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Prologo

Sara percibió el olor pútrido que emanaban los cadáveres nada más entrar a la casa. Nunca antes había visto tantos cuerpos en un mismo lugar, tendrían que haber al menos unos veinte; una verdadera masacre. Todos estaban mutilados, unos sin la mitad de un brazo, otros con las piernas destrozadas, incluso un par estaban decapitados. Pero el motivo por el que le llamaron, se encontraba en la sala principal, en la pared.

—"Den la cara, hijos de puta" –leyó con lentitud las inscripciones hechas con sangre en la pared, apuntándoles con la linterna, ya que la electricidad de la casa había sido cortada. –¿Así que se trata de una pelea de pandillas?

–Alguien tiene un problema con los Connor al parecer –le contestó su jefe de cuadrante, mirando la escena –les dejaron un mensaje muy claro...

–Demasiado literal, diría yo – le contestó la chica con disgusto, mirando el cadáver que se encontraba debajo de las letras, aguantándose las náuseas para no quedar en ridículo frente a sus compañeros.

Se agachó para mirar la escena mejor, con el cuidado de respirar lo menos que pudiera.

Estaba el cuerpo de un hombre decapitado, con su ropa cubierta de sangre, lleno de heridas en sus brazos, piernas y pecho, notándose que había sido torturado.

Y sobre de él, su rostro despellejado clavado en la pared. La plasta de piel había sido expandida. Sostenida por los clavos, de modo que los espacios donde tendrán que ir los ojos y la boca podían notarse con facilidad, pero la sangre había chorreado de esta, manchando toda la pared.

Sara ya había visto antes cosas grotescas, más en una ciudad como en la que se encontraba, pero nunca algo como eso...

–¿Qué? ¿Primera vez? –se burló su jefe, mientras también miraba a detalle la horrible escena.

–No, es solo que... –Sara sintió un escalofrió recórrele la nuca al intentar describir todo lo que sentía, pero por más que se esforzaba, no podía hacerlo sin recibir arcadas desde su garganta–. ¿Qui-quien hizo esto? –fue lo que logró decir.

–No lo sé. Podrían ser cualquiera. Hay muchas pandillas allá afuera que quieren quitarle el poder a los Connor; esa mafia lleva mucho tiempo controlando todo. Aunque antes nadie nunca los había atacado tan directamente de este modo. Las peleas entre pandillas nunca han sido algo extraño en la ciudad. Pero no sé porqué siento que esto es más...personal.

Sara sintió como se le revolvía el estómago y tuve que apartar la mirada unos segundos para poder recuperar su compostura. Le impresionaba el nivel de frialdad que mostraba su compañero a esta situación. Hank llevaba ya muchos años siendo policía; lleno de experiencia y probablemente insensible gracias a todos los horrores que esta ciudad podía haberle mostrado. Pero al punto de mirar la piel de rostro e un tipo clavada en una pared y ni siquiera pestañar o mostrar algún sentimiento de que le afectaba, no podía evitar sentir escalofríos.

–Hey, niña, relájate. No es para tanto, solo es carne –rio entre dientes.

Ella aún no entendía porqué le seguía llamando "niña" pese que ya llevaban más de 3 trabajando juntos. Ya no le encontraba sentido a ese apodo. Hasta le parecía ridículo, pero al aún gracioso.

–Estoy bien, solo...necesito un poco de aire.

–Solo no te vayas a vomitar aquí. Arruinarías toda la evidencia –siguió hablándole en tono burlón. Después sólo se giró hacia uno de los policías que se encontraban en la zona, tomando fotografías –¿Ya lograron identificar todos los cuerpos?

–Solo los que aún conservaban sus billeteras–. Le contestó uno de los oficiales –No son más que pobres diablos que buscaban dinero fácil.

–¿Y ya terminaron por registrar toda la casa? veo que tiene mucho material.

–No encontramos nada útil, sólo más sangre y varios restos de casquillos, pero demasiados pocos para que hubiera sido una balacera.

–Ni siquiera tuvieron la oportunidad de defenderse–Sara decidió tomar la palabra –Los tomaron desprevenidos; los vecinos mencionaron que sólo escucharon por breve tiempo disparos y después algunos gritos. El ataque debió de terminar demasiado rápido. La pregunta aquí es ¿Quién los atacó?

–Los Connor no son cualquier cosa –le comentó Hank –Son el grupo más poderoso de todo el estado. Dudo que una pandillita cualquiera quisiera meterse con ellos.

–A menos que sea una que ya lleva tiempo intentando hacerlo –le refutó la chica.

–Ya sé qué vas a decir –Hank torció los ojos, algo fastidiado.

