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Capítulo 11

—Creo...creo que los perdimos —comentó Chucho mientras recuperaba la respiración. 

Se veía ajetreado, e incluso la parte de arriba de la nariz le estaba sangrando. Creo que en uno de sus giros de golpe, o frenos, había ocasionado que se golpeara con el volante. No dije nada, solo me quede callado, recuperado el aliento.

—¿Y bien? ¿Arthur? Estamos esperando una explicación —exclamó Lennon desde la parte trasera, algo enojado.

—¿Explicación de qué? Yo no quería involucrarlos en esto. Ustedes se metieron solos —dije, un poco a la defensiva.

—Sí, pero si no hubiera sido por nosotros, ahora mismo estarías esposado, encerrado en una patrulla —dijo Chucho sin hacer contacto visual conmigo, haciendo presionen su nariz para que dejara de sangrar.

—Creo que...eso es un buen punto... —murmuré cabizbajo, sin oportunidad de poder discutir.

—¿Entonces...? ¿Qué carajo fue lo que hiciste? Parecía que te estuvieran persiguiendo porque asesinaste a alguien —volvió a decir Lennon.

—Es una larga historia... me enredé en un par de cosas malas...

—Con malas, te refieres a ilegales ¿Cierto? —exclamó Esaú

—Algo así...El punto es que, fui a cobrarle a un sujeto en la tienda algo de dinero que le debía a... —no quería decirle a Oscar "jefe", quería conservar la poca dignidad que una me quedaba, así que pensé en otra cosa rápidamente —... a...a mi amigo. Pero las cosas se pusieron un poco violentas, el estúpido fue de llorón con la policía, y gracias a mi maldita a la suerte, me reconoció en la calle —terminé de explicar.

—No me convence tu historia... —exclamó Lennon—. Se me hace muy tonto que solo por eso, casi toda al policía del centro comercial te persiguieran como si fueras algún narcotraficante famoso. No cuadra...

—Pues yo si le creo —salió en mi defensiva Chucho, mientras seguía agarrándose la nariz—. La policía últimamente ha estado siendo muy abusiva con todo el mundo, pero cuando se tiene que poner agresiva con los verdaderos criminales, solamente sacas un par de billetes, y te lamerán hasta las botas.

—Eso es cierto, a uno de mis tíos lo metieron preso a base de golpes solamente por la sospecha de pagar con un billete falso. Los policías son unos desgraciados —comentó Esaú. Creo que él también creía en mi historia.

—Bien, bien, supongamos que le creemos a Arthur. Ahora tenemos que pensar en qué carajo es lo que vamos a hacer. En el momento en el que decidimos rescatar a Arthur, nos convertimos en cómplices, y ahora vendrán por todos nosotros por igual —dijo Lennon un poco alterado

—Tienes razón, no creo que se olviden de eso así como si nada. Y si lograron anotar, o tomarle foto a las placas del auto...estoy realmente jodido... Además de que nos era tan difícil localizarlo. El espejo retrovisor está destruido, y la parte de atrás está llena de agujeros —dijo Chucho con un poco de miedo en sus palabras. 

Creo que se dio cuenta de las consecuencias que conllevaba haberme ayudado. Pero yo no iba a dejar que Chucho se hundiera en todo esto. Tenía que ayudarlo.

—Creo que, se cómo podemos librarnos de todo eso, o eso espero... —dije, aún con la mirada baja, mientras que todos me observaban curiosos, esperando que les diera la solución.

Unos 15 minutos después, con miedo a que la policía encontrara el auto circulando en la calle, el coche de Chucho estaba estacionado en la parte de enfrente de la casa de Oscar, mientras yo estaba en la entrada del ático tocando la puerta, esperando a que me abriera. Los demás estaban detrás de mí, observando nerviosamente.

—¿Estás seguro que este amigo tuyo, es de fiar? —preguntó Chucho algo nervioso.

—Es el único que ahora puede ayudarnos, más le vale que si...—le contesté algo inseguro.

