Capitulo 45
No corrí. Lo que hice fue apuntar mi escopeta directo al samurái y jalar el gatillo, en un intento por ver si podía matarlo. Pero el humo del pasillo, como el hecho de no querer darle a Andrei me jugaron en contra, haciendo que fallara el tiro, y le diera a la pared, muy cerca de él. Pero al parecer, algunas esquirlas si lograron alcanzarle el brazo, lo que hizo que el samurái se desconcentrara, y Andrei pudiera atizarle un par de golpes más en el cuerpo y la cabeza.
Intente recargar el arma para volver a disparar, pero Michael me tomo del cuello de mi chaqueta, y me obligo huir con ellos. Esaú levantó rápidamente a Demian cargándolo en su hombro, y se puso en marcha detrás de nosotros.
Pero antes de que pudiéramos salir del pasillo, un par de lirios nos bloqueó el paso, apuntándonos con sus armas y gritándonos que no nos moviéramos. Michael retrocedió y me dejo a mi abrir fuego con la escopeta, haciendo que los lirios se tiraran al suelo para cubrirse. Michael abrió a patadas la puerta de la habitación que estaba a nuestro lado, siendo la que parecía un comedor con las enromes ventanas a los lados. Cuando entramos, los lirios rápidamente nos trataron de devolver el fuego, pero volví a disparar la escopeta, y logre darle a uno justo en la rodilla, haciendo que comenzara a gritar desesperado por el dolor, retorciéndose en el suelo.
Nos cubrimos debajo de una de las mesas de metal, para tratar de trazar un plan sin que nos volaran la cabeza. La habitación era extensa, y aunque tenía toda la pinta de ser un comendero, con las mesas de metal, y estantes alrededor de las paredes, no había nada relacionado con comida o siquiera algo semejante. Solo estaba lleno de barriles enormes, como los que usaba Demian.
— Se fue a la mierda la opción de salir por el túnel; con Andrei y el puto loco de la espada peleando ahí va a ser imposible pasar —se lamentó Michael, mientras recargaba su pistola con las manos temblándoles—, tenemos que salir de aquí ya, este es el puto lugar donde guardan el combustible para el generador, solo es una puta bomba de tiempo antes de que esta porquería se prenda en llamas.
— ¿Entonces que mierda hacemos? ¿por dónde salimos? —le pregunto Esaú, eufórico.
— Yo... no sé, esa era la única salida que se me ocurría aparte de la principal, pero esa también está llena de lirios, así que tampoco es una opción.
— ¿Entonces? —le pregunto Esaú, más desesperado
— ¡No lo sé! Déjame... déjame pensar un minuto...
En eso, un lirio entro rompiendo una de las ventanas, lanzado una ráfaga de balas que nos obligo hacernos bola, con la esperanza de que la mesa lograra resistir. Cuando las balas cesaron, enseguida salí de la cubierta con la escopeta en mano, y dispare contra el lirio, logrando darle en el brazo, y haciendo que cayera al suelo gritando, pero sin lograr matarle del todo.
— ¡No tenemos un puto minuto! ¡Tienes que pensar en algo rápido Michael! —le grito Esaú, mientras se limpiaba el polvo del rostro—. Tu eres el que conoce el lugar, debe haber alguna otra puta salida que podamos usar.
— ¿Por qué no volvemos a usar las escaleras por las que venimos? —pregunte, pero Michael comenzó a negar con la cabeza al instante.
— La plataforma que nos llevaba a ellas se destruyó, además, con Demian herido de la pierna sería imposible salir sin que lo tengamos que abandonar... algo que claramente Esaú no va a permitir que pase —me contesto Michael, mirando a Esaú preocupado.
— No... no se preocupen por mí —intento hablar Demian, inclinándose hacia adelante, pero volviendo a caer hacia atrás por su herida— estaré bien, solo...
— Ni hablar niño, no intentes hacerte el héroe, no te vamos a abandonar —le refuto Esaú al instante, lo que hizo que Demian bajara la cabeza como si lo hubieran regañado; después solo volteo a mirar a Michael —Tienes que pensar en algo ¿Qué no había otra salida de escape? ¿Algún túnel o una mierda que usan los mafiosos para salir de esto?
— ¿Un túnel...? Mierda, si, podríamos usar las alcan...
El estruendo de otra ventana rompiéndose interrumpió a Michael. Andrei cayo justo enfrente de nosotros con una enorme cortada en su mejilla, pero con ambas tonfas aun en sus manos. En eso, salió el samurái enfurecido con la katana y la mitad de su máscara rota, a atacarlo directamente, pero Andrei se lo saco de encima de una patada, para después ponerse de pie, ahora el yendo a atacarlo. El samurái había caído en una de las mesas, donde al tratar de ponerse de pie recibió un duro golpe en las costillas por parte de Andrei, y otro más en su nuca si no hubiera logrado desviarlo a tiempo con su katana. Cuando se puso de pie, comenzó a lanzar tajos salvajes hacia Andrei, quien los cubría y desviaba con las tonfas hábilmente. En eso, en un mal golpe, Andrei recibió una enorme cortada en su brazo, para después recibir otra justa en su pecho. El samurái aprovecho que Andrea había perdió la concentración, y apunto su espada en un corte recto y profundo hacia su pecho, logrando casi ser empalado de no haber sido porque Andrei logro sostener la katana con el mango de una de las tonfas. Pero el samurái no se había dado por vencido, e intento atravesarlo, aplicando con toda la fuerza que tuvo, obligando a Andrei a retroceder débilmente, pero con la espada entrando cada vez más en su carne.
— Bien maldito, como quieras —le escupió el ruso con desprecio.
Andrei levanto la tonfa que le quedaba en la otra mano, y de un movimiento certero y duro, golpeo la katana justo por el medio con mucha fuerza, haciendo que se partiera justo por la mitad.
