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Capítulo 46

Ryuu.

Dos semanas atrás.

En el momento en el que abrió los ojos, Ryuu comenzó a asfixiarse, sintiendo como sus pulmones estaban llenos de polvo y tierra, comenzando a toser repetidas veces. Intentó obtener algo de oxígeno limpio, pero sólo empeoró la situación, inhalando mucho más polvo.

Al tratar de levantarse del lugar donde se encontraba tirado, se percató de que estaba encima de un montón de rocas y escombros, logrando sentir como sus rodillas y pecho estaban presionados sobre texturas rocosas y filosas. Cuando se levantó, comenzó a toser repetidas veces, golpeándose el pecho para ver si así lograba detener el ataque. Sus ojos le ardían, además de que estaba seguro de que su nariz estaba rota, al sentir como la sangre le recorría hasta llegarle a los labios. Sentía la boca tan seca que, sin dudarlo, hubiera matado a alguien por un pequeño sorbo de agua.

No tenía idea de donde se encontraba, ni cuánto tiempo había estado inocente, pero de lo que sí estaba seguro, era de que tenía que salir de ese lugar a como diera, y rápido. Miro hacia arriba, y vio el techo del pasillo que se había derrumbado, a solo unos centímetros de su cabeza. No había colapsado, lo cual ya era algo bueno, habiendo evitado morir aplastado, pero no parecía que fuera a resistir mucho más si se quedaba más tiempo ahí.

Rápidamente, trato de buscar alguna salida, intentando identificar una grieta por la que se filtrara algo de luz, o una guía para que pudiera salir de esa tumba de concreto.

Cuando finalmente la encontró, trato de presionar con sus manos, para ver si las rocas lograban moverse, pero parecía que algo mucho más pesado estaba encima de ellas, manteniéndose en su lugar, por lo que Ryuu tuvo que aplicar mucha más fuerza, no solo utilizando sus manos, sino también su espalda y brazos, tratando de levantarla.

La piedra se movió al final, haciendo que un montón de polvo comenzara a resbalarse hasta los pies de Ryuu; con el techo empezando a derrumbarse justo arriba de su cabeza, a lo que Ryuu tuvo que actuar rápido, y salir por la grieta antes de que quedara enterrado vivo.

Una vez salió, y con la luz ahora apoyando su vista, logró encontrar su pequeña espada Tanto, tirada y enterrada entre un montón de rocas. Al tomarlo, la miró con tristeza, intentando limpiar la hoja con su prenda, para volver a enfundarla de nuevo. Miró a su alrededor, no viendo más que pedazos gigantescos de rocas que bloquearon el paso, con paredes a nada de ceder por la presión; lo que le hizo saber que era hora de buscar una salida de ese condenando lugar antes de que se le terminara el tiempo.

Aparte de que no quería morir enterrado allí abajo, no tenía la más mínima intención de querer volver a encontrarse ni por equivocación con aquel desgraciado ruso. Si no hubiera sido por el derrumbe, Ryuu estaba seguro de que esa pelea la hubiera perdido él.

Pero cuando el recuerdo de aquel ruso se le vino a la mente, inevitablemente un fuerte remordimiento le recorrió toda la espalda, haciéndolo sentir mal: Su katana.

No podía dejarla simplemente tirada, pese a que no fuera más que un objeto inerte... esa arma la había acompañado por mucho, mucho tiempo, pasando innumerables cosas con ella. Algo que no podía dejar de lado tan fácil, y hacer como si no le importara. Tenía que recuperarla; aunque ya fuera un trozo de metal inútil, tenía que hacerlo. Fue entonces cuando recordó que la había dejado tirada en ese extraño comedor con las ventanas grandes; lo que le daba una pequeña ventaja, ya que antes del derrumbe no se había alejado tanto de ahí, por lo que no debía de ser tan difícil volver a llegar hasta allí de nuevo.

Comenzó a caminar por el deteriorado pasillo derrumbado, buscando alguna señal o referencia que le pudiera ayudar a saber en qué parte de la base se encontraba. Fue entonces que mientras caminaba, alguien le sujetó de la pierna con fuerza, obligándolo a detenerse al instante, girándose para ver qué sucedía.

— Por favor... mátame... s-solo ma-mátame... —le imploro un moribundo muchacho, sin soltar la pierna.

Ryuu lo observó, y se percatado de que este se encontraba enterrado entre un montón de rocas, con una enorme piedra que le presionaba su pecho y piernas, solo teniendo libre su cabeza y uno de sus brazos, Al mirarlo con más detenimiento, el asiático supo al instante, por su tipo de vestimenta, que no era uno de los lirios, sino uno de los hombres de los Connor.

Independientemente del bando al que perteneciera el muchacho, Ryuu pensó en matarle por mera misericordia. Pero antes de desenfundar su pequeña espada para así poder degollarle rápido, la idea de que el chico podría ayudarle se le vino a la mente, por lo que se acuclillo enfrente de él, paras que pudiera verle.

— ¿Dónde está esa especie de comedor con las ventanas grandes? Esa donde guardaban unos barriles que parecían ser inflamables.

El chico que quedó callado, mirando fijamente a Ryuu a lo que esté de inmediato supo que no le diría nada por ser un lirio, a lo que tendría que negociar con el chico.

