Capitulo 18
Chucho movió la palanca de velocidades y después piso el freno. El auto salió disparado de la calle, entrando a la avenida de la ciudad por donde se habían ido los tipos del auto rojo, dejando el cadáver de su colega atrás.
—¿Pero qué demonios le hicieron al motor del carro? —preguntó Chucho el cual estaba sorprendido de la velocidad que había tomado.
—El tipo del taller lo mejoró de todo, hasta donde alcanzaba las capacidades de este claro. Bueno, el motor ya estaba muy viejo y supongo que pensó que sería buena idea si lo cambiaba —le respondió Oscar.
—Entonces esto será más fácil de lo que pensé
No tardamos mucho en localizar a los bastardos del automóvil rojo. Estaban manejando tranquilamente sin llamar mucho la atención de los demás conductores. Supongo que habían creído que nos habían dejado atrás, pero se llevaron una enorme sorpresa cuando se dieron cuenta de que literalmente ya estábamos justo atrás de ellos. Los tipos en un intento por perdernos, comenzaron a maniobrar ágilmente entre los demás coches, con la esperanza de que nosotros nos estrelláramos con alguno de ellos. Pero Chucho no se quedaba atrás. Giraba el volante bruscamente, haciendo que todos adentro del auto todos nos sacudiéramos de un lado a otro. Estuvimos muchas veces cerca de estrellarnos con alguno de los autos, pero Chucho nos salvaba en el último segundo.
Ya habíamos salido de la avenida y ahora nos encontrábamos en una especie de carretera elevada donde los autos iban mucho más rápido. En cuanto volvimos a alcanzar a los tipos del auto rojo, Oscar tomo la escopeta del sujeto que había matado; la recargó, luego jaló el guardamanos y le dijo algo a Chucho.
—Intenta ponerte justo al lado de esos bastardos y cuando te diga, bajas la cabeza.
Chucho intentó hacer lo que Oscar le había pedido, pero el auto rojo no dejaba de moverse como si de una lombriz se tratara. Si seguían así los que iban a chocar serían ellos y no nosotros. Al final Chucho logró alcanzarlo y ponerse justo a su lado. Los tipos del auto rojo giraron el volante hacia nosotros y nos chocaron lateralmente en un intento de poder desviarnos pero Chucho no iba a ceder en perder el control del auto. Ahora los dos autos iban pegados yendo a toda velocidad.
—¡Chucho, abajo! —le gritó Oscar el cual apuntó la escopeta a la ventana del copiloto del auto rojo. Chucho agachó la cabeza y Oscar colocó la boca del arma justo atrás de su nuca para que no hubiera manera de que le disparara por accidente.
Las balas salieron, e impactaron en la ventana del autor ojo, las cuales se rompieron. Pero al parecer eso no fue suficiente para que el tipo que iba en el asiento del copiloto muriera. Lleno de sangre por los cristales que se le habían enterrado, sacó su pistola por la ventana y comenzó a dispararnos. Chucho, quien prácticamente estaba sordo por el estruendoso sonido de la escopeta, inmediatamente dio un giro brusco y nos separó del automóvil. Las balas habían dado en uno de los espejos retrovisores, y en las puertas del carro.
—Hijos de perra —maldijo Oscar mientras volvía a jalar los guardamanos de la escopeta para volver a disparar.
Pero antes de que Chucho pudiera repetir la misma maniobra para acabar con el tipo en el asiento del copiloto, el conductor del coche se metió en uno de los carriles opuestos, con la ligera esperanza de que ahora si pudiera perdernos.
Pero Chucho ni se inmutó. Volvió a mover la palanca de velocidades y se metió al carril contrario dispuesto a seguirlos. En ese momento, desesperado, comencé a rezar por que ninguno de los automóviles nos lograra chocar, o estaríamos más que muertos. Pero milagrosamente, después de muchos giros violentos, los tipos del auto rojo volvieron al carril correcto. Chucho, ésta vez más confiado por que la carretea ahora estaba casi despejada, piso el acelerador y decidido chocamos de frente contra la cajuela del auto rojo. Este no se detuvo por nada, pero mientras Chucho seguía aumentando más y más la velocidad, solo era cuestión de segundos para que ellos lograran perder el control.
Y al parecer se dieron cuenta de eso, porque el chico que iba en el asiento trasero, sacó la mitad de su torso, y con su arma comenzó a dispararnos intentado desviarnos. Las balas atravesaron el parabrisas, por lo que Chucho se vio obligado a separarse del auto.