Después de estar como 2 minutos sin que ese imbécil abriera, golpee más y más fuerte, hasta que escuche la voz de Oscar por dentro maldiciendo, y después abrió la puerta bruscamente.

—¡Ya les dije que no quiero escuchar la maldita palabra de...! —gritó Oscar nada más al abrir la puerta, pero después se calló al verme a mí, ahí de pie—. ¿Arthur? ¿Qué carajo haces aquí? ¿Y qué rayos te pasó? tienes una gran herida en el rostro —preguntó sorprendido. 

Me toqué mi mejilla superior, y al hacerlo me ardió como el demonio, y mi mano se manchó de sangre. Ni siquiera había notado que me había lastimado. Supongo que en una de las tantas veces que me caí, me abre raspado la mejilla.

—Necesito que me hagas un favor... pasó algo, y necesito que... —fui interrumpido por Oscar.

—Detente justo ahí Arthur. Estoy ocupado en algo en este momento —me dijo haciéndose a un lado de la puerta, para que pudiera observar el interior, y vi a tres chicos que no conocía, sentados en el viejo sillón. Pero también noté que había pipas tiradas por todo el lugar, y además de que apestaba a marihuana—. Vuelve en otro momento, ahorita estoy en...negocios —intentó convencerme, para después cerrar la puerta justo enfrente de mí, pero yo lo evite colocando mi pie.

—Drogarte como un imbécil no son cosas importantes que hacer, Oscar. Ahora sal de ahí, y ayúdame con esto —dije seriamente.

—Mira Arthur, yo no soy alguna clase de madre que tenga que estar resolviendo todas tus mierdas. Si hiciste algo, resuélvelo tú, y déjame de molestar. Si quieres regresa más tarde, cuando no esté ocupado —Oscar intentó volver a cerrarme la puerta, pero yo lo evite ahora colocando mi brazo. Me estaba hirviendo la sangre de furia, de verdad que no podía creer que este imbécil no me quisiera ayudar solo para drogarse con otros imbéciles.

—¿Recuerdas al estúpido de la tienda? ¿El que me dijiste que no iba abrir la boca? Pues bien ¿Adivina qué? Lo hizo, y en cuando la policía me vio, comenzaron a perseguirme como si yo fuese un perro. Y si el de la tienda llegó a delatarme, ¿A quién crees que también vaya a delatar? Dime Oscar ¿A quién será? —al parecer mis palabras si obtuvieron un impacto en Oscar. Se quedó callado unos segundos, pero después, supo que era lo que tenía que hacer.

—Lárguense todos... —se dirigió a los chicos que estaban dentro del sótano.

—¿Qué? ¿No estarás hablando en serio, o si? —protestó uno de los chicos poniéndose de pie.

- Ya me escucharon ¡Lárguense todos! Tengo que resolver un par de cosas —volvió a decir con más fuerza.

Los chicos en un principio se resistieron en abandonar el lugar, pero cuando Oscar los observó con una mirada asesina, creo que captaron el mensaje de tener que irse. Todos tomaron sus cosas y de mala gana salieron por la puerta, caminando por la calle. Una vez el lugar fue desalojado, Oscar agachó la cabeza, y frustrado extendió su brazo indicándonos que pasáramos. El sótano parecía estar más sucio que cuando había venido la vez anterior, y el olor a marihuana se había intensificado. Oscar invitó a todos que nos sentáramos donde pudiéramos, y después, empezó a hablar.

—¿Qué rayos fue lo que pasó, Arthur?

—Pues al parecer tu amiguito de la tienda no era tan discreto como creías. Justo cuando me estaba delatando con la policía, yo pasaba por la calle. Él me señaló, y los malditos comenzaron a perseguirme, por poco y me logran arrestar...

—Bien, y estos tarados de aquí ¿Quiénes son? —dijo señalando a Chucho y los demás.

—Gracias a ellos es que estoy aquí parado contigo. Me rescataron de la policía.