— No quiero lastimar a nadie más, solo quiero encontrar algo que deje olvidado ahí. Si me lo dices, prometo cumplir tu petición, y morirías de manera rápida, casi ni lo sentirás. Pero si no, quizá pueda yo encontrar ese cóndor por mi cuenta, y simplemente te dejo aquí aplastado con el dolor constante de tus costillas y piernas rotas, hasta que mueras de sed, asfixia o te termines de desangrar; lo que pase primero, y eso, créeme que podría llevar horas, incluso días, sin nadie que venga a buscarte.

La mirada del chico cambió de una desafiante a una nerviosa, mirando a Ryuu mientras sus labios comenzaban temblar, y sus ojos se ponían cristalinos. Al final, solo escupió algo de sangre, cerró los ojos, y comenzó a hablar.

— T-tienes que seguir caminando... unos metros más, a mano derecha... y llegarás... —el chico volvió a escupir sangre, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas por el dolor—, llegarás a una puerta de metal que lleva hacia el exterior... y a la izquierda... a la izquierda está... ahí está lo que buscas— Ryuu miró al muchacho con ojos fríos, intentando analizar si lo que le decía era verdad o mentira— lo... lo j-juro.

— Está bien. Te creo.

Acto seguido, Ryuu desenfundo su pequeña espada, y el chico le miró nervioso, volviendo a escupir sangre.

— Cierra los ojos, terminará antes de lo que pienses —le indico Ryuu, mientras tomaba con suavidad el chico de la cabeza para que no se moviera, y preparaba el cuchillo.

El muchacho obedeció a Ryuu, y este, sin más titubeos, enterró firme y limpiamente la espada en su cráneo, pudiendo observar como los ojos del chico iban perdiendo brillo, hasta quedar inertes. Después de eso solo saco la espada, y la limpio con una de sus mangas, volviendo a enfundarla.

Ryuu siguió las indicaciones del chico, hasta llegar a la puerta de metal que le menciono, la cual estaba cerrada con cadenas. Pero fácilmente pudo cortarla por la mitad de un tajo con su espada, abriéndose y mirando que había una especie de escaleras que llevaban hacia arriba, al bosque. Ahora que tenía ya una salida garantizada, solo debía encontrar su katana, y salir de ese maldito lugar.

Fue a la izquierda, donde encontró la dichosa habitación, pero la entrada como las ventanas estaban bloqueadas por pedazos del techo que parecían haberse derrumbado. Ryuu trato de mover las piedras para abrirse paso, hasta llegar a la última, que mantenía la puerta bloqueada, moviéndola a un lado lo mejor que pudo, hasta que esta finalmente cedió, y se fue a un lado, dejando caer más rocas, pero de tamaños más pequeños, lo que le hizo más fácil a Ryuu poder abrirse paso. Pero cuando abrió la puerta, una enorme masa de humo salió disparada, obligándole a retroceder e intentar respirar oxígeno limpio.

Cuando se recuperó, vio que el humo no paraba de salir, por lo que rápidamente rasgó parte de su túnica para poder así crear un trapo improvisado, y poder ingresar sin ahogarse. Una vez dentro, vio un enorme incendio a los costados de las paredes que parecía haberse extendido.

Fue entonces que, para su sorpresa, en medio del fuego y humo, encontró a Ezekiel tirado a un costado, en un charco de sangre debajo de él y a su alrededor. Pero antes de siquiera ir a verlo, Ryuu entró por completo a la habitación, y comenzó a mirar alrededor, buscando la katana, o las partes de esta. No le interesaba tanto Ezekiel, no había regresado por él, había regresado por su arma.

Después de un rato de estar buscando, finalmente encontró la punta de la katana, tirada al lado del fuego, a lo que se quitó el trapo que se había puesto en la boca, e intento usarlo como guante para poder tomarla y sacarla de las llamas. Y aunque lo logró, eso no evitó que sus dedos comenzaran a quemarse por el metal ardiente, a lo que rápidamente, mientras jadeaba, la soltó en una de las mesas de metal que aún se encontraban enteras. Una vez con la punta recuperada, volvió a mirar a su alrededor, buscando el mango, hasta que la logró divisar debajo del cuerpo de Ezekiel, en su estómago.

Cuando se acercó, se percató de que lo habían apuñalado con ella, pero no habían podido atravesarlo de lleno por la naturaleza de la punta, lo que solo le había causado una herida bastante fea, pero no lo suficientemente mortal. Y se percató de que era así, cuando escucho al pelirrojo jadear débilmente, con la boca llena de sangre y un montón de moretones en el rostro, sin contar la enorme herida que en su mejilla derecha, que le llegaba hasta el labio; Demostrando que fuera quien fuera el que le había hecho eso, le había dado una enorme paliza.

Ryuu lo movió un poco, lo suficiente como para poder tomar el mango de la katana, y se la sacó de un tirón, haciendo que Ezekiel se quejara de dolor y abriera los ojos un poco, pero solo para segundos después regresar a su estado delirante, y volver a entrecerrarlos. Ryuu le dio la espalda, y comenzó a limpiar lo que quedaba de la espada con su trapo improvisado, llevándola a la mesa, y uniendo las dos partes. Miró con tristeza su arma partida, y sintió algo parecido a querer llorar, como si hubiera muerto algún amigo o alguien cercano. Pero no lo hizo, solo suspiro con pesadez, y metió las piezas de nuevo en su vieja funda, ajustando bien el cinto a su espalda, para que no se fuera a caer.