La punta de la hoja cayó al suelo, pero hiriendo muy de gravedad el pecho de Andrei, dejando al samurái totalmente atónito al ver su arma destrozada.
— ¿Pero qué hiciste...?
— La pelea más justa, perro faldero —le contesto Andrei, lanzándose al ataque de nuevo.
Andrei volvió a atacar con las tonfas, haciendo que el samurái, quien penas estaba procesando lo que le había pasado a su arma, se cubriera desesperadamente con sus antebrazos, retrocediendo cada vez más, soltando el mango de lo que quedaba de su espada.
Fue entonces cuando desenfundo lo que parecía otra katana, pero mucho más pequeña, siendo más parecido a un cuchillo largo, con el que repelo los ataques Andrei, y volvió a la carga.
No nos quedamos a ver la pelea. Michael me tomo del cuello y nos gritó que nos moviéramos. Atravesamos todo el comedor hasta llegar a la siguiente puerta, la cual Esaú abrió de una patada. Un lirio apareció del otro lado, pero antes de que siquiera pudiera levantar su arma, Michael le disparo justo en el ojo, haciendo que su cuerpo cayera de espaldas y su arma se disparara hacia arriba, dándole a un tubo de escape, del cual comenzó a salir gas comprimido.
— ¿Por dónde Michael? —le pregunto Esaú, quien seguía con Demian encima.
— Tenemos que llegar a las alcantarillas antes de que este lugar se nos venga encima, si no mal recuerdo, el camino está por aquí —termino de decir, marcando por donde debíamos ir, pero no antes sin mirar la tubería rota, y vérsele preocupado.
— ¿Vamos a dejar a Andrei? ¡tenemos que ayudarlo! —les dije, mientras volvía a mirar a la puerta del comedor, donde los vidrios estaban ya llenos de polvo y humo, y no me dejaban ver el interior, pero por los ruidos, era claro que seguían luchando.
— Andrei sabe lo que hace, no te preocupes por el Arthur, estará bien —me trato de calmar Michael, pero fue inútil.
En eso, Andrei salido disparado por la puerta, golpeándose contra la pared duramente, y de esta misma, salió el samurái como un rayo, saltando hacia Andrei para encajarle el enorme cuchillo a su cuello. Pero Andrei coloco las tonfas en forma de cruz, evitando que eso sucediera, consiguiendo que el samurái solo quedara encima suyo, y la batalla se diera en la cantidad de resistencia que ponía Andrei para que la hoja del cuchillo no se le acercara.
Rápidamente levante mi escopeta y corrí para ayudar a Andrei, no sin que antes Michael me gritara desde atrás, y me intentara detener. Pero antes de que pudiera siquiera hacer algo, otra explosión hizo retumbar los pasillos, ocasionando que el suelo comenzara agrietarse como si de hielo frágil se tratara, y cuando trate de moverme e ir con Michael, quien solo gritaba mi nombre, el suelo colapso bajo mis pies, junto con el techo y una de las paredes, cayendo hacia el vacío, interrumpiendo también la lucha de Andrei y el samurái. Lo único que sentí fue como un montón de piedras caían encima mío, y me aplastaban la espalda, al igual que las piernas y la cabeza.
Cuando recupere el conocimiento, sentí un enrome peso encima de mi espalda; pero con un poco de esfuerzo, logre quitarme los escombros de encima. Por suerte, el techo entero no me había caído encima, sino solo los escombros de este, lo que me salvó de morir aplastado. Miré a mi alrededor, y no vi más que polvo y luces muy tenues, con personas gritando de dolor a mi alrededor, y disparos, pero ya no en ráfaga, si no lentos y pausados.
— ¡Michael! —comencé a gritar, con la esperanza de que mis amigos me contestaran— ¡Esaú! ¡Demian! ¿¡alguien!?
Al no recibir respuesta, un terror inmenso comenzó a invadir mi pecho, con el pensamiento de que quizá hubieran muerto en el derrumbe. Cuando intenté buscar mi escopeta, no la encontré por ningún lado, solo rocas y polvo. Comencé a caminar, con el hombro herido, tratando de encontrar alguna señal humana. Fue entonces cuando me percaté de que no solo el pasillo había colapsado, si no que la mayoría de toda la base se había venido abajo, pero más que el techo, lo que más había colapsado había sido el piso, lo que evito que muriéramos enterrados vivos.
Intenté escalar una parte del piso que se había convertido en una especie de rampa por el derrumbe, para ver si podía subir y encontrar a mis amigos, o al menos una maldita salida; hasta que comencé escuchar una pequeña risa detrás mía. Una risa macabra, que me erizo todo el cabello de mi cuerpo, y ocasiono que mi corazón se pusiera a palpitar como loco; una risa que inevitablemente me recordó a la muerte de Lennon.
— Me habían dicho que cuando atacara este lugar, era probable que me encontrara con la banda de pendejos de Michael Connor... pero ¿encontrarte a ti específicamente? ¿y solo, sin tus noviecitas? Sí que es mi puto día de suerte —se burló, mientras me apuntaba con su mano.
Ezekiel tenía un enrome fusil colgándole del hombro, con su cabello y rostro llenos de sangre y polvo, y sus malditos ojos de animal sedientos de muerte. Cuando lo vi, no supe que más que hacer, comencé a sentir como me costaba respirar, y como mi corazón estaba apunta de estallar en mi pecho.
Rápidamente, traté de escalar aún más rápido, pero por los nervios y lo sudadas que se habían puesto mis manos, comencé a resbalar.
