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Capitulo 17

Pasó una semana y media desde que Oscar nos enseñó a utilizar un arma. Los días pasaron... tranquilos, por no decirles aburridos. Oscar nos dijo que nos llamaría para ayudar en poco tiempo, pero no creí que se tardaría tanto. El término llevándose de nuevo todas las armas, ya que ni Chucho, ni Lennon o Esaú quiera tener algo así en sus casas, aunque Oscar se los había pedido. Y como Oscar vió que parecía que no iban a ceder, se las terminó llevando él.

Él ya solía venir a la escuela, pero se la pasaba todo el día con sus amigos. Apuesto que ni siquiera entraba a clases. Se la pasaba jugando fútbol, o en la cafetería. El muy maldito ni siquiera se dignaba en saludarnos, o al menos mirarnos. Cuando pasábamos cerca de él, fingía que no nos conocía. Pero supongo que a nadie llegó a importarle realmente. Esaú seguía sin agradarle del todo, o confiar en él, y Chucho parecía pensar lo mismo. Mientras que a Lennon definitivamente le daba igual, solo se concentraba en las tareas y exámenes de los profesores. Había resultado ser más estudioso de lo que pensé.

A Penny me la encontraba varias veces entre los pasillos. Resultaba muy agradable poder saludarla ahora, y no tener que fingir que no la conocía como antes. Era como haberme quitado un peso de encima. No conversábamos mucho como cuando íbamos en el mismo salón, pero si intercambiábamos un par de palabras. Le encantó que a mí me hubiera gustado la chaqueta que ella me había regalado ya que casi diario la llevaba al colegio. Si ella supiera que era la única que ahora tenía. 

Pero tampoco me gustaba quedarme a platicar tanto tiempo con ella. Siempre estaba con Oscar, y cuando yo le dirigía la palabra a ella, el tipo me lanzaba una mirada asesina, cargada de celos que en verdad daba miedo.

Y sobre Astrid... ya llevaba tiempo que no la veía. No había podido llevar su chaqueta a la lavandería porque los muy malditos de los dueños parecían que nunca la abrían. Siempre que iba, estaba cerrada. Y para mi pésima suerte, era la única lavandería de la ciudad que me podía dar el lujo de pagar. Ya estaba comenzando a quedarme sin dinero. Las medicinas que mi madre necesitaba comenzaron a ser más costosas de lo que yo habrá imaginado, así que no podía permitirme gastar dinero de más. Aún tenía que ayudar a pagar las demás cuentas de la casa. Y la chaqueta no era el único problema, si los sujetos de la lavandería no se dignaban en abrirla, mi ropa limpia comenzaría a agotarse, y por más que te esfuerces en mantener la ropa limpia, por más higiénico que seas, una playera que ya ocupaste dos veces para una tercera ya no es factible.

Astrid parece que se la pasa encerrada en su departamento. Ni siquiera la he visto fumar en la azotea como usualmente lo hacía. Si la llego a extrañar, pero, no quiero tocar a su puerta sin tener al menos su chaqueta ya limpia. El jarabe del refresco seguramente ya se había endurecido, y ahora la chaqueta estaba toda pegajosa. De verdad necesitaba que esa estúpida lavandería se dignara a abrir de una vez.

En fin; un día, cuando los cuatro estábamos sentados en la cafetería, Oscar se nos acercó de la nada, y dijo que ya había llegado la hora en la que nos necesitaba. Nos pidió que nos viéramos con él en su casa a eso de las 3 de la tarde. Que fuéramos lo más puntuales posibles y que yo trajera la pistola que tenía escondida en casa. Después se fue con su bola de amigos como si nada. Esaú suspiró frustrado. Era claro que no quiera ir pero tampoco era como si tuviera opción. Ninguno la tenía.

