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Capítulo 8

El reloj que colgaba de esa pared comenzaba a darme ansiedad. EL sonido de las manecillas moviéndose se notaba demasiado, y con cada "Tic Tac" solo me hacía ponerme más nervioso. Llevaba sentado fuera de la oficina de Don Armando alrededor de 30 minutos, y por cómo veía las cosas, parecía que estaríamos ahí por más tiempo.

Chucho había pasado a recogerme en la madrugada, ya con mis amigos dentro a bordo de su auto. Todos estábamos igual de tensos y callados. No sabíamos que esperar después de la horrible noche que habíamos vivido.

Esa noche, cuando regresé a mi casa a intentar dormir, pensé en escaparme, tomar todo el dinero que tenía ahorrado, y e irme en el primer vuelo a algún país lejano. Pero luego caí en la cuenta de que ni siquiera contaba con un pasaporte; así que se me ocurrió solo salir de la ciudad, tomar el autobús con la ruta más lejana, y perderme entre el horizonte.

¿Y mi madre? No podía llevarla conmigo, ni tampoco podía abandonarla ¿Qué haría con mis amigos? ¿Solo los abandonaría y ya...? Yo fui el que empezó esto, y por mi culpa casi los mataban. No podía escapar, no era un cobarde; tenía que dar la cara por mis acciones.

Pero ¿Cómo iba yo a saber que matar a Oscar era la peor idea de todas? ¿Cómo? Yo y mi estúpido, estúpido orgullo...

— ¿Llegaron temprano ehh? –escuche la voz de un chico que me saco de mis pensamientos, levantando mi cabeza para mirarlo. Era Michael, el cual estaba terminando de fumar un cigarrillo, para tirarlo al suelo, pisarlo, y enseguida sacar otro de su cajetilla, y encenderlo–. Las primeras impresiones son importantes, así que iniciamos con el pie derecho.

— Tu padre parece enfadado –Le comento Chucho, nervioso.

Chucho no había parado de sudar desde que entramos al lugar, y los gritos e insultos que tiraba Don Armando desde fuera de su oficina no ayudaban en nada.

— No es mi padre, es mi abuelo –le contesto, tirando humo de la boca–. Alberto es mi padre, solo que bueno, parece más mi hermano que mi padre.

— Ya veo...

— Ten, toma –le extendió su cajetilla de cigarros, para que Chucho tomara uno –Para que no estés tan nervioso.

— No gracias, yo no...

— Tómalo. Te ayudara –insistió. Chucho lo agarro de mala gana, y Michael se lo enciendo. Cuando dio la primera inhalada, comenzó a toser un poco–. No estén tan nerviosos, él no está enojado con ustedes...aunque en parte siguen teniendo la culpa. Hablando de eso ¿Quién de ustedes fue el que mato a ese chico? Se me olvida su nombre siempre... ¿Osmar? ¿Omar...?

— Oscar... –le contesté con apatía –Fui yo, yo lo mate.

— Cielos amigo, no sabes todo el lio que ocasionaron –comenzó a reírse - ¿Por qué fue que lo mataste? Espero que haya valido la pena. No escuche muy bien toda la conversación de anoche, tenía un montón de sueño, además de que había mucho ruido por los gritos que pegaba mi abuelo.

— Amenazo a mi madre y a...una chica.

— Ja –levanto los hombros, aun riéndose, mientras volvía a inhalar su cigarrillo –Se entiende. Con la madre de alguien uno nunca debe de meterse. Creo que igual hubiera hecho lo mismo, si siguiera viva claro.

— Lo siento... –seguía respondiéndole sin entusiasmo alguno.

No sé si era por la falta de sueño que tuve la noche anterior, o porque el tipo no me caía bien, a pesar de que nos había salvado, pero sentí que me estaba portando muy apático con él. Quizá era un poco de ambas, la línea era muy delgada.

— Pfff, no te preocupes, paso hace ya tanto tiempo. Aunque es lindo recordarla de vez en cuando–. Se terminó su segundo cigarro, y lo tiro al suelo, pisando la colilla.

Antes de que alguien más dijera algo, Michelle, la chica de la otra vez que siempre iba vestida de negro, salió de la oficina de Don Armando echa una furia. Ni siquiera se dignó en mirarnos, solo nos pasó de largo y desapareció entre los pasillos. Alberto apareció en la puerta a los pocos segundos, y nos indicó que entráramos.

