Capitulo 40
Salí de la escuela sin mayor complicación. No me tope ni a Chucho, ni a Esaú o a Penny, o alguno de los imbéciles amigos de Oscar. Salí de ese maldito colegio como si el mismo me quisiera ya fuera de una buena vez.
Seguía con la adrenalina a flor de piel, molesto y fastidiado. Aun no me quitaba de la cabeza la mirada de Penny, y como es que la había lastimado. No era más que un estúpido animal rabioso que atacaba todo lo que se le pusiera enfrente, sin importarle si dañaba a sus seres queridos en el proceso ¿Pero qué mierda me estaba pasando?
Tome el autobús, y regrese a mi departamento sin más contratiempos. Cuando llegue, saque mis llaves e intente abrir la chapa de mi puerta; hasta que alguien se me acerco por detrás, captando mi atención. Cuando me gire, mire a la mama de Astrid parada detrás de mí, nerviosa. Enseguida me gire, para poder saludarla.
— Hey, señora ¿Qué tal? ¿Cómo ha estado?
— Hola Arthur... —el aspecto que tenía la mujer sí que era deplorable, casi comparado al mío. Tenía el cabello desarreglado, con marcadas ojeras, y los ojos hinchados quizá de noches enteras de estar llorando—. Eh estado mejor... ya sabes ¿no?
— Si... yo... lamento mucho lo que le sucedió a Astrid. Sé que antes le dije que no nos hablábamos mucho, pero... era mi amiga.
— Está bien Arthur, lo entiendo, y gracias por tus condolencias, pero no vengo a hablar de mi hija.
— ¿No?
— No, vengo a hablar de esto —seguido, me extendido un sobre amarillo en su mano, el cual yo solo mire con indiferencia, fingiendo confusión—. Encontraron rastros de ADN en el cuerpo de mi hija, y parece que el culpable de todo lo que sucedió fue un tal Yael; un ex novio de mi hija. Y justo el día que encontraron a Astrid, la casa de Yael fue prendida en fuego junto con él. Y esto, lo encontré hoy esta mañana en mi buzón —la madre de Astrid guardo silencio unos segundos, mirándome, a lo que yo solo desvié la mía, metiendo mis manos en los bolsillos de mi chaqueta—. Quiero saber si fuiste tú.
No dije una palabra, solo mantuve mi expresión fría, haciendo una mueca con mis labios, volviendo a desviar la mirada. Pareció que la mujer supo mi respuesta, ya que solo asintió con la cabeza, y cruzo sus brazos, como si estuviera molesta, para después soltar un pesado suspiro.
— ¿Sabes algo? La verdad no importa si tuviste algo que ver con los asesinos de mi hija, ni en que asuntos turbios estés metido; quiero salirme de una buena vez de toda esta mierda de ciudad; pero lo que si necesito saber, es si alguien va a venir a buscar esto —alzo el sobre, para que lo viera, a lo que yo solo respire con pesadez—. ¿Lo harán?
— No —le conteste con frialdad, a lo que ella solo suspiro un poco más aliviada, pero sin quitar su semblante lleno de desconfianza—. Nadie vendrá a buscarlo.
— ¿Y que se supone que haga con todo esto? Es... mucho dinero.
— Saque a tu familia de aquí. Compre un auto o un boleto de autobús, haga las maletas, tome a los niños... y váyanse de esta mierda de edificio, y si pueden, de la maldita ciudad. Váyanse y... no miren atrás. Búsqueles una escuela a esos niños, y asegurase de que estudien en un buen ambiente. Pero no aquí... no aquí.
La mujer se quedó en silencio, y miro el sobre lleno de fajo de billetes con incertidumbre, para después volver a levantar la mirada, y levantar los hombros, confundida.
— ¿Por qué...? ¿Por qué me... ayudas?
— Por qué es lo que Astrid hubiera querido —le respondí, algo dolido, pero con mi mejor intento de poder disimularlo—. Y si algo se, es que estoy jodidamente endeudado con ella. Así que tome ese dinero... y váyase a cualquier otro lugar que no sea este. Por favor.
La mama de Astrid me miro con compasión, y después miro el dinero con duda, solo para al final, volver a guardarlo en su pantalón.
— Oye, por cierto... va a ver un funeral, el viernes. Sera algo pequeño, tampoco es que tenga mucho para pagar algo tan esplendoroso, pero... bueno, Astrid siempre fue de detalles pequeños. Por si quieres venir...
— ¿Un funeral...?
— Bueno, creo que era lo mínimo que se merece mi niña. Sería bueno que asistieras, a ella le hubiera gustado; y a mí también. Como te había dicho antes, ella te quería mucho...
Me quede helado con las palabras que me dijo. Volví a sentirme pesado, y con los ojos ardiéndome, cristalizados. Solo pude asentirle, antes de poder abrir la puerta de mi departamento, y encerrarme de nuevo en la oscuridad. La mujer se quedó para unos segundos detrás de la puerta, quizá sintiendo pena. Después de unos segundos, escuche sus pasos, alejándose de mi departamento.
