Capítulo 5.
"The Platters" sonaba de fondo en la radio. No lograba reconocer cual canción de toda su discografía era, pero por el estilo, sabía que se trataban de ellos. Mi madre siempre se apegó a la música de su época, y fue con ella misma con la que me crie. Toda mi infancia estuvo plagada de música de los años 40, 50 y 60. Si mi madre era fanática de algo, era de la música. Aún recuerdo sus ojos la vez que tuvo que vender su tocadiscos, con casi todos sus discos, solo para poder completar el costo de la mudanza.
Era ese tipo de cosas las cuales me hacían preguntarme por las noches, de no haber venido a la ciudad, quizá nuestras vidas hubieran sido mejores. Claro que, en el campo, no podía aspirar a gran cosa. Tal vez un pescador, pastor, o agricultor. Nunca lo sabría a ciencia cierta. Estaba aquí ahora, en este lugar podrido, donde solo los más fuertes lograban sobrevivir, a cualquier costo.
Por momentos, los sonidos de los equipos médicos a los que estaba conectada mi madre sonaban más alto que la propia música. "Bip, bip, bip, y más bip" todo el jodido día. Verla así, entubada y conectada a tantas cosas, me provocaba escalofríos, y tristeza. La enfermedad ya había llegado a los pulmones, y la estaba matando lentamente. Pero ella solo parecía estar...dormida, tan tranquila. Me preguntaba si sufría, o solo estaba en un largo sueño del que quizá no les gustaría despertar jamás. Toda su vida, mi madre se rompió la espalda por los dos; siempre quiso lo mejor para mí, aunque eso significara que la consumiera a ella. Dicen que una madre haría lo que fuera por su hijo, y para mi desgracia, o fortuna, como lo quieran ver, yo era testigo de que esa frase, era cierta.
Cinco mil dólares había en la bolsa de Oscar. Cuando llegué a casa, y esparcí todo el dinero en la mesa, fue lo que conté; cinco mil. Casi me caí de espaldas cuando terminé de contarlo, era mucho más de lo que había supuesto. Después de tanta mierda por la que había pasado, al fin, el universo se apiado de mí. Con suerte, podría sobrevivir unos meses más, si lo sabía administrar. Mi madre tenía su lugar en el hospital asegurado. Ella siempre hizo todo por mí; ahora me tocaba devolverle el favor.
Días después de que escape con Esaú de la casa de Oscar, salieron en las noticias lo que había sucedido. Más de seis policías habían sido asesinados en el tiroteo, y solo tres de la banda de los pandilleros habían perecido, contando claro, al que el pelirrojo había asesinado por una idiotez. Después, prendieron el lugar en llamas, hasta no dejar más que cenizas y huesos. Nada se salvó, ni siquiera el ático donde Oscar vivía, todo quedó reducido a polvo.
Esaú se fue feliz con los papeles de la motocicleta. Parece que no le importaba el dinero en lo más mínimo, porque no saco el tema cuando regresábamos, como tampoco mencionamos nada de lo que había ocurrido en ese lugar. Ni sobre el pelirrojo, ni los dos cadáveres que encontramos. Se notaba que tenía las mismas ganas que yo de olvidar todo lo sucedido. Solo...quería continuar con mi vida, y dejar de involucrarme en cosas turbias.
Después del mediodía, cuando los doctores me sacaron de la habitación de mi madre, por el tiempo de "visitas", me dirigí a casa, a organizar todo el botín que tenía acumulado. Quite toda la porquería que tenía en la mesa de la comida, y ahí coloque el montón de billetes, y comencé a dividirlos. Mil irán repartidos a la renta de este miserable lugar; aunque se me paso por la cabeza la idea de mudarme, sin embargo, si mi madre salía del hospital, no le haría mucha gracia saber que nos mudamos, además de que no tenía una buena explicación de cómo había conseguido el dinero. Con mil dólares, podría pagar la renta por lo menos 5 meses. Y otros mil iban para todos los puñeteros servicios, o al menos los básicos: Luz y Agua, y la lavandería; no iba a seguir oliendo a perro muerto. Después pensé en la comida; estaba ya hasta la mierda de las sopas instantáneas, y de la pizza de un dólar. Era un hecho que me urgía aprender a cocinar, por que ir todos los días a comer en un restaurante no era una opción, a menos que me quisiera quedar sin dinero a la semana. Supongo que tendría que sacrificar mis riñones para poder sobrevivir a base de más sopa instantánea. Son estos momentos en los uno que desea no haber rechazado las clases de cocina que tu madre te ofreció hace un tiempo.