— No, no, no ¿A dónde crees que vas? Si apenas nos acabábamos de ver, ha pasado tanto tiempo... —Ezekiel me tomo de mi pie, tratando de jalarme hacia él, pero yo desesperado, comencé a patearle como pude, hasta que le acerté uno directo en el rostro, logrando que me quitara las manos de encima —hijo de perra... no debiste de hacer eso— me dijo, mientras se agarraba la mejilla golpeada.
Yo no perdí el tiempo, y escalé hasta la cima donde volvió a empezar el pasillo. Pero este se encontraba bloqueado por los escombros, así que mi única opción era la puerta que daba a la habitación del comedor, la cual seguía entre abierta. Con el miedo que sentía de que Ezekiel estuviera pisándome los talones, entre rápidamente por la puerta, y me dirigí de nuevo hacia la otra que cruzaba la habitación, con la esperanza de poder pasar por ella, y escapar por la salida que Michael nos había tratado de llevar. Pero cuando llegue a la puerta e intente abrirla, esta se encontraba bloqueada con no sé qué porquería, pero no me permitía pasar por ella. Desesperado, trate de golpearla y patearla, colocando todo mi peso para mover lo que fuera que la había bloqueado, pero suplente no hubo resultado. Probablemente en el derrumbe, un enrome trozo de concreto había caído enfrente, si no es que el pasillo entero había colapsado.
Fue entonces cuando percibí que en el suelo había una especie de líquido que lo cubría todo, o al menos los bordes. Cuando me percaté de cuál era su origen, vi uno de los barriles tirados en el suelo, con una etiqueta enorme de color amarilla que indicaba que era inflamable. Hay recordé lo que había dicho Michael de este lugar.
— Arthur, Arthur —escuche la tétrica voz de Ezekiel acercándose por donde había entrado, haciendo que entrara en pánico y me arrinconara contra la puerta —¿Qué te pasa? ¿acaso tienes miedo? ¿qué no podemos hablar de un vil pecador a otro?
Sin saber que más hacer, rápidamente me escondí en una de las mesas, poniéndome a cubierto y agachándome, mirando a mi alrededor cualquier mierda con la que pudiera defenderme, alguna roca o algo ¡lo que fuera!
— Sé que estas aquí Arthur ¿por qué te escondes en la oscuridad? —comencé a escuchar sus pasos dentro de la habitación, lo que solo hizo que comenzara a sudar, y me fuera muy difícil controlar mi respiración. No había escapatoria, me tenía acorralado el muy infeliz— Pero bueno, no hay problema, podemos solucionar eso.
Escuche el inconfundible sonido de un fósforo siendo sometido a la pared de la cajetilla, para después se hiciera presente una tenue luz que le ilumino su rostro.
Ezekiel comenzó a caminar lentamente, mirando hacia todos lados, mientras yo trataba de rodear la mesa para que no me lograra ver, intentando hacer el menor ruido posible.
— Vamos Arthur, no hagas esto mas difícil, solo quiero hablar ¿Qué tiene de malo eso? Olvidemos nuestros rencores por unos minutos; prometo no cortarle la lengua —cuando el cerillo se le consumió, lo tiro al suelo, rápidamente saco otro y prendiéndolo de la misma manera, girando a su alrededor para ver si lograba localizarme—. Esto de jugar a las escondidas es de niños pequeños ¿Cuántos años dices que tienes? ¿18? —en eso, termino llegando a la puerta bloqueada, percatándose del enorme charco de gasolina que estaba regado— Uh, bueno, pero si esto es más interesante.
En eso, cuando iba girando por la mesa, mis pies tropezaron con algo que hizo ruido. Yo cerré los ojos, rezando porque no me hubiera escuchado. No me atreví a ver si Ezekiel me había escuchado, pero cuando revise con que cosa mis pies habían chocado, sentí como si dios se hubiera apiadado de mí y me hubiera brindado un poco de esperanza, o al menos, una oportunidad: El mango de la katana del samurái estaba justo a mi lado, con la mitad de la hoja afilada aun en una pieza. Aunque la punta claramente estaba perdida, eso no me impedía poder degollar a Ezekiel, o al menos cortarle alguna de sus extremidades.
La tomé lo más sigiloso que pude, y una vez en mis manos, me atreví a echar un vistazo para ver si encontraba a Ezekiel, que, para mi suerte, aún seguía buscando en el fondo del comedor. Fue entonces cuando me moví hacia la otra mesa, más cerca de la puerta por la que había entrado. Ezekiel seguía entretenido mirando en las mesas del fondo, lo que me dio una clara oportunidad de poder salir por la puerta, y escapar de ese puto lugar.
Pero cuando estaba a punto de llevar mi plan acabo... mi cerebro hizo que un pensamiento, un recuerdo, se me viniera a la mente: La cabeza de Lennon, rodando por la tierra, con su cuerpo cayendo lentamente a un lado, chorreando sangre como si de una manguera se tratara. Mire la katana con frialdad, y me percate que era la misma arma con la que habían asesinado a mi amigo. La misma que uso ese maldito psicópata de mierda...
— ¡Bien Arthur, ya me canse! No estoy para estos juegos de niños pequeños ¡sal de una maldita vez y enfréntame como un puto hombre! Si no fuiste un cobarde cuando asesinaste Anthony ¿Por qué lo serias ahora? querías asesinar al líder de los Lirios, ¿no? ¡Pues bien! ¡aquí estoy! ¡termina el maldito trabajo de una vez!
Salte hacia él desde una esquina. Con tanta habladuría, el tarado no se dio cuenta que me escabullí hasta tenerlo justo donde quería.
Cuando trate de atacarlo, mi plan era cortarle un brazo con la katana de un tajo... pero el muy infeliz logro esquivarme por muy poco, únicamente rozándole el brazo, y aunque haciéndole una herida muy fea, no mortal. Cuando impacté en el suelo, rápidamente me di la vuelta, y aprovechando lo confundido que estaba Ezekiel, trate de rebanarle el pie, pero este logro apartarse, no más que recibiendo un pequeño; haciendo que cayera al suelo de espaldas, y el fosforo que tenía en la mano cayera al suelo, justo donde se encontraba la gasolina, prendiendo el lugar en llamas.