Así que después de las clases Chucho me llevó rápidamente a mi departamento y para mi suerte mi madre no se encontraba en casa. Probablemente había salido a comprar el mandado o algo así. La casa estaba vacía, así que fue bastante sencillo para mi salir y recoger el arma que estaba debajo de mi cama. Unos 20 minutos después ya estábamos todos de nuevo en la entrada del sótano de Oscar. Cuando el abrió la puerta nos invitó a pasar rápidamente.

—Bien Oscar, ya estamos aquí, ¿Qué es lo que quieres? –—empecé a hablar yo, mientras tomaba asiento donde pude.

—Necesito que me acompañen a un par de lugares. Tengo que recoger y entregar un par de cosas, pero no puedo ir solo, o me verán con un blanco fácil para poder robarme —comenzó a hablar Oscar.

—¿Blanco fácil? —cuestionó Chucho—. ¿Quién se supone que va a querer robarte o qué?

—No lo sé. Cualquier persona. Últimamente la ciudad se ha vuelto más violenta. Se ha infestado de ratas traidoras y ladrones. Así que hay que tomar precauciones.

—¿Y qué se supone que es lo que tienes que recoger? —le preguntó Esaú.

—¿Recuerdan cuáles fueron las reglas que les dije? Si no mal recuerdo, una de ellas era sobre no hacer preguntas.

—Mira Oscar —le refutó Esaú—. Si quieres que te ayudemos tienes que darnos más información, o estaremos a ciegas.

—Sí que eres una molestia —le respondió mientras apretaba los dientes—. Esta bien. Tengo que recoger dinero, y cambiarlos por unos paquetes. Es un intercambio, solo que sin tener que ver al comprador. La última vez Arthur fue testigo de cómo fue que terminó eso ¿Verdad? —terminó de decir mientras volteaba a mirarme.

—Si...no fue muy bonito —dije algo escéptico.

—Y ¿Dónde se supone que está ese dinero? —esta vez Lennon fue el que pregunto.

—Esta disperso en la ciudad, por eso viajar en auto es nuestra mejor opción. Están escondido debajo de botes de basura, creo que otros están incluso dentro de las bolsas. Algo sutil donde a la policía o algún curioso no se le ocurriría que habría un fajo de billetes.

—Y para eso nos necesitas —le empezó a decir Lennon—. Para protección.

—En cierta forma sí. Como te dije, esta ciudad está llena de carroñeros. Si alguno de ellos me descubre sacado dinero y me ve solo, soy un blanco fácil. Un objetivo bastante sencillo para robarle. Pero si están ustedes a mi lado el sujeto se lo va a pensar dos veces. Y si aún así el tipo se decide por intentar robarnos, bueno, ya saben usar armas ¿No? No se la pondremos fácil.

Nos quedamos en silencio unos segundos. Esto era más arriesgado que todos los demás encargos que Oscar nos había dejado, pero aun así, tampoco era como si tuviéramos la opción de poder negarnos. Solo teníamos que estar atentos ¿Cuáles eran las probabilidades de que alguien realmente se atreviera a asaltarnos a plena luz del día? Eso me hizo recordar al chico que vi hace ya varias semanas, ser asaltado y golpeado justo enfrente de mi edificio. Ahora comprendía que ese chico pude haber sido yo o podría serlo en uno de estos días. Oscar pareció ver nuestra incertidumbre así que nos dijo algo que nos subió el ánimo un poco.

—Miren, que les parece si es que todo sale bien, les pago...mmm no se... ¿Están de acuerdo con $500 dólares cada uno?

Al parecer, las miradas llenas de duda desaparecieron al escuchar eso y todos parecieron estar de acuerdo. ¿Quién se negaría a $500 dólares gratis, solo por acompañar a un tipo de un lugar a otro?

—Sí, estamos de acuerdo, parece justo —habló Lennon por todos.

—Bien, pues, entonces será mejor que empecemos a movernos —dijo Oscar mientras se levantaba del sillón, y tomaba la maleta que tenía los paquetes—. Mientras más rápido hagamos esto mejor, será más seguro si es que tenemos la luz del día a nuestro favor.