El tipo siguió sin dejar de dispararnos, era claro que su objetivo era el conductor; así que una vez más Chucho volvió a intentar su maniobra y se colocó a lado del automóvil, pero esta vez del lado de Oscar y nos gritó a todos que nos sujetáramos. Esta vez él fue quien los golpeó lateralmente puerta contra puerta, intentando desviarlos de la carreta para que chocaran. El pobre chico que nos había estado disparando no logró meter su brazo a tiempo, y ahora gritaba de dolor mientras los dos autos se lo aplastaban. Oscar, esta vez con una mejor puentearía para darle al conductor, intentó dispararle con la escopeta; pero el conductor, de la nada, decidió frenar en seco el coche, ocasionando que Oscar fallara el tiro, y nosotros nos adelantáramos. Solo escuchamos el aullido del dolor del chico al que le habíamos aplastado el brazo, que ahora estaba ya mas que desecho.
Chucho frenó el auto tan repentinamente, que el auto derrapó, y no tuvo más opción que dar un giro de 180 grados; ahora estando frente a frente con el automóvil rojo, a unos cuantos metros. El tipo del auto rojo no espero ni siquiera un segundo, y arranco a toda velocidad hacia nosotros, provocando que chocáramos de frente, y ahora él era el que nos estaba dirigiendo. El copiloto, aún lleno de sangre, apunto hacia nosotros con su arma, y no le importó destrozar su propio parabrisas con tal de poder darnos. Chucho metió el coche en reversa, e intento separarse del coche lo más que pudo. Una vez que logró tener algo de distancia, giro tan violentamente que yo y Lennon nos inclinamos tanto que aplastamos al pobre Esaú contra la puerta. Pero finalmente Chucho logró volver a ponernos en el mismo sentido que el coche rojo; el cual no se había detenido en ningún momento, continuando con la persecución.
Oscar estaba lleno de ira, probablemente no había pensado que el matar a eso tipos sería tan difícil.
—¡Mierda, a esta cosa ya no le quedan balas! —gritó mientras hacia la escopeta a un lado, y sacaba su pequeña arma—. No los vayas a perder de vista Chucho.
—Eso ni pensarlo —le contesto él.
Estaba demasiado nervioso. Era claro que nos habíamos lanzado al fuego sin tener un plan concreto de como apagarlo. Chucho se la paso persiguiéndolos por unos 5 o 7 minutos más, mientras ellos seguían haciendo maniobras peligrosas entre los autos, con el objetivo de que en algún momento Chucho perdiera el control del vehículo. Pero eso nunca paso.
—¡Chucho, acércate un poco a ellos! Voy a terminar con esto de una puta vez —le gritó Oscar quien había sacado su brazo con su arma y parte de la cabeza del coche. En algún momento creí que el chico que iba en el asiento trasero del auto rojo saldría nos volvería a disparar. Pero después de que probablemente tenía el roto el brazo, dudaba que lo volviera hacer.
La carretera ya había llegado a su fin y ahora nos encontrabas hasta el otro extremo de la ciudad; un lugar el cual aún yo no había explorado. El conductor del auto rojo tuvo que bajar la velocidad un poco ya que esta zona estaba mucho más transitada y si no tenía cuidado, terminaría chocando con alguno de los tantos automóviles y autobuses que habían. Esto Chucho lo aprovechó y logró acercar el automóvil a unos dos o 3 metros de distancia. Oscar apuntó con su arma directo a una de las llantas traseras del coche, y jaló el gatillo 3 veces con la esperanza de que la hubiera logrado ponchar.
Y en efecto, por la velocidad a la que iba el coche auto la llanta literalmente explotó y esto ocasiono que irremediablemente el coche rojo perdiera el control. Supongo que el conductor en un intento desesperado por no estrellarse en la calle, desvió el automóvil hacia un parque que estaba de paso. El automóvil pasó por el pasto y unos metros después finalmente se estrelló contra un árbol. La gente que se encontraba tranquila en el parque, al ver un automóvil fuera de control ir contra ellos ,obviamente corrieron lo más rápido que pudieron.