Rápidamente me puse de pie, y trate de atacar a Ezekiel clavándole la katana, pero este me aparto de una patada en el estómago que hizo que cayera hacia atrás, dándole a él el tiempo de ponerse de pie. Mientras en recuperaba, Ezekiel me tomo del cabello y me levanto lo suficiente como para soltarme un rodillazo otra vez en el estómago, lo que me saco el aire, haciendo que cayera al suelo aturdido.
— Sí que eres un puto dolor de cabeza ¿te gusta hacer las cosas más difíciles, ¿verdad? —me dio una patada en las costillas, que hizo que volviera a caer en el suelo— ya veremos qué tan rudo te pones cuando te prenda la mitad del rostro en llamas.
Pero en cuanto me trato de tomar de la camisa, yo ya había vuelto a alcanzar a katana rota, y me giré lo más rápido que pude, intentando lastimarlo con ella, lo que le causo un enorme corte en la palma de su mano, que lo hizo retroceder. Ezekiel furioso me soltó una patada en el rostro que no vi venir, haciendo que soltara la katana y la perdiera de vista. Mi nariz se encontraba dañada, y mis ojos llenos de lágrimas por el golpe; lo que permitió que Ezekiel me volviera a patear, pero ahora en el pecho, haciendo que cayera de espaldas.
— Ya basta de juegos Arthur, esto se terminó, aquí y ahora —comenzó a acercarse lentamente, dejándome acorralado entre él y el fuego a mis espaldas, no logrando hacer nada más que arrastrarme con torpeza para alejarme de él. Me tenía bloqueada la salida, no había donde huir, iba a morir aquí, eso era seguro. Iba a morir a manos de este desgraciado... —De verdad, si pudieras saber cuánto...
Pero antes de que pudiera terminar de hablar, Chucho apareció desde su espalda, lanzándose encima de él, encajándole un filoso cuchillo en su mejilla derecha, probablemente en un intento por encajárselo en la cabeza o en el cuello, pero fallado en la puntería.
Ezekiel grito furioso, e inmediatamente trato de quitarse el cuchillo, y a Chuco de encima suyo, quien seguía aferrado a la espalda, y al cuchillo, que, en el forcejeo, no hizo más que desgarrarle por completo la mejilla, hasta llegar a su labio. Cuando el pelirrojo finalmente logro sacarse a mi amigo de encima, lo arrojo hacia una de las mesas, cayendo enfrente mío.
— ¡Tú maldito hijo de perra! ¡Ahora si estás bien muerto! ¡bien puto muerto! —le grito Ezekiel a Chucho, mientras se tocaba la herida, y se la relamía con la lengua.
Chucho no le contesto. Se levantó enseguida y volvió a tratar de atacar a Ezekiel con el cuchillo, pero este lo esquivo con relativa facilidad, una y otra y otra vez.
— ¡Muere! ¡muere! ¡muere! —le gritaba mi amigo a cada tajo que lanzaba, pero sin éxito.
Finalmente, Ezekiel logro atrapar la mano de mi amigo, arrebatándole el cuchillo de un jalón, para sin titubeos, inmediatamente clavárselo en el estómago.
Pero Chucho logro parar el ataque sosteniendo el puño de Ezekiel y la hoja del arma, sobresaliendo de entre sus dedos.
Yo no me quede sentado, e inmediatamente me levante, y me lanza a la espalda de Ezekiel, tratando de tomarlo del cuello y asfixiarlo o alguna mierda así. En un punto hasta se me paso por la cabeza meterle mi mano en su herida, y agrandársela más hasta que su cara quedara deforme y pudiéramos matarle. Pero antes de que pudiera llevar a acabo mi idea, Ezekiel rápidamente se hizo hacia atrás, dejando a Chucho, y estampo su espalda contra los estantes de metal, una y otra vez hasta que decidiera soltarle. Cuando cedi, Ezekiel se dio la vuelta rápidamente, tomando mi cabeza para tratar de estamparla contra el pavimento; pero Chucho apareció asestándole un puñetazo en el rostro que hizo que me soltara, y que el pelirrojo cayera de rodillas al suelo, para después tomarlo de su playera y soltarle otro golpe más, pero el tercero fue interrumpido por un golpe que Ezekiel le dio en la rodilla, haciendo que mi amigo perdiera el equilibrio y cayera al suelo, solo para que Ezekiel se levantara, y lo agarrara a golpes en el suelo, hasta que yo me levante y me lance sobre él, tirándolo al suelo.
— ¡Quítate! —me grito Ezekiel, mientras yo trataba de imponerme encima de él, para poder molerlo a golpes, pero en un descuido, este me logro dar un golpe que me dio en los labios, abriéndomelos, para después darme otro en la oreja que hizo que me quitara de encima suyo.
Ezekiel se levantó con dificultad, al igual que Chucho, quien se colocó a lado mío, y me ayudo a levantarme lo más rápido que pudo. El fuego aún seguía extendiéndose por todas partes, y el humo comenzaba a sofocar al punto de que respirar ya nos era difícil. Chucho levanto su cuchillo del suelo, y me miro, dándome a mí el arma, como si esperara que yo dirá la orden para atacar a ese infeliz. Ezekiel nos vio, y no hizo más que soltar una sonrisa soberbia, mientras se limpiaba la sangre de su herida.
Dos contra uno... ahora él tenía la desventaja. O eso pensábamos.
— Muy bien malditos mocosos... si tengo que matar a los dos, a los dos los mato. Ahora si va en serio —nos dio una última sonrisa, para después correr endemoniadamente hacia nosotros.
