Capitulo 14
Creí que sería agradable ir al cine con Astrid ¿Qué era lo que podía salir mal? Era domingo por la noche, iría a ver una película con una chica hermosa, al fin tenía dinero para pagar las entradas y las palomitas, así que no quedaría como un muerto de hambre, como regularmente me pasaba. Las cartas estaban en la mesa para que pasara una buena noche junto a Astrid.
Claro que eso hubiera pasado, si mi cabeza no estuviera jodiéndome con el hecho de que justo una noche atrás, fui testigo de cómo golpeaban a un hombre hasta la muerte, para después encenderlo en llamas junto a su tienda. Ni siquiera fui capaz de lograr disfrutar la película. Tenía demasiado sueño, la noche anterior no había dormido nada bien pensando en lo que había pasado, y ahora luchaba por mantenerme despierto.
Estábamos viendo "Volver al futuro". Ya sé que había dicho que ya la había visto, cuando Chucho y Lennon venían platicando sobre eso, pero solo lo dije para no quedar como un tonto. En ese entonces ni siquiera tenía dinero para invitar a alguien a verla, o ir yo por mi cuenta. Esa era una de las razones por las que supongo que Penny terminó eligiendo a Oscar. A ella le encantaba ir al cine, y él, la llevaba todo el tiempo; creo que ahora ya sé de dónde rayos sacaba tanto dinero para invitarla cada fin de semana, mientras que a mí apenas me alcanzaba para el pasaje de mi autobús.
Igual al final ni siquiera pude prestarle demasiada atención. Estaba muy seguro de que era una gran película, pero mi cerebro estaba muy ocupado en la sangre y fuego de la noche anterior. Creo que era algo llamado "estrés postraumático" o algo así que había leído en una revista, cuando estaba junto a mi madre en sus consultas con el doctor. Había escuchado que se tenía eso cuando tenías alguna experiencia fuerte. Y para ser sincero, ni en mis peores pesadillas había imaginado que yo pudiera llegar a vivir algo como lo que pasó ayer.
Pero no me era ajeno que ese tipo de violencia, pasaba todo el tiempo en el mundo. Todos los días cuando mi madre veía las noticias, salían reportes similares, o incluso peores, como lo que había pasado ayer. "Se encuentran cuerpos tirados en un rió" "Hombre muerto en la acera con bala en la cabeza" "Automóvil explota en la avenida central" "Explosión en lavandería deja docenas de muertos y heridos" "Balacera entre pandillas" Y bla bla bla. Noticias como esas nunca faltaban.
Pero en cierto modo, aunque yo ya estuviera algo acostumbrado a la violencia, es muy diferente presenciarla en un televisor viejo, a que esté justo enfrente de tus ojos, y que la sangre de la víctima pueda llegarte a salpicar en el rostro. Y lo peor de todo, es que hay gente que es insensible a todo eso. Los ojos, los ojos de Oscar, parecían los de un maldito demonio. No había ni una sola gota de empatía en esos ojos felices por hacer sufrir a una persona. Era escalofriante. Antes lo odiaba, pero ahora no estaba seguro si también lo que sentía era miedo.
Pero al menos Astrid parecía estar disfrutando la película, así que eso al menos ya era un punto a mi favor.
Cuando la película terminó, y salimos del cine, yo le sugerí a Astrid que tomáramos un autobús, para llegar más rápido. Pero al parecer ella quiera caminar hasta el edifico, así que le hice caso. Me vendría bien para despejar un poco mi mente. Llevaba un vaso de refresco que no me había terminado en el cine, mientras ella llevaba el envase vacío de palomitas. Las calles no se veian tan macabras como normalmente lo eran. En esta parte de la ciudad todo estaba iluminado, y se veía bastante amistoso el ambiente,aunque el suelo estaba un poco húmedo por las constantes lluvias. Perfecto para caminar con una chica a tu lado.
—Me habían contado que la película era buena —comenzó a hablar Astrid—. Pero no creí que hablaran en serio. En serio que es una de las mejores que eh visto.
—¿Sí? Yo no sé mucho de cine, pero tengo que reconocer que sí estuvo buena —le intenté contestar, pero creo que mi tono de voz se escuchó desganado, porque ella me miro extraña.
—¿Te encuentras bien? —me preguntó en tono preocupada.
—¿Aahhh? Sí, claro que estoy bien, ¿Por qué lo preguntas?
—Es que te noté algo raro en el cine. Tenías la mirada perdida, observando la nada.
—¿Qué? Claro que no —intenté excusarme.
—No lo sé Arthur, estás actuando un poco raro, como si no quisieras estar aquí, conmigo—. Era claro que ahora ella era la que se sentía insegura.