Después, todos estábamos de nuevo en el auto. Oscar le entregó a cada uno su respectiva arma y nos dijo que la metiéramos en el bolsillo de nuestras chaquetas o pantalones, que las acomodáramos de modo que no se vieran a simple vista, pero que la tuviéramos lista para sacarlas lo más rápido posible.

Chucho fue el conductor, mientras Oscar le hacía de copiloto. Ya estaba siendo costumbre nuestra sentarnos en esas mismas posiciones aunque ahora a mí me toco en la ventana, mientras que a Lennon en medio mío y de Esaú.

Después de que Chucho arrancara el automóvil, fuimos a la parte este de la ciudad, la zona por la que yo vivía. Después de conducir un rato y que Chucho pusiera algo de música para distraernos, llegamos al primer intercambio. Estaba en un callejón bastante solitario; Chucho se estaciono enfrente de este y Oscar fue el primero en bajarse, no antes sin sacar uno de los paquetitos de la maleta. Los demás nos bajamos y los esperamos de pie en el auto intentando no llamar demasiado la atención. Por reflejo, metí mi mano en el bolsillo de la chaqueta, y pude sentir el arma entre mis dedos. Sentirla ahí me hizo sentir un poco más seguro, aunque intenté mantener mis dedos alejados del gatillo para no dispararla por accidente. Al final Oscar hizo lo que tenía que hacer, levantó uno de los botes de basura que estaban en el callejón y ahí se encontraba un fajo de billetes. Oscar los guardo y después coloco en el mismo lugar el paquetito. Acomodó el vote de basura, y regresó con nosotros como si nada.

—Bien, va uno, faltan 15 —nos dijo mientras se subía al auto.

—¿Qué? —dijo Chucho exaltado— ¿15?

—Si, y será mejor que te apresures porque la distancia entre ellos no es muy corta que se diga —le respondió Oscar fastidiado.

Y Oscar no mintió, estuvimos recorriendo toda la ciudad por casi 2 horas, haciendo el mismo procedimiento una y otra vez. Oscar se bajaba del auto, nosotros vigilábamos y el intercambiaba los paquetitos por los fajos de billetes escondidos. Aparentemente no había ningún problema, íbamos escuchando música en el auto, aunque de vez en cuando Lennon se quejaba de las canciones que ponía Chucho y él siempre le respondía con lo mismo, con la regla de que "El conductor escoge la música". En fin, estuvimos así un buen rato, sin ningún problema aparentemente, hasta que en cierto momento Chucho comenzó a mirar más seguido el espejo retrovisor.

—Mierda, creo que ese auto me está siguiendo —dijo Chucho en tono nervioso.

—¿Qué? —le respondió Oscar exaltado, al momento que giraba su cabeza hacia atrás—. ¿El rojo?

—Creo que sí, lleva siguiéndonos al menos dos cuadras, y me está poniendo algo nervioso.

—Mmm, no creo, pero intenta dar vuelta aquí, tal vez así nos deje de seguir.

Y Chucho lo hizo, pero el auto giro en la misma dirección que nosotros.

—Me lleva el carajo, si nos están siguiendo —dijo Oscar enojado, al momento que sacaba su pistola y le quitaba el seguro.

—Espera espera ¿Qué mierda vas hacer? —dije alterado mientras me inclinaba hacia adelante del asiento.

—Bajarme del auto y enseñarles una lección. A mí nadie me sigue.

—Espera idiota ¿Y si es la policía? —le respondió Esaú molesto

—No es la policía, son los malditos ladrones. De seguro se enteraron que estaba intercambiando los paquetes y ahora los infelices nos quieren emboscar. Me desharé de ellos rápido.

—¿Por qué todo contigo siempre tiene que terminar en muerte?