Después de eso, volvió a darse la vuelta, y miró a Ezekiel, quien seguía encima de un charco de su propia sangre, jadeando con debilidad. No sintió lástima ni pena por él, solo lo miro como si viera a un perro de pelea agonizar. Fuera lo que fuera que le hubiera pasado, seguramente se lo habría buscado el.

Fue entonces, cuando un pensamiento tan sencillo, se le vino a la cabeza: Irse.

Nada evitaba simplemente darse la vuelta y largarse de ahí antes de que las llamas terminaron por consumir todo. Nunca le había agradado Ezekiel, ni siquiera como persona, mucho menos como líder o jefe. Era tan sencillo como darse la vuelta y solo irse. Seguramente si moría ahora, quizá pudiera regresar a su país natal más rápido, a su hogar, y toda esta matanza y guerra sin sentido al fin terminaría.

Y entonces lo decidió. Se dio la vuelta para salir por la puerta y largarse de ese lugar... hasta que escuchó el grito de una mujer detrás suyo que le hizo detenerse.

— ¡Dios mío! ¡Ezekiel! ¡Por dios! ¡¿Qué te hicieron?!

Rebecca corrió horrorizada hasta el cuerpo de Ezekiel, quien se arrodilló junto a él, moviéndolo un poco para ver cómo se encontraba. Pero en cuanto miro la herida, y después levantó la cabeza para mirar a Ryuu, esta desenfundo su arma y le apuntó directo en el rostro, entre lágrimas, a lo que Ryuu confundido, solo levantó las manos hacia los lados.

— ¡¿Qué le hiciste cabrón!? ¡¿Qué mierda le hiciste?! —le grito, furiosa.

— Yo no hice nada... llegué y lo encontré así. Estaba a punto de ir por ayuda cuando...

— ¡No mientas! ¡Está herida no la hace cualquier cuchillito! ¡¿Qué mierda le hiciste!? ¡juro que voy a volarte la puta cabeza...!

— M-Miller. —murmuró Ezekiel débilmente, lo que hizo que Rebecca se acercara más para poder escuchar mejor— A-Arthur... Arthur Mi-Miller.

— ¿Arthur? ¿El niño ese del que te quieres vengar? —le pregunto Ryuu, de verdad confundido ¿Cómo carajo ese muchacho delgaducho pudo haberlo dejado así?

Ezekiel ya no le contestó, comenzó a escupir sangre de la boca mientras tosía, lo que hizo que Rebecca tratara de tomarlo en sus brazos, histérica.

— ¡A la mierda! Ayúdame a cargarlo, tenemos que sacarlo de este maldito lugar antes de que acabe de desangrarse.

— ¿Y a donde se supone que quieres llevarlo? Ustedes mataron al último doctor que teníamos... —le reclamó Ryuu, bajando un poco la cabeza.

— ¿A dónde putas crees? ¡Al hospital por un demonio! ¡No me importa a cuantos tenga que sobornar o volarles la cabeza! ¡Ezekiel no va a morir! ¡Así que ayúdame a cargarlo de una maldita vez!

Ryuu, molesto, acató la orden de Rebecca, y se dirigió hacia Ezekiel, cargándolo entre sus brazos, mientras Rebecca recargaba su arma y se dirigía a la salida.

No les costó mucho escapar del lugar; Ryuu le indico por donde se encontraba la salida que había encontrado, y en cuanto abrieron las puertas, comenzaron a subir las escaleras a toda prisa. Rebecca comenzó a llamar por la radio que tenía, donde exclamó que necesitaban un vehículo y ayuda urgente, indicando que el punto de encuentro sería la entrada del túnel de la base. Ryuu miro a Ezekiel, y solo noto como la pérdida de sangre seguía agravándose, pero, sin embargo, el pelirrojo aún seguía consiente, balbuceando cosas sin sentido, y con los ojos entrecerrados, pero consciente, a fin de cuentas.

En cuanto llegaron al exterior, el bosque aún se encontraba hecho un caos, lo que obligó que Rebecca empezará a abrirse a tiros, matando a varios hombres del bando de los Connor, que intentaban escapar desesperadamente de la base destruida. Al no saber si serían atacados por estos o no, Rebecca decidió no correr ningún riesgo.

Cuando llegaron al punto de encuentro, Víctor apareció con una camioneta, estacionandose enfrente de Rebecca, y abriendo la puerta. Rebecca entró primero, para poder ayudar a Ryuu a meter a Ezekiel a la camioneta, y una vez el pelirrojo estuviera dentro, Ryuu cerró la puerta, y se dirigió al asiento del copiloto. Cuando todos estaban dentro, Víctor pisó el acelerador, saliendo rápidamente del lugar.

— ¡¿Pero qué mierda fue lo que pasó?! Le preguntó Víctor histérico a Ryuu, mientras este solo se quitaba del hombro la funda de su katana, y la ponía en sus piernas.

— El lugar se derrumbó, les advertí que no lazaran tanto maldito explosivo —le reclamo Ryuu—, estaba peleando con un puto ruso desquiciado, cuando una de sus estúpidas bombas hizo que todo se viniera abajo. Quedé inconsciente unos momentos, pero cuando me recuperé, traté de buscar una salida, y encontré a Ezekiel, agonizando, con una enorme herida. Estaba por ir a buscar ayuda cuando apareció Rebecca, y entre los dos lo sacamos de ahí.