—¡Por favor! Claro que quiero estar aquí, me la estoy pasando bien. Tal vez estuve un poco distraído, pero eso no tiene que ver nada contigo.
—¿Entonces, con quién tiene que ver?
—No es nada...es solo que, no lo sé... —intenté pensar en alguna mentira o excusa, pero la mente la tenía en blanco.
—¿Tiene que ver con tu madre? —me preguntó, a lo que yo la mire desconcertado.
—¿Qué tiene ella o que...? —le respondí un poco nervioso, sin mirarla a los ojos.
—Vamos Arthur, ya te dije que las paredes son de papel. Sé que tu madre está algo enferma. La he escuchado toser un millón de veces, como para que se trate de una simple tos o gripe. También escuché que le compraste medicinas o algo así.
—Muy bien, tienes que dejar de hacer eso. No es muy agradable que espíes a las personas —le dije un poco alterado, pero también en tono de broma.
—Perdón —dijo entre una risa nerviosa—. Pero es que a veces mi casa invade el silencio, y sin que yo quiera, empiezo a escuchar todo lo que pasa tras las paredes ¿Sabías que las señora de los gatos les habla a ellos como si fueran personas? Es muy rara —terminó de decir, mientras se reía. Yo también me reí, la había escuchado un par de veces hablar sola con alguien, pero no sabía que era con sus gatos.
Seguí platicando con Astrid mientras seguíamos caminado por la acera, de cosas banales. Al final logré desviar su atención sobre que mi madre estaba enferma. No me gustaba que la gente se enterara de eso, porque podían sentir su lastima y pena en sus ojos hacia mí. No necesitaba que alguien sintiera lastima por mí, pero tampoco los podía culpar ¿Qué más podían hacer?
No pensé que platicar con ella de cosas realmente sin importancia podrían tranquilizar a mi mente de todo lo que había pasado. En serio que por un segundo, había olvidado todo. A mi madre enferma, al psicópata de Oscar, la escuela, el hecho de que tenía un arma de fuego bajo mi colchón; todo había desaparecido, mi mente ahora solo estaba escuchando su voz, y eso me mantenía tranquilo. Bueno, eso era lo que pensaba, pero también descubrí que tengo una de las peores suertes del mundo.
—Oye Arthur, ¿Escuchaste lo que pasó ayer?
—¿Qué? –le dije algo confundido.
—Al parecer una tienda, por donde está la plaza que está cerca por donde tú estudias, en la noche se prendió en llamas, y dicen que el dueño murió adentro calcinado. Estuvieron anunciándolo todo el día en las noticias—. Ya me estaba poniendo nervioso. De repente todos los problemas aparecieron de golpe en mi cabeza, y me puse muy tenso —Pero lo que llama la atención es que no fue un accidente como se creía, descartando a idea de que era una simple fuga de gas. Según los de las noticias una explosión y fuego de esa magnitud no se daba por una simple fuga, así que se piensa que tal vez fue un homicidio, y alguien le prendió fuego a la tienda.
No pude más, la tención me logro superar, y sin que pudiera darme cuenta o evitarlo, apreté de más el vaso de refresco con mi mano, saliendo este disparado al aire, derramándose todo sobre Astrid.
—¡Me lleva la...! —gritó Astrid claramente enojada, mientras extendía los brazos empapada en refresco
—Mierda, mierda, mierda, mierda. Pe...perdón, perdón —comencé a tartamudear nervioso buscando algo con que secarla.
—No, no, no importa, está bien, no pasa nada, solo fue la chamarra, no te preocupes.
Idiota, idiota, idiota, ¡Y mil veces idiota!
Era obvio que Astrid estaba enfadada, pero parecía que ella quería mantener la calma, para no arruinar la noche, pero yo estaba deseando morir en ese momento. Un infarto, un rayo, que algún loco pasara y me disparara ¡Lo que fuera!
Pero de nada servía estar lamentándome y odiándome a mí mismo por dentro. Astrid se relajó, y se quitó la chaqueta que estaba toda pegajosa. Por suerte, el refresco no había ensuciado más que la chaqueta, así que por lo demás, ella estaba seca.
—De verdad lo siento, no sé qué rayos paso, en serio, perdón, perdón —seguía repitiendo lo mismo una y otra vez. Demonios, hasta había comenzado a sudar.
—Arthur, tranquilo, no pasó nada, solo fue la chaqueta, además ya estoy acostumbrada a que me pasen este tipo de cosas. Cuando tienes dos hermanos pequeños que cuidar, créeme que este tipo de cosas pasan más seguido de lo que crees —intentó bromear al respecto, para eliminar la tensión que se había generado, mientras se secaba los brazos con la chaqueta.