Todo el dinero que me sobraba probablemente lo utilizaría para pagar los equipos médicos y medicinas de mi madre. Si lograba conseguir un trabajo que no estuviera tan jodido, tal vez podría comprarme algo de ropa. Me esperaban unas largas vacaciones de verano, de aquí en lo que iniciaba el último año escolar. Si lograba conseguir suficiente dinero para ese entonces, podría intentar terminar la preparatoria sin tantas complicaciones.
Lo primero que quise hacer fue llevar toda mi pila de ropa a la lavandería. La metí toda en una de las bolsas que ocupaba mi madre cuando iba al mercado, y llegando al establecimiento, se la entregué a la dependiente. Ella solo me aviso que, como era bastante ropa, tardaría al menos unos cuarenta minutos o más en lavarla toda. Así que, como no tenía nada mejor que hacer, me senté en una de las tantas sillas que había, y me quedé a esperar.
No me había percatado de lo cansado que estaba, a los 5 minutos de sentarme, ya comenzaba a cabecear entrecerrando los ojos. Me hacía falta un cigarrillo, algo de nicotina no me haría mal para intentar calmar el estrés. Cuando saliera de aquí, sin duda iría a comprar uno. Pero antes de que me quedara por completo dormido, balbuceando sobre mi cigarrillo, sentí como alguien pateo levemente mi pie, para que despertara. Levante la mirada, y vi a una chica enfrente mío. Mi mente pensó en Astrid, pero como llego ese pensamiento, también se fue. Me tallé los ojos, y vi quien era.
— Me preguntaba donde habías estado. Comenzaba a pensar que te habían arrestado –La risa de Penny entro por mis oídos como una agradable melodía.
— No, yo... ¿Por qué estaría arrestado?
— Bueno...la noche del baile arrestaron a muchas personas. Como no te volví a ver después...pensé que tal vez te habían atrapado.
— Para nada, solo que... –intente decirle alguna excusa convincente, pero lo único que se me venía a la cabeza era el pendejo de Oscar –Estuve haciendo algunas cosas... –desvié la mirada, un poco incómodo, e intente buscar a cualquier costa algún otro tema para desviar la conversación. Solo me pude enfocar en el cesto de ropa que llevaba Penny –No sabía que tú también venías a lavar tu ropa aquí.
— ¿Qué? No yo... –por alguna razón que no entendí por completo, comenzó a sonrojarse –No, es que la lavadora de mi casa se descompuso, y como por ahora no tienen ni idea de cómo arreglarla, pues la trajimos aquí.
— Oh ya. Bueno, este es un gran sitio. Casi nunca me han defraudado.
No pude evitar recordar la vez que llevé la chaqueta de Astrid para que la lavaran. Esa cosa se había puesto tan pegajosa, que por un momento pensé que sería imposible de que la limpiaran. Vaya sorpresa que me lleve.
— ¿Enserio? Pues te tomare la palabra –me sonrió y se fue al mostrador a entregar la pila de ropa.
Me quede sentado como tonto, intentando quitarme de la cabeza a Oscar. Ese cabron me seguía jodiendo aun muerto. Entonces Penny se me volvió a acercar, y se sentó a lado mío, dándome un escalofrió en el cuerpo. Tenía ganas de darme una bofetada, y gritar que me relajara, me estaba poniendo demasiado nervioso solo por una chica. Pero cuando me voltee para mirarla, note que igual estaba nerviosa. No paraba de enredar sus dedos en su cabello, mirando hacia otro lado, como si pensara en que decir.
— Oye Arthur...yo...nunca te agradecí por lo que hiciste es anoche, en el baile –se notaba bastante nerviosa, lo que solo a mí me ponía más nervioso. –Yo...nunca pensé que Oscar se pondría de ese modo.
— Oscar era un idiota, no tienes que agradecerme, no fue la gran cosa.
— Claro que lo fue. Todavía se notan los moretones que te dejo ese imbécil –se me acerco para acariciarme la mejilla, donde tenía marcado uno de los golpes productos de mi pelea con Oscar. No sé si fue porque me puse demasiado nervioso, pero me hice aun lado, apartándola.
— Estoy bien Penny, en serio. Hubieras visto como quedo el –brome, para ver si hacia dejaba yo de estar tan tenso.
Ella comenzó a reír, pero después la expresión de su rostro mostro tristeza, y enojo.
— Maldito idiota, me prometió que estaba cambiando, y te juro que, por un momento, que en serio lo creí.
— Personas como Oscar nunca cambian Penny. Nacen siendo unos pendejos, y mueren siéndolo.