— Don Armando esta algo ajetreado, así que no vayan a decir nada estúpido ¿Quieren? –nos advirtió en cuanto entramos.

Cuando todos estuvimos dentro, vimos a Don armando sentado en su escritorio de madera, con un vaso de whisky aun costado, con una cara larga y amargada. No era una buena mañana para nadie en lo absoluto.

— Asesinaron a nuestro traficante de armas –fue lo que dijo, con toda la amargura con la que lo pudo decir –Ayer en la noche, mientras yo estaba con ustedes, bola de idiotas. Ahora no tenemos a nadie más quien pueda proporcionárnosla ¿Adivinen quiénes fueron los cabrones que lo asesinaron? Vamos, adivinen.

— ¿Los...Lirios? –le contesto Lennon, nervioso.

— Los Lirios. Esos...montón de pandilleros lo asesinaron mientras la pobre tenia sexo en uno de nuestros clubs. Solo quería divertirse un poco, y termino con el estómago atravesado, y sin cabeza –Tomo un trago de su vaso, y se restregó las manos en la cara, frustrado—. Ustedes en serio que provocaron un desastre, uno que ahora yo debo limpiar.

— ¿Y...que piensa hacer, señor? –le pregunto Michael.

— Por lo mientras, buscar a otro traficante. Con suerte habrá alguien que no nos las venda al doble de lo que cuestan. Michelle quiere atacar, y terminar con esta tonta disputa, pero le dije que era una idea estúpida. Quiero...intentar no empezar una jodida guerra civil.

— Veré si puedo organizar una reunión con el líder actual de los Lirios –comenzó a hablar Alberto –Con algo de suerte, estarán dispuestos a escuchar, y puede que lleguemos a un acuerdo.

— Si es que primero consigues esa reunión –le refuto Don Armando.

— Lo hare, tengo mis métodos. Pero por lo mientras, necesitamos que ustedes hagan algo.

— ¿Y qué es? –les pregunto Esaú, girándose hacia él.

— Tenemos un soplón entre nosotros, y ya sé quién es. Su nombre es Rafael, era amigo de nuestro traficante. Vive debajo de las vías del metro, en una pequeña casa. Solo vayan, golpéenlo, y después mátenlo. Demian por ahora está fuera de servicio, así que tendrán que buscar otro lugar donde deshacerse del cuerpo. Llévense todo lo que tenga de valor, e intenten buscar si tiene alguna información sobre donde guardaban todas las armas, o al menos la dirección de su amigo. Pero háganlo rápido, y sin muchos escándalos, tenemos que mantener un perfil bajo de aquí en lo que logro organizar la reunión.

— No creo que tenga mayores problemas, después de todo, ustedes ya se graduaron de asesinos ¿O no? –nos comentó Don Armando en tono sarcástico. Tomo su último trago de whisky, y después saco una libreta de su cajón, y una pluma, poniéndose a escribir –Tengan, necesitaran la dirección exacta –Chucho fue el que la recibió –No hagan nada estúpido que me haga pensar que me equivoque respecto a ustedes. Y tu –se dirigió a Michael –No la vayas a cagar en tu primer trabajo.

— No lo hare –le contesto confiado, dándose la vuelta y saliendo de la oficina, siguiéndolo nosotros desde atrás.

Cuando llegamos al estacionamiento subterráneo, Michael me detuvo antes de subir al auto poniéndome la mano en el hombro, y saco el revolver que me habían quitado de su pantalón, extendiéndome el mango.

— No hagas que me arrepienta. Necesitaras algo con que defenderte –lo tomé con algo de duda, pero decidí pensar que Michael solo estaba actuando de buena fe –Fuiste al único que le quitaron el arma, quiero pensar que los otros aún conservan las suyas.

De hecho, todos aun conservaban las suyas, fue lo primero que buscaron en cuanto regresamos la noche anterior.

Michael se sentó en el asiento del copiloto, y dejo que Chucho condujera, mientras los demás nos acomodábamos como pudimos atrás. Esaú no quiso traer su moto; aunque no nos dijo el por qué, yo suponía que se sentía un poco avergonzado por el hecho de que, por haber conservado esa cosa, nos habían descubierto. Aunque daba igual, el asesino seguía siendo yo, no él.