Chucho frenó en seco, y se estacionó justo en la entrada del parque. Oscar se bajó lo más rápido que pudo del auto con arma en mano y los demás lo seguimos. Cuando llegamos al lugar donde se encontraba el auto rojo, el chico que iba en la puerta trasera, efectivamente con el brazo roto, cubierto de sangre, intentaba escapar. Pero por lo débil que se encontraba no pudo llegar muy lejos.
—¿A dónde crees que vas maldita basura? —le dijo Oscar mientras le daba una fuerte patada en la espalda al chico, el cual cayó sin dificultades al pasto.
El pobre intentó volverse a levantar, pero Oscar lo dejó inconsciente de una violenta patada en la cabeza. En ese momento creí que Oscar le dispararía en la cabeza, pero no lo hizo. Solo lo dejó ahí tirado y corrió hacia el auto rojo en busca de los otros dos. Pero cuanto llegamos, ambas puertas ya se encontraban abiertas y el auto vacío. Oscar se metió en el coche para buscar las dos maletas que los tipos les habían robado, pero no encontró nada.
—¡Maldita sea! —gritó mientras cerraba la puerta con fuerza.
—No deben estar muy lejos—. Le dijo Esaú—. Apuesto que están más cerca de lo que creemos.
—Si es así, entonces debemos de apurarnos a buscarlos —comentó Lennon—. No creo que la gente solo se haya quedado ahí parada. Ya habrán llamado a la policía.
—Tenemos que encontrarlos. Tenemos que recuperar esas malditas maletas.
No tardamos ni dos minutos en lograr localizarlos. Desde lejos, el que se veía que estaba en mejor estado, era el conductor del auto, ya que el copiloto iba cojeando y apenas lograba poder seguirle el paso su compañero. Los dos intentaban escapar saliendo del parque, pero cuanto nos vieron correr tras ellos, casi pisándoles los talones, supongo que entraron en pánico, ya que se desviaron y comenzaron a correr hacia unas escaleras que eran bastante largas horizontalmente, pero no eran más de 15 escalones; en dirección hacia abajo, donde estaba una construcción vieja que estaba por debajo del nivel del parque, que era sostenida por unos cuantas columnas que cuidaban que el techo de la construcción no se viniera abajo; la cual era la entrada a unos baños públicos.
Oscar comenzó a abrir fuego, pero no logro darles. Así que comenzó a bajar la velocidad mientras intentaba recargar su arma. El que iba más a a la adelantara era Esaú, el cual logró alcazaba al copiloto, quien llevaba una de las maletas, tacleándolo. Los dos como cayeron al suelo, intentaron levantarse al mismo tiempo. El copiloto ya tenía su arma en las manos listo para dispararle a Esaú, pero él le dio una fuerte patada lateralmente hacia su mano, lo que hizo que el arma saliera volando. El chico, en un último intento por defenderse, intentó darle un golpe directo en el rostro a Esaú, pero él fácilmente desvió el golpe con su antebrazo y antes de que pudiera parpadear, con el izquierdo le dio un golpe con su codo que lo derribó como un saco de papas. El pobre chico se arrastró por el suelo, intentando tomar su arma pero Esaú le soltó una patada con sus gruesas botas en las costillas, probablemente rompiéndoselas, dejándolo tirado en el suelo escupiendo sangre, incapaz de moverse.
Los demás llegamos donde estaba Esaú, y alcanzamos a ver como el conductor del auto se escondía con la maleta en una de las columnas de la entrada a los baños públicos. En cuanto llegó Oscar, sin pestañear, le disparó en la cabeza al chico que Esaú había sometido. Por un segundo creí que a él también lo dejaría vivir, pero me lleve una desagradable sorpresa al ver que no era así. Oscar sin perder el tiempo, revisó la maleta que traía el chico. Habíamos recuperado la que contenía los paquetitos que deberíamos ya de haber entregado.
—Hay que ir por el otro desgraciado. Esaú, tu lleva esta maleta al coche. Estará más segura contigo, los demás te alcanzaremos en unos minutos —le dijo Oscar, mientras terminaba de recargar su arma.
Esaú refunfuñando hizo lo que le pedio Oscar y fue a dejar la maleta al automóvil. Los demás corrimos escaleras hacia abajo, pero en cuanto llegamos a la planta baja, el chico que quedaba salió de su escondite y comenzó a abrir fuego hacia nosotros. Los demás nos cubrimos donde pudimos, esperando que ninguno hubiera logrado darle.