–Si no son los Lirios ¿Quién más? Llevan meses atacándolos – Sara parecía decidida, ya había seguido el caso de varios encuentros sangrientos entre algunos grupos conocidos ese tiempo.

Primero tiroteos breves, una tienda de abarrotes que se prendió en fuego sospechosamente con el dueño dentro y después una masacre en un parque donde se encontró un auto estrellado en un árbol y tres cadáveres.

Otro tiroteo en un farol donde se encontraron también con un trio de cadáveres y cajas llenas de armamento pesado, para finalizar con la aparente explosión de un coche bomba que mató a dos personas. Si las sospechas de Sara eran ciertas y todos esos acontecimientos estaban unidos, una eminente guerra en la ciudad estaba a punto de desatarse. Y era eso a lo que le tenía miedo: la ciudad entrando en una crisis caótica.

—Solo es una pandilla más. Ni siquiera estaban en los registros policiales hasta no hace unos meses. No creo que tengan los cojones como para enfrentarse ellos solos a los Connor.

—¿Quién dijo que lo hicieron solos? –le sonrió Sara, con orgullo–. Esto no lo hizo un simple pandillero. Los cortes y la rapidez con lo que lo hicieron demuestra entrenamiento de años, incluso décadas. Si resulta que los Lirios son los culpables de esto...no lo hicieron solos.

Hank sonrió al escucharla; le había dado en el clavo.

—Llamen a los forenses– se dirigió a los demás policías –necesito que examinen con qué tipo de arma se hicieron estos cortes –volteó hacia los cuerpos decapitados –Esto no lo hizo un simple machete. Y tú –se dirigió a Sara –ve a escribir tu reporte con la mente fresca. Si tienes alguna idea o algo que nos pueda servir para...desatar todo este enrollo, escríbela. Las semanas que vienen no serán nada tranquilas...

Sofía  asintió y salió de la casa, cruzando los cordones policiales para llegar a su patrulla, donde se encontraba su compañero esperándola, escuchando la radio en el asiento del copiloto. Todo el lugar estaba rodeado de patrullas que habían acudido al pedido de auxilio de los vecinos. EL suelo estaba húmedo y lodoso por la lluvia que había ocurrido horas antes, pero pese a las ráfagas de viento que la noche lanzaba, incluso afuera de la casa el olor a sangre podía detectarse aún.

—¿Y... encontraste algo interesante, sheriff? –le mencionó el joven con una sonrisa burlona, abriéndole la puerta desde adentro.

—Quita esa basura, solo harás que me duerma –respondió Sara, entrando al auto mientras le movía a la radio.

—¿The Doors dar sueño? No es mi culpa que tengas tan pésimo gusto...–detuvo su comentario, cuando detecto un olor con desagrado– ¿Pero ¿qué había haya dentro? Hueles a... a muerto.

—Ya cállate, que tú tampoco hueles tan bien y eso que ni siquiera entraste a la escena del crimen

—Como sea, sheriff, ¿Ya me dirás que fue lo que encontraste ahí dentro? –le insistió.

—¿Recueras a los Lirios?

—Y dale con lo mismo– comentó con sarcasmo –¿Esa banda de pandilleros? Empiezo a creer que tienes un fetiche con ellos.

—Solo...cállate y escucha. Al parecer no se llevan muy bien con alguien y están rindiendo cuentas. Pero quisieron darles un mensaje. Si sólo hubiera sido una simple riña sin sentido, hubieran quemado todo el lugar para no dejar evidencia. Pero hasta les dejaron un recadito... –no se atrevió a describir la escena, le causaba asco tan solo recordar la piel estirada en la pared, como si se tratara de hule.

—Si es una pelea entre pandillas, lo mejor será que no nos metamos. Que se maten entre ellos, así nos ahorrarían un poco el trabajo–. Le contestó con indiferencia y hasta ironía.

No le gustó nada esa respuesta a Sara.

—Aún tienes mucho que aprender Gale...

Prendió el motor de la patrulla y partieron a la comisaria, dejando a los demás oficiales y reporteros tomar las fotografías de la escena.

La lluvia había disminuido y las calles de la ciudad estaban hasta cierto punto despejadas, aunque aún los clubs y bares estaban a rebosar por los jóvenes que buscaban divertirse. El centro de la ciudad siempre estaba más vivo de noche que de día, aunque no se podía decir lo mismo del resto del lugar. Sara estaba muerta de sueño, la habían llamado en la madrugada para que acudiera de emergencia a revisar y tomar las muestras de la masacre de ese vecindario. A veces se preguntaba por qué le dejaban los casos más difíciles y tediosos de la ciudad; si es porque realmente la consideraban alguien competente y capaz, o sólo por el hecho de joderla hasta que se decidiera tirar la toalla. Era bastante complicado poder diferenciar las intenciones de sus superiores.