—Porque es el modo más fácil de resolver este tipo de cosas. Ahora si me disculpas, tengo que matar a un par de ratas, Chucho, párate aquí —terminó por decir, al mismo tiempo que abría la puerta del auto.

—No hagas ninguna idiotez Oscar —intervino Lennon mientras lo tomaba del brazo— Lo único que vas a provocar es llamar la atención de la policía y ahora si nos vas a meter en un lío.

—¿Entonces qué es lo que sugieres genio?

—Mira, solo que Chucho se estacione a un lado de la calle. Si los tipos que nos siguen no son idiotas pasarán de largo para no delatarse. Incluso puede que nos estemos equivocando y nadie nos esté siguiendo. Puede que solo sea una casualidad y tú ya estas por ir a derramar sangre de alguien inocente. Hazme caso, que Chucho solo se estacione a un lado.

—Esa idea parece más lógica que la tuya de querer ir a matarlos como Rambo —comentó Esaú.

Oscar se mantuvo en silencio unos segundos. Estaba claro que el detestaba no tener la razón siempre en todo. Pero dio un suspiro y respondió que como quisiéramos. Chucho le hizo caso al plan de Lennon y se estacionó en un lugar a lado de la calle y esperamos tranquilos a que el auto rojo pasara, el cual lo hizo sin ninguna prisa y continúo su camino hasta la siguiente calle, donde giró, y se perdió. 

Y yo pude respirar tranquilo. En verdad que no tenía nada de ganas de involucrarme en otra balacera.

—¿Ves? Te lo dije Oscar, no todo tiene que terminar en sangre —le dijo Lennon mientras se inclinaba hacia adelante y le tocaba el hombro.

—Como sea —le respondió bruscamente Oscar —Hay que seguir con los intercambios, nos faltan menos de la mitad.

Estuvimos así un buen rato. Sin nada interesante que se nos presentara. Solamente en una ocasión, un par de drogadictos que estaban en la calle fueron a curiosear, pero Oscar los espanto fácilmente mostrándoles el arma. Y al aparecer, ya solo quedaba un pedido.

Llegamos a un callejón, donde había lo que aprecia ser un auto abandonado, estacionado a la mitad de ésta. También había un extraño símbolo que parecía ser chino o algo así pero no le presté mucha atención. Oscar nos pidió que nos bajáramos ya que esta vez iba a tardar un poco más de lo habitual y todos le hicimos caso. El sacó unas llaves de otro automóvil y se acercó al auto abandonado.

Cuando estuvo frente a la cajuela de este, metió las llaves en el cerrojo e intento girarlas pero estaba muy oxidado. Cuando sacó las llaves, intentó abrir la cajuela, pero no pudo. Estuvo maldiciendo en voz baja, aparentemente esforzándose por abrirla pero probablemente estaba tan oxidado que aún y con la llave, le era imposible abrirla. Al final terminó frustrándose y empezó darle patadas a la cajuela furioso, pero eso no sirvió de nada. Después llamo a Esaú y Chucho para que intentaran ayudarle a abrir la cajuela. Pero aún con la fuerza de los tres, no parecía que iba a dar resultado, pero ninguno quiso darse por vencido tan fácilmente.

Yo me quedé recargado en el auto con Lennon, mirando como de todas las maneras posibles intentaban abrir la cajuela de ese automóvil.

—Creo que ya comienzo a entender a Esaú respecto a Oscar —me empezó a hablar Lennon.

—Sí, es una persona complicada...

—Es muy compulsivo y violento, me sorprende que la policía no lo haya atrapado aún.

—Supongo que por más violento y psicópata que sea, al menos es un poco inteligente. Es muy precavido al momento de dejar evidencia que lo pueda incriminar.

—¿Precavido ehhh? Sin duda hoy nos demostró que tan precavido puede ser —comenzó a bromear.

—Está loco, pero al menos yo quiero pensar que sabe lo que está haciendo. Pero de todas formas lo sigo odiando.