— Maldita sea ¿y quién demonios le hizo eso? —le preguntó Víctor, aún eufórico, pero sin despegar los ojos del camino.

— Fueron esos malditos niños. Ese "Arthur" —le contestó Rebecca, mientras trataba de vendar la herida de Ezekiel, y parar la hemorragia a como diera lugar —¡Conduce más rápido por un demonio! Tenemos que llevarlo a un hospital, no sé por cuánto tiempo más resistirá.

— Ya marqué la retirada de nuestros hombres. Todo iba bien, todo iba muy bien, hasta que aparecieron quién sabe cuántos putos Connor de la nada, y nos replegaron ¡Alguien debió de abrir la maldita boca! Es imposible que Armando pudiera haberse enterado tan rápido y llamar a los refuerzos —comenzó a quejarse Víctor, apretando con fuerza el volante, algo que Ryuu noto.

— Nos preocupamos más tarde por eso, ahora cálmate y enfócate en sacarnos de este lugar en una pieza.

Llegaron al hospital más cercano de la ciudad en cuestión de minutos. Víctor salió del auto a toda velocidad, para ayudar a sacar a Ezekiel del auto. Rebecca salió despavorida, y comenzó a gritar histérica que necesitaban un médico. Ryuu ayudó a Víctor a poder sacar a Ezekiel del auto, y en cuanto los paramédicos llegaron con una camilla de emergencia, ellos se encargaron del resto, llevando a Ezekiel hacia los largos pasillos, y probablemente alguna sala de operaciones.

Ryuu, junto con los otros dos, se quedaron en la sala de espera, intentando recuperar el aliento, cubiertos de la sangre de Ezekiel, sudados y llenos de tierra. Como era de esperar, los doctores no tardaron en hacer todo tipo de preguntas; a lo que Ryuu decidió dejarles el trabajo a Rebecca y Víctor, para aprovechar e ir al baño a asearse, aunque sea un poco.

Las horas pasaron, y Ryuu, por órdenes de Rebecca y Víctor, tuvo que quedarse en el hospital, a atender cualquier noticia que dieran los doctores sobre el estado de Ezekiel, y comunicarles a ellos inmediatamente; mientras que ellos trataban de ocuparse de todo lo que quedaba de los lirios después del fracaso que fue ese ataque a la base.

Además de cuidar que nadie intentara entrar y hacerle daño a Ezekiel. Al parecer, habían sobornado con éxito a medio hospital para que no dijeran ni preguntaran una palabra de quien era Ezekiel y el cómo se había hecho semejantes heridas, solo tenían una instrucción: Salvarlo a toda costa.

Los días fueron pasando, y Rebecca hizo un par de movidas para que la desaparición de Ezekiel se tomará como una "muerte" a los ojos de los demás (en especial para los Connor), para así mantener a salvo a Ezekiel de cualquier intento de atentado producto de que quisieran terminar el trabajo; teniendo así que replegar a los Lirios casi por completo a su territorio.

Y así estuvo Ryuu por alrededor de una semana. La puñalada había herido parte de los órganos de Ezekiel, por lo que tuvo que ser intervenido quirúrgicamente, estando esa primera semana en estado crítico y delicado, incluso en peligro de caer en coma. Pero después de esa semana, al octavo día, el pelirrojo terminó por recuperar la conciencia, recuperándose más rápidamente en el proceso, aunque aún seguía algo delicado.

Cuando Ezekiel comenzó a sentirse mejor, Rebecca comenzó a presionar al hospital para que lo dieran de alta, algo que los doctores recomendaban que no fuera hasta al menos una semana de observación, para después determinar si era viable darle el alta o no. Pero, a las insistencias y amenazas de Rebecca, al querer sacarlo de ese lugar ya, la semana de observación se redujo a tres días, donde el cuerpo de Ezekiel comenzaba recuperarse a más velocidad

Ryuu fue el primero en verlo. Cuando entró, encontró a Ezekiel tendido en la cama, con vendas en todo su pecho y estómago, como también en su rostro, producto del corte que había recibido en la mejilla. Ezekiel levantó un poco la cabeza, y no pudo evitar volver a bajarla en cuanto lo vio entrar, como si estuviera decepcionado.

— Pensé que ya te habías ido —le dijo, desviando la mirada.

— Yo creí que tu serías el que no la contaría. Todos estaban preocupados —le contestó Ryuu, cruzando los brazos— ¿Estás bien? ¿Recuerdas lo que... lo que pasó?

— ¿Qué si recuerdo cómo es que esa banda de pendejos chupa bolas y montoneros me hicieron mierda junto con el cabroncito de Arthur, que me metió una espada por el culo? Bueno, tengo recuerdos vagos, pero en esencia, sí.

Ryuu no pudo evitar soltar una pequeña risa por el sarcasmo del pelirrojo, mientras negaba con la cabeza, y relajaba un poco su postura, dejando de estar tanto a la defensiva.

— Te dije que no fueras solo. Nunca es bueno subestimar a tu enemigo, se les debe de tratar con la precaución y respeto que se merecen, sea quien sea.