Aunque tampoco podía quejarse de todo, Hank era un buen jefe; siempre estaba dispuesto escuchar su opinión y comprenderla hasta cierto punto. Era de los pocos oficiales decentes que aún no habían cedido a la enorme corrupción que englobaba la ciudad y en general todo el estado.

La ciudad llevaba décadas atrapada en una ola de violencia y corrupción que hasta la misma policía cayó presa. Todos los días había asesinatos sin escrúpulos: hombres, mujeres y niños por igual, culpables o inocentes, daba igual; si estabas en el lugar y momento incorrecto, tu destino ya estaba escrito.

En los 3 años que llevaba de servicio, ya había perdido la cuenta de todas las veces que la intentaron sobornar para que se hiciera de la vista gorda. Pero eso no iba a funcionar con ella, no caería tan fácil al mismo nivel de toda la escoria que gobernaba en la ciudad y eso al mismo tiempo hizo que se ganara el odio y repudio de muchos de sus compañeros; que por sólo algunos billetes fáciles, podrían declarar como suicidio un claro homicidio o darles carpetazos a los casos de docenas de personas desaparecidas. Ella tenía que hacer la diferencia, porque si no era ella, ¿Entonces quién?

Eso fue lo que le terminó agradando a Hank; y la convirtió en una especie de protegida para él. A ella no le agradaba del todo... pero tampoco se iba a quejar. Tener un poco de ayuda desde arriba nunca podía despreciarse con tanta facilidad...

Todavía tenía esperanzas con Gale, el novato que le habían asignado después de que su anterior compañero fuera a parar a la cárcel por casos de corrupción que eran tan obvios, que dejarlo en libertad sólo dejaría en ridículo a la institución; tenían que disimular por lo menos...

Si lograba enderezar a Gale por el buen camino, tal vez las cosas no estuvieran tan perdidas como ella creía, aunque el muchacho en ocasiones parecía tener el cerebro de un pato. Pero era alguien agradable, con potencial para hacer lo correcto, aunque en ocasiones, las tentaciones podían mover con mucha facilidad la moral de alguien. Su antiguo compañero lo intentó con ella, pero su voluntad fue siempre más fuerte; regirse en los valores que significaba su trabajo y siempre hacer lo correcto, aunque aquello le costara la vida. El honor, ante todo.

Cuando llegaron a la comisaria, Sara bajó del auto con dificultad y se dirigió a su escritorio con Gale detrás suyo a escribir el reporte que tendría que entregar mañana a primera hora, explicando y describiendo lo sucedido para que la policía empezara a actuar o al menos disimulara que lo hacía.

—A veces me da la impresión de que tú en tu vida has dormido alguna vez ¿Segura que no eres un vampiro?

—Ja, ja, ja –fingió su risa burlona –Me vas a matar de la risa pequeño comediante. Mejor cállate y ve a buscar algo de café para que podamos irnos rápido.

Cuando Gale regresó con las tazas, se quedó viendo lo que escribía Sara con curiosidad, para después dirigir su mirada al tablero que tenía sobre ella, llenos de fotografías y notas que estaban entrelazadas con cinchos y estambre. Fotografías, direcciones, nombres, mapas de la ciudad, notas mentales para que no se le olvidara; todo se encontraba enlazado, buscando una única respuesta.

—¿Crees que esos chicos tengan algo que ver...? –le preguntó en cuanto notó que su compañera terminaba de escribir.

—No lo sé Gale, pero tengo una corazonada –respondió ella terminando de acomodar los papeles. –Puede ser la clave de todo si es que mis sospechas son correctas y podríamos estar frente a la red de crimen más grande que se haya visto en la ciudad.

—Creo que te estás ilusionando demasiado, todo lo que tienes son especulaciones.

—¿Cuándo he fallado yo con mis corazonadas? –se puso de pie, sonriéndole, terminando de meter todos los papeles en un sobre, listos para ser entregados –Es momento de que le demos una pequeña visita a ese chico y nos aclare un par de dudas.

Sara se colocó de pie y tomó una de las tazas que Gale le había traído, dándole un sorbo, caminando a la oficina de su jefe para entregarle el reporte, dejando a la vista todo el tablero que se había armado los últimos meses, siendo lo más llamativo lo que se encontraba en el centro: La fotografía de un muchacho que caminaba desprevenido por la calle, con un nombre escrito debajo de esta para poder identificarlo:

"Oscar".

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