—¿Lo odias? ¿Un odio como el que Esaú le tiene, o algo más personal?

—Creo que algo más personal. Para resumírtelos a grande rasgos, me quitó a la chica que yo quería

—Pfff, problemas de amor ¿No? –comenzó a soltar una risa burlona.

—¿Qué, qué tiene? ¿Tú nunca te has enamorado? —le pregunté curioso.

—Nah, son demasiados problemas gratis. Solo mírate, odias a una persona por culpa del amor.

—Pues sí pero, no lo pude evitar, además, ya no me duele tanto eso. Creo que lo he superado. Supongo que me dolió más a mí el hecho de que las cosas hubieran sido distintas si no hubiera sido un idiota.

—Pero ya lo superaste ¿Cierto?

—Eso creo. Conocí a otra chica. Apuesto que tengo más posibilidades con ella que con la novia de un psicópata —comencé a reírme.

—Solo espero que no te estés conformando. Eso nunca es bueno.

—No, para nada, en mi vida hubiera imaginado hablar con un chica tan bonita como ella. Creo que por primera vez en mucho tiempo, el universo decidió sonreírme.

—¡Oigan, señoritas! —se escuchó un grito de Oscar, que ya hasta estaba sudando del esfuerzo que estaban haciendo para abrir la cajuela —Una ayuda no nos vendría nada mal.

—Nah, ustedes pueden —le respondió burlonamente Lennon—. Ya están cerca de lograrlo. Aunque si lo intentaran con una palanca, tal vez terminarían más rápido.

—Tengo una en la cajuela —respondió exhausto Chucho, mientras se quitaba su gorrito para que se refrescara un poco —tal vez pueda funcionar.

—Pues tráela. Seguir intentándolo como lo estamos haciendo no nos llevara nada.

Cuando lo intentaron con la palanca, entre los tres tuvieron que meterle fuerza para que pudiera abrir la cajuela, al final lo lograron. Oscar soltó un grito de victoria y de la cajuela saco una enorme maleta, que se veía pesada.

—Ya es lo último por hoy, terminamos —dijo Oscar mientras llevaba la maleta al automóvil, y la colocaba en el asiento del copiloto.

—¡Al fin! Creí que nunca terminaríamos —exclamo Chucho satisfecho.

—Solo tengo que revisar la guantera del auto. Me dijeron que habían dejado un par de cosas ahí para mí —Oscar regresó al automóvil viejo y comenzó examinar el asiento del conductor y copiloto.

Después de estar un rato saqueando el auto, Oscar le gritó a Lennon que le alcanzara la maleta donde estaba los paquetitos para así terminar el último intercambio. Este metió la mitad del cuerpo por la ventana, buscando la maleta, mientras que yo me giraba a ver a la calle, para distraerme un poco. En eso, volví a ver el auto rojo que nos había estado siguiendo hace unos minutos. Creí que pasaría de largo, así que no le tomé mucha importancia. Pero después, el auto se estacionó justo enfrente de nosotros, con la calle separándonos; y de este salieron cuatro chicos de unos cuantos años más grandes que nosotros, pero que tampoco para que se les consideraran ya como adultos. Cuando realmente me alteré y supe que algo andaba mal, fue al ver que uno de ellos portaba una enorme escopeta, mientras que los demás desenfundaban sus pistolas, sacándolas de sus bolsillos.

Lennon apenas logro sacar la cabeza del auto, con la maleta que Oscar le había pedido, cuando el chico de la escopeta apunto directo al automóvil de Chucho, y comenzó a jalar el gatillo.

Yo le grité justo a tiempo a Lennon que se agachara jalándolo hacia mí mientras yo me tiraba al suelo y me cubría en una de las llantas del coche. Los demás, al escuchar mi grito se tiraron al suelo y se cubrieron donde pudieron.