— Si, si, metete tus filosofías japonesas por el culo Ryuu; no necesito un sermón —le respondo Ezekiel, torciendo los ojos—. Mierda, no siento la mitad de la cara ¿Qué tan mal me dejaron? —le pregunto, mientras se tocaba el vendaje que le cubría la mejilla, envuelta en la mitad de su rostro.

— Bueno... digamos que conseguirte una novia será algo... complicado. Al menos que tenga fetiches raros —bromeó Ryuu, mientras se le acercaba, para examinar el vendaje.

— Je... bueno, habrá alguien a quien le gusten las cicatrices —le respondió Ezekiel con una sonrisa, mientras se acomodaba en la cama, haciendo su espalda hacia atrás, para estar más sentado que acostado.

— Oye, antes de que se me olvide... quería avisarte que me iré unos cuantos días, probablemente una semana —le comento Ryuu, mientras desviaba la mirada un poco.

— ¿En serio? ¿Por qué?

— Necesito una nueva espada. La que tengo está destrozada y me es inútil, y aquí no forjan espadas como esa. Regresaré a mi tierra natal por una nueva; ya hablé con Kazuma, me recibiran, me darán la nueva arma, arreglare un par de asuntos pendientes que tengo allá, y regresare de inmediato. No me iré ahora... sino hasta que te recuperes, o al menos te den de alta del hospital.

Hubo un pequeño silencio, en el Ezekiel solo se quedó mirando a la nada, con cierta tristeza, pero también enojo en sus ojos; como si quisiera decir algo, pero aún no obtenía el valor para hacerlo; algo que Ryuu noto, y supo que no sería nada bueno.

— Me ibas a dejar... ¿cierto? —le encaró Ezekiel, finalmente, mientras volvía a bajar la mirada, más triste que molesto.

— ¿De qué estás hablando ahora?

— Deja de hacerte el imbécil Ryuu... sé que me ibas a dejar. Me viste ahí tirado, como perro moribundo... lo ibas a hacer. Solo ibas a irte... —Ezekiel le regreso la mirada a Ryuu, hostil, pero también decepcionada y triste.

— Iba a buscar ayuda, ya se lo había dicho a Rebecca cuando...

— No te culpo —le interrumpió, volviendo a desviar la mirada—, digo... Está bien. Tampoco es que seamos amigos. Es tu trabajo... te pagan por hacerlo, después de todo ¿Por qué te molestarías en salvar a alguien que solo te da más trabajo?

— Ezekiel, otra vez estás delirando. Ya pasaste por esto antes, recuerda lo que te había dicho el médico, todo está...

— Todo está en mi maldita cabeza —le volvió a interrumpir, ahora enfadado, apretando los dientes y los puños—. Ya sé lo que me dijo ese puto médico, no necesito que me lo repitas. Todo siempre está en mi puta cabeza ¿no?

— No siempre, pero... si... solo es cuestión de tomarlo con calma.

— Si... claro... como sea Ryuu. Está bien, puedes largarte a donde sea, e ir por tu estúpida espadita nueva. De igual forma como si supieras usarla. Solo procura regresar ¿quieres? —le volvió a responder de forma hostil, mientras se giraba a un costado de la cama, y le daba la espalda.

— Si... regresare.

Ryuu volvió a sentir ese silencio incómodo, pero en vez de intentar decir algo para romper la tensión, decidió que lo más prudente sería dejar a Ezekiel solo un rato, para que pudiera lidiar con sus pensamientos. Pero cuando se dio la vuelta, y estuvo a punto de pasar por la puerta, Ezekiel dijo algo, que le interrumpió su marcha.

— Cuando... —Ezekiel hizo una pausa con timidez, como si quisiera pensar si lo que estaba a punto de decir era correcto o no contárselo a Ryuu; pero después de unos segundos de silencio, continuó— cuando estaba ahí tirado... agonizando en mi propia sangre, como un animal... escuche una voz.

Ryuu se giró, curioso, pero no se acercó, sino que solo se le quedó mirando desde el umbral, metiendo sus manos en sus bolsillos, algo nervioso.

— ¿Escuchaste... a tu tío? —le pregunto, pero Ezekiel negó la cabeza.

— No, a él no. A mi madre. La escuche... tararear esa canción que me cantaba cuando era niño, antes de irme a dormir. No recuerdo su nombre, pero... era una linda canción. Yo sé que estoy loco Ryuu, y estos no son más que delirios de mi trastornada mente, pero... se escuchó tan real, que juraba que estaba a lado mío. Y estaba listo para morir... solo que... simplemente no sucedió. No morí.

— Bueno, puede que eso signifique algo —le intentó consolar, haciendo una mueca en su rostro—, puede que aún tengas cosas pendientes que hacer aquí aún.

Ezekiel solo soltó una leve risa, para después simplemente darse la vuelta, recostado, lo que Ryuu interpretó como una señal para irse, y dejarlo tranquilo.

Fue al día siguiente en el atardecer, que Ryuu regresó, notando que Ezekiel ya no se encontraba en la habitación donde se supone que debía estar. Así que, alarmado, fue a preguntar qué mierda había pasado, a lo que enfermeros le contestaron que el hospital había llegado a una sobrepoblación insostenible, lo que provocó que las habitaciones privadas simplemente fueran anuladas, al menos temporalmente.