— Sí, creo que...lo aprendí a la mala –soltó una leve risa –Cuando vi que te golpeo, mientras hablaban en la mesa del poche, me puse furiosa, como nunca antes lo había estado, pero cuando el...bueno, ya sabes lo que paso, me derrumbe. El nunca antes se había comportado tan agresivo conmigo...
— Debió ser duro de asimilar.
— Lo fue. Y fue también cuando supe que no podía seguir así. Teníamos nuestras peleas, como cualquier pareja. Si, a veces se comportaba como un total cretino, pero...el siempre encontraba el modo de arreglar todo. Pero esa noche, supongo que solo exploto, y me mostro quien era en realidad. Si no hubieras estado ese momento, no sé qué es lo que hubiera pasado. No apoyo que la gente se agarre a golpes, pero... gracias por defenderme Arthur. De verdad, gracias.
— Pfff, no fue para tanto. Los amigos son para cuidarse ¿No? Probablemente hubieras echo lo mismo por mi –Penny solo se soltó a reír, y después me asintió.
— De eso no lo dudes.
Volví a sentir ese mismo puto dolor de estómago de cuando la vi por primera vez sonreír. Quizá era un nuevo comienzo, y la vida me estaba dando una segunda oportunidad de al fin poder hacer las cosas bien. Si era o no una señal, o una oportunidad, no me importaba, iba a tomarla.
— Oye Penny... ¿Tienes algo que hacer hoy en la noche?
— ¿Algo...?
— Si digo... Podríamos ir a ver una película o algo así, los dos. No recuerdo la última vez que salimos juntos. Creo que fue hace ya más de dos años.
— ¿Una película? ¡Si! –creo que se dio cuenta de que se había emocionado de más, porque desvió la mirada, y cambio su tono de voz –Digo, si, estaría bien ¿Quieres que nos veamos en el cine? Puedo ir a las 9.
— Bien, iría a recogerte a tu casa, pero no sé dónde vives –solté una débil risa, y Penny solo me sonrió.
Quizá podría pedirle prestado su auto a Chucho. Estas semanas se había dedicado a enseñarme a como conducir un automóvil, y había hecho un gran avance. Para ser sincero, no era lo mismo llevar a una chica en transporte público, que, en un auto propio, o bueno, en mi caso, uno prestado, pero un auto era un auto.
— Ya luego te diré donde vivo. Pero si necesitaras esto.
Se levantó de la silla, y fue a la recepción a pedir quien sabe qué. Regreso y me entrego un pedazo de papel con números escritos
–Es el número de mi casa, si pasa algo, solo llámame, y contestare. Ya me tengo que ir, dicen que mi ropa ya está lista, y se supone que no debía tardar mucho, te veo en la noche Arthur –se me acerco, y se despidió besándome en la mejilla, dejándome la vista en blanco, y paralizado como un idiota.
Parece que nada había cambiado, seguía sintiendo lo mismo; pero por alguna razón, sentía una mala espina; pero no porque Penny me fuera a rechazar, o ella tuviera algo malo, si no por otra cosa. Algo me decía que no era buena idea relacionarme ¿Quizá por lo que paso con Oscar? ¿O sería algo más? No sé, me daba igual, como ya había dicho antes, tomaría la oportunidad.
Estuve unos 10 minutos más ahí, hasta que me devolvieron la ropa. Revise la chaqueta, y como había pensado, estaba como nueva.
Regresando a mi casa, con toda mi ropa en una bolsa, justo llegando al edifico de mi casa, volví a pasar por la pared que estaba llena de carteles pegados de gente desaparecida, pero por el rabillo del ojo, me llamo la atención una última. Deje la ropa a un lado, y tome el cartel arrancándolo de la pared, para poder mirarlo mejor. Era Astrid; la foto era la de Astrid. Ya llevaba más de 2 semanas desaparecida, y se decía que el último lugar donde la habían visto, era en la dirección donde vivíamos. Así que su madre la seguía buscando. Me sentí mal por ella ¿O quizá era lastima? Su madre la extrañaba, probablemente también sus hermanos, y ella los había abandonado. Quizá no eran tan malos después de todo...no lo sé, y probablemente nunca lo sabría. Y no me importaba, ya no me importaba...
Si me seguía repitiendo eso, en algún punto quizá me lo llegara a creer.
Cuando llegue al departamento, vi a un chico pegando el cartel de "Desalojo" de nuevo en mi puerta, a lo que yo llegue, y lo arranque delante suyo.
— Ya tengo el dinero, no es necesario que sigan poniendo esta mierda.
— ¿De verdad? Pues tráelo ahora, o mañana mismo tú y todas tus cosas estarán afuera –ese tipo siempre fue un arrogante de porquería. Creo que era el hijo de la dueña del edifico, o algo así, no sé, no me importaba, seguía siendo un total pendejo.
