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Capítulo 43

Solo había manejado dos veces una motocicleta en mi vida. La primera vez fue cuando Esaú trató de enseñarme un día que los dos estábamos aburridos, no resultando tan bien como a mí me hubiera gustado; y la segunda, era esta.

Yo llevaba la delantera, con la Lirio sosteniéndose detrás mío con sus manos en la parte de atrás del asiento, ya que no le permitir que me tocara agarrándose de mí cintura. Michael iba detrás de nosotros; ambos yendo con una velocidad media, ya que, a falta de un casco, no podíamos correr el riesgo de que el viento nos jugara una mala pasada, se nos metiera algo en los ojos, y termináramos chocando. No manejaba tan mal la moto, pero tampoco quería confiarme, y terminar haciendo alguna idiotez que me costara la vida; aunque tampoco era tan difícil maniobrar; era como una bicicleta, solo que mucho más rápida y tosca.

- Tienes que seguir por ese camino; no te vayas a desviar, es derecho hasta subir las montañas -me indico la Lirio, a lo que yo solo continúe por el camino.

- ¿Cuánto tiempo lleva Ezekiel en esa cabaña? -le pregunté, teniendo que alzar un poco la voz para que el viento no cortara mis palabras; sin desviar mi vista del camino de tierra.

- No lo sé, quizá algunos días; tienen lugares así esparcidos por todo el bosque. Toman las cabañas de familias o ermitaños que vivían antiguamente ahí. Después apilan los cadáveres y los queman en una fosa común para no dejar rastro. Como al gobierno no le importa en lo más mínimo quienes viven o no en las montañas o el bosque, no hacen un esfuerzo por investigar los homicidios.

- Malditos bastardos... -pensé, con impotencia. -¿Y por qué los están traicionando?

- ¿Mande? -el viento pareció haber cortado mis palabras.

- ¿Qué porque los traicionas? ¿Por qué odias a Ezekiel? Se supone que son tu gente...

- ¿Tengo que contártelo ahora? -me cuestiono la chica, irritada-. No quiero hablar de eso, y menos con alguien que apenas conocí y me amenaza cada cinco minutos con matarme.

- Quiero convencerme de que eres de fiar, y no nos estás enviando a una trampa ¿Qué fue lo que te paso?

- No necesito de tu lastima para que confíes en mí -no me gustó nada que se pusiera tan agresiva con el tema; quizá estaba mintiendo y si nos estaba mandando a una trampa.

- Escucha, qué te parece esto. Yo te cuento que me hizo Ezekiel y tú me cuentas lo que te sucedió a ti ¿te parece bien?

- No.

- Bueno, es tarde para eso. Tendrás que decírnoslo si no quieres que mi amigo te mate cuando terminemos con todo esto.

La chica no me volvió contestar, solo se quedó en silencio, mirando hacia el camino. Estuvimos en silencio con el sonido del aire perforando nuestros odios por unos segundos, hasta que decidí tomar la delantera, y comenzar a abrirme yo con ella.

- Mató a uno de mis amigos, enfrente mío -le dije, sin poder mirar la reacción de la chica, pero sentí movimiento detrás de mí-. Era el chico que mencionamos hace rato... Lennon. Primero nos atrajo a una cabaña del bosque con una trampa, después nos emboscó, me golpeó, después me apuñaló la palma de mi mano, me disparó en el brazo, y luego le cortó la cabeza de un tajo a mi amigo... para finalmente sacarle el ojo a otro. Es por eso que está tuerto -mire por el espejo retrovisor a Michael, que venía detrás de nosotros con su propia motocicleta-.

- Mierda, yo... lo siento. Por lo de tu amigo... y por ambos. Nadie debería ver como matan a alguien que amas enfrente tuyo.

- Ahora te toca a ti.

- A mi... yo... -la chica pareció dificultar el encontrar la palabra, casi como si se atragantara con ellas, pero después de tragar saliva y respirar, lo confesó-. Mataron a mi familia por una estúpida deuda, y después... bueno, ya sabes. Lo único que a los hombres en su puta cabeza se les puede ocurrir cuando una chica no puede defenderse...

Maldita sea ¿Para qué putas pregunte?