— ¿Sabes cómo llegar? –le pregunto Michael a Chucho, mientras abría la ventana del coche, y comenzaba a volver a fumar.

— Si tenemos suerte, estaremos hay en media hora –le contesto, al tiempo que arrancaba el auto, y salía del estacionamiento.

El viaje fue demasiado rápido, las calles estaban despejadas, y los semáforos estuvieron de nuestro lado. Michael se la paso todo el camino fumando como chimenea, escupiendo el humo por la ventana para que el olor no se quedara impregnado en el auto, aunque por más que lo intentara, el olor si llego a colarse. De todas maneras, Chucho no quiso decirle nada, solo se limitó a abrir la ventana de su lado, y encender el aire acondicionado.

Cuando llegamos, Chucho se estaciono unos cuantos metros de distancia de la puerta de la casa del sujeto. Tal y como nos había indicado Don Armando, estaba debajo de las vías del metro, que iba pasando de en cuando en cuando, haciendo que todo el lugar comenzara a vibrar. Era un pésimo sitio para vivir, pero supongo que la gente tenía lo que podían.

— ¿Vamos a bajar o...? –le pregunto Chucho, al ver que Michael seguía fumando, sin moverse de su asiento.

— Espera –le contesto con brusquedad—, mira por haya –le señalo, hacia la calle.

Una mujer venía con varias bolsas de papel, probablemente regresando de hacer las compras en el mercado. Subió las escaleras del pórtico, y abrió la puerta de la vivienda con dificultad.

— El cabron no vive solo.

— Mierda... ¿Por qué no nos dijo Don Armando? Ahora esto será más difícil –se quejó Lennon.

— Quizá no lo sabía –le justifico Michael –No importa, nada ha cambiado ¿Todos traen sus armas, cierto?

— Si... –le contesto Chucho, sacando la suya, a lo que todos le copiaron en la acción, desenfundándolas en su mano.

— Bien, este es el plan, somos 5 contra solo dos personas, la cosa no debe de ponerse tan complicada. Ustedes dos someten a la chica— se dirigió hacia Esaú y Lennon—. Intenten no lastimarla, nuestros asuntos no son con ella, si no con el otro imbécil. Tu –se dirigió a mí— sometes a Rafael, y yo me encargo del resto. Y tu—, ahora a Chucho—. Tu quédate en el auto por si algo sale mal, serás nuestros refuerzos. Con suerte no estaremos ahí más de 2 minutos ¿Todo quedo claro?

Asentimos con seguridad.

A diferencia de cómo nos manejaba Oscar antes, Michael era más analítico, y menos impulsivo, lo cual ya le daba algo de puntos. Solo quedaba esperar que no tuviera mal temperamento...

Salimos del auto, con las armas en las manos. Quise ser un poco discreto, pero Michael dijo que no tenía caso, de cualquier forma, las personas alrededor se enterarían por el alboroto, pero no harían algo para intervenir, ni siquiera llamar a la policía. Estaban ya a acostumbradas. Me costaba pensar que la gente llegar a ese nivel de apatía e indiferencia, pero conociendo a la ciudad donde vivía...ya no era de sorprenderse.

Cuando llegamos a la puerta, Michael nos indicó que nos ocultáramos a los costados, y que él se encargaría de hacer salir a Rafael. Oculto su arma en su pantalón, y tomo aire antes de comenzar a tocar la puerta. Se escucharon unos mormullos en el interior de la vivienda, pero después de unos segundos, un hombre de quizá 25 años, afeitado pero despeinado, abrió la puerta con expresión confusa en su rostro.

— ¿Si, diga? –fue lo que dijo en cuanto vio a Michael frente a él.

— ¿Se encuentra Rafael en casa?

— ¿Por...? ¿Quién lo busca? –comenzó a ponerse nervioso.

— Un mensaje de Don Armando –Michael desenfundó su arma al instante, y antes de que el hombre pudiera reaccionar, le golpeo con la culata del arma en el rostro, derrumbándolo.