Ezekiel había sido movido a una pequeña sala donde se encontraban los pacientes en recuperación a pocos días de darse de alta. Era una habitación muy amplia, donde las camillas de los pacientes se encontraban prácticamente a lado de otras, no siendo divididas más que por unas pequeñas cortinas que daban la sensación de paredes improvisadas. Cuando Ryuu llegó al lugar, encontró a Ezekiel acostado, con la mirada perdida observando el techo, con dos pacientes a su lado, pero divididos por las cortinas. Uno de ellos, parecía tener una radio en su mesita a lado de la cama, ya que se podían escuchar de fondo varias canciones de los años 30 o 40. Ryuu no sabía identificarlas bien, pero estaba seguro que eran bastante viejas.

— ¿Puedes creerlo Ryuu? Esta mierda de que el hospital se saturo... —le refunfuño, en cuanto lo vio llegar.

Ryuu tomó una silla de plástico que estaban dando los enfermeros para las personas que venían de visita, colocándolo al lado de la cama de Ezekiel, sentándose mientras se recargaba hacia atrás.

— Bueno, después de lo ah estado pasando últimamente... no me sorprende tanto. La guerra trae muertos, y si no son muertos, son heridos —le contesto, mientras trataba de encontrar la posición perfecta para acomodarse.

— Pura mierda, nosotros pagamos por una habitación privada, no está porquería...

— Tranquilo, quizá solo sean unas horas. Escuche que puede que quizá ya te den de alta al anochecer. Solo aguanta un rato más, y nos iremos de aquí.

— Eso espero. Ya no aguanto estar comiendo en una puta pajilla gelatina como un maldito anciano.

— Niño, yo llevo comiendo proteína de soya como por un año —le contestó la voz de una mujer, desde el otro lado de la cortina, algo que Ezekiel hizo que levantara la cabeza, curioso—. Mataría por una gelatina, ahora que lo pienso.

— ¿Proteína de soya? Vaya, eso sí que es mierda; ahora no me siento tan mal por la gelatina —le contesto el pelirrojo, mientras reía un poco — a la siguiente que me traigan gelatina, prometo que se la daré a usted.

— Oh ¿hablas en serio? Eso es muy amable. Pero no te apures tanto, ya estoy a nada de que me den de alta; aunque me quieren tener aún un rato en observación, pero se supone que ya no necesito más estar en este lugar.

— Bueno, esperemos que nos den de alta a los dos para salir de aquí, y no tener que estar comiendo gelatinas ni proteínas de soya.

— Oye, si no quieres esa gelatina, aun la aceptaré con gusto.

— ¡Ja! Trato hecho —le respondió el pelirrojo animado, con una sonrisa

Ezekiel se acostó de nuevo en la cama, y volvió a cerrar los ojos, quedándose así alrededor de unos 10 minutos, quizá tratando de conciliar el sueño. Ryuu hizo lo mismo, recargándose en su banco para poder dormir un rato. Pero en eso, una canción comenzó a sonar por la radio, de tonada suave y melancólica, lo que llamó la atención de Ezekiel, quien abrió los ojos de inmediato, y le hizo levantar toda la cabeza de la amolada, sentándose en la cama, para escuchar con más atención. La mujer del otro lado de la cortina comenzó a tardear la canción de forma dulce, meneando la cabeza de un lado para otro.

El pelirrojo miró a Ryuu, sorprendió, pero el asiático no sabía del por qué su emoción, pero parecía que le gustaba la canción, y mucho.

— Los Platters... son los... —Ezekiel dejó de mirar a Ryuu, y rápidamente giró su cabeza hacia la cortina, donde se encontraba la mujer, tarareando— ¿Son los Platters, ¿verdad? —le pregunto, exaltado y emocionado.

— Veo que tienes buen gusto —le respondió la mujer, encantada.

— Es Twilight Time ¿no? Por supuesto que sí —le contestó Ezekiel, una vez reconoció la canción—. Dios mío, han pasado años desde que escuche esa canción, mi madre adoraba esa banda, se la pasaba escuchándolos día y noche. Teníamos un tocadiscos, y justo cuando hacía la cena y se encontraba de buen humor, ponía esa canción, y se la pasaba danzando por todo el lugar, radiante y feliz.

— Ese es un lindo recuerdo, tu madre tiene excelentes gustos en ese caso. Los Platters pueden ser algo viejos, pero... ya sabes, para algunas personas pueden ser eternos.

— Ja... a mi madre le hubiera encantado conocer a alguien que compartiera esa pasión. Mi padre siempre menospreciaba la música que escuchaba y... pues en todo en general.

— Bueno, no todos pueden tener buenos gustos ¿no crees? —le respondió la mujer, a lo que Ezekiel solo soltó una carcajada, dándole la razón.

— ¡Usted lo ha dicho! Mi padre fue un pendejo en muchísimas cosas, incluyéndose en la música que escuchaba.

— ¿Y dónde se encuentra tu madre ahora? ¿no está contigo?

— Oh no, quién está aquí conmigo es un... compañero —le dijo, mientras volteaba a ver a Ryuu, quien seguía sentado y recargado en la silla, con los brazos cruzados—. Mi madre lleva muerta ya hace mucho tiempo, tanto que... había empezado a olvidarla por partes.

— Oh cielo yo... lo siento tanto, no quería hacerlo...

— Nah, no se preocupe, está bien. Pasó hace mucho tiempo; pero es bueno recordar de vez en cuando— Ezekiel se inclinó más hacia la cortina, intentando difuminar la figura de la señora, quien se encontraba del otro lado

En eso, una enfermera apareció, tocándole el hombro a Ryuu para captar su atención, a lo que este se giró, y la miró con varias hojas encima de un portapapeles.