- Oh... mierda... yo... lo siento... -no supe qué más decir o cómo reaccionar. Solo sentí un escalofrío en mi espalda que me dejó helado.

- Querías saber ¿no? Ahí lo tienes; espero que seas feliz.

- Yo no... no quería...

- Olvídalo. Ya llegamos; dile a tu amigo que la cabaña está colina arriba de ahí -me señaló, a lo que yo solo frené la motocicleta, haciéndole señales a Michael para que él también lo hiciera.

Dejamos las motos a un lado, y comenzamos a caminar colina arriba, con Michael por delante, la chica en medio y yo atrás, cuidando que no hiciera nada raro.

- ¿Tienes el arma cargada? -me preguntó Michael, a lo que yo revisé el tambor del revólver.

- No creo que sea buena idea que se vayan por los tiros como vaqueros estúpidos -nos aconsejó la chica, mirando con incertidumbre mi revólver.

- Nadie te pregunto -le recrimino Michael, a lo que la chica solo bajó la cabeza-. No porque te hayamos dejado vivir significa que ya eres nuestra amiga. Recuérdalo, un movimiento en falso, y no dudare en volarte la cabeza.

- Que no los voy a traicionar, maldita sea ¿Qué quieres de mi para que confíes?

- La cabeza de Ezekiel no estaría mal -bromee un poco, pero la chica no pareció tomárselo con gracia.

- Solo... caminen, e intenten ir en silencio.

Cuando llegamos, nos escondimos entre los arbustos yendo en cuclillas, hasta donde se divisaban pequeñas luces, quizá producto de linternas y lámparas de aceite. El movimiento que había también se notaba; pudimos divisar al menos cuatro o cinco Lirios caminando de un lado a otro, pero fácil podría haber diez más.

- Es aquí; la cabaña la usan como el centro de las operaciones, pero deben de estar recogiendo todo. Deben estar preparándose para el ataque. Ezekiel debería seguir dentro de ella... quizá con el japonés y los otros dos tipos.

- ¿Cuáles otros dos tipos? -preguntó Michael, curioso.

- No lo sé, un hombre y una mujer que llegaron hace unos meses. Desde que están aquí no se han despegado de Ezekiel. Le aconsejan y le ayudan a planear las cosas, ya saben. Parecen que eran compañeros del anterior líder...

- Maldita sea, otros dos loquitos más -se lamentó Michael;

En eso, escuché murmullos del bosque, a lo que yo hice un ademán para que bajaran la voz, señalándole hacia uno de los árboles, divisando a los lirios que estaban hablando.

- Parece que viene alguien para acá -les avise.

Michael enseguida tomó a la chica con fuerza por detrás, y le tapó la boca, colocándole el revólver en la mejilla derecha. Pero la chica no puso resistencia alguna, solo levanto un poco los brazos, como intentando demostrar que no haría nada estúpido. Pero, aun así, Michael no la soltó. Yo solo me quede mirando a los lirios que caminaban, discutiendo alguna tontería que no alcanzaba a entender bien, pero apretando el mango de mi revólver por si me veía obligado a usarlo. Eran dos en total, ambos pareciendo desarmados, pero con una funda escondida en su pantalón.

- ... espera, espera. Tengo que orinar -alcance a escuchar a uno de los lirios, deteniéndose enfrente de un árbol.

- Oh por favor ¡eso es asqueroso! -le recrimino su compañero.

- ¿Qué? Los árboles lo agradecen, es como una pequeña lluvia para ellos -le refuto, bajándose el cierre de su pantalón- ¡Pero no me estés mirando imbécil! Necesito un poco de privacidad.

- Bien, bien, te espero acá, pero date prisa. Ezekiel dijo que quería que nos fuéramos rápido de acá, y ya estuvimos perdiendo demasiado tiempo.

- Pues eso dile al idiota de Roy; yo le dije que era pésima idea salir a buscar esos pendejos. Si alguien los mato, los mato y listo; paras que andar perdiendo el tiempo... podríamos estar matando a los Connor en este maldito instante, y estamos aquí, congelándonos las pelotas en el bosque

- Mi maldito hermano estaba ahí; yo sí quiero saber si está bien.

- Si tanto te preocupaba, hubieras ido con él.