Rápidamente, corrí hacia el yo también para estamparle el cuchillo en la cara, pero Ezekiel aprovechando su velocidad, se barrió justo debajo de mi brazo, haciendo que fallara el ataque. Una vez pasara a mi espalda, el maldito pelirrojo se levantó tan rápido como se barrió, y le estampo un puñetazo en el rostro a Chucho. Cuando corrí para ayudarle, este me recibió con una patada en el estómago que hizo que cayera al suelo. Chucho trato de volver a atacarle; pero cuando mi amigo trato de golpearlo, Ezekiel logró esquivarlo, contratacando a Chucho con un golpe en la garganta, que hizo que se asfixiara, y le diera la oportunidad al pelirrojo de saltar y darle golpe en la cabeza con impulso, que hizo que mi amigo agachara la cabeza y casi se cayera al suelo, aterrizando en sus rodillas; pero antes de que pudiera darle otro, mi amigo logro darle un golpe en la barbilla, quitándoselo de encima.
Fue entonces cuando yo trate de atacar a Ezekiel desde mi flanco, intentando apuñalarle, pero el infeliz logro cubrirse y esquivarlo con su antebrazo, para después tomar mi mano con el que sostenía el arma, y impulsarme hacia adelante para que apuñalara a mi amigo. Pero por fortuna, Chucho logro esquivarlo, pero eso no impidió que Ezekiel, con mi mano aun en su poder, le diera un fuerte rodillazo, haciendo que soltara el arma, y esta saliera volando por los aires, cayendo enterrada en el suelo.
Ezekiel rápidamente jalo mi brazo hacia su cuerpo para hacer una palanca, levantándome en el aire, y lograr derribarme, haciéndome caer en mi espalda. Chucho no se quedó parado, y corrió hacia el para tratar de golpearlo, pero Ezekiel simplemente dio un salto mientras giraba para tomar impulso, lanzando una fuerte patada que le atizo justo en la oreja a mi amigo, haciendo que cayera al suelo de bruces.
Pero cuando termino de dar su patada, yo ya había logrado ponerme de pie, soltándole un golpe en la cabeza desde su espalda, con la intención de noquearlo, pero solo conseguí que se aturdiera un poco. Ezekiel trato de lanzarme un golpe desde atrás, pero al ir lento, pude bloquearlo y sostener su brazo, permitiéndole soltarle dos puñetazos con todas mis fuerzas en sus costillas traseras, para después soltarle una patada en sus rodillas, haciendo que este cayera, colocándome enfrente de él y hay soltarle tantos golpes en la cara pude, para después patearlo en el pecho, y sacarlo volando unos metros.
El pelirrojo se puso de pie con dificultad, pero demasiado rápido antes de que se me pudiera ocurrir algo más. Y pensando que se encontraba ya herido y cansado, corrí hacia el para tomar impulso, y saltar, dándole un rodillazo en el mentón, haciendo que se fuera más para atrás, hasta estamparse con la pared llena de estantes. Pensando que ya era mío, intente golpearlo una vez más en el rostro, pero el maldito pedazo de mierda aprovechando que tenía la guardia baja, logro asestarme un muy duro golpe en el estómago, justo en el riñón, que hizo que inevitablemente me hiciera para atrás, casi perdiendo el equilibrio.
Cuando Ezekiel iba a por mí, Chucho apareció de nuevo desde la espalda tratado de sostenerlo, clavándole las uñas cerca de su ojo, haciendo que Ezekiel comenzara a sacudirse y gritar, hasta que finalmente logro asestarle un duro codazo en la nariz a mi amigo, aturdiéndolo, permitiendo que Ezekiel pudiera tomarlo del cabello, y lanzarlo lo más lejos que pudo, cayendo justo a mi lado.
Ezekiel se incorporó como si nada, mientras yo y Chucho estábamos golpeados y exhaustos. Y aunque Ezekiel tampoco se veía nada bien, el muy bastado actuaba como si no sintiera nada, ni siquiera cansancio. Saco el cuchillo que estaba clavado en el suelo, y mirándonos nuevamente con soberbia, lo lanzo en el aire para después volver a atraparlo.
— Nada mal... —nos dijo, volviéndose a poner en posición de combate.
Pero antes de que el segundo round comenzara, Esaú salido desde la puerta, y embistió a Ezekiel con todas sus fuerzas, hasta estamparlo en uno de los anaqueles.
— ¡Ya te encontré bastardo! —le insulto Esaú.
Cuando trato de golpearlo, Ezekiel le lanzo un tajo con el cuchillo en el rostro a Esaú, que hizo que se apartara, para después lanzarle una patada en el estómago para quitárselo por completo de encima.
Chucho no perdió el tiempo, y en todo el forcejeo que había pasado, logro encontrar el fusil que Ezekiel había estado cargando, pero en el suelo, cerca del fuego. Cuando lo levanto, trato de apuntar hacia Ezekiel, y jalar el gatillo, pero el arma no hizo más que un chasquido. Chucho volvió a jalar el gatillo desesperadamente, pero el arma no hizo más que emitir chasquidos.
— ¡Puta madre, esta vacía! —maldijo furioso.
Esaú trato de golpear a Ezekiel con todas sus fuerzas, pero el pelirrojo no hacía más que esquivar con relativa facilidad cada golpe que mi amigo le lanzaba, algo que dejaba ver que frustraba mucho a Esaú, y hacia que se enojara más, soltando golpes mucho más brutos que tácticos.
— Antes te veía más rudo —se burló Ezekiel, mientras seguía esquivando y cubriéndose de los brutales golpes de Esaú— ¿Qué te pasa, ya te estas cansando?
Esaú dio un grito, irritado, pero aun así no logro darle ninguno a Ezekiel. Parecía hasta incluso estar jugando con él.