—Fue con el auto que está estacionado en mi jardín, ¿No?

—Sí.

—De acuerdo —Oscar se restregó los dedos en su cabello, cerró los ojos para pensar un momento, y después continuó—. Ya sé que hacer. Ahora quiero que todos aquí escuchen atentamente lo que tiene que hacer, sin ninguna excusa ¿De acuerdo? —dijo mirándonos a todos.

—Está bien —dijo Chucho sin ánimo alguno.

—Lo más seguro es que ustedes, grupo de idiotas, llamaron mucho la atención mientras huían de la policía, así que lo más probable es que hayan anotado o capturado las placas del automóvil. Es un hecho que lo estarán buscando por lo menos una o dos semanas, así que, lo que hay que hacer para no arriesgarnos a que logren localizar el auto, es cambiarle las placas y el aspecto.

—¿Cambiarle las placas? —cuestiono Chucho —¿Eso es posible?

—Claro que sí. Conozco a un tipo en un taller que podría cambiarlas sin problemas por un par de billetes. Incluso te entrega un par de papeles falsos en donde hay una factura que dice que el auto que compraste, tiene esas placas.

—Vaya... eso sí que es impresionante... —comentó Esaú.

—Y ahora, lo que harán ustedes, es cambiarse el aspecto, para que ningún policía los reconozca en la calle. Y eso será muy fácil, con un corte de cabello bastará. Al parecer ustedes sí que tiene el pelo muy llamativo.

—¿Un corte de pelo...? —dijo Chucho algo nervioso —¿Es necesario?

—Es eso, o que tu trasero termine en prisión. Tu eliges —Oscar levanto los brazos en modo de indiferencia,  mostrado que no había otra opción.

—Está bien —dijo Chucho entre suspiros tristes. Supongo que a él le gustaba tener su cabello como estaba.

—Supongo que después de todo tendré que cortarme el cabello... —murmuró Esaú mientras se quitaba la gorra.

—No, contigo no será necesario que lo hagas. Supongo que llevabas esa gorra mientras escapaba de la policía, ¿No? –dijo Oscar.

—Sí, eso creo.

—Entonces no es necesario que tú te lo cortes, solamente procura mantener tu cabello suelto, para así la policía no te logré reconocer. Lo mismo con el chico de anteojos, su cabello no es tan llamativo como el de...el de chinos —terminó de decir Oscar.

—Pues ya que, igual y comenzaba a molestarme un poco —dijo Chucho con una sonrisa falsa. Era obvio que el pobre no quería cortarse el cabello.

—Y tengan esto, si siguen sin ponerse algo en esas heridas, se les van a terminar infectando —comentó Oscar mientras nos pasaba un pequeño botiquín que estaba un poco oxidado —También sirve para que, no los reconozcan.

Chucho tomó una pequeña bandita, y se la colocó en medio, un poco más arriba de la nariz, donde se había golpeado. Mientras que yo me colocaba un poco de alcohol, y me puse una venda esponjosa en la mejilla, que la adherí con un poco de cinta. No se veía tan profesional como lo haría una enfermera, pero funcionaba, y ese era el punto.

En fin, después de eso, Chucho le dio las llaves del carro a Oscar, y junto con Esaú y Lennon, fueron al dichoso taller, mientras que yo acompañaba a Chucho a cortarse el cabello.

En cuanto llegamos a la peluquería, muy desanimado, Chucho le dijo al peluquero que quería el cabello corto, pero tampoco rapado. Estuve ahí sentado esperándolo como por media hora, hasta que al fin terminaron de cortárselo.

—¿Y bien? ¿Cómo se ve? —me preguntó algo nervioso.

—Aahhh... ¿Quieres que te diga la verdad?

—Vamos, solo dilo.

—Pues, te ves...raro. Pero yo te conocí con el cabello largo, supongo que es normal —parecía otra persona. El cabello que tenía en forma de pelusa había desaparecido, y ahora incluso parecía que el cabello lo tenía lacio. Se veía bastante diferente al Chucho que conocí unas semanas atrás.