- Solo... cállate y orina rápido de una buena vez -le terminó por decir, mientras se alejaba, y dejaba solo a su compañero.

- Si, si, ya voy... ya voy...

Me miré con Michael, y pareció pensar exactamente lo mismo que yo. Miro a la chica y le quitó el revólver de la mejilla, pero aun no la soltó.

- Si haces un ruido, aunque sea el sonido de tu respiración, te juro que te vuelo la cabeza -le advirtió Michael, pero la chica dijo algo que no le pudimos entender; así que la soltó al fin.

- Tus manos saben a... metal -se quejó la chica, escupiendo a un lado de la tierra, limpiándose la boca con su manga.

- Es por la sangre -la chica le miró un poco asustada y volvió a limpiarse la boca, pero esta vez con más fuerza.

- ¿Qué hacemos ahora? Debe de haber al menos unos diez -le pregunté a Michael, pero este parecía calmado.

- Bueno... el plan del sigilo ahora no suena mal. Yo me encargo de eso, tu solo ve siguiéndome por detrás y cúbreme las espaldas.

- ¿Y qué hacemos con ella? -le pregunte, volteando a mirar a la chica.

- ¿Qué opinas tú? Le disparó a la pierna y así no se puede mover -bromeó Michael con una sonrisa, levantando su arma, a lo que la chica claramente entró en pánico.

- ¡Son unos malditos animales! ¿Qué todo lo resuelven ustedes con violencia?

- ¿O será más fácil si se la rompemos?

- Michael... olvídalo -le respondí, ocurriéndoseme algo un poco más civilizado, mirando los tenis que llevaba la chica.

Le dije que le quitara las agujetas a uno de ellos. En cuanto lo hizo, le hice que juntara los dos tobillos, y comencé a enredar las agujetas haciendo nudos por todos lados, hasta que terminó siendo una maraña enredada.

- No se moverá de aquí; si trata de zafarse, se va entretener un poco intentando quitarse esa cosa; y si grita, regresamos y la matamos-, en eso, me gire hacia la chica para mirarla fijamente- crees poder estar callada, ¿verdad?

- Ya me ataste como un animal ¿Qué otra cosa podría ser peor?

Miré a Michael, y este solo me asintió, poniéndonos los dos en marcha.

Bajamos por la ladera de los árboles aún en cuclillas, acercándonos lentamente hacia el lirio que estaba orinando. Cuando llegamos hasta donde estaba, Michael se levantó justo detrás de él, le soltó una fuerte patada en la parte trasera de su rodilla, haciendo que cayera al suelo, y le apuñaló directo en el cuello, metiendo y sacando el cuchillo velozmente. El lirio no tuvo tiempo ni de procesar lo que había pasado; se agarró del cuello donde había recibido la puñalada, intentando desesperadamente parar la sangre que había salido expulsada incontrolablemente, pero en cuestión de segundos, terminó desvaneciéndose en el suelo, retorciéndose un poco, ahogándose con su sangre.

- ¡Eli! ¿Qué mierda estás haciendo ahí? ¡Es hacer del baño, no masturbarte! -escuchamos venir a su compañero, a lo que Michael y yo nos ocultamos desde detrás de los árboles, para poder agarrarlo desprevenido.

Cuando el lirio paso por enfrente de nosotros, Michael salió desde atrás, y lo tomo por la espalda, sujetándolo con su brazo por el cuello, y enterrándole el filoso cuchillo por la espalda, justo en la columna, para después retorcerlo mientras ahogaba al lirio, quien comenzó a retorcerse desesperadamente, pero sin emitir ningún ruido por la obstrucción en su tráquea.

El lirio cayó al suelo muerto, y Michael respiró agitadamente, limpiándose la sangre del rostro, y quitándole lo que quedaba al cuchillo con la manga de su abrigo. Pese a que ya me había acostumbrado a ver a la gente morir, el olor de la sangre aún seguía dejando un impacto, e involuntariamente me hacía ponerme nervioso y temblar. Pero Michael no parecía importarle lo más mínimo. Solo terminó de limpiar su cuchillo y me miró despectivamente por la reacción que había tenido.

- Ayúdame a arrastrarlos hacia los arbustos; no quiero que sus amiguitos los vean. Luego seguiremos avanzando y nos iremos encargando de todos, uno por uno en la oscuridad.