Solo apreté los dientes, y me metí dentro del departamento, para ir por la bolsa de dinero, y regresé con un fajo de billetes, entregándoselos con fuerza hacía su pecho, empujándolo al mismo tiempo.
— Ahora quiero que me regresen el agua. Llevo días sin poder tomarme una ducha decente.
— Si... se nota.
Le cerré la puerta en sus narices, conteniéndome para no insultarlo, y meterme en más problemas.
Cuando el sol se terminó de ocultar, preparé una de las ultimas sopas ramen que quedaban, y la comí en silencio, en la pequeña mesa de la cocina. Nunca pensé en lo silencioso que estaba todo. Ni siquiera ya se escuchaban las peleas de la familia de arriba. Desde que Astrid no estaba, todo se había vuelto silencioso.
Fue cuando comía que escuche el teléfono de mi casa sonar. Me levanté molesto de la mesilla, y atendí la llamada.
— ¿Arthur? Mierda Arthur ¿Estás ahí? –era la voz de Chucho, se escuchaba demasiado alterada.
— ¿Qué pasa? Sí, estoy aquí.
— Joder, creí que no contestarías. Son ellos Arthur, los malditos espías. Están fuera de mi casa, en una camioneta negra, no se han movido de ahí hasta que yo tuve que hacerles frente, pero solo encendieron las luces delanteras, y se largaron. Esaú no contesta el puto teléfono. Tampoco Lennon –Se escuchaba muy agitado, incluso pensé que estaba empezando a hiperventilar.
— Chucho, Chucho, escúchame. Necesito que te tranquilices y respires ¿Bien? No entres en pánico.
— No contestan ¿Y si les paso algo?
— ¿A Esaú? –no pude evitar soltar una risa –De todos nosotros, él es el más capaz de cuidarse solo. Probablemente solo está dormido en su casa, o algo así. O incluso quizá fue a presumir su motocicleta. Lennon debe de estar masturbándose, o una mierda así.
— Fue una idiotez que Esaú se haya quedado la motocicleta ¡En que estaba pensando! ¿Y si vienen por venganza? ¿Los amigos de Oscar? No sabemos con qué clase de gente se juntaba ese psicópata...
— Chucho, relájate. Nadie lo está buscando. Nadie a aparte de nosotros sabe que está muerto.
— ¿Qué hay de Demian? ¿Y...y si nos delato?
— Tranquilízate, nadie nos delato. Mira, intentare llamar a Esaú por la mañana, y nos reuniremos para poder resolver esto de una buena vez ¿De acuerdo? Intenta solo respirar, y pasar la noche.
Escuche como mi amigo suspiraba pesadamente. Sabía que no tenía opción, de nada le serviría estar todo nervioso como una anciana
— Bien, pero si sucede algo, llámame, seguiré intentando marcarle a Esaú.
— Hazlo, te veré mañana, cuídate –le colgué la llamada, y no pude evitar sentir un peso en el pecho ¿Y si algo si estaba mal?
Intente no seguir pensando en eso, para que cuando viera a Penny, no estuviera tan tenso. Lo menos que necesitaba hora era estar nervioso, o seguro arruinaría toda la noche.
Pero, después de media hora de esa llamada, cuando estaba a punto de prepararme para la ducha, quitándome los zapatos, escuche a alguien tocar la puerta. Sentí un escalofrió horrible, y no pude evitar buscar y tomar mi revolver. Intente calmarme, y no cometer algo precipitado. Volví a escuchar de nuevo como llamaban a la puerta. Me asomé por la ventana de mi habitación, para ver si encontraba algo, y lo que pude ver, fue el auto estacionado de Chucho en una de las calles ¿Había venido hasta mi casa? ¿Qué mierda quería?
El miedo se convirtió en molestia, y deje el revolver a un lado, arriba de mi cama. Me coloque los zapatos, y fui a la puerta a toda prisa, listo para gritarle a Chucho que carajo era lo que quería, y que esperara a la mañana.
Creo que...debí pensar mejor las cosas.
Cuando abrí la puerta del departamento, una pistola me apunto justo entre las cejas. No logre articular ninguna palabra, me quede paralizado, sin ni siquiera atreverme a respirar. El hombre que sostenía el arma, me tomo de la playera, y me empujo fuera del departamento, presionándome contra una de las paredes. Era demasiado fuerte, porque me movió como si no fuera más que un muñeco de tapo.
— Haces un ruido, o intentas algo estúpido, y te mueres ¿Bien? –levanté mis manos, temblando, y solo pude asentir con miedo, tragándome mi saliva.
Supongo que me perdería esa cita con Penny.
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