Chucho no muy convencido, le pagó al peluquero, y nos dirigimos a la casa de Oscar, para ver qué era lo que tenía que decir respecto al automóvil.

—¿En serio se ve tan mal? volvió a pregunta Chucho inseguro.

—Viejo, no se ve mal, pero si un poco raro, ya me acostumbraré a tu nuevo aspecto, pero no se ve mal, en serio intenté hacerle sentí mejor, pero no creo que haya ayudado mucho.

Al final Chucho también se sintió un poco raro por tener el cabello corto, y decidió parar rápidamente a una tienda de ropa, donde solo tardo unos 5 minutos en comprarse un gorrito de invierno color naranja.

Debo de admitir que eso realmente mejoró su aspecto. Ya no se veía tan raro como lo había visto anteriormente. De hecho, el gorro hacia que se viera mejor que con esa enorme bola de pelos que estaba encima de su cabeza antes.

—Y dime Arthur... —comenzó a hablar Chucho mientras caminábamos por las calles atascadas de gente —A Oscar ¿De donde lo conoces o cómo? ¿Si es de fiar?

—Pues, estudia en la misma escuela que nosotros. Solo que últimamente no ha ido por un par de cosas —no quiera mencionar que Oscar había recibido un disparo, solo alteraría a Chucho, y no era muy buena idea estar platicando casualmente en la calle de cómo alguien había recibió un disparo—. No sé si sea de mucha confianza, pero ten por seguro que nos va a ayudar, porque si no lo hace, también le afectara a él.

—¿Y eres como su socio, o empleado? ¿Venden cosas raras o qué hacen? —seguía de curioso Chucho

—No exactamente... Digamos que él me paga por hacer un par de cosas y ya —dije vagamente, intentando no entrar en detalles.

—Entonces me imagino que te ha de pagar bastante, como para que sigas trabajando con él.

—Supongo que sí, con el dinero que él me da, he podido pagar la renta de mi casa, y he evitado que nos corten la luz y el agua un par de ocasiones.

—Pero supongo también que es peligroso, ¿No?

—Lo acabas de ver hoy Chucho, lo acabas de ver hoy...

Después de caminar un par de cuadras más, llegamos hasta la casa de Oscar, donde el con los demás nos estaban esperando afuera del sótano, en el jardín. Comenzaba a preguntarme seriamente si Oscar vivía con sus padres o no, porque la casa principal siempre se encontraba vacía.

—Bien... ¿Chucho, no? Aquí están las llaves del auto. Estará listo para mañana por la tarde, solo tienes que ir a recogerlo, y decir que vas de parte mía. Tus otros amigos te dirán en dónde está el taller para que puedas ir a recogerlo.

—Si, está bien, pero... —comenzó a decir Chucho mientras tomaba las llaves del auto —¿Qué se supone que le voy a decir a mis padres cuando vean que no llegué con el auto hoy?

—Vamos amigo, ¿No sabes mentir? Solo diles que se descompuso, se calentó el motor, yo que sé, y diles que lo llevaste al taller, y que mañana lo recoges. Invéntate algo así, no es tan difícil.

En eso se empezó a escuchar la risa de Lennon.

—¿Qué carajo te paso Chucho? Te ves rarísimo, como una papa mal pelada —dijo entre carcajadas.

—Déjame en paz desgraciado, antes me veía peor, el gorro ayudó bastante —dijo Chucho algo molesto.

—No, pues no quiero ni verlo. Ya me imagino ver tu cabeza toda rara —siguió bromeando Lennon.

En fin, después de unos minutos, Chucho y los demás decidieron irse a sus casas. El sol ya había comenzado a descender, y en el camino tenían que inventarse alguna excusa creíble de él porque habían llegado tarde a casa. Oscar me pidió que me quedar un momento con él, para hablar sobre unas cosas. No tenía opción, así que solo le hice caso. Una vez Chucho y los demás habían desaparecido de nuestra vista, Oscar con los brazos cruzados, aun en el jardín, comenzó a hablar sin mirarme.