Yo solo asentí, un poco nervioso. Michael tomó al cuerpo de las piernas y yo de los brazos, y con algo de dificultad, los arrastramos hacia un tramo donde no había más que hojas y ramas, colocándolo debajo. Pero antes, Michael reviso los bolsillos de su pantalón y chaqueta en busca de algo útil, pero no encontrado nada más que las llaves de alguna casa, un paquete de cigarros a la mitad, y unas cuantas monedas para el autobús. Hicimos lo mismo exactamente con el otro Lirio, pero con la diferencia de que éste cargaba en su cinturón lo que parecía una pequeña granada, aunque parecía ser más de humo o de luz, que una explosiva.

Michael me hizo un ademán, y nos continuamos moviendo en cuclillas, hasta llegar más cerca del pequeño campamento.

- ¿Ahora que mierda hacemos? -le pregunté, mirando que había al menos cinco lirios más rondando de un lado a otro.

- Seguimos con el plan. Tú me sigues, yo los mato.

Michael se puso en marcha sin dejarme responder siquiera. Nos desplazamos hasta llegar a un lirio que estaba recargado en uno de los árboles, fumando tranquilamente, con una escopeta colgándole de uno de los brazos. Michael se desplazó hasta estar justo a un lado de él, levantándose endemoniadamente rápido, empujando al lirio contra el árbol, utilizando su brazo para presionarle el pecho, rajándole el cuello de un extremo al otro, provocando una fuente de sangre que salió disparada por todos lados. El lirio cayó al suelo sin el mayor ruido, y Michael se limpió el rostro, sacudiendo la hoja de su arma.

Rápidamente continuamos hasta llegar unos metros más adelante, con un lirio que parecía estar leyendo algo recargado en una roca, con una de las lámparas de aceite a un lado. Michael me coloco el brazo para que me detuviera, y me indicó que guardara silencio. En eso, sacó de su bolsillo lo que parecían cuchillos más pequeños y delgados. Empuño uno en su mano, y lo levanto un poco, para después lanzarlo con todas sus fuerzas, haciendo que el arma comenzará a girar rápidamente, impactando justo en el ojo del chico con mucha fuerza, cayendo sobre su libro, y manchando las hojas de sangre.

Michael se fue hacia el siguiente extremo, y encontró a dos lirios bastantes juntos. Uno parecía tratar de calentarse las manos en lo que parecía una hoguera improvisada, mientras que el otro un poco más alejado, parecía estar guardando algo en una mesa que tenían afuera, en el bosque. Michael se posicionó detrás del que estaba calentándose las manos en la hoguera, y sacó otro de los cuchillos arrojadizos; pero antes, se acercó a mí y me dio unas instrucciones.

- Arthur, encárgate tu del tonto que está intentando entrar en calor. Yo me encargo de el de la mesa.

- ¿Qué? ¿y yo por qué?

- No voy a poder matarlos a los dos yo solo tan rápido. Necesito que tú te encargues de uno; y no creo que tu puntería sea tan buena como para asestarle al que está en la mesa.

- Sí, pero yo... no...

- Oh por favor Arthur, no es la primera vez que asesinas a alguien; venga, con el cuchillo que te di, un tajo en la parte inferior de la garganta será más que suficiente. Piénsalo como si fuera... como si fuera un pescado ¿entiendes? -me miró, pero yo tenía la mente en blanco.

Desenfunde mi cuchillo, y mire la hoja por unos segundos. Al final, al ver a mi amigo impaciente, solo le termine asintiendo.

- Bien, espera mi señal.

Michael se posicionó en un extremo, a lo que yo me acerqué sigilosamente hasta el lirio que me correspondía. Mire a Michael, y este solo comenzó una cuenta regresiva con sus dedos, levantando el cuchillo arrojadizo en sus manos. Cuando la cuenta llegó a cero, Michael arrojó el cuchillo con todas sus fuerzas y se estampo en el cuello del lirio que revisaba la mesa, haciendo que el pobre, desconcertado, intentara quitarse lo que sintió en el cuello, pero cayendo a un lado de la mesa a los pocos segundos, seguramente apenas procesando lo que había pasado.