—Ay Astrid, en serio discúlpame —en eso, una ráfaga de viento helado paso por nosotros, y la piel de los brazos de Astrid se puso chinita por el frio—. Toma, ya está comenzando a hacer un poco de frio —le dije mientras me quitaba mi chaqueta (o lo que quedaba de ella, ya que la manga seguía rota) y se la daba.
—¿Y tú que vas a hacer sin nada que te abrigue? Te vas a enfermar —me respondió ella en tono preocupada.
—No te preocupes por mí, es lo menos que puedo hacer, después de haberte dejado toda pegajosa... —desvié la mirada un poco, para que ella no pudiera notar lo afligido que estaba.
—Gracias —pude notar como me dio una sonrisa gentil mientras se ponía mi chaqueta.
Eso me tranquilizo un poco. Le quedaba un poco grande en la parte de los hombros, haciendo que se mirara un poco graciosa; pero bien. Le quedaba bien
Bien, pues eso le puso fin a nuestra mágica velada. No sé cuántas veces me insulte a mí mismo por dentro por haber cometido semejante idiotez, pero al fin llegamos al edifico donde vivíamos.
—Bueno, pues supongo que esto es todo ¿No? —me dijo Astrid girándose hacia mí con las manos en los bolsillos de la chaqueta, en cuanto llegamos a la entrada de mi apartamento, y a las escaleras que la dirigían al suyo.
—Si, supongo que es todo, en serio perdóname por lo del refresco.
—Ya Arthur, no te preocupes, ya te disculpaste como 15 veces hoy. Tranquilo —me dijo con su sonrisa. Al parecer al final no le tomo tanta importancia a mi idiotez.
—Puedo lavar tu chaqueta si quieres... Conozco una buena lavandería por aquí.
—¿En serio harás eso? Pues, gracias. Mi madre no nos permite lavar nada en ninguna lavandería. Tenemos una lavadora, y ella se rehúsa en lavar la ropa en otro lugar, aunque esa cosa las termine dejando más sucias, que antes de que entraran —terminó de decir con una risa. Si ella supiera que yo no tengo ni para comprar la lavadora más jodida de la ciudad... —Pero, gracias, eres muy lindo. Supongo que yo me quedare con tu chaqueta hasta que me des la mía.
—¿Qué? ¿Y par que quieres mi chaqueta? Esta toda rota, y además, es la única que tengo...
- También la que mojaste es la únicas que tengo, así que me parece lo más justo ¿No crees? —me dijo en tono bromista.
Bien, no me podía negar. Era eso o quedar como un completo imbécil, así que no tuve más opción, y solo le dije que se la quedara. Ella me entrego su chaqueta mojada, y después me sonrió. Había visto miles de chicas antes sonreír, y hasta ese momento creí que la de Penny era la mas hermosa. Pero después de ver como Astrid me sonrió, tuve mis dudas.
—Pues supongo que te veré después —le dije ya despidiéndome—. Ya es tarde, y mi madre debe de estar esperándome.
—Si, también los míos. Aunque igual de cualquier manera me van a gritar –volvió a reír. A esta chica si el gustaba bromear mucho—. Supongo que te veré por ahí después ¿No?
—Claro.
Después de eso, ella se acercó a mí, y me beso en la mejilla. Subió las escaleras, y se metió a su apartamento. Y me quede en silencio ahí parado, en la puerta del mío. Sentí una sensación...rara. Había escuchado antes de la expresión de "tener mariposas en el estómago", pero lo que yo sentí en ese momento, fue un agujero negro revolviendo todas mis tripas. Pero al menos no todo fue tan horrible como pensé que sería. Me había quedado con su chaqueta, así que eso ya era una ganancia.
Cuando entre al departamento, vi a mi madre de nuevo dormida en el sillón, frente a la televisión llena de estática. Al parecer se había quedado esperándome, pero se quedó dormida. Era ya tan a menudo que ella se quedara dormida en su sillón, que yo comenzaba ya a creer que el sillón era mucho más cómodo que su propia cama.
Pasé directo hacia mi habitación, y coloqué la chaqueta de Astrid en una silla. Me aseguré de no estuviese a simple vista, porque si no mi madre comenzaría a hacer todo tipo de preguntas, y la verdad no tenía nada de ganas estar contando mis fracasos amorosos.
Después de hacer eso, me puse el short con el que dormía, mi playera, y fui a lavarme los dietes. Pero cuando estaba por hacerlo, noté en el espejo que tenía la marca en el cachete del labial de Astrid. Sonreí como todo un estúpido frente al espejo. Me lo limpié con el papel, y después me fui a la cama. Esa noche dormí como nunca. No recordaba la última vez que me había ido a la cama así de feliz, pero se sentía tan bien.
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