— Chucho, tenemos que atacarlo ya —le dije a mi amigo, mientras me sostenía del golpe que me había dado Ezekiel en el riñón.
— ¿Qué?
— Tenemos que atacarlo juntos, por separado el desgraciado nos supera, pero si lo atacamos al mismo tiempo, no va a poder contra nosotros.
Chucho pareció entender, a lo que enseguida, tomo el fusil no como si fuera a disparar, si no más como un bate.
— ¡Esaú! —le grite a mi amigo, a lo que este giro por pocos segundos su cabeza, lo que provoco que Ezekiel le lograra asestar un golpe en el rostro con el mango del cuchillo.
— ¡No te desconcentres! —se burló, mientras trataba de darle otro, pero este Esaú lo logró esquivar.
— ¡Juntos! ¡Tenemos que hacerlo juntos! —le volví a gritar, a lo que mi amigo asintió sin decir una palabra, comprendiendo lo que quería hacer, haciéndose para atrás, y tomando distancia de Ezekiel.
Miré a Chucho, y le asentí con la cabeza, sabiendo justo lo que había que hacer. Los dos corrimos, gritando con todas nuestras fuerzas hacia Ezekiel, el cual, solo nos miró desconcertado. Yo lance el primer golpe, con Ezekiel esquivándolo con facilidad, dándome un corte en estómago, como si hubiera querido apuñalarle. En fracción de segundos, Esaú soltó el segundo golpe, que también esquivo el pelirrojo, pero el tercero se lo dio Chucho usando el fusil, dándole de lleno en la cara, lo que hizo que se aturdiera.
Fue entonces que cuando trato de defenderse, Esaú le asesto otro duro golpe en la cara con su puño, para después Chucho volver a golpearlo con el fusil, para después ahora yo darle un golpe en la nariz, y después Esaú lanzándole una patada en el estómago, haciendo que se doblara, y después Chucho golpeándolo de nuevo con el fusil, pero ahora desde arriba, dándole en la barbilla, haciendo que levantara el rostro, para después yo asestarle otro más fuerte en la herida de su mejilla, para después Chucho saltar para tomar impulso, y darle otro duro golpe con el fusil en su nuca, haciendo que finalmente tirara su cuchillo al suelo.
Ezekiel no sabía que putas hacer, estaba totalmente confundido, no sabía ni a dónde mirar, a dónde cubrirse, donde golpear, donde defenderse; la sangre solo seguía saliendo de su boca a chorros a cada puñetazo que le atizábamos, mientras que los tres lo golpeábamos sucesivamente una tras otra y tras otra vez, haciéndolo mierda.
En uno de sus golpes al azar, Ezekiel logro acertarme un golpe en la cara que hizo que cayera al suelo, pero eso no evito que Esaú siguiera goleándolo junto con Chucho con el fusil; quien aun siguiendo usándolo como un palo, este ya se había partido, y a cada golpe que daba mas piezas de este salían volando.
Cuando me levanté, vi en el fondo debajo de uno de los anaqueles que se habían caído en el suelo, el maldito mango de la katana rota, a lo que rápidamente corrí hacia ella sin pensarlo.
Esaú le asesto un golpe más en la mejilla izquierda a Ezekiel, para después ser correspondido con un muy duro golpe del fusil de Chucho por arriba de su mentón, que hizo que se la salieran varios dientes volando, para finalmente yo entrar con la katana rota en mano, enterrándosela con todas mis fuerzas en el estómago, no logrando atravesarlo por completo, por la punta que se encontraba rota.
Ezekiel soltó un suspiro en cuanto sintió la fría hoja afilada, como si dejara ir lo último de aire que le quedaba en sus pulmones, escupiendo algo de sangre. Abrió muchísimos los ojos, casi como si se le fueran salir de sus órbitas, y volvió a escupir sangre. Doblo su espalda hacia enfrente, e intento sostener mis brazos con la poca fuerza que le quedaba, como si tratara de que le quitara la espada de su estómago, mientras yo le miraba fríamente.
— Lennon te manda saludos, infeliz —le susurre, para después encajarle más la espada en el estómago, aunque no lograra llegar más profundo; soltando el mango de la katana, y dejando que cayera al suelo, aun lado, desangrándose.
Miré a Ezekiel, quien aún exhalaba su último aliento de vida en el suelo; y pensé por todo lo que había tenido que pasar, por todo lo que mis amigos tuvieron que pasar para llegar a este momento preciso. Tantas veces que habíamos buscado matar a Ezekiel... y al fin lo habíamos logrado.
Pero antes de que me llegara la satisfacción de haberlo matado, Chucho me tomo del brazo, y me grito que teníamos que irnos. Miré a mi alrededor, y solo pude ver como todo el lugar terminaba de consumirse en llamas, para después salir de hay junto a Esaú, dejando lo que quedaba de Ezekiel al fuego.
Volvimos a bajar por donde escale, y salimos por los escombros de los que había venido, yendo por otro camino que llevaba hacia las alcantarillas subterráneas, la cual, por las explosiones y los derrumbes, se había hecho un hueco enorme por el que podríamos salir. Todo ese tiempo pude haber escapado, solo que había tomado la ruta equivocada.
— ¿C-como...? ¿Cómo mierdas me encontraron? —les pregunte después de que el shock de todo lo que había vivido se me pasara, mientras íbamos caminando en la oscuridad.
— Después del derrumbe, estuve revisando los escombros en busca de gente vivía, ya que perdí a la rusa de vista, y pensé que podría estar atrapada. Fue entonces cuando te vi tratando de huir de ese psicótico —me respondió Chucho, sin detener el paso—, tarde un poco por que no lograba escalar los escombros, pero después de que te vi acorralado... simplemente no lo pensé y trate de apuñalarle en la cabeza, pero como viste, falle, quizá por los nervios. Solo espero que la rusa este bien...