Yo actué casi al instante; primero decidiendo soltarle un fuerte golpe con la culata del cuchillo en la cabeza al lirio, dejándolo aturdido, para después tomarle del cabello con fuerza, haciendo que levantara el cuello, y enterrárle el cuchillo con todas mis fuerzas en el lateral derecho. Pero calculé mal la fuerza y la puntería, y no pude rajarlo como lo tenía planeado. El cuchillo cayó muy bajo de su cuello, casi donde empezaba el hombro, y al enterrarlo con tanta fuerza, el cuchillo terminó por atorarse. El lirio intentó zafarse el cuchillo de encima, pero yo al comenzar a moverlo desesperadamente, entrando en pánico, la herida se abrió más, y la sangre comenzó a salir a chorros. Faltaron poco más que unos segundos hasta que el pobre lirio, aun gimiendo y retorciéndose, cayó al suelo rendido de espaldas hacia mí, perdiendo las fuerzas poco a poco. Yo logré sacar el cuchillo de la carne; pero cuando me disponía a terminar el trabajo, el lirio me tomó de chaqueta con fuerza, e intentó decirme unas palabras, pero la sangre que emanaba de su boca no se lo permitió.

Me miro con miedo, casi suplicándome, a lo que yo me quede paralizado. Tenía el cabello rizado castaño lleno de sangre y sus ojos eran claros, con una pequeña barba que le iba saliendo, igual bañada en su sangre. No podía tener más de 20 años, pareciendo casi de mi edad. Lo miré directo a los ojos, y no supe qué hacer. Tenía miedo, no quería morir... solo era otro chico, como yo...

Una compasión repentina invadió mi cabeza; pero antes de que me terminara por consumir, Michael apareció, y le pisó la cabeza repetidas veces con sus pesadas botas, hasta que el chico dejó de retorcerse. Un poco de su cabeza terminó por salpicarme en el rostro, dejándome mas impactado. La sensación de querer salvarle la vida terminó por desvanecerse tan rápido como la vida del chico. Y un sentimiento cercano a la tristeza con lastima terminó instalándose en mi pecho.

- Cuando te pase así, no te quedes mirando como tonto -la voz de Michael me termino por sacarme de mis pensamientos, haciendo que mi atención se fuera hacia el-. Remétalo lo más rápido que puedas, o terminará por atacarte o hacer algún ruido alertando a todo el mundo ¿entendiste Arthur?

- Y-yo... sí. Entiendo -le contesté, mirando con tristeza el cadáver del chico.

- Oye, no te sientas mal. Ellos escogieron esto. La lástima solo te hará blando, y ser blando no te servirá de nada. No lo pienses tanto...

No dije otra palabra más. Me limpié la sangre y el pedazo de cerebro que me había caído en la cara, y me volví a incorporar, enfundado mi cuchillo de nuevo; listo para continuar.

Michael tampoco dijo nada más. Pero en eso, un lirio que rondaba por el campamento, pareció vernos, a lo que rápidamente, desenfundó su arma, y trató de dispararnos. Pero Michael fue más rápido, y se lanzó hacia él, derribándolo. Pero al lirio se le escapó un tiro, que terminó dando hacia uno de los árboles, pero ocasionando un enorme estruendo; mandando directo a la mierda nuestro factor sigiloso. Michael tomó al lirio del cuello, y sin chistar, le rompió el cuello girándoselo bruscamente.

- Mierda, mierda, mierda, tenemos que salir de aquí ¡ya! -me gritó

En cuanto empezamos a escuchar las voces y los pasos agitados de los lirios viniendo hacia nosotros, Michael me tomó del cuello de mi chaqueta, e intento hacer que corriéramos hacia el bosque; pero las primeras balas nos cortaron el paso estrepitosamente.

Eran tres de esos loquitos en total. Yo me gire, y mire a uno de los lirios sosteniendo un revolver con una mano, y con la otra una lámpara de aceite. Sin pensármelo mucho, saqué mi revólver y comencé a abrir fuegos hacia ellos, con una bala impactando al azar directo en la lámpara, haciendo que esta explotara, y llenará de fuego todo el lugar a su alrededor, incluyendo el lirio que la portaba. El pobre chico comenzó a gritar y correr desesperado, envuelto en llamas, comenzando a rodar por el bosque, pero sin éxito al apagar el fuego.