El resto de la tarde me la pase en casa, fumando como un desquiciado. Me encontraba sentado al borde de la ventana, escupiendo la nicotina que pudría mis pulmones. Miraba hacia la calle con melancolía, con mi mente ocupada pensando que es lo que haría ahora que me había quitado a la escuela de encima.
Quizá conseguir un trabajo, pero ¿cuál? No era bueno en nada, y regresar a lavar platos por supuesto que no era ninguna opción. Quizá regresar con Michael ya no sonaba tan mal, después de todo ¿en qué otra cosa podía servir?
En eso, vi a una chica cruzando la calle corriendo. Parecía que llevaba prisa, o que estaba más bien desesperada por llegar a un lugar lo antes posible. Pensé en apartar la mirada, y ponerle atención a algo más, hasta que vi que la chica cruzo directo hacia mi edificio. Cuando la vi bien, supe por qué. Era Penny.
Apagué el cigarro al borde de la venta, y me volví a la habitación, esperando. Cuando escuché que tocaron la puerta repetidas veces, me puse de pie, y fui abrirla, con el menor animo posible. En cuanto lo hice, Penny entro a mi departamento, eufórica, sin darme oportunidad de siquiera reaccionar.
— ¡Arthur! ¿Pero que carajo hiciste? ¿Cómo que te expulsaron? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Qué hiciste tarado? —casi me grito, pero más que enojada, sonaba preocupada; muy preocupada—. Bueno, bueno, se por qué, pero Arthur, no puedes estar...
— Penny, yo...
— No, no, no —me interrumpió, moviendo sus manos hacia mi rostro—, espera, espera, déjame hablar a mi ¿sí? Déjame hablar. Vamos a respirar hondo... —Penny inhalo para después exhalar con pesadez, intentando hacer que sus manos dejaran de temblar, a lo que yo solo pude mirarla serio, con algo de pena quizá—. Escucha Arthur, después de todo por lo que hemos pasado, por lo que tú has pasado... es decir, por un demonio, lo entiendo Arthur, entiendo que últimamente parece que la vida te está pateando con esto de tu madre, y la tuberculosis, la situación económica, tu amigo desaparecido, y... lo entiendo, la escuela puede parecer otra patada en las bolas, pero Arthur ¡por todos los cielos! No puedes tirar todo por la borda ¿sí? No... no es sano, n-no, no puedes hacer eso. ¡Es tu vida, por dios! ¿Qué pasara con tu madre? ¿Q-que le dirás? Se supone que se mudaron aquí por esto ¿no? Para que estudiaras, y-y... y tu... no... no puedes hacerle eso Arthur, n-no es justo, n-no-no...
— Penny —la interrumpí, respirando con miedo, pero al mismo tiempo, resignado—. Ya está hecho. Me expulsaron, no hay nada que pueda hacer.
— ¡No! No... tu... —Penny retrocedió, jalándose su cabello con sus manos, intentando pensar o buscar una solución—. No, aún tiene solución ¿si? pasa nada, todo tiene remedio. Solo... hay tomarnos unas semanas, para pensarlo, reflexionarlo. Tomarte un pequeño descanso, está bien, dios sabe que lo mereces. Pero superaremos todo esto ¿vale? Te lo aseguro, las cosas van a mejorar, pero primero... tenemos que resolver esto. Puedes ir a mi casa... escribirás algunas cartas al colegio, al director, a los maestros... p-puedes dictarme a mí, y yo las escribiré, mi letra puede ser más presentable; desharemos todo lo que paso ¿sí? Empezaras desde 0...
— Penny —le intente interrumpir, pero parecía no querer escucharme, o simplemente querer ignorarme.
— P-podemos pedir pizza, si, y-y trabajaremos toda la noche, puedo decirle a mi hermana y...
— Penny, basta...
— Lo podemos lograr, si, lo lograremos, porque... estamos juntos en esto ¿de acuerdo? Estamos juntos y...
— ¡Penny, ya basta! ——le termine gritando para que se callara, lo cual funciono, ocasionando que se encogiera un poco, y me diera a mí la oportunidad de hablar—. Penny... escúchame por favor... no va a funcionar... nada de esto.
— Arthur, cariño, claro que sí, el director quizá te pueda a aceptar, es tu último año y...
— No... no Penny, no me refiero a eso —le dije, bajando la mirada, a lo que Penny, solo abrió sus ojos, asustada.
— ¿Qué...?
— No va a funcionar Penny. Nosotros no... —no pude terminar la frase, la voz se me corto antes—. No va a funcionar.
— No... no Arthur, no... por favor no hagas eso —comenzó a negar con la cabeza retrocediendo—, por favor, por favor...