—¡Ya date por vencida maldita perra! —le gritó Oscar desde su escondite—. ¡No tienes salida! ¡Y somos cuatro contra uno! ¡Si decides salir y dejar de estar jodiendonos, te prometo que tu muerte será rápida y sin dolor!
El chico no le respondió, y hubo silencio absoluto por unos cuantos segundos. Después, sigilosamente salió de una de las columnas donde se había ocultado, con la maleta aún en sus manos e intento escapar entrando a uno de los baños públicos. Chucho logró alcanza a verlo y corrió tras él. Pero en cuanto cruzo la entrada de los baños el chico lo sorprendió oculto justo atrás de esta y le dio un golpe con el arma que terminó derribándolo; cayendo de espaldas afuera de la entrada. Chucho quedó aturdido, a merced de ese sujeto. Pero cuando creí que iba a matarlo, Lennon salió de su escondite, y vacío el cargador del arma contra el chico.
Desgraciadamente, el tipo se ocultó antes de que una de las balas pudiera darle en un punto vital, simplemente recibiendo una herida en su brazo. Lennon fue hacia donde estaba Chucho para poder ayudarlo, pero el tipo salió de los baños y corriendo intentó dispararle a Lennon. Pero Lennon, al probablemente quedarse sin balas y en un ataque de pánico quizá, le aventó el arma en el rostro al sujeto, ocasionando que este fallara el tiro y que la bala solamente rozara la oreja de Lennon, dejándolo sordo y aturdido por unos segundos.
Lennon se agarró su oído con fuerza mientras soltaba un grito de dolor. El chico no perdió el tiempo y aprovechando que Lennon estaba atolondrado, lo golpeó en el rostro e intentó derribarlo. Lennon antes de caer logró tomarlo de la playera, provocando que los dos cayeran juntos, y comenzaran a forcejear en el suelo. Fue cuando me armé de valor, corriendo me lancé contra el chico y logré apartarlo de Lennon. Pude haberle disparado desde la distancia, pero tenía el riesgo de poder darle a Lennon, así que primero quise apartarlo. No fue tan difícil, la dosis de adrenalina que el chico había tenido ya se estaba disipando y la herida en su brazo estaba comenzando a cobrarle factura. Pero cuando al fin logré apartarlo, aún en el suelo, el chico me logró dar una patada en el rostro que ocasionó que me aturdiera unos segundos. Luché para ponerme de pie, pero cuando lo logré, el sujeto ya estaba también de pie apuntándome con su arma y sin ni siquiera pestañar, sin ni siquiera pensarlo, el tipo jalo el gatillo.
Cerré los ojos con fuerza, y solo esperé el impacto de la bala, estaba listo para sentirla entrar en mi pecho. Pero no pasó nada. El tipo confundido y asustado, volvió a jalar el gatillo repetidas veces pero el arma no hacía nada. El muy idiota se había quedado sin balas. Cuando se dio cuenta, intentó girarse para poder escapar, pero Chucho lo sorprendió con un puñetazo en el rostro, que hizo que perdiera el equilibro. Lennon se puso de pie y entre él y Chucho comenzaron a soltarle patadas en todo el cuerpo al chico antes de que lograra ponerse de pie. Yo me les uní también. Lo golpeamos en la cabeza, en el estómago, las piernas y en las costillas, mientras el pobre diablo nos suplicaba que nos detuviéramos, haciéndose bolita, intentando cubrirse de los golpes.
El muy maldito había estado dispuesto a matarme y de verdad eso me puso furioso, creo que a los demás también y por esa razón, no dejaremos de golpearlo hasta que nos cansamos.
Cuando lo dejamos en paz, el maldito apenas podía moverse, pero aún seguía vivo. Lennon fue hacia el baño y tomó la maleta que había robado el chico; estando ahí todo el dinero. Fue en ese momento, cuando el desgraciado de Oscar se dignó a salir de su escondite. Chucho al verlo fue directo hacia él y lo tomó de la playera con fuerza.
—Maldito estúpido de mierda ¡¿Por qué demonios no nos ayudaste?! —le gritó lleno de furia.
—Cálmate imbécil —le contestó mientras le quitaba las manos de su playera— Ya les dije que yo no soy su madre para estar cuidándolos. Quería ver si eran capaces de poder ocuparse de un problema como este.
—Es la excusa más estúpida que he escuchado —exclamé fastidiado.