Su compañero, impactado por lo que había visto, recibió un cuchillo directo en la tráquea por parte de Michael, y al último que quedaba, recibió un disparo en el pecho y en el estómago, cayendo de bruces hacia la tierra, donde recibió el remate de un balazo en la cabeza.

El lirio que estaba en llamas no paró de gritar y retorcerse, hasta que el mismo Michael lo sacó de su miseria disparándole en repetidas ocasiones en el suelo; dejando que el fuego terminara por consumir lo que quedaba de su cuerpo y su ropa, como también la tierra y las ramas secas de su alrededor.

- ¡Puta madre! Hay que ir a la maldita cabaña antes de que el puto Ezekiel se nos escape -grite, alarmado, al ver todo el escándalo que habíamos hecho.

- ¡Tu ve! -me gritó Michael, recargando su revolver con rapidez-. Yo te cubriré aquí por si hay más de estos malditos. Si lo encuentras ¡mátalo! no lo dudes ¡mata a ese mal nacido!

No lo pensé más. Recargue mi revólver, y salí corriendo hacia la cabaña. Cuando llegue a la entrada, estaba dispuesto a entrar y cagar a tiros a cualquier ser viviente que estuviera dentro. Pero en cuanto me acerque; alguien la termino abriendo por dentro, haciendo que me golpeara con la puerta, y cayera al suelo de espaldas, con mi revolver cayendo a un lado.

Un lirio furioso me encañonó con un enorme rifle que sujetaba con las dos manos, listo para dispararme justo en el rostro. Pero antes de que pudiera jalar el gatillo, el disparo de una escopeta hizo que su cabeza reventara tal como un globo de agua, llenándome de sangre la cara y parte de la ropa, con el cadáver cayendo a un lado. Levante un poco mi cabeza, sorprendido, pude ver como el cadáver ya sin cabeza seguía con los músculos tensos, dando movimientos erráticos hasta que se fueron calmando de a poco. Sentí como uno de sus ojos me había caído justo en el pecho, y mi boca notaba el sabor metálico de la sangre, como también a mi nariz, olfateándolo.

Estaba a punto de decirle a Michael que no había sido necesario reventarle toda la cabeza, cuando escuche una voz femenina venir de atrás mío.

- ¿E-estas... estas bien? -me pregunto, preocupada.

Claro que sí; tenía que haber sido la maldita Lirio.

- Si... claro... -dije, fastidiado, lanzado mi cabeza hacia atrás, recostándola, procesando lo que había pasado.

¿Me había salvado la vida?

- ¡Arthur! ¿Estás bien? ¿Qué pasó? -la voz de Michael se apareció, pudiendo ver como miraba a la lirio con la escopeta en mano, horrorizado-. ¿Y a ti a quien mierda te dio un arma? ¿Cómo putas te soltaste? -le gritó, arrebatándole el arma al instante.

- ¡Tranquilo! ¡tranquilo! La tome de uno de los cadáveres de ahí... y respecto a lo otro... tu amigo hace pésimos nudos.

Me levanté molesto de un salto, y rápidamente pateé la puerta de la cabaña, levantando mi revólver del suelo, y apuntando hacia todos lados. Michael entró a mi lado, esperando comenzar una masacre.

Pero no había nada... la cabaña estaba totalmente vacía.

- Puto Ezekiel... nunca estuvo aquí -dijo Michael, furioso, dándose la vuelta, mirando a la Lirio como un perro rabioso-. Nos engañó la maldita zorra.

- M-Michael... espera... -intenté detenerle pero me hizo a un lado.

- ¡Ven aquí! maldita perra -le llamo a gritos, saliendo de la cabaña.

- ¿Q-que? ¿Qué pasa?

- Nos engañaste, maldita embustera -Michael le encañonó el revólver justo en el rostro, a lo que la chica comenzó a entrar en pánico.

- ¡¿Qué?! ¡No! ¡Yo no mentí! ¡Estaba aquí! ¡Juro que estaba aquí!

- ¡Díselo a la maldita bala que te voy a meter entre las cejas! ¡Mentirosa!

- ¡Michael! ¡Espera imbécil!