—Déjame ver si entendí... Todo esto ocurrió... ¿Por qué tú escapaste de un par de policías?

—Más o menos, si...

—Bueno, ¿Tú eres imbécil o qué? —dijo Oscar girándose hacia mí.

—¿Qué? ¿Ahora que hice?

—No lo sé, Arthur, tú dímelo. ¿No se te ocurrió simplemente quedarte parado en donde estabas, y negarlo todo? Digo, no es como si el imbécil de la tienda tuviera pruebas irrefutables de que tú fuiste el que lo amenazó en la tienda.

—Vamos Oscar, esos policías estaban dispuestos a arrestarme sin hacer ningún tipo de preguntas.

—Está bien, digamos que te arrestaban. No te iban a meter a la cárcel solo porque Peter digiera que tú fuiste el que fue a amenazarlo. Era tu palabra contra la suya, a menos de que fueras muy imbécil como para dejar una prueba de que tu estuviste ahí esa noche.

No lo había pensado de esa manera... Después de todo, aunque me costara admitirlo, Oscar tenía razón. No había pruebas suficientes para que me arrestaran o culparan. Pero claro que todo se fue al caño cuando comencé a escapar de ellos. Eso solo hizo que se quitara cualquier duda sobre si era inocente o no.

—Escucha...entre en pánico ¿Si? Vi a los policías venir tras de mí, y no me detuve a analizar la situación. Sólo me deje llevar por mis instintos.

—Pues, gracias a tus instintos estúpidos, perdí $500 dólares con el auto, y ahora tenemos a 3 testigos que saben que tú y yo estamos en algo turbio. Así que creo que tu pequeña falla, nos salió muy cara —Oscar se veía realmente molesto. No me había parado a pensar en el grado de las consecuencias. Pero ya no podía hacer nada, lo echo echo estaba.

—Y... ¿Qué piensas hacer? El dinero te lo puedo pagar yo después, pero no voy a permitir que solo te deshagas de esos "3 testigos". Me ayudaron a escapar de la policía, y también son mis amigos.

—¿Quién dijo algo sobre "Deshacerse"? —dijo Oscar de modo irónico.

—¿Entonces? —volví a preguntar.

—Intento verle el lado bueno de todo esto... y para serte sincero, creo que si lo hay. Esos chicos después de todo ya se convirtieron en nuestros cómplices, pero si realmente queremos que no digan una sola palabra sobre lo que estamos tú y yo, tendremos que integrarlos también...

—¿Integrarlos? ¿Qué, quieres que trabajen para ti también? —pregunté sorprendido.

—No hay muchas opciones, es eso, o como tú dices, "Deshacernos" de ellos. Además el chico, el que tenía gorro naranja... ¿Cómo dices que se llamaba?

—Chucho —dije un poco molesto

—¡Chucho! El, es el dueño del auto ¿No?

—¿A qué quieres llegar Oscar?

—Tú y yo estábamos buscando un auto, él tiene un auto ¿Lo captas? O ¿Tengo que explicártelo con peras y manzanas?

—De acuerdo, de acuerdo, entiendo, pero ¿Qué se supone que quieres hacer? ¿Pedírselo prestado?

—De eso es de lo que tú te vas a encargar, Arthur. Les dirás que, o cooperan con nosotros, o las cosas irán mal para ellos.

—¿Quieres que los amenaza? No me jodas Oscar, son mis amigos. No voy a hacer eso.

—Bueno ¿Tú crees que todos aquí somos animales agresivos? No los amenaces, ¡Convéncelos idiota! Diles que si trabajan para nosotros, les pagaremos bien, y ese tipo de cosas. Como yo lo hice contigo. No ir a apuntarles la cabeza con una pistola, y decirles que ahora trabajarán con nosotros si o si. Negocia...vaya que tienes bastante que aprender —Óscar se cruzó de brazos, y después sacó un cigarrillo que encendió. 