— Yo regrese al último lugar donde te había visto —me respondió Esaú—. Después del derrumbe, Michael nos llevó a mí y a Demian hasta estas alcantarillas. Pero me rehusé a dejarte aquí, pensando que aun podrías seguir vivo, así que le dije a Michael que se llevara a Demian a un lugar seguro, y le dije que lo veíamos donde Chucho había estacionado su auto, mientras yo regresaba para buscarte. Y creo que llegue justo en el momento preciso. ¿Tú fuiste el que le hizo ese corte al pendejo de Ezekiel? —le pregunto a Chucho, a lo que este solo asintió con una pequeña risa—, maldito infeliz, yo sabía que llevabas un salvaje adentro—le felicito mi amigo, mientras le revolvía su cabello desarreglado.
Cuando llegamos al final del túnel, este llevaba a un rio seco que estaba en el bosque. Y una vez salimos de ahí, no nos costó regresar hasta la base de nuevo, donde una enorme masa de humo se imponía sobre los árboles, como una bengala. Pero al no saber, ni querer regresar si es que la batalla aún continuaba, Chucho nos dirigió hasta donde había estacionando su auto, a algunos kilómetros de distancia.
Una vez llegamos hay, nos encontramos con Michael recargado en el capo del auto, con su carabina en mano recargada junto a él, fumando un cigarrillo, mientras Demian se encontraba recostado en los asientos traseros, con la puerta abierta, mientras que una mujer se encontraba en cuclillas frente a el, quizá intentando vendarle su pie.
— Malditos hijos de perra ¡son ustedes! —exclamo Michael sorprendido al vernos emerger de los árboles.
— ¿Qué? ¿pensante que moriríamos ahí? ¿enterrados como cucarachas? —se burló Esaú, con una sonrisa entre dientes.
— Que les digo, siempre tuve fe en ustedes —le respondió, claramente siendo sarcástico.
— Cierra la boca.
— ¿A que no adivinan quien regreso? —nos dijo, mientras se hacía a un lado, para ver de nuevo a la Liria que se levantaba de la tierra, para saludarnos.
— Tu... pensé que habías escapado —le dije, sorprendido de verla. Tenía la cara llena de tierra, al igual que su cabello y su rostro, con una rodilla de su pantalón rota y llena de sangre, pero sin mayores heridas aparte de esa.
— Estuve a punto de hacerlo... pero después lo consideré. No lo sé, solo lo... considere —nos dijo mientras levantaba los hombros, restándole importancia al hecho.
— No hubiera salido de ese puto bosque de no haber sido por ella. Cuando veía para acá con Demian, aparecieron de la nada dos malditos lirios que no dudaron en comenzar a dispararnos en cuanto nos vieron. Nos hubieran matado de no haber sido porque apareció en el momento indicado, asesinándolos. De verdad... que le debo una —la alago Michael, ahora quitando su mirada de hostilidad que siempre tenía en ella, a una más amable y genital
— ¿Ves? Te dije que no los traicionaría —comento la Liria, orgullosa.
— Bueno, ya, no es para tanto... tenemos que salir de aquí antes de que esos putos lirios empiecen a buscar sobrevivientes. Con lo quisquilloso que es Ezekiel, el muy infeliz probablemente no tarde en hacerlo.
— Ya no tienes que preocuparte por Ezekiel, Michael —se me adelanto Chucho, antes de que pudiera yo darle las buenas noticias.
— ¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué paso?
— Ezekiel está muerto —nunca creí poder pronunciar esas palabras juntas. Y el rostro de Michael me hizo saber que pensaba igual que yo.
— ¿Muerto? ¿muerto, muerto? ¿de verdad? ¿Cómo mierdas hicieron eso?
— Le empale la mitad de la katana del samurái en el estómago, antes de que lo moliéramos a golpes entre los tres. Esta muerto Michael... se terminó.
Michael se dejó caer en el automóvil, recargándose en la llanta de esta, mientras suspiraba, procesando lo que acababa de escuchar.
— No me están jugando una broma, ¿verdad malditos?
— No amigo, está muerto. De verdad, lo está.
Michael soltó un suspiro, pero de alegría, como si quisiera reírse peor no pudiera. La liria también se veía bastante feliz, y Demian mas impactado que otra cosa.
— Se terminó... de verdad se terminó... ustedes malditos idiotas están llenos de sorpresas, déjeme decirles —nos felicitó Michael, con la sonrisa más sincera que le había visto en el rostro.
Después de eso, simplemente no subimos al auto, y salimos de ese maldito lugar. Cuando llegamos a la base subterránea de los Connor, en el centro de la ciudad, todos estaba muy agitado por los heridos que atendían, y todos los asuntos tanto colectivos como individuales que Don armando estaba intentando resolver con el ataque de la base del túnel. Pero al parecer, los Connor habían repelido bien el ataque de los lirios, y aunque la base quedo totalmente inhabitable, los lirios se fueron con un enorme número de bajas, superando por mucho a las que recibieron los Connor. Lo que daba una victoria para nuestro bando, aunque un poco amarga.
Eso claro, antes de que Michael les contara que Ezekiel estaba muerto. Michelle había llegado casi intacta a la base, siendo a ella la primera que le contamos, viéndose un tanto aprendida, y hasta atónita. Supongo por que, como todos, nunca pensó que un par de mocosos pudieran matar al líder psicótico de los salvajes lirios. Después de eso les contamos a Alberto y Jackson, que regresaban de la batalla, quienes, eufóricos, fueron a contarles a su padre inmediatamente.
También nos encontramos con los tres hermanos y la rusa, quienes tenían varias heridas en el rostro, y Yurik tenía vendado uno de sus brazos, apoyado en un cabestrillo, pero fue de eso, se encontraban bien.