- ¡No! ¡S-si los hubiera querido traicionar, no le hubiera salvado la vida a ese tonto! -me señaló, desesperada- ¡no mentí! ¡juro que estaba aquí ¡estaba aquí!

- Tiene razón Michael... Ella me salvó -le apoyé, mirando a la chica, a lo que ella solo me sonrió, quizá por gratitud.

- ¿Ella? -me pregunto, confundido.

- Me iban a matar Michael. Ella me salvó...

Michael pareció reflexionar por lo que dije. Bajo el arma y dejó de apuntarle, mirándola con recelo, entrecerrando su ojo, lleno de desconfianza.

- Muy bien, en ese caso... solo... lárgate de aquí -Michael guardó el arma en la funda de su pantalón, y bajó la cabeza, presionando sus dedos sobre la nariz, claramente molesto.

- ¿Cómo? -preguntó la chica, impactada.

- ¡Que te largues de aquí! No voy a matarte, solo lárgate antes de que cambie de opinión.

- P-pe-pero, no los engañe, juro que estaba aquí.

- Que te largues.

- No... yo...

- ¿No entendiste? -Michael la tomó por la nuca, y la empujó con todas sus fuerzas hacia adelante, quizá no midiendo su fuerza, ya que la chica cayó de cara hacia la tierra- Te estoy dejando marchar ¡eres libre! ¡largo de aquí!

- ¡Eso es igual a matarme! -le gritó la chica, poniéndose de pie y encarando a Michael, quien le miró confundido-. ¿Cuánto crees que dure afuera sola? ¡Ezekiel se va a poner más que furioso con esto! Y no tardará mucho en deducir que la rata en el granero soy yo.

- ¿Y eso a mí qué? -le contestó, con total indiferencia.

- Pues que ahora se joden. Ya estoy con ustedes, así que tendrán que aguantarme un tiempo... al menos hasta que vea como largarme de aquí.

Michael soltó una sonora carcajada que se notaba que era forzada. Yo solo le mire con algo de duda, y después mire a la chica; quien no parecía estar bromeando.

- ¿Tu? ¿Un lirio... con nosotros?

- ¡Ya te dije diez veces que no soy una puta lirio, por un demonio! ¿Qué más necesitan que haga para que confíen en mí? ¿Me tatuó un puto letrero en mi pecho que diga "vivan los putos Connor, muerte al cerdo de Ezekiel"? ¿Qué es lo que quieren? -la chica se veía más alterada y desesperada, pero Michael no paraba de reírse.

O se burlaba de ella, o le estaba simpatizando. Conociéndolo, probablemente era la primera opción.

- Bien chica ruda, si te quieres tatuar eso, no te detendré. Pero, aunque me pongas esos ojos de perro desesperado, y me jures lealtad y que me bajaras la luna y las estrellas... sigo sin confiar en ti ni un poco...

- Yo confió en ella -me le adelante, a lo que Michael solo me volteó a mirar sorprendido, y a la vez molesto. Muy molesto

- No hablas en serio...

- ¿Qué? Me salvó la vida hombre ¿Qué más puedo pedirle? No parece que vaya a causar problemas.

- ¿Qué? ¿Tú ya también te enamoraste de ella, como el tarado de Chucho? -se burló, pero yo no me redoble.

- Me-salvó-la-vida. No lo volveré a repetir. Además, puede que nos sea útil. Debe de saber un montón de ubicaciones de las bases secretas de los lirios, sin mencionar que hasta incluso puede que sepa dónde se esconde el mismo Ezekiel ¿no te interesaría eso? Sería mejor utilizarla que solo dejarla varada en la calle para que un imbécil se nos adelante y la maté, con toda esa valiosa información directo a la coladera.

- Te juro Arthur, te juro que los dos, tú y Chucho, son igual de lambiscones cuando se trata de una mujer... ¡Está bien! Se la pueden quedar; pero yo no me haré cargo ni de dónde va a vivir ni nada de esas mierdas; y mucho menos inmiscuirse en nuestros asuntos ¿Bien?

- Si, si... yo hablo con Chucho.

- Y tú -se dirigió a la chica, en modo amenazante- Te lo advierto, a la más mínima señal de que eres una triple cara...