— Penny... has sido la mejor época de mi vida —le termine diciéndole, sonriendo con melancolía, tomando sus manos entre las mías, pero Penny solo me miro más asustada—. De toda la mierda que me ha sucedido, toda esta oscuridad que llevo aquí... tú has sido esa pequeña lucecita que jamás se va. Y créeme que estaré agradecido por eso toda mi vida, pero... soy malo para ti. Soy malo para todos los de mi alrededor, y... los demás siempre sufren por mi culpa. Mis amigos sufren por mí, mi madre sufre por mí, y tu... no quiero eso para ti. Por dios, parece que eres mi madre, velas e inviertes demasiado en mí, y eso... no es sano, para ti no es sano, para niguno de los dos. Yo... y-yo... soy veneno. Soy veneno Penny, y... todo lo termino contaminado siempre. Soy como Oscar...
— No, no, no... —Penny negó más con la cabeza, y se me acerco, con los ojos lagrimeándole, tomando mis mejillas con sus dos manos, haciendo que yo solo bajara la mirada— ¿de que estas hablando Arthur? Claro que no eres como ese idiota, tú no eres como él. Él era un monstro, tu solo... necesitas un poco de ayuda, pero igual...
— Claro que no, soy como el, yo te lastimo, lastimo a todos y...
— Arthur, para, deja de decir eso. Es mentira, son puras mentiras.
— Penny...
— ¡No, Arthur! —escuche como su voz se quebró, estando al borde del llanto— Tú me haces feliz. Nos hacemos felices mutuamente ¿C-como puede ser eso malo? ¿dime? —Penny siguió con sus manos en mis dos mejillas, pero yo aún no podía ni levantar la cabeza; a lo que ella, solo bajo su mano un poco, y acaricio mi mejilla, intentando que la mirara—. Hey, escucha... te amo—, y eso hizo, que levantara la mirada—, te amo, Arthur. — me dijo, intentando sonreírme con sus ojos al borde de las lágrimas. Solo pude suspirar, cerrando los ojos, y sonriendo un poco.
— Yo también te amo, Penny —le respondí, mientras tomaba sus manos, y hacia que las bajara, haciendo contacto visual, directo—. Pero ya no podemos seguir así. Ya no puedes seguir así, tu... necesitas algo mejor que... esto —le termine de decir, señalándome a mí mismo.
— No, no, no ¡te equivocas! ¡no! —Penny se apartó de mí, y se fue caminando hacia el otro extremo de la habitación, casi como si quisiera salir del lugar— S-solo estas estresado ¿bien? lo admito, has tenido ciertas actitudes... raras, como hoy, y como lo que paso hace un año. No eres el modelo de novio "perfecto", y tienes estos arranques de ira que... si... me dan miedo a veces. P-pero, aun así, aun así, quiero estar contigo. Sé que quiero estar contigo Arthur, lo sé.
Penny parecía tan decidida y desesperada por no romper, que a cada palabra que decía, solo me hacía sentir peor. Así que decidí poner la estocada final
— Tú no sabes lo que quieres Penny —le conteste, de manera seca y seria—. Eres brillante en muchas cosas, de verdad, pero cuando se trata de escoger parejas, sí que eres un desastre...
Penny miro, con una combinación de enojo con tristeza y horror. Hizo una mueca con sus labios, y después solo bajo la mirada, como si se resignara. Quizá pensaba en decir algo más, pero al final decidió tragarse sus palabas.
— Entonces... ¿así es como quieres que termine? Después de... todo lo que pasamos... si es como terminan las cosas.
Al final solo pude dignarme en mirarla unos segundos, y después, solo asentir con mi cabeza, mirando hacia otro lado, mientras metía mis manos en los bolsillos de mis pantalones.
— Lo siento. Pero así son las cosas.
Penny volvió a negar con la cabeza, soltando una leve risa con llanto, para después solo caminar hacia la puerta, no antes sin detenerse, y mirarme una última vez.
— De verdad, pensé que serias diferente. Que tú eras el indicado... —después solo volvió a desviar la mirada, y suspiro, molesta—. Perdóname por ser tan ingenua.
Después de esas palabras salió del departamento, y cerró la puerta detrás suya. Yo solo me quede parado, tragándome mis lágrimas en la oscuridad total, pensando en lo que acababa de hacer.
Si quería regresar con Michael, y ayudar a mis amigos a terminar con el hijo de puta de Ezekiel, sin duda había hecho lo correcto.
Pero mierda, tenía tantas ganas de salir por esa puta puerta, y correr detrás de ella para abrazarla y besarla, decirle que los sentía, y que claro que regresaría a la escuela. Que cambiaria, que tendiéramos una vida juntos, que nos casaríamos, y que, con un poco de suerte, tendiéramos hijos si quería. Que podíamos formar una vida juntos...
Creo que la parte que me dolía tanto era saber que no eran más que putas fantasías de un niño enamorado. Un pobre niño enamorado, que ya debía de madurar.
Media hora después, tome el teléfono, y le llame a Michael.
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