—O solamente no querías arriesgar tu pellejo ¿No? —le contestó Chucho.
—¿Quieren relajarse? Ya lo lograron derrotarlo, cálmense.
—Eres un idiota Oscar —le dijo Chucho mientras se daba la media vuelta, aunque a Oscar no le importo mucho.
Cuando Oscar se acercó al cuerpo donde estaba el chico, este intentó levantarse, pero solo logro arrastrarse mientras imploraba piedad en voz baja.
—Me lleva el carajo, ni siquiera terminaron el trabajo —dijo Oscar fastidiado, mientras le colocaba uno de sus pies al chico en el pecho para que dejara de moverse, desenfundando su arma.
—¡No por favor! ¡No...no quiero...! ¡No quiero morir! —gritó el chico con mucho esfuerzo, casi llorando.
—Eso debiste pensarlo antes de intentar robarnos, asquerosa rata —le respondió Oscar lleno de desprecio mientras apuntaba el cañón del arma a su frente.
—¡Solo seguía órdenes! ¡Por favor no! ¡No tiene que hacerlo...! ¡Por favor! —seguía suplicando.
—¿Ordenes? ¿Ordenes de quién? —preguntó Oscar intrigado, esperando una respuesta pero el chico simplemente se quedó callado—. ¡¿Ordenes de quien, idiota?! —siguió en silencio —.¡¿Ordenes de quién?!
—¡No puedo decirlo! ¡Si lo diga, me asesinaran! —gritó, angustiado.
—Entonces no tiene ningún puto caso que sigas respirando; ya se lo sacaré a tu otro amigo —le contesto fríamente mientras jalaba el martillo del arma, listo para dispararle.
—¡No, no, no, por favor no...! —el estruendoso sonido del arma termino por callarlo.
No pude evitar mirar hacia otro lado cuando la bala le atravesó la cabeza. Fue casi como un reflejo. Aún no terminaba de acostumbrarme a estas cosas.
—Bien, pues vámonos de aquí, la policía no tardará en llegar—. Nos dijo Oscar mientras tomaba la maleta y comenzaba a subir las escaleras.
Corrimos lo más rápido que pudimos hacia dónde estaba Esaú, ya esperándonos en el auto de Chucho, pero Oscar decidió hacer una parada rápida al automóvil rojo estrellado. Le ayudé a revisar la guantera y los sillones en busca de información, pero no encontramos muchas cosas útiles. Aunque Oscar estaba frustrado, después se encontró con le cuerpo del chico que tenía el brazo roto aún noqueado tirado en el suelo.
—Lennon, ve a dejar la maleta con Esaú, y dile que las mueva al asiento trasero. La cajuela la voy a ocupar —dijo Oscar dándole la maleta.
—¿Ahora qué demonios quieres hacer? —exclamó Chucho enojado y confundido.
—Vamos a llevarnos a esta maldita rata. Le sacaré toda la información que el otro imbécil no me pudo dar.
—No vamos a secuestrar a nadie, y menos en mi auto. Ya tuve suficiente con ver como asesinas a sangre fría a tres personas hoy.
—Escúchame Chucho, aunque lo matara aquí mismo, o lo dejara ir, tengo que saber quién demonios es la maldita perra que nos está haciendo la vida imposible. Porque si no descubrimos rápidamente quién es, un día de estos nos van a esperar afuera de nuestra escuela o incluso fuera de nuestra casa y nos asesinarán como perros en un matadero. Así que, o nos lo llevamos y le saco toda la información que tiene, o lo dejamos ir y nos matan un día de estos ¿Qué es lo que vas a a preferir Chucho?
De nuevo ese silencio incómodo. Chucho ni se molestó en seguir peleando con él.
—Tendrás que limpiar mi auto también; no quiero manchas de sangre en todo el lugar.
—Si, como quieras, igual está jodido el auto. Tendrá que hacerle otra visita al mecánico
Chucho suspiró frustrado pero ya no dijo nada más. Así que entre él, Oscar y yo lo cargamos y lo llevamos hasta la cajuela del auto. Esaú y Lennon nos estaban preguntando todo tipo de cosas respecto al chico que estábamos secuestrando pero ni siquiera logramos responderles una pregunta, cuando las sirenas de las patrullas empezaban a escucharse a lo lejos.
Exhaustos, todos nos subimos lo más rápido que pudimos al automóvil, y escapamos de ahí antes de que la policía llegara.
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