- Sí, sí, me matas. Lo que digas jefe, ya entendí. No soy estúpida.

- Bueno... más te vale... -Michael dejó de apuntarle con la mano, y pasó de largo de ella-, vámonos de aquí de una puta vez, tenemos que llegar con Chucho y Esaú y decirles que fue falsa alarma...

- Esperen... ¿ya revisaron la cabaña? -nos cuestionó la chica, señalando hacia la puerta de esta.

- No... ¿Qué tiene la cabaña?

- Bueno... Normalmente cuando Ezekiel se va, deja a los demás que recojan todo. Quizá hayan dejado algo que les pueda decir la base que vaya a atacar -la chica se volteo, entusiasmada para ir a la cabaña, pero Michael la detuvo.

- Yo y Arthur vamos, tú quédate aquí ¿sí? Vigila que no venga... nadie -le comentó, a lo que la chica solo asintió, y se hizo a un lado, a lo que yo y mi amigo la pasamos de largo, y entramos de nuevo a la cabaña.

El lugar estaba deshecho. Había botellas y latas de comida vacías por todo el lugar, como también tierra y hojas de los árboles que quizá se habían filtrado. Había una pequeña chimenea en el centro de la pared del fondo que parecía haber estado años sin que alguien se dignara a utilizarla. Había una pequeña lámpara de aceite en la mesa del centro de la habitación, la cual estaba repleta de puros papeles y porquería como envoltorio de botanas, chocolates y más botellas. Michael desenfundó su arma, y caminó lentamente hacia el fondo de la cabaña, para revisar las habitaciones que estaban cerradas. Me indico a mí que revisara la mesa del centro, y eso fue lo que hice.

Aparte toda la basura, y comencé a enfocarme en los papeles. No había nada interesante, solo algunos recibos, papeles de lo que parecía un inventario, y algunos planos de motocicletas modificadas.

No fue hasta que quité la lámpara de aceite, y debajo de ella vi un enorme plano con la ubicación de algún lugar en el bosque, con diferentes líneas, flechas y cruces marcadas, como si quisieran hacer un plan. Esta era, esta era la base que planeaban atacar.

- ¡Michael! ¡Ven, encontré algo! -le grité a mi amigo, entusiasmado, a lo que él apareció deprisa. Tomó la lámpara de aceite, y mientras yo tomaba con ambas manos el plano y lo estiraba, este comenzó a verlo atentamente.

- Que desgraciados, sí que lo tenían todo bien detallado; bueno, al menos no fue en vano todo esto -se burló Michael, mirando con rapidez el plano.

Pero su expresión cambió cuando se percató de cuál era la ubicación. Se quedó pálido, y las pupilas de sus ojos se achicaron de miedo y pánico. Rápidamente, al no comprender por qué mi amigo se puso así, revise el plano con más detenimiento. Y fue cuando lo comprendí.

- Esos hijos de perra... -masculló a mi amigo con odio, apretando los dientes y con la mirada perdida.

- No jodas, es el puto túnel del tren ¡hay que avisarles! ahí están los rusos, Michelle, Chucho y Esaú ¡Tenemos que decirles!

Michael sacó su radio desesperado, e intentó contactarse con Chucho; pero solo se escuchó estática del otro lado. Después Michelle, y lo mismo. Nadie nos respondió.

Mi amigo salió de la cabaña, y tomó a la chica de la playera, quien, desconcertada, solo le miro asustada.

- ¿Cuándo se supone que iban a atacar esa base? _le pregunto, casi gritando, pero la chica no pareció comprender -¡Respóndeme! ¿¡Cuándo!?

- ¡No lo sé! Ezekiel no nos decía esas cosas. Pero se supone que no se movería de aquí hasta que decidiera hacerlo...

- ¡Puta madre! ¡Me lleva la... ¡- Michael soltó la chica, y volvió a tomar la radio, con más desesperación, intentando que se comunicaran con él, pero nadie le contestó -¡Que alguien responda maldita sea!

- Hey ¿Qué carajo está pasando? -me pregunto la chica en cuanto me vio salir de la cabaña, apurado.

- No tenemos tiempo, tenemos que salir de aquí ¡Ya!

Y al segundo que dije eso, Michael gritaba desesperado por las llaves de las motocicletas.

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