Las destructoras balas de la escopeta terminaron por destruir las dos ventanas de las puertas del automóvil de Chucho. Escuché como Oscar gritaba una maldición y desde el automóvil viejo comenzaba a devolverles el fuego, comenzado una autentica balacera. Yo intenté sacar mi revolver, para el menos poder defenderme, pero estaba tan nervioso, que fue más difícil de lo que pensé. Uno de los ladrones metió su cuerpo aprovechado que las ventanas estaban rotas, al auto, y saco de el la maleta que Oscar había metido minutos antes. Uno vez que la tuvo, corrió en dirección contraria hacia su automóvil, mientras el chico de la escopeta lo cubría.

Mis oídos estaban zumbando como locos por el sonido que emitía la escopeta. Lennon en un momento en el que parecía que el chico con la escopeta estaba recargando, intentó levantarse y escapar hacia donde estaban Chucho y Esaú, con la maltea en sus manos. Pero el chico de la escopeta logró interceptarlo y le dio un muy fuerte golpe con esta, que terminó por derribarlo. El chico le arrebató de las manos a Lennon la maleta y se la lanzo a uno de sus compañeros. 

Yo estaba estético, no podía moverme, no sabía qué hacer. El chico de la escopeta comenzó a recargar su arma, mientras Lennon seguía tirado en el suelo aturdido. Estaba claro que si no hacía nada, ese maldito iba a matar a Lennon. Logré sacar el arma finalmente de mi bolsillo y rápidamente recordé todo lo que Oscar me había enseñado; quitar el seguro, tirar el martillo hacia atrás, después apuntar y disparar; pero estaba muy nervioso, creo que incluso comencé a sudar. Si no me daba prisa no iba a lograr salvarlo. El chico de la escopeta finalmente terminó de recargar y apunto el cañón justo en el rostro de Lennon, mientras deslizaba el guardamanos, listo para disparar. Y cuando yo ya estaba listo para dispararle a él, antes de que pudiera jalar el gatillo, dos balas atravesaron el cuerpo del sujeto; uno en el estómago y otro en el hombro derecho; impidiendo así que matara a Lennon, cayendo al suelo mientras gemía de dolor. Cuando giré para ver quién era el que había jalado el gatillo; a unos metro, ahí estaba parado Esaú apuntando con el arma. Se le veía en los ojos que tenía miedo, pero daba gracias al cielo que hubiera actuado más rápido que yo, o si no Lennon ya hubiera sido historia.

Voltee a mirar para ver donde estaban los demás chicos que nos habían atacado, y estos estaban terminado por subirse a su automóvil con las dos maletas en su poder. Oscar salió de su escondite, y rápidamente corrió hacia donde estaba el auto rojo, no antes sin dispararle justo en la cabeza al chico que tenía la escopeta, terminado con su sufrimiento.

El auto rojo arranco, y rápidamente dejo a Oscar atrás, el cual desesperadamente comenzó a dispararle a la parte trasera del auto, mientras esta comenzaba a alejarse más y más.

—¡Hijos de puta! ¡Ladrones de mierda! —gritó lleno de furia Oscar al mismo tiempo que vaciaba el cargador del su arma.

—¡Oscar! ¡Súbete rápido al maldito auto! —le gritó Chucho que iba corriendo hacia su asiento.

Creo que era claro lo que Chucho planeaba hacer. Me levanté lo más rápido que pude y me subí al automóvil al mismo tiempo que Esaú ayudó a Lennon a ponerse de pie. Se metieron en el automóvil bruscamente y al último Oscar, que cerró la puerta con tal fuerza, que los últimos pedazos de vidrio que colgaban de ella, se soltaron.

—¿Qué planeas hacer Chucho? —le preguntó Lennon que seguía un poco shockeado por lo que había pasado.

—¿Qué no es obvio? Vamos a alcanzar a esos hijos de puta —terminó de decirle, mientras arrancaba el motor del auto.                         

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