Andrei estaba vivo, aunque se encontraba en la enfermería, atendiendo todas las heridas que el samurái le había provocado. Cuando le preguntamos si lo había logrado matar, este solo nos contestó que no lo había visto después del derrumbe, pero que dudaba que hubiera podio salir vivo de ahí.
Nadie nos creyó al principio que habíamos logado asesinar a Ezekiel; y aunque yo, Chucho y Esaú les contamos con lujo de detalle lo que había ocurrido, al final Don Armando por las dudas mando a un pequeño grupo a la base destruida, para buscar entre los escombros el cadáver de Ezekiel, y traer su cabeza.
Pasaron dos semanas después de todo. Yo y mis amigos nos encontrábamos en el acantilado cerca de la playa donde habíamos tirado el cadáver disuelto de Oscar por la borda, esperando la venida de Michael, quien tenía un último anuncio que darnos, esto por la supuesta guerra que al fin había concluido, ya que los lirios se habían replegado al sucio agujero de donde habían venido, y no había ninguna señal de ellos, quizás habiéndose disuelto por la muerte de su líder.
Cuando llego, este estaba montado en una motocicleta, bajándose de ella y acercándose a nosotros, quitándose el casco y dejándolo a un lado de su vehículo.
— Bueno... supongo que lo lograron —nos dijo, mientras se acercaba a nosotros, sacando de su bolsillo un enrome bajo de billetes, que comenzó a dividir con sus manos, contándolos—, los putos lirios son historia. La guerra termino.
— Eso... ¿eso significa que...?
— Están libres —nos dijo, con una amplia sonrisa—, su contrato con el diablo termino. Bueno, Don Armando quería que siguieran trabajando con nosotros, pero lo convencí de que lo que ustedes realmente querían era otra cosa. Así que son libres; que no se diga que mi abuelo es un anciano sin corazón. O bueno, a menos claro que quieran seguir...
— Ni madres —le respondió al instante Esaú, negando con la cabeza.
— Bueno, bueno. Entonces este es su último pago. 5 mil dólares... más mil más por toda la molestia; como su último pago. Esos tómenlos de cortesía de parte mía.
Rápidamente, todos nos acercamos para tomar nuestra parte del dinero. Esaú lo tomo eufórico, comenzando contarlo, como si no creyera lo que tenía, mientras que Chucho se veía como un niño pequeño al que acababan de darle el mejor regalo de navidad de su vida. Y yo... solo pude pensar en mi madre, y como al fin podría terminar de pagar ya ese maldito y costoso tratamiento. La tuberculosis parecía haberle mejorado mucho en las ultima semanas, y básicamente, podría ser ya dada de alta en el hospital, y seguir una vida normal, Solo tendríamos que tener un respirador en casa, y que siguiera tomando varias medicinas por algunos meses más. Pero fuera de eso... se encontraba fuera de peligro. Solo era terminar de pagar todo lo que había costado su estancia en el hospital, y podría ser dada de alta oficialmente.
Quizá... después de toda la mierda por la que tuve que pasar en el último par de años... no había sido en vano.
— Bueno... ¿y ahora qué? —pregunto Chucho, mirándonos a todos.
— Pues... seremos discretos todos... y continuaremos con nuestras vidas, cada uno —les dije, algo con lo que todos parecieron estar de acuerdo.
— Pero seguiremos siendo amigos ¿no? —preguntó Chucho, algo nervioso.
— Por su puesto que si tarado, no después de toda la mierda que pase junto a ustedes ¿acaso tengo otra alternativa? —bromee, a lo que Chucho solo sonrió, aliviado.
— Yo seguiré con mis asuntos; hay muchas cosas que reconstruir que los putos lirios destruyeron... pero nos ira bien. ¿Ustedes? no tengo idea. Pero ya saben... si cualquier cosa pasa... siempre seguirán siendo amigos de la mafia. Hasta la vista y... cuídense.
Dicho eso, Michael subió a su motocicleta, nos hizo un gesto de despedida, perdiéndose en el camino, hacia el horizonte.
— Mierda... mierda —comencé a maldecir, aun sin poder creer que todo había acabado; que todo había terminado bien—. Viejo... necesito ir a ver a mi madre... —dije, con una risa de alegría, mirando todo el dinero que tenía en mis manos.
— Vamos, te daré un aventón, el hospital está de paso por mi casa... yo también tengo que ir a ver a mi hermana... y decirle que la universidad está garantizada —me dijo Chucho, mientras tomaba mi hombro, y se dirigía a su automóvil.
— Ustedes dos son un montón de melodramáticos —se burló de Esaú, mientras se subía a su motocicleta, y se ponía su casco—, yo iré a gastar esto en juegos de azar y mujerzuelas... será la noche más divertida de mi vida.
— ¿Nunca cambiaras o sí? —le dije a mi amigo, cuando me subía al auto de Chucho.
— Ya quisieras— me contesto mi amigo con una risa, mientras encendía su motocicleta, y se despedía de nosotros con un gesto, yéndose por el camino.
— No te voy a mentir Arthur... no extrañare nada de esto —me comento Chucho, encendiendo el motor de su auto, mientras se colocaba el cinturón de seguridad, y encendía la radio, empezando a sonar "Dream on" de Aerosmith.
— Yo tampoco hermano... yo tampoco —le respondí, mientras soltaba una risa llena de alivio... y paz—. Vamos, llévame de una vez a ver a mi madre, que tengo mucho que decirle.
Chucho asintió, y arranco el auto, saliendo por el camino; dejando el mismo lugar donde una vez pensamos que nos habíamos desecho de todos nuestros problemas.
Quien diría que estábamos a punto de cometer ese mismo error otra vez...
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