Michael lo tomo de la playera sin oportunidad de que pudiera levantarse, y lo arrastro hacia dentro, mientras lo demás lo seguíamos por detrás con las armas en mano, cerrando la puerta en cuanto el ultimo entro. En eso, escuchamos a la chica entrar por el pasillo, preguntando que sucedía, pero en cuanto vio que teníamos a su amigo (o pareja, yo que se) en el suelo, comenzó a gritar histéricamente que lo dejáramos, mientras Rafael le gritaba que huyera.

— ¡Ustedes dos! ¿Qué mierda esperan? ¡Agárrenla! –les grito Michael a Esaú y Lennon, los cuales, mirándose confundió, comenzaron perseguir a la chica.

En eso, Rafael logro soltarse de Michael, y darle una patada en el rostro que lo dejo aturdido. Intento levantarse y correr hasta donde estaba la chica, pero logre derribarlo antes de que pudiera escapar, tirándolo al suelo conmigo, sosteniéndolo de la cintura. Logre ponerme encima suyo, y torcerle el brazo por detrás para que dejara de forcejear, pero solo conseguí que comenzara a moverse frenéticamente en un intento de liberarse, pero le iba a ser imposible, lo tenía bien agarrado. Coloque mi mano sobre su cabeza, y lo presione contra el suelo.

Habíamos caído al final del pasillo, justo a la vista donde comenzaba el comedor y la cocina, mirando en primera fila como Esaú y Lennon intentaban acorralar a la chica, la cual había llegado hasta uno de los cajones de la cocina, y tomar un cuchillo para intentar defenderse.

— ¡Déjenme tranquila, o les juro que se los clavare en los ojos! –grito, entre un sollozos y amenazas.

Michael se levantó del suelo, y maldiciendo, le soltó una patada a Rafael mientras yo lo seguía sosteniendo. Después se giró hacia la chica, auxiliando a Esaú y Lennon que no sabían que hacer.

— Baja esa cosa, o a ti y a tu novio les ira peor –le amenazo Michael, acercándose a ella con su arma en mano en un intento por intimidarla, pero solo consiguió que la chica comenzar a mover frenéticamente el cuchillo de un lado a otro –Bien, como quieras, yo te lo advertí

Michael se le acerco de un modo tan rápido que ni la pobre logro reaccionar. La tomo de la muñeca, no antes sin recibir un corte en su palma, y se la torció hasta que la chica soltara un aullido de dolor, y tirara el cuchillo. Una vez el arma cayó al suelo, Michael le enterró su puño al estómago de la muchacha, sacándole el aire, y haciendo que cayera al suelo, adolorida.

–Hay esta —menciono, mirando a Esaú y Lennon, que lo observaban petrificados—, ahora no dejen que se levante.

Esaú solo levanto a la chica con brusquedad por el brazo, y después la lanzo hacia el sillón que estaba alado, obligándola a que se sentara, y después solo se limito a apuntarle con el arma para que no volviera a intentar algo estúpido. La pobre apenas y luchaba por recuperar el oxígeno entre lágrimas, como para volver a intentar hacer algo.

— ¡No! ¡No la toquen! ¡Bastardos hijos de...! –Michael volvió a callar al chico de una patada en su rostro. Casi me dio a mí con su rodilla, pero logre mover mi cabeza a un lado.

— Tu será mejor que cierres la boca, soplón hijo de puta –le escupió Michael –¿De verdad creíste que te ibas a poder ocultar? ¿Después de traicionar a tu amigo de ese modo?

— Yo no... —Michael lo volvió a patear, pero ahora dos veces, en el estómago.

— Aparte de topo, mentiroso.

— ¡Déjenlo en paz, por favor! –chillo la chica, intentando levantarse, pero Esaú la regreso al sillón de un empujón.

En eso, escuchamos algo que nos dejó helados a todos. El llanto de un bebe.

— ¿Qué mierda...? –Michael comenzó a mirar a su alrededor, para ver de dónde provenía el sonido.

— No...no lo vayan a lastimar, no a él...por favor –la chica rompió en llanto, mientras que Rafael solo se le notaba más preocupado y alterado.

— Lennon, ve a ver de dónde mierda viene ese lloriqueo, y tú no vayas a dejar que se levante –le señalo Michael a Esaú.

— Juro que, si le tocan un cabello, voy a... –otra patada en la cara, que termino por volarle un diente.