— Disculpe, necesito que me ayude a firmar unos papeles para poder dar de alta al paciente ¿él es mayor de edad, cierto?

— Eh... si, si, lo es —le contesto, para después voltear a mirar a Ezekiel, quien seguía absorto en la plática con aquella señora—, en un momento los firmaremos, si quiere déjemelos aquí.

— Como gusto, iré trayendo sus cosas de una vez, en cuanto los firme, podrán retirarse de las instalaciones.

— Bien, bien, gracias —le respondió Ryuu, mirando cómo se alejaba.

—¿Y qué me dice de usted? —siguió con la plática Ezekiel, sin siquiera haberse dado cuenta que la enfermera se había acercado para dejarle los papeles—, ¿no tiene familia? ¿esposo? ¿hijos?

— Viuda... y con un hijo —le respondió la señora, con una leve risa—. Ese tonto a veces se olvida de mí, pero normalmente viene a visitarme.

— No me diga. Pues, sin ánimos de querer ofenderla, su hijo parece ser un tarado. A veces los hijos podemos ser tan ingratos.

— A veces, un poco —se rió la mujer, de manera risueña—. Pero es un buen muchacho, solo que se encuentra un poco ocupado. Tiene que trabajar, estudiar... y la verdad no lo culpo ¿Quién quisiera estar en este lugar por más de dos horas? No huele más que a látex y cloro...

— Eso no se lo voy a negar, este lugar huele igual que la habitación de un conserje. Aun así... me sigue pareciendo un tarado.

— ¿Quién no es un tarado en estos días, chico?

— Ese es un buen punto... hoy en día, todos son unos imbéciles.

— Pero dime ¿Qué te pasó a ti? Parece que el hospital se llenó de un día para otro de personas heridas ¿ocurrió algún accidente o algo así?

— Oh bueno, ya sabe, lo mismo de siempre, imbéciles matando a otros imbéciles ¿o no Ryuu? —le pregunto al asiático, a lo que él solo le miro extrañado, por su repentino cambio de humor amable—; esto me lo hicieron un montón de tarados montoneros, ya sabe cómo son las personas en esta ciudad de mierda. Los más fuertes siempre se aprovechan de los débiles.

— Eso es cierto, mi hijo siempre se la pasa viniendo lleno de moretones, con una nueva historia de cómo es que lo trataron de asaltar. Esta ciudad está llena de animales...

— Ni que lo diga... pero es lo que nos tocó. Juro que cuando encuentre a esos cabrones... los voy a dejar peor de cómo me dejaron, y desearan haberme matado en ese momento.

— Je, venganza, es lo que todo el mundo quiere en estos días ¿no? —le contestó la mujer con voz calmada, inclinándose hacia atrás, para recostarse en su almohada.

— ¿Usted nunca se ha querido vengar de alguien que le hizo daño?

— Si... si, he querido, más veces de las que me gustaría. Pero ¿de qué serviría eso?

— Justicia —la mujer soltó una pequeña risa al escuchar a Ezekiel.

— Suenas idéntico a mi hijo, ustedes dos se llevarían de maravilla.

— ¿Usted cree? Últimamente no me llevo bien con ninguna persona. Mi compañero puede atestiguar eso

— En serio, parece ser el tipo de persona con la que se llevaría bien. De hecho, se supone que hoy me tendría que venir a ver en la noche, puede que así lo conozcas y veas que no es un imbécil. Oh bueno, no tanto como lo pareciera.

— Bueno, eso ya lo veremos, en cuanto llegue, no dude en decírmelo. Pero a todo esto, no me ha dicho que hace usted aquí ¿también algún malnacido la asaltó?

— Oh no, ojalá fuera más sencillo que eso —le respondió, bajando su tono de voz a uno más cabizbajo—. Tengo tuberculosis.

— Mierda... ¿en serio? Eso sí que es jodido —le contestó Ezekiel con compasión.

— Sí, pero hace unos meses me encontraba mucho peor. No podía vivir sin un respirador y sin estar conectada en mil tubos. Ahora... Me encuentro mucho mejor, parece que ya no es tan grave y puedo regresar a casa.

— Supongo que la suerte ya debía de haberle sonreído un poco ¿no?

— Si... yo creo que sí —le respondo al final, entonando una leve sonrisa melancólica—. Mira, hablando del rey de roma...

Ezekiel escuchó los pasos acercarse, pero al estar la cortina cubierta, no pudo ver nada, lo que hizo que sólo viera la silueta de un chico acercarse a la cama, y saludarle.

— ¿Qué tal ma? ¿Cómo te encuentras? —le preguntó una voz que le hizo ponerse alerta a Ezekiel— te traje el pudin de chocolate que me pediste. Viene un poco apachurrada... mi amigo se pasó un semáforo e hizo que se me aplastara contra la ventana.

— Oh, muchas gracias hijo —le dijo la señora, mientras tomaba el envase junto con la cuchara, y la destapaba para comenzar a comérsela—, ¿no vino tu amigo contigo?

— Se quedó en la cafetería a pedir algo de café, en un rato debiera de estar con nosotros ¿cómo has estado? ¿te tratan bien las enfermeras?

