico se quedó callado. El pobre con miedo intentaba decir algo, pero, o no lo hacía porque realmente no se acordaba, o por que quiera encubrir a su jefe. Pero mientras los segundos pasaban, y él iba notando como la paciencia de Oscar se agitaba, termino rompiendo en llanto.
—Por favor, por favor ya no, ya no lo soporto...
—Es una lastima, ¿En que nos quedamos? Ah claro, este de acá probaba el huevo —Sin que nadie se lo viera venir, el martillo había destrozado el penúltimo de los dedos del pie. Este no se reventó como los anteriores, tal vez porque Oscar no había aplicado la suficiente fuerza ene l golpe, pero al instante que el martillo se parto del dedo, este se colocó morado, y parecía que estuviera a punto de reventarse. El chico se agitaba de un lado a otro ente gritos, moviendo la silla de un lado a otro, provocando que nos fuera difícil poder sostenerlo. El pobre parecía que estaba apunta de caer en la locura por el dolor que sentía—. ¿Cómo era el puto coche? —Oscar volvió a repetir la pregunta.
—¡¡No sé!! Ta...tal vez era negro...una camioneta negra que parecía estar blindada, co... con los vidrios empañados.
—Vaya, eso era lo que quería saber, creo que con eso nos basta, ¿Pero sabes algo? No me gusta dejar las cosas inconclusas —Oscar volvió a levantar el martillo, y de un golpe ocasiono que el dedo gordo del pie se quedara sin uña, y la sangre comenzara a salir a chorros. Recuerdo como escuche crujir el hueso con el golpe seco del martillo, acompañado por los gritos de la víctima —Y este fue el que se lo comió.
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