— Tu no harás nada idiota. Sera mejor que empieces a cooperar, o comenzare a desquitarme con ella –le señalo con el arma a la chica.

Mierda... solo esperaba que no estuviera hablando en serio.

Lennon subió a las escaleras del segundo piso, mientras Michael caminaba de un lado a otro. No resistió, y saco la cajetilla de sus cigarrillos, comenzando a fumar. Se notaba que estaba nervioso, aunque intentaba disimular para que Rafael no se percatara de eso, e intentara tomar alguna ventaja.

— Por favor, escúchenme, mi familia no tiene nada que ver en esto, es a mí al que quieren; por favor, por favor, ¡Solo déjenlos en paz! –las suplicas del hombre comenzaban a darme lastima. Ya ni siquiera intentaba defenderse a sí mismo, solo quería proteger a su familia.

— Eso debiste pensar antes de vender a tu amigo a esos psicópatas –le contesto Michael, con el cigarrillo en la boca.

— ¡Ustedes no entienden! ¡Ellos me amenazaron! ¡No tenía elección!

— Es una pena, al final igual condensaste a tu familia, parece que todo fue en vano.

— ¡No, espera, por favor! Yo... puedo darles dinero, lo que sea, llévense lo que quieran, por favor –tuve que presionarlo más contra el suelo, porque se me comenzaba a resbalar. Michael parecía ignorar sus suplicas, y la chica ya solo se había limitado a comenzar a llorar –¡Dios, por favor! ¡Les daré las armas que teníamos guardadas! ¡Por favor! ¡No sé qué quieren!

Michael pareció interesarle eso último, porque arqueo la ceja, y se dirigió hasta donde estaba el hombre, dejando su cigarrillo a un lado.

— ¿Armas? ¿Las que tenía su amigo traficante? –Rafael se quedó pasmado unos segundos, y pude ver como la esperanza se recobraba en sus ojos.

— Sí...sí, sí. Todas ellas. Las guardaba en un almacén. Cajas y cajas de armas. Puedo...puedo llevarlos hasta donde se encuentran, solo...dejen en paz a mi familia, se los suplico.

Michael tenia duda en sus ojos. Era obvio, este tipo diría lo que fuera para salir con vida, y quizá nos estuviera tendiendo una trampa. Pero...si decía la verdad, al menos tendría algo de puntos para que Don Armando no me quisiera asesinar.

— Ehhh...chicos –nos llamó Lennon desde el segundo piso— Hay en bebe aquí arriba.

— Me cago en... –Michael cerro los ojos, y se llevó su mano hasta su nariz, intentando relajarse –Esta bien, no importa. Esaú, deja que la madre vaya con el niño, y que lo calme.

La chica corrió escaleras arriba, con él bebe, pero al tardarse, Lennon tuvo que obligarla a que bajara con el niño en brazos, el cual aún seguía llorando

–Solo has que se calle ¿Si? No me deja pensar en paz.

La chica comenzó a arrullar al niño, hasta que este se calmó. Después, Michael me indico que soltara al hombre, a lo que este se levantó al instante, y comenzó a limpiarse el polvo de su ropa.

— ¿Entonces tenemos un trato? –nos dijo en cuanto recupero por completo la compostura.

— Quizá si... Pero si nos estas mintiendo, te juro que te esperara un destino peor que la muerte –Michael se le acerco, colocándole el cañón del arma en la barbilla.

— Si, si, entiendo, sin nada de trampas –le dijo asustado, levantando los brazos hacia los lados.

— Bien –Michael se giró hacia donde estaba Esaú –Tu... ¿Cómo era que te llamabas?

— Esaú –. Le respondió, con claro desagrado

— Si, bueno, como sea, tú te quedas a vigilar a la chica y el niño, junto con el otro que está en el auto –supongo que se refería a Chucho –y ustedes dos, me acompañan –se dirigió a Lennon y a mí.

— ¿Qué...que vas a hacer? –le pregunto Rafael, nervioso.

— Nada...solo garantía de que no cometerás nada estúpido –lo tomo por detrás del cuello, y comenzó a obligarlo a caminar hacia la puerta, mientras yo y Lennon lo seguíamos por detrás. –Esaú –se giró hacia él una última vez—, si la chica intenta algo estúpido, la matas. 

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