— Todo bien hijo; de hecho, estábamos hablando de ti; hice un nuevo amigo acá, un muchacho de tu edad. Al parecer un montón de animales lo asaltaron y lo dejaron bastante mal herido.

— ¿En serio? ¿y quién es?

— Si quieres recorre la cortina un momento para que lo puedas ver.

El chico hizo lo que la madre le pidió, y quitó la cortina que les dividía, haciendo que los dos se vieran cara a cara. Ezekiel lo vio, y lentamente fue esbozando una lenta y macabra sonrisa. Ryuu por reflejo, se levantó de golpe del banco, atónito, pero antes de hacer alguna estupidez, logró mantener la compostura, pero sin poder evitar abrir los ojos como platos.

— Este es mi hijo; pero creo que no les había dicho su nombre. Arthur... se llama Arthur.

— Arthur ¿eh? —Ezekiel embozo una sonrisa simpática, y e hizo las cobijas a un lado, para sentarse en la cama, y tratar de levantarse, extiéndole la mano al muchacho— ¿Qué tal? Soy Ezekiel. Déjame decirte que, tienes una madre encantadora. Deberías visitarla más a menudo.

Arthur se quedó paralizado, como si hubiera visto un fantasma; Ryuu incluso noto como el color de su piel iba desapareciendo lentamente, hasta quedarse igual de pálido que una hoja de papel. No le respondo el saludo de Ezekiel, quien le seguía extendiendo la mano con simpatía.

— Arthur, hijo ¿estás bien? —le preguntó su madre, mirándole confundido, mientras seguía comiéndose su pudin.

— No, no, déjalo, seguro está impactado por las heridas ¿no es así Arthur? No es algo a lo que uno usualmente sobreviva —le dijo, mirando fijamente a Arthur, mientras se tocaba el vendaje que tenía en la mejilla.

— Ma... toma tus cosas... tenemos que irnos de aquí... ahora—le murmuró con nerviosismo Arthur a su madre, pero sin quitarle la mirada a Ezekiel de encima

— ¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué pasa? —le preguntó ella, mientras tomaba otra cucharada a su pudin.

En eso, la enfermera llegó de nuevo, con una silla de ruedas y las ropas de Ezekiel, a lo que Ryuu solo la miró desconcertado, pensando que no era el mejor momento para eso. Pero Ezekiel pareció tomarlo con bastante calma, volviéndose a sentar en la camilla.

— Parece que ya se siente mejor ¿no? —le preguntó la enfermera al pelirrojo, de forma simpática.

— Mejor que nunca —le contestó, con una amplia sonrisa, mientras tomaba los papeles que Ryuu había dejado, y se los daba a él —firmarlos por mí, yo iré tomando mis cosas —en eso, volvió a mirar a Arthur, quien seguía pálido y lleno de sudor en su frente—, No te apures Arthur, ya nos íbamos de igual manera.

Ezekiel tomó sus cosas, y Ryuu terminó de firmar los documentos, a lo que la enfermera solo se fue satisfecha con los documentos en mano. Ezekiel tomó sus prendas, y le indico a Ryuu que se fueran, para que empujara la silla, pasando de lado a Arthur, quien seguía paralizado, sin saber que hacer o decir.

— Un gusto conocerte Arthur —se despidió, dándole una palmada en el hombro, antes de irse con Ryuu, sentándose en la silla— Cuida mucho a tu madre... es una mujer especial.

Y acto seguido, se alejaron de ahí, sin mirar atrás.

Cuando iban hacia la salida, después de tomar suficiente distancia, Ezekiel sacó de debajo de su ropa una carpeta con varios papeles que se la extiendo a Ryuu para que la viera, mientras seguía empujando la silla hacia la salida.

— ¿Qué es esto? —le pregunto Ryuu, mientras tomaba la carpeta, y la ojeaba de reojo.

— Es la ficha médica de la madre del tarado de Arthur. Estaba en el compartimiento de enfrente de su camilla. La tome en las narices de ese idiota mientras se orinaba en los pantalones cuando me vio de frente. Trae toda su información: su nombre completo, número telefónico, social... y su dirección de domicilio. Se llama Silvia Miller... je... hasta el nombre me gusta —dijo, terminado con fuerte suspiro lleno de decepción.

— ¿Y qué hacemos? —le pregunto, a lo que Ezekiel solo soltó un resoplido, como si estuviera molesto.

— Primero salgamos de este lugar. Ya sé que me habías dicho que una vez estuviera fuera de aquí tenías que irte... pero antes, necesito que me hagas un último trabajo. Probablemente Arthur querrá sacar a su madre a como dé lugar del hospital en este momento, así que tiene que ser rápido y sigiloso. Una carnada rápida para sacarlo de ahí, y después... joder —termino haciendo una pausa, como si no quisiera decir algo, solo para tomar valor, y volver a empezar a hablar—. No puede haber margen de error Ryuu, por ningún motivo. Te daré los detalles de lo que quiero que hagas cuando salgamos de aquí.

— Bien, de acuerdo... —le contestó él, aunque algo escéptico. Sabía que fuera lo que fuera que le pidiera... no será nada bueno, en lo absoluto.

— Puta madre... —maldijo el pelirrojo, entre dientes, volviendo a bajar la mirada— Tenía que ser ella su madre ¿no? Maldita sea... y tan bien que me había caído...    

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