Yo me quedé callado a lado de él, analizando qué es lo que iría a decirles a mis amigos. Dudo que quisiera meterse en todo este tema criminal, pero si había algo claro y común en los tres, era que les faltaba dinero. Tal vez con eso pueda convencerlos de unirse a nosotros, tal vez.

—Oscar, dame un cigarrillo ¿Quieres? Hoy tuve un día, realmente difícil —le dije mientras le extendía mi mano para que me lo diera. Oscar me vio con disgusto, pero después accedió a darme uno aunque fuera de mala gana.

Decidí que lo fumaria una vez llegara a casa, en la noche en la azotea. Ya se estaba haciendo un poco tarde, y no quería hacer esperar a mi madre más tiempo. Aún tenía resolver las cuentas de los tratamientos, y otras cosas. Me despedí de Oscar, y él me dijo que me marcaría para resolver el asunto del tipo de la tienda. Supongo que Oscar, como buen chico que intenta crearse una reputación de chico rudo, no pasaría por alto lo que ese soplón de mierda hizo.

Tomé el metro, y después caminé un par de cuadras hasta llegar a aquel sucio y descuidado edificio departamental. Cuando llegué a mi casa, mi madre estaba sentada como siempre mirando televisión. Me preocupaba un poco que ella nos saliera a menudo a tomar aire, o caminar al menos un rato.

—¡Ya llegué ma! —anuncié.

—Me da gusto hijo, ya te estaba esperando para que pudiéramos cenar —dijo mientras se levantaba del sofá para recibirme, pero cuando me vio, sus ojo se abrieron de asombro, y su mirada noto cierta preocupación —¡Pero santo cielo hijo! ¿Qué te pasó? —dijo alterada.

Al principio no entendí nada, y me confundí un poco. Pero luego recordé que idiotamente había olvidado que tenía una enorme venda en mi mejilla, y que parte la chaqueta tenía una manga completamente destrozada.

—Ah... ¿Esto? —intenté pensar rápidamente en una excusa—. Pues...yo... Yo me peleé saliendo del colegio. Un imbécil no paraba de molestarme, así que lo puse en su lugar —dije levantado los hombros, intentando sonar lo más convincente que pude.

—Otra vez, hijo —dijo mi madre en tono decepcionante—. Ya habíamos hablado sobre el tema de las peleas, incluso la dirección del colegio te conseguí un par de citas con el terapeuta de ahí para que pudieras controlar esos arranques de ira.

—Mamá, ese terapeuta no sirve. El tipo solo existe para hacerse el imbécil —dije intentando excusarse. Además, ni siquiera recordaba haber ido con ese tarado alguna vez, así que daba igual—. Además, el chico se tenía bien merecido una paliza, no paraba de molestar, pero dudo que lo vuelva a hacer después... —mi madre solo suspiro frustrada. Supongo que se dio cuenta de que no tenía caso discutir conmigo.

—Está bien hijo, pero...prométeme que ya no te vas a volver a pelear, solo mira cómo te dejaron la chaqueta, y ni digamos del...semejante golpe que has de traer en el rostro.

—Deberías de ver como quedó el otro. En serio, no fue nada, y está bien, te lo prometo, intentaré no volver a pelearme más.

—Hablo en serio, Arthur. El colegio ya te había dado una advertencia sobre estos...arranques que tienes. No podemos dejar que te expulsen por algo así.

—No me van a expulsar de ningún lado mamá, tranquila, ya no volverá a pasar—–le dije, intentando calmarle un poco. Era mejor que pensara que solo me había peleado, a que supiera que la policía me había estado persiguiendo toda la tarde.

Después de eso, no pasó mucho. Cené un poco de lentejas que había en el día anterior, y después nos fuimos dormir. Tenía planeado fumarme el cigarrillo en la azotea, pero, ahora sí estaba realmente cansado por todas las cosas que habían pasado hoy. Y por primera vez, pude conciliar el sueño.  

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